Trazo #56: To/Die/For - Autumn Forever
Break the chains around my heart
Set me free
Let me breathe and let me fly
Away, away.
Era de mañana.
Fernanda se levantó temprano y preparó el desayuno para sus amigos que aún dormían. Habían tomado un poco de más mientras se la habían pasado hablando y riendo, recordando viejos momentos.
La bajista se notó muy feliz mientras cocinaba, tenía el corazón en las nubes sabiendo que en unas cuantas horas estaría ya casada con el amor de su vida, Astrid.
Después de tanto tiempo y dolor que ambas pasaron por fin podrían unir su vida en una.
Los huevos revueltos con tocino se cocinaban a fuego lento, mientras que la cafetera preparaba aquel amargo elixir mañanero para revivir. Los chicos no bebieron tanto ayer, pero sabía que ya no era cómo antes en la universidad, la resistencia se iba perdiendo eventualmente.
Tenía puesta la mesa cuando el timbre sonó, sabía que era Carrie para ayudarla con la pequeña Annie. Se dirigió con su bastón a paso sereno para poder abrir la puerta, viendo a su madrastra con ropa deportiva y una amplia sonrisa en sus labios.
—¡Fercita! —la abrazó la señora a lo cual respondió la pelinegra.
—¡Hola Carrie!
—¿Cómo te fue anoche? —la vio de reojo.
—Bien mamá, los chicos bebieron un poco y platicamos un buen rato —entraron a la cocina donde Fer le ofreció una taza de café.
—Gracias cariño —dio un pequeño sorbo —. Suena divertido, ¿Tú cómo te sientes?
—¡Muy Bien! Super emocionada por todo —le brillaron los ojos a Fer.
—Me alegro tanto por ello, de verdad que si te ves muy feliz Fernandita— comentó Carrie —Los pequeños ¿Dónde están?
—Están arriba —alzó la mirada hacia él techo.
La madrastra de Fer dio unos tragos más a su café y se despidió, ella se haría cargo de los niños hoy para que los padres pudieran apurarse con las cosas de la boda.
Se escuchó como en el transcurso la señora Lancaster saludo a los chicos a lo cual ellos respondieron con un bueno día, sus voces muy roncas.
Entraron a la cocina oliendo la deliciosa comida que les había hecho Fer.
—Buenos días futura esposa de Lowllet—dijo sonriendo Michael mientras se sentó en una de las sillas.
—¡Buenos días sarta de borrachos! —se carcajeó la pelinegra.
Los chicos sólo rodaron sus ojos divertidos.
—Eso es un golpe bajo Fercita —señaló Erick quien tomó una taza de café.
—En nuestra defensa ya no tenemos diecisiete años como para aguantar tanto— dijo Robert mientras robó un pedazo de tocino de la sartén ganándose un manazo de su amiga.
—Les concederé eso tercia de ancianos.
Carrie entró con Kiba, Annie Landon en sus brazos y el niño nipón ayudándola con Leila.
Annie corrió hacia Fer y la abrazó de las piernas.
—¡Mami! —la voz de la niña era de gran felicidad.
—Hola mi cielo, ¿Cómo dormiste? —con un poco de trabajo por su pierna se agachó a cargar a la pequeña para darle un beso en la mejilla.
—¡Bien! —la abrazó la pequeña, para que después bajarse y dirigirse a su lugar.
Con ello Fernanda comenzó a servir la comida con ayuda de Carrie dándosela a los chicos mientras ellos iban sirviendo vasos de jugo y posteriormente sentarse todos alrededor de la mesa para poder desayunar.
Casa de Emily y Robert, doce del dia
Astrid estaba sentada en el cuarto de Emily y Robert enfrente al tocador donde las chicas estaban arreglándola ya.
Tenía el cuerpo cubierto por ropa deportiva, no se iba a poner el vestido hasta mucho después, dando gracias a que Pietro, quien también iría a la boda, pensara en ello y haya hecho que tuviera una cremallera atrás y no tener que ponérselo por arriba.
—¡Por fin es hoy! —dijo muy emocionada Emily.
