
pérdida de confianza
Kanon se encontraba bebiendo una cerveza fuera de su horario laboral junto a Aioros, su jefe. Pocas veces realizaban cosas extraprogramáticas, pero cuando sucedían, Kanon se sentía absolutamente a gusto.
- Debo admitir Kanon, te extrañamos cuando te ausentaste para cuidar de Sorrento. Trabajas de manera impecable, realmente nadie puede hacer lo que haces tú...
- Te lo agradezco, pero... Aioros, en serio, ¿No podemos ya hablar sobre algo más que no sea trabajo?
- Sí... Disculpa, es que nos vemos para eso, no logro separarme de esa parte de mí. Bien, hablemos de otra cosa. Cuéntame algo sobre ti, sabemos que estuviste como tres meses cuidando a ese hombre, ¿Cómo no enloqueciste sin hacer nada más?
Kanon repasaba a la velocidad de la luz todas las cosas que ellos habían hecho en esos tres meses. Claro que había enloquecido...
- Bueno, no es lo único que hice, no creas. Mi vida no es sólo trabajo.
- Eso me cuesta creértelo...
- No, créeme... Esta vez mandé un poco a la mierda el trabajo, salí de mis parámetros... Y tuve éxito de todas maneras, así que... Bien, bien.
- Genial, Kanon. Me sorprendes una vez más. ¿Y qué hiciste?
- Pues... - dijo Kanon mirando su vaso, acariciando el borde con su dedo...
- Ya veo... - dijo Aioros con una sonrisa coqueta. - Entiendo lo que está pasando, ¿Eh? Viejo zorro... - dijo golpeando el brazo de Kanon, quien rió y ahogó su vergüenza con un gran trago de cerveza. - ¿Y? ¿Qué tal? Cuéntame, me muero de ganas de saber.
- ¿Por dónde parto...? - dijo suspirando.
- Aaaaah Dios mío, esto es serio. Necesitaremos más cerveza... - dijo indicando al mesero los vasos para que trajera más. Kanon no dejaba de sonreír.
- Yo pensé que algunas cosas no eran para mí, ya sabes, me dedico mucho a mi trabajo, a ejercitarme, estoy un poco loco... Bien, bien, BASTANTE loco - corrigió al ver la cara que había puesto Aioros - y en fin, soy una puta bestia...
- ¿Me vas a decir que el gran Kanon está enamorado? ¿Me vas a decir que alguien pudo conquistar tu corazón de piedra?
Kanon sonrió ampliamente.
- Estoy enloqueciendo, si te soy honesto.
- Esto es muy difícil de creer, Kanon. ¿De verdad? ¿De verdad tú...?
- Sí, en realidad no veo nada malo en admitirlo, estoy locamente enamorado.
- No puedo creerlo. ¿Y es mutuo? Bueno, no creo que alguien se atreva a rechazarte...
- Qué idiota eres, Aioros... Pero sí, es mutuo...
- ¿Tienen planes?
- Por ahora, sólo estar... Ya sabes, más tranquilos. Trabajar en algo menos riesgoso me tiene muy contento en este momento.
- Quién lo diría. ¿Le conozco?
Kanon lo miró y se rió.
- Puede ser.
- Le conozco. Sé que es un sí. ¿Quién es?
- No puedo decirte.
- Ah, mierda, sí le conozco. Entiendo que prefieras mantenerlo en secreto, yo hago lo mismo hace muchos años, tú eres el único que realmente sabe lo que ha sucedido en mi vida fuera de ese trabajo... Pero me alegra que estemos acá, compartiendo esto... Salud, compadre, salud. Salud por ti, y aquella desconocida persona que conquistó el único corazón de piedra existente en este frío mundo.
- Tomaré eso como un cumplido. Salud. - dijo brindando y bebiendo con alegría.
Al llegar a casa aquella noche, Kanon estaba completamente ebrio. Apenas podía sostenerse de pie, botó algunas cosas a su paso intentando mantener el equilibrio y despertó a Sorrento, quien desde lejos lo miraba divertido.
- Está fuerte el viento parece.
- Hola... Perdón... Estoy algo... Ebrio.
- Puedo notarlo.
Kanon se acostó en el sillón.
- ¿Puedo sentarme a tu lado?
- A mi lado, abajo, encima... Donde quieras... - dijo golpeando el sillón con la palma de su mano.
- Lo pasaste bien parece.
- Muy bien. Estuve... Con Aioros... Ese... Hijo de puta... - dijo riendo a carcajadas - es un buen amigo... Lo quiero... Le conté que estoy enamorado - dijo apoyando su cabeza en el sillón, mirando a Sorrento.
- ¿Le dijiste? ¡Guau!
- Le dije. Le dije que estoy enamorado... No de ti, no creo que debamos... Tú sabes, decirlo... No nos dejarían trabajar juntos... Pero... Sí, enamorado... Yo, enamorado... Como un idiota...
- No eres idiota por enamorarte.
- Lo sé... Sólo... Sólo bromeo, mi amado... Amado Sorrento... Ven acá - dijo abrazándolo torpemente, a lo cual él reaccionó riendo - Tu sonrisa... Tú - decía acariciando el rostro de Sorrento - me tienes, tú... Tú me tienes, Sorrento, te amo tanto. - susurró besándolo ardientemente.
Aquella noche, Sorrento entendió que Kanon estaba sumergido en alcohol y sus movimientos eran torpes, por lo cual decidió tomar el control de lo que ocurriría. Fueron a la habitación y antes de que Kanon cayera dormido, Sorrento puso música, bajó las luces y dejó que Kanon observara lo que sucedería.
Fueron besos suaves, caricias que recorrían lentamente la piel de Kanon. Una degustación del cielo extendido en todos los rincones de la piel de ambos. Se sacó la ropa lentamente mientras Kanon lo observaba hipnotizado.
- Eres hermoso.
- Tú también, mucho más aún.
- Eres perfecto Sorrento, tu piel, tu pelo, tu rostro delicado... Tus rasgos hermosos... Tus manos perfectas... Eres un ángel.
- Estás muy ebrio... - decía mordiendo el cuello de su amado.
- Sí... Ebrio... Pero tú eres espectacular...
- Te amo, mi loco lindo.
- Te amo Sorrento, mi hermoso y soñado ángel.
Entre besos y caricias suaves, Sorrento tomó el control, haciéndole el amor a su pareja de una manera tan rítmica y lenta, la sensación envolvente del calor de sus cuerpos era una delicia para los sentidos.
Kanon se dejó llevar, porque generalmente él era quien dirigía hacia dónde podría llegar todo, pero esta vez todo era suave, lento, simplemente delicioso. Su mente estaba en shock, sorprendida de las nuevas sensaciones, y del hecho de mirar a Sorrento como si estuviera bajo un hechizo: era perfecto. No podía creer que un hombre así le amara de esa manera, mostrándole en cada pequeño gesto todo lo que su corazón sentía, una afinidad única que parecía sacada de una película. No sabía si merecía estar viviendo algo que lo hacía sentir tan cerca del cielo, sólo se dedicaba a disfrutar lo que la vida le regalaba... Alguien a quien amar, y que lo amaba por lo que es.
Al pasar el tiempo, Kanon y Sorrento seguían su rutina de trabajo e investigación, dejando de lado lo máximo posible la excitación que generaba el uno en el otro, mirándose a lo lejos, admirando el trabajo del otro, amándose silenciosamente en cada aspecto que podían contemplar. Estaban borrachos de amor y admiración mutua.
Una mañana, compartiendo un café en la oficina, Aioros pudo escucharlos conversar. A pesar de ser altamente discretos para no perder la posibilidad de trabajar juntos, para Aioros fue evidente que era él a quien tanto Kanon ocultaba. Entonces lo citó a su oficina para hablar con él.
- Kanon, toma asiento.
- Gracias. - dijo sentándose.
- Excelente trabajo junto a Sorrento, Kanon. Vamos a dar el paso final esta semana, espero todo salga bien.
- Yo también, estoy ansioso porque todo tenga resultados favorables.
- Trabajan muy bien ambos. Es como si... No sé, si ustedes se sincronizaran de una manera especial, ¿No crees?
- ¿Disculpa...?
- Tú sabes que no se permite que dos personas trabajen en un mismo caso siendo pareja.
- No entiendo...
- Dejemos todo eso de lado, no perdamos tiempo. Sé que él es tu pareja. Han sido muy discretos, pero yo soy muy inteligente, y me di cuenta. No es necesario que lo ocultes.
Kanon miró al piso.
- Vamos muy bien encaminados en este caso.
- Lo sé. Voy a dejar que terminen esta investigación y luego tendrán que formar parte de otra. Y crucemos los dedos para que no corran riesgos y todo salga bien.
- Pero...
- Así tiene que ser, Kanon. No puedo pasar por alto esto.
- Está bien.
- Bueno, antes de que te vayas - dijo observando cómo Kanon se disponía a levantarse - quisiera saber... Bueno... Yo no sabía que eras homosexual.
- Soy muy discreto con mi vida personal.
- Sí, lo sé, pero yo soy tu amigo, al menos pensé que podrías decírmelo.
- Lo lamento Aioros, no es algo que haya contado a nadie... Sólo a aquellos con los que he salido.
- Hace un tiempo yo estaba enamorado de ti, Kanon. - dijo Aioros mirando por la ventana - si hubiese sabido, hubiese hecho las cosas distintas.
