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Lienzo en blanco: As Blood Runs Black -Legends Never Die

Inspired by insufficiency

Interrogation and hypocrisy

Inspired by insufficiency

Interrogation and hypocrisy 


Los Ángeles California, dos años después.


Las luces de la fiesta estaban titilando con el sonido de la música que se escuchaba de fondo.
En una mesa se pudo ver a una joven de cabello castaño con expansiones de treinta milímetros, unos ojos cafés apagados mientras que portaba una playera negra con una con jeans del mismo tono al igual que sus Vans.

Algo que también destacaba de ella eran sus tatuajes, teniendo el cuerpo lleno de ellos.

Una copa en su mano denotó que era una ávida tomadora, y más siendo su bebida favorita, Ron con cola, algo que le fascinaba desde que tenía memoria de salir a fiestas.

A lado de ella tres personas más.

Una chica de cabello negro con ojos de la misma tonalidad, y tez blanca, quien veía a la otra chica quién tomó un tras otro trago dejándola muy sorprendida.

A lado de ella un joven de cabello castaño con barba cerrada y unos lentes de pasta negros, ojos azules y también impactado por la manera de tomar de la primera mujer. A su lado otro chico, de cabello café oscuro con ojos azules.

—¿Van a querer otra ronda chicos? —preguntó la primera mujer.

—Este jefa Lancaster, ya lleva siete tragos...en menos de media hora —dijo la chica.

La tatuada alzó su ceja sin entender a qué iba su subordinada.

—Vamos es viernes, logramos hacer ese trato con aquella banda nueva y nuestras ganancias van a subir mucho, hay que celebrarlo —sonrió sin embargo en sus ojos se notó mucha tristeza.

—Sólo una ronda más —dijo el chico de lentes.

—Eso es todo Alastor, ven Alina y Arthur, él sabe divertirse, aparte ¡yo invito no se tiene que preocupar! —exclamó.

Con ello llamó a su mesero y pidió la siguiente ronda.

—La reciben voy al baño.

Todos asintieron.

Se dirigió al sanitario mientras buscó en su bolsa unas pastillas hasta dar con ellas, era éxtasis.

Al entrar vio que nadie estuviera cerca y sacó una ánfora donde tenía guardado ron, el cual usó para tomarse dicha droga.

Se observo en el espejo, su semblante era pálido, sus ojos marcados con ojeras y su visaje era triste, ya habían pasado dos años desde que se fue de Boston después de aquella trágica noche donde su mundo se vino abajo.

Fernanda Lancaster ya tenía veintiún años y a su corta edad y gran esfuerzo logró obtener primero una pasantía en Sony Music, una de las disqueras más grandes del mundo, pero no sólo eso, sino que logró ser jefa del área de BandCamp, que se dedicaba a buscar nuevos talentos, donde desde que era una simple caza talentos logro romper récords de ventas lo cual le gano ser la jefa del área.

Pero eso jamás pudo quitar el dolor que sentía, de la traición de la mujer que más ha amado en su vida y de sus mejores amigos, aún le quemaban aquellos recuerdos.

Se lavó la cara con agua y dio otro trago largo al ánfora y salió de ahí, sintiéndose un poco más animada.

Al llegar vio que ya estaba la nueva ronda y comenzó a tomar con su equipo de trabajo.
Alina su secretaria, Arthur el chico sin lentes que era el community manager del área y Alastor el subdirector de la misma.

Fernanda no podía decir que tenía una amistad con ellos, pero si los apreciaba mucho, eran buenas personas y muy dedicadas a su trabajo.

Bebieron un poco más, pero la jefa comenzó a sentirse mal, y pidió la cuenta para dar su tarjeta de crédito.

Los chicos detectaron algo en ella y se preocuparon.

—¿Se encuentra bien señorita Lancaster? —preguntó Alastor.

—Todo...bien —susurró Fer.

Al salir la mujer se recargo en un árbol no se sentía bien, pero a la vez comenzó a ver que cerca de ella estaban Michael y Astrid, algo que no podía ser, no había sabido nada de ellos en años.

