Trazo #57: The 69 Eyes -Dance d'Amour
Baby, won't you dance with me into the night?
To the serious moonlight
Brighter than the stars above you shine
And the loving feels alright
La pequeña Annie iba avanzando con la canasta de flores enfrente de Astrid, las dos caminando de manera lenta mientras la gótica sostenía el brazo de su padre.
Fer dejó salir un suspiro, ninguna visión era tan hermosa cómo ver a su pequeña hija y al amor de su vida yendo hacía ella para poder unirse para toda la vida.
El vestido le quedaba a Astrid de manera fenomenal, abrazaba sus curvas haciéndola ver perfecta, aunado a ello el hermoso maquillaje que le hicieron las chicas y el tocado con la tiara.
Era de verdad una princesa de la noche.
Los ojos de la gótica brillaron al ver a Fernanda esperándola en el altar, se veía tan guapa y perfecta en aquel traje de tres piezas oscuro, su porte a pesar de su pierna junto al bastón seguía siendo el digno de una guerrera. Astrid sé sintió muy afortunada de ser ella la que pudo ser el amor de la vida de la bajista.
Las damas de honor se posicionaron del lado que le tocaba a Astrid a la altura de los padrinos, cada una sonriendo, mientras esperaban que la dibujante llegara al altar.
Al llegar el señor Lowllet y Astrid al frente, este se puso cara a cara con Fernanda sonriéndole.
—Cuida mucho a mi hija Fer...es lo más preciado de nuestro mundo —dijo el señor.
Los dos se vieron y entendieron que Astrid sería la mujer más amada y protegida del mundo. Le dio la mano de su amada primogénita.
—Lo haré señor, eso créalo —sonrió Lancaster.
Tomó la mano de su futura esposa, sintiendo miles de descargas sobre la suya con aquel tacto de su piel, como si fuera la primera vez que tocara a la gótica. Su corazón palpitó de manera rápida pero la sonrisa siguió plasmada en su rostro.
Se quedaron viendo por unos segundo, las avellanas observando aquellas lunas y tuvieron mil y una conversaciones silenciosas.
—Te ves hermosa —dijo Fernanda.
Astrid se sonrojó.
—No tan perfecta como tu princesita —sonrió la gótica mientras entrelazó sus dedos con los de ella.
Se voltearon hacia el altar donde las estaba esperando el ministro para empezar a oficiar la ceremonia.
—Bienvenidos sean a este día donde dos personas llenas de amor van a unir sus vidas para el resto de su existencia. Dos almas libres que sin importar el tabú y las ideas erróneas de la sociedad ha decidido estar la una con la otra, mostrando que el amor no tiene barreras en ningún aspecto.
La voz del ministro era tranquila, una sonrisa se dibujó en su rostro, mientras su mirada se posó sobre los ojos de ambas.
El continuó hablando durante un buen rato, sobe la importancia de la fidelidad y el trabajo en equipo que deberían de tener en pareja, donde ambas solo asintieron, habían pasado por mucho para dejar ir las cosas tan fácil, nada las derrotaría.
—Bien, ahora, quien guste empezar con sus votos hacia la otra hágalo.
Fer tomó su mano y la beso.
—Astrid, no tengo manera de decirte en palabras lo que siento por ti, cada que te veo, cada momento que paso a tu lado hace que mi vida sea perfecta. Cada momento que hemos compartido juntas lo atesoro y aprecio con cada célula de mi existencia —Fer no dejó de ver los ojos de su amada —. Mi existencia está ligada a tu felicidad, mi corazón late con cada respiro que tu das, era mi castillo en las nubes y calor en el gélido camino de la vida.
Astrid no pudo dejar de sonreír y pelear con no llorar, no quería que se le corriera el maquillaje.
—Jamás te faltará nada a ti ni a Annie, velaré noche y día por ambas, estaré siempre en todo momento a su lado, y juro jamás irme. Mi corazón es tuyo para siempre, y tú eres la más preciada joya del mundo, te cuidaré, te protegeré, nada las lastimara. Recuerda mi princesa de la noche, eres el amor de mi existencia.
Al terminar Astrid tenía su corazón latiéndole al mil por hora, esperó unos votos hermosos, pero estos de verdad que eran perfectos, una lágrima cayó de su mejilla.
Fer no sólo le había jurado amor eterno a ella, sino a su pequeña hija.
—Su turno señorita Lowllet.
La gótica tomó una bocanada y dejó salir el aire.
