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❈ 25

          

Al final no hizo falta que nos amenazara: tanto Cassian como yo aceptamos a ir con ellos sin oponer la más mínima resistencia. Aún no habíamos desvelado que ambos pertenecíamos al mismo grupo, que éramos compañeros, reservándonos ese pequeño detalle para el futuro; los elementales de fuego de Ramih Bahar se nos colocaron uno a cada lado, dejándonos a Darshan, Cassian y a mí en el centro de aquel variopinto grupo. El dueño de la casa se había desvanecido en algún punto de la misma después de haber recogido su recompensa tras haber dado el soplo de que nos habíamos presentado allí haciendo preguntas demasiado sospechosas; seguramente la sabandija se hubiera escondido en alguna de las habitaciones adyacentes, escuchando lo que sucedía para poder salir de su madriguera una vez nos hubiéramos marchado.

Apreté los dientes mientras avanzábamos fuera del salón donde nos había dejado Prabhu Vishú antes de salir huyendo. Darshan, que caminaba a mi lado, parecía extrañamente calmado, como si el hecho de estar custodiados por dos elementales de fuego dispuestos a calcinarnos no le alterara lo más mínimo; Cassian, por el contrario, parecía compartir la misma inquietud que yo respecto a aquella pareja.

El brazo de Darshan chocó contra el mío a causa del compacto espacio que había entre todos los cuerpos. El contacto me puso el vello de punta, recordándome por qué estaba enfadada con aquel tipo que, prácticamente, era un desconocido para mí; giré el cuello en su dirección, consciente de que había oídos por todas partes bastante interesados en conocer el contenido de aquella conversación que estaba a punto de iniciar.

-Así que querías encontrar a Prabhu Vishú para escapar de tu pasado, ¿eh? —le dije con inquina.

Al menos, esa era la historia que nos había vendido cuando recuperó la consciencia y tuve que acogerlo bajo mi techo hasta que la herida no fuera un inconveniente para que continuara con su camino. Darshan se negó a mirarme los primeros segundos, pero vi cómo la línea de su mandíbula se tensaba ante mi apreciación: desconocía que yo también formaba parte de los rebeldes, pero no iba a cantarlo tan alegremente.

Sus ojos grises se habían oscurecido cuando decidió encararme.

—¿Acaso me tienes por estúpido? —me siseó a media voz.

Me encogí de hombros con teatralidad, sintiendo la intensa mirada de Cassian a mi otro lado. La advertencia que flotaba en el aire, en la que me pedía que no siguiera hablando si no quería empeorar la situación.

Pero, de nuevo, decidí ignorar a mi amigo.

—¿Debería añadirlo a la larga lista que he hecho sobre tus cualidades, Darshan? —le pregunté.

No tuvo tiempo de responder, ya que el grupo se detuvo abruptamente, casi haciendo que chocara contra la espalda del rebelde que caminaba delante de mí. Había estado tan concentrada en meterme con Darshan que no había sido consciente de que no habíamos hecho un largo camino: estábamos en el vestíbulo y Ramih Bahar parecía estar repartiendo órdenes para salir a la calle y no llamar demasiado la atención.

Un grupo como el nuestro —en el que podía adivinarse fácilmente que ninguno de nosotros éramos perilustres— atraería la mirada de todos los que vivían en la zona. Y eso podía significar que los Sables de Hierro aparecieran gracias al soplo preocupado de algún buen ciudadano preocupado por sus posesiones, creyendo que éramos ladrones... o algo peor.

Ramih Bahar bajó la voz y empezó a gesticular con las manos, señalándonos a nosotros tres en un par de ocasiones. Me crucé de brazos mientras esperaba a que aquel hombre decidiera qué hacer; Cassian me dio un elocuente golpecito con el hombro, obligándome a que ladeara la cabeza para mirarlo.

—Ignóralo —me pidió, refiriéndose a Darshan.

Quizá fuera lo mejor, a pesar de que aún continuaba sintiendo el fuego de la rabia recorriendo mis venas. Asentí, haciéndole saber de ese modo a mi amigo que pensaba seguir al pie de la letra lo que me había pedido; así no correríamos el riesgo de que tratara de abalanzarme sobre el chico y golpearlo con fuerza.