—¿Chicos? —vio hacia atrás de la planta.

Sus subordinados la voltearon a ver pensando que les hablaba a ellos, pero no era así, la chica estaba conversando mencionando los nombres de Astrid y Michael, quienes no sabían quiénes eran, movía las manos y se notó animada, con cierto brillo en sus ojos.

Pero sabían que algo estaba mal al ver a Fernanda abrazar al árbol e intentar besarlo.

—¿Señorita Lancaster? —preguntó Alina.

La jefa los volteo a ver con sus ojos desorbitados y sin previo aviso vomito en el lugar, pero al terminar se desmayó.

Todo se volvió borroso para Fernanda, escuchaba las voces a su alrededor, pero no eran las de su enfermedad eran otras.

Los colores la saturaban, mientras sintió que era movida en su ensoñación, la gente hablaba de manera acelerada, alcanzó a escuchar tintes de preocupación en ellas.

Y de pronto, todo era negro.

Vio a Astrid, con su usual ropa gótica y cabello azul parada en una oscuridad

—¿Astrid? —le habló, pero esta la ignoró.

La gótica se dio la vuelta para comenzar a alejarse de ella y por más que corrió detrás de la chica jamás parecía poder alcanzarla.

Logró ver que Astrid llegó a donde la esperaba un hombre que ella reconoció como Kyle, esto la detuvo y le dolió el corazón, como si su peor pesadilla se volviera a manifestar una y otra vez en su ser.

Ella la perdió.

Se despertó de golpe, la luz blanca no la dejaba ver bien, su pecho le dolía, mientras que escucho el pequeño bip de una máquina, se intentó incorporar, pero no la dejaron.

—¡Jefa no se mueva! Apenas y logró salir de esta —comentó la voz de Alina.
La cabeza le estallaba a Lancaster, se sentía muy mal, todo le daba vueltas y el vacío en su pecho estaba ahí, el dolor junto a la añoranza por Astrid la estaban matando.

—¿Qué paso?

Alina le comenzó a contar todo, su sobredosis, como se intoxicó con él alcohol, cuando comenzó a decir el nombre de Astrid una y otra vez.

—Le limpiaron el estómago y la estabilizaron, casi se nos va al otro lado —se notó la preocupación en la secretaria.

—Lo lamento, sólo tuve un pésimo lapsus —dijo de manera simple la jefa.

—¿Se encuentra bien jefa?

—Si, sólo me sentía mal Alina, muchos recuerdos me invadieron, de mi pasado en Boston.

Y sin meditarlo, le contó todo a su secretaria, su pasado omitiendo nombres, y por primera vez en dos años se sintió libre.

—Jefa no puedo empezar a entender lo que le sucedió, pero sé que muy en el fondo todo en esta vida pasa por algo, tal vez si eso no hubiera pasado usted jamás podría haber logrado todo esto —comentó Alina —, siempre hay algo más después de todo lo malo y creo usted llego a donde tenía que estar.

Fernanda analizó eso y suspiro, sabía que tenía razón la mujer.

Ocho meses después.

Dejó salir un suspiro, la melancolía la atrapó en un bucle sin fin de análisis sobre como estaba yendo su vida, la manera en que ha estado cerca de la muerte durante tanto tiempo metiéndose aquel veneno.

¿Cómo planeaba dejar todo lo malo atrás si se estaba autodestruyendo?

Daba pena.

Eso quedaría atrás. Si algún día buscará ser lo que Astrid necesitaba, tenía que empezar por mejorar ella misma, debía encontrar su mejor versión.

Su secretaria la había contactado con un grupo de ayuda contra el alcoholismo y las drogas y ya estaba sobria, pero no sólo eso.

Estaba en él estudió de tatuajes recibiendo el más nuevo en su cuerpo, una sXe, había elegido la vida de los Straight Edge, no tomaba, no fumaba y sobre todo no se drogaba, parte del movimiento hardcore que ella tanto seguía.

Quería convertirse en una mejor ser humana, la más perfecta de todas, y es lo que ella lograría. 

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