Trazo #52: BoysLikeGirls - On Top of the World
Let's spend tonight on top of the world
And we can do anything, we can be anythingI'll meet you tonight on top of the worldAs real as it seemsYou're only in my dreams
Beyond The Light estaba teniendo mucho éxito, todo gracias a la salida del EP del Guardian del Duat se había consolidándose como una de las bandas más prometedoras de ese año dentro de la escena del Deathcore.
El señor Mcallister estaba muy contento con todo el gran desempeño que tenían esos chicos, sobre todo al ver que Fernanda era una gran líder tanto con la empresa cómo con su propia agrupación.
De igual manera la fama de los chicos estaba creciendo mucho gracias al street team, del cual era jefa Lily Ross, la hermana pequeña de Michael y su novio Ruben Camargo.
Por su parte, Dana y Mandy ya habían partido para Arkansas pero seguían en proceso de mudanza ya que tuvieron un tour. Pero le prometieron tanto a Astrid cómo a Fer que estarían ahí para la boda. Sabían que este era un gran paso para la agrupación de Psychobilly quienes ya habían conseguido sus dos nuevas integrantes.
Eran Malaika King, una chica afrodescendiente que tocaba el contrabajo, de ojos azules y rostro coqueto, había volteado más de una mirada en la disquera, con sus tatuajes referente al género de horror en las películas.
La otra integrante era una jovencita latina llamada Natalia Rodríguez, de ojos verdes y cabello negro, teniendo un estilo muy pinup girl, pero con aquel toque gótico característico del psychobilly, era una chica muy bonita.
Fer y Astrid estaban muy felices por ellas.
Las chicas estaban en su casa un martes por la tarde después de haber regresado del trabajo, disponiéndose a comer, Mandy y Danna, seguían en tour, aún les faltaba unas cuantas semanas para regresar Boston y terminar la mudanza.
Annie niña las extrañaba mucho, se habían convertido en parte de la pequeña familia que tenía, incluso Fer y Astrid se les hacía la casa vacía sin ellas.
Les gustaba aconsejarlas en todo lo que se pudiera en cuanto a su relación, eso hubiera sido algo que les gustaría tener cuando habían empezado a salir juntas, sin embargo, tenían la oportunidad de ayudar a una nueva pareja en ello y que no cometieran sus mismos errores.
Astrid sacó la comida de la estufa, carne marinada con ensalada cesar, cuando sonó el celular de Fernanda, ganándose una rodada de ojos por parte de la gótica. Era de lo poco por lo que peleaban, el trabajo fuera de la oficina.
Siempre se la pasaban buscando a la chica jefa cuando había un problema en la disquera, muchas veces incluso la dibujante tomaba el celular de su pareja, se lo quitaba y apagaba para que pudiera tener momentos calmados en su tiempo de descanso, sin embargo, esta vez algo la detuvo de hacerlo.
—Diga —se escuchó decir a Fernanda.
—Jefa...se nos acaba de avisar que el señor Mcallister acaba de fallecer —era la voz de Alina, se notó que estaba llorando.
Las palabras golpearon como balas a los oídos de Fernanda, esa era sin duda alguna una de las noticias que menos esperó escuchar
—¿Qué estás diciendo Alina? —respondió un tanto golpeado la Fernanda.
—El señor Lawrence llamó hace dos minutos y nos informó que el el jefe Mcallister murió de un paro cardiaco hace dos horas en un hospital de Nueva York.
El jefe de todo Sony era una persona muy querida en la empresa por todo el personal, desde el más nuevo mensajero hasta Lawrence y Fernanda que eran los jefes de las regiones del país.
La mujer tatuada quedó paralizada en su lugar, mientras Astrid se había cubierto la boca sorprendida, gruesas lagrimas caían de su rostro, era algo que no esperó nadie.
Esto era un golpe muy fuerte para toda la compañía.
—¿Cuándo será el funeral? —cuestionó Fernanda.
—No sabemos, el señor no tenía familia y no hay nadie que se haga cargo de eso...—respondió una muy triste Alina.
—¿Ni su abogado ni nada?
—No, no nos podemos contactar con él —dijo Alina.
—Voy para allá Nueva York —dijo Fernanda.
—Ok jefa, nosotros nos hacemos cargo de las cosas acá. El señor Lawrence irá pasado mañana allá con ustedes, nos dijo eso antes de colgar —mencionó Alina.
