Plan B
Kanon rió.
- Es normal que desconfíes. Me sorprendería si no lo hicieras. Pero quiero que sepas que mi trabajo es protegerte, y eso es lo que haré, porque para eso me pagan.
- Reconoce que eres malo, que eres el enemigo.
- ¿Para qué? No importa lo que diga, sólo debo protegerte. Nada cambiará ese hecho.
Sorrento levantó una ceja. Su argumento no podía ser refutado, iba a tener que estar con él irremediablemente durante un tiempo...
- ¿Hasta cuándo tendré que acompañarte?
- Hasta que yo lo decida.
- ¡Pero yo no quiero estar aquí, siendo protegido por ...! - entonces Sorrento se cayó, porque Kanon había saltado de un brinco del lugar en donde estaba y se encontraba en la cortina, corriéndola despacio para mirar al exterior tan sutilmente que apenas se percibían sus movimientos.
- Hay alguien afuera. Voy a salir, Sorrento.
- ¿Para qué? ¿Quieres que te vea?
- No lo hará. - dijo Kanon poniéndose un abrigo negro y unos bototos, sin nada más que su ropa interior abajo y sus armas amarradas a sus muslos con un par de cinturones.
- ¿Qué hago yo? - dijo Sorrento antes de que se retirara.
- No respires hasta que regrese.
Sorrento se levantó a mirar, intentó hacerlo tan silencioso como era posible. Se quedó en la ventana mirando de reojo, no había rastros de Kanon. Entonces el tipo de afuera siguió caminando sin detenerse.
Kanon entró en silencio.
- ¿Qué hiciste?
- Observar. Siempre hago la misma rutina, esté solo o acompañado. Muchos criminales me tienen en la mira, pero no se atreven a acercarse porque me paseo así cada noche - dijo abriendo su abrigo. Su cuerpo tatuado y musculoso era de por sí muy intimidante, además las armas y los bototos.
- Ya veo. - dijo tragando saliva - ¿Sabrán que estoy acá?
- Si te asomas otra vez por la ventana probablemente lo descubran - dijo haciendo sonrojar a Sorrento.
- No se te escapa nada...
- En esas cosas, no. Nunca, para ser honesto. De hecho, tenemos que prepararnos. Ese tipo pareciera estar solo, pero algo me dice que es mejor no encontrarnos en este lugar.
- ¿Cómo saldremos?
- Coordiné una salida falsa del cuartel. Cuando lleguen 'a dejarte', nosotros subiremos al vehículo. Lo lamento por las personas que van a entrar acá...
- ¿Qué, les va a suceder algo...?
- Espero que no, eso dependerá de sus destrezas. Ahora levántate, por favor. Ponte esa ropa - dijo apuntando un uniforme de policía. Se sintió aliviado de poder usar un chaleco antibalas sin tener que ocultarlo - Ten esto - dijo pasándole su arma - espero hayas practicado algo, ¿eh? esta noche no será fácil. Pensé que no nos tendríamos que ir, pero ya no tenemos opción.
- ¿Por qué? - dijo acomodando su arma.
- Porque hoy habían dos hombres. Uno estaba muy bien oculto, pero yo tengo todo el sector vigilado y afuera casi no hay puntos ciegos, por lo cual es fácil revisar cada rincón.
- Ya veo. ¿Y servirá lo que haremos? Yo saldré como el policía que ingresa, pero... ¿y tú? ¿cómo me acompañarás en el vehículo? Se supone que vienen a dejar al tipo...
- Tengo que cambiarme también... 17 minutos... Sí, lo haré ahora.
Kanon se sacó la chaqueta, desabrochó las correas que sostenían sus armas y comenzó a vestirse de policía. Luego se trenzó el cabello y se puso una peluca de pelo negro. Se veía lo suficientemente distinto para no ser reconocido en la noche a distancia.
- Tu turno - dijo mientras se acomodaba la peluca y apuntaba con su dedo otra que estaba en la mesa de entrada.
Sorrento se acomodó el pelo, pero fue un desastre. Kanon lo miró de reojo por el espejo y se paró al frente de él riendo mientras sus dedos acomodaban los cabellos que se escapaban de la malla.
- ¿De qué te ríes? Estoy muy nervioso...
- Eres un desastre, Sorrento. - Dijo poniéndole finalmente la peluca. - El toque final... - dijo poniendo en sus manos unos lentes - Póntelos... Mírate, ahora sí que eres un nerd.
- ¡Demonios! - dijo Sorrento impactado mirando su reflejo. Realmente parecía otra persona.
- Bien, siete minutos. Cuando llegue el vehículo tienes que actuar muy rápido Sorrento, debes subirte en el asiento del copiloto. ¿Sabes cómo abrir la puerta del auto, verdad? ¿O necesitas ayuda?
- ¿En serio crees que no sé abrir una puerta...?
- Tengo que preguntar, imagínate no supieras, se darían cuenta inmediatamente de que eres tú...
- ¿Tan idiota soy que un desconocido se daría cuenta que soy yo, sólo por mi torpeza? - Sorrento estaba irritado. Su nivel de estrés era muy potente.
- Sorrento - dijo acercándose y rodeando con sus manos grandes el rostro de su compañero - necesito que te calmes, yo sólo quiero ayudarte.
- ... diciéndome que soy un imbécil.
- No lo eres. Ahora necesito que te concentres - dijo dulce y decididamente Kanon con ambas manos apoyadas en sus hombros, no podía evitar notar el olor del aliento dulce del peliazul - ¿Tienes tus cosas?
- Las tengo ahí, no sé cómo llevármelas.
- Déjalas. Las recuperarás pronto. Lo que necesitas es tu credencial, tus documentos, tu arma...
- Listo.
Acto seguido, tocaron la puerta.
- No digas nada. Mmm... Faltan dos minutos... Sorrento, oculta tus cosas. Escóndete debajo de la cama.
Kanon apuntó la puerta con un rifle. Volvieron a golpear. Kanon disparó, atravesando la puerta. Se escuchó un gemido de dolor, para luego sentir los pasos alejándose. Kanon dió un sigiloso salto para quedar oculto por la cama, agachado y apuntando con el arma. Entonces se sintieron varios disparos. Si Kanon hubiese estado en la misma posición que hace unos instantes, hubiese sido atravesado por una de esas balas.
- Mierda. Vamos a tener que improvisar... - susurró Kanon a Sorrento - sale de la cama, tienes que estar preparado. Ocúltate bien...
De una patada, alguien intentó abrir la puerta. Sorrento sentía que su corazón latía muy rápido. Otra patada... Nada lograba derribar la puerta. Kanon se tapó los oídos y le hizo un gesto a su protegido para que hiciera lo mismo, ya que intuía lo que ocurriría a continuación. Un segundo después, una explosión hizo volar la cerradura, entrando un tipo apuntando rápidamente en todas direcciones, buscando a quien fuera como blanco. Sorrento reconoció de inmediato al sujeto, lo había estado investigando durante mucho tiempo. Un real hijo de puta que había matado tanta gente, que hacía sentir a Sorrento más convencido de que merecía los peores castigos de la existencia. Entonces, en un acto de adrenalina, se puso de pie con su arma apuntando la mano del tipo y de un disparo, se la voló. Kanon, aún agachado, lo miraba con la boca abierta, había sido un disparo absolutamente certero. El delincuente gimió de dolor, tomando su brazo amputado por la explosión, dando media vuelta mientras corría y se alejaba entre la oscuridad de la noche.
- Debemos irnos - dijo Sorrento, que se sintió poderoso y asqueado como nunca en su vida.
La patrulla había llegado, pero el plan ya no podía seguir en marcha, por lo cual esperaron unos instantes a que llegaran 'refuerzos', momento en el cual se llenó de policías y pudieron camuflarse en uno de los vehículos.
Kanon condujo a una comisaría distinta a la que siempre iban. Era lógico que iban a buscar a Sorrento en donde solía trabajar, así que su rumbo debía ser otro.
Luego de dos horas de conducción, llegaron a una comisaría que se encontraba en una región bastante apartada. Kanon había conducido con exceso de velocidad, por lo cual llegaron mucho más rápido a un destino más lejano. Estaban en un edificio bastante moderno, y partieron a la oficina de Kanon, que honestamente era igual de desastrosa que la de Sorrento. Kanon se recostó en su sillón, estirándose tanto como fue posible luego de desprenderse de su peluca, haciendo un sonoro quejido, que sin querer puso los pelos de punta a su compañero.
- Estoy muy cansado. Aprovecha de descansar, tendremos que seguir viajando.
Sorrento se sentó a su lado.
- Estamos bastante lejos de mi ciudad... ¿Siempre recorres grandes distancias?
- Lo que sea necesario para mi trabajo, por supuesto.
- ¿Mañana dónde iremos?
- Si te digo, mato la sorpresa. - dijo sonriendo con su cabeza apoyada sobre su nuca.
- Entiendo...
- Me sorprendiste hoy, Sorrento.
- Eso es porque me consideras... o me considerabas un idiota.
- Me percaté de que te faltaba experiencia en algunas cosas... Te subestimé. Lo lamento, Sorrento. Me alegra saber que no eres indefenso.
- No lo soy - dijo sonrojándose nuevamente.
