Invasión Olímpica
Lección Número 1: Toda concesión va seguida de un precio a pagar
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Robin, como ahora tenía que acostumbrarse a ser llamado, no entendía muy bien que era lo que estaba ocurriendo a su alrededor, así que cuando, Afrodita, o más bien Addy como le pidió ella que le llamará, lo tomó de la mano y comenzó a arrastrarlo por la calle, el solo se dejó llevar. Sin embargo por dentro sentía unas inmensas ganas de gritar, tomar por los hombros y sacudir a la diosa, hasta que le diera todas las explicaciones que necesitaba...
¿Cómo era eso de que Suzette ahora era Susana, y que él no estaba realmente vivo? ¿Entonces cuál era el paso a seguir ahora?
Sin embargo sus modales de caballero se lo impedían...
Mientras Robin iba sumido en sus tormentosos pensamientos, Afrodita solo sonreía mientras lo llevaba rumbo al lugar que sería su nuevo hogar y allí planear la estrategia romántica para reunir a aquella pareja nuevamente, y esta vez para siempre.
—¡Bueno Robin, bienvenido a tu nuevo hogar! —Anunció Afrodita con una graciosa venia, luciendo una amplia sonrisa— ¿Qué te parece?
La sorpresa del chico era total. Y no precisamente en el buen sentido.
¿Realmente tendría que vivir en ese lugar que era más diminuto y espantoso que las habitaciones de los criados de su casona anterior?
Y es que allí frente a él se mostraba una sala en donde habían unos raídos muebles que tuvieron años mejores junto a una extraña caja que tenía una especie de pantalla oscura, las paredes lucían un vomitivo y estridente color mostaza a juego con unas baldosas percudidas; A lo lejos estaba lo que parecía una cocina llena de objetos raros y más allá de esta había una puerta, que supuso, conducía a su dormitorios.
¡Aquello era hacinamiento!
Robin no podía dejar de tratar de imaginarse viviendo en aquel espantoso lugar, mientras la diosa seguía balbuceando sin prestar cuidado a su reacción.
—...Robín estaba emancipado, por lo que vives solo, ¡no te parece genial!, esto es...
A su parecer la situación no podía empeorar más.
—Hola Afrodita, veo que como siempre estás hablando hasta fastidiar —soltó una voz masculina haciendo que la rubia detuviera su perorata y abriera los ojos a causa de la sorpresa al descubrir sentado en uno de los horrorosos muebles a una figura masculina de hombros anchos, piel clara y un corte de pelo mohawk, totalmente vestido de negro.
—H-Hola tío Hades, ¿Cómo estás?—saludó esta con una sonrisa temblorosa tratando de ocultar el desconcierto que le produjo su presencia, por otro lado, Robin ante la mención del dios del inframundo tuvo la certeza de que la situación si podía empeorar.
— ¿Cómo crees que me encuentro al saber que una de mis almas del purgatorio fue robada por una traviesa diosa cursi? —Soltó el sujeto de manera cortante, para luego darle una calada al cigarro que llevaba en la mano.
—Oh vamos tío —dijo la diosa a tiempo que rolaba los ojos —Tu sabes muy bien que él no merecía estar en el Purgatorio
Luego de pronunciadas esas palabras los dos dioses se enzarzaron en un duelo de miradas que puso nervioso a Robin, y con toda razón, después de todo era posible que volviera a aquella nada en la que había estado. Al recordar aquella No-Existencia un frio lo recorrió por la espalda.
¡No!, ¡Definitivamente no volvería a ese lugar!
— ¡Por favor déjeme estar aquí! —Gritó con todas sus fuerzas al tiempo que caía de rodillas —Por favor...
El de negro enfocó su mirada en él y con el ceño fruncido le habló.
—Porque debería responder a los ruegos de un alma fugitiva eh...
—Ni tan fugitiva, te deje una nota —señaló Afrodita con una sonrisa que trataba en vano de ser dulce.
—Oh si, tu magnifica nota: "Me lo llevo, Tío. Besitos" —Dijo en tono sarcástico el dios del Inframundo— En serio eres una cosa insoportable Afrodita.
—Tío Hades, deja de ser tan quejica —replicó la rubia— Además, creo que más bien tú le debes a Robin, porque en su vida pasada, cuando fue Robert, te mandó al infierno a ese grupo de hienas que eran su familia.
El dios abrió la boca para replicar, pero la cerró para luego asentir. La verdad era que se divertía de lo lindo torturando a ese grupo de almas corruptas.
