Sólo es un juego... desde luego.
Aunque tuvieses la oportunidad de escuchar una conferencia de Tesla durante todas las mañanas, si vives arraigado al estilo de Edison: nunca dejarás de ser un fanático de las velas.
~Grace Ackerman.
—¿Y qué pasaría si me niego a ir contigo? —preguntó Grace, echando un breve vistazo al semblante de satisfacción en Jesse, después de que la presentadora virtual indicó su triunfo mediante el nombre de su luchador. A lo que imitó aquella emoción de triunfo por acertar la idea de dejarse ganar para mantener estable a la hermana que recién había conocido.
—Vamos, pecas —respondió ella, menos impasible, aunque tampoco estaba mostrando tantas expresiones. Estiró sus dedos juntos para hacer que se escuchase el tronar de los huesos—. Estamos empezando bien, no arruines nuestro primer momento en familia —enfatizó unas comillas con su índice y dedo medio en la última palabra—, revisa que no vayas a olvidar nada —de un pequeño brinco que por momentos dejó ver las estrías muy bien marcadas en su abdomen, las cuales nuevamente fueron cubiertas en cuanto sus pequeños pies se encontraron con el suelo resbaloso. Por suerte Grace no las había visto, aunque poco le importaba, pues él no sería el primero que supiera de ellas.
—No miento cuando te digo que de las 3 de ustedes, eres tú la que me cayó mejor —opuesto a Jesse, él optó por bajar con tranquilidad, notando de reojo a la pantalla volviendo al menú de juegos, obrado por ella al oprimir el botón central entre ambos mandos de la máquina, mientras bostezaba sin pena de exponer la pequeña papada al abrir su boca.
—Hay, que tierno —dijo la pelinegra—, cuéntame tus sentimientos en el camino —giró para dar los primeros paso hacía la salida, con las manos sobre la nuca.
—Por eso me apena que tú seas mi niñera temporal —sonriente por ver lo confiada que la chica estaba como para darle la espalda, alcanzó la mochila recargada en las patas de la silla, la abrió para verificar que encima de las escasas cosas que portaba estaban las delgadas bolsa con polvos de colores. Dijo su nombre para llamar la atención de la Jesse, la cual giró su cuello para ofrecerle medio rostro.
—¿De verdad me la vas a liar? —preguntó más para ella, al momento de estrujar su mirada, que al principio estaba desubicada por ver que Grace seguía cerca de la máquina, aunque no estaba tan distanciados, antes de cernir la postura de él, listo para sacar lo que tuviera en las manos cubiertas por la mochila—. Mira, pecoso desabrido —dio la vuelta—. No quiero hacer mucho esfuerzo, así que decide: lo hacemos por las buenas, o nos regimos por el método que a largo plazo te va a afectar —cortó la conexión visual del chico para mirar por encima de su costado, cosa que le hizo vacilar con voltear a un lado, momento que Jesse aprovechó para rápidamente ir en dirección al chico para dejarlo inmovilizado.
Cuando el cuerpo del pecoso actuó en automático para asegurarse de no tener a algún otro sujeto por la espalda, rápidamente notó que era una sencilla distracción. Al volver su vista, captó la silueta de Jesse llendo hacia su dirección a toda prisa, tomándolo desprevenido ante sus rápidas acciones, las cuales correspondió con dar unos torpes paso atrás para alargar la poca distancia que le quedaba, sacando la bolsa con los polvos para tirarla en medio de ambos.
—Por segunda vez pido disculpas —como pudo se repuso para no caer—, pero me chupa un h*uevo ir a un salón repleto de idiotas que no aceptan su ignorancia. —Corrió a un lado de su hermana, tomando ventaja de la deforme esfera azul de tono acero, con la confianza de haber ganado algunos segundos al escuchar el tropezar de Jesse con las sillas y la máquina al no ver nada.
Cuando estuvo a centímetros de rebasar del color que se expandía con celeridad por su cuenta, sintió el apoyo de un pie que impactó sobre la parte superior de su espalda, haciendo que cayera al suelo, luego de dar otros pasos que le hicieron desequilibrarse.
—Traté de razonar contigo, Woody. Pero me obligaste a tomar medidas expremas —espetó ella, emergiendo a las afueras de la cortina azul que había frenado su expansión, al considerado tramo que Grace había recorrido con tan solo segundos. Con una mano se trató de quitar la poca sangre mezclada con el color azul impregnado en todo su cuerpo, estando más densa mientras exterminaba al chico con la mirada que, en vez de aterradora, podía parecer cómica ante sus escasas expresiones, no obstante, se sentía satisfecha de correr con la suerte de acertar su golpe ante la adversidad de no ver nada, seguido de oír el fuerte impacto de la mejilla de Grace resonar contra el suelo y, deleitarse con la huella de su suela en la camisa manchada en la mayor parte de ésta.
—Ésta era mi mejilla favorita —comentó él, sin esperar respuesta mientras se tallaba del soportable dolor. Introdujo sus labios en el interior de su boca mientras le pasaba su lengua, seguido de reponerse en cuanto escuchó los pasos de Jesse acercarse—. Ya empezamos a llevarnos pesado —la miró con ojos desafiantes, opuesto a lo que ella pensaba. Quizás y Jesse esperaba que Grace se vería nervioso al estar en apuros por huir de ella, como una presa desesperada al depositar su último aliento en ordenar a sus piernas por escapar de una emboscada sin retorno—. Me gusta la idea —optó por una postura encorvada, atenta, preparada para la siguiente movida de una impredecible pelinegra, dispuesta a no caer en otro truco de quinta. En ningún momento volvió a colocar la mochila a su espalda, por lo que separó unos dedos del cierre para abrirla, meter con cautela el otro brazo disponible y sentir otra de las 4 bolsas restantes con polvos azules. Total, no tenía nada que perder o preocuparse por su aspecto desprolijo.
—Ese truco no te servirá de nuevo, pichurrienta bola excremento —decidida, como una fiera se acercó al chico con pasos decididos.
Grace aspiró cansado entre dientes medio abiertos. Con cada paso que Jesse daba, él lo lograba contrarrestar con hacerse para atrás, calculando que su espalda no chocara con algún otro videojuego mientras ganaba tiempo para salir del pasillo, logrando mantener la distancia entre ambos, aún si las acciones ejercidas adornaban ventaja en la chica. Pora su descontento la cortina de colores se había quedado atrás, sin molestar la casi desolada sala de arcade, o haber llamado la atención de los encargados que seguramente no se molestarían en intervenir debido al soborno que aceptaron del chico, en caso de que algo como eso sucediera.
—Mi intención no es pelear contigo —se preparó para lanzar la segunda bolsa en cualquier momento.
—Demasiado tarde —contestó Jesse en seguida—. Lo hubieras pensado antes de sentirte el "5" con la mierda de polvo azul que lanzas para ir de un lado a otro —esperó unos segundos mientras que sus pasos se volvían más lentos, confundiendo al pecoso que de modo inconsciente imitó sus acciones. Esperó unos segundos para volver a abalanzarse sobre él.
—Si bien no tenía la intención de hacerlo —Grace volvió a sonreír, y en el instante de ver el cambio de ritmo en ella de ir contra él, volvió a tirar el segundo polvo de color al suelo para bloquear su vista y ganar un breve ahorro de tiempo para correr—. No quiere decir que me toque el corazón en hacerte a un lado con tal de cumplir mi objetivo —concluyó al doblar a la derecha a toda prisa para tener más distancia de Jesse con la intención de llegar a la salida. No obstante, el cuello de su camisa fué jalado para hacer que volviera a sentir el gélido suelo, un peso extra engullido sus sus caderas y unos golpes a puño cerrado sobre su rostro cubierto por sus manos.
