4._Dios
Mary lo quedó viendo con una expresión algo boba.
-Estoy trabajando- contestó al fin y se puso a limpiar el mostrador con una servilleta de papel que tomó de un costado.
-Por supuesto-exclamó Dai dando unos pasos hacia ella- Pero al terminar, imagino, puede contar con algo de tiempo libre.
-¿Por qué quiere que tomé un café con usted?- le cuestionó la mujer con un tono curioso más que hostil.
-Porque usted sabe quien soy y no le importa- respondió Dai con un semblante serio.
-Tampoco es tan así ¿Sabe?- exclamó Mary descansando los brazos sobre el mostrador para quedar más a la altura de él- Muero de curiosidad por saber que hace aquí, intentando parecer un tipo cualquiera. En las noticias dicen que desapareció. Incluso creen que fue víctima de un secuestro.
-He estado secuestrado cuarenta años- declaró en voz baja y con disgusto- ¿Aceptará o no mi invitación?- le pregunto en un tono que dejó claro que quería una respuesta inmediata.
Mary se le quedó viendo con una expresión tan serena que hizo de sus ojos algo indescifrable.
-Salgo a las cinco- respondió con calma.
-A las cinco- repitió Dai antes de despedirse para seguir caminando por las calles de ese pueblo sin prisa y sin destino.
La tienda cerraba a las seis en invierno. Pero Mary se iba a las cuatro. Dijo las cinco porque sí. A veces hacia eso. Ganar tiempo sin ninguna razón conciente.
El punto de encuentro fue tácito entre los dos. Cinco para las cinco, Dai llegó a la tienda. No se alarmó al no ver a la mujer. Sabía que llegaría. Motivada por la curiosidad más que por otra cosa. A las cinco en punto Mary apareció desde la plaza. No estaba diferente a como la vio unas horas atrás. El cabello suelto, un atuendo sencillo, si maquillaje o joyería. Tal vez lo único diferente es que llevaba puesto un abrigo negro que se abría un poco con la brisa. El cielo amenazaba con una fuerte lluvia. La estación de radio local advertía de la inclemencia del clima. Era un buen día para tomar café. De eso no había duda. Pero mientras Dai veía a Mary ir hacia él se cuestionó el motivo de su invitación a esa mujer, aún cuando lo había puesto en palabras previamente: "usted sabe quien soy y no le importa" Se sonrió con desprecio así mismo, mientras la saludaba.
La fama es cosa de pocos. De lo contrario, y aunque sea obvio decirle, no sería fama. La fama es un estatus que pone a personas por encima de las demás, casi siempre por un talento que en el real orden de las cosas vale nada. Si de pronto estuvieras a punto de ser abandonado en una isla desierta, sin posibilidades de salir de ella y te diesen a escoger como compañero a un cantante o a un campesino, la respuesta lógica y sensata sería tomar al campesino. Él sabe como cultivar el suelo, como conseguir agua y comida y por supuesto no le ha de molestar demasiado trabajar duro. Pero claro que está situación hipotética no es más que un ejemplo extremista de lo que prima a la hora de sobrevivir y los humanos, en su mayoría, gozan de situaciones cómodas que los apartan un poco del real valor de las cosas. Y la fama está demasiado sobrevalorada.
