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Mi tumor número dos.

Los acontecimientos sucedidos dentro de la cafetería habían tomado de bajada a Grace, que no dudó cuando tuvo la oportunidad de tomar la salida de la cafetería. En la simple mochila opaca en un gris, colgando de sus hombros dejó salir entre sus manos el horario, sin dejar de caminar sobre el concreto que impedía pisar el área verde del pequeño jardín.

Por un escalofrío volteó detrás de él, a lo lejos, donde una chica de piel pálida, ojos celestes y lentes muy grandes para globos redondls lo veía.

—Según la porquería esta —murmuró—, dice que me toca matemáticas con la profesora...

—Miyuki Nazawa —dijo la sofisticada voz fémina debajo de un par de árboles con forma de arco—, debido a problemas que obviamente yo no cometí —sus ojos pardo miraron inocententemente el edificio que le pertenecía, el señal de parecer un retoño indefenso—. Se encuentra ausente, por lo que puedes gritar a los 4 vientos que tienes 2 horas libres.

Por evidentes motivos Grace estaba carente de sus capacidades, como consecuencia no supo que tanto había caminado hasta llegar al pulcro jardín. Menos haber detectado a la chica que le hizo crispar los ojos—. T-tú, ¿otra vez? —vaciló mientras reía levemente incrédulo—. ¿Pero que m*erda? ¿No se supone que estabas estabas en clase? ¿O acaso me estás siguiendo?

La joven pelinegra de lacio cabello corte bob había pasado casi todo el tiempo del receso en esa mesa, repleta de una tetera color ceniza, en medio de pasteles sabor vainilla. No sabía en qué tiempo, pero muy en el fondo estaba a la espera de algo, desde que vio a lo lejos a Grace junto a Rebecca Hamilton, por la mañana cuando entraron a la casi siempre vacía oficina del director.
—Soy del pensar que a veces no es bueno buscar algo, si te pertenece o estás obligado a encontrarlo —subió su taza a juego con el hervidor para humectar sus labios rojos—. Tarde o temprano vendrá a ti, por eso preferí evitar la fatiga y te esperé aquí, tomando tecito mientras la gorda que está en el consejo estudiantil me mira como si quisiera hacer el delicioso conmigo. Se nota que es pariente de Jessica —susurró lo último. Su mirada quedó centrada en la sala del edificio del consejo estudiantil de preparatoria al frente del pequeño jardín, donde anteriormente pertenecía cierta castaña de ojos esmeralda, que al igual que ella, visitaba la zona de bachillerato y así dejar el territorio universitario.

—Está bien, admito que es divertido hacer este tipo de trucos —sofocó un respiro con desdén—. Ya me demostraste que eres una gran maga, pero aunque no lo parezca —pese a que los minutos junto a Jill fueron escasos, pero de cierta manera divertidos, el chico ya estaba demasiado cancino como para tomarse a molestia lo hecho por ella, la cual fué tanta su confianza que se acercó para tomar un pastel con merengue de huevo y azúcar amarillo encima—. Tengo muchas cosas sin sentido que hacer, pero como el tiempo que pasamos en la cafetería fué de mucha ayuda para mí, te lo preguntaré por las buenas —acercó su rostro hasta quedar a un metro de ella—: ¿en qué le puedo ayudar, Jill?

—Solo porque Angela me contó antes que a las otras de esto, dejaré pasar tal blasfemia que salió de tu boca —la actitud de ella parecía decepcionada, poco más que eso, indignada—. No soy Jill, pequeño Grace, mírame bien, ¿acaso tengo cara de niña mimada y castrosa?

Sin entender del todo lo que decía, con el hecho de escuchar su nuevo seudónimo supo que aquello dicho tuviera relevancia, despectivame observó a la chica, viendo que en efecto era el retrato de la pelinegra de antes, de no ser por la diferencia del estilo de sus peinados y el color de ojos. Sin mencionar que su uniforme estaba en regla. Lejos de eso, ambas eran iguales.
—¡Holy shid! —exclamó por lo bajo— gemelas.

—¿Conoces el juego del casino? —preguntó inexpresiva.