—Entendido, me haré cargo de todo lo que se tenga que hacer allá.
Colgó la llamada.
Astrid se le quedó viendo aún con lágrimas, el señor Mcallister había sido muy querido por la gótica, siempre fue atento con ella y la ayudo a despegar como artista al haber hecho esa gala con sus obras.
—Estaré en Nueva York unos días amor —dijo la bajista.
—Iré contigo —contestó Astrid, no planeaba dejarla sola.
—¿Y Annie?
—Ya, les avise a mis papás de esto, se quedarán con ella unos días en lo que arreglamos todo allá. Vas a necesitar todo el apoyo que puedas tener — mencionó decidida Astrid.
Ella sabía que esto había sido duro para Fernanda, ella admiraba al señor Mcallister mucho, como un segundo padre, estaba luchando la pelinegra con no llorar, se le notaba en sus rojizos ojos.
Fer sólo asentía.
Todo fue en un flash, dejaron apartado un carro en la agencia de renta en el aeropuerto JFK de Nueva York. Astrid se encargó de empacar la maleta, con todo lo necesario, cambios de ropas, productos de limpieza personal, todo para lo que ella calculó una semana para dejar todo arreglado.
De igual manera Astrid le marcó a Erick para pedirle el favor de que las llevaran, ya que Michael tenía las manos llenas ya que Landon, su hijo, había nacido hace unas cuantas semanas y tenían las manos llenas él y su pareja.
De igual manera Fernanda rentó una habitación en el Ritz Carlton por una semana, para que pudieran hospedarse, mientras arreglaban todo allá.
Iba a ser una semana pesada.
Los abuelos Lowllet llegaron en un flash por la niña siendo recibidos por Astrid mientras Fernanda estaba terminando de arreglar todo por teléfono para el viaje.
—Hija, ¿Todo bien? —preguntó al entrar su madre.
—Falleció el jefe de Fernanda mamá y no hay quien se haga cargo de nada de él, al no haber tenido familia ni nada por el estilo.
—¡Válgame el cielo! lamento escuchar eso —comentó el señor Lowllet.
—Gracias por ayudarnos con Annie estos días, intentaremos no tardar —comentó Astrid mientras la pequeña ya tenía su mochila de viaje lista para irse una semana con sus abuelos, eso la emocionó.
—Te portas bien con tus abuelos ¿Entendido? —dijo la gótica sonriéndole y dándole un beso mientras Fernanda se unió a la plática saludando a sus suegros.
—Gracias por su apoyo señores —sonrió Fernanda, pero sus ojos se notaron apagados.
—No hay nada que agradecer Fernandita, lo hacemos con mucho gusto— dijo Elizabeth —. Cualquier cosa que necesiten en Nueva York no duden en márcanos.
—¡Gracias!
Las chicas se despidieron de Annie un poco tristes pero la chiquilla se veía emocionada, ajena a lo que pasaba y era mejor así, ya que no querían acongojarla con preocupaciones de adulto, ya lo había sufrido cuando paso lo del señor Lancaster.
Unos diez minutos después de la partida de chiquilla, tocó la puerta Erick, quien ayudó a las chicas primero abrazándolas y posteriormente tomando la maleta de ambas para subirla al carro.
Jenny venía con él y de igual manera las abrazo fraternalmente. Ella entendía mucho este tipo de cosas ya que había perdido una figura que admiraba en la universidad, un profesor que siempre la apoyo, sabía por lo que pasaba la pareja.
—Todo saldrá bien chicas —dijo el vocalista intentando animarlas de lo apagadas que se veían.
—Esperemos amigo, de verdad que esperemos que si—comentaba la bajista cabizbaja.
Llegaron al aeropuerto, donde fueron al mostrador al paso de Fernanda quien dio las claves del vuelo, siendo atendida por una señora, quien les pidió las identificaciones también.
La pelinegra se las dio sin perder el tiempo.
La que las atendió se puso a buscar las claves encontrándolas en primera clase en un vuelo que saldría a las nueve con treinta y dos de la noche. siendo las ocho con veinte, les dio el pase de abordar e indicó la sala de la que saldrían, para posteriormente documentar su maleta.
Erick y Jenny las acompañaron a la puerta, donde el vocalista abrazó a ambas, dándoles un beso en la frente.
—Cualquier cosa que necesiten por favor no duden en llamar, a la hora que sea—dijoJenny.
—Lo haremos— contestaba Astrid.
