Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Trazo #36: BlessTheFall - Meet Me At The Gates

The sky will open up
I've waited long to feel your touch
So meet me at the gates
And wash these tears away
And wash these tears away

El cielo era gris, la lluvia caía sobre las sombrillas del cementerio de Boston, donde estaba Fernanda a lado de la tumba de su madre con sus amigos y pareja.

Gruesas lágrimas caían de sus ojos, la mano de Astrid posaba sobre hombre. El rostro de la gótica estaba bañado en tristeza al igual que el de Annie, quien no paraba de gimotear mientras veía como descendía el ataúd de su abuelo.

Fernanda tenía su mano vendada, pero intentó consolar con pequeñas palmaditas en la espalda a esta Carrie, quien no había podido dejar de llorar.

Los ojos de Fernanda estaban rojos, había llorado sin parar durante las últimas cuarenta y ocho horas, apenas habiendo comido algo y eso solo por una fuerte pelea entre ella y Astrid donde Michael tuvo que llevarse a la pequeña Annie.

Al final la bajista pidió perdón por su comportamiento tan errático que había tenido.

Astrid la comprendió mencionándole que no se preocupara, que entendía que se sentía muy mal.

Los recuerdos seguían muy frescos en la mente de la azabache, su mente estaba cansada, su corazón destrozado. Se sentía muerta en vida, lo único que la mantenía cuerda eran las manos de sus amadas, su hija y su novia.

Las imágenes continuaban atormentando, pasando una y otra vez en su mente aquel funesto recuerdo.

Recuerdo

—Familiares del señor Lancaster.

El doctor se veía derrotado, frustrado y cansado.

Ya estaban enfrente de él Fernanda y Astrid quedándose un poco apartados Amanda y Michael.

—Lo lamento...no pudimos salvarlo. Entró en un paro cardíaco, cuando estábamos por concluir, hicimos todo lo posible para salvarlo.

La noticia cayó como un balde de agua fría para Fernanda quedando en shock.

Astrid comenzó llorar al igual que Amanda quien se hundía en el pecho de Michael.

Se notó la frustración en el rostro del baterista, estaba luchando por no llorar.

—¡No es cierto doctor, mi padre está bien! —imperó Fernanda con cierto enojo sacando la tarjeta de crédito de su cartera repleta de dinero —. Tengo dinero, por favor haga lo necesario para que este bien.

Se lo ofreció al doctor.

—Señorita Lancaster, de verdad lo lamento, su padre está en mejor vida, hicimos todo lo humanamente posible. Pero su cuerpo deteriorado no aguanto la cirugía...mi más sentido pésame. Puede pasar a verlo, lo limpiamos lo mejor que pudimos.

Con eso el doctor se quitó de la puerta dándole permiso de entrar a la bajista.

Astrid vio a su amada, la intentó leer, se notó impasible, no mostró dolor alguno o lágrimas en sus ojos, al contrario, se la furia se manifestó en su rostro, y sin previo aviso golpeó la pared.

Se escuchó un "crack", haciendo que el médico y la gótica se alteraran.

—Estoy bien.

Su mano le dolió, pero no era nada comparado con el dolor en su pecho, caminó hacia donde estaba su padre, pasando por varios cuartos, hasta llegar a uno que se veía que había una persona acostada con la bata del hospital, no se movía.

Su corazón se aceleró, como si hubiera corrido un maratón solo que esta vez jamás iba a ganar. Sintió pesadumbre en su área torácica, su respiración aumentó el aumento y descenso de su pecho era muy notable.

Ingresó, su mundo se detuvo.

El rostro cenizo de su padre estaba enfrente de ella, acostado sin moverse, sus facciones dibujadas con mucha tranquilidad, mientras que entre más se acercó, más sintió lo gélido de la habitación.

El ambiente era lúgubre, lleno de pesadez y melancolía, su mundo era gris, había perdido en menos de diez años a sus padres, todo lo qué conocida de familia cercana había muerto. Se había esfumado como el humo entre las manos, era una pesadilla, de la cual sabía que nunca podría despertar.

Gruesas lagrimas salieron de sus ojos, bañando su rostro, dejando pequeños trazos de angustia y dolor en sus mejillas. Un gran grito era proferido de su garganta, el lamento de una persona rota, de una mujer dolida, de alguien que se sentía sola en el mundo.