—Está bien listilla —soltó con hastío— Pero como sabes, toda concesión va seguida de un precio —dijo esto mirando a Robin, que aún permanecía de rodillas— ¿Estás seguro de querer seguir con esto?, porque una vez dichas mis palabras no hay vuelta atrás. —Robin asintió con vigor, y el dios al no ver vacilación en su resolución continuó. — Entonces, esta es mi profecía: "Tú, alma destinada al Purgatorio, podrás permanecer en este cuerpo terrenal, condicionando tu permanencia con la sanación de la herida que aqueja a tu alma gemela. Si llegados al vigesimocuarto día del doceavo mes esta condición no ha sido cumplida volverás a donde perteneces y te unirás al abismo más oscuro del Averno".
Luego de dichas esas palabras, bordeadas de un matiz dramático y exagerado, los tres presentes guardaron un silencio tenso por unos segundos hasta que el moreno chocó las palmas de sus manos.
—Bueno, lo hecho ya está hecho —Y con una sonrisa se sentó en uno de los muebles, para luego inclinarse y tomar el mando de una consola de X-Box —Pasaré la noche aquí —Al ver la mirada de incredulidad de su sobrina y del No Muerto-No Vivo, soltó un suspiro y agregó— Tuve una discusión con Perséfone, y odio cuando está de su humor «Deja de torturar esas almas y préstame atención porque estoy en mis días...»
La diosa del amor solo atinó a soltar una carcajada al tiempo que Robin no pudo evitar escandalizarse ante el tono usado por el dios, la verdad estaba poco acostumbrado a ese tipo de confesiones tan personales, pero guardó la compostura. Al notar como el chico trataba de no mostrarse incomodo por las palabras de su tío, afrodita sonrió, el chico realmente le agradaba, sin embargo en su interior sabía que le esperaba un largo camino, así que mientras Hades se sumía como un muérgano en el juego, ella hizo aparecer una serie de libros en sus manos.
—Robin —le llamó para atraer la atención del chico y al haberla conseguido continuó— Es hora de que aprendas sobre la época tan distinta en la que estas, para comenzar estamos en el año 2014, lo que quiere decir que es un siglo de conocimientos que tienes por adquirir...
El chico quedó en shock ante aquello, pero no por saberse en una época tan lejana a la suya, sino por imaginar a la cantidad de inventos que se pudieron llevar a cabo durante ese tiempo. Los engranajes de su mente se pusieron de inmediato en funcionamiento.
—Supongo que te habrás dado cuenta de un fenómeno que está ocurriendo contigo, y es que consideras normal cosas que en un principio deberían sorprenderte, para ser alguien del siglo XIX, pero que no es así, como el caso de la televisión y la consola de X-Box —explicó la rubia sin detenerse a respirar— Y eso se debe a que tus recuerdos se están fusionando con los de tu cuerpo
Robin casi no podía seguir la verborrea de Addy, pero lo que sí entendió es que las cosas nuevas no le parecerían extrañas porque para él ya les eran comunes.
—Debo decir, con toda cortesía que eso es una gran ventaja —Señaló con alivio, sin embargo notó como la diosa soltó un suspiro cansino.
—Ni que lo digas, pero nada de eso va a eliminar tus refinados modales de caballero victoriano
Los dos se quedaron mirando mutuamente, hasta que el sonido de una voz mecánica diciendo «Game Over» seguida de una maldición resonó por toda la sala.
—Oh vamos...dejen esas caras de funeral —Dijo Hades con una sonrisa ladina— Que tal si animamos el ambiente.
Y al ver la mirada chispeante del dios, Robin supo que no le iba a gustar mucho su manera de animar nada.
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—¡No lo soportó más! —Gritó Susana al tiempo que se ponía de pie, apartándose con brusquedad de la mesa donde reposaban los libros que había tratado, en vano, de estudiar la última hora. Y es que el incesante sonido de la música Heavy Metal que venia del apartamento contiguo le estaba reventando los tímpanos. —Juro que lo voy a matar —Masculló entre dientes al tiempo que se ponía de pie y se dirigía hacia la puerta de su vecino.
Haciendo un gesto de fastidio se preparó para la cara de imbécil borracho de su vecino, así que cuando escuchó el ruido de la puerta abriéndose, se paró firme y adopto su mejor pose de «Más vale que corras», sin embargo, la desesperación obvia en el rostro que le abrió la desconcertó por completo y más aún cuando al verla, la expresión mutó a algo más cercano a la dulzura.
—Buenas tardes señorita Susana —Le saludó el chico con extrema cortesía que llegó a perturbarla. —Es un placer indescriptible el verla
¡Que Rayos!
— ¿Q-Que es lo que te sucede? —Soltó ella a la defensiva, ante las emociones que se arremolinaron en su interior por las palabras del chico— ¿Es que tu nivel de sandez Digievolucionó o algo por el estilo?
