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Trazo #12: Lebanon Hannover - The Last Thing

I'm collapsing, just now
Falling without a sound
An orange sunbeam on the rye
The last thing I see in my life
And no one's even bothered

Fernanda ya llevaba dos semanas viviendo en su nuevo departamento, y tener a Astrid tan cerca de ella, la había puesto muy de buenas, tenía la oportunidad de poder cuidarla tanto a ella cómo a Annie, quien para la bajista se había vuelto una persona muy importante en su vida, no le importaba nada de donde había venido o que su papá fuera Kyle, a quien la azabache odiaba con todo su ser.

Sin embargo, ella no podía sentir despreció ni nada negativo hacia la pequeña, todo lo que veía en Annie, era una chiquilla llena de vida que mantuvo cuerda al amor de su vida, sentía que le debía, la quería demasiado.

Y esto lo notaba todo mundo, sus amigos y Astrid, cómo la mujer siempre estaba sonriendo con Annie, jugaban juntas, incluso hacían la tarea de Annie cuando la pequeña no entendía algo de matemáticas, siendo Fer muy buena en esa materia, algo en lo que la gótica no era muy buena, incluso mencionando ella misma que sus habilidades en los números eran abismales, para llorar.

De cierta manera la dibujante sentía incluso más amor hacia Fernanda por cómo era ella con su hija. Al principio pensó que la músico iba a rechazar a la niña, pero fue tomada por sorpresa al ver que tan cercana se había hecho a ella, y es cuando notaba el gran cambio que había tenido, era mucho más madura, tenía mucha inteligencia emocional y sobre todo segura de sí misma, sin contar que había demostrado que no sólo ese había sido su gran evolución sino también en lo laboral al ser la gerente de región más joven de todo Sony, con tan sólo veintitrés años.

Eso le fascinaba, ¿cómo no enamorarse incluso más de esta nueva Fernanda?

La tenía loca.

—Entonces ¿Quieren que cenemos las tres juntas? —preguntó Fer mientras manejaba hacia el trabajo de Astrid.

—¡Suena como un gran plan! —respondió la gótica.

—Excelente, ¿Qué quieren comer? —Fer ve por el retrovisor a la pequeña Annie.

La niña le sonrió a la músico cómo si estuvieran pensando lo mismo.

—¿Comida china? —dicen las dos juntas.

Esto hace reír a Astrid, sabía el por qué lo habían elegido, siendo la comida favorita de ella, su corazón no podía dejar de latir, Annie y Fernanda siempre buscaban que la gótica estuviera feliz.

—Por eso las adoro, siempre son tan buenas conmigo —reía la gótica viendo a las dos.

—Es que las dos te queremos mucha mami, ¿verdad Fer? —sonrió la pequeña.

—Claro cariño, queremos mucho a tu mamá, es la chica más especial del mundo —le guiño el ojo a Astrid.

La dibujante no pudo evitar sonreír, amaba cómo la trataban y de cierta manera se sentía tranquila, era su lugar seguro.

Llegaron a la escuela, Fer se bajó del carro, ayudo a la pequeña a abriéndole la puerta, haciendo lo mismo con Astrid y tomando su mano para ayudarla.

Mucha gente se le quedó viendo al carro del año que había llegado a la escuela, pero jamás se esperaron ver a la maestra de arte bajar del mismo.

Claro esto ocasionó que mucha gente comenzara a hablar de ello y señalando, más aún al ver a Fernanda, sus tatuajes, manera de vestir y expansiones era algo que no pasaba desapercibido, añadiéndole a eso la altura que tenía.

—Hoy llegaré cómo a las seis, así que pasaré por la comida, ¿ok? —preguntó Fer.

—Entendido princesita —sonrió la maestra y se acercó a ella.

La vio con una sonrisa en su rostro y se puso de puntitas acercando su rostro a la comisura del labio de Fernanda y le dio un pequeño beso.

—Ten un gran día —le sonrió la gótica.

—Te vemos en la noche Fer, te quiero —dijo Annie

Fernanda parecía estar flotando en las nubes al ver cómo Astrid y su pequeña entraban a la escuela, verlas de esa manera la hacía tener muchas esperanzas de tener algo formal en el futuro, no se imaginaba sin ellas en su vida, las adoraba.

Las siguió con la mirada hasta que notó que un hombre se acercó a Astrid, viendo que la gótica se notaba intranquila de estar cerca del ser, incluso la pequeña Annie mostró estar intranquila con su presencia.

—Así que ese es Ryan —recordó lo que había dicho la pequeña Annie.

Sacó su celular y usando la cámara se enfocó en el tipo y tomó dos fotos.

Se fue directo a un contacto que tenía guardado cómo Siete, mandó un mensaje.

"Necesito toda la información de este sujeto, se llama Ryan y da clases en la escuela pública número cuarenta y siete de Boston, te mando el depósito"

Con ello se pasó a la aplicación de su banco y mando diez mil dólares a una cuenta que tenía también el número siete en el nombre.

Guardo su celular y se puso sus lentes de sol para entrar a su carro y mantener su mirada sobre Astrid quien parecía sólo ignorar al sujeto, se sentía feliz viendo cómo ella no daba entrada a nada, también había cambiado mucho ella, notó cómo se daba a respetar mucho, eso le gustó mucho.

Se fue del lugar, sabía que tendría que hacer algo sobre ese tipo.

—¿Ahora a quien le abriste las piernas? —dijo Ryan.

La voz del sujeto se notó molesta.

Astrid continuó con su camino, lo estaba ignorando para que no le diera motivos de molestarla, no quería más problemas, ni darle motivos para que siguiera con él acoso.

—Mami...¿por qué se enoja el profesor Ryan? —preguntó de manera inocente Annie.

—No lo sé pequeña, quiere nuestra atención, la cual no se merece —comentó la gótica aun sin ponerle atención al sujeto.

Esto lo molesto más, pero lo dejó ahí dejando a las chicas en paz.

Al llegar al Kindergarten, saludó a la maestra de Annie.

—¿Tendrá un momento profesora Astrid? —preguntó.

Esto puso un poco intranquilo a la gótica, pero asintió.

—Entra pequeña, te veo más al rato —le dio un beso en la frente a su hija.

La niña asintió y entró saludando a sus amigos.

—¿Algún problema Carmen? —preguntó Astrid un poco angustiada.

—No para nada, sólo quería felicitarte en cómo ha mejorado Annie en matemáticas, sus ejercicios son más entendibles y participa más. La felicito por lo que ha logrado con ella.

Esto hacía sonreír a la maestra de arte, sabía que Annie tenía problemas con matemáticas, incluso sus tíos la habían tratado de ayudar, pero se le dificultaba, sin embargo, desde que la empezó a ayudar Fernanda, todo había cambiado.

Fer le tenía mucha paciencia y Annie entendía muy bien todo.

—Me alegra escuchar eso Carmen, espero siga así Annie —sonrió Astrid.

—Es una niña muy lista, si mantienes haciendo lo que ideaste para ella, tengo mucha fe de que seguirá mejorando —le contestó su compañera.

—Así será. Ten un excelente día, amiga.

Con ello, Astrid se fue del lugar, caminando hacia donde estaba su salón, no tenía ganas de ir a la sala de maestros y escuchar a Ryan.

Entró y dejo sus cosas sentándose mientras prendía su computadora, dejando salir un suspiro.

El día pasó sin ningún problema, Annie estaba feliz con sus amigas en el receso, les contaba de Fernanda.

—Y ella es super alta, y tiene muchos dibujitos —comentó Annie.

—Wow, es cómo una superheroína —dijo Malena, una de sus amigas.

—Si, ¡es la más fuerte de todas! —exclamó.

—¿De qué hablan niñas?

Se escucho una voz detrás de ellas, voltearon ver al profesor de quinto ahí, esto hizo que la pequeña Annie comenzara a tener miedo, jamás le cayó bien y no le daba buena espina ese sujeto, pero era educada.

—De una persona, una amiga de mi mamá —susurró la pequeña.

—¿La que las trajo en la mañana? —preguntó el profesor.

Las amigas de Annie la observaban, la notaron nerviosa, algo que se les hacía raro porque ella siempre tenía mucha confianza con todo.

—Si, ¿por qué?

—Sólo curiosidad, digo tu mamá jamás es capaz de pagar nada, por algo tus cosas son feas —dijo el hombre.

Todas las niñas se quedaron sorprendidas, nunca esperaron eso de un maestro.

Annie intentó no llorar, sintió que su corazón se hundía, ella no entendía muchas cosas, pero sabía que su mamita hacía siempre su mejor esfuerzo para darle su ropa, juguetes o útiles.

—No es cierto, mis cosas son bonitas —dijo la niña, una lágrima amenazaba con caer de sus ojitos.

—No me importa —con ello se iba el tipo, logró hacer lo que quería, sacar información y hacer sentir mal a la niña.

La maestra de Kinder vio todo de lejos, no se metió, había sido una orden directa de la subdirectora, de hacerlo, tendría muchos problemas, algo que no podía tener, necesitaba el trabajo, pero su corazón se rompió al ver los ojos grises de la pequeña ponerse triste.

«Si Astrid no es mia, no sería de nadie.» Pensó.

La pequeña permaneció triste durante todo el día hasta que la fue a buscar su mamá y notó la tristeza en su rostro.

—¿Qué tienes cariño? —preguntó La gótica.

—Nada mami —intento sonreír Annie.

Comenzaron a caminar hacia la salida, pero Astrid no se creyó lo que respondió la pequeña.

—No me debes mentir Annie, lo sabes —la volteó a ver con una sonrisa.

Tomó una bocanada de aire la niña y dejo salir un suspiro.

—No quiero que mamá se enoje.

Esto le arrojó una alerta a su instinto materno, sabía que algo no estaba bien.

—¿Qué paso Annie Fernanda? —intentó escucharse un poco severa la gótica.

Se paró primero enfrente de ella y se puso de cuclillas, viéndola directo a sus ojos.

Annie sabía que no quedaba de otra, y comenzó a decirle lo que había pasado. Con cada palabra que le contaba la pequeña, la gótica sintió mucha furia al escuchar el relato, su sangre estaba hirviendo con furia.

Se levantó, fue hacia la salida, sabía que él estaría en el estacionamiento, ya era hora de salida, y caminó hacia allá con Annie detrás de ella.

Vio al hombre cerca de su carro y sólo sintió mucha furia, sin medir palabra llegó a donde estaba, dándole una cachetada.

—Tus problemas y los míos son una cosa, pero que quieras meter a mi hija en esto, es bajo. Entiende ella no tiene culpa de que yo no quiera nada contigo, deja de estar tan resentido, imbécil —gruño Astrid.

Agarró la mano de Annie y salió de ahí.

El hombre quedó muy enojado, se sobó la mejilla.

—Esto no se quedará así, zorra.

Se subió a su carro y se fue. 

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