Astrid había escuchado ese grito, sin meditarlo ni pedir permiso ingresó, sabía que Fernanda estaba sufriendo, conocía ese grito en todos lados, era idéntico a cuando fueron a la tumba de su madre hace cuatro años, la bajista se quebró, estaba muy cercana de tener un ataque de pánico.

Astrid entró en ese momento a la habitación viendo cómo Fernanda estaba llorando sobre el pecho de su padre, las lágrimas caían cómo borbotones, mientras que la bajista gimoteaba de manera desesperada.

Su corazón se detuvo. Ella había conocido al señor Lancaster hace casi cinco años, era una persona fuerte y decidida, llena de vida, verlo ahí hacía que su respiración se pausara, sintiendo una súbita falta de oxígeno en sus pulmones, sin embargo, no podía dejarse derrotar, no si quería cuidar a su amada novia.

Pero la frase que decía Fernanda la rompió.

—¡No papi, no! No me dejes, aún te necesito.

Era cómo un pequeño mantra, el llanto agónico de una hija buscando a su padre entre la penumbra del mundo.

Astrid se quebró al ver el estado de Fer.

La azabache era muy fuerte y verla así de destrozada a la gótica la estaba haciendo sentirse mal, no quería que la bajista sufriera.

Fernanda estaba rota, había pasado lo mismo que con su mamá, no se había podido despedir de su padre, no había podido abrazarlo nuevamente en vida, ni escuchar su risa mucho menos ver su mueca de alegría al verla llegar, todo se esfumó en un abrir y cerrar de ojos.


El panteón estaba lleno no sólo por los amigos de Fernanda y su familia, sino muchas personas fueron a darle el último adiós a su papá. Colegas, compañeros de la escuela, de la infancia, gente que apreciaba mucho al señor Lancaster, los padres de Astrid, Los abuelos de Fernanda de Michigan también estaban presentes, al igual que los Fitzgerald.

Las nubes opacaron el día, era gélido, lleno de aire, que se sentía como si cortara dentro de tu alma, congelando en ese momento el más grande dolor en la vida de la bajista, la perdida de sus dos padres.

Ella sabía que no podría recuperarse fácilmente de este problema, entendía la magnitud de lo que esto iba a llevar sobre su estabilidad emocional. Si bien había madurado, la muerte nunca había sido algo fácil de sobrellevar, era dolorosa, esto sería agónico para Fer.

—El día de hoy estamos reunidos en esta hora de desasosiego, nuestro hermano, Anthony Lancaster dejo su cuerpo terrenal, fue vencido por un asesino silencioso, nos arrebató su presencia de este mundo, dejando un vacío en las personas que lo amán aún en vida.

Se escuchó el ministro cristiano que había traído Carrie.

Si bien Fernanda era satanista, no le molestó esto que había hecho su madrastra por su padre, entendía que era una manera de lidiar con su propio dolor por parte de Carrie.

—Siempre estará en nuestro corazón donde haya sido que el señor lo lleve, fue un padre amoroso y un gran esposo, digno pilar de una familia, una persona como ninguna otra en este mundo. Un hombre fuerte y recto, ayudante de su comunidad y de sus amigos, jamás serás olvidado.

Comenzaron a bajar el féretro, de manera lenta y tortuosa para Fernanda quien intentó mantenerse relajada, mientras que silenciosas lagrimas caían sobre sus mejillas.

La lluvia comenzó a caer sobre las personas quienes se dispersaron a excepción del grupo de amigos, la banda y sus novias seguían ahí sin importarles la lluvia.

Carrie tomó la mano de Kiba y de Annie para sacar a los pequeños de ahí, sabía que Fernanda necesitaba aún tiempo para estar ahí, después de todo ella había hecho un monumento a su padre, entendiendo por primera vez la señora el poder adquisitivo que tenía la chica y el por qué su padre había estado orgulloso de su pequeña niña.

La azabache se paró enfrente de la tumba de mármol negro de su papá, que estaba a lado del mausoleo de su madre. Le llagaba a la cintura a Fernanda siendo que ella era alta para ser una chica, habiendo alcanzado al final de su tiempo de crecimiento el metro con ochenta de altura, incluso sobrepasando a su amiga Amanda quien en su tiempo fue la más alta.

Tenía grabado el nombre de su padre, "Anthony Lancaster, Amado esposo y padre, la muerte es la entrada a la segunda vida" decía el epitafio en la sepultura del patriarca Lancaster.

En su mano había unas rosas blancas y al momento de que terminaron de ponerlo en la tumba y cubrirlo, las colocó ahí.

