Veneno
—Cuando dijeron que Trinidad Jeager te había adoptado como uno de sus hijos, te imaginé más... ¿Cómo lo digo sin sonar tan grosero? —miró a Grace de arriba a abajo—. Pensé que el primogénito de mamá sería alguien de otro mundo. Imponente, serio, despiadado, calculador. Te juro que te hice igual o más peligroso que Zinder Croda, pero veo que me equivoqué. No eres para tanto, hermano. Ahora que te veo, dudó que puedas ser mejor que yo.
La mirada de Grace estaba puesta en el muslo de pollo frito en sus manos, pero su atención estaba en las palabras de Freddie que no dejaba de despreciarlo, como si su mera existencia le hubiera hecho daño. Uno que claramente le había afectado a lo largo de su vida.
—Freddie, ¿verdad? —por primera vez se dirigió al mestizo por su propio nombre—. Hay tanto resentimiento en lo que dices que no me puedo imaginar el odio que le tienes a la vida por alguien que no sabía de tu existencia hasta ahora —siguió con los ojos puestos en el pollo que se terminó en cuatro mordiscos—. ¿Por qué tanto odio hacia mí? ¿Qué te he hecho para que me odies tanto, si se supone que somos hermanos? Parece que me odiaras por todo lo malo que te ha pasado. Dime: ¿cuánto daño te han hecho?
Freddie sonrió descaradamente.
—Solo digo que te han dejado todo servido —señaló al joven mayor—. Desde que llegaste, todos han hablado de ti. Al principio como el hermano de la señorita Ackerman, el chico que vino de un convento de Quito a contagiarnos de su espíritu santo. —Rió— si claro. ¡Mis huevos!
—Eso no responde a mis preguntas —permaneció sosegado a pesar de los constantes insultos recibidos—. Pareces un bebé al que le quitaron sus mejores golosinas para dárselas a alguien más. Claramente perdiste algo que indirectamente te quité, dejame saber lo que es porque ya tengo muchos problemas como para tener otro innecesario.
—Grecia no es un objeto —su sonrisa se hacía más exagerada, cerrando ambas manos con todas sus fuerzas, importándole poco si sus largas uñas pintadas de rosado se clavaran en la piel—. Los hijoputas de sus papás la obligaron a complacer a Tenorio, todo por la ambición del dinero y la trataron como si fuera una muñeca sexual de plástico. Está bien que la gente quiera dinero cuando ve lo que es capaz de hacer. Y es normal, ¿quién no se quiere cagar en dinero? Yo quiero dinero, y apuesto un huevo y medio a que tú también quieres dinero. Pero ellos... —filtró aire entre su boca entreabierta—. Esos sapos lo llevaron a otro nivel. Grecia solo era una chica promedio, muy sencilla para ser hija de zánganos que se rodean de gente poderosa. Le faltaba la ambición que a mí me sobra, pero le sobraba la humildad que a mí me falta. Éramos tal para cual. Y ahora está muerta, por tu culpa.
—Yo no jalé el gatillo, ni pedí que Lucrecia le disparara, así como tú no pediste que ella fuera una moneda de cambio —al igual que Freddie, se contuvo para mostrar sus verdaderas emociones, conteniendo la aflicción que no le dejaba descansar—. Hay cosas que están fuera de nuestro alcance y lo sabes. Si vas a llorar con alguien, que sea con Lucrecia. Yo también perdí a gente que me importaba.
—¿Como quién? ¿La profesora Nazawa? —estaba desinteresado en la pérdida de Grace—. La conociste un par de semanas, y por lo que ví, solo cumplía con su trabajo de maestra. Te enseñaba porque era su obligación, y si no me crees: recuerda que era una Hamilton. Ellos son sirvientes personales de los Ackerman, como Zinder lo fué para mamá. Todo Hamilton que te ayude será porque es parte de su trabajo, no creas que lo hacen por amor o amistad. Grecia y yo teníamos historia, no nos puedes comparar.
Era una verdad que trató de negar, en cambio, las pruebas le daban la razón a Freddie; tanto Jessica como Miyuki compartían la amabilidad con la que lo trataban, su actitud era tan similar que no podía haber diferencia. Y por lo que notaba, Rebecca comenzaba a adoptar ese mismo comportamiento. Todo lo llevaba a una conclusión: las personas con las que se encariñó nunca le correspondieron, ya sea como amigos, amantes o simples compañeros. El vacío en su interior se hacía más profundo, y eso le dolía.
