CAPÍTULO 1: BASTARDO
Minseok fue el primero en estallar en altas carcajadas.
Tal parecía que la risa estridente del omega era contagiosa, porque el resto de los presentes comenzaron a reír junto con él casi de forma inmediata. Junmyeon, por su parte, sentado bastante cerca, optó por mantenerse impasible, viendo la expresión angustiada en el rostro de Zitao ante la reacción de sus demás hermanos.
Lentamente, el rubio bajó la libreta que minutos antes sostenía en alto, dando así por finalizada su lectura. Un profundo ceño fruncido estaba impreso en su frente.
Limpiando las lágrimas acumuladas en las esquinas de sus ojos, causadas por la incontrolable risa, Minseok le dijo al otro:
—Por favor, dime que no leíste esto frente a toda tu clase —rogó el omega, presionando su propio estómago con las manos.
—Sí lo hice... —musitó Zitao, cautelosamente—. No todo, por supuesto, pero un resumen con la idea general...
Viéndolo ahora, Junmyeon pensó en lo mala idea que había sido el alentarlo a leer cuando Minseok estaba presente. Junmyeon sabía lo revoltoso que podía llegar a ser.
Ya era demasiado tarde para retractarse, pero se aseguraría de dejar esta como una valiosa lección. Él tomaría nota para el futuro.
—Dime que todos se rieron —insistió Minseok, luchando contra un nuevo ataque de risa. Sus ojos brillaban con las lágrimas no derramadas.
Zitao, por su parte, se limitó a abrir y cerrar la boca como un pez fuera del agua. Esto se repitió por un par de segundos hasta que, finalmente, con sus mejillas encendidas en un furioso rubor, contestó:
—No todos...
Kyungsoo, sentado a su lado, luchaba con todas sus fuerzas para mantener sus labios sellados y no dejar salir ni la más mínima risa, pues esto probablemente solo haría a Zitao sentirse peor.
Al igual que Junmyeon, su hermano no quería herir los sentimientos del más joven.
Aunque "pequeño" no sería precisamente el adjetivo que Junmyeon usaría para describir a Zitao. Su hermano, rubio al igual que él, era alto y, aunque delgado, su constitución era algo más robusta que la del resto de ellos.
A simple vista resultaba increíble que este chico fuera, de hecho, un omega. Ni siquiera podría considerarse extraño pensar en él como un Alfa después de un rápido vistazo.
Si su personalidad tímida no lo delatara, con seguridad lo haría su aroma.
—¡Me prometieron que no iban a reírse! —reprochó Zitao, erizandose como un gato tan pronto como consiguió salir de su estupor—. ¡Son unos mentirosos!
Zitao cambió el peso de un pie a otro, sus nervios ya estaban alterados. Junmyeon vio su labio inferior temblar y el inicio de un puchero formarse. El rubio parecía a punto de llorar.
—Es que, Tao, ¿cómo te lo digo? ¿Por qué escribirías algo tan... —Chanyeol hizo un ademán con la mano, como buscando la palabra correcta—, fantasioso? —inquirió finalmente el más alto—. Y encima, lo leíste frente a toda tu clase, la cual, además, se rio de ti. Dime cuando quieras para cambiarte de escuela.
El omega se giró para encarar a Zitao, quedando desparramado boca abajo sobre el suelo, con su rostro recargado en uno de sus puños mientras mantenía sus pies agitándose en el aire.
Aunque en altura, Chanyeol definitivamente le ganaba, sus facciones eran más suaves que las de Zitao.
El muy descarado remató sonriendo con todos y dientes que enseñaban algo de las encías. Quién hubiera imaginado que podía haber tanta maldad en un chico.
—Habría que cambiarlo pero de galaxia, en todo caso —intervino Minseok, siguiéndole el juego a su eterno confidente de travesuras—. Yo en su lugar lo haría —Sus mejillas llenas con la risa burbujeante.
Un pequeño "pff" traicionero se escapó de entre los labios de Kyungsoo y eso fue todo lo que hizo falta para que Minseok riera de nuevo.
Zitao tragó duro, intimidado hasta casi las lágrimas.
