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CAPÍTULO 5: MARCADO

Calor.

Hacía mucho jodido calor.

Ese fue el primer pensamiento que llegó a su mente tan pronto comenzó a cobrar conciencia. Por fin, fuera del nebuloso mundo de los sueños, en el que seguramente flotaba felizmente momentos antes de ser traído súbitamente a la realidad.

Su cuerpo entero quemaba como si brasas ardientes le envolvieran de pies a cabeza. Minseok se sentía débil y con muy poco o nada de control sobre sus propias extremidades, cuando una luz blanca, casi tan cegadora como si estuviese viendo al sol directamente, le dio de lleno en el rostro.

Era vagamente consciente de alguien sosteniéndole la cabeza en alto. La persona también le hablaba, pero él simplemente no era capaz de comprender qué era lo que le estaba tratando de decir. La cobija que traía encima ya había sido, gracias a todos los dioses, removida de su cuerpo.

Minseok solo era capaz de captar algunos murmullos lejanos en su adormilada condición. Varias voces hablaban al mismo tiempo y era imposible identificar quién decía qué. Por supuesto, sabía que quienes hablaban eran sus hermanos. Él estaba, al menos, seguro de aquello.

Es solo que el actual estado en el que se encontraba no era precisamente el más óptimo en el que pudiese estar, como para diferenciar entre los distintos tonos de voz que se alzaban sobre él.

Su sentido del olfato se hallaba inesperadamente agudizado esta noche. Pero, aun así, era incapaz de registrar los detalles de su entorno, todo porque sus ojos se negaban a colaborar y abrirse.

Percibía la dulce fragancia que se extendía alrededor, olía como a flores de primavera.

No era solo un dulce olor por aquí o alguno fresco por allá. Era más bien como estar acostado justo en el medio de un campo atestado de diferentes tipos de flores y rosas silvestres.

Era extraño. ¿En verdad seguía estando en su habitación, donde se había quedado dormido la noche pasada o, de algún modo, seguía atrapado en un sueño, uno muy lúcido, en el que dormía rodeado de vegetación primaveral?

No podía, por muy duro que tratara, reconocer quién era la persona de la que estaba actualmente prendado.

Sus manos temblorosas se aferraban con excesiva fuerza a la suave tela de lo que reconoció como el suéter de alguno de sus hermanos. Quien fuera de todos ellos, amablemente le quitaba las gotas de sudor que insistentemente se acumulaban en su frente.

En algún momento entre su semi-consciencia, que luchaba con todas sus fuerzas por mantenerlo despierto, decidió que lo mejor era rodar sobre su costado tras darse cuenta de un pequeño "problema" que se traía entre manos, o entre piernas, mejor dicho.

¿Qué mierda? ¿Quién en su sano juicio escogía un momento de fiebre alta para ponerse duro?

Sintiendo la vergüenza volar hasta su rostro ya sofocado, y estancarse ahí en distintas tonalidades de rojo, Minseok se removió incómodo entre los brazos firmes que le sostenía. Trató de ocultar la furiosa erección que golpeaba contra la cremallera de su pantalón, rogando por ser liberada.

Por un maldito demonio, ¿en serio? ¿Solo a él podían pasarle este tipo de desgracias?

Rogó porque no luciera tan extraño como se sentía. Sabía que pequeños jadeos, tal vez ocasionados por la fiebre, salían en espasmódicas sucesiones en conjunto con los temblores que su cuerpo experimentaba.

Estaba bien, iba a vivir, se dijo a sí mismo a modo de tranquilizante. Un poco de fiebre alta no iba a matarle, ni hoy ni en el futuro cercano.

Era muy probable que de un segundo a otro alguien le llevara hasta el hospital, y entonces todo volvería a la normalidad. Más tarde, cuando no se sintiera tan de la mierda, incluso bromearía con sus hermanos sobre lo gracioso de la situación.

Oía la conmoción estallando a su alrededor, pero como sus párpados pesaban toneladas, ya ni siquiera hizo el intento por abrirlos. Solo se concentró en no perder el soporte que tenía en cualquiera que sea el desafortunado hermano al que estuviera llenando de saliva.

De repente, en lo que bien pudo haber sido un lapso muy largo o muy corto, su nariz captó un nuevo olor, uno que no estaba presente antes en la habitación. Aún pese a que la esencia no estaba propiamente cerca, Minseok la sentía más y más fuerte conforme el dueño de la misma se aproximaba hacia ellos.

De alguna manera, una muy desconcertante, dicho aroma le hacía estremecerse. Casi como si pudiera sentir la cercanía física del mismo.

La inquietante sensación le estaba carcomiendo por dentro. Todos sus sentidos nublados cuando el misterioso aroma entró en contacto directo con su nariz, cosquilleándole y dejando a su paso una falsa sensación de comodidad. En esos estúpidos pensamientos vagaba cuando escuchó a alguien hablar.

—¿Sehun? —preguntó la voz alzándose por sobre su cabeza. Esta sí que la reconoció de inmediato. Era Chanyeol, el Omega más alto. Por lo menos ahora ya sabía a quién pertenecían los dedos que se paseaban suavemente por sus cabellos húmedos con el sudor, peinándolos—. ¿Qué ocurre?

¿Sehun? ¿Era Sehun el dueño de ese exquisito aroma que se desplegaba y se esparcía por toda la habitación, impregnándola por completo?

¿Sehun siempre había olido tan... bien?

Dios, Minseok quería... ¿Qué demonios era lo que quería?

Él se retorció impaciente ante el inexplicable impulso que se disparó a través de todo su cuerpo, cuando el aroma se hizo más denso y profundo que antes. Él quería algo, su cuerpo lo pedía desesperadamente, es solo que no sabía exactamente qué era aquello que necesitaba.

—Vamos Sehun, no es momento para tener un ataque de pánico. —Intentó de nuevo Chanyeol.

Minseok bufó en molestia cuando, tan solo un momento después, el aroma empezó a disiparse con lentitud a la par del sonido de pasos resonando por el pasillo. Alejándose.

¿Qué acababa de pasar?

Silencio y más silencio cayó pesadamente sobre ellos.

Silencio que fue solo roto por su trabajosa respiración. De haber sabido que dormir en el suelo le causaría aquello, no lo hubiera hecho para empezar.

Es decir, Minseok siempre había gozado de una muy buena salud, rara vez contraería algún virus y muy difícilmente caería con fiebre. Mucho menos una tan exagerada como la que presentaba en estos momentos.

Su condición no parecía querer mejorar. En todo caso, empeoraba con cada exasperante segundo que marcaba el reloj en la pared.

Ahí, tirado en medio de la habitación que compartía con sus otros cuatro hermanos, con los músculos tensos y el aire que parecía no querer proveer a sus pulmones del necesitado oxígeno, Minseok fue dolorosamente consciente del estado en el que se encontraba, todo por su estúpida necedad.

Nadie parecía haber notado aún el "problemita" en el que se hallaba, y si lo habían hecho, tuvieron la amabilidad de guardarse sus comentarios.

Sus pensamientos, sin embargo, fueron interrumpidos cuando un fuerte brazo le rodeó la cintura y le instó a ponerse de pie de forma ruda.

