Confección: parte 2
La incomodidad que escalaba de manera exagerada hacía que cualquier cosa dicha por alguno de los presentes quedase de sobra. Tanto los padres de Grecia, como el mismo gordo Tenorio eran los más indignados, por no decir que la cólera que sentían era dirigida a Grace, el responsable de alterar la rutina de los integrantes en la sala.
—Tiempo sin vernos, señor Trujillo —saludó Rebecca.
El único hombre de vestimentas agropecuarias —botas y sombrero— se paró al momento de estrechar la callosa muñeca de la mujer rubia, junto a una sonrisa que daba indicios de no estar enfadado con la situación.
—¡Dichosos mis ojos! —exclamó Nacho Trujillo—. La mano derecha de los Ackerman. Hace tiempo que no te veo, niña. ¿Cómo está Angela?
—Por el momento la señorita Ackerman se encuentra resolviendo el incidente de su padre, señor Trujillo. Nuevamente, me disculpo en nombre de la familia Ackerman.
El hombre de bigote y complexión delgada se quitó el sombrero negro cuando se volvió a sentar, evidenciando las canas que comenzaban a asomarse en los costados de su melena peinada hacia atrás. Para sorpresa de todos, el hombre se mantuvo tranquilo, incluso cuando saludó al pecoso, el mismo que desfiguró el rostro de su hijo.
—Supongo que tu eres el cuarto hermano de la familia Ackerman —los rasgados ojos café oscuro de Nacho se dirigieron al chico—. Ignacio Trujillo. Pero las personas cercanas me dicen Nacho. Un gusto.
Rebecca al ver que era dejada de lado, y teniendo en cuenta que el hombre con el que trataba pertenecía a la misma jerarquía que Angela, permitió ver lo que tramaba en silencio. También, por mero huroneo permitió que el hermano postizo de las Ackerman tomase el mando, solo para estudiar su manera de tratar con gente de renombre —aunque dudaba que pudiese estar menos de tres intercambios de palabras sin entrometerse—. Grace analizó cada expresión del hombre vasto de amabilidad, puesto que no creía tanta cordialidad hacia él después de mandar a su hijo al hospital.
—No creas una puta palabra de lo que él te diga —dijo Lúlu, manifestándose sobre el regazo del pecoso—. Ese hombre —señaló a Nacho, sorprendentemente asustada— es alguien que no me da buena espina. Tampoco te confíes. Corrimos con la suerte de no morir a manos de la madrina de tu nueva puta, pero no creo que podamos salir ilesos si lo hacemos enojar.
El chico no respondió, pero tuvo en cuenta lo dicho por Lúlu, en vista de que era exactamente lo que pensaba.
Devolvió la sonrisa a Nacho con la intención de seguirle el juego, cruzó las piernas y estiró la mano izquierda de modo que rodease la espalda de Grecia.
—Grace Ackerman. El gusto es mío, señor Trujillo —saludó el pecoso, cortésmente—. De paso también saludo a mis futuros sueg... —fingió haber vacilado—. Digo, a los señores Pinkman. Grecia me habló mucho de ustedes, de todos los presentes, menos de mi hermosa mayordoma para ser específicos. Es un placer conocerlos, lástima que sea de este modo y no en una cena de compromiso.
Tanto Grecia como sus padres quedaron asombrados e indignados por el exceso de confianza que emanaba el chico, ya que reconocieron el honorífico con el que Grace se estaba dirigiendo a ellos. Rebecca y Tenorio también se percataron, solo que reaccionaron de forma distinta —fastidiados— contrario a Nacho que se rio de la situación.
—Ahora —Rebecca dirigió una mano a la nuca de Grace para proporcionarle un fuerte pellizco—. Abandonando los chistes de mal gusto, señor Trujillo, señores Pinkman, parece que los tres tienen algún pendiente con mi chico nuevo. ¿Puedo saber lo que es?
—¿Eres idiota? —Tenorio se hizo notar en cuanto se apeó muy a prisa, poniéndose frente a los tres chicos más jóvenes—. ¡Mira lo que ese maldito animal de monte me hizo!
