9
Ese sábado era de Endeavor. Se estaba lamentando mentalmente mientras se preparaba, ¿por qué seguía aceptando las propuestas de ese hombre? Una vez debió ser suficiente para ella, no quería volver a sentir su cérvix quemándose por dentro, era una tortura, ese enorme pene no valía tanto la pena, en especial porque ese hombre ni siquiera sabía usarlo tan bien.
Mira el reloj en su pared, aún tiene tiempo para seguirse lamentando en silencio.
—Se ve molesta —le anuncia una de sus compañeras, Yasumoto Chiko. Es una chica joven, apenas tiene diecinueve años y por tal razón es de las más solicitadas últimamente; lleva solo un año trabajando en la compañía, es bajita, delgada, de cabello negro liso y largo, ojos rasgados de color marrón oscuro y piel blanca, una chica común y corriente con el quirk de leer emociones—. ¿La dejaron plantada? —toma asiento a su lado y se saca la blusa para empezar a vestirse.
—Ojalá me dejara plantada —masculle.
—¿Qué cliente le tiene así, Eros-senpai? Nunca la he visto con ese humor un sábado, y asumo que será una jornada de seis horas, ¿es alguien acaso con gustos desagradables?
—Es Endeavor.
—Sí, escuché que había venido hace poco... ¿Es un mal tipo?
—Quema. Todo en él quema. Su semen quema, y le gusta correrse dentro. Su sudor quema también, su baba, su piel... Todo.
—¿Y por qué no se negó?
—Deja buenas propinas.
—Sí, eso tiene sentido —la joven ríe, viéndose al espejo para aplicarse labial—. ¿Sabe las noticias, Eros-senpai?
—¿Qué noticias?
—Sobre Inaba-san.
Inaba Osen, otra compañera de trabajo. De las más altas del lugar, pero siempre delgada y esbelta a diferencia de Ino. Llevaba unos cinco años trabajando.
—¿Qué le pasó? —pregunta Eros— Ahora que la mencionas no he sabido de ella desde hace unas semanas.
—Está embarazada.
—Oh, no. ¿De un cliente?
—Dice que sí.
—¿Abortará?
—Dice que no. Que no porque ella no cree en el aborto y no considera que la criatura tenga culpa, que se irá de la ciudad y volverá a su pueblo para dar a luz y criar al bebé por su cuenta.
—Ugh, la pobre.
Embarazarse en el trabajo era la peor decisión que cualquiera de ellas podría cometer, por contrato no tenían permitido decir que habían tenido sexo con héroes y menos con qué héroes habían tenido sexo, así que si el embarazo se había dado en jornadas laborales el exigir al padre reconocer su paternidad podría terminar en ellas contra demandadas por multas millonarias e incluso perder la custodia de sus hijos. Si el embarazo se daba fuera de la jornada laboral entonces la mayor consecuencia era perder el trabajo, pero normalmente no había forma de probar en qué momento se dio la concepción así que las pocas chicas que tenían la desfortuna de caer embarazadas solo se lo guardaban para sí mismas, algunas abortaban y volvían a trabajar como si nada, otras se iban de la ciudad y tal como Inaba Osen se resignaban a convertirse en madres solteras.
Ino rezaba todas las noches por que eso no le pasar a ella, rezaba para ser estéril. Se tomaba sus pastillas religiosamente, y a veces incluso tenía la suerte de convencer a sus clientes de usar condón para disminuir aún más el riesgo de embarazo.
La noche pasó sin pena ni gloria, otra vez terminó con quemaduras de primer grado en su entrepierna y otra vez amaneció sola con una jugosa propina esperándola al lado de la cama. Como amaba esas propinas, se quemaría hasta perder la sensibilidad de la piel si eso significaba conseguir esas propinas todos los sábados, propinas que equivalían al valor de su renta, valían mucho la pena.
En cuanto llegó a casa se le anunció que tendría ocupado el próximo sábado también, esta vez con All Might. Él también le había dejado una buena propina la última vez, pero no se comparaba con la del señor Todoroki.
