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3. Declaración de guerra.

—Oye, bastardo.

Voltea. No entiende porque Katsuki Bakugō, compañero de clase y némesis de su mejor amigo Midoriya, está hablándole justo a la hora de salir a comer. Mira de un lado a otro. El aula vacía es el perfecto escenario para que el rubio pueda acercarse sin problema, sin preguntas incómodas o miradas entrometidas. Si es debido a eso, entonces agradece que lo llame en un momento como ese.

—Mi nombre es Shōto, apréndetelo.

Y si bien es cierto que el rubio tiene una personalidad especial, realmente no le importa que estalle en groserías que no le vienen ni le van.

Katsuki desvía la mirada tras un segundo, ahora que lo observa a detalle, no comprende porqué sus mejillas están levemente sonrojadas, tampoco que sus manos se encuentren en su espalda si siempre las tiene metidas en los bolsillos del pantalón.

—No me digas que hacer, Todoroki.

No puede decir eso si terminará accediendo. Eso es algo que considera propio de Bakugō, que aun siendo de temperamento explosivo, es capaz de entender una simple petición. Además que a él no le dice no, aun con sus reproches de niño caprichoso.

—¿Qué sucede? —pregunta de una vez, tienen como dos minutos mirándose y Bakugō sigue interrumpiendo su camino, si no se apresura entonces se perderá el almuerzo—. No disponemos de mucho tiempo para comer, agradecería que fueras directo al punto.

—Ya te dije que no me digas que hacer. —Abulta los labios, mirando al piso. Parece luchar contra sí mismo, algo que realmente le preocupa dado que de seguir así acabará sin comer soba.

Entonces, tras unos segundos desastrosos de incomodidad absoluta, las manos de Bakugō enseñan lo que ocultaba con tanta vergüenza detrás de su espalda.

Es una bolsa.

—¿Qué es esto? —pregunta señalando al objeto, entonces Bakugō la abre para que pueda observar el interior.

Bentō.

Una lonchera amarilla que emana un delicioso olor.

—¿Qué crees que sea? —susurra con vergüenza, mirando aún al piso.

Es soba, no tiene duda.

—Ya veo. —Sujeta la bolsa, observa el contenedor con detenimiento—. La encontraste y no sabes de quién es, descuida, te ayudaré a encontrar a su dueño después de comer.

Y se la devuelve para después rodearlo ante su mirada incrédula.

. . . .

—Oye, bastardo.

Otra vez. Suspira. A un lado de él está Bakugō, quien no puede entender que en la biblioteca no se habla en voz alta aun si no hay más personas que ellos dos y la bibliotecaria que está hasta la entrada.

—Es Todoroki —susurra—, no deberías estar aquí si lo que pretendes es hablar.

Desvía la mirada, ¿habrá sido muy brusco con su regaño? Lo cierto es que es extraño que Bakugō lo descubra leyendo en la biblioteca cuando pertenecen a grupos de amigos diferentes y que sepa que es parte de su rutina entrar a leer en su santuario es motivo suficiente para arquear una ceja.

—Idiota, vine a hacer tarea —contesta. No entiende por qué está tan sonrojado, ni por qué se sienta a un lado suyo considerando que hay demasiados lugares vacíos.

"Creí que lo hacías en tu habitación", pensamiento que no sale de su mente, simplemente regresa su mirada al libro. No voltea a ver a Bakugō en las siguientes horas, aunque puede notar por el rabillo del ojo lo determinado que está escribiendo en hojas blancas con una letra tan prolija que lo hace recordar que por algo es de los mejores de la clase.

Entonces lo ve irse, dejando atrás aquella hoja destendida en la mesa de madera.

. . . .

—Buenos días, Bakugō.

El aludido tiene el cabello revuelto, húmedo, supone que acaba de salir de bañarse dado que acostumbra entrenar antes de ir a clases.

—¿Qué haces...? —Aunque luce demasiado sorprendido para ser las siete de la mañana. ¿Será porque ya está uniformado para ir a clase?

—Dije, buenos días, Bakugō. —Arruga el entrecejo, el rubio rueda los ojos. ¿Por qué se ruboriza?

—Buenos días, Todoroki. ¿Qué sucede? —habla, qué tímido es en la mañana, jamás lo había visto jugar con sus pies ni de enredar el dedo con su cabello.

—Olvidaste esto en la biblioteca, no seas tan descuidado la próxima vez, podrías tener una mala nota. —Entrega la hoja a un boquiabierto Bakugō que apenas puede sostenerla con sus manos.

—¿No la... leíste?