¿Qué hacia Dai? Actuar mal y, sin embargo, era famoso por eso. Y su fama lo hizo esclavo de sus fans que le reclamaban una cuota de reconocimiento. Un saludo, una fotografía, un estrechon de manos. Cualquier cosa que les permitiera decir que "conocieron" al ídolo. Al ídolo que ellos llevaron a la cima. Irónico. Absurdo. Pero Dai lo vivía cada día de su vida. Lo más cómico del asunto es que en ese momento era él quién reclamaba a sus fans un poco de reconocimiento a su persona y no lo estaba encontrando. Era obvio que no lo haría si descendía al nivel del vulgo. Los ídolos están arriba. En lo alto. Sin padecer lo que padece un hombre común. Un ídolo no sufre. Para el ídolo todo tiene que ser un éxito. Hasta sus escándalos y errores deber estar por encima de los del resto, pues por ningún motivo debe ponerse al nivel de los demás ¿Quién quiere una fotografía con un tipo que va caminando por la calle? ¿Quien le da obsequios a un don nadie que ve todas las mañanas en el autobús o en el local en que pasa por café? Nadie quiere el reconocimiento de su igual. Es el reconocimiento del ídolo lo que brinda un momentáneo triunfo. La pasajera satisfacción de ser alguien. De ser el que el famoso saludo, regaló una fotografía, aceptó su obsequio o cuánto más quieran obtener de su Dios. Porque todo lo que se alaba, se admira y se sigue con amor y fidelidad es un Dios. No uno que crea vida o destruye mundos, pero un Dios al fin y al cabo. Eso era Dai, un dios para todos sus fans. Un Dios vacuo del que anhelaban una pizca de reconocimiento. Y la idea de poder llegar a ser amadas o amados por él, era el sueño excelso.
Pero tristemente para sus admiradores a Dai no le importaban. No es que él no supiera o entendiera que la gente lo llevó a dónde estaba. Lo comprendía demasiado bien. Es que pensaba y sostenía que no les debía absolutamente nada. Pues así como ellos, sus fans, lo impulsaron a su trono, él les daba todo lo que tenía que darles: su actuación. Lo demás... lo demás era simplemente lo que dicho antes. La cuota de fama que sentían, erróneamente, él les tenía que dar solo por el echo de admirarlo y contribuir con su éxito alabandolo.
Pero era absurdo esperar de él tal atención. Todavía más creer que Dai pudiera dar su amor a alguien vulgar. Alguien que no estuviera a su altura y a la vez por debajo de él. Su fama le permitió conocer y posteriormente casarse con una mujer muy bella, elegante y delicada. Entonces una actriz prominente, pero que tras su divorcio acabó en el olvido. Las siguientes dos mujeres tuvieron un poco más de suerte y evitaron los anales de la historia, pero para siempre fueron consideradas la exesposas de Dai. Y hasta ese día seguían refiriéndose a ellas de esa manera. El verdadero poder de los estudios estaba los ejecutivos, pero sin ser uno de ellos la sombra de Dai era tan grande que simplemente hacia a todos pequeños. Y si alguien pensaba que eso lo hacía sentirse solitario, era un ingenuo. Pero estaba fatigado y perdido de su propia persona. En ese estado es que había concedido un momento de su atención a esa mujer. Pues de haber estado en lo alto y sobretodo compuesto, nunca hubiera bajado su mirada a ella. Ni a nadie de su nivel.
Poco antes de llegar al café comenzó a llover muy suavemente. Aquello empezó a despejar las calles de gente, pero a saturar aquel pequeño lugar de personas en busca de un refugio temporal. Dai y Mary apenas consiguieron una mesa apartada. Ante ellos se pusieron dos tazas blancas y un plato con tres pastas de té con chocolate. Una orden sencilla. Apartada de las ricas meriendas que el célebre actor acostumbraba, pero muy al gusto de su acompañante, supuso Dai que no se perdió detalle alguno de los modales de Mary en la mesa. La muchacha tenía un protocolo bastante refinado. Dai hubiera podido aportar que trabajo como camarera en un restaurante de lujo y aprendió mediante la observación de los comensales. Se le hacia ese tipo de persona. De las que aprenden cuando miran. La forma en que interpretó al personaje de la obra le causó esa impresión.
-¿Desde cuando está en esa compañía de teatro?- preguntó Dai, después de un insípido intercambio de impresiones.
-Hmm... Cuatro meses más o menos- respondió Mary viendo la taza de café entre sus manos. Su respuesta pareció tomar por sorpresa al actor y creyendo saber porque agregó- Hace un tiempo estuve dos años en una compañera de teatro aficionado.