Queriendo o no, se vio obligado a caminar por la casa. Sus ojos aún cerrados y sus pies enredándose entre sí cada dos pasos, haciéndole así más difícil la tarea a su padre.

Y supo que era su padre quien le arrastraba impacientemente por el pasillo, debido a la tan distintiva aura que ahora era capaz de captar. Si era sincero, el hombre a su lado no olía a la dulce esencia que el resto de Omegas. Era más como... Sehun

La siguiente vez que su cerebro registró lo que pasaba, estaba siendo bruscamente lanzado dentro del asiento trasero de algún coche.

Escuchó a la puerta ser cerrada con más fuerza de la necesaria y, después de un segundo, en la parte de adelante del auto, oyó el abrir y cerrar de una puerta distinta.

Reuniendo todas las fuerzas de las que fue capaz, logró al fin abrir, no sin algo de trabajo, sus increíblemente pesados párpados. Pudo ver así a través del cristal a Sehun, quien le miraba de vuelta con una preocupada expresión en el rostro.

¿Por qué le miraba de esa forma? ¿Por qué se veía tan afligido? ¿De qué era lo que parecía estarse disculpando?

Minseok no pudo responder a ninguna de esas preguntas formuladas por su mente, ya que estaba demasiado ocupado quedándose dormido o tal vez desmayándose, no podría decirlo con certeza.

Lo siguiente que sus oídos captaron fue el breve intercambio de palabras entre dos hombres. No era el inicio de su charla, como pudo deducir ante su falta de entendimiento de la misma.

—Se puso incontrolable... así que le he traído aquí antes de lo acordado. Ha entrado en celo. No quiero tal cosa obscena en mi casa —dijo una voz seca que reconoció como la de su padre.

¿Qué era exactamente la "cosa obscena" de la que estaba hablando? ¿Era él? ¿Había dicho "celo"? ¿Era eso, Minseok había entrado en celo y por eso estaba experimentando tal martirio?

—Tenemos fuertes feromonas aquí, ¿no es así? Lo he olido desde que entraron al bosque —exclamó una segunda voz que no pudo ubicar. Y no lo hizo porque jamás la había oído antes. La recordaría, de ser el caso.

—Sí, incluso logró alterar un poco a Sehun.

—Así que el pequeño Sehun se vio tentado, ¿eh? —Su padre no contestó de inmediato, sino que esperó, pensándose la respuesta. Minseok sonrió porque él conocía a la perfección a su padre.

El líder de los Oh no era un hombre que se quedara sin palabras, así que mínimo, el otro sujeto debía tener mucho dinero que su padre pudiera prestarle o bien, era el acreedor de algunos préstamos al mismo.

En cualquier caso, el tema fue cambiado antes de que pudiese seguir con sus pensamientos sin sentido. Su padre retomó la conversación.

—Eso ya no importa. De cualquier forma, sobre lo de esta mañana...

Pero Minseok ya se encontraba viendo la penumbra de nuevo. La inconsciencia tiñendo de oscuro todo a su alrededor conforme se sumía en el plácido sueño.

La siguiente vez que pestañeó aturdido, se hallaba tendido sobre alguna superficie suave.

Intentó parpadear varias veces, pero no había ni una sola diferencia entre tener los ojos cerrados o abiertos, debido a la ausencia de alguna fuente de iluminación que le permitiera ver a su alrededor.

Sin embargo, aún poseía un sentido más a su favor. Podía sentir. Su piel desnuda se erizó con el frío golpeando directamente en su cuerpo.

¿Piel desnuda?

—¿Ah? —Un jadeo involuntario fue arrancado de sus labios cuando algo tibio y húmedo envolvió uno de sus pezones.

Inconscientemente, dio un respingo ante la nueva sensación electrizante que le recorrió completamente ante el calor ajeno. Se sentía de alguna forma... Bien.

Ahí estaba de nueva cuenta ese olor que le causaba extrañas reacciones, y que enviaba escalofríos por su espina. Era tan parecido al que había percibido de su hermano y padre antes, pero de algún modo... de algún modo, era distinto. Una voz en su cabeza le susurraba que se mantuviera tranquilo.

¿Cómo mierda se supone que iba a estar tranquilo cuando un completo extraño estaba tocándole sin su consentimiento?

Ni siquiera sabía por qué en un momento tan raro como este se detenía a hacer este tipo de análisis profundos. Seguramente había mejores preguntas que pudiera estarse formulando ahora, como, por ejemplo: ¿dónde estaba? ¿Quién era la persona que le tocaba de forma tan desesperada, con anhelo?

El peso ajeno que se cernía sobre él era desconocido. Minseok se retorcía desesperado en la cama, buscando algún tipo de alivio para la erección que había recientemente descubierto que se alzaba gloriosa entre sus cuerpos.

La humillación no le duró por mucho, pues al mismo tiempo pudo sentir el deseo del contrario presionándose contra uno de sus muslos.

En realidad, él no sabía por qué no había salido corriendo en cuanto se supo retenido contra el colchón, y en su lugar se había quedado quieto a merced del desconocido.

El hombre se presionó cerca, dejando a su peso caer sobre la espalda de Minseok.

Su cuerpo se estremeció cuando algo húmedo y caliente se deslizó desde su espina hasta su cuello, donde la ávida lengua lamió

Minseok se estremeció cuando el hombre le rodeó el cuello y mordió el lóbulo de su oreja desde atrás.

los restos de sangre seca. Solo, ¿cuántas veces le había mordido ya?

—Lo siento... No puedo —gruñó la voz contra su pecho. La frustración era palpable.

Minseok apenas iba a preguntar qué era lo que no podía cuando obtuvo la dolorosa respuesta.

En un veloz movimiento, tanto que apenas fue capaz de registrar el hecho, Minseok ya había sido volteado, dándole así la espalda al hombre de la voz ronca. Y apenas un segundo después, se encontró sintiendo el aire atascarse en su garganta cuando el dolor perforante le atravesó por completo.

El extraño se había introducido en él sin cuidado alguno. Fue horriblemente cruda la forma en la que se sentía el miembro abriéndose paso a la fuerza en su interior. Minseok sollozó en dolor mientras a sus espaldas un gemido ronco se dejaba oír.

¿Qué demonios? Dolía como el infierno.

Las lágrimas saltaron por sus ojos. Justo cuando pensó que nada podría doler más que aquello, el hombre le asió, posicionando uno de sus brazos sobre su pecho y, alzándolo, logró profundizar aún más. El cambio de ángulo fue solo más incómodo e hiriente que antes.

Minseok presionó sus ojos cerrados con más fuerza de la necesaria cuando reparó en el cálido aliento rozándole el cuello.

Rezó a los dioses en los que nunca había creído porque esto acabara pronto. Entonces una nueva agonía se extendió por cada centímetro de su ser cuando el hombre salió y se introdujo de nueva cuenta, al mismo tiempo que encajaba sus dientes en su cuello, rasgando la suave piel.

Una oleada indescriptible reptó por todo su cuerpo, recorriendo cada rincón.