La rubia se aguantó las intensas ganas de reír porque Tenorio le recordaba a un antagonista de película de terror con poco presupuesto, así como de reaccionar de forma violenta para no terminar de deformar el rostro del joven obeso por la forma en que la había llamado. Con madurez, lo ignoró y volvió su atención en Nacho.
—Soy toda oídos —concluyó para molestia de Tenorio.
En lugar de tratar el problema con la mujer al cuidado de los hermanos menores de Angela Ackerman, Nacho se mantuvo al pendiente de Grace, que igualmente estaba atento al más mínimo actuar del hombre con bigote.
—Antes de iniciar —masculló Nacho— lamento lo de tu padre. Debió ser muy repentino todo lo que pasaste en tan poco tiempo.
—Yo soy el que debería lamentarse, hice que parte de mi ira recayera en personas que no tenían nada que ver con mis desgracias —contestó Grace—. Todo ha sido un cambio muy repentino. Desde la partida de papá tuve que abandonar el convento que literalmente me vio crecer. Pero eso no es motivo para generar problemas innecesarios, con gente cuyos rostros no había visto en mi vida.
—Todos pasamos por malos días, te entiendo chico —agregó muy empático, resaltando el acento vaquero que lo caracterizaba— de verdad que es asi. Pero para mala suerte de los dos, es imposible que ignoremos lo sucedido. ¿Qué le diré a mi esposa cuando regrese de viaje y vea que su... hijo tiene el rostro destrozado? Así que: ¿me podrías decir por qué mandaste a Tenorio al hospital, llevándote a su novia en el proceso?
Grace tragó saliva antes de responder, percatándose que los padres de Grecia se reprimían las ganas para decir algo. Luego siguió con la atención en Nacho.
—Sé que sonará ridículo esto que diré, pero es necesario para que pueda entender mis motivos. Solo que me tomará tiempo, del cual dudo que personas importantes como ustedes tengan para lidiar con tonterías de adolescentes.
—Si es por el tiempo, no te preocupes, eres libre de hablar a detalle —extendió las manos para mostrar el lugar—. Le pedí de favor a unos conocidos que manejan la escuela para ocupar la habitación. Puedes empezar cuando gustes.
El pecoso se mordió la lengua hasta sentir mucho dolor con tal de no ceder ante la sutil intimidación de Nacho. Pues, conforme más tiempo pasaba junto a él, aquella sonrisa amigable evocaba incomodidad en el chico.
—Como habrá notado, mi educación es muy distinta a la de mis hermanas —alargó un costado de sus labios en una mueca disgustada—, o al menos lo dejo entrever cuando realmente vale la pena. Pasé toda una vida en un colegio de monjas, siendo el único varón del lugar que podía caminar por esos pasillos sin ser tachado como un hereje, o algo prohibido. Ya que no se permiten hombres en esas escuelas.
—Suena interesante vivir rodeado de mujeres —Nacho se echó a reír.
—Hubiese sido asi de no ser por la obsesión de las hermanas por educarme para ser un miembro importante del Vaticano. Una de esas tantas enseñanzas fue que jamás, en mi vida le alzara la mano a una mujer, sin importar sus tradiciones o color de piel. Incluso si se lo merecen. Las mujeres son el mejor regalo que pudimos recibir, o eso es lo que me decían —llevó un dedo a su barbilla mientras se perdía en sus pensamientos—. Si... ellas me inculcaron el respeto por las damas. Y cuando apenas tenía unas pocas horas de haber llegado, me encuentro con muchas cosas que quizás aquí sean comunes, pero en el lugar donde viví es considerado un pecado mortal, como lo fue presenciar a su hijo tratando de aprovecharse de esta hermosa jovencita junto a sus amigos.
—¿Aprovecharse de ella? —Trujillo se interesó en el tema—. Continúa.
—¿Qué? —Grace fingió vacilar—. Espere: ¿Tenorio no se lo dijo?
—Dijo que un niño llegó de la nada a golpearlo y llevarse a su novia —aunque Nacho no mostraba odio alguno, su hijo sintió temor cuando sus ojos fueron hacia él—. Como estoy acostumbrado a las confesiones a medias, me gusta escuchar ambas versiones. Quiero oír la tuya.
—En ese caso, intuyo que Tenorio se saltó la parte en donde se encontraba en los rincones de la escuela, queriendo desnudar a Grecia en un callejón junto a sus amigos, muy alejado de la gente.
