Luego de saber los motivos que desembocaron en los acontecimientos que le impidieron tener una vida normal, Grace había estado en un duelo interno acerca de sus pensamientos, sus ideales y todo lo que creía que estaba bien.
Sus mayores penas eran sobre su madre biológica, y la que lo había adoptado. Una parte de él le impedía sentir odio por Trinidad Jeager, no obstante, enterarse que ella era la responsable de su sufrimiento desapareció ese amor incondicional que una vez le tuvo. Luego, saber que Lucrecia Benedetto no era la verdadera villana del cuento evocaba nuevos pensamientos acerca de ella. Aun así la odiaba.
A causa de ello, se replanteaba si valía la pena solicitar una audiencia con la gitana que, según palabras de Angela, no hablaría con él hasta que pudiera recuperar a Jill. Poco o nada le importaba la chica, eso quería creer, pero rezaba por su bienestar.
—Señor Ackerman —dijo el profesor Chesterfield para llamar la atención del pecoso—. ¿Acepta ser representante del grupo?
La ausencia de la profesora Nazawa trajo una fatídica escasez de rendimiento en el grupo F del bachillerato, que de por sí eran conocidos por pertenecer al instituto debido a las exuberantes cantidades de dinero que los padres invertían en la escuela. Nadie estaba dispuesto a enseñarles, no tanto como Miyuki.
Para aminorar la falta de la asiática, el profesor de historia se tomó el tiempo de su clase para agilizar el grupo con nombrar a un representante de la clase, todo gracias al festival de fin de año que se celebraría en el último día del año, como en todos los años.
—¿Representante? —preguntó cuando fué sacado de sus pensamientos, sin moverse de su asiento—. Soy alguien tan perezoso como para tomar tanta responsabilidad.
—La señorita Pinkman y la profesora Nazawa se encargaban de todo eso —dijo Chesterfield—. La directora me pidió relevarlas, pero necesitaré otro par de manos.
—¿Qué gano con invertir mi tiempo en un festival que claramente no disfrutaré? —se reacomodó en su asiento, hablando con pocos ánimos—. Ni siquiera sé si podré asistir. Gracias por considerarme, profesor. Pero no estoy en las mejores condiciones para cargar con tanta responsabilidad.
—Usted es el mejor de la clase —miró a todos como si de bichos raros se tratasen, en busca de mejores opciones—. La profesora Nazawa que en paz descanse hablaba cosas muy buenas de usted, siempre decía que entre sus compañeros, usted era lo más rescatable.
El chico sabía que el hombre estaba tratando de enaltecerlo para que accediera, un truco fácil pero eficiente para todo aquel con hambre de ser elogiado.
—Me alaga, profesor —dijo cortésmente— será para el año que viene. —Buscó a Tenorio con la mirada, haciendo que el chico obeso se estremeciera—. Seguro y mi compañero estará más que encantado de ayudarlo. ¿Verdad, Tenorio?
Las malas experiencias que afrontó le dieron ese toque de seriedad para imponerse ante personas frágiles y delicadas como Tenorio, a lo que el joven repudiable se ofreció voluntariamente.
—El señor Trujillo sería un excelente apoyo para que su trabajo como representante sea más fácil —el profesor de segunda edad insistió—. No hay nadie mejor que usted para tener el puesto. Todos los representantes son los mejores de su clase.
—Es tan amable que me avergüenza rechazarlo dos veces —suspiró—. Me alegraría que pudiera respetar mi decisión.
—Seguramente habrá escuchado que todos los alumnos del grupo F tendrán un examen de rendimiento para ver si son dignos de seguir en el instituto —añadió—. Si acepta el cargo, es probable que quede exento.
—No tengo problemas con hacer un examen —comenzó a sentirse fatigado por la insistencia del maestro—. Nuevamente gracias, profesor.
—El cargo de representante necesita mucho tiempo invertido —masculló—. Si acepta, puedo hacer que termine el año con buenas calificaciones en todas las materias. Dependiendo de su rendimiento para el festival, claro.
—Hacer eso sería un insulto a los esfuerzos que la profesora Nazawa tuvo para que pudiera pasar con buenas calificaciones —su mirada comenzó a tener indicios acerados—. No necesito ayuda, ni de atajos para poder sobresalir, incluso si estoy en un grupo como este.
