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Trazo #40: Infant Annihilator - PlagueBearer

Glistening jewels hidden under the filth of poverty
Laying in wait, dormant, till the horde rains down to feed
Creeping within the shadows, they seek out lost souls
Deep in their nightmares
Embedded in their bones

Fernanda y el señor Mcallister habían hecho hace unas semanas una exposición con todas las pinturas de Astrid que había sacado en los últimos meses, ya sean portadas para discos o sólo dibujos que ella plasmo en algún lienzo o cuaderno.

EL CEO de Sony había tomado un gran interés en la joven dibujante al igual que en Fer, señalando que Astrid tenía un gran talento que debía ser conocido por todo el mundo, más cuando esta le hizo un retrato de él mismo, el cual quiso pagarle por haberlo hecho, pero la gótica se lo obsequió.

En la exposición fueron muchas personas de renombre dentro del arte y la música donde compraron algunos dibujos y portadas de la dibujante, logrando vender alrededor de cuatrocientos mil dólares en una sola noche. Todo con ayuda de Fernanda junto al protector de ambas.

Esto hizo muy feliz a Astrid quien metió todo ese dinero no en algo para su persona sino en un fondo para la universidad de Annie, quería darle la mejor educación posible, a lo que Fer hizo lo mismo poniendo la misma cantidad que su esposa.

Eran un gran equipo.

El nuevo propósito que tenía la gótica era abrir una galería de arte para poder mostrar no solo las portadas que hacía sino también dibujos que tenía independientes de ella, desde ilustraciones de paisajes, pasando por animales, bocetos y retratos de Fernanda, su hija y amigos.

Ese había sido el sueño de la gótica desde que era pequeña, tener su propia exposición con su arte, llena con todo su talento plasmado en los lienzos, quería sobresalir como la gran artista que era, tal como hacía su prometida, aquella gran musa de la música.

Admiraba de sobremanera a su pareja, aquella mujer que había logrado sus sueños a pesar de todos los obstáculos que la vida le había puesto, su esquizofrenia, su depresión, su ansiedad, el dolor que ella le había ocasionado y con todo ello era una de las mujeres más exitosas de todo el mundo.

No le temía a nada, defendía a Astrid y Annie como una fiera diosa de la guerra, no dejaba que nadie osara lastimarlas, se sentían ambas protegidas por Lancaster, por aquella emperatriz de la escena, nadie se osaba meter con ella, era demasiado amada y admirada en las contraculturas, la dibujante se sentía orgullosa de todo lo que su amada había logrado.

Estaba en el centro de Boston con Jenny, Amanda, Emily junto con su pequeña ya de un año Leila e Ishtar, Kiba se había quedado en casa de uno de sus amigos del colegio jugando videojuegos, no le gustaba salir de compras con sus tías o mamá, ya que se tardaban demasiado eligiendo cualquier cosa. Lo cual por obviedad aburria al pequeño nipón, por ende, decidió no acompañarlas.

Ese día Annie había decidido quedarse con Fernanda en la oficina, ya que los señores Lowllet estaban de viaje. Carrie, quien seguía teniendo contacto con la pareja, tenía una cita médica y no podían cuidar a la pequeña ninguno de ellos.

Aparte de que Annie acaba ya de cinco años, no tenía muchas ganas de ir al centro a buscar un predio para la galería de su madre biológica.

De hecho, aprovechaba eso porque Fernanda casi no la regañaba de estar jugando Switch todo el día en sus días libres de la escuela, mientras que Astrid si le tenía medida la hora de juego, dejándola jugar por lo máximo tres horas al día divididas en la mañana, tarde y noche. A la gótica no le gustaba que estuviera tanto tiempo metida en ese aparato, pero tampoco se lo prohibía, todo con medida.

Sin embargo, la pequeña aprovechaba siempre de quedarse con la bajista, así podía jugar más de su tiempo permitido, algo que lo sabía muy bien Astrid, pero no decía nada, una vez al mes no lastimaba a nadie.