—Así que tratabas de pasar el rato con tus amigos —Nacho fulminó a su hijo, aunque no del modo en que lo haría un padre enfurecido—. ¿Son los mismos de aquella vez?
Con lo vivido en tres días, era suficiente para que Grace entendiera que la tranquilidad con la que los presentes abordaban un tema delicado era como una indiferencia entre niños desconocidos que jugaban en un parque. Algo casual, pero fuerte de digerir para alguien externo del país, o incluso de la propia capital. Ni Grecia mostraba vestigios de traumas a parte de los que ocultaba ante todos. Hasta cierto punto Grace consideraba aterrador que Grecia no sintiera desagrado de saber que estuvo cerca de ser ultrajada por unos chicos. Quizás y porque no era la primera vez que ocurría.
—No soy la persona más indicada para opinar acerca de los problemas entre padre e hijo, así que me mantendré al margen —Grace llamó la atención de Nacho y el resto—. Sin embargo —bisbeó— sin embargo... Tenorio, ¿me permites hacerte una pregunta?
El joven de sobrepeso infundió todo el desprecio que podía en la mirada que le dedicaba al chico, cuyas expresiones habían sido anticipadas por el pecoso, de tal suerte que elevó cada punta de sus labios rojos para ensanchar su sonrisa a Tenorio.
—Tu padre acaba de decir que no sabe cómo le explicará a su esposa de por qué tienes la cara deforme. Eso confirma que vives con ella, ¿no? —prosiguió sin esperar respuesta—. Lo que se me viene a la mente es: si el señor Trujillo no sabe lo que le dirá a su esposa, entonces: ¿cómo encontrará las palabras para expresar que su hijo estuvo a punto de cometer el acto menos imperdonable para una mujer, sin que su esposa reaccione de mala manera?
El gordo no respondió. No era porque no tuviese algo para defenderse —el primer insulto que llegue a su mente—, el simple hecho de tener a alguien diciendo la clase de cosas que planeó hacer con Grecia era algo que ni su cinismo podía sobrellevar. Inconscientemente bajó el rostro al tiempo que cerraba los puños y apretaba los dientes. Su vergüenza era mucha, dado que los padres de la propia chica que, aún estando al tanto de los actos y sustancias depravadas que consumía con su hija, hasta ellos sentían un asco sobre él, que no dudaron en expresar con algunas miradas despreciables.
—Es suficiente —dijo Rebecca, queriendo silenciar al pecoso—. Señor Trujillo, ¿podemos resolver este asunto con más calma? Las cosas siguen muy delicadas entre nuestros cachorros.
—Pospuse los pendientes que tenía alrededor de las siguientes horas. Yo estoy bien, ¿alguno aquí desea tener esta conversación para después?
Nadie objetó, siquiera los padres de Grecia, los cuales mostraban estar a merced de Nacho que, aquella pregunta era una orden, no una opción.
—Mis más sinceras disculpas si se ofendieron con lo último que dije —siseó Grace—. Me tomé mucha libertad de hablar. ¿Quién soy yo para juzgar las acciones, y por ende, las costumbres del prójimo?
—Estás en tu derecho, joven religioso —afirmó Nacho—. De hecho, es bueno saber que un ser vivo con buenos valores haya aterrizado en estas tierras pecadoras. ¡Es más, cabrón! —exclamó, enérgico, levantándose para caminar en círculos de los asistentes, igual a un tiburón al acecho—. Me apena tanto que un... miembro de mi apellido te haya dejado una mala impresión de mi familia. Porque debo suponer que la hermosa chica debió decir cosas muy grotescas de nosotros.
La castaña menor sintió el equivalente a la punzada mil dagas internas con el simple hecho de ser mencionada por el hombre que, no conforme con ver el pánico de la castaña por ser mencionada, ella dio un pequeño grito cuando Nacho le tocó la coronilla de la cabeza.
—Era consciente de lo que podía vivir llegando a Helix. Verá, considero haber hecho mal en agredir a su hijo. Esa no es manera de solucionar los problemas.