—¿Qué?

—Casi... Pero no. No somos gemelas —estiró el inicio de un costado de sus labios para formular una sonrisa divertida, aunque seria al mismo tiempo—. Pero bueno, no estoy faltando a clase para hablar de mí, toma asiento por favor —indicó al frente suyo con cortesía.

Para Grace le era en cierto punto incómodo tener que vivir situaciones que no quería. Hace menos de diez minutos a duras penas pudo escapar de una muchedumbre que linchaba sin un motivo que desconocía, ahora estaba frente al doble de quien pudo haber provocado tal situación. Tenía sus dudas como toda persona promedio, y no era para menos cuando en su lugar había tenido más preguntas que respuestas.

Viendo que la chica parecía no tener malas intenciones por fuera, más que tener una conversación que el pecoso trataba de encontrar el significado, dejó sus contradicciones al beneficio de la duda.
—Si le soy sincero, señorita... —esperó unos instantes.

—Jackie —contestó, entendiendo lo que Grace quería—, pero no "Lin Thomas".

—Un placer, señorita que no es "Lin Thomas" —extendió su brazo en señal de conectar un saludo, resaltando un poco de cortesía en su sonrisa de confianza y amistosa.

—Diría que el placer es mío —mostró sus descargadas emociones con mermar lo poco inquisitivo de estar ahí—. Pero sólo estaría mintiendo, así que no se preocupe en poner una cara de rata con veneno.

—¡Agradecido con el de arriba! —exclamó la rubia, ahora sentada sobre las piernas del pecoso, gozando de una rebanada de torta—. Podemos usar a esta pequeña Larva. Procura no hacerla enojar, hagamos de esto interesante.

Cómo muestra de su educación, dio vuelta a la taza restante, a un lado de la tetera para vertir otro poco de tan exquisito líquido, quedando bajo las narices del chico hambriento.
—Debes tener muchas preguntas, señorito de pascua. Al igual que tu, yo también las mantengo entre ceja y ceja —deshizo la forma triangular de la servilleta ocre para limpiar sus labios con crema batida—. Me han pedido que te actualizara, no tenemos mucho tiempo, así que manos a la obra. Como regla principal, no busque problemas a menos que quieran hacerle algo. El viento lo escucha todo, incluso si te concentras es y oirá los susurrosa lo lejos.

—Agradezco el consejo —de la mano de Lúlu que se manifestó en su regazo, imitando su elegante forma de actuar en meriendas como esas, fué que dio un sorbo a su taza—. Pero sin saberlo he hecho la práctica.

—Los que nos vigilan piensan que es una "nostálgica" reunión de hermanos que hace años no se ven —mencionó aliviada, ahorrando una gran molestia de pedir que Grace actuara sin exponer tantos gestos—. Ya que eres alguien que no está acostumbrado a tanto, debes asegurarte de que tu cara se vea como cuando te bañabas en descalzo en la tierra. Es normal que comas 3 veces al día, y si hoy lo haces, no devores tu plato en 3 bocados.

—Ya me lo veía venir —dijo con pesadez—, son nenes de papi después de todo.

—También trate de ocultar ese odio hacia nosotros —en unos platos con cucharas pequeñas limpias, situó dos rebanadas de pastel para dejarlo a un lado de cada respectiva taza—. Desconozco de dónde vienes, pero nosotros no tenemos la culpa de ser afortunados, culpa a la vida que te privó de los lujos que a mi me dio.

—Oh, entiendo —soltó con naturalidad, como si prestara verdadera atención a ella—. Ser un doble cara mientras actúo como un pendejo. Suena difícil, pero creo que lo tengo.

Más que molestarle aquel comentario lleno de sangre, se le hacía gracioso que hiciera esa comparación, ya que muchos conocidos actuaban de ese modo.
—Cuando vea ya estará acostumbrado —sonrió—. No se preocupe en hacer nuevos "amigos", si no hace algo extraño la gente adecuada se acercará. Si preguntan de dónde viene, dirás que...