—Entonces ¿Cómo vas con lo de los bocetos? —preguntó Amanda mientras pagaron los cafés de Starbucks que habían comprado.

Salieron y caminaron al predio donde tenían la cita.

—Si, ya tengo varios, ahorita estoy trabajando en uno de Fernanda tocando el bajo —dijo la gótica tomando un sorbo de su frapuccino.

—La vas a romper amiga, eso lo sabes —sonrió Emily.

—Estaba pensando que tu pusieras tus esculturas también ahí...— decía la dibujante viéndola de reojo.

—¡Ay amiga! Me gustaría, pero Leila toma mucho tiempo, ahora te entiendo cuando estaba todo el tiempo con Annie a esa edad, son demandantes los niños.

—No me digan eso —susurró Amanda, quien estaba un poco intranquila.

—¿Qué tienes Amanda? —alzó la ceja Isthar mientras que Jenny le tocó la frente cerciorándose que no estuviera enferma.

—Es que...

Las palabras se atoraron en su garganta, tenía los ojos aguados y pareciese muy intranquila, se estaba hiperventilando, como si algo malo estuviera pasando en esos momentos, a la par de que se tocó el vientre.

Astrid tomó el brazo de su amiga y la guío a una banca que estaba cerca, a la par de que Jenny había entrado a comprar agua a la tienda cercana de ahí e Ishtar le echó aire con una revista de música que había comprado, Emily vio la escena tratando de calmarla haciendo pequeños círculos en la espalda de la chica.

La novia de Erick le dio el agua a Astrid quien se echó un poco en la mano y pasando el líquido por el cuello de la arquitecta, quien se recuperaba lentamente con pequeños respiros, manteniendo la calma mientras veía a sus mejores amigas.

—Gracias chicas...discúlpenme —musitó la muchacha mientras tomaba un poco del agua que había traído Jenny.

—¿Qué pasa Amanda? —preguntó Isthar viéndola a ella y de ahí a su vientre.

—Es que...estoy embarazada...pero Michael aún no sabe...saben que a él no quiere niños...—susurró llena de angustia.

Todas se le quedaron viendo, ya que lo que decía era cierto.

Michael no quería hijos, siempre se pronunció en contra de él tenerlos. Él amaba a sus sobrinos, pero no se veía como padre, como muchas veces lo dijo, el sería un pésimo padre, algo que esta Amanda siempre le comentó que no era cierto, que el sería el papá más maravilloso del mundo.

—El jamás te dejará, eso lo sabes Amanda —dijo Astrid —, es cómo una ley física, sin ti no hay Michael, tú eres la luz de sus ojos.

—No quiero obligarlo a tener un niño y yo sí quiero tenerlo...

—¿Tener que? Hola chicas, me mandó Fer a cuidarlas.

Se escuchó la voz de Michael atrás del grupo.

El rubio había llegado con ellas por favor a Fernanda, no quería que estuvieran solas en la calle, siendo que se había desatado una ola de asaltos en el centro de Boston, algo que la mantuvo muy intranquila con su prometida y amigas en dicho lugar por ende le pidió a su mejor amigo que fuera con ellas.

Todas voltearon a ver al baterista de la banda quien tenía una clara mueca de confusión en su rostro con una ceja levantada al no haber entendido el contexto en general.

Amanda lo vio con los ojos rojos por las lágrimas, algo que preocupo al chico quien en un fugaz movimiento se puso enfrente de ella arrodillado para estar a su altura al seguir la arquitecta sentada en la banca.

—Amor, ¿Estas bien?

Con un claro tono de preocupación por parte del chico quien no dejo de ver de la arquitecta a sus amigas y de regreso a su novia como si buscará una respuesta ante el estado en el que estaba Amanda.

—Creo que les damos su espacio para que hablen —dijo Isthar mientras las demás chicas asentían.

Amanda con la mirada les imploró que no se fueran, por ende, se quedaron dónde estaban.