Una hormigueante sensación le estremeció la siguiente vez que el hombre embistió contra su cuerpo y entonces perdió la habilidad de pensar coherentemente. No debería sentirse bien, pero lo hacía.


Se levantó de golpe sobre la cama. Su cuerpo entero gritando en demanda cuando se incorporó de forma brusca y el dolor punzante le atravesó desde la espalda baja hasta el cuello, y se expandió más allá.

¿Qué mierda de sueño era ese que acababa de tener?

Su corazón aún repiqueteaba con fuerza en su pecho, mientras trataba inútilmente de nivelar su respiración acelerada.

Dio un salto en su lugar cuando un sonido rompió la quietud en la que se sumergía la habitación. Se giró hasta dar con el lugar de donde este provenía.

La gran puerta a su derecha fue la única opción viable que encontró. Y efectivamente, sus dudas se disiparon en cuanto los toques llamaron insistentes de nuevo.

Al otro lado de la puerta, una voz femenina preguntó:

—¿Ya ha despertado? ¿Puedo pasar?

Minseok estaba demasiado confundido y desorientado como para procesar lo que la mujer acababa de decir. Su cabeza aún martilleaba por el repentino despertar, así que solo respondió con un débil:

—¿Sí?

Aunque más bien parecía una pregunta, que la afirmación que estaba destinada a ser.

Hizo un gesto de extrañeza por lo rasposa que sonó su voz en sus oídos. Llevando una mano hasta su garganta, presionó suavemente sobre ella. Picaba como si hubiese estado gritando por horas.

Solo cuando la puerta por fin se abrió tras su vaga respuesta, revelando así a una bella mujer toda piernas largas y pechos erguidos, fue que reparó en su propia desnudez, gracias al calor de afuera que le impactó de frente.

Cogiendo las sábanas que yacían olvidadas a su lado, se apresuró a jalarlas y taparse hasta la barbilla con ellas, tratando de ocultar lo inocultable.

—El Amo me ha pedido venir a asistirle —anunció la recién llegada, en un tono bastante normal, considerando que acababa de encontrarlo en una habitación que no le pertenecía.

Aunque si había llamado, eso quería decir que sabía de la existencia de Minseok dentro de la misma, ¿no es así?

Cuando la mujer silenciosamente comenzó con su trabajo, poniéndose un par de guantes de limpieza y dejando la canasta que había traído consigo en el suelo, Minseok analizó su entorno.

Aún se hallaba confundido sobre qué diablos estaba pasando y en dónde se encontraba, porque claro que se había dado cuenta de que no estaba en casa y en ningún lugar que se le pareciera. Tampoco es que lo esperara, ya que recordaba a la perfección ser llevado fuera por su padre.

¿Dónde era que su progenitor le había traído exactamente?

La habitación en la que se encontraba estaba hecha un completo desastre. Varias almohadas, de distintos tamaños y colores, se hallaban dispersas descuidadamente por el suelo, y Minseok creía que eso que veía en el piso era algún montón de sábanas que se habían deslizado sin querer de la cama.

Esto no era ni de cerca un hospital, por no decir que no conocía la habitación de ningún lado.

Para empezar, las sábanas visiblemente caras con las que se tapaba, jamás pudieron haber sido proporcionadas a él o algunos de sus hermanos. Su padre no creía necesario darles esa clase de lujos a sus hijos. Al menos a ninguno de ellos cinco. Minseok no sabría decir sobre Sehun, ya que nunca había entrado a su habitación.

En general, todo parecía casi demasiado fino. Desde las paredes pintadas en tonos claros hasta las cortinas cerradas, que no dejaban a la luz del día entrar. De igual manera, la cama en la que estaba sentado era enorme. Probablemente cabrían él mismo y sus cuatro hermanos juntos en ella sin ningún problema.

La mujer seguía en su labor calmadamente y, en algún momento, mientras recogía lo que ubicó como su ropa interior, sus ojos se conectaron, enviando oleadas de vergüenza a través de todo su ya de por sí humillado ser.

Él era consciente, muy a su pesar, de la posible apariencia que debía tener justo ahora.

No podía verse a sí mismo desde su posición actual, pero sabía que no se veía precisamente como alguien decente. No cuando de seguro tenía el pelo desordenado, más su visible desnudez aunada a la habitación que revelaba que en ella no solo había estado durmiendo.

No podía ni quería ver las marcas que de seguro había esparcidas por todo su cuerpo. Sin embargo, él las sentía y no podía ser indiferente. En cada una de las partes adoloridas, era consciente de que ahí estaban. Ya era muy tarde para seguir creyendo que solo se trataba de una pesadilla. Todo esto realmente había pasado.

Y considerando las circunstancias bajo las que se encontraba, no era difícil figurarse una idea sobre lo que él y al que la mujer había llamado "Amo" minutos antes, habían estado haciendo aquí.

Instintivamente sintió la bilis subir por su garganta. Esto era demasiado para su orgullo. No podía soportar que ella pensara que él era "esa" clase de Omega que Minseok sabía que existían por ahí.

—N-no es lo que parece. —Trató de excusarse.

—No tiene que explicarme nada —dijo ella, dejando de hacer lo que sea que estuviera haciendo, con una voz demasiado tranquila para su gusto. Tampoco tenía esa mirada de asco que había esperado ver y mucho menos parecía estarle juzgando—. De cualquier forma, vamos a que tome un baño. Le ayudaré.

—¡No! Yo puedo sol... —Se apresuró en agregar cuando la mujer trató de acercarse, pero al segundo siguiente se arrepintió de su decisión.

El rápido movimiento que le deslizó fuera de la cama también le jugó una mala pasada.

Cuando sus pies tocaron el suelo, solo fue capaz de proferir un grito ahogado al sentir la punzada que le recorrió desde la espalda, y golpeó directo a su cerebro cuando su trasero impactó contra el suelo, tras resbalarse.

La joven negó riendo. Ella no estaba precisamente burlándose, pero sí que disfrutaba de las consecuencias de su testaruda decisión de ponerse de pie por sí solo.

Por eso, la siguiente vez que ella le rodeó la cintura con sus delicadas manos, Minseok no protestó y la dejó ayudarlo a incorporarse.

Lo que sí le puso de mal humor fue notar la diferencia de altura. No es que tuviera algo en contra de las mujeres altas, pero sí un pequeño complejo con su propia estatura. Pese a que era el mayor de sus hermanos, Minseok también era uno de los más bajos.

La mujer ni siquiera estaba usando tacones, pero aún así le sobrepasaba en altura. Además, poseía una belleza desbordante digna de recalcar.

Minseok se atrevería a pensar que ella era una Alfa, pero no era posible tal cosa, tomando en cuenta que trabajaba al servicio de una casa. Es decir, si ella fuera una Alfa, podría aspirar a algo mucho mejor que esto.

Sacudiendo su cabeza para alejar esos pensamientos, se concentró en caminar adecuadamente hasta el baño.

Fue entonces que reparó en aquel detalle.

Siguiendo la línea de visión que tenía desde su posición actual, la puerta que se desplegaba ante ellos y que Minseok no había notado antes era, sin duda, la puerta por la que había visto salir al hombre tan solo... solo...