—Debido al accidente del viernes trece —por un momento estuvo a punto de escupir el pastel con el espesor de una avena, con sólo recordar los tantos cuerpos que vio regados en el burdel, afortunadamente pudo contenerse y hablar de corrido—. Para proteger mi integridad de cualquier peligro, he sido transferido de Italia hasta acá. —Se anticipó a lo que Jackie iba a decir.

Contrario a lo que esperaba de Grace, un adolescente con traumas y sin voluntad de hablar con claridad. Jackie se vio sorprendida de ver a alguien consciente de lo que decía, si bien no se podía pedir altos estándares de él. Alguien que no pasa de un básico "todas mías" por esa pícara actitud, un tipo que quizás no podía tener la palabra responsabilidad en su vocablo, y a lo muchos sería a su modo. Pensaba que podía ser peor, así que se conformaba por el momento.

—Veo que hizo su tarea.

—La profesora mami Rebecca es muy estricta con que sea un niño bueno —sonrió asqueado, recordando lo brusca que fué Rebecca a la hora de forzarlo a aprender muchas coas.

—Eso me ahorra mucho trabajo —habló menos rígida, sin abandonar esa pizca de serenidad—. Había agendado una hora para usted, pero sabiendo que soportaste a la novia de Angela... —cerró su ojo mientras estrujaba su pequeña nariz, y ladeaba la cabeza con una pena sarcástica—, pensándolo bien, le doy treinta minutos. Segunda regla: aquí ser rata no se ve con malos ojos, dependiendo en qué sentido nos refieramos. No confíes en nadie.

—No llevamos ni tres minutos que nos sentamos y ya te quieres ir a estudiar —volvió su mirada con pereza en dirección a una sutil Jackie—, tranquila señorita, su certificado no se escapará por dedicarme un poco de su tiempo. Su cara se ve un poco tiesa —acercó su rostro con el de ella, fingiendo preocupación—. ¿De casualidad no conoce la palabra novio? Consiga uno, podría ayudarle a solucionar ese estrés de tanto estudio.

—Intenté solucionar mi ansiedad de muchas maneras, y estar en una relación fué una de ellas —escupió como si nada—, aunque ahí descubrí que contestar mensajes y dar explicaciones no era lo mío —aseguró al tiempo de arrancar un pedazo de su postre para llevarlo a la boca.

—¡Diablos, señorita! —dio un silbido—. Estas son cosas que debe guardar para usted.

—¿Qué tiene? —cuestionó desorientada—. No cuenta si se lo estoy diciendo a mi hermano —evocó una sonrisa burlona, viendo ese pequeño instante en que hizo vacilar a Grace—. Aparte, así nos vamos conociendo mejor.

—Bien —dijo él— esto no me lo esperaba —al contrario, ya lo veía venir.

—Acerca de las chicas —suspiró—, hay de todo un poco. Y como en todos los lugares, están las que son ilegales. Por consiguiente —con la cuchara hizo unos círculos en el aire, a la altura de su nariz—, fulanas como Georgia Laporta, Yasaka Suisha, Yonder Pulisic, Isela Benedetto, y otras que con el tiempo sabrás quienes son están prohibidas.

—Tengo una duda —levantó su palma con ampollas, irrumpiendo a la joven.

—El que calla otorga —hizo una seña para que preguntara.

—¿Por qué todos me miran como si les hubiera hecho algo personal?

—¿Conoces el dicho: por uno la pagan todos? —no esperó que el chico respondiera, o asimilara lo que dijo—. Hay muchas personas que buscan ciertas represalias contra nosotros, patrocinado por las tantas porquerías que hizo papá —su sonrisa le hacía parecer una niña que no mataba una mosca—, y ahora quieren vernos en una caja de madera. ¿Eso responde a tu pregunta, hermanito?

Tras recurrir a los siguientes 23 minutos con la refinada Jackie Ackerman —una de sus tres hermanas—, Grace entendió que las vida dentro de una de las capitales más famosas de América era contradictoria a lo que muchos de la zona baja pensaban y sería, pero a la vez era igual de bizarra como su Lúlu le contaba de ella.