Esa fue la gota que derramó el vaso. Siempre era divertido jugar bromas entre ellos, pero no cuando estas afectaban más de la cuenta.
—Ya basta —exclamó Junmyeon sin poder soportar ni un segundo más de esto. Poniéndose de pie, caminó hasta su hermano, quien aún continuaba parado en medio de la sala—. Ha sido suficiente, chicos.
Sentía que debía intervenir antes de que la situación se les fuera de las manos. Zitao era alguien demasiado sensible a las críticas como para soportar las burlas dirigidas a algo que él claramente apreciaba. Sus cuentos eran algo muy querido para él. Junmyeon podría no entender su gusto por escribir cosas extrañas y sin sentido, pero eso no quería decir que no fuera a respetarlo.
Suspirando, se preguntó cómo debería abordar el tema. Finalmente, creyó que lo adecuado sería demostrar su interés, para hacerle saber a su hermano que lo había estado escuchando con atención y no tomaba por una broma su trabajo para la clase.
Viendo el lateral de un rostro que lucía decaído, Junmyeon optó por acariciar su espalda suavemente para reconfortarlo. La acción pareció funcionar, pues su espalda perdió algo de la tensión acumulada.
—Está bien, Tao. Dinos, ¿por qué elegiste escribir una historia como esta?
Antes de que Zitao tuviera incluso la oportunidad de contestar, Minseok lo interrumpió.
—¿Una sociedad igualitaria? ¿Un lugar donde todos conviven de forma armoniosa sin importar el género? Por favor, ¿cuándo has visto a un Alfa tratar a alguien como un "igual"? —dijo, formando comillas con los dedos—. Cada uno de esos bastardos se siente mejor que el otro. ¿En qué clase de mundo extraño todos tendríamos las mismas oportunidades y recibiríamos el mismo trato?
—Bueno, es que mi maestra... —Zitao trató de decir, solo para ser interrumpido, esta vez por Kyungsoo.
—Ah, ahí vamos de nuevo con la maestra. Tao, comienzo a creer que la aprecias más de lo que quieres admitir.
Zitao balbuceó algo ininteligible. Por un momento la libreta se resbaló de sus manos y casi cayó al suelo. Con nerviosismo, su hermano se apresuró a recuperarla.
Por desgracia, de nuevo, antes de poder expresarse, alguien más habló.
—Además, ¿qué tienen que ver los "destinados" con todo esto? Ese es un cuento para niños —comentó casualmente Chanyeol, girándose de nuevo hasta quedar acostado de espaldas, usando sus brazos para apoyar su cabeza —. Solo digo.
—Sobre eso...
Esta última parte consiguió la atención de Junmyeon.
—Ahora que lo pienso detenidamente, ¿por qué no hay betas en tu historia? —preguntó, levantando la mirada para encontrar la de Zitao—. También son interesantes a su modo.
ZiTao parpadeó, confundido. Abrió su boca, dispuesto a contestar, pero...
—Además, ¿por qué pusiste que todos los alfas son guapos? Si Jongin lee eso, se va a esponjar el muy bastardo —dijo MinSeok.
Kyungsoo bufó, poniendo los ojos en blanco. Pero al igual que Junmyeon tuvo que concederle la razón a Minseok.
De hecho, todos los presentes tuvieron que asentir en acuerdo para sus adentros.
—Las estupideces que dice el bastardo todo el tiempo ya le han de haber derretido el cerebro al pobre, que se esponje todo lo que quiera.
—Bueno, en realidad, eso fue porque...
—¿Por qué el destino del omega iba de mal en peor? Ese pobre desgraciado sí que tuvo una muy mala suerte.
—Yo quería demostrar...
—Ese otro punto también es importante, los betas podrían haber sido grandes protagonistas. Al menos hubieras metido alguno, aunque sea un personaje secundario. Ten por seguro que un beta no habría tomado decisiones tan drásticas como para terminar...
—Pero eso no tiene...
—¿De verdad el alfa dejó a su compañero por su propia voluntad? Eso es otro nivel de fuerza de voluntad.
—Bueno, después de todo...
—Ay, sí, y justo cuando logró embarazarse. Ugh, tantos problemas que tuvieron porque no podían y de repente...
—Sé que...