—Vosotros dos —gruñó entonces uno de los rebeldes que estaban flaqueando a Ramih Bahar—. Silencio.

Enrojecí de pura frustración.

Ramih Bahar nos dirigió una breve mirada antes de empezar a dar las pertinentes órdenes para nuestra salida. Uno de los elementales de fuego me agarró con pocas ceremonias por el brazo junto a Darshan, apartándome de Cassian; me resistí, protestando, pero los dedos que se apretaban contra mi piel de aquel elemental empezaron a subir de temperatura, obligándome a guardar silencio y a obedecer... aunque eso significara tener lejos de mi lado a mi amigo.

El elemental restante se encargó de Cassian, que tuvo el buen juicio de no seguir mi ejemplo.

—Nos separaremos —dijo entonces Ramih Bahar—. Intentaremos seguir caminos distintos hasta encontrarnos en la entrada.

—Deberíamos ir cada uno por una distinta —comentó uno de sus subalternos, utilizando términos evasivos—. Por precaución.

Ramih Bahar asintió, conforme con la idea que su inferior había dado.

—Tened cuidado —advirtió a sus hombres, especialmente a aquellos que nos iban a escoltar—: no os fiéis de ninguno de ellos.

Supe que había decidido meternos en el mismo saco que a Darshan, a pesar de que ni Cassian ni yo habíamos dado señales de suponer un auténtico peligro. Los dedos del elemental se me clavaron con más fuerza de la necesaria, arrancándome un siseo de molestia; en pequeños grupos que pasarían inadvertidos, todos fueron abandonando el vestíbulo de Prabhu Vishú.

Cassian y yo nos miramos antes de que el elemental y el rebelde que lo custodiaban lo arrastraran por la puerta, dejándonos a Darshan, al otro elemental de fuego y a mí en aquel enorme vestíbulo.

—Haced algún movimiento sospechoso —nos advirtió el elemental— y os destrozaré con mi fuego.

No lo dudaba.

Aguardamos unos instantes, dando una ligera ventaja al grupo en el que se encontraba Cassian, y salimos de aquel lugar. El elemental se colocó a nuestra espalda, con sus palmas apoyadas en la parte baja de la misma, dándonos el aspecto de un grupo de amigos que parecían haberse alejado por curiosidad hacia aquella zona cargada de opulencia.

La repentina claridad del exterior me hizo pestañear mientras bajábamos los escalones de piedra. Darshan continuaba con aquella postura desenfadada, con aquel aire lleno de calma que empezaba a irritarme. ¿Cómo era posible que pudiera estar tan tranquilo? Quizá porque no tenía nada que ocultar. No después de haber dado información suficiente a Ramih Bahar para confirmar que era un rebelde.

Me pregunté qué tipo de misión les había conducido a Darshan y su ausente compañero a un lugar como Vassar Bekhetaar. En mi caso, la misión más peligrosa que había aceptado había sido tener que vivir en la casona de Al-Rijl para tener un pasaje directo hacia el palacio del Emperador... y no había tenido oportunidad de completarla debido a las vicisitudes que me asolaron aquella noche.

Atravesamos las concurridas calles de la zona perilustre de la ciudad, procurando no mirar a nadie fijamente. El elemental nos conducía con fría precisión, siempre con una peligrosa mano cerca de nuestros cuerpos para hacernos saber que no dudaría en emplear su fuego si osábamos hacer algo; al contrario que sucedía con los nigromantes, los elementales eran aceptados en la sociedad. Se creía que todos aquellos que poseían la magia —de una u otra vertiente— eran elegidos de los dioses, por lo que no temían a usar sus poderes en público.

Lo que significaba que aquel elemental de fuego no tendría miedo de desvelar su naturaleza delante de aquel gentío de desconocidos.

—Girad a la derecha.

Habíamos abandonado la zona perilustre y ahora estábamos internándonos en las familiares calles llenas de arena que pertenecían a todos aquellos que no habían tenido la fortuna de pertenecer a la clase alta de la sociedad. Allí pudimos relajarnos un poco, mucho más cómodos de estar rodeados de personas que no miraban por encima del hombro; personas que parecían encontrar mucho más interesantes sus propias vidas y decidían no meter las narices en la de los demás.

