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Realidad

A pesar de que ambos estaban contentos con la decisión, algo ocurría que inquietaba profundamente a Sorrento. Kanon podía notarlo en la manera que se quedaba mirando fijo cuando pensaba que nadie lo veía, su nulas ganas de salir a algún lugar, comía poco, dormía mal, ni aún con los mejores terapeutas lograba mejorar más allá de cierto punto.

- ¿Hay algo que pueda hacer por tí?

- Nada, estoy bien - decía Sorrento mirándolo con la mejor de sus sonrisas. Kanon lo observaba con su cabeza de lado, aún no lograba entender qué más podía hacer.

- Necesito preguntarte, ¿Has pensado en el matrimonio?

- Sí...

- ¿Tienes alguna idea de cómo quieres que sea?

- Me encantaría que estuviéramos solos, cerca de la playa. Desearía que fuera al aire libre, con música, pocas personas... Tu cabello desordenado al aire...

- Me agrada mucho la idea. - dijo ordenando algunos cabellos detrás de la oreja de Sorrento.

- ¿Y tú?

- Me gusta la idea de estar en la playa. Algo sencillo... Terminar viendo el atardecer sentados en la arena, con el viento frío enfriando nuestras caras...

- Sí... - dijo mirando el piso con una sonrisa superficial.

- Te noto mal, Sorrento. Por favor dime en qué piensas.

Sorrento miraba un punto en el piso y sus músculos se apretaron.

- No es... No es nada. No me pasa nada.

- Sorrento, te amo, puedes confiar en mí. Sólo quiero ayudarte.

Hubo una larga pausa. Muchas lágrimas recorrieron el rostro de Sorrento.

- Quiero acabar con mi vida.

Kanon sintió cada una de esas palabras perforando su ser.

- ¿Por qué?

- No me siento bien. Mi cuerpo está marcado, tengo sensaciones que no puedo evitar... Escalofríos... Recuerdos, olores... Aún con todo este mundo hermoso que me regalas, es demasiado para mí. No logro regresar, Kanon. Estoy devastado.

Kanon lloraba en silencio.

- ¿No hay nada que pueda hacer por ti? - Sorrento negó con la cabeza - ¿Ni siquiera la idea de casarnos...?

Sorrento agachó su cabeza mientras lloraba.

- No quiero perderte. Eres lo mejor que me ha sucedido en la vida... - le decía Kanon con la voz más tranquila que podía fingir.

- Tú también, Kanon... Pero ya no doy más. No puedo seguir tomando pastillas, mis pensamientos están envenenados. Han pasado meses, casi un año, nada ha cambiado. No quiero que pienses en internarme, quiero estar contigo, quiero compartir contigo mis días...

- Seguimos juntos...

- Lo sé. Pero todo aquello es más fuerte... No logro... No logro olvidar... No puedo más.

- No quiero perderte - dijo Kanon apretando con fuerza a Sorrento.

- Siempre te voy a amar, Kanon. Siempre mi amor te acompañará...

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Kanon estaba vestido con traje, sentado en la orilla de una hermosa playa, recordando la conversación que había tenido con Sorrento en aquella ocasión, en donde por primera vez había sentido miedo de perder a Sorrento.

Se dedicó a amarlo tanto como pudo. Dió todo lo que tenía en su corazón...

... Pero no fue suficiente.

Falleció durmiendo. Kanon lo encontró en su cama, de costado. Al mover su frío hombro, su cuerpo se desplomó con la falta de equilibrio. Su piel estaba pálida y el calor había abandonado su cuerpo. Kanon no pudo hacer más que abrazarlo con toda su fuerza y besar su frente mientras sus manos temblaban, pensando al mismo tiempo que aún estaba ahí, que podía incluso sentir aquel beso y su profundo amor hacia él.

El viento helado del atardecer enfriaba su rostro aquella tarde fría en la playa. Su mano izquierda portaba aquel anillo, muestra de aquel amor al cual pertenecía su corazón. Lágrimas recorrían sus mejillas mientras su pelo se desordenada con la brisa fresca de la costa.

- Hey, Kanon - dijo Aioros a lo lejos, caminando por la playa.

- Aioros... - decía sin dejar de mirar el horizonte.

Se sentó al lado del peliazul. No se atrevía a preguntar si estaba bien, ya que sabía la respuesta.

- Espero no ser molestia.

- No lo eres.

Ambos miraban el atardecer hermoso de aquella tarde nubosa.

- ¿Lo extrañas mucho?

- Como nunca he extrañado en mi vida.

- Lo lamento mucho, Kanon. Todo, absolutamente todo. No pude haber cometido en mi vida un error más grande.

- Nada va a cambiar, ya sucedió. No te lamentes tanto.

- No entiendo cómo lo tomas así...

- Lo extraño. Eso es lo que me ocurre, lo extraño... Simplemente lo extraño. Pero supongo que la vida es así, no puedo hacer más que echarlo de menos.

- ¿No me odias?

- No puedo odiarte. No fuiste tú quien le hizo daño a Sorrento. Tomaste una decisión que lo condujo a algo que no pudo superar...

- No puedo evitar sentirme culpable.

- Tal vez tienes culpa en eso. No lo sé, insisto... Ya pasó.

- ¿Por qué lo tomas con tanta calma?

- Porque no se puede cambiar nada.

Hubo una larga pausa. El sol ya se había ocultado bajo el horizonte.

- ¿Puedes perdonarme?

- Siempre me pides perdón. Ya pasó, Aioros.

- Sorrento estaría acá si no fuera por mí.

- Sorrento está acá, estoy seguro. Él me acompaña. - dio un gran suspiro - puedo incluso sentirlo en la brisa. Es su amor el que me acompaña, todo el tiempo, en todos los lugares. Y espero él sienta el mío...

Kanon cerró sus ojos mientras una brisa enfriaba las lágrimas que caían por la piel de su rostro.

Te amo Sorrento, dondequiera que estés...

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