Confundido, Robin frunció el ceño y la miró fijamente.
—¿A qué te refieres?
—A esa estúpida manera de hablar...
Un momento.
¿Cómo era eso de que tratarla con cortesía era estúpido?
Realmente no entendía como funcionaban los valores en esta época, pensó Robin con frustración.
— ¡Y podrías bajarle el volumen a esa música espantosa!, intento estudiar, no como otros aquí presente— sin esperar alguna palabra del chico ella se dio la vuelta y volvió a su apartamento. Y fue en ese preciso instante en el que Robin se percató de que su vecina era Susana y sin poder evitarlo sonrió, porque al parecer las posibilidades estaban a su favor.
Por otro lado, Susana se encontraba se encontraba recostada contra la puerta de su hogar, mientras trataba de encontrarle sentido a su pulso acelerado, y es que ella no supo porque algo en su interior se removió, como un anhelo lejano, por lo que trato de recordar al Robin del pasado, aquel chico que desde pequeña la molestaba, aquel que la volvió una paria en el colegio e hizo imposible sus primeros años en el instituto.
El chico guapo y popular, con una familia que le había permitido el capricho de vivir solo. El chico que nunca podría comprender sus circunstancias, ni lo dura que había sido su niñez, ni lo difícil que había sido abrirse paso hasta donde estaba, con una beca estudiantil y un futuro prometedor.
Por lo que se olvidaría de eso que él le hizo sentir por unas cuantas palabras dichas al estilo Jane Austen.
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Robin se despertó debido a la luz del sol que se colaba por la ventana, estaba a punto de sonreír ante la vista del cielo que se lograba ver por la misma, cuando unos gritos provenientes de su minúscula sala desterraron esa intensión por completo.
—¡Tío, eso es repugnante como puedes echarle picante a unos Pancakes!
—Sobrina si algo tienes que saber, es que soy ardiente como el infierno
—Ay por favor, más bien agradéceme, sin mi intervención no tendrías esposa
—¡Ey!, tengo suficiente encanto para atraer mujeres y diosas por mí mismo...
Soltó un suspiro.
Ese par eran como unos niños peleando por una golosina.
Así que irguiéndose por completo caminó a paso lento en dirección donde sabía que se encontraban esos dos discutiendo entre ellos como se había percatado el día anterior.
—Buenos días Robin, hoy te vez tan adorable como ayer —lo saludó Afrodita con una sonrisa
—Que más Alma Fugitiva —Le dijo Hades para después devorar sin compasión los pancakes rebosados con picante. Tanto Robin como Afrodita no pudieron evitar hacer una mueca de asco ante tal gusto culinario.
La rubia tomó a Robin de la mano y lo condujo hasta hacerlo sentarse en uno de los sillones de la sala, en busca de alejarse de los repugnantes sonidos que el dios del Inframundo hacía al mascar.
—¿Entonces Robin, que tal fue tu encuentro ayer con Susana? —Le preguntó la diosa con entusiasmo, haciendo que él soltara un suspiro.
—Ella dijo que mi trato caballeroso era estúpido —Comentó el chico con la mirada baja
—Bueno, la verdad es que muchas cosas han cambiado con el paso del tiempo —comenzó a explicar la rubia —Ahora el trato es más informal y directo. La gente dice lo que siente y piensa sin tener que escudarse tras el manto de normas estrictas de comportamiento. Ahora, no te estoy diciendo que te vuelvas un patan insensible, sino que puedes dejar de contenerte un poco.
El chico se habia quedado en silencio, abriendo y cerrando la boca como un pez, como si estuviera buscando las palabras correctas para lo que iba a decir.
—¿Me estás diciendo, que puedo dejar de contenerme con Susana? —Preguntó casi en un susurro— ¿Que puedo expresar estos sentimientos reprimidos que he guardado dentro de mí por más de una vida?
Afrodita sonrió complacida ante la intensidad de las emociones de él y asintió.
—¿Y sabes qué día es hoy?...¡Es Halloween! —Soltó ella con exultante emoción mientras comenzaba a saltar en el mueble — ¡Un día lleno de posibilidades!
—Oh, vaya que si —Agregó Hades poniéndose de pie y uniéndoseles —Hoy dejo salir unas cuantas almas para que le den emoción a la noche de Halloween —Con una sonrisa miró a Robin y continuó — Y para que veas que toda concesión tiene un precio, mi pago por haberme dejado quedar aquí es una sorpresa para esta noche.
Afrodita miro a su tío con suspicacia, al igual que Robin, ya que aquella sonrisa que le dirigió no le había dado muy buena espina.
—Oh chico, este Halloween será único para ti.
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