—¿Y qué? —la careta que le concebía el gesto inerte desapareció tras detonar la rabia contenida—. Como dicen en tu tierra de moneda devaluada: me chupa la verga si todo fue un engaño, aprecio a los Hamilton porque se me dan los huevos. No espero recibir nada a cambio. ¿¡Ves la puta diferencia entre tú y yo?! —clamó—. ¡Oh! Perdón, eres colombiano, no argento: ¿que cómo lo sé? ¿Ya viste tu tabique desviado? Maldito polvoriento, vuelve de donde viniste y llévate tu mierda a otro lado antes que un verdadero sangre pura te lleve con Grecia.
Su español era bueno, todo por las personas del habla hispana en la zona muerta donde vivió mucho tiempo. Se había exaltado, aunque no abandonó su asiento.
—Puedes hacerlo, ¡Claro que puedes! —musitó Freddie, sin abandonar esa sonrisa socarrona—. Puedes hacerlo como Grace Ackerman, o como Edik Benedetto. ¡Ahí está tu puto privilegio! Si quieres desaparecer a un adoptado como yo, lo haces y punto. No tienes que pedirle permiso a nadie para quitar la basura sin mover un dedo. Eso es porque llevas la sangre de una reina gitana y un duque inglés.
Entre toda la malandanza que invocaba a su personalidad más cruel, meditó. Gula apareció en sus pensamientos para que pudiera sacar provecho de su hermano postizo.
—Por mi culpa perdiste a Grecia, según entiendo, ¿no? —dejó el hueso de pollo en el plato para limpiarse con la servilleta en forma de triángulo sitiada en alguna parte de su lado de la mesa—. Quieres vengarte, lo sé, pero no solo es conmigo. Yo tengo parte de la culpa, pero no soy el principal responsable, y lo sabes. ¿Qué es lo que quieres?
—Pensé que no lo ibas a preguntar. Grecia era infeliz desde antes de que llegaras. —se reclinó sobre el soporte de su asiento oxidado—. Los Pinkman, el tío Nacho, Tenorio, mamá. Todos se encargaron de hacerle la vida imposible. Y ninguno parece tener remordimiento de lo que le pasó.
—Si lo que quieres es que te ayude, viniste con la persona incorrecta —dijo Grace con tranquilidad—, ví como le reventaron la cabeza a tres personas y no pude hacer nada. ¿Qué esperas que haga ahora?
—Lo tienes todo y a la vez nada —sopesó Freddie—. Mamá y el tío Nacho están fuera de tu alcance, ¿Pero que hay de Tenorio y los padres de Grecia?
—Me metí en los asuntos de Nacho por defender a Grecia de Tenorio y hacer que los Pinkman trabajen para él. No hay por dónde tocar a esos imbéciles —respondió Grace— son perros de Nacho y Lucrecia.
—Si te pones a pensar, todos somos los perros de esa gente. Lo que nos diferencia es la raza —su comentario tenía lógica ante el sentido de Grace—. Los Pinkman son perros de raza pequeña que los mantienen contentos con menear la cola, y Tenorio es uno de la calle que tienen por lastima. ¿Qué hay de nosotros? También somos perros, pero ¿por qué seguir siendo perros cuando podemos ser los dueños?
—Habla claro —musitó mientras se tallaba los ojos llenos de ojeras—. Estoy cansado de conocer a tantas personas que no quiero, incluyéndote.
—Quiero aplastar a los Trujillos y a los Pinkman —aseveró, manteniendo esa manera socarrona de expresarse—. Desgraciadamente no lo puedo hacer solo. Si tan solo le llego a arrancar una uña a Tenorio, mis privilegios se irían al carajo. Pero tú, mi hermano, hiciste lo que en tres años no pude: le rompiste la cara y le quitaste a Grecia en el proceso. ¿Sabes cómo lo hiciste?
—Con las manos —dijo Grace, suscitando atisbos de sarcasmo.
—Eres mucho más importante que Tenorio y yo al mismo tiempo. Ackerman y Benedetto. Es como tener a Pelé y Maradona en una sola persona que detona magia hasta volverlas locas a todas —afirmó—. Aprovecha tu posición, comenzando a mostrar lo que eres para que suba tu valor. Cuanto más importante seas, podrás hacer cosas que otros no. Matar, robar, tener a cualquier mujer que se te antoje aunque ellas no quieran. Puedo ayudarte a conseguirlo.
—Ayudar a la persona que te quitó a la tipa que amabas y todo por lo que has luchado, eso es contradictorio —dijo Grace—. Entiendo que quieras explotar mi posición para vengarte de los Pinkman, ¿pero cómo se que el día de mañana no me apuñalarás por la espalda?
