Trazo #43: Nightwish -Ever Dream
Would you do it with me
Heal the scars and change the stars
Would you do it for me
Turn loose the heaven within
Dos meses pasaron desde el secuestro de Annie y Fernanda.
Ya estaban de nuevo en casa. Annie estaba bien, ya había comenzado terapías con una psicóloga y con el apoyo de su familia inició el proceso de control de su estrés post traumático. Sus madres la procuraban mucho y verla sonreír de vez en cuando les daba esperanzas de que todo estaría bien.
Lo que señaló la terapeuta es que tenía cierto miedo a ser reprendida al hablar, lo cual le dificultaba que hablara de manera fluida tartamudeando un poco, siendo la razón Jacobson, le tenía pavor a la sola mención del nombre. Sus ojos de movían de manera rápida cuando había un comentario de él en la sesión.
La terapía comenzó a ayudar a la infanta, en ese aspecto, pero cómo bien había mencionado la doctora, iba a ser un camino largo para que la niña se recuperara de todo.
Otra cosa que derivó de este suceso fue que los chicos de la banda tomaban turnos de pasar cada día el mayor tiempo posible en la casa de Fernanda y Astrid.
Las dos estaban trabajando de casa, todo gracias al apoyo del señor Mcallister, habiéndoles dado Home Office. Ya que a las dos semanas esta Fernanda se negaba a estar sin poder realizar sus responsabilidades en la oficina, odiaba estar de inútil, cómo ella decía.
El proceso de Fernanda hacia la rehabilitación sería muy largo, siendo que la doctora que la operó le señaló a ella y a su pareja que no había mucha posibilidad de recuperar el movimiento en su pierna debido a la manera que se le fue destrozada, tenía que usar ya bastón de por vida.
Su rotula quedó hecha polvo, mientras que su fémur presentó varias rupturas junto a fisuras por el salvajismo con el que había sido atacada, sin contar que su tibia había sido partida a la mitad.
Llevaba ya dos meses con la férula, se la quitarían el siguiente, algo que la tenía emocionada y la puso de buenas, de cierta manera, a pesar de tener que estar usando muletas.
Su costilla se había recuperado muy bien, no tendría problemas con ella por fortuna.
Astrid tenía que ayudarla a moverse de un lado a otro, en la casa. Sabía que su amada lo hacía con mucho gusto, pero odiaba ser una carga para ella.
El cansancio físico se notó en su amada, estaba agotada.
Cuidaba de ella y de su hija Annie, pero la gótica jamás se quejó, quería que Fernanda junto a su pequeña pudieran tener la mejor recuperación que se pudiera.
Pero a pesar de todo eso, Lancaster se sentía cómo una inútil, una carga. Más cuando sus amigos tenían que ayudarla a bajar escaleras o cargarla para llevarla de un lado a otro.
¡Ella estaba ya frustrada!
Era un sábado por la mañana cuando Astrid lavaba los platos el desayuno, Annie estaba con ella ayudándola en todo lo posible, lo cual había sido una sugerencia por parte de la psicóloga para que la pequeña pudiera continuar superando aquel trauma, hacerla sentir incluida en todas las actividades posibles.
—¿Te gustó el desayuno cariño? —preguntó Astrid a su hija.
—Es..tuvo rico mami, g-gracias —contestó un poco sonrojada.
La gótica notó cómo la pequeña se esforzaba día con día para salir de lo que estaba pasando, a pesar del miedo que aún se notaba en su mirada, ella seguía buscando mostrar que estaba bien tanto a ella cómo a su mamá Fernanda.
Continuaron con la actividad cuando escucharon un gran golpe en la parte de arriba de la casa, habían dejado a Fer unos minutos sola.
La gótica cómo la niña salieron disparadas a checar a Lancaster.
Al llegar vieron a Fernanda en el suelo con sus muletas al lado, lágrimas adornaron sus ojos, no de dolor sino de frustración, se notó en su semblante.
—¡Maldita sea! —golpeó con su mano abierta el suelo Fernanda.
Se sostuvo de la cama poniendo toda la fuerza posible en su pierna que no estaba lastimada y apoyándose de la cama para poderse parar.
Astrid no dudo en moverse de manera rápida y la ayudo, notando que Fer intentó ocultar su rostro lleno de lágrimas.
—¡No me tienes que ayudar siempre Astrid! Sí puedo sola —dijo de manera tajante la azabache haciendo que la dibujante alzara la ceja con una sonrisa en su rostro.
—Qué bueno que no me importa eso ¿No crees? —señaló la dibujante.
—¡Astrid tú tienes cosas que hacer! No quiero que pierdas tu tiempo intentando ayudarme en todo lo que no puedo hacer, tienes que cuidar a Annie en lo que yo me recupero.