—Bueno, pecas —musitó la morena mientras se despedía de su asiento—. No es por nada, pero tengo que ir a a la zona universitaria para ver si nuestras hermanas no han armado un alboroto —sacudió su uniforme por inercia—, como Ángela está fuera de la ciudad, puedes darte el lujo de visitar ciertos lugares con ayuda de esto —aventó una tarjeta dorada de modo giratorio hasta llegar al espacio de él—. Esto te abre muchas puertas a bares, hoteles con damas de compañía y licorerías aunque seas un menor. Pero no te excedas tanto, y procura no hacer el ridículo en la calle, pues como dije antes: hay personas con el mismo poder que Angela dispuestas a tomar su nueva corona con el partido N.C.

—Parece que después de muchas rachas malas —tomó el plástico rectangular con incrustaciones de oro, mirándola con curiosidad mientras fruncía su labio inferior en modo de aceptación—. Al fin tengo algo bueno, descubriendo que el rumor de las tarjetas doradas son reales. ¿Con esto tengo entrada libre a todos los lugares e informantes de toda Ishkode?

—Detesto las preguntas que ya tienen respuesta —Jackie alcanzó sus bolso negro para posarlo por encima de su hombro—. Y en cuanto a los informantes —mostró atisbos de precaución, esas que solo un pariente le diría a un familiar que está por el mal camino, sin entender ese motivo, ya que esos treinta minutos eran los únicos que había convivido con Grace—. A veces es mejor no saber mucho, y pasar de largo con limitarse a ser un adolescente niño de mami, pues solo así nos libramos de enemigos no deseados. Pero si quieres saber algo, está la tía Sonia Bozada, prefecta de la escuela. Puedes acudir a ella con toda confianza, o está Rebecca. Y antes que lo olvide: no llegues tan tarde a casa. Angela tiene comprados a los guardias, así que ellos te dirán la hora exacta cuando entres, y tampoco lo hagas drogado o tomado, que a ella no le va a gustar eso. Tus necesidades las puedes hacer en privado.

—Una última pregunta —detuvo el andar de Jackie para que no le diera la espalda, abriendo los brazos en señal de que él prosiguiera—. Es muy seguro que la hermana mayor Angela te haya dado mi número de celular, así que: ¿me podrías mandar la ubicación de nuestra casa? —juntó ambas manos en modo de súplica, mostrando una sonrisa piadosa revestida de una actitud amistosa y sarcástica—. Olvidé el camino.

Cuando la mayoría de horarios de estudios terminaron, solo faltaba la última hora con la maestra Da'Silva, quien encargada estaba de dar la clase de ciencias. A Grace le daba igual, pero no pudo evitar que su rostro adoptara indiferencia cuando se enteró de la ausencia de su nueva profesora.
—La profesora Da'Silva se encuentra ausente debido a motivos personales —fueron las palabras del prefecto Astolfo antes de salir del aula—. Tienen estudio libre, no salgan del salón a menos que sea para algo importante.

Era evidente que a todos les importó una miseria las indicaciones del prefecto, sin descaro ni importancia volvieron a la salida pocos minutos después de la partida de su superior.
El aula estaba casi vacía. Solo siete asientos eran ocupados —contando a Grace—.
El tenue ruido que las voces se escuchaban entre susurros podían llegar a los tímpanos del pecoso, no podía escuchar con claridad lo que el grupo de seis personas —dos hombres y cuatro mujeres— decían, pero sabía perfectamente que hablaban de él, después de todo no es común ver llegar de la nada a un completo desconocido a un salón de clases y llamar la atención; tal y como lo hizo Grace.
Entonces el chico se fué, le importó algo menos que una bruja en medio de una inquisición las palabras de sus compañeros.

Las pulcras estructuras de la academia eran muy buenas, dando una amplia carretera en medio de los edificios con banqueta incluída. Esos detalles meticulosos sembraban una buena pinta en la caminata fuera de su edificio, que pasó por muchas áreas verdes para darse un repaso por los lugares del ostentoso lugar, siendo guiado por sus instintos hasta casi llegar a la zona de los universitarios, dividido por una caseta de vigilancia muy a lo lejos de su posición, quedando Grace en  un punto m*erto, el rincón lejos de dicho lugar que no era custodiado por los vigilantes, donde los ojos no estaban puestos sobre espacios vacíos para las cámaras en los faros de luz sobre cada esquina era todo lo contrario. Y fué lo mismo que le recordó a un amargo trago a Grace ala percatarse de unos susurros forzados.
Él la vio, aquella castaña clara que era su compañera de clases, con quién tuvo una indiferencia por el profesor Chesterfield.