—¿Qué hora es? —preguntó al darse cuenta de que no sabía en realidad cuánto tiempo había transcurrido desde que cayó dormido.

La bella mujer miró al reloj bajo las mangas de su vestido de limpieza, antes de responder:

—Es pasado el mediodía.

—Ah, es decir que he dormido.... —dijo, tratando de hacer rápidas cuentas en su mente, solo para descubrir que era inútil el intento, puesto que ni siquiera sabía a qué hora había llegado a este lugar para empezar.

—Un par de horas entre cada oleada de calor —le aclaró la mujer—. Ha sido un celo inusualmente largo.

Minseok casi falla el siguiente paso ante ese conocimiento. ¡¿Tanto tiempo había pasado?!

¿Por qué se sentía tan jodido si había dormido...? Se detuvo ahí. Por supuesto, ya sabía por qué.

Llegando por fin a su destino, Minseok vio sin querer su reflejo en el espejo de cuerpo completo adaptado a la pared.

Su silueta era ligeramente más delgada sin las enormes capas de ropa holgada que generalmente le gustaba usar. Pero lo que más llamó su atención, fue la apariencia de su piel.

No podría importarle menos en estos momentos su desnudez ante la mujer, pero su cuerpo entero estaba cubierto de marcas de chupetones en cualquier parte que fuera posible dejar una.

Se obligó a apartar la mirada, con el rostro encendido y continuar hasta que la chica le dejó descansar sobre la tapa del retrete. Era estúpido esperar que ella no hubiese visto. Por su puesto que lo hizo.

Demonios. Esto era más que humillante.

La mujer se inclinó y se concentró en abrir el grifo que llenaría la tina que ahí se encontraba, ocupando gran parte del cuarto de baño.

No podía ni siquiera regodearse en el hecho de que iba a tomar un baño en un lugar tan lujoso. El cuarto de baño era más elegante que su propia casa y eso que Minseok siempre había creído que vivía en una casa muy linda. Pero esto era demasiado.

De pronto, la culpa y la incertidumbre le invadieron de nuevo.

La mujer no le estaba reclamando nada, pero aun así sentía la necesidad de aclarar que las cosas no habían sucedido bajo su voluntad. Ni siquiera sabía dónde estaba o quién era el "Amo" al que ella se había referido antes.

—Ya está —anunció la mujer, sacándole de su ensoñación.

Cerrando la llave que dejaba a la tina llenarse con el cálido líquido, se giró hasta él y le ayudó a meterse en la bañera.

Minseok gimió con alivio cuando su cuerpo molido entró en contacto con el agua majestuosa. La temperatura era perfecta. Además de llevarse los rastros de sudor y sangre seca en su cuello, también pareció llevarse un poco del peso moral que sentía.

Recargándose contra la bañera, amplia y muy limpia, se permitió pensar un poco sobre su situación.

Él realmente lo había hecho. Eso que se suponía solo debía hacer con la persona que amaba. Aquello que no les explicaban detalladamente en la escuela y con justa razón.

Incluso el extraño le había mordido.

¿Qué pasaría ahora? ¿Qué sería de él ahora que era un Omega marcado?

Ya tenía un dueño, por ponerlo de alguna forma, pero Minseok ni siquiera conocía su rostro o su nombre.

Esto estaba lejos de ser como solían decirles, de forma muy romántica, que sería tener una pareja. Esa mentira de que un día encontrarían a su complemento. Alguien que cuidaría de ellos y les daría amor.

La mentira que Tao inocentemente aún creía.

La mentira que Minseok, hasta hace un día, aún creía.

Una vez en la tina, la mujer talló con increíble mesura por toda la extensión de la espalda de Minseok. Removió delicadamente, con ayuda de la esponja, todo rastro de sudor y fue especialmente suave al llegar a su cuello.

Al final, se sentía renovado tras el baño, como si todo hubiese sido nada más que una pesadilla. Aunque llegados a este punto ya le quedaba claro que no lo era.

—Le dejaré para que se termine de asear. Continuaré con la limpieza de la habitación y volveré para ayudarle en cuanto me llame de vuelta, ¿de acuerdo?

—¿Qué? ¿Por qué, si ya me has lavado tú? —preguntó confundido al tiempo que la chica se disponía a salir del cuarto de baño.

La mujer pareció dudar, pero finalmente le contestó con voz trémula:

—Yo... pensé que le gustaría un poco de intimidad.

Y entonces algo hizo clic en su cabeza. Algo horriblemente bochornoso que le hizo comprender por fin el significado oculto en sus palabras. ¿Acaso él quería a alguien por ahí merodeando mientras tomaba un baño?

Minseok solo fue capaz de asentir con suma lentitud, tras lo cual la mujer salió con la intención de continuar con su labor.

Se aseguró de limpiar muy bien su cuerpo, uno muy adolorido, por cierto, en ese momento de soledad que se le fue concedido. Al final, optó por atribuir todo este malestar al celo que recientemente había experimentado por primera vez.

Él tampoco había visto a ninguno de sus otros hermanos tenerlo, aunque claro, con él siendo el mayor y sin haberlo tenido hasta ahora no es como si fuera el indicado para hablar sobre la edad adecuada en que este debía llegarles. Aun así, estaba bastante seguro de que les habían dicho que el celo llegaba "cuando debía llegar".

Nunca nadie le explicó "cuándo" era eso en realidad.

Pocas veces había oído hablar sobre aquello en la escuela. Los maestros en clase eran muy poco informativos con los pequeños y no les explicaban nada de forma concreta.

Ellos les hablaban sobre "la marca", sobre tener una " pareja ", sobre la importancia y el peso social que representaba "la ceremonia de unión", entre otras cosas, pero nada que le llevara a concluir que algo como lo que había vivido la noche pasada alguna vez le iba a ocurrir.

Minseok gimió débilmente cuando se introdujo más profundamente en la tina de baño, deslizándose de forma lenta y pausada debido a lo magullado que se sentía. No se detuvo hasta que su rostro estuvo medio cubierto por el agua

El olor a sangre inundó sus fosas nasales, haciéndole llevar instintivamente una mano hasta la base de su cuello.

La piel se sentía hinchada bajo las yemas de sus dedos. Él había sido marcado.

El extraño le había marcado.

Minseok fue horriblemente consciente del hecho. Como un balde de agua fría, la realidad le golpeó de repente ante el conocimiento de lo que eso significaba.

Ahora cada vez que su celo llegara, él tendría que recurrir al extraño sin rostro.

Le pertenecía ahora. Minseok jamás podría enamorarse y aunque lo hiciera, solo este Alfa sería capaz de satisfacer su celo a partir de ahora.

Una amarga lágrima se deslizó por su rostro, sin que él pudiera contenerla. Quería ir a casa, en verdad quería hacerlo. Jamás había deseado tanto algo como el poder ver a sus hermanos ahora mismo. Ellos debían estar muertos de miedo por su ausencia.

A su mente regresó aquella tonta historia de Tao, la que casi le había hecho orinarse encima por la risa. Y, sin embargo, mírenlo ahora. Estaba completamente jodido. Literalmente.

¿Por qué el extraño le había marcado? Él podría solo haber aprovechado la oportunidad de poseer a Minseok, sin la necesidad de morderle, entonces, ¿por qué lo hizo?