—Sin embargo, la violencia es el método más efectivo para conseguir lo que quieres cuando se vive en un país con tantas peculiaridades —dio dos vueltas enteras mientras hablaba—. ¡Es el precio a pagar por la libertad! Y sólo porque sobreviviste en tu primer día, permíteme compensar tu logro.
El pecoso aspiraba a concluir la reunión con mucha tensión. Pero, como ocurrió durante toda la reunión, no se esperaba las acciones de Nacho.
—¡¿Es una jodida broma?! —Tenorio se levantó mientras gritaba con la respiración entrecortada por la falta de aire—. ¡¿Compensar a una maldita rata?! ¡Papá! ¡Éste desgraciado hijo de puta fue quien me rompió la cara!
El chico voluptuoso quiso seguir insultando a Grace, y así hubiese sido cuando acortó la distancia entre ambos, muy provocativo, decidido a hacer de la cara de Grace algo irreconocible. Sin embargo, el agarre de Nacho sobre la nuca de Tenorio, seguido de azotarlo sobre la mesa de cristal en medio de los muebles que se rompió en el instante de recibir la cara del chico, dejando a todos boquiabiertos.
Nacho repitió la misma acción, ahora estrellándolo en la pantalla situada en una de las paredes, al compás de escuchar los chillidos agudos del chico obeso que entre súplicas entrecortadas y apenas entendibles solicitaba que su padre dejara de maltratarlo.
Después de arruinar la mayoría de artefactos en la sala, el hombre vaquero aventó a Tenorio al centro de los muebles donde los testigos de la tremenda felpa estaban, claramente anonadados de las acciones impredecibles y enfermizas de Nacho. Gracias al sobrepeso del chico fue que terminó de romper la mesa al caer sobre esta, algunos pedazos cayeron sobre su cuerpo, y otros en el rostro con gazas manchadas de ese característico líquido viscoso escurriéndose de los vendajes.
—P-pa p-pa... —Tenorio trató de hablar, pero no podía decir mucho con la boca rota.
Tanto era el rechazo que Nacho tenía sobre el chico obeso que lo remató con un puntapié para dejarlo inconsciente, dejándole la mandíbula dislocada con la punta de sus negras botas hechas con piel de cocodrilo.
—En realidad, tenorio tenía cuatro años cuando me casé con su madre, una tipa sobreprotectora con esta bola de manteca —dijo muy casual, sacudiendo su camisa mientras se deleitaba con los rostros descolocados del resto—. Por evidentes motivos lo tengo que soportar. Bueno, ¿en qué estábamos, hermano de Angela?
El pecoso no respondió de inmediato, dado que las palabras eran incapaces de salir de su boca abierta, muy vacilante. Rebecca era la única que se mantenía seria, aunque por unos instantes se sorprendió de la agresividad con la que Nacho dejó inconsciente a Tenorio.
La rubia, en un tono muy sutil dijo:
—Angela está dispuesta a recompensar los daños que su hermano provocó. Es libre de pedir lo que guste para quedar tablas, señor Trujillo.
—¿Están hablando de Tenorio? —dijo el hombre, con aires despectivos—. ¡Para nada! —sonrió cordialmente—. Una amiga muy cercana dijo cosas muy buenas del hermano de Angela. Dice que es alguien muy tranquilo y fácil de tratar. Me pidió personalmente que fuese lo menos duro posible, parece estar muy agradecida con él por evitar que su ahijada tuviera que pasar un mal momento.
Grace agradeció internamente a la mujer que hace un par de días visitó en su restaurante. Sentía que con el rumbo de la plática podría iniciar su movimiento respecto a Grecia que se mantenía callada, en parte por miedo, en parte porque no se sentía con las ganas de involucrarse lo menos posible para no tener roces con sus padres.
—Es un gusto saber que estoy dando una buena impresión a las personas importantes en la ciudad —comentó el pecoso—. Agradezco sus palabras.
—Sin embargo, no podemos pasar por alto que te hayas llevado a mi hija —finalmente el hombre calvo de mediana edad habló, quien por el gran respeto que le tenía a Nacho no se había metido a la conversación—. No solo golpeaste a mi yerno, también nos has hecho perder mucho tiempo al tenernos aquí por embarcarte en asuntos que no debías.