—¡Pareces más emocionada por la boda que la propia Astrid —rio Sayumi.
—No lo creo. Sólo ve como brilla Astrid, pero se contiene —señaló Amanda.
La dibujante estaba sonrojada ante los comentarios de sus amigas, pero tenían razón estaba gritando en su interior al saber que ya pronto estaría casada con la chica que más ha amado en la vida, era el mejor día de su existencia.
—¡Estoy muy feliz y emocionada! Créanme que lo estoy —aseguró la chica.
—¡Lo sabemos! Se te nota —señaló Jenny.
El timbre de la casa de Emily sonó, a lo cual iba fue ella abrir, viendo que era Mandy, con su vestido para la noche en un plástico portador.
—¡Hola Ems! —saludó la recién llegada abrazando a la gótica.
—¡Buenos días Mandy! Pasa por favor, siéntete como en tu casa —dijo la gótica.
—¡Gracias!
Con ello se dirigieron al cuarto donde estaban las chicas que preparaban a Astrid.
—¿Cómo se siente señorita Lowellet?—preguntó Mandy mientras saludó a las chicas.
—¡Muy feliz!
—¡Eso es genial! Se le nota —aplaudió la psychobilly.
Continuaron arreglando a Astrid, querían que quedara perfecta para ese día, ya que sería el más especial de toda su vida hasta ahorita, le pusieron mucho empeño.
Casa de Fernanda y Astrid
Siendo ya las tres de la tarde Fernanda se volvió bañar, disfrutando como el agua golpeaba su cuerpo relajándose. Eso la relajaba.
Y no estaba de más, pronto se uniría en matrimonio con la chica que había amado en los últimos siete años.
A sus ya veintitrés casi veinticuatro años no tenía manera de explicar todo lo que ella sentía por Astrid, era cómo que si amarla para ella fuera una regla universal.
Al terminar, salió del baño para dirigirse a donde estaba su traje que usaría ese día. Lo sacó del closet y del empaque de plástico negro que lo cubría. Lo dejó en su cama para después caminar con ayuda de su bastón hacia su cajón de ropa íntima donde tenía escondido lo que usaría ese día.
Se puso su brasier negro translucido junto a unos pantis similares, aunado a unas pantimedias negras.
Al verse al espejo sonrió, se veía muy bien.
Se dirigió hacía donde dejó su traje tomando primero la camisa negra de manga larga que se ajustó a su cuerpo bien, mostrando su tonificada figura, y realzó su pecho.
Se sentó en su cama para poder ponerse sus pantalones negros de igual manera los cuales eran slim fit, adhiriéndose bien a sus piernas, se sintió comoda con ellos.
Para finalizar tomó su moño que iba en su cuello, intentando ponérselo, pero se le dificultó, era la primera vez que usaba uno así.
Para su fortuna se escuchó un ligero toque en la puerta de su habitación.
—Adelante.
Eran sus amigos seguidos por Danna, todos ya en su ropa para la boda, siendo que sus padrinos, iban con trajes negros igual que ella, camisas blancas con una rosa blanca en sus sacos y moños en sus cuellos como parte de sus smokings.
Mientras que Danna traía un vestido un tanto corto negro de encaje, con medias de red y unos stilletos negros, con una flor adornando su cabeza, maquillada con una ligera capa blanca y unos labios rojos, se veía ella muy bien.
—Les dije que iba a tener problemas con el moño —comentó Michael mientras se acercó a su mejor amiga.
—Lo sabíamos, pero no importa para eso están aquí sus hermanos mayores —puntualizó Erick.
—Tienes razón Erick, para eso estamos aquí— confirmó Robert.
Michael tomó el moño de la mano de Fernanda para ponerlo alrededor de su mejor amiga y comenzar hacerlo el, midiendo bien que quedará perfectamente adherido al cuello de la bajista.
Al terminar se hizo para atrás el baterista con una sonrisa, mientras que Fernanda tomó los tirantes para ponérselos, y después el chaleco negro para colocárselo. Siguió el saco, se lo colocó a la par de que Erick le puso la rosa oscura en la misma prenda y Robert las mancuernas en forma de pentagrama en la camisa.
Michael le ayudó a sacar debajo de la cama una caja con unos zapatos negros de agujeta. Sin dejar que ella lo hiciera, su mejor amigo se los puso y amarró para ayudarla a levantarse dándole su bastón.
—Ahora todos salgan que tengo que hacer mi magia —dijo Danna corriendo a los chicos.
Casa de Emily cuatro P.M.
Todas estaban ya listas y maquilladas con sus vestidos de damas de honor, los cuales eran largos de tonalidad morada, con cierto acabado de flores negras y una faja oscura en la cintura, strapless, con tacones negros, siendo los de Jenny e Isthar abiertos mientras que los de Amanda y Emily cerrados.
Todas con un ramo de flores y tiara negras.
Mandy por su parte traía un traje negro de tres piezas con corbata roja y su cabello peinado hacia atrás con un paliacate.
Astrid ya estaba cambiándose en el cuarto, con un conjunto de lencería que sabía que volvería loca a Fernanda.
Un brasier que apenas y cubría su busto, transparente oscuro, con un hilo dental igual muy pequeño, mientras que tenía un liguero negro con rojo, del cual se sostenían sus medias lisas oscuras.
Se vio al espejo y se sintió muy sexy y sobre todo bonita, sabía que esto le iba a fascinar a su futura esposa, todo lo había ideado para ella, para que se muriera de lujuria y deseo.
Sacó del closet de Emily un amplio plástico donde estaba su vestido, para abrirlo y dejar ver lo hermoso que era.
Era largo, hecho de tela fina, de color negro con rojo, la chica lo extendió en la cama de su mejor amiga apreciando dicha obra de arte.
Era de rojo con negro, muy estilo victoriano sin hombros dejando desnuda esa parte de su cuerpo, de mangas cortas, con la tela vino por debajo de una traslucida de encaje negro. La falda larga con olanes en capas, igual cubierto de la misma manera que la parte de arriba.
La tela de abajo tenía ciertas imágenes sobre el mismo estilo, bajo relieve de flores, mientras que la negra se veía como maleza, lo cual contrastaba muy bien en la combinación, el corse era a la medida de Astrid.
Después sacó los zapatos elegidos para ese día, unos estiletos, negros que se amarraban al tobillo, pero que las correas pasaban entrelazadas enfrente del empeine de la gótica.
Emily entró a ayudarle, con el vestido, estaban en silencio y sonriendo.
Termino poniéndose su joyería que era un collar negro con piedra de obsidiana y ónix, que era unido por una fina cadena de oro blanco, portando una cruz gótica del mismo material.
Sus aretes eran de rubí sobre una superficie de plata, un tanto largos.
En su cabeza llevaba una tiara de diamantes negros, sobre una superficie de plata entrelazada con oro.
Su maquillaje era de base blanca con sombra roja, mientras que sus labios eran de un carmesí muy pronunciado, parecía una vampireza.
En ese momento entraron sus amigas para ver a la chica, quedando todas impresionadas por cómo se veía, era una mujer muy hermosa.
—¡Te ves hermosa Astrid maldita sea! —gritó Amanda sonriendo.
—Gracias — se sonrojó la gótica —¡Ustedes se ven igual de hermosas! Son las damas de honor más divinas de todas.
—¡No digas nada! Es tu noche —sonrió Jenny.
En ese momento igual entraron los señores Lowllet, quienes al ver a su amada hija en dicha vestimenta se les escapó el aliento.
—¡Te ves divina hija mía! —dijo el patriarca mientras se acercó a su primogénita para abrazarla y darle un beso en la mejilla haciendo lo mismo su madre.
—¡Gracias papis! —sonrió —. Gracias a todos por su ayuda, sin ustedes no lo hubiera podido, lograr.
Su corazón latía rápido, se veía perfecta, pero lo que más le importaba era que le gustará a Fernanda y sabía que lo haría, aquella vampiresa iba a tener a su emperatriz con ella muy pronto.