Minseok solo pudo rodear sus piernas dobladas con sus brazos. Las lágrimas eran incontrolables en este punto.

Esto era más de lo que podía o, mejor dicho, estaba dispuesto a soportar. No se sentía como para dar la cara a nadie de la infinita vergüenza que le consumía. Ni a sus hermanos o a la mujer que fuera del baño limpiaba el desastre que habían dejado a su paso.

Era muy a duras penas consciente de haber tirado algunas cosas en ese momento, todo dependiendo de la intensidad de las sensaciones abrumadoras que su cuerpo experimentara al entrar en contacto con el del Alfa.

A Minseok no le hacía muy feliz el hecho. Él sabía que todo lo "bien" que se había sentido, después de esa espantosa primera estocada, era solo el resultado de la unión que habían creado, también forzada.

Tampoco le hacía sentir muy orgulloso, pero tenía que admitir que estaba agradecido de que no hubiera dolido tanto como esperó. Pudo haber sido peor. Es decir, al final no era responsable de controlar cómo su cuerpo en celo reaccionaba y mucho menos cuando su "pareja" estaba involucrada.

Porque aunque deseara poder decir lo contrario, esa era la irrefutable verdad. En eso se había convertido el hombre. En su pareja.

Ahora eran una pareja.

Minseok tenía una pareja.

El peso de la realidad golpeándole como un balde de agua helada cuando el significado de aquello volvía a hacer estragos en él.

Cuando terminó se lo dejó saber a la chica y ella, tal y como se lo había prometido antes, volvió para ayudarle. Con cuidado se deslizó fuera de la bañera y la mujer le ayudó a secarse siendo bastante considerada con la pronunciada marca que yacía en la base de su cuello.

No es que Minseok no sintiera pudor o algo por el estilo, es solo que no le hallaba el punto cuando ella lo había visto desnudo más veces en un solo día que el resto de sus hermanos en toda su vida.

Después de eso y tras envolverse en una suave toalla blanca que le cubría de la cintura para abajo, para su alivio, la chica se dedicó a curar la herida y a untar con una increíble paciencia una pomada que, según ella, le ayudaría a sanar más rápido.

Todo terminó con una venda cubriendo su cuello. Sí, se sentía mucho mejor ahora. No era lo mismo pero al menos le recordaba la reconfortante sensación del collar que usaba normalmente. Minseok nunca había extrañado tanto a ese estúpido pedazo de cuero como ahora.

Y entonces, sin querer, se vio trayendo de regreso las palabras de Kyungsoo. El pequeño enano, no es como si Minseok fuera tan alto, le había advertido innumerables veces sobre la importancia de tener el collar siempre puesto.

Al final, resopló alejando el recuerdo. No quería pensar más en sus hermanos porque entonces todo se volvería insoportable. Ya les echaba de menos lo suficiente.

Las ropas que la mujer le hizo vestir, cortesía del "amo" de esa casa, eran por mucho lo más caro que hubiese alguna vez cubierto su cuerpo. Pese a que ella insistió en que no debía preocuparse por tal cosa "insignificante", Minseok era incapaz de pensar para qué usaría esa ropa en interiores de una casa. Era un traje.

¡Era un maldito traje!

Con corbata, saco y todo eso que solo a su padre y Sehun les había visto usar.

No tuvo más alternativa que acceder. Se convenció a sí mismo de que no estaba haciendo esto por el desgraciado amo hijo de puta, quien sea que él sea y, en su lugar, por la amable dama que no había hecho nada más que brindarle su apoyo en estos momentos, aun y si ese era su trabajo.

Cuando terminó con la última de las prendas, ambos se dirigieron hasta la salida. Ahora sí la real y no la que Minseok había confundido con la puerta del baño la última vez.

La mujer avanzó y abrió, con Minseok siguiéndola de cerca. No pudo evitar elevar una mano hasta la altura de su frente para cubrirse así de los despiadados rayos del sol que golpearon sin piedad en sus ojos cuando estuvo por fin en el exterior.

Pestañeó varias veces para acostumbrarse a la excesiva luz a la que era expuesto. Había pasado más de un día desde que había visto alguna clase de iluminación. Cuando se giró, la chica ya caminaba por los pasillos, así que Minseok hizo lo propio.

Sin embargo, se detuvo cuando miró, es decir, cuando él realmente, realmente, miró aquello que se desplegaba ante él.

Minseok pudo apreciar la casa en la que se encontraban. Aunque "casa" no parecía la palabra adecuada para referirse a ella. "Mansión" era erróneo también puesto que esta construcción se alejaba por mucho de lo que una mansión era.

Buscando entre sus datos mentales dio por fin con la respuesta.

Lucía como una especie de vivienda tradicional japonesa, o al menos eso es lo que parecía para él. El material del cual estaba aparentemente construida era madera, con un muy lindo diseño, tenía que admitir.

—Woah, ¿qué es este lugar? —preguntó a la mujer, al tiempo que daba vueltas sobre sí mismo para ser capaz de ver todo el panorama que tenía enfrente. No era solo por donde ellos acababan de salir, la casa continuaba extendiéndose a los lados en un tipo de diseño cuadrado.

—Esta es la residencia de Kim Jongdae —la joven dijo en respuesta—. Por ahora puede hacer cualquier cosa que desee. Cuando el almuerzo esté listo le hablaré para que acompañe al amo, ¿de acuerdo?

Tras eso, ella se fue y le dejó ahí haciéndose un montón de preguntas. Pero lo principal. Él estaba fuera. Él estaba fuera y no parecía haber nadie más alrededor. Él podría tal vez...

Despojándose de sus ropas, Minseok se permitió relajar su cuerpo. Enviando la orden hasta la parte correcta de su cerebro, aquella que albergaba el control sobre su cambio, pudo sentir cómo el calor se extendía a través de cada uno de sus miembros, y en un abrir y cerrar de ojos su vista se volvió más clara. Él siempre había tenido una mejor vista como lobo que como hombre.

Se sacudió un poco, hasta que sintió que todo estaba en orden y que su vista se terminaba de adaptar al cambio.

Estando sobre sus cuatro patas, se dispuso a emprender la marcha. El fresco aire hacía a su pelaje revolotear contra las ráfagas cálidas del día, al mismo tiempo que corría a través del corto pasto de un verde intenso que bordeaba la residencia.

Minseok recorrió cerca de un kilómetro y medio hasta que se topó con el primer obstáculo. Un alto alambrado era lo que protegía al hogar de como sea que le había dicho esa chica que se llamaba el dueño del mismo.

Estaba a punto de acercarse cuando una descuidada ave le ganó, posándose sobre uno de los bordes altos que tenían una especie de puntiagudos espirales metálicos. El pobre animalito cayó después de recibir lo que intuyó que era una descarga eléctrica, tras ver cómo el ave solo tembló y después de que el metal chispeó un poco, terminó por desvanecerse. El ave estaba muerta.

Era algo cruel de su parte pero estaba agradecido por no haber descubierto aquello por sí mismo.