Entraron a la puerta para ir a la sala de abordaje, pasando a un SevenEleven a comprar agua para Astrid y un jugo de naranja para Fernanda y de ahí irse a paso lento a su destino.
—No lo puedo creer —dijo Astrid con una mueca de tristeza.
—Yo tampoco preciosa, el señor se veía tan fuerte, tan lleno de vitalidad que me cuesta mucho imaginarme lo que paso. De verdad no tengo palabras para describir el shock en el que estoy —Fernanda le dio un sorbo a su jugo de Naranja —. No se veía mal en la última junta hace dos semanas, me cuesta trabajo procesarlo.
—Lo sé, esta es la noticia que menos esperaba —comentó la gótica.
Aguardaban un rato sentadas en la sala de espera, donde a las nueve se comenzó a llamar para abordar siendo ellas de las primeras por la pierna de Fer.
Ingresaron sentándose en sus asientos, tomando Fernanda el de la ventana.
Los preparativos estaban listos para la hora estipulada, para comenzar el despeje.
El viaje iba sin problema alguno, la bajista iba escuchando música mientras que Astrid tomó una pequeña siesta.
La bajista vio hacía afuera todo el viaje, analizando lo ocurrido, se sentía triste, y entendió que Lawrence y ella se tendrían que hacer cargo de la disquera.
Al llegar fueron al carrusel de las maletas donde Astrid tomó la de ellas para después dirigirse al sitio de renta de carros donde pagaron por la semana dejando la cuenta abierta y tomaron el vehículo.
Fer manejaría mientras que Astrid iba poniendo la dirección del hotel.
Se metieron en el tráfico de la gran ciudad, pero lograron salir del mismo para apresurarse a su destino, donde al llegar dejaron el carro en él valet parking.
Al llegar a la recepción fueron atendidas por un hombre de mediana edad que al verlas ponía cara de pocos amigos.
—¿En qué les puedo ayudar? La comida para ayudar a la gente en situación de calle no es el día de hoy —dijo de manera despectiva mientras vio de arriba para abajo a las chicas juzgándolas por su apariencia.
Fernanda no estaba de humor, y eso detonó su enojo.
—Mira imbécil, acabo de marcar hace cuatro horas para hacer una reservación bajo el nombre de Fernanda Lancaster, así que cierra el hocico y dame la llave del cuarto —azotó su tarjeta de crédito junto con su identificación oficial en el escritorio asustando al chico que las atendía.
El empleado verificó las cosas en su computadora poniéndose pálido.
—¡Una disculpa señorita Lancaster, no fue mi intención!
Fernanda lo ignoró mientras vio como pasaban su tarjeta de nuevo, para posteriormente tomar las llaves electrónicas que les daban y subir a su habitación, la quinientos veintitrés.
Dejaron todo en su cuarto para volver a salir del mismo con dirección de nuevo a pedir su carro.
Salieron disparados para el hospital Monte Sinai, mientras que en el trayecto iba hablando Astrid a la mejor casa funeraria para contratar el mejor paquete para el señor Mcallister.
Al llegar al sanatorio se acercó Fernanda a la recepción presentándose mostrando su identificación de Sony y el motivo por el que estaba ahí.
La enfermera analizó las cosas y vio la información en el expediente del occiso.
—Señorita Lancaster, lamentamos mucho su perdida, el señor Mcallister la anoto como la única persona que podría recuperar su cuerpo.
El corazón de Fernanda latió muy fuerte, aquel gran señor solo confiaba en ella y era algo que siempre dijo en las juntas ganándose unas pocas enemistades.
Pero no le importaba, ella siempre hacia bien su trabajo y sus números lo mostraban.
Todo el trámite había sido un poco tedioso, firmó varios papeles, pero cuando se dispuso a pagar la cuenta del hospital la detuvieron.
—El señor dejo todo pagado antes de su partida y nos pidió que le diéramos esto —comentó la enfermera mientras le dio una hoja de papel junto a una llave con lo que parecía la letra del jefe de Sony.
—Entonces ¿el infarto no fue fulminante? —preguntó Fer.
—No fue infarto señorita Lancaster, se nos pidió que no le dijéramos más que a usted que fue el cáncer que ya no soportó su cuerpo.
El corazón de Fer se hizo pequeño, pero tomó las cosas que se le dieron.
Mientras ella hacía todo esto, Astrid ya estaba en contacto con el servició funerario el cual llegó en media hora mientras terminaban los tramites del cuerpo.
