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Capítulo 5 - Inexplicable.


Acaricié mis labios, observando como él se bañaba en el lago, delante de mí, chapoteando aquí y allá, mientras yo me acercaba a la orilla, dejando que mi vestido se llenase de agua. Pero eso no era importante, no cuando le tenía allí, delante de mí, tan cerca, y a la vez... tan lejos.

Si tan sólo hubiese seguido las reglas del castillo, ese beso jamás habría tenido lugar, jamás habría confundido su mente con hechizos involuntarios.

Mi corazón se detuvo cuando le vi salir del agua, agarrar sus pantalones y comenzar a vestirse, hasta que la brisa acarició su rostro de forma especial, haciendo que se detuviese, y mirase hacia mí, como si realmente pudiese verme. Era imposible que aquella vez lo hiciese, tenía control total de todos mis poderes, así que ... nada podría vencerme.

–Princesa Nemrac – reconoció, mientras yo intentaba encontrar respuestas. ¿Cómo podía haberlo logrado? ¿Cómo podía verme? Quizás... la culpa era de nuestra hija, que estaba haciendo de las suyas para quitarme ese pesar, pero lo que ella no sabía, es que yo no podía verle, no podía estar con él, no cuando le había causado tanto dolor – no deberíais estar aquí, el bosque no es un lugar seguro para vos.

La historia volvía a repetirse, y eso era algo que no podía permitir, no cuando ya sabía cómo terminaba. Pero, aun así, no podía moverme o actuar, me había quedado demasiado sorprendida. Y él parecía dispuesto a aprovecharse de la situación.

Acortó las distancias entre ambos, agarrándome de la cintura, algo que Hakon jamás hubiese hecho, y pegó su rostro al mío. No podía reaccionar, me sentía como en una nube, ligera y sin aliento.

Sus labios besaron los míos, antes de haber podido darme cuenta de lo que sucedía, ya estábamos enfrascados en un largo momento que duró más de lo que había esperado.

–Esto no... no... no... – ni siquiera podía arrancar, me sentía tan perdida, ni siquiera entendía por qué él actuaba de esa forma, por qué podía verme, ¿qué estaba sucediendo? Sonrió, intentando calmarme, para luego volver a besarme, antes de que hubiese podido decir nada más.

El lugar que nos rodeaba desapareció, y me di cuenta en seguida que él estaba llevándonos hacia otro lugar, pero ni siquiera me detuve a mirar, porque ni siquiera me di cuenta, con anterioridad, de lo mucho que añoraba sus besos.

–Hakon, no – me quejé al sentir mi espalda chocar contra la hierba, y al abrir los ojos nos encontré a ambos, tumbados bajo las ramas del milenario Tobuc. Le miré, con incredulidad, empezando a entender lo sucedido, él lo recordaba absolutamente todo, aunque ni siquiera sabía cómo.

–El anillo me guio hasta aquí – contestó, comenzando a responder a las preguntas que inundaban mi mente, como si pudiese leerla. Giré la cabeza para mirarle, apoyándola en su brazo, mientras él acariciaba el mío, y me miraba con lentitud – el tobuc se ha encargado de hacerme recordar... pero ... ¿cómo pudiste hacer eso? ¿cómo es que tienes magia? – le observé, sin saber qué decir, tragando saliva, aterrada – de todas formas, no debiste hacerme olvidar, me has hecho quedar como un tonto frente a los demás, al intentar tomar a otra para plantar mi semilla – sonreí, sin poder evitarlo, al darme cuenta de lo que quería decir. Acarició mi vientre, despacio, haciéndome cosquillas con ello – mi descendencia está aquí – sonreí, sin poder evitar, observando como él se levantaba, agazapándome sobre mí, volviendo a besarme, olvidándose del lugar en el que nos encontrábamos.

–Sólo se permite un descendiente por guerrero – me quejé, en tono serio, imitando a los dioses de la luna, haciéndole reír. Se dejó caer sobre sus manos, sin atacarme aún, mientras mis ropas seguían tiznándose de hierba y tierra, al igual que mi cabello.

–¿Cuántos hijos se permiten en tu mundo? – quiso saber. Sonreí, tragando saliva después, inconsciente, sin querer despertar aún de esa ensoñación.

–Ilimitados – contesté, sonrió, y luego se lanzó sobre mis labios, de nuevo, echándose sobre mí.

–Tendré tantos hijos como quiera – me dijo, subiéndome el vestido, aferrándose a mis nalgas, mientras sus labios seguían aferrándose a los míos – y tú serás la madre de todos ellos – le besé de nuevo, dejándome llevar por aquella embaucadora sensación. Mis gemidos desesperados emborronaron la escena, tan pronto como presionó su entrepierna contra mi sexo, aún con la ropa puesta – aquí no – me dijo, haciéndome despertar de aquella ensoñación – en este mundo seríamos perseguidos, Carmen – le ignoré, tirando de su medallón para que volviese a besarme, sonrió, resistiéndose, dejándose llevar al fin. Le quité los pantalones y dejé libre su dura erección, haciéndome estremecer en cuanto mis dedos la rozaron – eres tan impaciente – se quejó, agarrando mis bragas, tirando de ellas con tanta fuerza que consiguió rasgarlas – tan ... rebelde... – la forma en la que hicimos el amor me hizo perder aún más la cordura, ni siquiera recordaba que aquello estaba mal, que tenía una misión que llevar a cabo, o que aquello sólo era una mentira, sus sentimientos por mí. Pero... ¿Cómo podía ser una mentira si el Tobuc no lo había distorsionado? Quizás era yo, la que volvía a usar mi magia de forma inconsciente, volviendo a embrujarle para que se enamorase de mí – Oh, mi princesa, sois tan fogosa... – se aferró a mis nalgas, con tanta fuerza, que consiguió elevarme, sentándome frente a él, agarrándose a mi cuerpo, sin detener aquello – me tenéis totalmente embrujado – mi mente despertó, mientras él seguía haciéndome aquello, y sus labios me besaban apasionadamente.