—Sí, si lo piensas detenidamente, el alfa nunca supo que iba a ser padre.
—Es que él...
—Creo que el omega no hizo las cosas bien. Soportó tanto para que al final llegue y...
—Es que...
—Bueno, para ser justos, el alfa tampoco...
—¡¿Me van a dejar hablar de una vez por todas o no?! —gritó Zitao finalmente, bastante furioso.
Se movió de regreso al centro de la sala donde se llevaba a cabo el acalorado intercambio de ideas. De forma abrupta, los presentes se callaron. Y con la discusión ya terminada volvieron su atención al omega que respiraba agitadamente.
—¡Me han hecho tantas preguntas y ni siquiera me dan tiempo a que las responda!
En una inesperada muestra de infantilismo, Zitao golpeó el suelo con su pie. Los omegas parpadearon sorprendidos.
En silencio, cuatro pares de ojos miraron fijamente a Zitao, quien se calmó y respiró hondo antes de acomodar su ropa.
Lucía ligeramente avergonzado cuando se percató de la atención que ahora estaba puesta sobre él.
—Bien, prosigue —Se adelantó Minseok, haciendo un gesto con su mano.
Zitao pareció cohibido, sin embargo, no se echó para atrás.
Tomando una profunda inhalación para armarse de valor, estrujó entre sus puños los bordes de la libreta que aún sostenía, antes de volver a hablar.
—Uh, bueno, primero que nada —Comenzó, dubitativo—, decidí tomar solo dos de los subgéneros que tenemos porque, en realidad, no tenía ninguna figura beta de la cual basarme —explicó, mirando a sus pies, visiblemente avergonzado—. Y, en cuanto a los alfas... Por favor, no se lo digan, chicos, pero lo creé de esa manera por Sehun. Yo realmente lo aprecio. Él es el único alfa entre nosotros, pero aun así nos trata bien. Él es genial, amable y...
El sonido de un sollozo le precedió al de alguien sorbiendo por su nariz.
—¿De verdad piensas todo eso de mí? Qué... conmovedor —susurró Sehun, quien acababa de llegar a la sala sin que nadie se diera cuenta—. ¡Oh, mi pobre corazón de pollo! ¿Cómo podría soportarlo?
El pelinegro fingió limpiar una lágrima de su ojo derecho y después miró a Zitao con una sonrisa, batiéndo sus pestañas de forma dramática en su dirección.
Junmyeon vio el rostro de Zitao volverse de una tonalidad aún más roja, muerto de vergüenza.
Cerrando sus ojos, el omega gritó:
—¡Váyanse al demonio!
Y, con la misma, salió a paso apresurado, dejando atrás a cuatro de sus hermanos partiéndose de la risa en la sala, después de que Sehun le remedara arrugando su nariz a modo de burla.
No había nada que Zitao odiara más que eso.
Junmyeon suspiró, resignado.
Ellos nunca cambiaban.
** ** **
—Son todos una bola de molestos, idiotas, mentirosos. ¡Los odio! ¡¿Por qué nunca se toman nada en serio?! —declaró Zitao para sí mismo, avanzado en largas y furiosas zancadas por el pasillo que daba a la puerta trasera de su hogar—. Un día de estos voy a... ¡Argh!
Alzando sus manos, fingió que aplastaba algo entre sus manos. La cabeza de qué hermano, ni él sabía.
Su rostro ardía de la pura vergüenza. No podía creer cómo habían terminado las cosas después de que sus propios hermanos hubieran insistido tanto para que les leyera un poco de lo que había escrito.
Debió haber imaginado que solo se trataba de un engaño para poder reírse de él. No sabía por qué les había hecho caso para empezar si ya los conocía.
Sin embargo, no pudo evitar tomárselo a pecho. Por su puesto, no se hacía ilusiones sobre ser un gran escritor, pero al menos consideraba que era algo decente. Entretenido al menos. Ahora ni esa pequeña confianza le quedaba.
Sobre sus compañeros de clase, él ya había dado por sentado que iban a reírse. Ellos lo ignoraban la mayor parte del tiempo, pero Zitao sabía que eso no los iba a detener de burlarse de él si la oportunidad se presentaba.