Todas observaron a su amiga quien parecía que las necesitaba en ese preciso momento. Ellas lo entendieron, tenía miedo de saber cómo reaccionaría el chico, no lo quería perder ni mucho menos obligarlo a algo que no quisiera.

—Precioso —comenzó la arquitecta —. Sabes que yo siempre te amaré con todas mis fuerzas y eres el amor de mi vida.

Michael se sintió intranquilo, al escuchar dichas palabras de Amanda, estaba pensando lo peor, tal vez alguien del trabajo, o alguna persona que hubiera conocido por fuera, su corazón latía de manera rapída sus manos estaban sudando, le dolía el cuerpo.

—¿Cómo se llama? —preguntó Michael de la nada esto tomó por sorpresa a Amanda y a las chicas quienes veían extrañadas a Michael.

—¿Cómo se llama quién? —preguntó su novia —- No entiendo tu pregunta Michael.

—El chico por el que me dejarás— bajaba la mirada intentando ocultar las lágrimas en sus ojos, odiaba que lo vieran llorar.

Amanda entendió las cosas, él pensaba que lo iba a dejar por alguien más, algo que le dolía que el pensara.

—¡Jamás te dejare Ross! Eso lo sabes, eres mío para el resto de la eternidad, ni mucho menos planeo ver a alguien más que no seas tú, te amo demasiado como para perder a la persona más maravillosa en el mundo.

Amanda tomó el rostro del chico en sus manos viéndolo directamente a sus azules diamantes.

—¿Entonces? —la derrota siguió evidente en la voz del chico quien tenía mucho miedo de lo que le dijera la chica.

—Estoy en cinta... —susurró Amanda.

Los ojos de Michael se abrieron de par en par, esa noticia era lo más alejado que esperaba escuchar. Sin embargo, sus ojos brillaron, su corazón latía como locomotora. Bajó la mirada hacia el vientre de Amanda, e hizo lo que menos esperó su novia, besó su vientre.

—¡Vamos a ser papás! —sonrió de manera bobalicona el baterista.

Amanda se mostró sorprendida, de todas las reacciones que esperaba de Michael esta era la más alejada y no por qué no tuviera fe en él, sino por que conocía muy bien a su bravucón.

—¿No te molesta?

—¿Molestarme? Soy el hombre más feliz del mundo, ¡el amor de mi vida me dará un hijo! —se acercó de nuevo al vientre de Amanda sonriendo —. ¡Hola pequeño! Soy tu papi y estas dentro de tu mami, estamos muy emocionados de poder conocerte.

Las chicas observaron enternecidas la imagen frente a ellas, la pareja se veía feliz.

Michael tomó el rostro de Amanda en sus manos y la besó tiernamente, mostrando todo el amor que le tenía a la arquitecta.

—¡Felicidades a los dos! —exclamó Astrid.

—¡Esto es fenomenal! Pronto seremos tías de nuevo —dijo Emily.

Todas estaban muy felices por lo acontecido, su grupo iba creciendo más y más con el paso del tiempo, se estaban haciendo una gran familia.

Unos minutos después se trasladaron hacia donde verían el predio, que por fortuna era muy grande y a buen costo, algo que alentó a la gótica a dejar el primer deposito y enganche del mismo.

Le mostró al propietario los comprobantes de ingreso, tanto de ella cómo de su novia, más aparte el de domicilio.

—Pues todo parece estar en orden —dijo el señor.

Puso unos papeles sobre la mesa, los firmo Astrid, teniendo como aval a Michael y Emily.

Terminaron el trato para irse del lugar.

—¡Vamos a la casa a celebrar! —dijo Michael.

Todas asintieron y Astrid le mandó un mensaje a Fer.

Oficinas de Sony

Fernanda recogía todo lo del día para guardarlo en los expedientes, que había estado analizando sobre las ventas y bandas que contrataron ese mes. Vio que habían generado mucho más dinero que el invertido, lo cual era perfecto. Esto los ponía como siempre en números verdes y con mayor presupuesto para continuar la búsqueda de las bandas amateur.