—Muchas veces renegué de él, creo que todos lo llegaron a ver, incluso más cuando mi madre murió aquel día. Siempre pensé que había sido su culpa ya que él había quedado de acompañarla al supermercado ese día— lagrimas caían de sus ojos —. Mi estupidez e inmadurez me hicieron alejarme de mi padre durante tres casi cuatro años, hasta que llegó Astrid. Ella me ayudo a recuperar el tiempo perdido con Anthony, pero nunca podré estar tranquila después de todo, fui una hija de perra con él mucho tiempo.

Las palabras parecían cuchillos, su dolor se manifestó en aquellos vocablos de odio hacia su persona, al punto de que todos sus amigos estaban en lágrimas.

—Fue mi berrinche de cuatro años que acabo destrozando a mi padre. Carrie no se equivocó en ello, fui egoísta durante ese tiempo que estuve en California, todos esos momentos que dejé de estar con él, pude haberme dado cuenta que estaba enfermo, que necesitaba atención, siempre fue muy testarudo con su salud —reía al recordar como su madre —, siempre lo regañaba por no hacerse chequeos constantes en el doctor, él siempre fue una persona sana y jamás me preocupé por saber su estado de salud, me confié de una manera tan estúpida que quiero morirme

Al escuchar esas palabras a la gótica se le escapó el aliento, tenía miedo de que la depresión regresara a Fernanda, no quería que volviera a caer de esa manera y menos en estos momentos de la vida, donde todo estaba yendo bien a excepción de esta situación, sabía que su amada estaba sangrando por dentro, estaba intentando ser fuerte, como siempre lo había sido durante todos estos meses que ya llevaban juntas.

—¡Creo que fui una pésima hija! Siempre he sido mala en todo, lo que soy, pésima pareja, pésima amiga, pésima per...

Su voz era silenciada por un abrazo de Astrid.

—No es tu culpa cariño... —susurró la gótica con dolencia en su corazón —. No fue algo que pudieras prevenir te lo dijo el doctor, él ya tenía tiempo con ese problema, no tuviste nada que ver.

Fernanda se quedó callada para soltarse en un llanto tendido unos segundos después, sobre el hombro de su pareja, quien la consoló. Era como si la Astrid de dieciocho años hubiera conocido a la Fernanda de dieciséis cuando su madre murió, la intentaba cobijar del dolor, buscaba que desapareciera su agonía y su pesadumbre.

Los amigos de la bajista se acercaron a la pareja estando cerca de ellas en un pequeño circulo donde Michael era quien se aproximará más a ellas.

Él fue el que vivió toda esa odisea con la madre de Fernanda, era quien la cuidó durante eso aciagos días posteriores a la partida de la señora Lancaster, sabía que su mejor amiga estaba tranquila, que lo estaba asimilando de manera eficaz, pero eso no omitía el dolor que podría llegar a sentir, entendió que ella se mostraba fuerte, no quería romperse a pesar de estar muy cerca de ello.

—Fer, no estás sola y lo sabes —dijo la rasposa voz de su mejor amigo a la par de que la lluvia continuó cayendo encima de todos, empapándolos.

—Tienen que irse a cubrir — comentó viendo a todos sus amigos y a su amada con una débil sonrisa —No quiero que se enfermen.

—No pensamos dejarte Fernanda, nunca caminaras sola, ni cargaras el dolor por tu cuenta. ¡Estamos aquí para ti! —dijo Robert.

—Eres nuestro eje, de todos nosotros Fer y si tu estas mal todos nosotros lo estamos. No te pediré sonreír ahora, sé que es imposible, pero aquí estaremos todos para recordarte que tu sonrisa ilumina el mundo —comentó Erick.

Todos asintieron ante lo dicho por los chicos, ellos eran los mejores amigos de Fernanda y entendían ese amor que le tenían, de hermanos mayores protegiendo a la más pequeña.

Fer sonrió de lado y asintió.

—Los amo a cada uno de ustedes, ¡son mis chicas y chicos favoritos en todo el mundo!

Fer no se sentía sola.

Volteó a ver la tumba de su padre y poniendo un beso en su mano la colocó sobre la misma para despedirse.

—Estaré bien papá, saluda a mamá de mi parte y no te preocupes por Carrie, yo la cuidaré.

Volvió a depositar otro beso sobre la lápida con una sonrisa en sus labios.

No estaba sola, lo sabía, sus amigos y su amada novia estaban ahí con ella. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro