Trazo #24: SpiritBox - Blessed Be
I say my blessings all for you
You say blessed be the fool who
Plucks out the eyes just to listen in frequency
It's just a crutch to ignore you
Serotonin like a loaded gun
I am a coward, you pull me up
Into a place where there's nothing that left for me
But insecurity
—¿Ya viste la convocatoria que hizo Sony Astrid? —preguntó de manera inocente Ishtar.
Estaban en el estudio de la gótica, quien estaba dibujando a carbón lo que parecía ser un ángel llorando.
—No la he visto, ¿de qué es? —preguntó viendo a su amiga.
La relación de Astrid y Sayumi había mejorado mucho desde que la dibujante dio a Luz a su hija, siendo que la guitarrista siempre buscó ayudarle en todo aspecto.
La nipona sabía que era estar sola con un niño recién nacido en sus brazos, cómo tuvo que pelear por todo lo que ellos necesitaron y a la vez sufrir por no tener apoyo de nadie.
No quiso que Astrid sufriera eso, por ende, buscó siempre cuidarla y apoyarla en todo lo humanamente posible.
—Es para una portada de una nueva banda que saldrá en unos seis o siete meses, para su primer EP —comentó Sayumi mientras que con su celular le enseñó el flyer de la convocatoria.
Astrid lo vio y entró al link para comenzar a Leer.
—¿Eres un ilustrador o dibujante con talento? ¿Buscas ganar dinero de manera fácil? Entra a nuestro concurso de portadas, los únicos requisitos son que tu seas el creador de dicha ilustración, ser mayor de dieciocho años y vivir en el área de Boston.
—¿Qué te parece? —preguntó Sayumi cuando su amiga dejó de leer.
—Se ve entretenido —continuó leyendo en voz baja hasta que llegó al premio —, contrato permanente en la disquera y un premio de diez mil dólares.
—¿Te conviene? —le vio de reojo la metalera.
—Sería lo mejor de todo, así podría ayudar a Fer con los gastos de la casa, trabajar en donde ella y aparte tener ya un ingreso fijo —sonrió la gótica.
—Pues entonces ¿Qué esperas? —la comenzó a impulsar su amiga —, sé que tu podrías ganar con los ojos cerrados.
—Lo haré, deja sólo leer la temática.
Astrid prosiguió con su lectura y analizó el tema de la portada.
—Sobre Anubis, el dios de la muerte y guardián del inframundo egipcio, vaya eso será interesante —murmuró.
—Yo sé que te saldrá de maravilla el dibujo amiga, eres muy talentosa y eso siempre lo has sabido —señaló Isthar.
—Si, entraré, así que tengo que empezar a idear que hacer —meditó Astrid.
La chica sacó una lámina, prendió su laptop que le había dado Fer y sacó varias ideas de cómo dibujar aquel dios del inframundo.
—No es difícil, me gusta mucho cómo se ve la criatura —analizó la dibujante.
—Entonces ¿No sé te va a complicar? —preguntó Ishtar.
—No para nada, digo no soy de dibujar animales antropomórficos, pero no es la primera vez que lo hago —comenzó a trazar algunas líneas.
En ese momento entró corriendo al estudio Annie, quien iba llegando de la escuela, era viernes y Fer había pasado por ella, siempre lo hacía.
—¡Hola mami —saludó emocionada —, hola tía Sayumi.
—¡Hermosa! ¿Cómo estás? —la abrazó Isthar dándole un beso en la frente.
—Bien, me fue excelente en la escuela, aprendí mucho —se movía de un lado a otro.
—Me alegro cariño.
Se acercó a su mamá y el abrazo de las piernas.
—¡Te extrañe mami! —dijo la chiquilla mientras Astrid le daba un beso también en su frente.
—Y yo a ti preciosa, ¿Dónde está Fer? —preguntó Astrid buscándola.
—Aquí princesa de la noche, sólo te vinimos a saludar —le guiñó el ojo la bajista —, ¿ya te dijo Sayumi del dibujo?
—Si ardillita, justo le dije ya iba a empezar a hacerlo —sonrió la guitarrista sabiendo que justo Fer había ideado esto para poder ayudar en su carrera a la gótica.
—Excelente, entonces Annie y yo iremos al parque y las dejamos trabajar—extendió su mano la bajista siendo tomada por la pequeña.
La gótica se levantó y abrazó a la azabache para después jalarla a hacia ella y besarla de manera tierna.
—¡Te adoro! —dijo entre besos —, gracias por siempre ayudarme.
—No tienes nada que agradecer princesa de la noche, siempre te ayudaré —le sonrió mientras salía del estudio de Astrid.