—¡Voy a romperte toda tu p*ta madre!—gritó Jesse en un español poco gesticulado, sin dejar de dar golpes al chico.
Grace sabía que los impactos que lograban acertar por no esquivarlos debido a la nula vista que tenía no iban con tanta potencia le traerían problemas a la larga, así que, dejando de lado toda caballerosidad en su ser, extendió los brazos para dejar su cara expuesta, sentir la embestida de los delgados nudillos de Jesse en su boca, atraparla de la muñeca y tirarla con ambos brazos por un lado, teniendo la ventaja de que ella no pesaba mucho para lanzar un puntapié sobre donde estaba ella, escuchando un quejido ahogado por golpear alguna parte de su cuerpo.
Entre desesperados paseos de su mano por alrededor del suelo pudo sentir su mochila a un lado, la tomó y como pudo se puso de pie para salir corriendo a cualquier dirección que lo alejara de ella, escapando de la esfera de polvo, doblando de esquina en esquina de vez en cuando para que su camino no se viera evidente, aunque nada podía hacer ante sus suelas que evocaron un tono azulado en sus huellas, al menos arrojar la última bolsa de polvos en el punto que conectaba a todas las secciones le hizo creer que confundiría a Jesse.
Cuando estuvo un paso de la puerta con la palabra salida en rojo por encima de ésta supo que era el momento de aprovechar el instante para salir, cerrando la puerta en el acto, corriendo rumbo a la calle. Observó su celular para grabarse el camino a la plaza comercial que ya no estaba tan lejos. Cerca de las compuertas estaba un cesto de basura, volvió a su celular antes de arrojarlo mientras ignoraba las confusas miradas sobre su persona cuando trataba de incorporarse a la caminata en la banqueta con la otras personas cual colmena marchando a un ritmo disparejo.
«Malditas larvas» se dijo mentalmente mientras le devolvía el gesto a las personas bien vestidas que pasaban a su lado. «No soy, ni seré el último bastardo al que verán tan azulado como la meta de heisenberg». Concluyó, replanteándose la idea de cambiarse de ropa cuando llegase al centro comercial.
Tras llegar a su destino a base de caminos escurridizos que lo hacían desviarse de la calle principal del boulevard, finalmente había encontrado dicha plaza. Comenzando del peor modo al tener un fugaz intercambio de palabras con el vigilante de la entrada que le restringía el paso del interior de las instalaciones, solo necesitó de su tarjeta dorada para que el hombre de segunda edad lo dejase pasar hasta llegar a la tienda de ropa menos extravagante que encontró, siendo poco selectivo con la variedad de atuendos. Escogió lo primero que la vendedora le ofreció entre una actitud despectiva como el resto de gentío hasta ver su tarjeta con la que pagó.
Su siguiente paso fue dirigirse 3 pisos arriba, donde un conserje del establecimiento le dijo que en dicha planta se encontraba la sección higiénica, eso incluían las barberías que estaban en fila por el pasillo, donde entró en la primera que vio con la finalidad de hacerse un crucial cambio de imagen, pensando que lo necesitaba para dar inicio a una nueva etapa de su vida... consecuencia de la influencia en su familia, nadie objetó porque dejó huellas azuladas en el suelo hasta que se deshizo de sus prendas percudidas con usar las regaderas de la peluquería con un costo extra.
Cuando salió del local con un nuevo estilo —rapado de los costados que dejaba intacta la parte superior, cayendo algunos de sus ondulados mechones platinados de la punta hasta la altura de sus cejas, sin ser un impedimento para su visión y una línea en su ceja derecha—, no dudó en visitar las siguientes secciones hasta terminar en el otro lado del centro comercial. Justamente en una de las zonas más abiertas y pobladas por la muchedumbres, el cual sería el cine que por fortuna suya, la fila no estaba tan larga cuando la encontró, al menos si no hubiera llegado en esos 5 minutos antes que se volviera a llenar.