Se puso un velo negro alrededor de su cabello como la tiara, con un ramo de rosas negras y rojas.
Estaba lista.
Todos se dirigían a la limosina que ya las estaba esperando.
Salón de fiestas 18:30.
Fernanda ya estaba en el salón observándolo, todo adornado a gusto de su amada, con parafernalia gótica, había sido convertido en el castillo de un vampiro, tenía adornos de telarañas y muebles viejos, pero bien cuidados, mientras que murciélagos de utilería estaban colgados del techo, a la par de que las mesas tenían manteles negros con velas del mismo color en medio, cada mesa podría tener diez personas en ella.
Los candelabros estaban alumbrando con una luz blanca que hacía ver más lúgubre el lugar, pero de manera genial. A la par de que observó el arco donde se darían sus votos de fidelidad y amor.
Acicalado con rosas negras y rojas, en una perfecta estructura.
Astrid se había volado la barda, más al ver el menú estaba en las mesas adornado con fotos de ella y su amada, mostrando los platillos que servirían, los cuales tenían nombres extraños, como carne a la vampiresa, sangría de lobo, y cosas así.
Sus amigos se le acercaron y sonrieron de manera amplía.
—Tu chica sí que se voló la barda Fer —sonrió Michael.
—Lo se esto es perfecto —susurró la jovencita.
Fernanda por su lado se veía hermosa de como la habían arreglado, con su cabello suelto en caireles, y maquillaje ligero, de color negro con naranja, en sus sombras y un perfecto delineado aunado a ello sus labios eran de un color rojo suave.
Cuando la vieron salir de su cuarto los chicos habían quedado boquiabiertos de lo hermosa que se veía con su traje y maquillaje, sin duda alguna su hermana era una de las mujeres más bellas del mundo.
La fila de sillas estaba enfrente al altar dividida en dos lados, todas con un cobertor negro con un murciélago en ellos, se veían muy originales.
La fila de sillas estaba enfrente al altar dividida en dos lados, todas con un cobertor negro con un murciélago en ellos, se veían muy originales.
Mucha gente iba llegando, amigos del trabajo, los abuelos Fritzgerald, familiares de la banda, antiguos conocidos de la facultad y demás.
Carrie llegó con la pequeña Annie que traía un vestido negro de princesa con unos pequeños flats en sus pies, peinada muy similar a Fer, mientras que Kiba traía un pequeño smoking, negro que lo hacía ver muy bien.
Leila un vestido negro con naranja estilo calabaza y el pequeño Landón un smoking diminuto.
Llegando las seis con cincuenta el ministro de la boda ya estaba posicionado en el arco esperando todo mientras se iba a llenando el salón donde los invitados iban tomando su lugar.
—Es hora Fer, Astrid está a unos minutos —dijo Michael mostrándole el mensaje que venía por parte de Amanda.
Todo mundo ya estaba en su lugar cuando la música empezó a sonar, era Claro de Luna de Beethoven. Con ello los tres chicos, Michael a lado derecho, Erick del izquierdo, mientras que Robert detrás de ellos caminaron hacía el altar, donde dejaron a Fer, tal como lo habían prometido hace tiempo.
Todos se pararon alrededor de Ella y besaron su frente de manera fraternal.
—Se muy feliz Fecita te lo mereces —sonrió Michael viéndola a los ojos.
—Lo seré con ella y ustedes a mi lado.
Los chicos se pusieron a lado de Fer.
Ella estaba muy nerviosa, vio la hora, eran las siete, en cualquier momento, iba a entrar por esa puerta su amada, aquella mujer que tenía su corazón desde hace años y que jamás podría dejar.
Y paso entonces, la melodía del pianista se detuvo, tocando ahora la famosa pieza del Canon in D del compositor Pachelbel.
Primero entraron las damas de honor, cubriendo a Astrid, pero se fueron abriendo y dejaron ver a Fer a su futura esposa.
El aliento se le escapo en esos momentos.
Nota de Autor:
Estamos prontos a terminar la historia, ¿Qué les esta pareciendo?
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