Arquea una ceja—. No soy un copión, Bakugō, no me malinterpretes, mis calificaciones son por mérito propio. —Suspira, nunca pensó que Bakugō lo tuviera en un mal concepto—. Nos vemos en clase. —Sonríe y, tras ello, se marcha para ir al aula.

. . . .

—Oye, bastardo.

Suspira. ¿Cuándo será que lo llamará por su nombre? No importa, de cualquier manera lo corregirá.

—Es Todoroki.

Y realmente no le importa hacerlo delante de todos en la sala común.

Bakugō desvía la mirada mientras le hace señas de que se acerque, algo que hace dado que no está entendiendo al rubio. ¿De nuevo está enfermo? Sus mejillas rojas deben de ser un caso severo.

Él se aparta, pero como le ha dicho que lo siga se queda detrás de él hasta que se encuentran en un pasillo libre de los ojos interrogantes del resto.

—Ten. —Pronto un artefacto es lanzado hacia él, algo que sostiene en el aire antes de que impacte en el suelo.

—Esto es...

—Un llavero de All Might.

Increíble, es de colección, no puede creer que algo como eso esté en el poder de Bakugō. Vuelve a verlo. Entrecejo arrugado, mejillas escarlatas, mirada brillante. Sí. Definitivamente está enfermo. Mas no entiende a qué quiere... Oh.

—Entiendo, Bakugō. —Sostiene el llavero. El rubio lo observa con ojos que parecen llenos de esperanza.

—¿Lo entiendes? —susurra. Jamás había visto los ojos de Bakugō brillar de esa manera tan bonita.

¿Bonita?

—Claro —carraspera—. Se la entregaré a Midoriya tan pronto lo vea. Gracias, Bakugō.

Y pega media vuelta. El rubio es demasiado listo como para suponer que el llavero perdido es del pecoso.

. . . .

—Oye, bastar...

Su cabeza cae contra su hombro. Lo observa de reojo. No puede creer que incluso durmiendo Bakugō sea tan cabeza dura en llamarlo de esa manera.

—Es Todoroki —corrige en un susurro, dejándolo dormir en ese largo viaje en el autobús sin importarle las miradas del resto.

. . . .

—Oye, bastardo.

—Es Todoroki, no es tan difícil de entender —suspira.

A veces piensa que a Bakugō le gusta provocarlo.

El rubio se acerca aun cuando está cerca Midoriya, no es para menos, están disfrutando de la salida escolar junto con Momo e Iida en esa hora libre para poder recorrer la ciudad a su placer, de la misma manera en que Bakugō se marchó muy junto con Kirishima. De nuevo le arde el estómago. Debió de haber comido antes de emprender el viaje.

—Kirishima y yo iremos al santuario, no nos sigan.

Arruga el entrecejo, irritado—. Tal parece que a Kirishima sí puedes llamarlo por su nombre, Bakugō.

Esperaba cualquier cosa, un golpe, un empujón, mas no las mejillas de Bakugō encenderse ante sus palabras, una calidez que se extiende por todo su rostro hasta las orejas. No comprende su comportamiento, ¿por qué está tan...?

—Todoroki-kun, suéltalo —habla nervioso Midoriya detrás suyo, ahora puede notar que ha sido él quien ha acercado tanto a Bakugō por sostenerlo de los brazos y aproximarlo hasta que sus cuerpos se juntaran tan bruscamente—. Ha estado así porque no ha comido, discúlpalo, Kacc...

—Es Bakugō —corrige.

—¿Eh? —susurra el pecoso.

Suelta al rubio para andar por delante—. He dicho que es Bakugō, no es tan difícil de entender. —Voltea a ver al rubio, quien parece demasiado afectado por su irritación, de otra manera no se explica que hasta su cuello esté rojo a pesar de su mirada atónita, debe de estar guardando su furia—. No te preocupes, no iremos al santuario, diviértete con... Kirishima.

No entiende porqué está tan de mal humor.

. . . .

—Oye, bas... Todoroki.

Aquello lo hace sonreír, por fin Bakugō va entendiendo que tiene un nombre. Mete su libreta en la mochila, ya es hora de regresar a los dormitorios. Se ha quedado a lo último, otra vez, aunque ha sido por mera comodidad de disfrutar un pasillo vacío.

—¿Sí, Bakugō?

Está inquieto, de nuevo está desviando la mirada. ¿Tendrá un problema con sus ojos? Espera esté tratándose porque esas mejillas rojas tampoco son normales.

—Hay una película nueva en cartelera.

—¿Y qué con eso?