—Bienvenido a cinexsex —saludó la mujer en taquilla, con una forzada actitud enérgica—. ¿Qué película desea ver?
«Sin duda me das la bienvenida —pensó Grace a sus adentros mientras le devolvía el gesto—. Pero si gustas, yo te daré la bien venuda».
—Linda tarde, señorita. Disculpe mi ignorancia, pero ¿cuáles son las películas más solicitadas en éstos días?
—Bueno... —para que la jóven mujer de edad casi parecida a Rebecca no empezara a revirar los ojos de lidiar con uno de tantos clientes indecisos, en cambio prefirió enfocar su atención en la computadora detrás del cristal que la dividía con el ahora peli platino que aún conservaba sus raíces pelinegras—. Hoy es el preestreno de la película que trata acerca de una sirena sacada de un cuento inspirado de otro cuento más crudo —torció sus labios en una mueca no tan convencida mientras volvía al chico—. Aunque antes de su lanzamiento estuvo en boca de muchos, eso fue a causa de la polémica que generó la empresa de sus derechos por hacer un cambio radical en la protagonista.
—¿Es tan pésima como dice? —cuestionó Grace, indiferente.
—Si creciste viendo la película animada de 1989, donde esa sirena tenía rasgos de danesa, tal vez sea un gancho al hígado para tu infancia —dijo ella, congeniando con sus palabras.
—Ya veo —el chico vaciló, fingiendo pensar en su respuesta—. ¿Todavía hay boletos disponibles?
—Para tu suerte, eres la primera persona que podría ocupar un boleto —respondió la chica regordeta.
—Por casualidad... —Grace volvió a sonreír, teniendo alguna vaga idea que alimentara su aburrimiento, juntando ello con el pendiente de Jesse, sabiendo que todavía le faltaban 5 horas para que el plazo terminase—. ¿Qué tipo de personas vinieron a verla en su estreno?
—Pues... —ella titubeó ente esa pregunta, pero como sentía la necesidad de no hacer de su interacción tan larga con Grace, decidió contarle lo que el día de ayer presenció cuando llegó a la sala como espectadora—. En su mayoría fueron los de la misma etnia que la protagonista, algunos niños que tachaban de racistas a los que estaban inconformes con las decisiones de la casa productora, y otros cuantos guiados por el morbo que les daba la esperanza de ver el fracaso en taquilla. Pero si me preguntas qué tan buena estuvo... diré que hay películas más interesantes que esa, como la de...
—Creo que ya tomé mi decisión —la irrumpió Grace, gozoso de voltear para notar que entre toda esa fila con grupos de amistades de casi su misma edad, parejas, y lo que más placer le daba: las familias afroamericanas que llevaban consigo a sus niñas no mayor de los 10 años con la felicidad a tope de ver la película de la que tanto hablaba con la mujer de grandes mofletes—. Quiero todos los boletos de la función más pronta —expuso su dependiente tarjeta dorada, al ritmo que sus dientes poco amarillentos fueron de acompañamiento en la sonrisa complacida de arruinar lo que sería un momento divertido para el resto de personas que esperaban ver dicha película—. No quiero ser interrumpido por nadie, a menos que sea mi querida hermana... ¿Podría cumplir mi petición?
Después de formar muchísimos llantos y quejas, especialmente en niñas por haber arruinado decenas de planes elaborados desde días antes, Grace yacía sentado sobre la segunda fila de la esquina derecha en una de las salas VIP del cine. Con los pies encima de la cabecera del asiento siguiente, y una sonrisa satisfactoria terminaba de culminar los beneficios que le traía la soledad de ver una película sin interrupciones.