—A ella le hubiera gustado que usted fuera representante —prosiguió con una sonrisa—. No hay mejor orgullo para un maestro que ver a su alumno destacando entre los mejores.
—Quizás y tenga razón —farfulló luego de bostezar— pero desgraciadamente ella no está para saber lo que quería.
—¿Dice que manchará los esfuerzos de la profesora Nazawa al pasar desapercibido? —trató de convencerlo con un golpe bajo—. Dudo mucho que a ella le hubiera gustado eso.
Sin saberlo, el profesor Chesterfield había tocado una fibra sensible en el pecoso que, a pesar de los más de dos meses después de la muerte de Miyuki, todavía seguía de luto. El hombre calvo lo entendió cuando Grace abandonó su asiento y se dirigió hacia él, decidido a concluir con la conversación. Hasta sus propios compañeros lo entendieron, tanto así que dejaron de insistirle al maestro para tomar el cargo de representante cuando escucharon la propuesta que le hicieron al chico
—Profesor —siseó al postrarse frente al maestro, con una mirada aguda—. Entiendo que esté urgido por encontrar a una mula que haga todo el trabajo que se quiere evitar. No hay nada de malo con que quiera hacerlo. Pero le pediré de favor que no vuelva a usar la memoria de "sensei" a la ligera. —Guardó silencio por unos segundos en lo que aprovechó para hacer que el hombre sintiera pavor de saber lo que el apellido Ackerman era capaz de hacer si se metían con un integrante de dicha familia y decir—: No lo haré.
—¡Toc, toc! —clamó el chico de cabello rosa que tocó la puerta de entrada—. ¿Profesor Chesterfield? Traje nuevas noticias para usted, de parte de la directora Bozada.
Todos posaron su atención en el chico de apariencia libertina que se asomó por la puerta del salón, exceptuando a Grace que seguía con la mirada puesta en el profesor que le devolvía la agudeza para no mostrar el miedo que sentía por lo que podría pasar.
—Mierda, parce —musitó el chico en español, con acento colombiano para después hablar en inglés—. Creo que llegué a mala hora. Como sea, que bueno que los dos están juntos, así mato dos pájaros de un tiro —se acercó al par que lo seguían ignorando—. La directora Sonia Bozada ordenó que el señorito Grace Ackerman sea el representante de la clase F. Dijo que es obligatorio para que la vergüenza de la escuela evite eso: dar la menor vergüenza posible con lo que tengan planeado.
Finalmente, el chico captó la atención del pecoso que lo miró con desdén.
—¿Te conozco?
—No. Pero estoy seguro de que nos llevaremos más que bien —el chico de cabello rosado le sonrió para extender su mano, tomar la del pelinegro y estrecharla en un saludo—. Soy Freddie Benedetto, un gusto.
El pecoso miró desde la inmensa ventana de la cafetería, lugar donde irónicamente había tenido su primer encuentro con Jill Ackerman, sentado en la misma mesa. La nieve hacía su trabajo con acumularse en cada rincón, en cuanto el día parecía transcurrir con máxima lentitud. Algo que desde hace días comenzaba a fatigarlo.
—Hace meses que estaba ansioso por conocer al último hombre de los Ackerman —dijo Freddie con una actitud llevadera, poco agradable para Grace, pero sin cruzar la linea de respeto—. Por ahí me dijeron que eras menos amargado. Igual o más fastidioso que yo.
—Me gusta decepcionar a las personas —tomó los cubiertos de su plato para comenzar a degustar sus alimentos— no me disculpo por romper tus ilusiones.
—Ya lo creo.
El colombiano que parecía tener la misma edad que Grace creía que toda la comida alrededor del pecoso —pescado frito, pollo a la plancha, un inmenso "porter house" y guarniciones de más— no cabrían en su estómago. Esa idea se esfumó con el pasar de los lentos bocados del pecoso que comía con toda calma.
—¿Es todo lo que vas a comer? —dijo Grace, señalando la modesta ensalada con aderezo del pelo rosa—. No sé si lo sepas, pero la comida es gratis.
—Quiero saber lo que se siente ser vegano por un día —respondió Freddie, llevando el primer bocado a la boca—. Apenas voy en el almuerzo y confirmo que es una mierda no tener un buen chuletón en el plato —señaló los platillos de Grace—. Pero me prometí que pase lo que pase terminaría el día sin haber comido un solo pedazo de carne. Es lo malo de mí —agudizó sus pupilas enfocadas en el pecoso sin abandonar su tono pícaro—: siempre cumplo lo que prometo.
