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Trazo #16: Tiamat - Carry Your Cross and I'll Carry Mine

Blame it on Hell's fire
And on my desires
The skies are crying blood
Give me all your lies
And blame the lord of flies
The face of evil is the face of GOD

Astrid estaba revisando algo de su plan de estudios mientras Fer manejaba hacia la escuela para irlas a dejar.

La noche del jueves la bajista le comentó a la gótica que iría con los chicos a comer porque su jefe quería revivir a Beyond The Light, esto puso muy feliz a Astrid que era de las principales personas que pensaba que necesitaban otra oportunidad sus amigos y amada.

—Hoy comeré con los chicos, pero te dejo dinero para que se regresen en Uber, ¿ok? —dijo Fernanda.

—No es necesario, sabes que nos podemos regresar en transporte público —comentó la gótica.

—Para nada, entiende que no me gusta que se anden arriesgando tu y Annie andando en camión, así que usas el dinero para regresar a casa ¿entendido? —comentó sonriéndole a Astrid.

Astrid sólo rió y rodó los ojos, estaba muy feliz por cómo la bajista siempre la buscaba cuidar siempre, algo que hacía que la amará cada vez más.

—¡Lo bueno es que ya es fin de semana y podremos disfrutarlo al máximo juntas! —sonrió la azabache.

Esos dos días de descanso entre las tres siempre hacían que Astrid se sintiera muy feliz, la ayudaban a recargar energía para poder soportar los inicios de la semana, no sólo Annie la impulsaba a mejorar ahora también la gótica era motivada por aquella chica pelinegra que tanto adoraba.

—Créeme que los fines de semana son los momentos que más amamos esta Annie y yo, poder pasar tiempo contigo en cualquier aspecto —señaló la gótica, mientras que su pequeña hija asentía.

—Yo sólo quiero que ustedes la pasen bien y estén felices —les guiñó el ojo.

Madre e hija sonrieron ante lo dicho por la muchacha.

Llegaron a la escuela y vieron una pequeña multitud de personas en la entrada, pero no parecía nada grave así que no le dieron atención alguna.

—Puede que sea por lo del paseo de la próxima semana —comentó la gótica.

—Si irá Annie ¿verdad hija? —sonrió Astrid.

—¡Si mami, estoy emocionada! —aplaudió la pequeña.

—Me dicen si necesitan que vaya, me gustaría apoyarlas en todo lo posible ahí —comentó Fernanda.

—¿Si puedes acompañarnos? Pensé que trabajarías ese día —analizó la gótica.

—Puedo pedir el día si me necesitas, no me molesta hacerlo, aparte así pasaría más tiempo con ustedes y tiene mucho que no voy al zoológico, así que no me lo puedo perder.

Fernanda sonrió viendo a las chicas las cuales estaban muy divertidas con lo que decía la bajista, sobre todo la chiquilla que aplaudía todo lo que decía o hacía la músico, la admiraba mucho.

—Entonces eso está ya dentro de los planes, gracias Fer—no se pudo esconder la emoción de la dibujante.

—Ya saben que siempre las ayudaré en todo, eso jamás lo duden chicas —sonrió.

—Entonces te vemos en casa hoy Fer, ¿ok? —se acercó a ella y beso su mejilla.

Fer comenzó a sonreír de manera bobalicona.

—Si allá las veo.

Con las ayudó a bajar del carro dándole su mochila a Annie y un beso en la frente tanto a la chiquilla cómo a la gótica.

—Las quiero.

—Nosotros a ti Fer —dijeron al mismo tiempo madre e hija.

Con ello la bajista se subió al carro y vio por el retrovisor como ella iban hacia el área de Kinder, donde siempre dejaba a ahí a la pequeña esta Astrid.

Se quedó un poco intranquila al ver a tanta gente en la entrada de la escuela, algo no estaba bien.

Astrid caminó con Annie en la mano con una gran sonrisa en su rostro, se sentía muy bien y más por los grandes avances que estaban teniendo ella y Fer en cuestiones de relación. Notó que la azabache era más abierta con ellas y mostró mucho amor hacia las dos, eso la tranquilizaba mucho.

La manera que era con ellas y la devoción con la que las cuidaba no tenía comparación, Astrid se sentía en el cielo con ello.