«Oye, oye» preguntó a sus adentros mientras ponía una cara sorprendida «¿Qué porquerías haces dentro de una escuela, y con gordos para colmo». Ella estaba siendo sometida en un callejón que contenía botes de basura de las últimas edificaciones de la zona del bachillerato. Desde el instante en que notó como un gordo la manoseada en ese reducido espacio carente de iluminación, con el piso lleno de grietas con charcos pestilentes de líquidos echados a perder, muy retirado de donde no se tenía permitido ingresar si no fuese un conserje. Ella estaba retenida, ¿qué le iba a pasar? Grace lo veía, ella estaba a punto de ser ultrajada por un grupo de gordos, lo supo cuando ella forcejeaba. ¿Y qué iba a hacer el pecoso?
El frío recorría su piel a cada paso que daba, pero eso no le importaba, pues su mente estaba enfocada en un solo objetivo: el joven con sobrepeso que aprisionaba a su compañera por la fuerza, arrinconada.

—Dentro de tu conocimiento se encuentra un niño muerto —Grace podía escuchar las voces internas que palmeaban su consciencia—. Pides el afecto con anhelo, pero lo siento cariño... No hay amor para quien lo mendiga —las palabras lo asotaban, era palma tras palma. Quería hacer algo, deshacerse de aquella voz, pero de alguna forma era esa la que le impulsaba a seguir su camino hacia los gordos.

—Querida Grecia, ¿me podrías prestar cinco mil pílares, por favor? —la incomodidad que Grecia tenía que pasar era indescriptible. Con mucho miedo en su interior por lo que podía suceder. Pues no era extraño que tomara aquella postura al tener frente suyo a un tipo que le superaba en altura y masa corporal.

—H-hoy no traigo tanto dinero —dijo aquella castaña—. De hecho no alcanzo esa cantidad en estos momentos.

Grace no podía escuchar muy bien las cosas que decían el gordo y la castaña. Sin embargo los ademanes que ambos hacían lo decía todo. No estaban teniendo una amigable conversación.

—Ah, ya veo —las palabras del gordo eran sueves; tal vez amables viniendo de su persona con apariencias bandalísticas. Pues sus piercings en el rostro no daban buena espina. Vaciló unos instantes mientras sus ojos se plasmaron en el rostro de Grecia—. Está bien —su mirada se suavizó pasando los segundos, donde aquella mujercita no hizo otra cosa más que estar estática, sin saber que hacer ante la persona que ocasionaba el temblor de sus manos.

«No puedo dejarte a tu suerte pese a la mierda de persona que debes ser» escupió para él mismo cuando llegó a donde el grupo.

—¡Grecia! —nadie notó su presencia desvergonzada al postrarse frente a ellos, dejándo en segundo plano lo que sus acciones podrían ocasionar—. ¡Qué cruel de tu parte al dejarme en la cafetería! —llegó con la castaña para extender su mano, jalar su brazo hacia el mediante un ágil y rápido movimiento, provocando que esta se desprendiera de manera brusca sobre aquel grupo, dejando un quejido para terminar a un lado del pecoso—. Sigamos recorriendo la escuela mientras tenemos esta hora libre —dijo con una sonrisa inocente, como si no entendiera lo que estaba pasando, ignorando la confusión de todos—. Vámonos que aquí espantan —sin dudar dió media vuelta para retirarse de la desolada zona, llevando de la mano a una despistada Grecia. Esta vez sus pasos eran escuchados, expresando su descontento con lo que había acabado de presenciar.