—Tal vez seas el primer pendejo de mi edad que dice tener palabra —abandonó los cubiertos para arrancar la carne del pescado con sus propias manos—. Eso habla muy bien de ustedes los Benedetto. Lo que se me hace un poco extraño, porque según tengo entendido, esa parvada de gitanos son conocidos por tener el cabello rojo. ¿De verdad eres uno de ellos?
—El cabello rojo solo aplica en las mujeres —señaló al pecoso— de otra forma tú también serías pelirrojo. Pero no importa, porque sacaste muchas cosas de mamá. Eres pecoso como ella, tus cejas y la forma de tus labios se parecen a las de ella. Si fueras una mujer seguro y la chuparías igual o más rico que ella, según los amantes que consiguió para matar a medio mundo en tu nombre, Edik.
El pecoso que hace un tiempo había abandonado los mechones de cabello rubio platinado dejó las espinas del pescado a medio terminar para prestarle más atención a Freddie.
—¿Perdón? —no se había ofendido por el insulto, estaba deseoso de saber cómo es que sabía de su verdadero nombre.
—Me sigo preguntando por qué arriesgó tanto por un pedazo de mierda que casi le cuesta la vida —farfulló, sorbiendo del vaso de agua junto a su plato de ensalada—. ¿Será porque fuiste su primer hijo? Lo que la contradice porque hasta ahora solo ha hecho cosas muy arriesgadas por ti. Porque hasta donde yo sé, Isela y yo nunca le hemos importado una verga.
Grace empleó su tono burlesco.
—Y pensar que florecita de pantano sabría quién soy —dijo entre dientes, refiriéndose a quien supuestamente es su hermano—. Ahora resulta que todo el mundo sabe quién soy, menos yo.
—¡¿Bromeas?! —rió sin importarle que todos lo vieran como un loco—. Los malditos cerdos de arriba no dejan de tener tu nombre en sus bocas. Cada vez que visitan a mamá no paran de preguntarle si es verdad que sigues con vida. Es como si fueras una celebridad, la verdad te envidio. Ni en mi cumpleaños hablan tanto de mí.
—Ahora todo el mundo sabe de mí, vaya —bostezó—. Se nota que nadie tiene algo mejor que hacer. ¿Qué me verán de especial?
—No todo el mundo sabe de ti. De ser así, la mitad de la población de la capital estaría muerta. Solo los que apoyan el bando de mamá están al tanto de que vives con los Ackerman —farfulló Freddie—. Total, eres la puta razón por la que mamá lo arriesgó todo. Lo vuelvo a decir: te envidio, hermano. Ni Isela ni yo le importamos tanto como tú. —Se inclinó hacia adelante para mirar a Grace como si fuese una fiera que anhelaba arrancar su rostro—. Incluso después de la disputa entre ella y Trinidad, sigue matando en tu nombre. ¿Recuerdas a Grecia? Ella era muy importante para Isela y para mí. Nuestra hermana la consideraba de la familia, y yo... —vaciló—. Bueno, había encontrado la forma de romper su compromiso con el puto cerdo de Tenorio. Todo antes de que Nacho te la diera como si fuera un objeto, y mamá le haya volado el cerebro como si su vida importara menos que la tuya.
—Claro que la recuerdo. Una niña muy hermosa, pero malagradecida con la persona que la salvó de su compromiso —sonrió para mostrar que el pelo rosa no le transmitía temor—. Si te hace sentir mejor, ella pasó sus últimos días disfrutando de mis privilegios como Ackerman. Si tan solo hubieras descubierto cómo romper su compromiso unos días antes, quizás y ella seguiría aquí, contigo, durmiendo en tu cama —mintió.
Freddie Benedetto volvió a soltar unas risotadas más fuertes que antes, todo para no caer en la tentación de golpear a su hermano, dado que Lucrecia Benedetto le dio la orden de no meterse con él.
—También tienes una lengua igual de filosa que la de mamá, lo admito —sonrió de punta en punta—. Nos vamos a llevar muy bien, hermano.
—Dudo que compartamos sangre —suspiró—. Una mierda resentida como tú no puede salir de la misma vagina que yo.
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