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Gula

—¿Tienes hambre?

La pregunta prominente de la rubia que apareció de la nada, a un costado suyo cuando estuvo a punto de abrir la puerta de la residencia Ackerman lo dejó perplejo.

—¿Qué se te antoja?  —volvió a preguntar la chica de aspecto voluptuoso—. Que sea algo rico por favor, estoy cansada de comer puras sopas instantáneas.

Grace no podía creer lo que veía, pues, cuando el automóvil que lo trasladó del salón de eventos al fraccionamiento Los Arcos, el entorno parecía desolado, sin gente alrededor. Algo común por ser alrededor de las diez en una noche de jueves.

—¡¿Pero qué coño?! —no daba cabida a lo que veía.

La joven simplemente le sonrió.
—¿Nos vamos a quedar aquí toda la noche? Ya te dije que tengo hambre.

—¿Quién eres? —respondió con otra pregunta, exaltado.

—Todos los días me preguntó lo mismo: ¿quién soy? —miró al cielo sin borrar la mueca alegre en sus labios—. ¿Seré una anomalía de la naturaleza, una criatura del mal, o simplemente una glotona?

—No te conozco —dijo él por inercia.

—Pero yo a ti si —alargó la sonrisa—. Eres muy gracioso para ser alguien con muchos traumas. Contigo cada día es una aventura.

—Espera... —pensó, por lo que demoró en retomar la conversación—. Lúlu, ¿eres tú?

—No. No. No —al igual que con sus palabras, negó con el dedo índice—. Esa pobre consciencia ya descansa en lo que llega el supuesto juicio final. Admito que fué buena idea meterla a tu cabeza en lo que me conectaba contigo. Y vaya que te demoraste en hacerlo. ¿Cuántas desgracias tuviste que pasar para dar conmigo?

—No estoy entendiendo nada —es lo único que se le ocurrió decir.

—Lo sé. Han pasado tantas cosas en un día —bostezó, pero inmediatamente retomó su actitud alegre—. No pensé que justamente hoy, en esta hora y lugar pudieras hacer uso de mí. Eso ya no importa —extendió la mano para saludarlo—: soy tu otra mitad. Gusto en conocerte.

Cómo si todo lo ocurrido no hubiera sido suficiente, el pecoso comenzó a tener la compañía de la chica que parecía ser un producto de su mente.

—Mis hermanos prefieren el drama, mostrando su verdadera forma a sus portadores como si su vida no fuera suficiente para dejarlos al borde del suicidio. Pero el punto es que todos nos llevemos bien para que haya mancuerna entre ustedes y nosotros —rascó su cabeza en lo que se sentaba en la silla de madera junto a la pequeña mesa de la cocina—. Se supone que soy una de las más fuertes, sino es que la más fuerte, después de soberbia, claro. Por eso soy juzgada cuando me dicen que debo hacer honor a mi nombre. Pero soy como el viejo y el nuevo testamento: mi pasado es muy turbio, pero mi presente no. Solo soy un pobre ente que quiere comer hasta reventar. Tanto respeto, miedo, y sacrificios en mi honor aburren.

Grace quería centrarse en vertir el agua hervida sobre los tres vasos de sopas instantáneas, ignorando a la chica, el problema era que no paraba de hablar.

—¿Otra vez sopa? —la chica hizo un puchero—. Estoy cansada de eso. ¡Vamos por comida de verdad!

—Técnicamente seré yo quien coma —finalmente respondió—. Y me vendría bien si lo hago en silencio.

—No estás solo —dijo ella, observando el plato hondo en donde Grace sirvió las tres sopas—. Yo también cuento.

—Eres un producto de mi imaginación que trata de salir de su personaje —bufó— Lúlu conocía su lugar como tal. Estaría bien si hicieras lo mismo. Hoy no es un buen momento —se sentó en la silla restante y se quedó viendo la comida humeante frente a él—. Ni siquiera tengo hambre. Solo quiero dormir.

—No soy parte de tu imaginación —masculló ella— yo existo.

—Ah, ¿si? —la miró de reojo—. Según tu: ¿Qué eres y cómo te llamas?

