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cariño, tú...

Luego de un rato, Sorrento lavaba su cuerpo sin prisa alguna en aquella ducha. Sus ojos cerrados y su cara levantada mirando hacia el cielo permitían que el agua recorriera su piel de manera refrescante. Podía detenerse a experimentar las sensaciones que su cuerpo físico le regalaba, y lo disfrutaba profundamente.

Mientras, Kanon miraba el grifo del lavaplatos mientras el agua caía sobre la loza sucia. Sus brazos descansaban apoyados sobre el mesón, y su boca esbozaba una sonrisa boba sin que él pudiera percatarse de ello. Pensaba en Sorrento, en cómo el agua debía estar cayendo sobre su piel desnuda...

Entonces Kanon soltó una risotada nerviosa sin poder evitarlo. No podía controlar la felicidad que le entregaba el sólo acto de pensar en aquel hombre. Cerró el grifo, se secó las manos y miró el piso sucio. Recorrió la cocina tocando los muebles. Tantas veces había habitado ese lugar, pero ahora tenía otra estampa, no podía dejar de pensar en lo que acababa de suceder.

- Sorrento... - dijo tocando sus labios - ¿Qué voy a hacer contigo...?

Mientras tanto, Sorrento se arreglaba en el baño. Lavaba sus dientes, peinaba su cabello... Miró el cepillo. Varios cabellos celestes enredados en él, muy largos, por cierto. Miró su reflejo en el espejo y borrando con su mano el vapor que empañaba la imagen, pudo observar al fin cómo su piel tenía algunas marcas de los dientes de Kanon. Recordó cómo al tirar de su cabello había gemido en su oído... Sus gemidos... Sorrento mordió sus labios al recordar cómo un orgasmo lo había invadido al sentir la pequeña muerte de su amante.

Se estaba dejando llevar por cada sensación. Por primera vez en su vida, Sorrento había dejado de lado su pensamiento lógico y se había entregado a lo que estaba experimentando. No podía percibir peligro en la situación. Era como estar borracho, y la sensación no se iba, sino que aumentaba. En ese mismo instante tan sólo de recordar ya estaba excitado, mirándose al espejo.

- ¡Kanon...!

- ¿Sí...? - respondió Kanon desde la cocina.

No respondió. Kanon se acercó al baño, y abrió la puerta. Ahí estaba Sorrento nuevamente, húmedo, su cabello mojado recién cepillado, impecable y perfumado.

- Entra.

Kanon entró sin chistar, sonriendo con nerviosismo.

- Toma un baño, yo terminaré de ordenar.

- Estaba por terminar, no es...

- Sólo... Hazlo. Entra.

Kanon no podía dejar de sonreír. Se sacó la ropa y entró a la ducha. El primer chorro de agua estaba frío, lo que provocó un pequeño quejido al recibirlo sobre su abdomen. Sorrento lo miraba apoyado en la pared. Era un sueño observarlo, su cuerpo perfecto, su suave cabello mojándose con el agua adoptando las curvas de tan hermoso y masculino cuerpo.

Sorrento se sacó la toalla e ingresó, lo cual sorprendió a Kanon, dando un pequeño brinco.

- ¿Qué haces, niño...? - pero antes de terminar la frase, Sorrento acariciaba su cuello y cara con ambas manos mientras lo besaba con mucha suavidad.

El agua recorría el cuerpo de ambos, sus manos acariciaban la piel del otro, y sus labios se encontraban suavemente. No era un contacto lujurioso, pero sí lleno de pasión contenida. Se miraban como si hubiesen encontrado en el otro un tesoro, algo que significaba que la vida no volvería a ser la misma después de aquellas caricias.

- Me gustas mucho, Kanon. No puedo evitarlo.

- Así puedo darme cuenta... Y tú a mí, niño. Y mucho. - dijo besando su frente.

Al salir de la ducha y vestirse, había mucho silencio en la habitación. Pero aquel silencio era absolutamente cómodo, y en ocasiones sus miradas se cruzaban y sonreían.

Era como estar en un sueño, ninguno de los dos deseaba despertar.

Se acostaron sobre la cama, Kanon con sus brazos atrás de su cabeza, mirando el techo, y Sorrento de costado mirando al peliazul. Con el brazo disponible acariciaba con la punta de sus dedos el abdomen de Kanon.

Pasaron mucho rato así, cambiaban de posiciones en ocasiones pero seguían tranquilamente sobre la cama.

- Podría hacer una excepción contigo, pero tengo un problema.

- Dime.

- Si volvemos, intentarán matarte. Yo debo protegerte.

- ¿Por qué le pediste a personas que intentaran matarme?

- Tengo que ser convincente. Además, ellos no tienen las aptitudes que yo tengo. Jamás podrían hacerte daño.

- Diles que no lo hagan.

- No puedo hacer eso, tú moriste en un incendio.

- ¿Y cómo quieres trabajar conmigo?

- Hay lugares donde no te reconocerían.

- ¿Exactamente qué es lo que haces tú?

- Soy el jefe de todos. Compro la droga, la vendo, la persigo, la pesquiso y luego la vuelven a integrar. Siempre ha sido así. Los policías son los consumidores más grandes de las mierdas que yo tenga para ofrecer. Seguro te diste cuenta...

- Sin duda alguna. Aunque no todos...

- No, no todos.

- ¿Y por qué lo haces?

- No lo sé. Porque puedo. Nadie duda de mí jamás, soy un excelente traficante y un excelente policía.

- Yo pensé que la policía hacía su trabajo...

- Algunos sí.

- ¿Estuviste involucrado en la muerte de Julián?

- No. Se mataron entre ellos. Ellos no saben que soy el jefe. Sólo aparecen las órdenes... Las persecuciones... Es todo muy extraño y complejo, pero de alguna manera funciona. Hay que mantenerse al margen para que no se metan personas peligrosas... Hay peces más grandes, pero yo soy policía, no sospecha nadie de mí.

- ¿No podrías haber evitado que Julián muriera?

- No. Él atacó al bando enemigo. Hay quienes quieren tener el control de lo que yo hago, no como policía, obviamente. Dejo que la policía actúe sobre ellos, pero no saben que el negocio lo manejo yo finalmente. Hay mucha gente involucrada que cree tener el poder, y a veces actúan por cuenta propia porque creen que ellos son los jefes.

- Esto es... Descabellado. ¿Y si dejas de hacerlo?

Kanon soltó una carcajada.

- En realidad no sé porqué lo hago. Sólo quiero el control, sentir que puedo influir así en la gente...

- Es una mierda lo que haces. No me calza... No lo entiendo.

- ¿Qué no entiendes?

- Que hagas indirectamente tanto daño a la sociedad.

- Si no lo hago yo, será alguien más. A veces tener el control es bueno, pienso que podría ser peor. Yo sólo suelto un poco, y busco que las sustancias no sean nocivas. Sé que suena ilógico, pero... Me cercioro de que no sea...

- ¿Me estás diciendo que eres un malo/bueno? - dijo Sorrento con gracia.

- Soy tal vez un ocioso en busca de adrenalina.

- Kanon, ¿Y si la policía te descubre?

- Nadie podría delatarme. Nadie sospecha de mí. Tú te acercaste bastante, pero nadie ha sospechado ni remotamente. Además, indirectamente influyo en los cargos más altos, generando estrategias... No hay cómo.

- No me vas a dejar ir nunca, ¿Verdad?

- Mmm... - dijo volteándose a abrazar a Sorrento y sumergir su nariz en su cuello - No quiero tener que dejarte ir... Quiero que trabajes conmigo.

- ¿Para qué...?

- Para controlar esto. Desearía que la gente dejara de consumir tanta mierda... Pero no puedo controlar la demanda... Necesito tu cerebro para esto. ¿Entiendes, niño?

- ¿Y si no accedo?

- Pues entonces déjame estar contigo antes de que deba deshacerme de tí.

- ¿Me vas a matar...?

Kanon lo apretó más fuerte.

- Por supuesto que no, ridículo. Necesito convencerte... Pero no, no te haré nada. Tengo que protegerte, ahora más que nunca. Estás con un criminal peligroso...

- Y con un excelente policía...

- También.

- ¿Y si no quiero trabajar contigo?

- Dejemos que el mundo colapse... Y nosotros...

- ¿Nosotros...?

- Sí, nosotros... Vámonos lejos mientras todo el mundo se va a la mierda.

- ¿Harías eso?

- No lo sé. Es pronto para decidir algo así...

- ¿Cuándo nos iremos de este lugar?

- Cuando te canses de mí.

- ¿Y si no me canso?

- Entonces... nunca.

Kanon volvió a besar a Sorrento. Ambos podían sentir cómo sus cuerpos se rendían ante las caricias del otro.

- Kanon... Eres una delicia de hombre...

- ¿Y tú, niño...? Ven acá... - dijo colocándose sobre él - te dije que no te enamores...

- ¿Sabes...? Es demasiado tarde... - dijo mirando a Kanon, quien lo miró con los labios entreabiertos. - ¿Tienes miedo?

- ¿De qué...?

- Quedaste paralizado...

- No, es que... Cuando lo dijiste, yo... - decía mirando los labios de Sorrento - me cuesta concentrarme, disculpa... Es que cuando lo dijiste sentí... Es... -dijo riendo nerviosamente - se me revuelven las entrañas cuando me hablas así.

- Me estoy enamorando de ti, Kanon. No puedo evitarlo, me gustas mucho.

- Niño, me vas a matar - dijo intentando agarrar su abdomen y riendo nerviosamente.

- Bésame, por favor... - dijo Sorrento sonriendo.

- Por supuesto... - dijo depositando sus labios sobre los de su amante. Esta vez sus lenguas danzaron fogozamente.

Una cosa condujo a la otra, y al cabo de unos instantes estaban nuevamente haciendo el amor. La excitación de ambos era tremenda, en aquel espacio silencioso al medio de aquel bosque escondido no se podía escuchar más que la conexión húmeda de sus cuerpos rebotando, sus respiraciones entrecortadas y algunos gemidos delirantes de placer.

Kanon cerraba sus ojos para concentrarse en lo que sentía, que si bien era una sensación conocida, ahora había algo distinto: Sentía una profunda conexión con la persona con la que estaba en aquel momento, y deseaba hacerla sentir tan bien como él se estaba sintiendo. Miraba de vez en cuando y no podía creer lo mucho que le gustaba la forma del cuerpo de su amante, su cabello alborotado, sus manos perfectas, su piel suave, su rostro enrojecido y su mirada perdida que, cuando reaccionaba, recorría el cuerpo de Kanon para posteriormente apretar las sábanas entre sus dedos y morder su labio. Estos gestos hacían perder el control a Kanon, quien debía volver a cerrar los ojos para concentrarse... Pero al hacerlo sólo podía sentir cómo su miembro abría a su amante y se deslizaba ágilmente dentro, tan tibio, tan mojado. Luego de retomar el ritmo, escuchaba cómo Sorrento ahogaba los más deliciosos gemidos que jamás hubiese escuchado...

Mientras tanto, Sorrento miraba a Kanon con su cara contraída, sus ojos cerrados y apretados para no perder la concentración, se notaba que luchaba por no acabar. Luego percibía cómo algunas gotas de sudor recorrían su rostro para terminar juntándose con algunas otras gotas que habitaban en su pecho, viajando finalmente a través de todas las curvas de su abdomen hasta su pelvis... Y entonces podía ver cómo aquel hombre deslizaba su virilidad dentro de él con tanta precisión que se sentía al borde del orgasmo en múltiples ocasiones, obligándose a contraer su cuerpo para evitarlo y seguir, apretando las sábanas, mordiendo lo que estuviera a su alcance, gimiendo desesperadamente... Y era entonces cuando escuchaba a Kanon responder con aquella ronca voz que él tiene, gimiendo como un animal. Entonces no pudo evitarlo. Sintió cómo su cuerpo se electrocutaba con el placer del orgasmo, gimiendo con toda la fuerza de sus pulmones al igual que Kanon, esta vez más fuerte y con su boca abierta botando todo el aire que habitaba su cuerpo.

- Oh, mierda Sorrento, eso fue... Ha sido lo más rico que he sentido en mi vida... - decía intentando respirar nuevamente.

- Tú... No puedes ser tan rico... - decía Sorrento respirando profundamente, tapando su cara con su antebrazo.

Kanon se acercó besando el abdomen de Sorrento, quien se estremeció.

- Estoy todo mojado... ¿No te molesta...? - dijo besando a Sorrento, reposando sobre él.

- Déjame ver... - dijo recorriendo la espalda sudada de su amante para terminar en su redondo trasero, apretándolo - no, no me molesta.

Frente con frente, ambos se miraron y no pudieron evitar reír de buena gana sin dejar de mirarse.

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