Cumpleaños no feliz
13 de marzo 1940
Era el 13 de marzo de 1939, el cumpleaños de Yoongi. El día amaneció radiante, con el sol brillando sobre los campos verdes que rodeaban la casa de campo de los Min. Yoongi despertó con una sonrisa de anticipación, sabiendo que hoy sería un día especial lleno de regalos y diversión.
Bajó corriendo las escaleras hacia la cocina, donde la señora Lee lo recibió con un desayuno especial decorado con velas. Rápidamente devoró su comida, apenas conteniendo su emoción por abrir los regalos que lo esperaban en la sala.
—¡Noona Lee, vamos a explorar antes de abrir los regalos! —exclamó Yoongi, saltando de alegría mientras agarraba la mano de su querida sirvienta.
Los señores Min intercambiaron una mirada cómplice y asintieron con una sonrisa, permitiendo que Yoongi y la señora Lee se aventuraran por los extensos jardines y los senderos boscosos que rodeaban la propiedad.
Mientras tanto, en el dormitorio donde estaban los regalos, el señor y la señora Min se preparaban para organizar las sorpresas de cumpleaños de Yoongi. En medio de su emoción, un tic-tac constante captó la atención del señor Min. Era un sonido apenas perceptible, pero persistente.
—¿Qué es ese ruido? —preguntó la señora Min, frunciendo el ceño mientras se acercaba a la mesa donde reposaban los regalos.
El señor Min, con gesto preocupado, levantó uno de los paquetes grandes y sintió que algo no estaba bien. Rápidamente, con manos temblorosas, comenzó a deshacer el envoltorio. La señora Min, sintiendo un nudo en el estómago, observaba con creciente inquietud.
Entonces, en un instante de horror absoluto, descubrieron lo impensable. En el interior del paquete había un reloj, pero no era un regalo ordinario. Era una bomba meticulosamente diseñada para explotar en ese momento preciso.
El pánico los invadió cuando el sonido del tic-tac se volvió ensordecedor. Sin pensarlo dos veces, corrieron hacia la ventana, gritando desesperadamente el nombre de Yoongi como última palabra de aliento.
En el enorme jardín, Yoongi y la señora Lee se maravillaban con las flores y las mariposas, ajeno al peligro que se cernía sobre ellos. De repente, una explosión ensordecedora sacudió la tranquilidad de la tarde. El suelo tembló bajo sus pies mientras el estruendo resonaba por toda la propiedad.
El humo y escombros volaron por los aires, y Yoongi, aturdido y asustado, se abrazó a la señora Lee mientras lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
—¡Noona Lee, qué está pasando! —gritó Yoongi, su voz ahogada por el miedo y la confusión.
La señora Lee, tratando de mantener la calma para proteger al pequeño Yoongi, lo abrazó con fuerza y lo guió hacia un lugar seguro, lejos de los escombros y el caos que habían inundado el jardín.
Una camioneta negra y misteriosa llegó en silencio, casi como si se deslizara entre las sombras de los árboles. La señora Lee, alerta y con los sentidos agudizados por el miedo, la vio desde su escondite. Observó cómo varios hombres salían rápidamente del vehículo, escudriñando el área con miradas amenazadoras y armados con rifles.
Sin pensarlo dos veces, la señora Lee tomó la mano de Yoongi y lo llevó corriendo a través del bosque, esquivando ramas y troncos caídos mientras el sonido de sus perseguidores resonaba detrás de ellos. Llegaron a un pequeño claro donde la señora Lee encontró un lugar seguro entre unos arbustos densos.
—Yoongi, aquí debes quedarte. No hagas ruido y no te muevas por nada del mundo. Prométeme que te quedarás escondido hasta que vuelva —susurró la señora Lee, su voz temblorosa pero firme, mientras le apretaba las manos al pequeño.
Yoongi asintió con los ojos llenos de lágrimas, abrazando su oso de peluche con fuerza mientras veía a la señora Lee alejarse de él, desapareciendo entre los árboles en busca de ayuda.
Desafortunadamente, el destino tenía otros planes. Mientras la señora Lee corría desesperadamente en busca de ayuda, uno de los hombres en la camioneta había notado su movimiento y disparó sin previo aviso. La bala la alcanzó en la espalda, y ella cayó al suelo con un gemido ahogado de dolor.
La señora Lee luchó por mantenerse consciente, con el pensamiento de Yoongi siendo su única preocupación. Intentó moverse, pero el dolor era abrumador y cada respiración se volvía más difícil.
—Lo siento, Yoongi... —murmuró entre dientes, con lágrimas rodando por sus mejillas mientras la oscuridad comenzaba a cerrarse a su alrededor.
Mientras tanto, Yoongi, escondido y aterrado, escuchó el estruendo de los disparos y vio cómo se desencadenaba el caos a su alrededor. El miedo lo paralizó por un momento, pero cuando escuchó los gritos y los pasos acercándose, supo que tenía que alejarse rápidamente.
Corrió lo más rápido que sus piernas pequeñas le permitieron, entre los árboles y los arbustos, sin rumbo fijo pero con la determinación de escapar de aquellos que ahora lo perseguían. Sus lágrimas se mezclaban con el sudor en su rostro mientras corría hacia la seguridad, hacia cualquier lugar donde pudiera encontrar protección.
El pequeño Yoongi se aferró a la promesa que le hizo a la señora Lee, de quedarse escondido y seguro. Sin embargo, el dolor en su corazón por la pérdida de su querida noona era abrumador. Se sentía perdido y solo en un mundo que había cambiado para siempre en un solo día fatídico.
Así comenzó el capítulo más oscuro y doloroso de la vida de Yoongi, marcado por la tragedia y la pérdida, pero también por la valentía y la esperanza de un niño que luchaba por encontrar su lugar en un mundo que de repente se había vuelto hostil y desconocido.
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