—Tengo muchos nombres —llevó un dedo a su mentón—. Las antiguas civilizaciones que me consideraban una deidad me decían de una forma, los que me tachaban de monstruo me decían de otra. Algunas sectas que me ven como demonio me dicen de otra. Lo que me enoja es cuando me dicen el señor de las moscas. ¿Acaso no ven que soy una mujer delicada? En fin, pero tú puedes decirme Gula.

—Gula, culto, dios antiguo, sectas... Señor de las moscas —vaciló—. No, me estás cagando —inesperadamente se echó a reír sin parar—. ¿Beelzebub? ¡¿Me estás diciendo que estoy frente a Beelzebub?! ¡Mierda! ¿De cuál me fumé para que mi mente esté así de jodida?

—Si mis seguidores vieran que te estás burlando de mi, en mi propia cara, ya te estarían profanando entre todos.

—¡Beelzebub! —siguió con las risotadas que resonaban por toda la casa—. ¡Qué mamada es esa!

Grace no lo consiguió de forma que quería, pero por fin hizo que la chica que para él seguía siendo un producto de su imaginación se callara. Y así estuvo por los siguientes minutos en los que él seguía riéndose, sin darse cuenta de las lágrimas que salían de sus ojos en señal de lo quebrado que estaba por dentro.

Ella esperó a que las risas cesaran, manteniendo la postura sonriente.
—¿Quieres ver que soy real?

—¿Qué vas a hacer? —se sacó las lágrimas con las manos—. ¿Vas a llenar la casa de moscas?

—Ya tienes un plato de comida. Ahora ve por un vaso de agua —seguía con la sonrisa, pero ahora sonaba menos alegre, sin llegar a verse enfadada—. Que sea agua. Nada de vino, cerveza o gaseosas. Pura agua.

—¿Para qué? La sopa tiene caldo.

Los ojos de la rubia comenzaron a emanar un aura verdosa alrededor de las pupilas, saliendo ojeras muy oscuras debajo de estos. Entonces el chico hizo caso. No por miedo, pero no quería ver algún escenario tétrico como reacción de su mente al jugarle otra mala pasada.

—Mírame —le dijo al pecoso que obedeció cuando volvió con lo solicitado—. Piensa en la comida que quieras, la que sea. Recrea lo que quieres comer dentro del plato. Pero no mires abajo, esa es la única regla.

—Soñar no cuesta nada —imaginó camarones empanizados con arroz frito de acompañamiento, igual a los que vio en el restaurante Grillo's—. ¡A comer!

Pensando que solo era una simple broma, llevó el tenedor dentro del plato para girarlo y envolver los fideos, llevándose la sorpresa de que los fideos no estaban. El tenedor de plata hizo un ruido peculiar, que solo el crocante de un buen empanizado podía generar. Descreído de lo que sus oídos escucharon, quiso mirar el plato.

—¿Qué fue lo que te dije? —le recordó que estaba prohibido mirar—. El punto es que creas en mí, soy real. Si te atreves a desobedecer a tu reina, haré que la comida se eche a perder. Ahora come hasta reventar.

—¿Puedo tocar los camarones? —preguntó con curiosidad—. Solo quiero sentirlo.

—Puedes —sonrió lo más que pudo— siempre y cuando no mires.

Los dedos de Grace sintieron la forma de los camarones, así como el arroz a un costado. Sin pensarlo dos veces comió hasta dejar el plato vacío.

—Ahora piensa en lo que quieres beber.

Primero deseó un vaso de cerveza, pero no le gustaba la combinación de lo amargo en una comida. Su segunda opción fue el vino, tampoco se encontraba seguro de ello. Al final se decantó por whisky con sangría. Un sabor dulce, pero con alcohol para sentirse mejor.

—¿Ya tuviste suficiente? —preguntó ella.

—Quiero más —dejó el vaso sin liquido en la mesa.

—Piensa en algo más ambicioso. Una comida que sea imposible de conseguir a esta hora.

La mente del pecoso visualizó cosas que siempre deseó probar. Brisket, costillas a la barbiquiu, carbonara, risotto, chao ming, kebab. Todo estaba ahí, sentía el sabor, la textura y los ingredientes que coordinaban para hacer que su paladar quedara extasiado por la explosión de sabores.