—Muy bien, Grace —dijo para sí, ensimismado—, te has superado a ti mismo —bebió muchos sorbos del fernet con refresco de cola tamaño jumbo en sus manos mientras fingía prestar atención a la película que pasaba por desapercibida para sus gustos ortodoxos—. Me pregunto qué tan decaídos estarán aquellas hermosas princesas que esperaron éste día para seguir con las ganas de ver su tan esperada cinta —dio unas carcajadas al tiempo de tomar un puñado de palomitas para llevarlas a su boca y degustar por unos segundos la dicha de tener el privilegio de comer lo que le apetecía.
La banda sonora era tan armoniosa que al chico no le molestaba el protagonismo que tenía ante los magníficos gráficos que lo adentraban a las profundidades del mar en la cinta que, de no ser por la actriz que no era de su agrado, al menos para dicho proyecto, no habría duda que dicho rodaje sería de sus favoritos en lo que restaba del año. Tampoco era para que se pusiera a quejar, sólo era una película que usaba como entretención que mataba su tiempo, esperando alguna señal de Jesse Ackerman.
—Las dulces de criaturas se encuentran comiendo un dulce helado de fresa, otras se iban a los juegos y algunas estaban en la juguetería para frenar sus lágrimas —dijo Jesse, sacando a Grace de su estupor al voltear con una actitud predecible a su aparición, sin percatarse de sus sigilosos pasos hasta, notando que estaba a 3 asientos de él, con una suficiencia exaltada en sus ademanes de actitud fresca, sentada en la posadera de antebrazos que, al haber captado la atención del chico caminó hacia su posición para tomar la parte plegable del asiento de a lado para reincorporarse, dejando el estuche de una guitarra a su costado derecho. A tales alturas ya no tenía la palabra descaro en su labia con Grace, y desvergonzada le arrebató el vaso de palomitas extra picante—. Ya me preguntaba porqué habían muchas nenas haciendo berrinches, siendo apoyados por los padres que discutían sobre la venta de una sala completa para un solo caprichoso hijo de p*ta. Si no fuera por una de las cajeras que me dijo por privado el nombre de dicho personajazo que me hizo el día, no hubiera creído que serías, pecoso infeliz —terminó con una sonrisa que descolocaba al chico a la espera de algún indicio de agresividad.
—No sabes como se me parte el corazón por ocasionar lágrimas en las inocentes señoritas —respondió Grace, a su vez que intentaba mantener un hilo que le diera sentido a los siguientes actos—. Lo último que quiero es ser el motivo de muchos males —expresó usando manías en doble sentido—, y también me alegro de ya no verte con cara de puchero —analizó su singular pijama con forma de astronauta que, por la falta de concentración en su mente no logró notar dicha vestimenta de la joven mujer—. Solo necesitabas un poco de agua encima —frunció el ceño un tanto inesperado mientras asentía con la cabeza en señal de aprobación.
—Admito que te luciste en los arcades —comentó Jesse, centrada en la película que a pesar de tener tantas críticas, el rodaje era interesante si se dejaba de lado a las opiniones divididas, gozando con un criterio neutro, no obstante, seguía al pendiente con Grace, al que tenia ganas de responder a su ataque anterior—. Comienzo a entender la diferencia de opiniones que Jackie y Jill tienen de ti —torció sus labios, dejando a Grace en la dubitativa idea de saber si sonreía o plasmaba su enojo en su expresión—. Mientras una dice que eres un completo inmaduro como para darte demasiado poder, como lo es una tarjeta dorada. Lo que hace poco acabas de demostrar con gastar dinero innecesario al comprar muchas entradas solo por joder a las personas sin sentido. En cambio, la otra piensa que con domesticarte podrás ser alguien de utilidad. Las 2 están a años luz de coincidir, pero hay algo que tienen en común —se detuvo unos instantes en lo que meditaba sus siguientes palabras—: ambas contradicen la forma en que Rebecca piensa acerca de quién eres.