Continuó avanzando de forma paralela al alambrado hasta que llegó a lo que le pareció que era la entrada principal. Ahí había una pequeña construcción situada por fuera que parecía ser el control de seguridad.

Sí, definitivamente seguridad, pensó, tras ver a dos hombres que se mantenían firmes, uno a cada lado de lo que muy probablemente era el único acceso y tal vez salida de dicho lugar.

En realidad, Minseok podría jurar aquello. Él mismo había ido de un lado a otro buscando en dónde finalizaba esa loca protección, pero no. No había un solo pedazo de tierra que no estuviera contenido dentro del estúpido alambrado.

Ninguno de los hombres ahí presentes parecía ni remotamente asombrado de ver a un enorme lobo de pelo cobrizo pasearse cerca. Incluso cuando Minseok avanzó y caminó en círculos alrededor de uno de ellos, este no hizo el amago de moverse ni un solo centímetro de su posición.

Frustrado, optó por volver sobre sus pasos hasta la casa. Él tal vez podría tratar de saltar la cerca pero esta era tan malditamente alta que no quiso tomar el riesgo.

Cuando llegó frente a la casa y deshizo su transformación, unas blancas y conocidas manos le tendían su ropa de vuelta. Estas estaban dobladas y no arrugadas y polvorientas como esperaba encontrarlas después de haberlas dejado tiradas en el piso sin el menor cuidado, a pesar de que eran visiblemente costosas.

La mujer que le había ayudado hace unos momentos le devolvía una sonrisa deslumbrante. Minseok bufó en molestia al tiempo que la tomaba y comenzaba a vestirse de nueva cuenta.

—Pudiste haberme dicho algo como "cualquier cosa que quieras, menos salir" —reclamó mientras terminaba de abrochar sus pantalones—. Ese "Amo" tuyo, recuérdame decirle cuán desquiciado está por poner una maldita cerca eléctrica para evitar que salga.

La mujer asintió, comprensiva. Bueno, al menos no era el único que le consideraba un desquiciado.

—De cualquier forma usted habría tratado de huir, ¿no es así? —no contestó, porque en el fondo, sabía cuán terco podía llegar a ser y sí, él de cualquier forma hubiera tratado de escapar, sin importar lo que ella le hubiera dicho—. Además, la cerca eléctrica es una medida de protección que el amo puso para evitar que haya infiltrados en la vivienda, no para que alguno de nosotros sea privado de la libertad.

—¿Y cómo por qué haría algo así? —preguntó, una pequeña chispa de su normal curiosidad encendiéndose.

La vio encogerse de hombros antes de responder.

—No lo sé. Cuando yo llegué a trabajar aquí, casi al mismo tiempo que todos los demás, ya estaba instalada.

Minseok terminó de vestirse con éxito. La mujer sonrió, aprobando su apariencia, y ellos caminaron en silencio a través de los amplios pasillos de los cuales esa casa era poseedora. Todo olía a limpio y nada estaba fuera de lugar.

Cada cosa se hallaba perfectamente acomodada en lugares estratégicos, tanto las pinturas como los montones de esculturas que veía mientras caminaban.

Loco maniático del control, pensó.

Se detuvieron frente a una puerta corrediza. Minseok podía oler una deliciosa esencia, olía como a... comida. La boca se le hizo agua. Olía muy bien, como nada que él hubiera olido jamás.

Su estómago rugió en protesta, recordándole que no había ingerido nada en más de 24 horas. Tal vez podría reservar sus reclamos hasta después de haber arrasado con el menú.

Pero cuando la mujer deslizó la puerta y esta se abrió, Minseok sintió a sus fuerzas abandonarlo y a toda su valentía irse volando lejos.

Fue en ese breve momento de confusión en que la amable chica le dio un leve empujoncito, dejándolo dentro y cerrando tras de sí.

Ella no había entrado con él.

Lo primero que captó su interés fue la larga mesa que se extendía justo en frente. En ella había, diligentemente acomodados, muchos platos con diferentes tipos de comida en ellos. Minseok reconoció algunos platillos pero otros, sin embargo, le resultaron nuevos.

El ambiente comenzó a volverse pesado y de pronto el traje le daba mucho calor. No fue hasta que, siguiendo la línea de platos desplegados en la mesa, llegó hasta el otro extremo de la misma.

Sus ojos se encontraron con una afilada mirada de penetrantes orbes oscuras.

Su respiración se detuvo y sus piernas flaquearon cuando una singular sonrisa se dibujó en los labios del hombre.

Era él. Minseok lo sabía.

Algo dentro de él le decía que la persona que tenía justo enfrente era el Alfa que le había marcado. Sus puños se estrecharon juntos con una rabia desbordante al recordar todo lo que había tenido que soportar a su lado. Él tenía tantas cosas que quería reclamarle a ese maldito.

Pero también tenía miedo. Su cuerpo empezó a temblar descontroladamente. El corazón le retumbaba con fuerza en el pecho.

Minseok abrió y cerró la boca varias veces pero ni una sola palabra salió. Al final, optó por cerrarla y obligarse a tragar el pesado nudo atorado en su garganta.

El hombre, Kim Jongdae, le miró, recorriendo su figura de arriba hacia abajo. Minseok sintió escalofríos ante su escudriño.

Él era el Amo de esta casa, el dueño de cada piedra dentro de esta área delimitada por una cerca eléctrica. Un Alfa.

Su Alfa.

Jongdae sonrió abiertamente. Devolvió la taza que sostenía momentos antes de que Minseok entrase a la habitación sobre la mesa y se enderezó en la silla.

No dijo nada. Ni una sola palabra salió de su boca y aún así él lo sintió. Una orden le fue dada. Levantando el dedo índice, Jongdae le instó a acercarse.

Con el terror paralizándole, se dijo a sí mismo que ese era un buen momento para salir corriendo.

Pero al parecer sus piernas y su mente no estaban cooperando juntas en estos momentos ya que empezó a avanzar a paso lento hasta el hombre. Sintió una nueva oleada de fiebre en camino.

El aroma de la comida era tentador pero él sabía que lo que le hacía sentir tan mareado era la feromona del Alfa.

—Ven aquí —fue lo único que pronunció el Alfa con una voz profunda que envió ondas electrizantes a través de cada fibra de su cuerpo. Él casi podía sentir esa misma voz susurrándole al oído durante sus encuentros.

Esto no se sentía bien. Todo era tan poco natural. Una parte de su mente gritaba 《¡¿Qué diablos crees que haces?》

La otra parte ya se encontraba parcialmente nublada por las feromonas que inundaban la estancia.

Fue un gran alivio cuando el hombre extendió sus brazos abiertos y Minseok se dejó caer en su regazo.

Tal vez la comida iba a tener que esperar un poco más sobre la mesa.

* * *

Sehun miró a los rostros increíblemente serenos de los tres hombres frente a él. A su lado, su padre tomaba tranquilos y pausados tragos de su té.

Sus ojos se fijaron en la espalda de Kai, quién se retiraba de la habitación incluso antes de que algo comenzara. Su padre no dijo nada.

Los líderes de cada familia tomaban estas reuniones donde se llevaban a cabo todo tipo de negociaciones. Él, como el hijo heredero para ser el próximo líder de los Oh, evidentemente, estaba presente en todas y cada una las reuniones que su padre llevaba a cabo.