-Ah- murmuró Dai casi con alivio. Su ego se sintió menos herido al saber que en cuatro meses no se hizo así de buena-¿Nunca se interesó en la actuación de manera profesional?
-No. Nunca- afirmó Mary- El espectáculo me gusta, pero la actualización no me termina de atraer. Me gusta más el circo. Ser payaso.
Dai no tuvo que decir una sola palabra. Su expresión hablo por él.
-¿Por qué todos me miran así cuando digo que quiero ser payaso de circo?- preguntó Mary sin ánimo de conseguir respuesta y conteniendo las ganas de reír.
-Es un...sueño poco ortodoxo- comentó Dai antes de llevarse la taza de café a la boca.
Mary soltó su risa al fin. Una discreta. Nada escandalosa.
-Siendo honesta, que usted haya decidido ser actor me resulta... sorprendente-le dijo Mary dejando la taza en su platillo, para descansar descansar su menton sobre el puente que creo con sus manos, sobre el café- Usted se me hace alguien más del modelo ejecutivo. Algo así como un banquero...o un experto jugador de póker.
Dai se sonrió.
-Lo dice por mi falta de expresividad ¿no es así?
-Ajá- exclamó Mary.
-Bueno no es necesario el talento para triunfar- le dijo Dai con un tono un tanto jactancioso.
Callaron un rato.
Sobre el mostrador había un televisor que una de las camareras encendió. Cambio un par de veces de canal terminando por dejar uno en que se exhibía una película protagonizada por Dai. El actor estaba de espaldas a la pantalla, así que no se enteró que su cara estaba siendo exhibida a todo color en treinta y seis pulgadas.
-Usted no habla mucho- comentó Dai después de un rato.
-Eso dicen. Yo creo que hablo lo suficiente- señaló Mary.
-Tampoco es muy expresiva- agregó Dai después de observarla largo rato- Aún así consigue transmitir lo que los personajes están sintiendo. Más que eso...se transforma en ellos. Por supuesto tiene varias fallas, pero son mínimas. Confieso me siento un poco envidia...
-¿Envidia?- repitió Mary arqueando una ceja- Con todo respeto, no creo que usted sienta envidia de mí. Creo que...se siente agredido por mi capacidad.
-¿A qué se refiere?- le cuestinó Dai duramente.
Mary lo miró a los ojos. Dudo un momento en si debía o no contestar esa pregunta.
-Usted mismo admite no sabe actuar, sin embargo, es famoso por eso. Lo que significa que sabe es sobrevalorado y aquello le disgusta.
-¿Siempre es tan honesta con lo que piensa?
-No. No todos toleran la honestidad. Usted se me hace de los que si lo hacen.
-¿Por qué cree eso de mí?
-He visto varias de sus películas y creo conozco un poco de usted- respondió Mary- Sin importar que tan bueno sea el actor siempre hay una cuota de su esencia que traspasa al personaje. Cosas tan naturales en el individuo que le es imposible modificarlas. Son parte de lo que es. Un gesto facil, una palabra...Pero bueno con usted eso no sucede porque siempre es usted siendo usted- agregó riendo- Es usted siendo rey, usted siendo mafioso, usted con la ingenua chica de turno, usted siendo un importante político, etcétera.
-Comprendo- exclamó Dai cerrando los ojos mientras se llevaba la taza a la boca. Estaba un poco disgustado con esas palabras
-Lo siento- le dijo Mary ganándose una mirada de Dai- A veces no mido mis palabras. No quise molestarlo.
-No hace falta que se disculpe. Usted está al amparo de mi tolerancia- le dijo él de forma tranquila, pero con esa mirada avisada que ponía en ocasiones- Y tiene usted razón. Prefiero la honestidad, aunque sería más preciso decir que prefiero las cosas tal y como son. Desprovistas de esas impresiones emocionales, subjetivas que provocan dolor, confusión y expectativa.
Aquello lo dijo con un tono frío, pero Mary se sonrió con dulzura, mientras miraba el vaho en la ventana.
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