—En éste país hay tantas cosas que no se pueden explicar, hermana. —musitó Grace—, por eso me da pereza ser parte de esas "fallas" en la ecuación, así que lo siento si te ves envuelta en un asunto que no tiene nada que ver contigo. Si Ángela y mami Rebecca me dieran la cara, no estarías encerrada en un cine a lado de un pecoso insoportable —tras unos momentos de silencio, el chico decidió conceder el ritmo de la situación Jesse con imitar su mueca al mirar la película.
—Es inevitable que te lo tomes a mal, por eso entenderé si te ofendes con facilidad por lo que voy a decir, como un excelente princeso referente de la generación cristal —al predecir que se venía una escena musical, la chica aprovechó a ocupar ese lapso para reanudar la supuesta charla entre Grace y ella—. Es como dices, desgraciadamente eres alguien que escaló de jerarquía en un santiamén mediante un error, y no solo eso, también escapaste de la muerte debido a un capricho que pudo resolverse más adelante —amontonó las últimas palomitas para dejar el recipiente vacío, comiendo con tranquilidad antes de seguir hablando—. Si indagamos más profundo en tu situación, deberías estar fragmentado después de ver a tantas personas gritando por su vida mientras llenaban sus cuerpos de balas —soltó unas risas por la desdicha que le tocaba estar en todo el embrollo, siendo alguien que apenas anteayer tenía todo su tiempo calculado—, y de verdad yo me pregunto: ¿alguien ha notado que no estás tan safado de la cabeza? Es que... —ya metida en lo que pensaba de todo, puso su mirada en él, que se mantenía con aquella sonrisa, denotando la serenidad en su porte—. Mírate, no digo que tu cordura esté firme como la voluntad de un pirata con sombrero de paja, sin embargo, tu repentina actitud de niño rebelde enciende mis alarmas —infló sus mofletes en modo de globos para despues expulsar el aire—. Al principio cometí el error de ser guiada por las apariencias de verte tan inocente y perdido en la hierba que te habías fumado, ahora quiero saber lo que te impulsa a ser un antisistema —recargó su mentón sobre la muñeca encima de las reposaderas del asiento mientras estiraba sus labios para confirmar que durante el rato estaba sonriente—. ¿Qué ocultas, pequeño fantasma? ¿Será acaso la venganza sobre Ángela por no dejarte descansar en paz? ¿Algún pasado que te relaciona con mamá Rebecca?
—¿Venganza contra Ángela por darme la oportunidad de ser parte de la otra cara de la moneda que oculta la sociedad al ponerme una nueva identidad, después de acabar con las pocas personas que me importaban? —soltó Grace, mirándola extrañado—. No es como si le rindiera culto por hacer de mi último fin de semana un completo infierno, pero considero que el clásico método del ojo por ojo no me llevará a un final menos trágico que el de mis amigas. Ése no es el método que yo utilizo, tampoco es que alguna de ustedes me haya hecho algo, sin contar que no sabía en la mierda que mis difuntas estaban metidas.
—¿Dices que puedo caminar a tu lado con la seguridad de no recibir una apuñalada de tu parte por el impulso de una rabieta? —preguntó Jesse, con una ceja arqueada—. ¿O acaso tratas de hacer que te compre el argumento de niño curioso por vivir tu vida al tener una nueva oportunidad? —hizo un sonido extraño prominente de la parte interior de su boca—. Porque tus palabras y forma de ser me hacen dudar de lo que dices.
—Ponte en mi lugar y dime lo que me pasaría si intento hacer algo contra la hermana de una política en ascenso —comentó el chico, camuflando ciertos atisbos vengativos en su ser—. En cuanto a Rebecca... —dejó un espacio para remojar sus labios con la bebida aún en sus manos, acomodando las palabras que diría para persuadir a la hermana menor de Lúlu—. No me dirás que con su actitud no te dan ganas de molestarla —le devolvió la sonrisa.