- Así veo. Bueno, lamento informarte que acá no puedes dormir en bolas. - dijo Kanon volviendo a cerrar sus ojos. Sorrento sentía sus mejillas arder, no podía evitar imaginarse a Kanon pensándolo en ropa interior. - Una lástima - dijo sonriendo de costado, aún sin mirar nada.
- Con respecto a eso...
- Lo sé, te entregaste porque soy "el malo"...
- Aún lo pienso.
- Bueno, sólo el tiempo dirá lo contrario. Por ahora, debo decirte que tus métodos son algo impactantes...
- Me alegro que lo notes...
- ... y supongo debo decirte en algún momento que no sólo soy policía, así que debes... debemos ser más prudentes, por favor.
- ¿A qué te refieres...?
- Que soy un ser humano, y aunque no lo creas, no es algo común para mí compartir con alguien. Esto es trabajo, no imaginé que te vería así esta noche...
- ¿Y...? - dijo Sorrento dándole poca importancia a la situación, pero por dentro se moría de vergüenza.
- Pues que te he investigado hace tiempo, niño. Mi trabajo ha sido protegerte.
- ¿Y por qué no pudiste prevenir que le pasara algo a Julián?
- Porque ese no era mi trabajo.
- Osea que estoy vivo gracias a tu cuidado, ¿eso me estás diciendo?
- Algo así. Sí, se podría decir que he hecho algunas cosas para... Ya sabes. Sí, definitivamente estás vivo gracias a mí.
Sorrento se levantó y caminó al panel donde estaban colgadas las fotos en la pared de Kanon. Ahí estaba su imagen: el elemento crucial para resolver el enigma en el cual estaba trabajando. No sospechó que alguien estaba trabajando para protegerlo exclusivamente a él.
- Y como te decía, sé muchas cosas de ti. - dijo Kanon apareciendo por detrás, susurrando - y hay otras que estoy aprendiendo, como por ejemplo, no sabía que te sonrojabas con tanta facilidad.
Sorrento tragó saliva. ¿Le estaba coqueteando?
- Voy a descansar, tienes razón - dijo pasando por el lado de Kanon, pensando en lo contradictorio de sus actos, ya que sus pies se alejaban de lo que él quería en ese momento. Se recostó en el sillón y mucho más rápido de lo que pensó, comenzó a sentir el agotamiento. Kanon se sentó a su lado.
- ¿Estamos a salvo acá? - dijo bostezando.
- No. Pero estás a salvo mientras esté a tu lado.
Sorrento cayó profundamente dormido y despertó luego de unas horas en aquel sillón, apoyado sobre las piernas de Kanon, mirando hacia el vientre de aquel hombre.
- ¿Dormiste bien? - dijo Kanon mirándolo divertido. Sorrento se sentó a toda velocidad.
- Disculpa, yo no quise apoyarme en tus piernas...
- No te preocupes...
- Sí, debería haberte consultado...
- Me consultaste otra cosa.
- ¿Qué? - Sorrento estaba rojo como un tomate.
- Si podía acariciarte el pelo, por eso te apoyaste en mis piernas.
- ¿Qué? ¿Y lo hiciste? - dijo luego de una larga pausa. Se sentía muy avergonzado.
- No lo sé, me pareció genuino. Además, tu pelo es muy suave.
- Siento que me vas a hacer estallar la cara, deja de decir esas cosas. - dijo cubriéndose. Su cara amenazaba con estallar.
Kanon ladeó su cabeza mientras lo miraba, intentando descifrarlo con una sonrisa en los labios.
- Tengo que informarte algo, niño. Tenemos que salir de acá, y lamentablemente... tendremos que... - dijo apuntando con su cabeza su escritorio. Sorrento miró y vio una pila de ropa y algo que parecían ser nuevas pelucas. Dió un suspiro y fue a ver lo que había preparado para él.
- ¿Esto es en serio? - dijo mostrando una peluca larga que parecía ser femenina.
- Tenemos que pasar desapercibidos.
- Demonios.
- Pero tranquilo Sorrento, a mí no se me olvida que eres un hombre. - dijo mirándolo con su cabeza ladeada.
- ¿Y...? - decía sacándose la ropa mientras Kanon hacía lo mismo a su lado.
- Porque me gustan los hombres, y esto es trabajo.
Sorrento se enredó por los nervios que sentía en ese momento. Kanon era homosexual... Homosexual y despampanante... y coqueteaba con él, y él torpemente enredado en esa ropa. El peliazul se acercó y con mucha delicadeza le sacó aquella prenda enredada de los brazos y cabeza, quedando a escasos centímetros uno del otro.
- ¿Estás nervioso? Nada malo te va a pasar a mi lado...
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