—Id hacia ese callejón —fue la siguiente orden que nos dio el elemental.

Darshan y yo obedecimos mansamente, dirigiendo nuestros pasos hacia aquella callejuela oscura que se encontraba a unos metros de nosotros. Nos introdujimos en él, ignorando las cajas apiladas y la hilera de prendas colgadas sobre nuestras cabezas; me removí de manera inconsciente al encontrar familiar aquel callejón con el que usamos de refugio en el mercado, donde encontramos a Darshan con aquella terrible herida en el abdomen.

Sin embargo, en el fondo no nos esperaba el cuerpo de un muchacho, sino una rejilla que parecía conducir a las alcantarillas. Mis labios se curvaron en una sinuosa sonrisa al entender a qué tipo de entrada estaba refiriéndose Ramih Bahar cuando se había despedido de su grupo.

—Quedaos quietos.

Un segundo después, algo oscuro cubría mis ojos, impidiéndome ver. A mi lado pude escuchar a Darshan maldiciendo para sí mismo, seguramente con la visión cubierta del mismo modo que yo; los rebeldes no éramos estúpidos: podrían habernos conducido hasta allí, fingiendo estar confundiéndonos para que no pudiéramos adivinar dónde se encontraba su base, pero nos habían tapado los ojos para que no viéramos cómo abría la rejilla para conducirnos a su interior.

Atrapada en aquella oscuridad, oí los pasos erráticos de Darshan antes de que su cuerpo chocara con el mío.

—Ten más cuidado —le ladré—. Torpe.

Ninguno de los dos tuvimos oportunidad de continuar con la discusión, ya que el elemental de fuego regresó y nos tomó por el hombro, haciéndonos avanzar. El tipo tuvo la precaución de hacernos dar un par de giros innecesarios, intentando confundirnos antes de conducirnos hacia la rejilla abierta; mi bota tropezó con el borde, haciéndome trastabillar.

Creí escuchar la risotada ahogada que dejó escapar Darshan, pero un firme empujón en el hombro por cortesía de nuestro captor me distrajo lo suficiente para no buscarle a tiendas para darle un buen golpe.

El inconfundible olor a alcantarilla nos dio de lleno, haciéndome arrugar la nariz a causa de la pestilencia que había en aquel tramo. La red de alcantarillas recorría toda la ciudad de forma subterránea, pero también escondía un par de secretos que habían beneficiado enormemente a la Resistencia: conectaban con unos viejos túneles que conducían más allá de las murallas que rodeaban la ciudad; conectaban con un sistema de cuevas que habían sido utilizadas y transformadas en una enorme base de operaciones donde se encontraba el corazón de la Resistencia.

Continué avanzando a ciegas, confiando de manera obligada en el elemental que nos guiaba a través de las alcantarillas hasta encontrar uno de los túneles que nos llevarían al otro lado. El mal olor fue desvaneciéndose, indicando que estábamos dejando atrás la ciudad; una ligera brisa revolvió mi cabello, trayendo consigo el aroma a desierto... Además de voces ahogadas.

El ajetreo fue subiendo de volumen conforme íbamos acercándonos. Empecé a distinguir fragmentos de conversaciones, la familiar actividad que reinaba en las cuevas donde la Resistencia se había establecido; el elemental me golpeó de nuevo en el hombro, indicándome que me diera más prisa.

Se produjo un pequeño alboroto a nuestra llegada, pero no me retiraron la venda de los ojos. Las voces se superpusieron unas a otras, impidiéndome entender con facilidad qué decían.

—Son de Ramih Bahar —la voz del elemental sonó por encima del griterío que se había formado a nuestro alrededor—. Haceos a un lado.

La temperatura pareció subir bruscamente, arrancando varias exclamaciones de asombro y horror. Recibí otro empujón en el hombro y eché a andar a ciegas, prácticamente confiando en mi instinto y rezando a los dioses —a todos ellos— para no acabar en el suelo.

El sonido de nuestros pasos resonaba contra la piedra de las paredes, confundiendo. Sin embargo, una parte de mí podía percibir la presencia de mis dos compañeros; Darshan permanecía a una prudencial distancia mientras que el elemental de fuego se mantenía a nuestra espalda.