Ahora, con lo dicho por sus hermanos, sus inseguridades no habían hecho más que salir a relucir sus feos dientes. Ya no estaba tan seguro de si su clase se había reído debido a él o a su estúpida historia.
Fue aminorando el paso hasta que finalmente se detuvo, sin atreverse a bajar las escaleras de la entrada.
Frunció el ceño y negó.
No, su historia no era estúpida. Era muy buena, en realidad. "Ella" le había dicho eso y Zitao le creía.
¿Y qué si sus hermanos se habían reído? ¿Acaso no se reían de todo, todo el tiempo? Zitao no tenía que hacerles caso si no lo quería.
Es más, no iba a prestar atención a sus burlas infantiles nunca más. Ya estaba decidido.
Sintiéndose satisfecho con su decisión recién tomada, Zitao se dispuso a sentarse en el suelo.
Recordó lo dicho por Chanyeol, con algo de recelo. Su hermano había señalado que los "destinados" eran solo un "cuento de niños" y desde luego lo era. Sin embargo, ¿quién se creía él que era para criticar su deseo de integrarlo a su historia?
El mismo Chanyeol adoraba escuchar esas historias cuando era niño, junto con Zitao. Además, nadie podía culparlo por creer, por desear que aquello fuera cierto.
Se decía que en el mundo, para cada individuo, existía una "pareja destinada". Una mitad perfecta que complementaba y fortalecía a la persona.
«Había una vez, un par de lobos solitarios corriendo sin saber que iban en busca del otro...».
Había muchas variaciones, pero todas eran casi lo mismo. Zitao confiaba, desde el fondo de su corazón, que aquello era verdad. Que ahí afuera, en alguna parte, realmente existía un destinado para él.
Soñaba con el día en que conociera a su pareja perfecta, una persona que le amaría incondicionalmente. Él estaba seguro de que sería capaz de reconocerlo al instante.
Esa persona posaría sus enamorados ojos en Zitao y, a partir de ahí, jamás podría apartar la mirada.
Pensó de nuevo en su escrito y en el uso que les había dado a los destinados.
Creía con firmeza que la historia era buena y la trama original, por eso no entendía qué era lo que les parecía tan gracioso a sus hermanos, cuando él mismo había llorado con lo triste que el panorama lucía. También se había quedado conmovido con el desenlace.
Todo lo que su maestra le había contado parecía tan bueno e increíble que él simplemente no había podido evitar escribir sobre ello, incluso cuando ella había sido muy clara sobre ser cuidadoso al respecto.
Sí, este, en definitiva, había sido su mejor escrito hasta ahora. Por eso no le importaba si sus hermanos y sus compañeros de clase se reían. Ella le había felicitado y con eso era suficiente.
Dejando un pesado suspiro deslizarse entre sus labios, descansó el rostro en sus brazos cruzados sobre sus rodillas y ladeó el rostro, apoyándose en ellos.
Quería concentrarse en algo más, cualquier otra cosa que reemplazara el trago amargo y alejara las risas de su mente. Ya era lo suficientemente malo escucharlas en clase. No necesitaba más de eso aquí en casa.
Sus ojos captaron la vasta área que lo rodeaba. El enorme bosque que se extendía más allá del patio trasero, solo siendo separado de su residencia por las altas cercas de su residencia.
Los arbustos cuidados y el jardín repleto de flores de diversos colores entre los que Zitao y sus hermanos solían correr y jugar cuando eran niños.
Toda esta propiedad, tan formidable e imponente como lucía, se encontraba bajo el dominio de los Oh. Un apellido con tanta historia, que se remontaba a varias generaciones de sus ancestros.
Esta era la familia a la que Zitao pertenecía.
Siempre dirigida y protegida por alfas. Los llamados "líderes" del clan, quienes velaban por el bienestar de la familia. O al menos eso es lo que se suponía.
Desde pequeño, Zitao había sabido del prestigio que su apellido le confería. "Demasiada sangre alfa corriendo por sus venas", eso es lo que decían los demás. Solo para después suspirar con pesar. No había nadie que lo entendiera mejor que él, porque en su generación, los Oh solo habían engendrado a un alfa.
¿Los otros cinco? Ellos no importaban, solo eran omegas sin valor.
