capítulo 28
—Su majestad—susurró Hadarah con una sonrisa.
—La reina de Escocia ha enviado una carta—se la paso—y Akram ya está casi listo para ir a su provincia, haz sus preparativos.
—No ha sido circuncidado—el asintió
—Encargate de eso, ahora vete—ella asintió y salió de ahí.
—¿Pasa algo madre?—dijo Pertevniyal
—La reina ha pospuesto tu boda con su hermano, ha dicho que tenemos que esperar un año—Pertevniyal asintió—Ahora ve y has pasar a tu hermano.—la pequeña salió y el şehzade entró—Hijo, tu padre ha ordenado que vayas a tu provincia, pero antes comenzaré los preparativos para tu circuncisión.
—Me parece adecuado—asintió el
—Ahora ve con tus hermanas, quieren que juegues con ellas.—el asintió y salió.
Hadarah miraba a Akram jugar con Ipek, la pequeña era la viva imagen de su madre, a su lado las gemelas Neylam y Eylem corrían sin parar, las demás estaban en el toldo junto a Pertevniyal está les leía mientras que Shadia les servía jugo a todas, Hadarah tenía esperanzas en que todo se mantuviera tranquilo.
La fiesta de circuncisión se hizo un año después, se celebró por todo lo alto, el nombre de şehzade fue escuchado por todos lados.
Las hijas del sultán estaban en el harén celebrando junto a Hadarah, los aposentos de la valide no eran ocupados y el harén había quedado bajo el mandato de el eunuco principal.
—¿Cuándo regresará Gevherhan?—dijo Rümeysa
—No lo se, Kamanha está perdida sin ella —ambas miraron a la rubia—pero no hay que perderla de vista.
—Fatmadil se está haciendo cargo—Hadarah asintió y miró a sus hijas.
Pertevniyal miraba a todas bailar en silencio, un sentimiento extraño la albergaba aquél día, faltaba poco para que su futuro esposo llegará y no sentía emoción alguna, sentía asco y miedo, no quería hacerlo, pero era una orden de su madre.
—¿En que piensas?—dijo Shadia
—En nada—murmuró
—Te conozco desde pequeña, algo tienes.
—Pienso en el futuro, pronto mi hermano se irá, mi otra mitad se va
—No te creo que sea eso, pero regresará como el sultán algún día—la oji azul asintió con pesadez.
Días después todas se encontraban en el harén, Akram partiría con un gran séquito de kalfas y agas, las concubinas llegarían hasta que el sultán lo ordenase pues aún era muy pequeño para aquéllo. Hadarah abrazo a su pequeño con fuerza, el sultán le había ordenado quedarse en la capital y ella gustosa había aceptado.
Hadarah regreso a sus aposentos con pesadez, al fin se quedaba sola, eso fue hasta que Rümeysa ingresó agitada y con una carta en mano.
—¿De nuevo lo canceló?
—Inglaterra de nuevo metiendo su cuchara.—contestó la rubia.
—Ni me enojó ya, dile que está bien, pero que esto no sea una escusa para cancelar dicha Unión.
La rubia asintió y fue por papel y tinta para enviar una respuesta.
Dos años después.
—Madre, ¿Cuándo le enviaras concubinas a mi hermano? —dijo Pertevniyal dejando de lado su libro.
—Su majestad no nos ha dado permiso de eso
—Pero ya es momento
—Lo voy a consultar con su majestad —murmuró y la joven sultana asintió.
Cinco años después.
Gevherhan al fin regresaba al palacio, su tía al fin había decidido enviarla a su "hogar", ansiaba ver a su madre Kamanha. Bajo del carruaje con elegancia y en la entrada la rubia la esperaba con una sonrisa, dejo de lado su elegancia y corrió a los brazos de la rubia.
—Mi niña hermosa —susurró abrazandola.
—No soy una niña —se quejó
—Lo eres y para mi lo serás siempre —sonrió —no sabes cuánto te extrañe Şermi.
—Y yo a ti madre —la rubia sonrió contenta. —¿Las víboras?
—No hables así —soltó una risa —adentró creyéndose las dueñas del mundo.
—Necesitó ver a Pertevniyal para burlarme de su compromiso fallido —soltó una risa escandalosa
—No cambias
—Tengo la sangre de aquélla hatun que murió a manos de Hadarah —murmuró
Hadarah y Pertevniyal caminaban por el bazar, la Haseki buscaba nuevas esclavas para su hijo, las que tenía no habían tendio éxito en salir embarazadas, por otro lado Pertevniyal miraba todo con curiosidad, su mira de repente se dirigió hacía una esquina dónde un vendedor tenía a unas jóvenes en condiciones deplorables, su madre se percató de aquéllo y se encaminó hacia ahí.
Quién diría que con sólo una mirada cambiaría el destinó de dos almas perdidas.
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