Llegaron a donde los salones de Kinder vio a su hija.

—Estudias mucho hoy, ¿traes todo lo de la tarea en la que nos ayudó Fer verdad? —le preguntó.

—Si mami, la guarde en cuanto la hicimos.

—Perfecto.

Se disponía a dejarla cuando salió la maestra.

—Lo siento señorita Lowllet, no podemos dejar que Annie se quede hoy, nos pidió el director Molina que se presentara en su oficina en cuanto llegara —dijo la maestra muy apenada.

Astrid alzó la ceja sin entender que pasaba.

—¿Pero por qué?

—Sólo nos pidió eso, por favor no es culpa nuestra.

Astrid no dijo nada, sólo barrió a la profesora y tomó la mano de Annie.

—Mami, ¿Por qué no puedo ver a mis amiguitas y quedarme con ella? —preguntó muy angustiada.

—No lo sé cariño, es lo que vamos a investigar —se escuchó el enojo en la voz de la gótica.

Sus pasos se escucharon llegar a las oficinas donde vio que las puertas estaban abierta y habían ya cinco personas ahí.

El director, la subdirectora, los padres de familia lideres de la asociación y Ryan con una sonrisa en sus labios.

—¡Qué bien que ya llego señorita Lowllet! La estábamos esperando —dijo con una voz calmada el jefe de la escuela.

La gótica los vio con precaución.

—Será mejor que la pequeña se quede afuera, estos asuntos de adultos no la conciernen —dijo uno de los padres

Todos los presentes menos Astrid asintieron, pero no se opuso, sabía que algo no estaba bien.

Sacaron a Annie y la metieron a un cuarto donde le dieron unos crayones y algunas hojas para dibujar, ella estaba feliz de hacerlo.

—Ahora sí, a lo que nos concierne —dijo el director.

—¿Sabe por qué la hemos mandado llamar señorita Lowllet? —preguntó la subdirectora.

—No, no lo sé —susurró.

—Se nos trajo a nuestra atención unas fotos que rondan por el internet con su rostro en ellas —inició uno de los padres de familia.

—En dichas fotos se le ve mostrando su cuerpo de manera vulgar, algo que no va muy bien con los códigos de la escuela —dijo la subdirectora.

El corazón de Astrid se hundió sabía de qué fotos estaban hablando y se puso muy nerviosa.

—No veo cómo cosas de mi pasado tengan que ver con mi trabajo —se defendió la chica —, o peor aún con la educación de mi hija. Ya que hoy no se le permitió ingresar a la sala de clases.

—Pues es precisamente eso señorita Lowllet, que ya no podemos permitir que usted de clases aquí o que su hija estudie con nosotros —dijo de tajo la subdirectora con una sonrisa en su rostro.

—¡Eso es pasado! No puedo creer que se pongan a investigar de cuando iba en la universidad.

La gótica se había levantado muy enojada azotando su mano en él escritorio.

—Tiene que entender señorita Lowllet, que ese tipo de cosas pueden llegar a nuestros hijos, y no quiere decir que no sea una gran maestra, pero no podemos permitir que esto influencie a los niños, debe de entender eso —comentó la madre.

—Pues es que eso entonces pone en duda cómo cuidan a sus hijos si puede llegarle ese tipo de información —señaló con mucho veneno en su voz la chica.

Esto hizo que los dos padres de familia fruncieran el ceño, la gótica había tocado una fibra.

—¡Cómo eduquemos a nuestros hijos no es de su incumbencia! Menos viniendo de una mujer que se vendió por cincuenta dólares —dijo el hombre.

Ese comentario le dolió ya que había sido algo que dijo Fer hace cuatro años, que su relación le había valido eso, cincuenta miseros dólares.

—¡Eso no me define cómo persona!

—Señorita Lowllet, le pediré que se calma, no haga esto más difícil —dijo el director mientras sacó unos papeles de su escritorio —, aquí esta su carta de despido, se le compensara por tres meses.

—¡No me pueden hacer esto! Menos cuando siempre he buscado ayuda del acoso del maldito ese —señaló a Ryan.

—Él fue gran ciudadano que nos puso al tanto de la basura que teníamos en esta escuela —dijo la jefa de la mesa de padres.