—¿Te montaste todo un teatro para darle un dolor de trasero a ella? Vaya, y yo pensando que Angela tenía tendencias sadomasoquistas a la hora de hacer que el mundo arda.
—Haces muchas preguntas —dijo Grace, negando con el índice de su mano libre—, y yo creí mami Rebecca era la quisquillosa de la familia. Mejor dime: ¿porqué es que no estoy siendo acorralado por algún guardaespaldas tuyo para llevarme a la escuela? —miró a los alrededores de la friolenta sala para reafirmar que ambos estaban solos—. ¿Si tienes al menos uno, verdad?
Cuando Jesse confirmó que el chico no era tan desatento cuando se lo proponía, entendió que darle desvíos a lo inevitable tenía que llegar a su fin. Por ello, con un suspiro al confirmar que no tenía algo en contra suya entre apariencias difícilmente engañosas, podía estar menos densa por dentro, aunque sin bajar la guardia, decidida a acabar con todo.
—Con la muerte de nuestro padre que en paz descanse, Angela está haciendo un cambio de personal para no dejar cabos sueltos —dijo con unas falsas condolencias—. Lo debiste notar cuando llegaste a casa, no habrá nadie que atienda la residencia hasta que pasen 5 días. Eso incluye a los "guardaespaldas" —rio levemente—, aunque no los necesitamos cuando Rebecca se la pasa recorriendo toda la zona norte de la capital. Es suficiente con que estemos a menos de un kilómetro de su ubicación para llamarle en caso de que algo suceda —tomó el estuche de guitarra para abrirlo mientras estaba sobre sus piernas y sacar el celular que Grace había tirado a la basura, ese mismo que la rubia le había entregado—. Por eso es importante que lo lleves a cualquier parte que vayas —lo arrojó al regazo de él—. Procura no perderlo, eso sí haría cabrear a mamá Rebecca.
—Interesante, esa rubia no mentía cuando mencionó tu habilidad de buscar personas y objetos —dijo Grace—, no preguntaré el como lo encontraste, total, no me esmeré en perderlo. —Tomó el celular con la intención de mirar lo intacto que se encontraba, para después guardarlo en su bolsillo derecho, mientras que en el otro extraía una bolsa transparente que contenía un encendedor junto a un cigarro de hierba envuelto en una servilleta desechable, seguido de colocar el lado que tenía el filtro en sus labios y darle unas bocanadas—. Lo que si me inquieta es la paciencia que te sobra para mantenerte fresca como la última soda en el desierto, ¿acaso podemos olvidar las diferencias que tuvimos y comenzar de nuevo? —comentó mientras trataba de mantener el humo en sus pulmones hasta llevar la resistencia de su garganta a los límites, donde exhaló con dificultades para no estornudar.
—Te haces falsas ides —contestó Jesse, casi de inmediato—. Al llevarte la victoria en nuestro primer round deduje que desecharías la gran ventaja que tenías al confiarte de la ignorancia que tuve sobre ti. Y aunque tú idea de hacer como si nada pasó fuera casi acertada, sigues haciendo malas preguntas. En vez de cuestionar esa m*erda barata de dejar los problemas atrás, deberías preguntarte: ¿cómo es que supe de tu amargada presencia en la plaza sin tener tu ubicación? Además, tirar tu celular en un cesto de basura es lo que hubiera hecho alguien con los segundos contados, como tú. Si preguntas por qué me tardé tanto en llegar —pasó la vista por los atuendos estilo urbano que el chico portaba con tan solo un short y una playera sencilla—, digamos que dentro de toda mi flojera a la hora de tener una conversación con la moda, mi porte de señorita me impide andar por las vanidosas calles de nuestra hermosísima capital con polvo azul en todo el cuerpo que, de por sí ya estaba toda hedionda, como si hubiera acabado de terminar una orgía con un grupo de primerizos miembros de una facultad —sonrió delictiva mientras miraba a un costado—. Lo cual, bajo ningún juramento dije que lo haría si es que perdía la apuesta con Jill y Jackie.