Está revisando sus mensajes cuando le llega uno no muy placentero.
Alguien murió.
Inaba Osen había muerto.
Esa misma noche fue el funeral. Osen no tenía familia, por lo que el evento fue organizado por sus compañeras de trabajo, que al final eran incluso más que su familia, varias de ellas como Ino la habían visto llegar a trabajar desde su primer día, la habían visto crecer como persona, desarrollarse en ese ambiente de trabajo, crecer. Osen era una buen muchacha, no se llevaba mal con nadie, nunca había tenido una sola pelea.
No entendían porqué se habría suicidado.
Ikeda Ino, vestida totalmente de negro y cubierta cual monja, observa su cuerpo en el ataúd. Una chica tan joven no merecía un final así.
—Ikeda-san —la llama otra de sus compañeras, se acerca para sobarle la espalda esperando reconfortarla un poco—, Inaba-san me pidió que le entregara esto.
Es un sobre. Lo abre ahí mismo, y dentro se encuentra una foto de ambas con algo escrito atrás. "Lo siento".
—Estuvimos hablando ayer —sigue diciendo la compañera que se le ha acercado, Shibuya Hako, la mujer con más edad en el lugar, cuarenta años bien cumplidos, veinte de ejercer—, Inaba-san me dijo que si la bebé era niña la llamaría Ino. Inaba Ino, y te pediría ser su madrina.
—Una decisión de mierda —suspira, viendo la fotografía entre sus manos—. Dime algo malo de ella, algo que me ayude a que su muerte no duela tanto.
—Este tipo de muertes son las que más duelen, no puedo hacer nada al respecto.
—¿Por qué lo hizo? —masculle— Creí que quería tener al bebé. Y yo... Yo nunca la vi... Mal. Sí, tenía días horribles, pero los tenemos todas, ¿no? No era razón para suicidarse...
—Inaba-san cargaba muchas cosas con ella —suspira la mayor—, muchos secretos, mucho arrepentimiento. Ciertamente es una tragedia, pero no es una que hubiéramos podido evitar. Ella está en un mejor lugar ahora.
—Más vale que lo esté, sería una pena salir de un infierno para llegar a otro.
—Lo sería.
—Shibuya-san, ¿usted ha pensado en retirarse?
—¿Por qué? ¿No te gusta la competencia?
Ambas ríen, divertidas.
—Es solo que creo que esta vida no puede llevar muy lejos a nadie... A ninguna de nosotras. Todas las chicas están esperando solo una oportunidad para salir de esto, y en cuanto ven esa oportunidad la toman. ¿Usted nunca lo pensó?
—Por supuesto. De joven me pasaba el día entero imaginando que uno de esos héroes me pedía matrimonio y yo me casaba con él para ser mantenida el resto de mi existencia. Tenía mis ojos bien clavados en Crimson Riot, recuerdo que llegaba casi todos los días y varias veces solo se quedaba a dormir. Era romántico, encantador, y soñaba todos los días con que me pidiera matrimonio y me dijera que me amaba y no podría vivir sin mí... Nunca lo hizo. Le pregunté porqué, él dijo que las mujeres como yo no merecían salir de este estilo de vida, y nunca volví a verlo.
—Que patán.
—Ciertamente. Pero dime, ¿cuántas has visto dejar de trabajar porque un héroe las sacó de ahí?
—Ninguna.
—Exacto. No ha pasado hasta ahora y no pasará nunca, Ikeda-san, este no es un trabajo del que puedas retirarte dignamente, a mí ya solo me quedan dos o tres años antes que nadie quiera siquiera girar a verme. Lo mejor para ti es dejar de fantasear y tener un buen plan de ahorro e inversión y salir de aquí antes de los cuarenta... ¿Qué edad tienes?
—Treinta y uno.
—Tienes nueve años para pensar al respecto.
La de cabello morado suspira con fuerza, se frota los brazos y frunce los labios.
—Saldré a tomar un respiro.
...
Ocho meses para actualizar! Una barbaridad, pero la otra vez me tardé un año así que piensen que pudo ser peor, ji ji.
bais
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