Recibió el mensaje de Astrid y sonrió.

—¡Annie ve guardando ese juego! Vamos a ir a casa de tu tío Michael.

—Ok mami, lo haré —respondió la pequeña salvando su juego y después apagándolo para guardarlo en su estuche del personaje "Kirby", que era rosa con pequeños arco iris.

Fernanda guardo todo lo que se tenía que llevar en su mochila del trabajo, apagando su laptop y tomando sus audífonos, mientras esperó que Annie terminara de empacar su videojuego, que estaba conectado en la tele de su mamá Fernanda, siempre que venía con ella, jugaba ahí.

—Mejor lo dejo para el lunes, mamá Astrid no me dejará jugar por todo lo que jugué hoy —dijo un tanto triste la niña.

—En eso tienes razón pequeña, ya el lunes te lo llevamos —sonrió la azabache dándole su mano para que la tomará la pequeña.

Se dirigieron al elevador despidiéndose del guardia de seguridad del piso once, que era donde estaba la oficina de Lancaster.

—Descansa Raynald, te veo el lunes, deje el videojuego de mi hija, te lo encargo— sonrió la jefa de región.

—Si patrona, yo lo cuido acá, que descansen —contestó con un tono cortes mientras Annie se despidió agitando su mano.

—Adiós Rey —sonrió la pequeña Annie.

—¡Hasta luego preciosa! Me saludas a tu mamá Astrid.

Con ello bajaron por el elevador hacía el sótano donde estaba el carro de Fernanda.

El sitio era oscuro con apenas luces muy tenues que titilaban, era un lugar que ponía los pelos de punta a Annie, le daba miedo, pero al estar con su mamá Fernanda se le quitaba.

Al llegar al carro, se dispuso a subir al mismo, pero jamás se percataron que habían sido seguidas.

—¿Lancaster? —dijo una masculina voz detrás de ellas.

La bajista intentó voltear a ver quién se dirigía a ella cuando era recibida por un potente golpe en la nuca desmayándola al instante bajo los gritos de su hija quien otra persona apareció y cubrió su boca con un pañuelo el cual la dormía casi enseguida.

Los cuerpos de ambas eran cargados por los tipos, subiéndolas a una camioneta estilo Van, dejando atrás la mochila de Fernanda y una de las muñecas de Annie, para que acto seguido saliera de ahí volando dicho vehículo antes de poder ser detectado, se esfumaba en la oscuridad.

Casa de Michael

Había pasado dos horas desde que Fernanda le había dicho a Astrid que ya iban a la casa de Michael, sin embargo, seguían sin llegar, poniéndola muy intranquila.

—Ya se tardaron mucho.

Al terminar la frase, su celular comenzaba a sonar, viendo que era el número de Fernanda, contestando enseguida.

—Amor ¿Todo bien? —preguntó la gótica.

—Tenemos a Fernanda y a tú hija.

La llamada se hizo una videollamada, mostrando una golpeada y desmayada Fernanda amarrada junto con Annie quien igual estaba dormida

El corazón se le bajó al suelo a Lowllet, sus ojos se le llenaron de lágrimas.

—¿Quién eres maldito? —gritó Astrid captando la atención de sus amigos quien la volteron a ver extrañados mientras ella les enseñaba el celular quedando todos atónitos y fríos.

—Pronto lo sabrás, espera que te contactemos en los siguientes días y más te vale mantener todo en silencio, o irás recibiendo malas noticias de ellas...es hora de que paguen Lowllet.

Con ello le colgaron el teléfono a la gótica quien caía de rodillas llorando desgarradoramente, mientras que los demás seguían atónitos y asustados, Michael estaba en Shock no podía creer que hubieran secuestrado a Fernanda y Annie.

¿Quién pudo hacerlo?

Era un día funesto para Astrid quien no se pudo controlar, había entrado en un ataque de pánico. 

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