—¿Y la pijama con el traje espacial de un juego te hace ver más refinada? Deberías analizar con más detenimiento la palabra glamour —cuestionó Grace entre risas, ignorando el asunto de la facultad, a la par de ofrecer el cigarro a la chica que lo aceptó sin objeción—. Se nota que como cualquier dama en el mundo, también te gusta llamar la atención. Aunque de una manera que no veía venir. Eso me suena a algo que haría Jill. O ese toque de quisquilloso modo de aparecer sin avisar, cómo Jackie, ahora no me quedan dudas, se nota que las 3 son hermanas, ¿lo imitaste de ambas?, ¡Y mira que cosas! Justo la acabas de mencionar a la coqueta y la rarita de la familia —ejerció gramos de gracia a lo que dijo de un modo menos egocéntrico.
—Por eso es bueno prestar atención a lo que las personas dicen —contestó ella, decepcionada—. Dije que mi ego no me deja estar tan mugrienta, pero jamás dije que la sociedad sea de mi devoción como para verme arreglada —succionó un poco de aquel cigarro para expulsar el humo en menos de 3 segundos—. En cuanto a Jill, ese tarro de azúcar podrido con esencia de lolita con chispas de chocolate tiene buen ojo para seleccionar a las personas, que para rematar suele meterse en cosas inimaginables. Opuesto a Jackie, una amargada mal c*gida amante del ocultismo —sus pulmones dijeron que el tiempo del humo dentro de ellos había expirado, por ello de su boca salió todo lo que había contenido para segundos después dar otra bocanada, no sin antes haber respirado algo del aire climatizado.
Grace alzó los hombros, siguiendo con ese toque sarcástico y poco preocupado.
—Ahora que confirmo la vaga idea que tenía de la conducta en ambas, sigo sin creer que ellas se hayan tomado la molestia de agendar un espacio para conocer a un pobre perro como yo. Entiendo que te encuentres aquí por orden de Rebecca, ¿pero ellas? —dejó salir aire de sus labios levemente fruncidos—. ¿Por qué se interesarían en un pobre diablo que no tiene nada de valor?
Aprovechando que el objeto encargado de llevar sus pertenencias ya estaba abierto, con una mano la chica buscó una cuerda que abriría el compartimiento oculto del estuche para sacar varios fajos billetes con el máximo de ceros que podía tener uno, enrollados en una liga desechable para el cabello. Les dio una rápida contada hasta acomodarlos a su lugar, ahora más interesada de lo que estaría haciendo después de tomar una siesta, si Grace no le hubiese dado tantos contratiempos.
—No te sientas tan importante, pecas —prosiguió con lo suyo, ahora colocando balas en el cargador de una pistola revuelta entre sus cosas, ignorando la atenta mirada del chico—. Mi interés no recae en tí como tal, si no en lo que Ángela piensa hacer contigo. No eres más que un simple peón que por suerte ha logrado escalar. Hay mierda que ustedes dos tratan de ocultar, si no, ¿de qué otra forma esa p*rra postiza se atrevería a manchar el apellido de mi familia al dárselo a cualquier muerto de hambre que se encuentre por las calles? —exclamó sin alzar la voz, aunque se notaba la amargura que iba más allá de los motivos ajenos que Grace le provocaba—. Hace poco dijiste que hago muchas preguntas, ¿y como no hacerlo cuando a mi lado puede estar la futura mierda que acabe con los últimos familiares que tengo? —cuando toda la munición fué ordenada, tomó aquella pistola que no se podía ver por la oscuridad dentro de la funda, hasta que un ruido metálico se escuchó a la par de apuntar el cañón sobre la frente de Grace, decidida a tomar cualquier riesgo con tal de proteger sus intereses—. Dame un motivo para no colocar una bala en tu cráneo.
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