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4. Alborada.

Apareció de pronto, tal como el amanecer luego de una fragante noche. Un bulto que se retuerce en la tierra, ajeno al ruido del exterior. El bosque está en llamas, cenizas circulan a su alrededor debido a los gritos de las ninfas que los envuelven en una ventisca en las que sus cabellos participan en girones que parecen eternos. La delicada criatura que sigue en su sueño apenas puede moverse, estirarse, como si toda aquella guerra que sucede a su alrededor no fuera otra cosa más que la puesta en escena de su sueño, la pesadilla que ahora lo hace arrugar el entrecejo, fruncir la nariz, estirar el cuello tras moverlo de lado a lado y, por fin, la cortina adornada de pestañas abundantes doradas dejan a la vista las orbes rubí ardientes, quemando más su interior que aquel fuego que abrasa, comiéndose todo a su alrededor. Una ensoñación que dura segundos, gritos de terror, espadas impactando ocasionando ese chirriante sonido metálico al golpear, sangre salpicando el campo, cuerpos cayendo sin vida, caballos relinchando, galopando, fuertes peleas físicas donde el perdedor no debe de prevalecer con vida para evitar un segundo enfrentamiento.

¿Qué hace él ahí ajeno al mundo que lo rodea? Mas parece no reparar en su alrededor. Ahora puede captarlo porque el hechizo de su mirada se ha roto al darse cuenta de lo perdida que se encuentra. Nota sus orejas puntiagudas, adornadas por aretes dorados y florecillas silvestres. Es una ninfa. Lo ve querer alzarse, pero sus piernas no tienen utilidad. Es una ninfa caída. Lo ve angustiado, queriendo gritar. Es una ninfa muda. Aturdida, como si no pudiera escuchar. Una ninfa sorda.

Su árbol debe de estar en peligro como para perecer tan lentamente, aun debe de conservarse luchando ante las llamas que lamen cada corteza sin detenerse, dejando la ceniza a su paso.

Y, como si él fuera el favorito de Dios, la lluvia colma el bosque para evitar su destrucción.

La guerra aun no ha terminado, varios del flanco enemigo van retrocediendo al encontrar que las criaturas del bosque lentamente van adquiriendo fuerza, como si aquella lluvia torrencial los revitalizara.

Por ahora, el ataque se ve suspendido.

Aquella ninfa no parece entender lo que sucede, y, aun siendo poseedor del hechizo que aquel bello ser ha dejado, lo toma en brazos para poder sacarlo de ahí. Necesita de un médico, de alguien que pueda revisarlo, pero duda que alguno de los científicos de su pueblo pueda ayudar, no cuando se trata de una criatura del bosque que depende totalmente de su árbol.

—Investiguen cuál de todos es el suyo y trasplántenlo al frente de mi habitación.

No hace falta decir "de inmediato", ni de mencionar que es una orden, porque la mirada en el rostro de la ninfa que se descompone en sus brazos parece estar completamente absorta, producto de uno de los hechizos más antiguos sobre la tierra.

.

—Despierta, es una orden.

Pero la ninfa no lo hace, provocando que en su rostro una expresión de disgusto se dibuje. Jamás en la vida alguien a su servicio ha desobedecido uno solo de sus mandatos, por muy difíciles que sean, siempre conseguía resultados, entonces, ¿por qué la ninfa holgazán no podía hacerlo?

Esa ninfa es preciosa. Jamás había visto a un ejemplar masculino en el pasado, quizá por ello se sienta tan hipnotizado por su belleza varonil, perfecta y delicada como el rocío tambaleándose en una hoja. Su piel es suave, cálida, deja una hermosa sensación en sus dedos que es difícil de de ignorar. Y esos cabellos dorados son semejantes a los rayos del sol.

Estaba a nada de picarle el rostro cuando vio de nuevo esa cortina temblar. Esta vez, su mirada pudo conectar con la suya, arrebatando consigo el malhumor de hace un segundo.

—የት ነው ያለሁት? —el susurro sólo provoca más curiosidad.

Ambos se miran, intentando descifrar sobre qué hablan, mas no es un secreto que los traductores no abundan.

—¿Puedes entenderme?

—ምን አልክ፧ አልገባኝም. —Quiere reírse de su estupidez, es claro que no se entienden—. ምንም አልገባኝም።. —Está muy frustrado, la ninfa parece ser conversador, pero si no pueden comunicarse, entonces no tiene sentido. Suspira, decide echarse en la cama, en sus piernas, acto que provoca que el rubio se coloree de rojo hasta las orejas—. ምን እየሰራህ ነው? ተምሬያለሁ! —Aunque no pueda entenderlo, supone que tiene vergüenza, porque no encuentra otra explicación a su naciente timidez.

Y eso, le da algo de gracia—. Puedo decir cualquier tontería y no entenderías. Mi padre engaña a mi madre con su guardia real.

—አልገባኝም! —Y es tan graciosa su frustración que lo hace reír, no al punto de la carcajada, pero si para estar relajado. Ahora la ninfa acaricia sus cabellos, un acto que lo hace cerrar los ojos—. ንጋት.

—Me da igual no entenderte, jamás he visto una belleza igual y sin temor puedo dedicarte las palabras más dulces jamás creadas sin temor a sentirme rechazado.

—ከዛሬ ጀምሮ "ንጋት" እጠራሃለሁ.

Abre los ojos, es la segunda vez que lo escucha pronunciar "nigati" o una cosa así, ¿será que lo está nombrando? Lo apunta y se apunta, mas su mirada se encuentra sorprendida al principio hasta que parece comprender a qué se está refiriendo.

—Shōto —dice cuando se apunta, mas la ninfa arruga la nariz con mal aspecto.

—ንጋት.

—Shōto.

—ንጋት.

—Shōto.

—ንጋት.

—¡Shōto!

—ንጋት.

—Sh... Da igual. —Se rinde, tal parece que la ninfa está a gusto con eso porque su sonrisa es como la de un niño que está satisfecho. Un momento, ¡se están comunicando! No puede evitar sentarse de inmediato. Ahora lo apunta y apenas ve que abrirá la boca, lo interrumpe—. ¡Alborada, Alborada, Alborada, Alborada, Albo...! —La ninfa lo interrumpe poniendo la mano en sus boca con gesto irritado.

—ታሸንፋለህ... —susurra con mal humor, retirando la mano que con hastío lo calló—, ንጋት.

Mas aquello no pudo ser más adorable, porque ahora sostiene su mano en una caricia, ocasionando de nuevo un rubor en su rostro—. Alborada, te haré mi esposa.

—ባለቤቴ እንደሆንክ እያደረግክ ነው፣ አንቺን ከማግባት ውጪ ሌላ ምርጫ አይኖረኝም... —Entonces la ninfa se inclina sobre él para besar su frente y susurrar—: ስለዚህ አንተ የእኔ ነህ —y luego añadir—, ንጋት.

Aquello se sintió como una confesión de amor. No puede evitar sonreír—. Al parecer, no soy el único que ha quedado hechizado y tampoco quien aprovechará sobre nuestra falta de entendimiento, Alborada.

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