Fernanda camino hacia el cuarto de Annie donde ya se había cambiado de su uniforme, al ser una escuela de paga era mandatorio llevarlo.
—¿Lista para ir al parque pequeña? —le sonrió la bajista.
—¡Si! —saltó muy feliz.
Bajaron al garaje donde estaba el triciclo que le había comprado hace unas semanas esta Fernanda a Annie, era de la película de Frozen, una de las favoritas de Annie.
Lo subieron al carro de Fer, donde después sentó a Annie en su sillita de seguridad y la abrochó.
Comenzó a manejar hacia el parque que estaba a unas siete cuadras, si bien ella hubiera ido caminando, pero no quería hacer que Annie llegara cansada y no quisiera jugar tanto.
Quería darle el mayor tiempo posible a Astrid para iniciar su idea.
Al llegar al parque Fer ayudó a Annie a bajar y después bajo su triciclo el cual llevaron al área segura del sitio.
La pequeña comenzó a jugar mientras la bajista la seguía con la mirada, la cuidaba con si en verdad fuera de ella la pequeña, sentía un gran amor hacia la chiquilla. A pesar de todo nunca pudo odiarla, ella no tenía la culpa de los errores de antes, era inocente de todo el dolor que había pasado antes entre ella y Astrid.
Se sentó en una banca a ver a la pequeña jugar, la ponía contenta verla tan feliz a la pequeña, se merecían ella y Astrid, algo que les daría sin titubear.
La niña se acercó a la azabache, se veía un poco cansada y tenía sudor en su frente. Fer sacó unas toallitas y le dio un jugo de naranja que le había traído. La niña se hidrató.
—¿Te estas divirtiendo Annie? —le preguntó.
—¡Si mami!
—¡Me alegro pequeña!
La niña se sentó en la banca junto a su madrastra, volteándola a ver con esos grandes ojos grises dejó salir una sonrisa.
—Gracias por hacer a mi mami feliz —dijo de la nada.
Esto tomó desprevenida a Fernanda.
—¿Por qué gracias mi niña? —alzó la ceja.
—Es que siempre que estas cerca de mami ella sonríe mucho, siempre que veía la foto de las dos le brillaban los ojos como diamantina —dijo la pequeña recordando.
El corazón de la bajista se le había hecho chiquito, sabía que la habían pasado muy mal ellas dos, pero nunca esperó que Annie entendiera por lo que ella y su mamá habían pasado.
—Mamá Astrid siempre se escondía cuando tomaba de aquel vaso metálico y desde que tú la llevas al doctor ya no lo ha tocado, ya no huele a alcohol que cura heridas —musitó Annie.
A pesar de ser sólo una pequeña de cuatro años, la niña se daba cuenta de todo lo que sucedía a su alrededor. Entendía a la perfección que su mamá antes no estaba bien y que acudía a terapia o al doctor cómo ella decía para curarse.
Fernanda había ayudado a Astrid a entrar en un programa contra el alcoholismo, se estaba manteniendo sobria tanto por su hija cómo por su pareja y se notaba que la gótica le estaba echando muchas ganas en ello.
—Tus nos cuidas mucho, eres cómo un ángel —la abrazó la pequeña —. ¡Gracias!
En esos momentos la azabache estaba perdiendo la batalla contra sus lágrimas, no quería llorar, pero las palabras de Annie la habían movido mucho. Comprendió el peso de su regreso a no sólo la vida de sus amigos sino de Astrid y de que haya entrado en la de la pequeña.
Fer abrazó a la pequeña y beso su coronilla.
—No tienes que agradecer nada mi niña, estoy aquí para cuidarte a ti y a tu mami, las amo más que nada en este mundo.
—Lo sé mami Fer, nos lo demuestras siempre—dijo simplemente —, gracias a ti mamá Astrid brilla como una estrella.
La niña se levantó de la banca y otra vez empezó a jugar con su triciclo.
Una pequeña lágrima se asomó de los ojos de Fernanda, la cual se la limpió de manera rápida, ella no lloraba.
Su celular sonó y lo sacó viendo un mensaje de Astrid.
"Gracias por todo princesita, eres la persona más especial junto con Annie en mi vida, te amo"
Vio el mensaje de Astrid y sintió como una pringa salpicó su pantalla, le había ganado el llanto.
Notó cómo salía, no podía pararlo, pero no se sentía triste ni mucho menos angustiada sino feliz, al saber que tenía a esas dos grandiosas chicas en su vida, amaba a Annie cómo su propia hija y Astrid era el amor de su vida.
Estaba por fin en el reino que tanto añoró.
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