6._Desamor
A la mañana siguiente Dai despertó tras el súbito sonido de la música de su vecina. Fue solo un instante. Como si Mary hubiera encendido el reproductor sin saber que el volumen estaba a su máxima capacidad. Eran las siete y no pudo seguir durmiendo después de eso teniendo que levantarse. Se sentía un poco cansado. Cual si no hubiera dormido lo suficiente o hubiera hecho ejercicio de manera excesiva. Tal vez solo estaba demasiado viejo. No lo parecía, pero pronto cruzaría a la denominada tercera edad. Sentado en el borde de la cama, viendo sus descalzos y pequeños pies, Dai oía los tristes boleros que esa mujer, en la flor de la vida, oía con deleite. A él lo estaba deprimiendo. No era amigo de la mayoría música. Ni siquiera de los libros. Leía casi que por obligación. Como una forma de ampliar su conocimiento y mantenerse informado del mundo, pero no por otra cosa. De ahí que el libro que tomó de la sala permaneciera en la página veinticinco y que esas canciones le resultarán un tanto molestas, aunque esto tenía que ver más con el contenido que con la música en si.
No tenía hambre, pero desayunaria, mas cuando iba a salir escuchó el sonido de una guitarra en vivo, del otro lado de la pared, que lo obligó a detenerse y escuchar a esa mujer cantar.
Dolor, dolor, aquí adentro...
Llévate de mi, sufrimiento.
¡Ay! dolor, dolor...
Ay! amor, amor noches de pasión y tormento.
Dolor, dolor, aquí adentro...
Y el alma se pudre por dentro
Ay! amor, amor
Ay! dolor, dolor, no se si morir o llorar...
De no haber charlado con ella, Dai hubiera asegurado que esa mujer se quería deprimir hasta la muerte. Salió de esa diminuta habitación para ir por algo de comer. No podía ser exigente en ese pueblo, así que lo más probable es que terminaría en el café de la noche pasada. Cuánto tiempo más permanecería ahí fue la pregunta que se hacía cuando escucho una puerta cerrarse a su espalda. Miró de reojo atrás y vio a Mary ir tras él con un estuche negro de guitarra en la espalda y una gabardina verde musgo. Le quedaba un poco grande.
-Buenos días-lo saludo al alcanzarlo, en la escalera.
-Buenos días- respondió Dai-¿Va a reunirse con su grupo de teatro?- le pregunto sacando las manos de su espalda. Había gente en la sala.
-Asi es.
-Toca muy bien ese instrumento- comentó el célebre actor- Mucho mejor de lo que canta.
Mary se sonrió divertida.
-Mí talento vocal es proporcional a su talento actoral- contestó.
-Touché- exclamó Dai sin sentirse ofendido por el comentario- ¿No va a desayunar?
-¿Por qué lo pregunta?
-Pensaba invitarla a comer. Nuestra conversación quedó inconclusa- señaló mientras abría la puerta para salir de la casa.
-¿Inconclusa? ¿Por qué lo dice?- le pregunto Mary mientras cerraba la gabardina con sus manos. Había dejado de llover, pero había un frío tremendo.
-¿Puedo acompañarla? Me gustaría conocer a sus compañeros.
Mary arqueo una ceja y acepto, pero le cuestionó si estaba seguro de eso, pues iba a estar con gente aficionada al teatro y al cine que bien podían reconocerlo.
-Eso no importa- contestó Dai que iba un paso delante de ella. Mantuvo esa distancia gran parte del camino.
Mary tuvo una impresión respecto a él después de esas palabras, pero guardo silencio. No hablaron por un rato. Una calle más allá había un puesto de comida en la acera con un toldo a franjas rojas y blancas y una mujer de nariz pronunciada, cuyo rostro se asomaba entre el vapor como si fuera una caricatura. Vendía café y chocolate caliente además de algunos sandwichs. Mary se detuvo ahí para comprar un vaso de chocolate además de un bocadillo.
-¿Quiere algo?- le preguntó a Dai que se había detenido unos pasos más allá.
-Un café- contestó con cierta duda.
La muchacha pidió el café que se lo dieron en un vaso desechable con unos bonitos dibujos que, por un momento, cautivo en interés de Dai.
-Esta en una casa de paso, come en la calle, participa en un grupo de teatro, toca la guitarra ¿Dibuja y escribe también?- le pregunto él mientras iban por la acera.
-Asi es- respondió Mary sin mirarlo. Estaba por morder su sandwich.
-Tiene alma de artista.
-Eso dicen.
-¿Usted no lo ve de ese modo?- le consulto Dai antes de beber su café. No era bueno y estaba más dulce de lo debido.
-No podría no verlo como me lo señalan- contestó Mary que después de beber su chocolate hizo una mueca de asco- Sin embargo, siempre fui hacia otras áreas. La psicología fue algo que me llegó a gustar bastante, pero no lo suficiente ¿Cómo se convirtió en actor?- inquirió Mary súbitamente.
-Me sorprende que no lo sepa. Mi vida no es un misterio para nadie.
-Pero usted si lo es-le dijo Mary tirando su chocolate en un bote de basura. Dai hizo lo mismo con el café- Nadie lo conoce en verdad- continúo Mary- Pero ¿Quién puede jactarse de conocer a otro en su totalidad? Las personas mutan constantemente. Yo no soy la misma que hace dos años y no seré la que soy hoy en dos años más. Aquellos que nos conocieron pueden no reconocernos en la actualidad. Pocos permanecen a nuestro lado el tiempo suficiente para advertir esas modificaciones que la experiencia, la instrucción, el fastidio o cualquier cosa nos pueda causar. Pero todavía más importante que eso esta el hecho de que no abrimos la puerta de nuestro ser a todo el mundo. Y, sin embargo, sino lo hacemos corremos el riesgo de llegar a viejos y jamás haber sido amados por quienes somos realmente. O peor todavía...un día nos miraremos en el espejo y podemos llegar a descubrir que por egoístas, por miedo o que sé yo...no hemos amado a nadie.
Dai se detuvo en ese instante. Ella hizo lo mismo, pues él se había quedado un poco atrás. Sus ojos colisionaron como una piedra lo hace con la superficie del agua.
Si esa mujer se hubiera disculpado por pensar haber dicho algo imprudente, hubiera tenido la oportunidad de ver algo que pocos: la furia de Dai. No su enojo, su furia. La ira en su máxima expresión. El cólera desatado sobre quién tuvo la osadía de descender en el océano de su ser y hundirse hasta el fondo agitando los sedimentos que escondían algo que él no hubiera puesto en palabras nunca.
-¿Qué sucede? ¿Se siente bien?- le preguntó Mary y Dai no pudo imaginar que expresión tenía él en ese momento para que ella le hiciera esa pregunta.
-Sí. Solo tuve un ligero mareo. Tal vez me subió la presión con el café- le respondió recuperando la compostura tan rápido como la perdió.
Al pasar junto a ella no pudo evitar preguntarse si lo que dijo Mary fue algo espontáneo o premeditado. Si bien él era muy bueno para leer a la gente, tenía que admitir que no siempre podía hacerlo con exactitud. Con Mary no le era posible saber que tanto de lo que decía o hacia era auténtico y cuanto solo hacia parte de un discurso o actitud bien ensayados. Pero en realidad no importaba. Ella saco a la superficie lo que escondía detrás de esa crisis existencial indigna de alguien como él y es que a su edad, Dai se descubrió nunca había sido amado.
Tenía más de una docena de hijos que si lo amaban. Lo mismo él a ellos, pero eso era distinto. Era algo tan natural que de no haberlo experimentado estaría absolutamente seguro de que era un individuo auténticamente insensible. Al amor que él se refería era a otro. A uno mucho más difícil de conseguir. Al que nace entre dos personas que no comparten lazo consanguíneo o de convivencia previa. Ese sentimiento que brota del choque de dos mundos completamente desconocidos.
La parte más desagradable de todo eso, era que el único responsable del desamor que experimentaba era él mismo. Era tan ridículo el hecho de contar con miles de personas dispuestas a conocerlo aunque fuera un poco, mientras él siempre se encargaba de evitar que eso sucediera. No era por miedo, sino por arrogancia que mantuvo a raya a todos. Incluso a quienes permitió cerca, los dejo lejos. No era gentileza lo que dictaba sus afables modales, era indulgencia y la indulgencia se le brinda a quienes se considera inferiores. Dai nunca encontró alguien a su altura. Un igual con quien, desde su perspectiva, valiera la pena ser el mismo.
-Se ve un poco pálido- le comentó Mary tras unos minutos.
-La verdad es que no me siento muy bien. Será mejor que regrese a descansar- manifestó Dai deteniendo su marcha- Que tenga un buen día.
-Igualmente- le respondió Mary y él se dió la vuelta para volver a la casa de huéspedes.