- Yo jamás quise darte señales de algo que no es, Aioros. Siempre te consideré mi amigo y el colega a quien más respeto y admiración tengo.
- ...Y ahora sales con Sorrento, nada más y nada menos que el más indefenso e imbécil de todos los policías de este lugar. - dijo con sus puños totalmente apretados.
- Te pido por favor no hables así de él. No es indefenso ni imbécil, no me parece que...
- Sí, como gustes.
- Permiso, tengo cosas que hacer. - Kanon se retiró a grandes zancadas de ese lugar. Estaba muy molesto.
Sorrento observó a Kanon muy irritado cuando se reincorporó a la oficina.
- ¿Todo bien con Aioros?
- Te comento luego. - dijo fijando sus ojos en la pantalla de su computador.
Su mente iba a mil por hora. ¿Aioros? ¿Su amigo Aioros? Sí, ahora todo calzaba. Siempre había sido gentil con él, amable, cariñoso incluso. Había depositado toda su confianza en él, había crecido de manera mutua un cariño difícil de dimensionar. Pensaba en su pareja, tampoco lo conocía... ¿Y si no era cierto? No era su problema en realidad... ¿Esto traería problemas? Por supuesto. En ese mismo instante, comenzó a redactar su carta de renuncia, la imprimió y la firmó. Éste sería su último mes como policía. Dejó el papel debajo de su computador y fue al baño. Por la manera en que cerró el computador, Sorrento no pudo dudar de que estaba molesto. Se paró y caminó a ver el computador, y sobre la mesa alcanzaba a verse el título del documento recién impreso: carta de renuncia.
Sorrento salió del lugar caminando agitado, su corazón acelerado. No encontraba a Kanon, debía haber ido a cualquier otro lugar.
- Sorrento, necesito hablar contigo. - Aioros lo llamaba a lo lejos del pasillo.
Al entrar, Sorrento pensaba dónde demonios estaba Kanon y qué sería lo que diría.
- Permiso - dijo Sorrento sentándose mientras analizaba en su mente todos los detalles que encontraba en el lugar. Había una taza quebrada en la papelera. El enojo era mutuo... Algo había sucedido.
- Adelante. Bien, te he llamado porque ha llamado mi atención un detalle que no han mencionado con Kanon hace tiempo.
- Dime, te escucho. - dijo Sorrento de manera muy segura. Aioros se sentía más molesto por su confianza.
- Ustedes son pareja.
Sorrento hizo lo posible por mantener la compostura. No quiso decir palabra.
- Eso es algo que ustedes deberían haber mencionado. - Sorrento seguía sin decir palabra - ¿No dirás nada?
- ¿Qué debo decir? ¿Reconocer o negar lo que me mencionas, Aioros? Para ambos casos, eso es parte de la vida privada de las personas, y no es pertinente para ti.
- No si trabajan para mí... No si trabajan en el mismo caso - se corrigió irritado.
- No puedes asegurar que así sea.
- No juegues conmigo, Sorrento - dijo apoyándose en el escritorio.
- ¿Qué sucede Aioros? - dijo tranquilamente Sorrento, viendo cómo las manos del moreno temblaban de rabia, amenazando con precipitarse sobre él en cualquier momento.
- Quiero que se dejen de juegos.
- No sé de qué estás hablando.
- Yo tengo altas sospechas de todo lo que Kanon ha hecho todos estos años. No soy tonto. He encubierto todas sus mierdas porque entendía su causa... Pero si esto no acaba acá, me veré en la obligación de...
- Me vas a disculpar Aioros - interrumpió Sorrento con el más potente tono de voz que pudo hacer - no sé de qué estás hablando, pero me parece grave que realices ese nivel de acusación contra mi colega. ¿Tienes pruebas?
- N...no.
- Entonces no vengas a joderme. - dijo Sorrento molesto, levantándose de su silla.
- ¡Esto tendrá consecuencias! - gritó indignado Aioros.
- Eso espero. - dijo Sorrento desde el marco de la puerta.
Entró a la oficina. Kanon todavía no llegaba. Se sentó en su pupitre, pero seguía nervioso. Se puso a revisar su expediente anterior, aquel con el que casi llegaba a descubrir a Kanon. Era peligroso mantener esa evidencia, pero si intentaba deshacerse de ella en ese momento, seguramente la requisarían. Decidió que lo más sabio sería desordenar convenientemente todo, al fin y al cabo todo apuntaba hacia otra persona en este momento.
Kanon ingresó a la oficina y sintió algo similar a lo que Sorrento había sentido unos momentos antes. Lo miró con extrañeza.
- ¿Estás bien?
- Aioros no es de confiar. Es todo lo que te puedo decir.
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