—Él es un maldito acosador, me intento violar dos veces, todo está en las cámaras de la escuela y uno de mis amigos lo vio, ¡pero la subdirectora le vale una mierda!

Esto tomó por sorpresa a los padres y al director que parecía que no habían sabido de esto, y más al ver cómo Ryan se había puesto nervioso.

—No se hizo nada porque jamás hubo pruebas, y se sabe que usted le debía dinero, ¿Qué no nos dice que se estaba ofreciendo para no tenerle que pagar? —dijo de manera tajante la subdirectora.

Esto hizo que los ojos de Astrid se le cristalizaron los ojos, vio a cada uno de ellos, y su mirada cayó sobre Ryan.

—Todo por qué jamás te hice caso, y no me importa, jamás te haré tendré en cuenta, me das asco, eres un ser humano detestable que incluso busco atacar a una niña de cuatro años porque lo rechazaron.

Todos se quedaron callados mientras ella firmó los papeles de despido, los tomó y se los aventó en la cara al director.

—Me dan asco, prefieren a un acosador que a una mujer trabajadora que tuvo unas malas elecciones en su pasado y busca sacar adelante a su hija, ¡ojalá todos se mueran! —la frustración era palpable en la gótica.

Gruesas lagrimas cayeron por las mejillas de Astrid mientras salió de ahí y fue por Annie, tomándola de la mano.

—Vamos cariño.

La pequeña se dio cuenta de las lágrimas de su mamá y se angustió, pero no quiso decir nada.

Astrid pidió un taxi para su casa, pero mientras lo esperaban, un grupo de padres de familia se acercó a ella y comenzó a insultarla.

—¡Maldita zorra!

—¡Una puta dando clases aquí!

Los insultos estaban asustando a la pequeña Annie quien se escondió detrás de las piernas de la gótica, quien estaba dispuesta a proteger con capa y espada a su pequeña.

—¡Aléjense de mí! —gruñó intentando defenderse.

Uno de los presentes le escupió en la cara, tomándola por sorpresa.

—La próxima vez que te veamos acá te irá peor!

Con ello el grupo se fue dejando a una muy derrotada Astrid.

El taxi llegó y se subieron mientras ella iba llorando y Annie se trataba de tranquilizar entrelazando su pequeña mano a la de su mamá.

El corazón de la chica estaba hundido, no sabía que haría, tenía que conseguir un trabajo pronto, no podía darse el lujo de perder tiempo.

Llegaron a su casa y entraron, caminaron a la sala y las dos se sentaron en él suelo, madre e hija se vieron detenidamente y comenzaron a llorar juntas.

Astrid la abrazó y acarició su cabello para intentar tranquilizarla.

—¿Por qué la gente nos odia mami? ¿Por qué sólo mis tíos y Fer nos quieren? —susurró la pequeña.

—La gente jamás ha aceptado lo diferente a ellos, siempre buscan hacer menos a las personas, pero no es tu culpa pequeña, siempre todo mundo te amará, ¿lo entiendes?

La niña asintió.

Ella estaba angustiada porque ya no podría ver a sus amigas, le dolía el pequeño y quería desaparecer, pero sabía que su mamá la necesitaba, pronto iba a tomar de ese vaso gris y se perdería de nuevo.

Astrid se levantó y comenzó a cocinar algo para la pequeña, necesitaba ella tiempo a solas, le urgía.

Le hizo de sus comidas favoritas, y le puso la televisión.

La niña no pudo negarse a esto y se sentó en la sala para ver la tele, que a pesar de todo estaba feliz.

Astrid la dejo en la sala y entró a su cuarto, caminando al closet y poniendo un banquito para alcanzar hasta arriba, de donde sacó una caja con dos botellas de alcohol, una de vodka y la otra era wiski.

Se sentó en su cama y abrió la bebida transparente primero, dándole un gran trago sintiendo cómo el líquido le quemó la garganta, pero la hacía sentirse bien.

—No valgo nada...para nadie, ni para ella, mi pasado jamás me dejará avanzar, sólo tengo que desaparecer ya...sólo eso.

Sus lágrimas cayeron lentamente mientras ella siguió bebiendo.

Su mundo era oscuro. 

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