—¡Eres perfecta Fer! Sólo puedo decir eso al inicio. Nunca pensé conocer a alguien como tú, tan llena de amor, de vida, eres una luz en todo lugar que llegas. Eres ese faro en la oscuridad de las personas, tu traes iluminación a cualquier sitio, que es lo que tu hiciste conmigo —la voz de Astrid estaba entrecortada —, tú me has amado como nunca nadie lo ha hecho, viste más allá de mi fama, de mi cuerpo, de todo lo que les atraía a las personas de manera superficial de mí. Tú tocaste mi alma como nadie lo pudo hacer, lograste hacerme sentir amada, hiciste que dejará todo lo que me atormentaba detrás de mí. Con tus hermosos ojos tocaste mi corazón, lograste sacar mi mejor versión aquella que te ama como nunca pensé amar a alguien y estoy feliz de darte ese gran amor a ti.
Astrid se había memorizado cada renglón de lo que le pensaba decir a Fer a la perfección, no fue nada difícil ya que todo aquello eran los sentimientos que tenía hacia la bajista.
—Lograste cobijarme en la tormenta, protegerme del huracán, resguardarme del tornado y velar por mí en la erupción. Me cuidas cómo lo más sagrado en el mundo, tanto a mi cómo a Annie, y no puedo más que agradecerte eso, y jurarte aquí enfrente de todos, que jamás estarás sola, que siempre estaré ahí para ti en cada momento y lugar, en la salud y enfermedad en los triunfos y las derrotas, pero, sobre todo, en cada paso que tu des en tu vida. Te amo más que nada en este universo, princesita.
Todos se sintieron enternecidos por las palabras de cada una de las chicas, el amor que mostraban se veía inquebrantable.
—¡Si hay alguien que se oponga a este matrimonio, hable ahora o calle para siempre! —dijo el ministro mientras vio hacía el público.
Todo era silencio expectante.
—Bien, las declaro, esposa y esposa, ¡Puede besar a la novia!
Fernanda se acercó a ella, alzando con cuidado el velo negro de su amada, para que sin premeditarlo tomará su rostro y plantará sus labios en los de ella.
Fue un beso lento, apasionado y que destilaba amor.
Era un beso lleno de anhelo, de esperanza por el mañana. Fernanda plasmó en el todo el amor que sentía hacia la gótica a lo cual esta misma le respondió de la misma manera.
Sus bocas danzaron en aquel mar de amor que ocasionaba el roce de sus labios, era su momento perfecto.
Escucharon como todos los presentes aplaudían y gritaban de júbilo al ver por fin consumado su matrimonio, después de tanto tiempo de espera, por fin eran esposas, algo que jamás terminaría, era el inicio de su para siempre.
Al terminar su beso las dos se quedaron viendo la una a la otra a los ojos con una sonrisa plasmada en sus rostros.
—Eres hermosa Astrid...— le susurró Fernanda a su amada ocasionando que esta sonriera ruborizada.
Después de ese momento tan intenso, las chicas se voltearon hacia sus invitados y comenzaron a caminar por el pasillo con dirección a donde se iban a atender a los invitados, siendo seguidos por los padrinos y las damas de honor quienes estaban de igual manera contentos.
Estando ya fuera del altar, el fotógrafo profesional que había estado tomando fotos de la ceremonia se puso enfrente de ellos, comenzando una sesión fotografía, primero de las chicas juntas, tomando varias, una siendo de Astrid besando la mejilla de su amada esposa, otra de Fernanda besando a la gótica, algunas con las damas de honor y otras con los padrinos.
Pero la mejor de todas era la del grupo completo. Donde estaban de lado de Fernanda los chicos y del lado de Astrid las chicas, cada uno sonriendo de manera feliz.
La recepción empezó, siendo que las chicas estaban en la mesa principal del salón donde las acompañaron los padrinos de lado de Fernanda, las damas de honor de lado de Astrid, Annie en medio de ellas, junto con Carrie de lado de la bajista y los señores Lowllet del lado de la gótica.
La pareja caminó alrededor de las mesas saludando a sus invitados, amigos del colegio, compañeros del trabajo, siendo estas felicitadas de manera efusiva por Alastor, Alina y Arthur, quienes estaban muy felices por ellas.
De igual manera estaba los abuelos Syd y Nancy las congratularon por este día, sus ancianos rostros mostraron el júbilo de verlas juntas al fin.
—¡Se ven hermosas princesas! —dijo el señor mientras abrazó a Fernanda
—Adoro ver que ambas estén juntas ahora de esta manera, se merecen toda la felicidad del mundo —sonrió Nancy mientras les dio un pequeño beso a cada una en la mejilla.
—¡Gracias abuelitos! —exclamó Astrid abrazándolos, haciendo lo mismo Fernanda.
Después de lo que pareciere una media hora de saludar a sus invitados, se volvieron a sentar en la mesa principal, donde ya se habían levantado Michael y Emily tomando el micrófono ambos, siendo los mejores amigos de ambas, dirían unas palabras.
—Conozco a Fer desde hace ya veintidós años, junto a Erick y Robert son mis amigos más longevos en cuanto a relación. Pero ¿qué puedo decir que no sepamos ya de Fernanda? —rio un poco.
Detras de ellos estaban pasando fotos de la bajista desde recién nacida, cuando era una bebé, en su primer día del Kinder, con su primer bajo, con una patineta. Fotos de ella y sus amigos, de Astrid, de cuando estaba en la oficina, grabando o en algún show.
—Ella es una de las mujeres más capaces que conozco, es brillante, una mujer digna de las más grandes ovaciones del mundo y pudo decir que tengo el más grande honor de ser su mejor amigo, su hermano, su protector —se volteó hacia ellas —, agradezco cómo Astrid se convirtió en tu cimiento, cómo lograste salir adelante y ella fue tu motivo para ello. Ahora estoy aquí tranquilo sabiendo que no pudiste estar en mejores manos, emperatriz.
Fer peleó muy duro contra las lágrimas que se iban formando en sus ojos.
Emily tomaba el micrófono con una gran sonrisa.
—Astrid siempre fue una niña excepcional, sin embargo, estaba llena de dudas, era alguien que no se sentía valorada desde pequeña, y a pesar de ello, lucho para ser la gran mujer que es hoy. Es una dibujante excepcional, una madre digna de respetar y una esposa que ama a su pareja como nadie ha amado antes. Ella luchó con sus temores y sus dolores internos, pero jamás dejo de sonreír, buscando estar siempre feliz, llena de vida —Emily sonrió —, jamás dejó de lado a sus amigos, siempre estuvo ahí para nosotros y nos mostró el mejor lado de la vida.
De igual manera pasaron imágenes de la gótica de cuando nació, cuando empezó el kínder, sus primeros dibujos, en la primaria, donde aún se vestía de colores claros. Se enseñó su transición hacía la cultura gótica, una de sus más grandes pasiones, se pudo ver muchos de sus dibujos, mostrando su gran talento, y fotos también de ella a lado de Fer.
—Cuando llegó Fer a la vida de mi mejor amiga, pude volver a ver aquella sonrisa que tanto la caracterizó, escuchar sus risa genuina y no sólo llena de dolor y pesadumbre. Ella salió de toda la agonía que guardó en su interior, y comenzó a brillar, se volvió el sol en la vida de todos nosotros y cuando nació Annie su fulgor se intensificó. Ahora puedo estar tranquila que tienen a una persona que cuidará de ambas sin titubear, y sólo puedo decir, ¡gracias Fernanda por regresarme a mi mejor amiga!
Michael y Emily alzaron las copas.
—Por Astrid y Fernanda —dijeron juntos.
Todos los emularon.
Después de ello se comenzó a servir de comer, todos disfrutando los alimentos hablando de manera animada mientras que Fer y la gótica los veían.
Era un sueño hecho realidad.
Al terminar, Astrid tomó la mano de Fernanda, ayudándola a incorporarse, tomó su bastón para dirigirse a la pista de baile, donde estaban en medio de la misma viéndose a los ojos con una amplia sonrisa en sus labios.
Era su primer baile como esposas.
—¿Cómo te sientes reina? —preguntó Fernanda.
Tomó una de sus manos entrelazando sus dedos con los de su amada gótica a la par de que puso la otra en la cintura de la misma, mientras que Astrid coloco la suya en el hombro de Fernanda.
—Feliz...muy feliz Fer —sonrió la dibujante con un ligero brillo marcado en sus ojos, lágrimas de felicidad.
—Para eso vivo, para ver al amor de mi vida feliz en todo momento —se acercó a ella y rozó sus labios.
—Gracias princesita...por estar a mi lado... —musitó contra su boca la gótica.
—A ti por amarme tanto.
—Dime ¿Cómo no amarte Astrid? Eres la mujer perfecta, la chica de mis sueños, no tengo manera de demostrarte cuanto te amo porque todas las acciones se quedan cortas para poderlo describir y enseñarlo. Eres aquella persona que me sacó de mi oscuridad y me dio un motivo para seguir adelante en la vida, no puedo agradecerte lo tan bien que me tratas y como muestras siempre amarme a pesar de todo.
La gótica sonrió y besó a la bajista.
—Soy sólo tuya para toda la eternidad.
Con ello empezó una canción que conocían ambas, Dance d' Amour de una de las bandas favoritas de Astrid, The 69 Eyes.
Las dos se vieron a los ojos, comenzando un baile al compás de la romántica y lenta melodía. Sus movimientos eran sincronizados, la sinergia entre ambas era tan notable, cómo la luna manejando la marea.
—Te amo Astrid Lancaster-Lowllet —sonrió la bajista.
—Y yo a ti Fernanda Lancaster-Lowllet.
Pegaron sus frentes cómo acostumbraban en la universidad y se dieron un tierno beso de esquimal.
Lo habían logrado.
Nota de autor:
El epílogo saldra pronto, espero esten disfrutando esta historia.
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