Recibí un último empujón antes de que alguien me retirara con brusquedad la tela que había continuado cubriendo mi visión, haciendo que la luz de las antorchas diera de lleno a mis sensibles ojos; lagrimeé mientras pestañeaba, intentando acostumbrarme a la repentina claridad que había eliminado el telón negro que me había acompañado desde que el elemental de fuego nos vendara en aquel callejón.

No me sorprendió encontrar ya allí a Ramih Bahar, acomodado tras una larga mesa de madera. Con las manos entrelazadas sobre la superficie y sus recelosos ojos clavados en ambos; a su espalda, pegados contra la pared de piedra, había tres hombres respaldando a su líder.

Una advertencia para nosotros.

Reconocí aquella habitación como una de las salas donde conducían a los que iban a ser interrogados, especialmente después de toparme con un rincón surtido de una variopinta colección de instrumentos empleados cuando los que estaban sometidos al interrogatorio no resultaban ser muy cooperadores.

La sangre seca que se apreciaba en algunos filos me indicó que se les había dado uso, y yo no estaba dispuesta a que los emplearan conmigo.

Dirigí mi mirada de nuevo hacia Ramih Bahar, consciente de un pequeño detalle.

—¿Dónde está mi amigo? —gruñí.

Cassian y sus dos custodios no se encontraban en la sala, algo sospechoso teniendo en cuenta que ellos habían salido del vestíbulo antes que el grupo donde aquel hombre me había dejado.

Ramih Bahar ladeó la cabeza.

—Quizá se haya entretenido por el camino.

Gilipollas arrogante.

Me mordí la lengua mientras le sostenía la mirada a aquel hombre, uno de los líderes de la Resistencia, y era consciente de la tensión que iba acumulándose en el ambiente tras aquella salida de tono por mi parte. La verdad empezó a quemarme en la punta de la lengua, exigiendo ser escupida a la cara de aquel imbécil que me observaba desde su lado de la mesa, respaldado por sus tres fornidos guardaespaldas.

—Ella no tiene nada que ver en esto —la intervención de Darshan, y además a mi favor, me dejó momentáneamente fuera de juego—. Su amigo tampoco. Sacadlos de aquí y llevadlos a cualquier rincón de la ciudad.

Ramih Bahar esbozó una sonrisita.

—Lo haría —dijo, condescendiente—. Pero han visto demasiado... saben demasiado, y no puedo correr riesgos. Como tampoco puedo correr riesgos contigo —añadió intencionadamente.

Pero la amenaza velada no tuvo efecto alguno en Darshan, como no lo había tenido nada de lo que había sucedido desde que hubiéramos puesto un pie en el lujoso porche de la casa de aquel maldito comerciante. Observé cómo se cruzaba de brazos, sin apartar sus ojos grises del rostro de Ramih Bahar, lanzándole otro mensaje con todo aquello: aceptaba el desafío.

—No son ningún peligro —insistió, de nuevo saliendo en defensa de Cassian y de mí.

—Eso lo decidiré yo, muchacho —le cortó.

La tensión fue haciéndose más y más palpable conforme transcurrían los segundos, alimentando el desafío que parecía haberse formado entre Ramih Bahar —un tipo peligroso que contaba con un elemental de fuego y, vaya mala suerte la nuestra, tres hombres que podían partirnos el cuello con una sola mano— y Darshan —un tipo que había resultado ser una caja llena de sorpresas que contaba con una herida en el abdomen y una lengua afilada; además de un sentido de supervivencia casi nulo— tras nuestra llegada a aquella sala de interrogatorios.

Hice un gesto vago con la mano, señalando el rincón de los horrores.

—¿Vais a emplear algo de eso que tenéis ahí con nosotros? —pregunté.

La sonrisa de Ramih Bahar se volvió traviesa, desviando durante unos segundos su mirada hacia la zona que yo había indicado.

—De ti no podemos sacar nada interesante, preciosa —pausa—. ¿O sí?

Vi a Darshan dar un paso hacia delante, con todos los músculos tensos.

—Ella no sabe nada —repitió, con menos paciencia que momentos antes—. Salvó mi vida, eso es todo.

