Capítulo 66.
Algunas semanas más tarde.
Hebe solía tener un sueño ligero dado su mala fama mantenerse alerta incluido en las noches no fue fácil, viviendo con miedo de ser atacada, violada y asesinada mientras dormía no era nada atractivo. Era por eso que al menor indicio de peligro se despertaba, mantenerse alerta era necesario para su vida solitaria.
Pero por cosas del destino esta vez había tardado más en despabilarse, su cerebro se sentía brumoso y la niebla somnolienta se disipaba con lentitud y la oscuridad de su cuarto la recibió con la poca luz de luna que se filtró por las ventanas.
Lo segundo que percibió fueron los sonidos ajetreados a lo lejos, provenientes del pueblo. Se levantó, de golpe de su catre cuando reconoció la luz amarilla como la de un fuego camino hacia la ventana descalza y con ojos asombrados contempló como partes de su pequeño pueblo ardían en llamas, escucho los gritos de los aldeanos que huían despavoridos y a lo lejos vio a gente huyendo de otros que portaban espadas. Se había quedado quieta y asustada al pensar en el anciano Dimitri y su esposa Katrina. Preguntándose si sus cuidadores estaban bien, una pareja que la había protegido de todos si algo llegase a pasarles no solo ella estaría en desventaja también sería algo con lo que no podría vivir. Y así como entró en conflicto sobre arriesgarse para ir y buscarlos rápidamente se dio cuenta de cómo una figura emergió del sendero hacia su choza. Asustada por la persona encapuchada con su espada desenvainada y empapada con sangre retrocedió de la ventana con sudor frío y el corazón martillando incesantemente.
¿Qué iba a hacer ahora?
No lo pensó dos veces antes de tomar las tijeras de su cómoda y tontamente fingir que dormía, cerrando los ojos con fuerza mientras rezaba bajo las mantas como una niña pequeña temblando como una hoja.
El mercenario tal vez se iría si ve que era solo una débil joven, si eso hará…O tal vez solo se iba aprovechar y la violara hasta sangrar para cuando se satisfaga la mataría. ¿Por qué tenía que vivir tan apartada? Oh sí, la misma gente del pueblo querían crucificarla como hicieron con sus padres y posiblemente sus abuelos postizos también murieron.
—Vete por favor, por favor, por favor, quiero vivir...– rogó en murmullos débiles.
El tiempo se congeló en el momento que la puerta rechina en podredumbre de la madera y las vigas crujen bajo la pesada caminata del mercenario. Casi podía sentir y saborear la mordida helada de la espada junto al fresco sudor frío en su espalda. Con cada paso más cerca hacia la habitación sus manos tiritaban en ansiedad creciente y rebosante terror.
Hasta que lo inevitable ocurrió, nada pudo evitar que su cuerpo completo se convulsionara en su terror, podía sentir el calor de la otra persona al ras de su catre quien la miraba desde arriba saboreando seguramente está fresca y débil presa ; comenzó a pensar Hebe con ganas de gritar por ayuda. Sin embargo, jamás dudo en agarrar su mano en las tijeras. Si acaso moriría no lo haría sin luchar.
Soltó un grito furioso cuando las manos del mercenario se posaron en su hombro cubierto con coraje y furia corto la nada en un intento de acertar en la garganta o punto débil del otro.
Su contraataque no se hizo esperar ahora sin su arma en manos e inmovilizada contra el catre totalmente desarmada continuó luchando por aflojar el agarre de hierro en sus muñecas con llantos e insultos de acompañamiento.
—¡Maldito seas, déjame ir!– sollozo profundamente.
—¡Shh! Por favor Hebe necesitas calmarte.– la voz le ordenó. Conocida le resultó.
Gruñendo con desafío se obligó a sí misma contra su buen juicio a mantener la calma mientras entre su ira por sobrevivir reconoció a la persona sobre ella.
—¿U-usted?-jadeo.
Özukiler sonrió con cansancio desde arriba, había suciedad, sangre y sudor en su ropa y rostro. Cuidadosamente revisó que Hebe no se hubiese herido así misma en ese admirable intento de defensa.
—Voy a soltarte..–advirtió la castaña– pero hagas lo que hagas no me ataques, no vine a lastimarte. Lo prometo.
Con un último vistazo a los ojos desconfiados de la niña y su titubeante "Sí" Özukiler soltó ambas muñecas y se alejó rápido.
—¿Qué hace usted aquí?– atacó lanzando una de sus zapatillas y huyendo hacia la esquina de su cuarto.
Şheltan alzó sus manos en rendición.
—Como ya dije antes he venido a ayudarte y asegurarme de que estés a salvo.
—¿A salvo? ¡¿Ha visto como mi aldea se quema?! ¡Hay gente mala matando a todos y usted vino aquí, dígame de una vez por todas sus intenciones!