—¡Oye, cabrón! —a unos cuantos metros lejos de ambos se encontraba el grupo de gordos, donde el líder había gritado con un evidente enfado luego de salir del trance que provocaron las repentinas acciones de Grace—. ¿Quién cojones te creés para venir y hacer de la tuyas como si nada? —fué en dirección de Grace a pasos agigantados mientras sus manos pesadas formaban un par de puños.

Al sentir que al que alguien se acercaba, detuvo sus pasos sin soltar a Grecia, cerró sus ojos para contener su enfado mediante una profunda respiración.

—Quiero que pintes el suelo con su sangre —dentro de su consciencia seguía Lúlu, propagando insinuaciones para que el pelinegro perdiera el control y arremetiera contra el sujeto que acosaba a su reciente conocida, mostrando enfado con su ceño fruncido tapado por su rostro bajo—. Acaba con el mal parido, no lo quiero vivo —sus brazos aprisionaban al pecoso mediante un abrazo—. ¿Harías eso por mí? —susurró a su oído al descansar su barbilla sobre su hombro.

—Sabes que moriría por ti —dijo Grace, de manera que sólo Lúlu pudiera escuchar, en el mundo de ambos—. Pero eso sólo aplica con la verdadera Lúlu, no la porquería que está dentro de mi cabeza. Volvió la mirada por encima de su hombro sin necesidad de girar todo su cuerpo—. ¿Puedo hacer algo por usted? —sus grisáceos orbes con desdén chocaron con los verdosos del chico—. No es por nada, pero tenemos mucho por recorrer, y poco tiempo que perder. —el corpulento joven se sorprendió para mal en cuanto vió la mitad de la sonrisa del pelinegro, pues no sólo había llegado de la nada, muy descarado para quitarle a la castaña de las manos, que ahora lo estaba haciendo menos con esa vaga forma de lidiar con él, remarcando un desprecio a su persona con un par de simples gestos.

—Bastardo hijo de... —sin perder tiempo extendió su brazo para recuperar a Grecia al estar cerca del par.

Grace al percatarse de las intenciones del chico giró su cuerpo en un rápido movimiento para alejar a la castaña, acomodarla a su espalda, quien no sabía cómo reaccionar a lo repentino de la situación.
—Lo siento —dió unos pasos al frente para quedar cara a cara del obeso—. Pero no pienso darte a esta hermosura —su sonrisa de oreja a oreja denotaba seguridad al no inmutarse con las pupilas dilatadas de la persona a sus ojos.

—Imbécil, ¿te creés muy gracioso? —sus esbeltas manos apresaron la camisa de Grace—. ¿Acaso no sabes quién soy? —expresó, tirando saliva al estimular su pregunta.

Grace pudo ver todo su alrededor en cámara lenta: el puño del tipo en dirección a su tabique, el resto de los gordos volviendo a ellos con expresiones triunfales, la castaña que permanecía vacilante a sus espaldas, el opaco ambiente.
Debía hacer algo cuanto antes, pero no se inmutaba pese a tener una aparente desventaja en la situación que pudo haber evitado si tan solo hubiera pasado del largo. ¿Qué ganaba al meterse en los problemas ajenos? Su sonrisa se hizo más grande por gracioso que le parecía lo que estaba pasando.
Cuando el golpe del obeso estuvo a punto de ser acertado, en un movimiento preciso tomó el antebrazo de este para desviarlo, apresar su camisa y darle un buen cabezazo que juró y escucho el crujir de ciertas zonas, provocando que su nariz y boca sangraran de la fuerza que no midió.

—¡Tenorio! —exclamaron los amigos del joven con sobrepeso, apresurando el paso.

—¡Estás muerto! ¡Te juro y cuando me levante...! —Grace no lo dejó terminar y arremetió con una patada a su abdomen para dejarlo sin aire, con estornudos ahogados, cuando cayera boca arriba al gélido suelo, tratando de absorber las escasas cantidades de aire para darle calma a sus pulmones.
Sin pensarlo volvió a Tenorio y así sentarse sobre su estómago, ocasionando que le resultara más difícil conseguir el oxígeno que tanto extrañaba.