La mirada de Ramih Bahar se volvió interesada ante ese fragmento de información que había dado Darshan.

—Salvó tu vida —repitió con cuidado, tanteando las palabras—. Muy bien, ¿por qué no nos cuentas qué sucedió con tu compañero y cómo te cruzaste en el camino de esta agradable señorita?

Apreté los dientes ante la burla que impregnaba el calificativo con el que me había descrito, pero no dejé llevarme por mis demonios internos. Saltar la mesa de madera y golpear el rostro de aquel tipo contra la superficie no iba a ayudarme a ganar puntos; además de que me metería en líos por la agresión a uno de los líderes de la Resistencia.

Uno de mis superiores, por muy gilipollas que pudiera parecerme.

Darshan echó una mirada en mi dirección y pude ver que titubeaba a la hora de cumplir con la orden que se le había dado.

Aquel instante de duda fue suficiente para que Ramih Bahar lo volviera a su favor.

—¿A qué vienen tantos remilgos, chico? —preguntó con un tono punzante—. ¿Temes herir la sensibilidad de la señorita?

Recordé la oscuridad que se cernió sobre su rostro cuando me confesó haber asesinado a uno de los Sables de Hierro que custodiaban la prisión. Aquella muerte le había afectado, y tener que revivirla de nuevo no debía resultarle nada fácil; como tampoco era sencillo mostrar esa vulnerabilidad delante de aquellos desconocidos. Delante de Ramih Bahar.

—No es agradable, como tampoco lo será para ti —añadió.

El rostro del hombre mudó de expresión antes de regresar a su antigua máscara indiferente. Era evidente que Ramih Bahar tenía un interés directo en conocer el relato de Darshan, pero ¿por qué? ¿Qué motivaba a ese hombre a presionar de ese modo a Darshan hasta que consiguiera saber qué había sucedido en aquella prisión?

Ramih Bahar hincó los codos en la mesa y apoyó la barbilla sobre sus manos unidas.

—Habla.

Pero Darshan no tuvo oportunidad de hacerlo, ya que el sonido de una puerta abriéndose nos distrajo a todos. Giré el cuello para ver cómo un hombre de edad similar a Ramih Bahar aparecía por el hueco que había; sus ojos castaños pasaron de unos a otros hasta quedarse detenidos en mí.

Un escalofrío bajó por mi espalda cuando le vi entrecerrar los ojos, como si mi rostro le resultara familiar.

—Te conozco.

* * *

¡AMANTES DEL DRAMA, HOLA!

Sé que hoy no tocaba día de actualización, pero estoy apiadándome todo lo que puedo de vosotres para poder traeros el anhelado-esperado-rezado-casi invocado capítulo 27 donde es posible (quien dice posible dice 100% real no fake) que Perseo, tras una ausencia más que palpable en nuestros corazones de mazapán, volverá a hacer una aparición estelar (madre del amor hermoso, y nunca mejor dicho: va a entrar por la puerta grande). Por eso mismo actualizo, para acortar un poquitín más la espera (y, mantengamos la calma, el sábado habrá actualización también, quizá doble; según como me vaya el adelanto de capítulos que quiero hacer esta semana)

Otra cosa, mariposa. El Traidor será un conjunto de varios libros (no sé cuántos, la verdad) y la pista de ello, que no se verá, es que en la portada, en chiquitín, veréis debajo del título "Saga El Imperio"; la cuestión es que estoy preparando ya las portadas (soy muy curiosa, porque primero empiezo con las portadas y luego ya continúo con las historias xd) y tengo un dilema de proporciones estratosféricas...

DESPUÉS DE UNA MALDITA HORA DE RISAS, LLANTOS Y CIERRES INESPERADOS DEL PROGRAMA, NO SÉ CUÁL DE TODAS LAS RESULTANTES ELEGIR.

(warning: es posible que estén sujetas a cambios de última hora. Algunos detalles no son definitivos...)

Libro completo o spin-off de la historia...

¿Quién puede ser la prota (ya aviso que NO es Jem)?

¿POR QUÉ PONE UN PUÑETERO III? (porque este libro es el tercero de la saga jsjsjsjs)

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