—¡Sereno moreno! —Nacho volteó hacia el padre de Grecia, tratando de relajarlo—. De manera directa o indirecta, el chico me ayudó a devolverle ciertos favores a la madrina de tu dulce princesa. Eso ya es ganancia.
—Pero, señor Trujillo —intervino la madre de la castaña—. Su esposa no se tomará bien eso.
—¡Claro que lo estará!
—¿Cómo está tan seguro? —preguntó el señor Pinkman.
—Porque yo lo digo.
Nacho no necesitó alzar la voz, o cambiar su carisma para que los padres de Grecia intentasen hacerlo cambiar de opinión. Dobló las mangas de su camisa de rayas y volvió a Grace y Rebecca.
—Parece que los suegros de mi... hijo no están muy convencidos —llevó la mano a su mentón, luego le dirigió una mirada delictiva a Grace—. Grace, ¿cierto? Dime: ¿qué te parece la hija de los señores Pinkman? Es hermosa, ¿verdad?
Como si la pregunta de Nacho fuese una señal que Grace captó, una intención que compaginaba con lo que él quería. Lo entendió, por eso le devolvió la sonrisa al hombre agropecuario.
—¡Claro que lo es! —con la mano que tenía rodeada a Grecia, acarició la trenza de su cabello ondulado—. Disculpe mi atrevimiento, pero considero que Grecia es muy hermosa como para recibir el trato que Tenorio le da.
—Lo mismo he estado pensando —Nacho dio un par de aplausos cuando hizo que la chica se estremeciera con tan solo mirarla—. ¡Ya se! Parece que la niña ha estado a tu lado desde que llegaste. ¿Por qué no te la quedas?
Todos se dirigieron a Nacho conmocionados, incrédulos de sus palabras. Solo que Grace actuaba, puesto que por dentro se encontraba dando brincos de felicidad.
—¿A qué se refiere con quedársela, señor Trujillo? —cuestionó Rebecca.
—Lo sé, es muy grosero de mi parte regalarle al hermanito de mi queridísima amiga Angela las sobras de mi hijo postizo. Pero viendo lo bien que se llevan, supuse que sería una buena idea. ¿Que dices muchacho? Además, dices que fuiste criado en un convento, aunque tu actitud dice otra cosa. Apuesto que no has tenido tu primera vez.
—Eso es muy repentino, señor Trujillo.
—Nacho —corrigió el agrícola— es raro que el hermano de una amiga muy cercana como Angela me hable muy cordial —alargó la sonrisa que le regalaba al pecoso—. Tu lo dijiste, la chica es hermosa. Por ahí escuché que mi hijo acostumbraba a obligarla a ingerir estupefacientes, pero nada que una limpia y una buena lavada no puedan dejarla como nueva. Tampoco te preocupes de que no pueda apretar a la hora de estar en la cama, Tenorio no es conocido por tener un paquete muy grande, tampoco sus amigos los adictos. Seguro no habrá diferencia entre ella y una joven virgen.
—¡Señor Trujillo! —exclamó Grecia, abandonando el sillón para encarar al hombre.
Con el miedo en la mano, aun si las manos le temblaban, finalmente había hablado. La chica quería refutar por la forma en la que Nacho se expresaba de ella, no obstante, su madre se levantó casi al mismo tiempo que ella, golpeándola de nuevo con otro par de bofetadas, alejándola de Trujillo.
—¡Cállate! —voceó la señora Pinkman hasta perder el aire—. ¡¿No entiendes que estamos aquí por tu maldita culpa?! ¡Siempre tratando de hacerte la víctima! Desde que naciste no has hecho otra cosa que causar problemas, y cuando por fin estás siendo de utilidad, ¡vienes y lo echas a perder!
En una de las tantas bofetadas que Grecia trataba de amortiguar con poner las mano en el rostro, la castaña mayor intensificó las agresiones sobre su hija con enterrar una de sus largas uñas con esmalte verde en su mejilla, dejándole una evidente línea profunda que no tardó en dejar un hilo de sangre. Fue ahí donde el pecoso decidió intervenir, colocándose frente a la señora Pinkman mientras que con una mano apartaba a la chica que se quejó del dolor mediante un grito ahogado.
—Es suficiente, señora suegra —dijo el chico, con una sonrisa impacible—. A este paso Grecia perderá parte de su belleza.