Últimamente Bakugō lo confunde, ya van cuatro veces que interactuan en la semana y apenas es martes. ¿Estará desahuciado? No encuentra otra explicación a su extraño comportamiento, mas eso le da sentido a sus mejillas rojas.

—Compré dos boletos, es a las siete.

Toma el pequeño papelito y lo observa con detenimiento en su mano. Parece ser una película romántica dado que su título es demasiado cursi.

—Ya veo. —Sonríe.

Bakugō parece demasiado asombrado, incluso podría atreverse a pensar que está contento.

—E-es eso. —Y corre, tropezando en el camino con una banca. Aquello lo hace reír.

Bakugō es lindo.

Enrojece.

¿Qué ha sido ese pensamiento?

. . . .

—Oye, bastardo.

Delante de la entrada de su habitación, Bakugō aparece con un mal humor palpable a kilómetros. Restriega su ojo con la mano, hasta hace unos minutos estaba durmiendo

—Es Todoroki —bosteza, ni estando en el reino de los sueños aun de pie se dejará intimidar.

Algo extraño sucede y es que ese tierno rubor que posee el rubio ya no es un problema en su piel. Probablemente esté curado de su rara enfermedad. Puede escuchar como sus dientes crujen por estar moviendo su quijada de un lado a otro, producto de su molestia.

Entonces su palma impacta contra su mejilla en una estruendosa cachetada.

—¡Idiota!

Sujeta su mejilla, está confundido, ¿por qué Bakugō está tan irritado como para golpearlo? ¿Hizo algo o...?

—¿No te agrada Uraraka? Los vi platicando la otra vez, creí que te gustaría ver la película con ella para que tu segundo boleto no se desperdiciara.

Otra cachetada, esta vez en la otra mejilla. Bakugō está hasta temblando de coraj... No. ¿Por qué está llorando? Aun estando tan irritado jamás lo ha visto llorar como ahora.

—Jamás un idiota me había humillado tanto como lo hiciste tú, maldito bastardo. —Sorbe de la nariz, pretende acercarse para darle algo con qué limpiarse, pero el puño de Bakugō se alza como una clara seña de que no desea que se le acerque.

—No estoy entendiendo... —susurra—. ¿Uraraka no es de tu agrado? Lo siento, como no somos tan cercanos pensé que ella te agradaba. ¿Deseabas que se lo diera a la chica que te gusta? Si no me dices quién es, entonces...

Bakugō detiene su llanto de repente, incrédulo—. ¿Es acaso que aún no lo entiendes?

—Si te gusta mi hermana eso es muy...

—¡No lo entiendes! —explota, metafóricamente. Da un paso hacia atrás porque Bakugō ingresa a su habitación con zancadas.

De nuevo su mano se eleva, cierra los ojos, espera otra cachetada, pero lo que obtiene lo deja más confundido.

Bakugō está sosteniendo su rostro para depositarle un beso en su mejilla.

—¿Ba-Baku...?

—¡Me gustas, idiota! —Pica su frente ahora con el dedo—. ¡Y más te vale hacerte responsable de mis sentimientos! —Esa furia no concuerda con sus mejillas rojas, no puede... Oh.

Bakugō estaba avergonzado todo ese tiempo.

No puede evitar enrojecer ante su declaración y a la evidente verdad descubierta.

—Baku...

—¡Más te vale ser mi novio! —grita, diablos, se encoge de hombros mientras asiente con la cabeza, está acojonado.

—Pe-pero, ¿desde cuándo, Baku...?

—Es Katsuki.

Siente que el calor escapa hasta de sus orejas. Los japoneses no son tan directos, son más discretos, Bakugō está siendo muy agresivo con sus sentimientos.

—Baku...

—¡Dije que es Katsuki, aprende! —La mano de Baku... de Katsuki es dura, muy dura, de verdad el puño en su cabeza hace rebotar su cerebro que ahora considera pequeño por no reconocer los sentimientos ajenos.

¿Eso significa que son no...?

Katsuki lo observa con ojos destellantes, furiosos por cualquier palabra adversa a sus palabras. Ahora entiende. No puede evitar sonreír.

—Entonces, Katsuki. —Qué lindo es, se ha erizado por completo, es como si no fuera consciente de todas sus palabras hasta ahora por el increíble sonrojo que lo gobierna—. Permiso.

—¿De qué ha...?

Silencio.

Por fin silencio.

Sabe que Katsuki no lo apartará porque aprieta su cuerpo en un abrazo y él tampoco tiene intenciones de hacerlo a un lado. No ahora que comparten su primer beso.

***

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