Una sonrisa "come mierda" pareció de par a par en el rostro de la joven castaña. Suspirando se acercó a una bolsa colgada en la silla y comenzó a meter algunos ropajes de Hebe en la misma.
—¿Qué hace?– volvió a preguntar en tono asustado pero con fuego en su mirada.
—¿Qué más voy a hacer? Estoy empacando algunas de tus cosas, créeme será un viaje largo de regreso a Estambul. –Estiró la bolsa hacia su dirección.– ¿Quieres empacar el resto o continúo yo?
—¿Estambul?¿Viajar?– su confusión era clara–¿Quién rayos es usted señor?
Özukiler se rió entre dientes para sorpresa y desconcierto de Hebe.
—Mierda perdón por eso, siempre olvidó que todos me confunden por un hombre.
—¿Eh..?
—Deja me presento: Soy Özukiler Şheltan, Espada İndómita del İmperio Otomano e hija del Sultan Akram.
—¿Hija de un Rey Sultan? ¿Cómo es que…? – se atragantó en sus palabras– ¿Por qué el ataque?
—Por qué tú emperador, Harold, se atrevió a tomar del pelo a mi padre con un tratado tan importante como lo es el corán, todo por influencia de gente noble y estúpida como lo es este punto asqueroso del consejo Áulico. Tenían que pagar y hacerles saber que nadie se mete con la Dinastía Otomana y sale como si nada.
Hebe miró con detenimiento la postura tensa y mirada afilada del… de Özukiler.
—¿Usted ordenó el ataque?– su voz salió seca.
—Lo ordenó mi padre pero yo dirigí todo.
—¡¿Asesinaste a los ancianos?! ¡El viejo Dimitri, el te ayudo a encontrarme ¿Lo mataste a él y a su esposa?!– grito en furia.
—No.–respondió breve mientras terminaba de meter las zapatillas a la bolsa y colgarla en su costado izquierdo.– Di una orden de no asesinar niños y ancianos, en especial de no tocar a esos dos y su tienda… y claro, también de que no tocaran tu casa y a ti.– se escuchó tan cantarina, mientras los gritos del exterior comenzaban a disminuir y la incertidumbre de Hebe se acrecentó.
Özukiler tomó una de las mangas de la cama y se acercó a Hebe quien tal vez perdida en sus pensamientos se quedó laxa mientras fue cubierta hasta la cabeza con la manta.
—Afuera hace frío y a falta de una capa adecuada esto servirá hasta que lleguemos al barco. Te prometo que allí tendrás una mejor manta.– prometió con ternura.
—¿Afuera?– ante la pregunta la Şheltan asintió sonriendo.– ¿Dónde me llevas? – tembló en su lugar cuando con fuerza la castaña la levantó en brazos.
—Te dije que iba a salvarte ¿No?– Hebe en silencio asintió, ahora estaban afuera de la cabaña.– Pues te salvó, te llevaré conmigo a Estambul y te quedarás en Topkapı conmigo, allí estarás mejor de lo que logres esperar aquí.
Hebe no respondió, tan solo observó su casa a lo lejos desaparecer del sendero y su pueblo en llamas, cadáveres y llantos. Soldados tomaban mujeres, niñas apenas y las arrastraban a carretas, en él agarré su la mujer se encogió al ver la cabeza del alcalde en una pica aún sangrando y pululando. Entre el caos y la carnicería logró divisar a la pareja de ancianos que la cuidaba, la boticaria estaba intacta a diferencia de otros y ellos aunque asustados y sucios estaban de una pieza siendo custodiados por esos soldados de rojo….
—¡Hebe, Hebe, mi niña! – gritó con todo Katrina cuando la vió.
El anciano Dimitri y su esposa internaron correr tras ellas pero fueron detenidos por los soldados.
Özukiler paro frente a ellos y al barrera que eran sus hombres. Hebe miró con ojos llorosos a sus únicos familiares. ¿Ella no iba a matarlos o sí?
—¡Usted! – gritó el anciano- ¡Sabía que había algo malo con usted desde que entró preguntando por una florista a mi tienda!
—¡Oh señor, por favor le ruego deje ir a esa niña, ella es inocente, porfavor!
—No teman por la seguridad de esta niña, ella ahora en adelante es propiedad del Harem İmperial. Les aseguro que estará bien cuidada y segura de lo que ustedes podrían imaginar.– Los ancianos quedaron mudos como Hebe quien temblaba sin saber porque.– Denles oro, como indemnización.
Ladró esas últimas palabras mientras se alejó del lugar con la joven Hebe con un agarre seguro sobre ella, los ancianos comenzaron a gritar en clemencia. Pero Hebe no pudo oír nada más allá de su propio corazón ¿O era el de esta mujer? Puntos oscuros asomaron en su vista y pronto cayó inconsciente.
Ambas sabían que, al Hebe abrir sus ojos otra vez, una nueva vida les deparaba.
Fin del maratón, espero lo hayan disfrutado.
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