—Mocoso entrometido —farfulló la mujer—. ¡No te metas donde no te importa!
—De hecho se esto volvió mi problema desde que rompí la cara de Tenorio por Grecia. Se volvió mi problema desde que entre a esta sala. ¡Y este puto problema se volvió mío desde el momento en que usted se convirtió en mi suegra!
La madre de Grecia se limitó a maldecir al chico entre susurros que solo él era capaz de entender, mientras gesticulaba cada obscenidad entre sus delgados labios pintados de color chocolate.
—¿Eso quiere decir que aceptas mi regalo? —preguntó Nacho.
Grace analizó a los progenitores de la castaña, tan llenos de ira e ineficacia. Después observó la mirada gacha de Grecia. Eso generó algo de furia en su interior por ver lo mal que ella lo pasaba. Nuevamente, él odiaba que su ser sintiese emociones por la chica.
—Por ahí dijeron que los padres de mi patito —dijo Grace, señalando a Grecia— están tratando de cerrar algún negocio con usted. También se dice que ese es el motivo por el que ellos estuvieron dispuestos a entregar a su hija para convencerlo de aceptar.
—Bueno —Nacho se encogió de hombros— pensé que los señores Pinkman tuvieron tanta generosidad que me ofrecieron a su hija para aliviar mi carga con Tenorio. Pero por desgracia la niña le quedó muy grande.
—Bien —asintió—. Ya lo decidí. Estoy más que agradecido por darme a esta bella señorita como regalo de bienvenida. Sin embargo, quisiera pedirle algo: aceptaré llevarme a Grecia, siempre y cuando usted haga negocios con sus padres. ¿Qué dice?
El vaquero soltó una fuerte risotada mientras sostenía el abdomen. Con sutileza pasó la mirada en todos los presentes, incluso en Tenorio que yacía inconsciente, tumbado entre el vidrio de la mesa rota.
—¿Quieres que trabaje con los Pinkman? ¿Por qué?
El chico le devolvió la sonrisa, sumado a una serie de garabatos en el aire provocado por ambas manos que iban al compás de lo que decía.
—Como ellos ahora se han vuelto mis suegros, pensé que sería buena idea tenderles una mano. Ya sabe, para mejorar nuestra relación. ¿Qué clase de yerno quiere ser odiado por los padres de su chica?
Nacho lo meditó por un breve momento donde había borrado su semblante carismático por una cara dubitativa. Luego, miró a los Pinkman, después pasó por Rebecca que se mantenía en silencio, seguido de Grecia que trataba de no llorar debido a la sensación de insuficiencia por no tener libre albedrío. Y por último miró al chico que esperaba pacientemente.
—¿Dices que rechazarás a la niña si no acepto negociar con sus padres? Piensa muy bien si la vas a rechazar. Cuando digo que ella será tuya, lo digo literal. Podrás hacer todo lo que quieras con ella. Desde saciar tus más retorcidos deseos sexuales, hasta volverte un sádico que la torture a tal punto de que pierda la poca voluntad que le queda.
—Es muy tentador, lo juro. Pero creo que declinaré el atajo que me ofrece para hacerla mía, si usted no trabaja con los Pinkman.
Los ojos de Nacho se dirigieron a los Pinkman, algo desganado.
—¿Tienen los papeles y un bolígrafo?
Los padres de la castaña, todavía incrédulos y con la poca asimilación hicieron caso a Trujillo por inercia, siendo el hombre que de alzó un maletín para extraer una carpeta que ofreció al vaquero, quien tomó dichos papeles para firmarlos mientras el señor Pinkman usaba su maletín como apoyo.
—Admito que tienes buena labia, hermano de Angela —masculló Nacho, entregando la carpeta—. Cambiaste un regalo por un trato. Por algo eres un Ackerman. Sin embargo, al yo aceptar tu petición de trabajar con los Pinkman, te viste envuelto en el proceso, lo que te relaciona con todo esto. Por ende, ahora estamos conectados. Felicidades, Grace. Ya eres dueño legítimo de la chica que le pertenecía a mi hijo, por consiguiente, te volviste parte de mis asuntos como nuevo amigo de los Trujillo... mis negocios. Recuérdalo... ya formas parte de mis negocios.
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