—Quiero ser visto por algo más que un simple adoptado, escalar posiciones hasta hacerme de tanto dinero que me podría limpiar el culo con billetes de cien —contestó Freddie—. Para eso necesito a la gente correcta de mi lado —señaló a Grace—. Pienso que tener a mi hermano con nombre de vieja me abriría muchas puertas, y cuando llegue el momento indicado, podré hacer mierda a Tenorio y a los Pinkman. Todo a su tiempo, comenzaremos con hacerte alguien importante.
—No voy a confiar en alguien que me odia.
—No espero que confíes en mi Yo voy a sacar provecho de ti, y tú de mi. Así funciona esto, ¿entendido? —articuló Freddie—. Haré de ti alguien digno de sus apellidos, y cuando llegue el momento indicado, me pagarás con darme la cabeza de Tenorio y los Pinkman en bandeja de plata.
Freddie no lo sabía, pero Grace estaba agradecido con la propuesta, pues él estaba deseoso de volverse alguien importante. Era un trueque a largo plazo, algo justo considerando su antipatía con Grecia y las personas que le hicieron daño.
—Sin trampas, ni trucos entre nosotros —extendió su mano para estrecharla con la del pelo rosa—. Es algo que no vas a respetar, y está bien. Ya sabes que toda acción tiene consecuencias. Acabas de decir que conociste a Zinder Croda, entonces sabes lo que los hijos de Trinidad saben hacer.
—Exacto, ya vas aprendiendo —selló el trato—. Siéntete libre de hacer lo que quieras si algún día te doy la espalda, así se hacen las cosas en la capital.
—Una cosa más —se terminó la bebida de su vaso en cinco sorbos—: ¿Eres cercano a Lucrecia... mamá?
—Define tu concepto de cercano —comió otro tanto de la ensalada que pidió para acompañar al pecoso—. Si vivir en la misma casa significa ser cercanos, entonces si, lo somos. Pero si te refieres a que estoy metido en sus asuntos con gente gorda, pues no. ¡Dios mío! ¿Por qué crees que estoy dándote un pedacito de mi tiempo!
—¿Puedes entrar y salir de Grillo's?
—Puedo —afirmó— solo cuando ella está de buenas para invitarme la cena.
—¿Puedes ir esta noche? —cubrió los labios con la servilleta para camuflar su eructo.
—Tal vez —suspiró, pero inmediatamente repuso su actitud llevadera—. Dependiendo de si algún hijoputa se la cogió por negocios, o si alguno de sus juguetes le quitó el estrés, o si de plano no le han metido algo en el... Sabes a lo que voy.
—Excelente —sonrió de la misma forma que Freddie—. Te veo en la salida.
—¿Es una cita? Después me llevarás a tu casa para que juguemos a las luchitas? —hizo un puchero, siendo bromista para incomodar a Grace—. Pensar que Grecia estuvo con alguien de la puta bandera de colores, de seguro debe estar revolcándose en su tumba. Solo te advierto algo —lo miró de una forma coqueta— te volverás adicto a mí después de probarme.
—Duermo con una rubia que se ha acostumbrado a estar desnuda en mi cama, y esa rubia está en una liga superior a Grecia, pero ¡oh sorpresa! —movió la mitad de su cuerpo hacia adelante para estar cerca de Freddie—: yo no voy por las plebeyas, ni las princesas. Mi intención es cogerme a la reina. —En un arrebato colocó una mano en el mentón del pelo rosa para que ambas narices hicieran contacto—. Aquellos hombres que prefieren la compañía de otros hombres es porque no saben el placer que puede dar una mujer.
—Te entiendo —el chico respondió por inercia— las mujeres son lo máximo. Hasta que descubres que el culo de un hombre es más apretado.
—No juzgaré tus gustos raros... ¿Hermano? —su sonrisa se amplió, siendo más sádica que antes, acoplada con la pupila de aura verde que le otorgaba escalofríos a Freddie—. Tú y yo estamos jugando en bandos diferentes. Pero tenemos algo en común: estamos igual de enfermos. Tú por tus gustos, y yo por mis fantasias.
—¿Ah, si? —vio en Grace algo particular que compartía con los hijos de Trinidad, ese miedo que imponían cuando los sacaban de sus cabales—. ¿Cuál es tu enfermedad, si se puede saber?
—Es un poco retorcida, hasta asquerosa —se lamió los labios—. ¿Si te dijera que antes de saber que Lucrecia era mi madre, quería hacer un trío con ella y Angela?
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