Trazo #7: A Skylit Drive - City at the edge of forever
The times we've lost can be repaired
So be prepared
The moments we burned into our minds
Yeah we'll be fine
"Entonces paso por ustedes en una hora"
Era el mensaje que mandó hace cuarenta a Astrid, las había invitado a salir a tomar un helado e ir al parque con la pequeña Annie.
Al inicio la gótica estaba intentando negarse a salir, y no porque no quisiera ir con la azabache, sino debido a que no tenía dinero, no quería que Fer pagara por ellas, le daba pena eso.
Sin embargo, la músico desestimo eso y le dijo que no se preocupara por nada, ya que ella estaba haciendo la invitación a ellas. Buscaba pasar más tiempo con ambas, de alguna manera se sentía feliz cuando estaba a lado de Astrid y de Annie, eran su lugar seguro hoy en día.
«Tenía dos días un día entero sin verlas y me había puesto de malas eso, ¿Qué me sucede?»
Su mente analizó esto, era cómo si las dos chicas le dieran esa paz que le había faltado desde hace mucho tiempo, escuchar la risa jovial de la niña o ver los ojos brillosos de Astrid al verla hacían que su día fuera perfectos, era como si nada más en el mundo importara, ellas se estaban entrando en su ser, pintaban con colores su mundo.
Si bien sabía que todo debía llevarse con calma y que sólo llevaba dos semanas de regreso, también no podía negar ni ignorar la parte de su corazón que gritaba para estar con Astrid y cuidar a la pequeña Annie, era como si fuera su destino.
Llegó al complejo de departamentos donde vivía la gótica, si bien no se veía peligroso, sabía que era un sitio muy poco recomendable para criar a una niña, más que nada por la zona que estaba cerca de la parte industrial de Boston, y era un tanto peligrosa, lo que menos quería es que ellas se estuvieran arriesgando.
Al bajar del carro tomó las flores que trajo, más los chocolates para Annie y vio un anuncio de renta en el mismo edificio de Astrid, esto la hizo sonreír, guardo el numero en su celular.
Entro al sitio y subió tres pisos, para tocar el timbre de la modesta vivienda.
—¡Voy! —se escuchó la voz de Astrid.
Después de unos cuantos segundos se abrió la puerta y a Fer se le escapó el aíre de sus pulmones.
Astrid se veía hermosa, con una playera de lo que Fernanda recordó era su banda favorita, BlutEngel, unos jeans negros y flats a tono.
—Hola princesa de la noche —le dio las flores.
La gótica al verlas se sonrojó, pero las acepto con una amplia sonrisa en su rostro, era la primera vez en toda la semana que se sentía feliz, y todo gracias a aquella chica enfrente a ella.
—¡Están hermosas! ¡Gracias!
—Intenté buscar unas más bonitas, pero no pude encontrar las que pudieran asemejarse a tu belleza —le sonrió Fernanda al decirle esto.
A la gótica se le aceleró el corazón, escuchar eso por parte de la músico la hizo querer abrazarla y besarla en ese momento, pero se tenía que controlar, tenían que ir lento, nada con prisas.
En ese momento se escucharon unas pequeñas pero rápidas pisas que iban hacia ellas.
—¡Fer! —aquella risa parecía un cantico celestial en los oídos de ella.
La castaña se pasó de cuclillas y abrazó a la niña pegándola a ella y acariciando su cabeza.
—Hola pequeña, ¿Cómo te has portado?
—¡Muy bien! He ayudado a mi mami en la casa —dijo la pequeña mientras veía a su mamá.
—¿En serio? —Lancaster volteó a ver a Astrid jugando con la niña.
—¡Si de verdad! —sonrió la infanta —, dile a Fer que es cierto mami.
Astrid no pudo evitar esbozar una sonrisa.
—Si, me ha ayudado mucho en los deberes de la casa —dijo finalmente la gótica.
—¡Excelente! Entonces —le dio la caja de chocolates que le había traído.
Eran justo los que le había dicho que le gustaban mucho, las barras de chocolate llamadas 3 musketeers, a Fer le agradaban, pero sabía que la pequeña le fascinaban.
La pequeña se quedó viendo el regalo y volteó a ver a su mamá.
—¿De verdad son para mí? —preguntó un poco extrañada, —es que es mucho y mami me ha dicho que hay que dejar para los demás niños para ser compartidos.
Fer sabía muy bien a que venía eso, si bien para ella no era nada gastar treinta y tres dólares, suponía que con la situación económica actual de Astrid era demasiado.
—Eso es muy lindo de tu parte pequeña —dijo Fer, —pero esto es un regalo de mi parte para ti, a los demás niños no les importará eso.
La niña volvió a ver a su madre y ella asintió.
Annie tomó la caja con los ojos aguados y la vio como si fuera lo más cool del mundo, después le dio la caja a su mamá para lanzarse en un abrazo a Fernanda y la lleno de pequeños besos en la mejilla.
—¡Gracias!
Fer no pudo evitar sonreír, su corazón estaba feliz, ver esa mueca de felicidad de ambas chicas estaba haciendo que su día fuera perfecto.
Astrid invitó a pasar a Fer y fueron a la cocina donde dejaron en un florero con agua sus flores y guardaron en el refrigerador los chocolates de Annie.
Después de que agarraran sus chamarras las dos chicas, salieron de ahí, cerrando con llave el departamento y yendo al carro de Fernanda.
La músico abrió la puerta de atrás para Annie donde pusieron el asiento de la pequeña, abrochándola para después abrir la del copiloto para Astrid y ayudarla a subir.
—Su carroza la espera princesa de la noche —le sonrió Fernanda haciendo sonrojar a la gótica.
Al ayudarla a subir Fer en un desplante de caballería beso la mano de Astrid y le guiño el ojo.
Los colores se subieron a la gótica, pero se sintió en las nubes, si de por si le fascinaba Fernanda, siempre lo hizo, pero ahora con estos desplantes y forma de ser, la tenía vuelta loca.
Fer subió al carro y comenzó a manejar hacia su destino, mientras que en el trayecto fueron hablando de pequeñeces cómo una serie que las dos habían visto por separado, pero les había fascinado.
Llegaron a Baskin Robbins, estacionando el carro y caminando hacia el expendió de helados, que por fortuna estaba vacío.
—¡Bienvenidos a Baskin Robbins! ¿Qué les puedo ofrecer? —preguntó la chica del mostrador.
Fer las volteó a ver.
—Uno de una bola de vainilla —dijo Astrid intentando no ver la mirada de Fer.
—Uno de una bola de chocolate —bajo su mirada Annie.
El azabache alzó la ceja.
—¿En serio? —se volteo a la que atiende —, deme unos segundos.
Tomó la mano de Astrid y vio a Annie.
—No hay límite con lo que quieran pedir, entiéndalo —dijo sonriendo Fer —, así díganle bien a la señorita que quieren.
—Pero Fer...
—No hay pero que valga princesa de la noche —le guiñó el ojo.
Astrid sonrió y asintió.
Las tres chicas pidieron bien sus helados y Fer pagó, para después irlos comiendo, viendo que tanto madre cómo hija estaban disfrutando mucho, esto la hacía feliz.
Lancaster quedó impresionada con la velocidad que Annie comía el helado, en menos de diez minutos se había acabado las dos bolas, y al estar cerca de un parque se habían dirigido al mismo donde se sentaron ellas en una banca mientras Annie jugaba en los juegos.
—¿Cómo te has sentido Astrid? —preguntó Fer.
—No me quejo princesita, mucho trabajo.
—¿Cómo te fue con lo de los árboles genealógicos?
—Fue mejor de lo que esperaba y de verdad te agradezco que nos hayas prestado lo de tu familia para el lado vacío de Annie, ella estuvo muy feliz —sonrió la gótica.
—Me alegro haber podido ayudar, digo yo también aprendí de mi familia —rió la azabache —, jamás me había interesado por ello, pero esto hizo que me surgiera la curiosidad de saber más.
—¿Tú nunca hiciste el proyecto cuando íbamos en primaria? —le preguntó Astrid.
—La verdad no, jamás me llamó la atención así que nunca lo entregue —se sonrojó la chica.
Continuaron hablando un buen rato hasta que Annie fue por Fer para que la ayudara a columpiar.
La chica accedió y fue con ella,
La gótica al ver cómo se divertían no pudo evitar esbozar una sonrisa, se veían tambien lindas interactuando entre ellas y eso le lleno el alma, tenía aún más esperanzas de que Fer la aceptara nuevamente, pero todo a su tiempo.
El día concluyó con Fer llevándolas a su departamento de nuevo, y ayudando a Astrid a meter a Annie a la cama quien acabó cansadísima, quedando dormida.
La gótica acompaño a la chica a la puerta.
—Gracias Fer por este día —sonrió y sin meditarlo se puso de puntitas y le dio un beso en la comisura de sus labios.
Esto hizo sonrojar a la músico pero una sonrisa se esbozó en su rostro.
—No hay nada que agradecer princesa de la noche, es mi placer hacerlas feliz —, sonrió la chica —. La próxima semana iré a los Ángeles a dejar todo listo para ya poderme regresar acá, las voy a extrañar.
—Y nosotros a ti princesita. Esperaremos tu regreso con ansias y por favor ten mucho cuidado.
Las dos se quedaron viendo y sonrieron, cada día se sentían más cercanas.
El tiempo que habían perdido estaba recuperándose.
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