–Bórrame de tu mente – pedí, pero no pareció estar funcionado, pues él seguía haciéndome el amor, de aquella forma arrebatadora en la que me lo hacía en su navío, cuando aún era un pirata despiadado – Hakon...

–No – contestó, haciéndome estremecer de nuevo – se acabó eso de usar tus poderes conmigo, ¿me has oído? No tienes ningún poder aquí abajo – me di cuenta entonces, estábamos debajo del Tobuc, cualquier hechizo se desvanecía allí. Entonces... ¿por qué el insistía en estar enamorado de mí?

–Aquí no – me percaté. En aquel momento no quería pensar en la inexplicable razón por la que el hechizo de amor hacia mí no se había marchado debajo del tobuc, tan sólo necesitaba protegerme de él, de esa intromisión que me hacía sentir tan vulnerable – pero ... ¿qué tal aquí? – cuando quiso darse cuenta ya nos había tele transportado al lago, haciendo que se sorprendiese tanto que tuviese que sujetarse a mí hasta haber comprendido la situación, volviendo a darme más de aquello, en la orilla, empapando nuestras ropas de nuevo.

–Eres mía, ¿me oyes? – me dijo, mientras yo me abrazaba a su cuello, y dejaba caer la cabeza hacia atrás, dejándome llevar por aquella enajenación mental, nuevamente, mientras él se aferraba a mi trasero, moviéndome sobre él, como si fuese una mera marioneta en sus manos. Sin tan siquiera darme cuenta, mi cuerpo se encendió en llamas, las sensaciones apuntillaban mis extremidades, hasta que todo mi ser llegó al más pleno éxtasis. Rocé las lunas con los dedos y volví a bajar, llenando aquel bosque con alaridos varios, sin poder evitarlo, con él dejando una segunda semilla en mi interior – Te amo, Nemrac.

Aquellas palabras me trajeron de nuevo a la realidad. Le observé, con cautela, buscando un punto débil en el que atacar, estudiando el halo de protección que había a su alrededor. Parecía haberse preparado para que no pudiese penetrarlo, pero había olvidado algo, ese escudo me reconocía a mí como su igual, pues igual que a él, me había protegido a mí con anterioridad, hacía mucho, cuando él compartió la magia del medallón conmigo.

–No lo hagas – pidió, al darse cuenta de lo que pretendía, acariciando mi mejilla, intentando hacerme entender lo que sucedía – si me haces olvidar...

–Serás libre – le dije, con calma, quitando su mano de mí, poniéndome en pie, al mismo tiempo que lo hacia él, vistiéndose – podrás elegir a la mujer que quieras, podrás...

–Yo ya te he elegido a ti – contestó. Negué con la cabeza, echándome hacia atrás, mientras él acortaba las distancias entre ambos – eres la madre de mi hija – negué con la cabeza, aterrorizada. Asintió, con calma – de acuerdo, lo haremos a tu manera – le observé, sin comprender a lo que se estaba refiriendo – me harás olvidar, pero ... – llegó hasta mí, bajando la cabeza, cuando volvió a mirarme lucía muy seguro de sí mismo – ... cuando termines tu cometido, cuando todo esto acabe, dejarás de huir de mí, de esto... – agarró mi mano, sin previo aviso, apoyándola sobre su pecho, encima de su corazón – ... y me permitirás quedarme a tu lado.

–Cuando todo esto termine... – pensé en las posibilidades, en lo que acababa de decir, mientras subía mi mano, acariciando su pecho, llegando a su cuello, hasta la nuca, cayendo en la cuenta entonces – ... tú ni siquiera recordarás quién soy yo.

–Helena – me llamó, intentando hacerme entrar en razón, pero yo no podía permitirlo, no podía volver a ser egoísta, no cuando su vida estaba en juego.

–Hakon el protector – comencé, penetrando en su escudo protector, haciendo que se quedase quieto, sin tener voluntad de hacer absolutamente nada – olvidarás absolutamente todo lo que te relacione con la princesa Nemrac de una forma más íntima, y no volverás a intentar buscar respuestas por ti mismo, olvídate del Tobuc y vuelve a tus quehaceres, ahora – di un par de pasos hacia atrás, observando como él se desvanecía frente a mí.

Estaba hecho, ya no podía volver atrás. Había alejado a Hakon de mi vida, de nuevo, y ni siquiera quería pensar en por qué el Tobuc no había podido deshacer mi hechizo. Se supone que debajo de él todo lo que es vuelve a ser, y lo que no es... desaparece. Entonces... ¿por qué él aún tenía sentimientos por mí?

Sacudí la cabeza, molesta conmigo misma, alejando esos pensamientos de mí. Tenía una misión que llevar a cabo, y el amor no estaba entre mis prioridades. Liberar nuestro mundo de los corruptos y desaparecer de ese lugar, ese era mi único cometido.


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