Capítulo 17 "Mirada de Cristal"
— ¡Vamos Derek!, tu voz sonaba demasiado feliz que no pude resistirme y te corte — dio la explicación Miguel con una exagerada y aguda voz que era como el chillido emocionado de un niño.
Derek empujó el palo de el acha con potencia para llevar su mano a su vientre en donde la sangre se escurría. Su mirada estaba desencajada y tan ensanchada que la iris de sus ojos parecían aún más pequeña.
Él retrocedió mirando la sangre en sus manos y con la otra intentando sostenerse por lo que fuera, pero sus pies cedieron, su espalda choco de contra una silla y finalmente cayó sentado sobre él suelo.
Rachel solo continuó con la mirada clavada en la herida de él sin poder analizar lo que veía, sentía como si fuera engañada por su propios ojos o estuviera en una pesadilla en la que pronto iba a despertar y todo volvería a la normalidad.
— Esa es una mirada muy satisfactoria — explicó Miguel con voz cortada ahora viéndola fijamente a ella — Pero pronto se convertirá en desesperación — explico agitado elevando la pesada hacha chorreante de sangre, casi balanceándose por su peso. Lentamente Rachel movió su mirada hacia Miguel admirando su amenazante postura, su ropa manchada de sangre y también las varicosas venas que le sobresalía en la carne de sus antebrazos, eran como serpientes rodeando su pálida piel — ¡Vamos Rachel!. Ahora intenta escapar de mi y no te olvides llorar y rogar por tu vida — le recordó — Déjame ver más de esa desesperación — pidió comenzando a reír.
Aquella horrible risa comenzaba con un grito aterrador y ahogado como si el aire se le acabara por completo, pero no era así.
Rachel lo escuchaba aun estática en el suelo como si aquel empujón que Derek le había dado segundos antes la hubiera dejado clavada en él.
— Bueno. ¿Quieres vivir? — preguntó. Rachel apenas pestañeó — Entonces será mejor que corras — grito Miguel bajando el hacha sobre Rachel.
La muchacha apenas alejó su pierna de su afilado poder cuando el filo de esta chocó contra el piso muy junto a ella provocando un estruendoso sonido y chispas de luz producto del rose de el metal contra el mármol.
— ¿No quieres que combinen? — preguntó mirando la cicatriz en su pierna y ella casi nego con la cabeza — Entonces escapa lucha y mantén la esperanza — pidió Miguel avanzando hacia ella quien retrocedía a trompicones producto del pánico y el miedo. Las piernas le temblaban los ojos, le ardían y la cabeza le daba tantas vueltas que quería vomitar, pero miró a Derek quien aun estaba lúcido, pero tumbado en el suelo con un charco de sangre a su lado.
«NO. ESTO NO PUEDE TERMINAR DE ESTA MANERA» pensó y ayudada por una silla se puso de pie retrocediendo.
El hacha abriéndose paso hasta ella chocó contra un escritorio rompiéndolo en dos. La rota madera chocó contra sus pies casi haciéndola caer al suelo una vez más, pero Rachel se afirmó con más precisión y procuro que aquel ser solo la siguiera a ella para que dejará a Derek en paz.
Entonces cuando el hacha la atacó por tercera vez se trabó en una silla y Rachel corrió hasta la puerta tomando el pasillo apenas iluminado por el crepúsculo del amanecer, solo escuchando el eco de su propio agitado aliento y tras ella ahora los rayones que el hacha provocaba en el suelo. Aunque no era tan pesada Miguel sólo la arrastraba para jugar con ella quien corría con dificultad producto del dolor en su acalambrada pierna.
Al final del pasillo el cuerpo de Rachel chocó contra otro y casi cayó al suelo, pero asió de la ropa de este y tomó una postura de combate a quien fuera.
— ¿Pero qué tenemos aquí? — preguntaron frente a ella.
Su vista chocando contra los mismos lunáticos de antes. Dos personas con máscaras blancas y linternas que iluminaban el lugar. Sus ropas aún estaban manchadas de sangre, uno de ellos aún empuñaba su navaja y el otro un bate de béisbol.
Los dos muchachos con una sonrisa surcando los rostros de ambos se vieron como pasándose información solo con la mirada y luego a la chica de ojos verduscos completamente aterrorizada.
— ¿Aún te interesa ver cómo luce por dentro? — preguntó uno de ellos con gorra oscura y bate de béisbol.
Rachel retrocedió y vio a Miguel acercarse en sentido contrario.
— ¡A un lado! — ordenó tomando el bate de béisbol que él tenía y jalando de este con fuerza.
Ambas personas rieron ante su mandato hasta que el cruel sonido rasgando la carne volvió a inundar el pasillo interrumpiendo por completo sus grotescas risas.
Esta vez Rachel no grito. Su vista pasó a la persona a su izquierda quien tenía el hacha de Miguel clavada en una de sus piernas. Un grito ahogado cargado de dolor fue escupido de los labios del sujeto.
Rachel miró la sangre que salía de esa pierna y se quedó estática en su lugar. Ella conocía ese dolor, élla conocía ese sufrimiento.
— ¿Qué diablos? — grito el otro chico con el bate de béisbol. Su rostro estaba desencajado por la sorpresa.
Miguel arrancó el hacha de la pierna del chico quien cayó al suelo chillando alocadamente mientras llevaba su mano a su pierna y la otra mano a su rostro donde se quitó la máscara para poder respirar.
— No. No, porfavor — suplico el sujeto.
— ¡Miguel! — suplico Rachel, pero su cuerpo no se movió.
Miguel elevó el hacha una vez más dejándola caer sobre el pecho del chico.
— ¡Ah! — gritó él sujeto por última vez.
Rachel vio la escena demasiado cerca que la sangre salpicó sus piernas. El bate que aún tenía en sus manos le fue arrebatado y quien lo hizo comenzaba a correr por el oscuro pasillo como un deportista nato.
Rachel quiso mirarle, pero su vista cayó sobre los ojos de Miguel quienes también se clavaron en ella. Atravesando sus prácticos lentes de montura metálica y los vidrios había una mirada fría como la nieve, completamente frisada como si nada se reflejará en ella. Por un momento sintió como si estuviera viendo un cristal, un objeto completamente inanimado y pensó que ese sujeto no era humano. Aún viéndola él subió el hacha y la bajó una vez más manchando el piso, la pared, ropa y hasta su mismo rostro de sangre.
La cosa estaba entretenida en aquello y entonces Rachel comenzó a correr por el oscuro pasillo. Se dirigió por la misma dirección que el chico de antes y con la oscuridad engulléndola cada vez más ella apenas podía ver su propio camino.
Sabía dónde se encontraba, pero eso no le permitía poder orientarse del todo. Espero chocar duramente contra alguna pared pero no pasó y fue muy tarde cuando recordó las escaleras.
Estaba a punto de caer por ellas cuando se sujetó de la baranda. Ahora sus pies colgaban al igual que todo su pesado cuerpo. Gimió con fatigada en su primer intento por subir, pero sus brazos no eran lo suficientemente fuertes. Sabia que pronto sedería si no encontraba asidero.
Maldijo por lo bajo respirando con dificultad mientras sentía el sudor bajando por su frente y como sus manos también se húmedecian traspiradas. Lentamente comenzó a resbalarse.
Chilló una última vez y tembló de susto cuando una mano sujetó su brazo. Aquella mano la comenzaba a subir con pesadez, pero insistencia.
Temió aun mas que fuera Miguel quien la jalaba y prefirió aquel final contra el piso que cualquiera que él le daría.
— No — chilló sin ánimos por subir.
A prisa vislumbró una linterna sobre el suelo junto a un bate de béisbol. Luego una figura con una gorra oscura y mascara blanca.
Solo entonces sus manos se forzaron a subir. Sus piernas tocaron el piso y cuando finalmente su cuerpo entero tocó el suelo ella lo tanteo con ánimo como si en verdad lo hubiera extrañado.
Su respiración agitada se escuchaba al unísono de otra con un eco diferente como si estuviera cubierta. Levantó la mirada a la persona frente a ella. Unos ojos verdes y un cabello pelirrojo claro y rubio en las puntas fue lo único que pudo divisar porque su rostro aún lo cubría una máscara de plástico blanca. Su mano abandonó el brazo de Rachel y quitó aquella máscara de su rostro para respirar mejor.
— ¿Te encuentras bien? — preguntó. Rachel no contestó — ¿Quién era ese? — gritó el muchacho con los ojos iluminados de un brillo que casi evidenciaba lágrimas, pero rápidamente parpadeó para alejarlas.
Rachel tampoco contestó a aquella pregunta. Tenía la mirada fija en él, pero no le prestaba atención. Aun pensaba en lo cerca que había estado de morir y en lo torpe y descuidada que había sido.
— ¡Hola... Te estoy hablando! — explicó el chico meneando su mano frente el rostro de ella.
— Necesito tu ayuda — informó de pronto parpadeando varias veces y volviendo en sí.
El chico la miró sorprendido.
— ¿Mi que?... — preguntó.
— Por favor mi amig... Mi compañero — se auto corrigió — Él... está muy mal herido.
— ¿Y que? ¿Tengo pinta de doctor o que? — pregunto — Además de seguro ya pasó a mejor vida — explicó.
— Entonces busca a alguien — ordenó.
El chico se puso de pie viéndola como todos siempre solían verla con ese complejo de superioridad. Rachel volvía a sentirse pequeña e inútil.
— ¿Quién te crees? — preguntó — Por tu culpa mi compañero está hecho pedacitos — informó — Te salvó la vida y así es como me lo agradeces — dijo apuntándola con la mano.
— Te daré mis máscaras — agregó sin prestarle mucha atención — Todas ellas, sólo consigue a alguien que pueda curarlo, por favor — suplicó con los ojos ardientes en lágrimas.
— ¿Cuantas? — preguntó el muchacho inclinándose frente a ella.
— Son como 50 — no mentía, en realidad no recordaba cuántas tenía Derek.
El chico lanzó un suspiro exagerado.
— Mi consejo sería que mejor te buscaras otro compañero, uno que oportunamente acabará de perder el suyo por ejemplo — dijo apuntándose a sí mismo y volviendo a estar de pie, pero ella continuó viéndolo seriamente. Él esperó, pero ella no contestó — ¡Okey! — dijo suspirando decepcionado — Conozco a alguien.
— ¿Quien? — preguntó ansiosa.
— Tu solo sígueme — ordenó alzando el bate en sus hombros y comenzado a caminar por el oscuro pasillo.
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