—Dile a tus perros que no den un paso más a menos que quieras terminar sin unos dientes y con la nariz hecha m*erda —la carente preocupación reflejada en la afilada mirada que lo sepultaba, junto al par de golpes y el resto que llovieron sobre su cara hasta que viera las cosas moverse, dejaron a Tenorio en su estado actual, le advirtieron a sus instintos que el pecoso era capaz de ponerlo sobre las cuerdas, sin que sus acompañantes estuvieran a una considerada distancia, y el sobrepeso no les ayudaba a avanzar.
«Este bastardo...» Pensó Tenorio, y como pudo extendió su brazo indicando que se detuvieran su andar, acto que sorprendió a sus amigos—. Ya nos vamos, ¿entendido, cerdito? —dijo Grace al dejar de presionar su abdomen—. Ahora te diré lo que va pasar —se acercó lo suficiente hasta que sus narices rosaran y sus fosas nasales sintieran el aliento a retrete recién usado de Tenorio para ver su enfadada pero humillante expresión sangrante—. Tus cachorros llegarán para tenderte una mano mientras yo me voy con esta pequeña coqueta, y no vas a hacer nada para evitarlo, porque... —de su bolsillo trasero tomó su billetera para abrirla, sacar una tarjeta dorada y restregarla en la hinchada cara del gordo—. Si me llegas a tocar, tu madre y hermanas terminarán en un burdel clandestino mientras que tu padre será el guardia que va a presenciar las veces que incontables hombres se llevarán a sus seres más queridos a una habitación durante horas y horas, sin descanso.

El estupor de Tenorio no erradicaba en las palabras del pecoso, porque bien o mal, era alguien de familia bien parada en Ishkode. Todo ese pavor que sintió vino de la identificación que sus ojos presenciaban, ya que en ningún momento pensó que la persona encima suyo era nadie más que el sujeto relevante de la mañana, el tipo con el nombre en boca todos, el chico que lleva consigo el apellido Ackerman.

—Así que eres tú... —dijo el gordo con dificultad para hablar y respirar—. Un Ackerman. La mísera bola de ratas que atacan desde las sombras.

«Así que sabe mi nombre... ¿Esto es una escuela o un programa de farándula?» Escupió a sus adentros después de separarse de Tenorio y sonreír de forma despectiva.
—Disculpa por no presentarme adecuadamente —bajó su torso en señal de reverencia—. Mi nombre es Grace, el quinto hermano de los Ackerman —sentenció sin esperar una respuesta—. Me saludas a la familia —su semblante relajado decía lo tranquilo que estaba—. Espero que esto no se convierta en una enemistad... Tenorio. —dio media vuelta sin esperar una respuesta al ponerle un sobrenombre al gordo para volver a la castaña y salir del lugar.

«Hijo de puta, te juro que vas a estar sabiendo de mí». Gruñó Tenorio para si mismo, al ver cómo el pelinegro se perdía con su "novia" cuando sus amigos llegaron para ayudarle.

Derivados pensamientos efusivos taladraban sus contradictorios ideales de actuar a cada esquina que pasaba, tomado de la mano de Grecia, siendo el no buscar problemas lo primero que le advirtieron evitar. Sabía que ver a los alumnos en aumento que salían de todo el lugar al escuchar unas campanadas, tanto de los edificios o abandonar las cafeterías y los campos con mesas de piedra era la señal de que las clases habían terminado.
«No pasó ni media hora como para que ya sea de salida» aliado con la incredulidad, disminuyó la velocidad de un ritmo casi a trote, a parecer un paseo de parejas tomados de la mano, de no ser porque ninguno de los dos tenía un gesto de felicidad. «Es extraño, que por tan loco que esté, pierda de golpe la noción del tiempo. A menos que tantos traumas logren dar un avance de poca monta en menos de un día». Manifestó su pavor con una sonrisa complicada mientras notó que se había parado en la entrada del pequeño vergel que compartió con Jackie Ackerman, sabiendo que sus miedos no terminarían ahí. Por tan magnífico que sea ese instituto de ensueño para muchos, que por gracia de personas ricas en todo el mundo le hayan hecho parecer a una pequeña ciudad que había sido pueblo. Libre de basura, la calle de enmedio que los autobuses escolares usaban para trasladar a todos, y esos jardines de árbol tupido en un fuerte verde.