La situación de Kai era distinta, ya que él no contaba con ninguno de sus progenitores vivos y debió tomar el mando apenas cumplió la mayoría de edad. Sehun no dudaría si le dijeran que el mismo moreno los había matado para quedarse con todo. Si él fuera el hermano de Kai, dormiría con una navaja bajo las sábanas y un ojo siempre alerta.

No conocía a ninguno de ellos, sin embargo, sentía la profunda mirada del de piel algo bronceada (dae) estaba serio, el sujeto a su lado sonreía altaneramente. Sehun decidió que lo odiaba más que al resto.

«Otro maldito Alfa», pensó. Porque, aunque él mismo fuera uno, sabía que jamás caería tan bajo como esos dos.

El hombre que solo permanecía ahí sentado, en silencio, justo al lado de Jongdae, Sehun no sabía exactamente cómo describirlo.

La reunión había comenzado más tranquila que de costumbre.

Kai, excepcionalmente familiarizado a esta habitación y, en general, a tratar con los Oh, se había pasado la mayor parte de esta redefiniendo cláusulas inconclusas de sus futuros tratados con la familia. Al menos, los que podían ser discutidos en presencia de los otros. Ellos tenían, de hecho, y por más que Sehun odiara admitirlo, demasiados acuerdos juntos.

Los dos Alfas se limitaron a escuchar en silencio. Algo parecido al aburrimiento se reflejaba en sus rostros y esperaban pacientes a que el punto sobre "sus tratados" al fin fuera abordado.

En algún momento en el que Sehun solo alternaba la mirada entre los Alfas desconocidos, Kai se excusó para ir al baño. La reunión, sin embargo, continuó en su ausencia. Ya le tocaría enterarse de lo sucedido en palabras de Sehun.

Los dos hombres comenzaron directos y concisos después de aquello. Sehun solo atinó a mantenerse igual de callado que al principio. Ni una sola palabra abandonó sus labios, incluso si se moría por hablar.

Kai no había vuelto.

El sujeto al lado de Jongdae era quien tenía la palabra. Lo que quería y lo que estaba dispuesto a dar fue expuesto ante él y su padre con gran maestría y seguridad. El rostro del tipo, con un eterno gesto arrogante, le causó escalofríos.

Al girarse, Sehun encontró a su padre asintiendo en silencio, aceptando con total tranquilidad las demandas que le habían sido impuestas.

No lo podía creer. Ni una sola modificación había sido reclamada por el líder de los Oh. Sehun seguía sin hablar.

Complacido por la facilidad con la que las cosas habían marchado, el hombre sacó un par de carpetas de un maletín que traía consigo y las aventó rudamente sobre la superficie de la mesa. Ambas yendo a parar justo frente a su rostro perplejo. El hombre le miró con una extraña mueca torcida, algo parecido a una sonrisa.

Su padre le indicó con un movimiento de cabeza que las mirase. Eran papeles legales de dos personas o, al menos, esa fue la "amable" explicación que el tipo le dio tras ver su cara de desconcierto.

El Alfa le dijo que podía escoger una. La que él deseara, aunque le recomendó la carpeta marrón claro, tras guiñarle un ojo. Sehun tomó esa, no dispuesto a aumentar su cargo de consciencia tomando una que realmente le interesase. Eso sería muy hipócrita de su parte, puesto que él no quería nada de esto para empezar.

A su lado, su padre había extendido de igual manera cuatro carpetas idénticas sobre la mesa de fino roble. Ambos hombres se turnaron para hojearlas, casi inmediatamente después de que estas fueron dadas. Sehun les imitó, por fin abriendo la suya.

En ella se encontraba la foto de un chico de rostro delicado y ojos brillantes. En la primera página estaba la foto sujeta por un clip al acta de nacimiento del mismo.

El resto eran papeles de la misma persona. Todo, desde informes clínicos que señalaban su perfecta salud y capacidad de concepción, hasta pequeños detalles como alergias y ciclos de celo.

Sehun elevó la mirada solo cuando oyó al sujeto de rostro burlesco preguntar a su padre qué había sobre la carpeta frente a él, la que el hombre mantenía bajo las manos entrelazadas. Su padre contestó lo que él ya sabía, que aquello era un tratado aparte.

Uno que solo a Kai concernía. Algo sobre una cláusula especial en los papeles del testamento que los difuntos padres del moreno habían impuesto. Papeles que el señor Oh tenía en su actual poder.

Era un tratado que se había formalizado cuando el difunto señor Kim aún vivía. En ese tiempo, solo el líder de los Oh, sin Sehun aún haber nacido, había realizado dicho acuerdo.

Kim Jongdae, por otro lado, hombre de rápidas decisiones, le dirigió una extraña sonrisa mientras tomaba una de las carpetas. «Ya se ha decidido», pensó con tristeza.

No sabía y no quería saber a quién pertenecía la carpeta que el hombre había tomado. Una inexplicable sensación de asfixia le impedía tragar su propia saliva.

Y como si Jongdae supiera de su suplicio interno, exclamó: "He escogido al mejor. Al adorable Minseok".

Sehun sintió la bilis subir precipitadamente y atascarse duramente en su garganta. Un doloroso nudo se retorció en su estómago.

Sehun desvió la mirada solo cuando el otro Alfa sonrió triunfante y señaló que él también había encontrado al indicado.

"Este le vendrá bien al que queda. Debería agradecer que tendrá la oportunidad", escupió, casi con asco, y tomó dos de las tres carpetas restantes que su padre les había ofrecido. El Alfa también tomó de regreso la carpeta que Sehun no agarró.

La elegida por él mismo, cariñosamente. Las otras dos solo las aventó de mala gana dentro de su maletín. No dudó en volver a ver el contenido de su propia carpeta con fascinación.

En ese momento, por fin Kai se dignó a regresar.

«Otra asquerosa cara para agregar a la lista», pensó Sehun. Una sonrisa boba adornaba el rostro del moreno, quien enseguida tomó asiento.

Sehun vio a su padre tomar de vuelta la única carpeta que nadie había escogido. Le echó una ojeada rápida y suspiró, poniéndola bajo la que a Kai pertenecía.

Los tres Alfas hablaron un poco más, con Kai solo escuchando atentamente lo que Sehun le decía. Él le informó todo lo que había ocurrido en su ausencia.

El primero en irse fue Kim Jongdae, después de un poco de charla sin sentido. Poniéndose de pie, acomodó su fino traje y, dejándoles saber que tenía trabajo pendiente, se marchó, no sin antes dar la mano a Sehun y su padre, deteniéndose lo suficiente en él como para dejarle saber que disfrutaba inmensamente de su sufrimiento. Aunque Sehun no entendía el porqué.

«Maldito Alfa engreído», no sin amargura, Sehun pensó.

El siguiente en irse fue el hombre que había estado sentado al lado de Jongdae. Este apenas y rozó sus manos antes de abandonar la habitación. Sehun fue capaz de deducir que ya era entrada la noche al ver cómo de oscuro estaba fuera cuando el Alfa al fin se fue.