Zitao tampoco se hacía ilusiones al respecto. Los alfas podrían fingir que ellos no existían, pero ninguno era sordo. Siempre podían escucharlos hablar. Para nadie era un secreto que los alfas consideraban a los omegas como seres inferiores a ellos mismos.
Y no importaba cuán bien su hermano los tratara. Eso lo hacía el único. Su padre, sin embargo, no podía ocultar la amargura y la decepción en sus ojos cada vez que tenía la desgracia de encontrarse con ellos cara a cara.
La mayor parte del tiempo estaba bien. Después de todo, la indiferencia era mil veces preferible al desprecio.
Así, el hombre podía continuar fingiendo que solo Sehun existía, y ellos por su parte podrían pensar en Sehun como su única familia.
Zitao apenas podía esperar a que el Alfa tomara el lugar de su padre. Su vida sería mucho mejor una vez que su hermano fuera el líder del clan. Para variar, ya no tendrían que andar de puntillas en su propia casa.
Sehun podría tener un rostro serio y amargado, pero en realidad era muy amable y divertido. Él definitivamente no los encerraría en casa ni les impediría salir a voluntad.
Zitao asintió, pensando en que realmente anhelaba que el tiempo pasara más rápido. La libertad estaba demasiado cerca, tanto que casi podía palparla.
Mientras pensaba en ello y con la ayuda del viento soplando contra su rostro, Zitao sintió cómo, poco a poco, comenzaba a relajarse.
Estaba tan concentrado en sus pensamientos errantes, que ni siquiera notó la silueta que se acercaba hasta que fue demasiado tarde y ya la tenía enfrente.
—¿Estamos de malas, eh? —preguntó el hombre.
El recién llegado reflejó una sombra oscura encima de Zitao. Él parpadeó al sentir el sol de la tarde siendo tapado y se puso de pie de un salto, alejándose dos pasos y casi tropezando en el acto.
Supo enseguida de quién se trataba. Lo que era más, lo habría sabido sin la necesidad de levantar la mirada. Con su sola voz bastaba.
Frunció el ceño en su dirección. Todo su buen humor esfumándose en un segundo.
Zitao observó la sonrisa socarrona en su rostro. Aunque vestía de traje, no lucía para nada formal. No había corbata. También se había dejado el saco colgando de los hombros y al menos los tres primeros botones de su camisa estaban sueltos. Las mangas arremangadas le confería una apariencia aún más libertina.
El alfa llevó sus manos a los bolsillos de su propio pantalón prístino, siendo la viva imagen de la relajación.
El hombre miró con calma alrededor, se veía tan cómodo, como si paseara por su propia casa.
Zitao sintió sus dientes rechinar.
Todo alfa que se presentara a su residencia para asistir a una "reunión" se suponía que debía hacerlo de acuerdo a la etiqueta, luciendo impecable en un traje. Sin embargo, a este alfa no parecían importarle las reglas más simples.
El reloj de pulsera plateado brilló en su muñeca izquierda cuando se movió levemente. Traía el cabello de un extraño estilo desordenado.
El hombre amplió su sonrisa cuando escuchó a Zitao gruñir.
Este era El Bastardo del que hablaban antes en la sala. No estaba seguro de quién le había dado tal apodo, pero todo apuntaba a Kyungsoo.
Kim Jongin habló de nuevo con su irritable voz.
—Un poco más y comenzarás a echar espuma por la boca. Me siento algo herido, ¿sabes? ¿No hay un abrazo para un viejo amigo de la familia?
—¿Qué haces aquí? —espetó Zitao, dirigiéndole su mejor versión de la mirada asesina de Kyungsoo —. Largo, perturbas mi paz.
El alfa no solo no se mostró enfadado por sus palabras. Incluso se rio.
Él solo... ¡Se rio!
El muy bastardo se carcajeó largo y tendido. Fue un sonido alto y estridente, hasta que finalmente llegó a su fin. Zitao tuvo un tic nervioso en el ojo.
El alfa negó con la cabeza, riéndose entre dientes.
Y he aquí, una persona más que se reía de él en su cara.
En ese momento, Zitao deseó poder golpearlo más que nunca. Duro. Muy duro. En la cara, si era posible.