—¿Por qué? —fué la dudosa pregunta de Grecia lo que borro la sonrisa del chico, borrando su sonrisa para volver al leve rostro asustado de ella, notando cómo muchos chicos pasaban de ellos por los lados, urgentes por salir de la escuela mientras hablaban en grupos divididos.

—¿Qué? —cuestionó de igual modo, rompiendo el incómodo silencio para soltar su mano al ver que estaba siendo tosco sin querer. Un tanto preocupado de la nula reacción en ella, más allá de tomar su muñeca para frotarla con la otra, pensando que ya había recibido un trato similar anteriormente, o mucho peor.

—Cuando estábamos en clases me miraste con desprecio —vaciló, dudando si seguir hablando—. Y ahora no dudaste en meterte en un problema que no era tuyo, protegiéndome de un desconocido, siendo yo lo mismo para ti.

—Solo hice lo que una persona normal haría —la mirada cansina del chico concordaba con sus palabras flojas. Como si fuera normal, repitió la acción de tomar la mano de Grecia, esta vez más amable para avanzar a la salida junto al resto que se dirigía al estacionamiento para abordar un autobús que los dejaría en medio de la ciudad—. Por ahora hay que salir de este lugar, me da asco seguir pisando el mismo suelo que estos subnormales.

—Otra persona me hubiera grabado antes de defenderme —respondió con cierto coraje y decepción. Ella no sabía porque no se negaba al dejar que Grace tomara el mando, o que la llevase consigo a cualquier lado que vaya. Quizás sea debido a que la había sacado de un problema que ella pensaba y pasaría como muchas veces terminaban esas escenas que tanto desagradaba. Lejos del miedo que hace tiempo había dejado de tener al estar con Tenorio, era odio e impotencia lo que sentía al no poder hacer nada en contra de aquel tipo obeso, por situaciones que la obligan a estar con él. Quizás eso a comparación de la poca interacción con Grace, sintió que dejarse guiar por su nuevo compañero de clases no estaría mal, notando que pese a su primer encuentro no terminó nada bien, ahora el chico estaba siendo más amable, y viendo que al parecer no irían solos al estar dentro de un vehículo con más alumnos—. Fué una mala idea el involucrarse con Tenorio.

—Hablemos en otro lugar, no me sienta bien hablar con ratas alrededor —respondió disgustado, cuando ya estaban formados en la fila para abordar el transporte, escuchando los bisbeos alrededor que notaban la presencia del par con la morbosidad de saber el porqué estaban tomados de la mano. Sabiendo que él era nuevo, pero de la familia Ackerman, y Grecia era la novia forzada de Tenorio Trujillo: otro chico proveniente de una familia casi del mismo tamaño que la de Grace.

—Sé que esto es repentino —dijo Lúlu, emergiendo en la espalda de Grace para rodear su cintura y encajar su rostro en el cuello de él—. Pero quiero visitar un lugar antes de ir a casa. ¿Tienes hambre, no? Pues ése restaurante al que quiero que me lleves te va a gustar de muchas maneras. Y puede que ahí encuentres algo interesante, tanto que te va a hacer sacar una ventaja con mami Rebecca, y la hermana Ángela.

—¿No ves que me acabo de meter en un tremendo quilombo? —contestó el chico irritado, avanzando entre las filas que llenaban los autos del alumnado, para dar la bienvenida a otro transporte—. Ya suficiente tengo con ella —señaló a Grecia que miraba preocupada a todos lados, con la que seguía tomado de la mano por un desconocido miedo de que algún amigo de Tenorio la apartase de su lado—. No tengo tiempo para tus juegos.

—Si haces lo que te digo, así como con las 2 chicas que se volvieron tus hermanas —dió un beso en la pecosa mejilla del chico—. Puede que ganes una ventaja a todo esto. Entonces suban al autobús cuando llegue su momento, vayan a la zona centro de la zona norte de Ishkode, y dile a esta pequeña rata que te lleve al restaurante Grillo's. Hay alguien a quien quiero ver, o mejor dicho: nos conviene visitar.

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