—Tu eres quien me necesita ahorita princesita y no me importa lo que digas —sonrió mientras se sentó a lado de ella y besó su mejilla —, en las buenas y en las malas.
—¡No quiero ser una carga para ti! Sólo soy eso amor —murmuró la jovencita viéndola a los ojos.
Astrid entendió la frustración de Fernanda, a su edad ya de veinticuatro años, tener que estar usando un bastón debía ser muy frustrante, pero ella estaba ahí para aminorar la carga.
—No lo eres cariño, entiende algo, estoy aquí porque te amo, adoro poder cuidarte y siempre procurarte, ya sea para tus medicinas, cómo para apoyarte con tus terapias, jamás te soltaré —comentó —, estábamos haciendo nuestro castillo, sólo recuerda algo, Roma no se construyó en siete días.
Le dio un pequeño beso en sus labios.
Esto calmó un poco a la bajista y le sonrió.
Fernanda estaba agradecida con Astrid, la amaba con todas sus fuerzas. Había estado con ella diario en el hospital, quedándose a dormir diario y trabajando desde ahí, solo regresaba a casa a bañarse, dormir unas horas.
Sin embargo, no estaba sola, siempre se turnaban las chicas en cuidarla, sobre todo Jenny e Ishtar quienes estaban al pie del cañón con el apoyo que les habían brindado.
—Hoy van a venir todos, quieren pasar tiempo con nosotros y ver como estas—dijo Astrid.
—¿Tenemos algo para darles de comer? —preguntó la bajista viendo a su prometida.
—Si, pedí ocho pizzas —sonrió mientras la acarició acercándose a ella para darle un pequeño beso en los labios, el cual fue respondido por la chica tatuada.
—Perdóname por no ser muy útil estos días amor —susurró la bajista mientras bajó su mirada un poco triste.
—Princesita no te debes de sentir así, de verdad deja de pensar en ello, tu fuiste muy valiente al defender a Annie— señaló Astrid a la pequeña que estaba con ellas en esos momentos acurrucándose en su mamá biológica dejando salir un pequeño suspiro.
—La cuidaste y créeme que es hermoso saber que lo hiciste de tal manera como si tu vida dependiera de ello, gracias por amarla tanto. Eres la mejor pareja que alguien pueda desear, de verdad que estoy agradecida con que estes a nuestro lado —acarició el cabello de su hija sin dejar de ver a su amada.
—¡No podía dejar que ella fuera lastimada amor! Créeme que jamás dejaré que eso pase, amo demasiado a nuestra hija. ¡Moriría por las dos! Mientras ustedes estén felices y bien yo estaré completa.
Las veía enternecida, las amaba, aquella chica gótica era el amor de su vida mientras que Annie era su hija y la adoraba como nada en el mundo.
—Dime Fernanda ¿Cómo no amarte? — se cristalizaron los ojos de Astrid viéndola —¡Eres perfecta! Una luz en la vida de cualquiera, tú eres mi centro, nuestro cimiento, sin ti no hubiéramos podido salir adelante solas, de verdad gracias por amarnos tanto.
—Gracias mami —susurró Annie —, por ti estoy bien y te hice algo.
Salió corriendo del cuarto en dirección del suyo donde escucharon que había abierto su mochila escolar, las dos se voltearon a ver con la ceja levantada, pero sonriendo.
La niña regresó con su cuaderno de dibujo, abriéndolo en una página en particular en la cual había dibujado a una mujer de cabello negro con un traje de SuperGirl.
—Tú eres mi heroína favorita, tú eres cómo la prima de Superman, siempre me cuidaste y por eso los malos te hicieron cosas feas. ¡Te amo mami!
Fernanda tenía unas cuantas lágrimas en su rostro al momento de que recibió el dibujo por parte de Annie.
—Gracias...pequeña —susurró —. Siempre podrás confiar en mi Annie, estaré ahí para ti y mamá Astrid.
Jaló a su hija hacia ella para que estuviera en medio de la gótica y su cuerpo para abrazarlas a las dos.
—¡Las amo más que a mi propia vida!
Se unieron en un fraternal abrazo, donde sabían las tres que estaban a salvo de cualquier cosa, eran una familia sólida y llena de esperanzas, que nunca se iba a desmoronar pasara lo que pasara.
—Estamos aquí para ti princesita, eso jamás lo dudes —dijo Astrid.
En ese momento se escuchó el timbre de su casa, a lo cual se paró la gótica y Annie se quedó con Fer, para ayudarla a pararse.
Caminaron de manera lenta hacia las escaleras y vio a toda su familia ahí.
Cada uno alzó su mirada para ver a la azabache, le sonrieron a lo cual ella respondió.
Era cómo había dicho Astrid, estaban construyendo su castillo en el cielo.
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