En el trayecto sacó la carta para leerla, mientras ahora Astrid manejaba.
Querida Fernanda:
Si estas leyendo esta carta es que no estoy ya en este mundo, lamento todo el problema en el que te he puesto, pero era la única persona cercana a mí en la que confiaba.
Parece que finalmente la muerte me alcanzó después de disfrutar tanto la vida, no me arrepiento de nada ya que, a pesar de no tener familia, te pude conocer a ti.
Aún te recuerdo, una secretaria temerosa con un dolor profundo en su corazón, una chiquilla que dio todo de sí, por eso quede fascinado con tu manera de trabajar, resolvías todo y lograste ser la mejor, me siento como un padre orgulloso.
Por favor contacta después de mi funeral al abogado Kent, él tiene mi testamente al igual que las siguientes órdenes para Sony, sé que lo lograras.
¡Gracias por ser esa hija que nunca pude tener! ¡Cuida a la hermosa Astrid!
Atentamente
Franklin Mcallister.
Las lágrimas por fin cayeron de sus ojos, estaba muy triste, pero a la vez feliz al observar y leer cuanto el antiguo jefe de Sony la admiró.
El proceso fue rápido, lo velaron durante unos cuantos días para. Ya estando Lawrence junto a otras personas de alto rango de la disquera, pudieron despedir del señor Mcallister, era sin duda un momento triste para todos.
Al terminar todo lo necesario, dos personas se le acercaban a Fernanda, las cuales conocía muy bien, el señor Cauler y el señor Queen, ambos partes de la mesa directiva de Sony.
—¡Buenas noches señorita Lancaster! — dijo el señor Queen, bajito de ojos negros y un poco regordete.
—Buenas noches.
—Iremos directo al grano, ya que sabemos que a usted le gusta eso —comentaba el señor Cauler, mientras se cercioró que nadie estuviera cerca.
—La última voluntad del. buen Franklin nos pidió que estuvieras en la mesa directiva de la compañía —comentaron,
La chica se sorprendió un poco.
—¿Por qué? —cuestionó.
Aún estaba sorprendida.
—Tienes talento nato para los negocios hija, eres lista y llena de experiencia a tu corta edad, así que empezaras en la mesa dentro de seis meses, después de tu luna de miel —sonrió el señor Cauler.
—Comprendo...
Se sintió a pesar de todo feliz de ello, había logrado avanzar más en los escalafones de la compañía, aunque no le gustó la manera de hacerlo.
Se dieron media vuelta y se fueron.
Él cuerpo del señor Mcallister había sido cremado y sería guardado en una cripta que tenía comprada desde hace tiempo en la catedral del estado.
Los días pasaron y cumplieron su último deseo, ir a ver al abogado Kent, quien las recibió en su despacho.
—Buenas tardes señorita Lancaster y señorita Lowllet —dijo de manera formal el abogado.
—Buenas tardes — respondieron ambas.
El licenciado sacó unos papeles entre ellos el testamento de Franklin.
—Bien como sabrán, el señor Mcallister no tenía a nadie cercano, ni familia, así que leeré su testamento.
Se limpió la grgante;
"A lo largo de mi vida, he podido juntar mucho dinero, carros, Joya, propiedades y demás, pero jamás me preocupe por ver a quien se las dejaba, digo al no tener familia no había quien podría tomarlas, así que decidí lo siguiente.
Todo mi dinero, mis propiedades, joyas y demás pasan a ser de las señoritas Fernanda Lancaster y su pareja Astrid Lowllet, quienes han sido unas hijas para mí al haber procurado tanto y muchas otras infinidades de cosas que habían hecho por mí.
Lamento no haber seguido vivo para ver triunfar no solo en los negocios a Fernanda o en el arte a Astrid, pero sé que sin duda ellas lograrán grandes cosas, más al Fernanda tomar mi puesto mientras que Astrid será promovida a jefa de portadas a nivel nacional, ya dejé todos los tramites hechos para ello
Tomen esto como mi regalo de bodas."
Esto sorprendió a las chicas viéndose la una a la otra.
—¿Nos dejó todo? —preguntó incredula Astrid.
—Así es señorita.
El último acto de amor del jefe había sido asegurarles una gran vida, y lo logró.
Las chicas estaban llenas de vitalidad y sólo veían hacia adelante a pesar d ela tormente.
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