Ahora solo eran ellos tres dentro. Kai, Sehun y su padre.

Él prefirió seguir hojeando su carpeta, sin embargo, le llamó la atención cómo lentamente la sonrisa iba desapareciendo del rostro contrario, dando paso así a la incredulidad, mientras su padre relataba a Kai lo que aún faltaba por discutir.

"Eso no puede ser posible, Oh. Yo debería haber sido el primero en enterarme de dicha cláusula", exclamó Kai, sonando bastante tenso.

"Yo tenía conocimiento de esto. Solo esperaba el momento adecuado para hacértelo saber", explicó su padre calmadamente.

"Momento adecuado mi trasero", al parecer el chico se dio cuenta de su falta solo después de haberlo soltado, porque agregó enseguida: "Lo siento".

"No, está bien. Comprendo tu enfado, Kai. Créeme que lo hago", musitó su padre.

"Está bien. Haré que mi inútil hermano haga algo de provecho en su vida. Él cumplirá con el tratado y todo estará bien entre nosotros, ¿no, Oh? Tal y como ya estaba planeado"

"Mi estimado Kai, me temo que eso no será posible. Es tu nombre el que aparece en la cláusula". El moreno se elevó sobre sus pies, dejando caer la silla tras de sí por el rápido movimiento.

Kai tomó bruscamente, más bien arrebató, el testamento entre sus manos y leyó la dichosa cláusula.

"Me lleva el carajo", murmuró sin aliento. "Pero, puedo elegir a cualquiera que quiera, ¿verdad?", se apresuró a agregar. Sehun vio algo parecido a la esperanza grabada en sus ojos.

Su padre levantó en alto las dos carpetas y exclamó:

"No, Kai. Tu padre personalmente fijó para ti a uno de ellos. En realidad, él dio el visto bueno, pero fue tu madre quien le escogió".

Kai se dejó caer lentamente en la silla tras haberla levantado. Aún sin poder creer lo jodido que estaba. Una mano se deslizó entre las finas hebras de su cabello, nerviosamente.

Tomó con manos temblorosas la carpeta que el padre de Sehun aún mantenía extendida en su dirección, y la abrió cauteloso. Temeroso de lo que encontraría dentro.

Un suspiro de completo desasosiego escapó de sus labios y murmuró, tan bajo que solo Sehun fue capaz de oírle:

"Me lleva el diablo".

"Tengo una última petición para ti, Kai. ¿Podrías dar esto a tu hermano? Con ello dejaré pasar su grosera ausencia en la reunión de hoy", pidió su padre, y posteriormente le tendió la carpeta en su otra mano. La que no había sido seleccionada por los Alfas anteriormente.

"Tal y como pediste, es la última opción". Sehun vio a su padre dudar un poco tras notar cómo de pasmado estaba Kai. Sin embargo, con voz queda, él interrogó: "Esto no va a cambiar en nada los acuerdos previos, ¿verdad?"

Kai tomó aquella carpeta que su padre esperaba tranquilamente por ser tomada. Se levantó y, con solo un leve asentimiento de cabeza, abandonó la habitación. Él se vio muy descolocado cuando se deslizó fuera.

Esos malditos no conocían la vergüenza. Probablemente creyendo que por ser Alfas tenían el derecho de hacer lo que les plazca.

La peor parte, no querían y no les importaba en lo más mínimo si los Omegas estaban de acuerdo o no con el futuro que les depararía a continuación, él mismo incluido.

Sintió su sangre arder con el odio y la impotencia

¿Cómo su padre había sido capaz de hacer eso?

La mirada gélida de Kai puesta en él, silenciosamente preguntándole cómo es que había estado de acuerdo en algo como eso. Lo que él no sabía es que, de hecho, Sehun no estaba ni un poco de acuerdo, ni siquiera enterado de tal atrocidad.

Él jamás habría hecho o permitido que su padre hacer tal cosa cruel, de haber sido el caso. Pero él no mandaba a su padre y no podía ir en contra de su palabra.

No importaría si las cosas solo le perjudicaran a él, sin embargo, este asqueroso tratado iba a joderles la vida a todos sus hermanos,

Y él no iba a permitir tal cosa. Tenía que avisarles, debía prevenirles, buscar la manera, así y su padre se enfadara por ello.

¿Qué pasaría con Minseok ahora? ¿Qué es lo que su padre les había dicho a sus hermanos para tranquilizarlos? ¿Les habría informado ya del destino que les deparaba?

Sehun y su padre estaban solos de nuevo.

El hombre se puso de pie, completamente ajeno a la lucha mental que se suscitaba dentro de la cabeza de su hijo.

"Y en cuanto a ti, la semana entrante podrás disponer del Omega. Dejarás de consumir los supresores cuanto antes. Espero mi heredero tan pronto como la cabeza de ese chico toque tu almohada, ¿de acuerdo?"

Sehun dio un respingo en su asiento ante la cruda petición. Casi se había permitido el lujo de olvidar lo directo que su padre era con él. A diferencia de sus inocentes hermanos Omega, cuyos destinos habían quedado sellados esta misma tarde, Sehun ya tenía una misión que cumplir desde mucho antes.

Sobre el escritorio, una solitaria carpeta lo saludaba con su siniestra presencia.

La persona de mirada inocente que se veía en una foto adjunta, ¿estaría de acuerdo? ¿Siquiera estaría enterada de lo que le deparaba?

Aquel Omega desdichado. Pobre criatura.

Con pasos determinados su padre se dirigió hacia la salida.

No le indicó ni le preguntó nada, solo continuó caminando, sabiendo que Sehun le seguiría.

Y él así lo hizo.


El silencio en la habitación era abrumador. Sehun sentía como si tuviera que escapar en ese mismo instante, o de otro modo se ahogaría bajo tanta presión.

Fingió que trabajaba en los documentos frente al escritorio, bajo la mirada perspicaz de su padre.

El Alfa parecía tener todo el tiempo del mundo, solo observándolo fijamente. Por un segundo, Sehun incluso creyó posible que el hombre pudiera, de alguna forma, ver a través de él. Y eso, con seguridad, le asustó.

Aunque su padre no pronunció palabra alguna, parecía saber cómo se sentía.

Mirando disimuladamente a su reloj en la muñeca, Sehun suspiró con alivio cuando la aguja por fin llegó a donde debía. Haciendo el ademán de ordenar los papeles, lo dejó todo en una sola línea recta sobre el escritorio antes de ponerse de pie, aparentando la mayor calma posible.

—Me retiro ahora, padre —informó, educado.

El Alfa no dijo nada. Él ya sabía a dónde se dirigía.

Cuando Sehun estaba casi en la puerta, tan cerca de su vía de escape más cercana, su padre pronunció su primera palabra en lo que parecieron horas.

—Sehun —dijo, nada más y nada menos.

Con la mano sobre el picaporte, Sehun se giró ante la mención de su nombre. Un sudor frío corrió por su sien.

—No lo arruines. 

Y con eso, su padre se puso de pie, caminó en su dirección y,  pasando a su lado, salió de la habitación, dejándolo ahí aún sin decidir si salir o volver y encerrarse bajo llave.

Continuará... 

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