Él podría ser todo líder del clan Kim como quisiera en su residencia, pero aquí y ahora nada le impediría a Zitao tirarle unos cuantos dientes.
—Ah, realmente me has hecho el día, Pandita —declaró el moreno, usando ese apodo tonto que le había dado. Zitao lo odiaba.
Sí, lo admitía. Como un ávido lector a veces podía desvelarse un poco, pero... ¡Sus ojeras no eran para tanto!
Jongin deslizó sus dedos perezosamente entre su cabello, acomodándolo—. Veo que tu hermano te ha enseñado bien —dijo refiriéndose a quien Zitao pensó que era Kyungsoo, o quizá Minseok, o tal vez Chanyeol. Daba igual, todos lo odiaban.
Zitao apretó los puños hasta que sus nudillos crujieron.
Jongin siguió el movimiento y una lenta sonrisa se extendió en sus labios.
—Oh, ¿así que estás de humor para jugar conmigo? —Él entrecerró los ojos, disparándole esa mirada desafiante suya.
Sacó sus manos de sus bolsillos y Zitao le oyó tronarse el cuello. Después, a paso lento, le vio caminar más cerca de él.
Jongin se preparó, poniéndose en posición de pelea, con los puños en alto y cerca de su propio rostro.
Él se balanceó en su lugar, pero antes de que incluso llegara a hacer algún movimiento, se detuvo, bajando los brazos.
—Ah, espera, lo olvidé —dijo, ladeando el rostro—. No acostumbro a pelear con pobres omegas indefensos —Se burló, dándole una mirada altiva.
Zitao se mordió la lengua y se obligó a tragarse sus palabras, sabiendo que no debía caer en las provocaciones del otro.
Ya había ido más lejos de lo que incluso se suponía que pudiera.
Lo ideal sería dejar todo morir por la paz y no causar futuros inconvenientes para Sehun.
Después de todo, su hermano ya comenzaba a relacionarse con los visitantes de su padre. Sus roces personales eran una cosa, porque los alfas nunca se llevaban bien entre ellos, pero otra cosa sería si sus asuntos fueran entorpecidos por culpa de unos simples omegas.
Zitao también conocía sus límites. Él ya de por sí no era para nada del agrado de su padre y lo sería aún menos si se peleaba con Jongin.
El hombre podría dejarlo pasar de vez en cuando, pero si ellos cruzaban la línea, él tampoco iba a permitirlo.
Y Zitao en verdad no quería causar problemas innecesarios, porque sabía que Sehun tampoco se iba a quedar de brazos cruzados.
En resumen, lo mejor sería darse la vuelta e irse.
Jongin solo se estaba burlando de él porque sabía que Zitao no se atrevería a atacar abiertamente.
No cuando su preciado hermano debía estar en buenos términos con él, le gustara o no.
—Mejor vamos a calmarnos. No queremos que te rompas tus deditos, ¿verdad? —Se mofó de nuevo—. Cómo podrías escribir tus amados cuentos entonces, ¿ah?
Acercándose un paso más, le dio un golpecito en la nariz.
Zitao era más alto, pero eso no impidió que el otro le hiciera temblar de rabia. Sus nervios de por sí ya estaban algo alterados y ahora con esto...
Inclinándose para encontrar su mirada, Zitao lo observó de arriba a abajo.
De pronto, parecía demasiado molesto como para soportar.
Zitao chasqueó su lengua. Al diablo todo.
Ni siquiera lo pensó cuando levantó los brazos, propinándole un fuerte empujón.
No sabía si su golpe había sido muy suave o aquel sujeto era una roca imperturbable, pero no se movió ni un solo milímetro de su posición original.
Sin embargo, en lugar de mostrarse sorprendido o siquiera molesto por su ataque, él solo lo miró de regreso de forma impasible.
Zitao dejó salir un jadeo sorprendido cuando, de la nada, Jongin levantó un brazo y lo atrajo hacia él, introduciendo dos dedos en el espacio situado entre su cuello y el collar de cuero.
Sus ojos se abrieron ampliamente.
¿Qué pensaba este bastardo que estaba haciendo?
Continuará...
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