También bebió toda clase de vinos, licores, bebidas de frutas exóticas. Lo que quería la rubia se lo concedió.

—¿Ahora me crees? —le preguntó cuando el chico estuvo más que satisfecho.

Él asintió.
—Quiero preguntarte algo —recibió un gesto de afirmación para formular la pregunta—. Si eres Beelzebub...

—Gula —irrumpió ella—. Te dije que me llames Gula.

—Si eres Gula: ¿por qué no te ves como te describen? Como un demonio.

—¿No escuchaste lo que dije? —suspiró—. Te daría miedo si vieras mi verdadera forma. Pero si tanto te molesta mi apariencia humana, te mostraré cómo soy.

—¡No! —negó de inmediato, usando las siguientes palabras atrevidas por culpa de la bebida—. Así te ves bien. Me gustan tus curvas y tus tetas regordetas. No es por ofender, pero me gustaría usarlas como almohada por esta noche. A ver si así olvido que la profesora Nazawa ya no estará, la apreciaba mucho. Y que Meiying no pudo ser mi amiga, ella me caía bien.

—Cochino —rió por lo bajo—. Pero gracias, supongo. Eres el primero que se atreve a hablarme así, claro, después de saber quién soy. Por desgracia no puedes tocarme, aún. Te falta más poder para que puedas soportar tenerme en carne y hueso. —Apoyó la barbilla en una de sus manos puestas en la mesa—: ¿Qué hay de Grecia? No has dicho nada de ella.

—¡Qué bueno que se la llevó su puta madre a Grecia! —exclamó iracundo—. Después de meter las manos al fuego por ella, alejarla de Tenorio y recibir un castigo que no era para mí; comenzó a actuar raro y de repente me dejó de hablar.

—Si que la odiabas.

—Al principio me caía bien porque me recordaba a Lúlu —carraspeó—. La diferencia es que Lúlu no era una malagradecida como ella. Es más, que haya muerto le hizo un gran favor a ella y al mundo.

—Regla universal de la vida: si vas a hacer algo por alguien, no esperes lo mismo de su parte.

—Pero todavía no lo entiendo —respondió Grace, ufano por cumplir el deseo de comer hasta más no poder que tenía desde su infancia—. ¿Qué hace el señor... Perdón: la señora de las moscas aquí, con un loco como yo?

—No hagas tantas preguntas. Ya tienes suficiente con lo que pasa en tu vida —hizo que los restos de comida sobrante en el plato volvieran a ser la sopa instantánea de antes, y que el poco de vino tinto se llenara con agua simple—. Vuelve a resolver tus problemas ahora que dejaste de pensar en ello. Pero antes, cómete la sopa.

Cuando Beelzebub bajó la mirada al plato, Grace hizo lo mismo para ver que la sopa caliente seguía allí, junto al vaso de agua.

—¿Qué mierda pasa? —cuestionó—. ¿Todo fue mi imaginación?

—No —negó— todo lo que comiste y bebiste fue real. Ahora que te di lo que siempre quisiste, yo quiero que te comas hasta el último fideo, el último sorbo del caldo, y el último trago de agua.

—Imposible. Comí hasta reventar como dijiste —replicó—. No tengo espacio para más.

—Siempre hay espacio para algo más —tanto su mirada como sonrisa se volvieron maliciosas— la gula no tiene límites.

—Dame algo de tiempo hasta que se me baje la comida.

—No, quiero que comas ahora —desapareció del rango de visión de Grace para posarse detrás de él—. Si no lo haces, llenaré la casa de moscas, después todo tu cuerpo hasta que no quede nada de ti.

Le llegó un escalofrío en cuanto el susurro de Beelzebub llegó a sus oídos, sintiendo su aliento, al igual que un hedor a azufre que venia de ella.

—¿Por qué? —es lo único que pudo preguntar por miedo.

—Por burlarte de mí. Que sea la primera y última vez —aseveró ella—. Nosotros somos uno, pero si te quieres pasar de listo, haré que un grupo de locos te usen de sacrificio dejando que tú carne se pudra en uno de mis templos. Ahora come que la comida se enfría. Recuérdalo: la gula no tiene límites. Y yo soy Gula.

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