Lidiar con esa súbita revelación lo dejó aturdido y sobretodo más enfadado. Tanto que cuando por accidente impacto su hombro con el brazo de un sujeto no ofreció una disculpa y cuando el tipo lo increpó, la sola mirada del actor basto para hacerlo retroceder. Su semblante, en ese momento, hubiera valido un oscar y todos los premios de la academia.
Sentirse así de exaltado no era habitual en él. El enojo siempre es una máscara. El suyo encubría dolor y eso lo descomponía todavía más. Su arrogancia socavo su corazón. Nunca estuvo perdido, solo prefería creer que lo estaba para no llegar a esa verdad tan desagradable. Ella dijo que él tenía el toque de Midas. Curiosamente esa expresión aplicaba a él en más de una forma. Todo lo que tocaba se convertirá en frío, pero codiciado oro. Todo. También su propia persona.
Al llegar a esa pequeña habitación se quedó parado contra la puerta. No descansaba su espalda en ella, solo estaba ahí parado. Debido a su estatura había desarrollado el hábito de permanecer de pie para demostrar garbo y autoridad. De sentarse simplemente desaparecía entre las demás personas. Las demás personas ¿Exactamente cuándo comenzó a sentirse tan diferente al resto no lo recordaba? Tal vez desde siempre. No lograba recordar un momento de su vida en que no acentuará su posición. Daba igual. Todo daba igual. Nadie lo amo. Ni él se permitió amar a alguien. Todo por querer una mujer a su altura ¿A su altura de qué? Cerró los ojos como si hubiera exhalado un suspiro mientras toda su rabieta, desde la premiación, pasaba ante sus ojos haciendolo sentir abochornado.
Cerca de las diez de la noche, Mary volvió a la casa de huéspedes. Fue imposible ignorar su llegada. Lo hizo cantando y si bien no gritaba lograba hacerse oír sin esfuerzos. El tono de voz delató su estado. Cuando Dai se asomó el pasillo la vio con la espalda pegada en la pared y moviendo las manos como si estuviera dirigiendo una orquesta. Su guitarra estaba en el suelo.
-¡Dai!- exclamó al verlo.
-No me llame por mi nombre- le pidió el actor temiendo alguien la escuchará-¿Estuvo bebiendo?- le pregunto al llegar a su lado.
-Solo fue una copa de vino- le contestó Mary- El director estaba feliz por la presentación del sábado y nos invitó a celebrar... Y yo celebre.
-Asi veo...
-No sea amargado.
-Será mejor que vaya a su habitación.
-Eso quiero, pero el piso se está moviendo demasiado- le dijo y se echo a reír para después callar, volver a reír y finalmente ponerse a cantar.
-La llevaré a su cuarto- le dijo Dai tomándola por el brazo para ayudarla a caminar.
-¿Quiere bailar?- le pregunto Mary con una sonrisa traviesa.
-No ¿Cuánto bebió?
-Una copa de vino, pero no tengo resistencia al alcohol. No debi beber esa copa- contestó Mary que por poco cae al tropezar con su guitarra.
-Deberia abstenerse de hacerlo.
-No me joda. Si voy a evitar todo lo que me descompone acabaré...
Quiero bailar ¿Baile conmigo? Baile o le diré a todos quién es usted-le advirtió mientras intentaba tomar las manos de Dai para danzar.
-Mary, por favor...- le dijo él intentando evitar que ella cayera, pero era más alta, tenía los brazos más largos y en ese estado se volvió más pesada por lo que acabo azotando la espalda contra la pared y con Mary medio encima de él.
-Viejo puerto canción vagabunda, tristezas abundan en mi confesión. El amor ya zarpó viejo puerto, del muelle desierto de mi corazón- canto la muchacha medio riendo sobre el hombro de Dai.
-¿Está segura de que fue solo una copa?- le cuestionó bastante incómodo.
-Ajá-exclamó la muchacha- ¿Por qué? ¿Me invitará otra?
-No cometería tal desatino.
-¿Le han dicho que tiene cara de niño bueno? No me gustan los hombres con cara de niño bueno.
-Creo haberla oído decir que yo si le gustaba.
Mary se apartó un poco y lo miró a la cara antes de levantarse en toda su estatura y por poco acabar de espaldas en el piso.
-Me gusta su cabeza ¿Me la regala?- le pregunto con cierta gravedad.
Dai, que estuvo a centímetros de caer sobre ella, la miró debatiendo consigo mismo si debía o no dejarla ahí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro