Cuarto capítulo.

-Quiero hacer algo.
-Dime.

Las ojeras de Ae eran pronunciadas así que prefirió mirar la mesa donde estaba el desayuno servido aún sin tocar. 

-Pedí un turno para una ecografía.
-¿Qué? -gritó el alfa- ¡no!.
-¿Porqué no?
-No!, por favor Pete, no hagas esto, no nos hagas esto, ni siquiera tomaste la medicación.
-Tengo turno a la tarde.
-No lo harás, mañana debemos volver al hospital para hacer el pre-quirúrgico, no hagas esto.
-Ae... -apretó su mano pero de un movimiento brusco el alfa se soltó.
-¡No!

El moreno salió disparado a la habitación dejándolo solo, y lo vio volver minutos después con un bolso en la mano.

-Iremos al hospital ahora.
-¿Qué? No, ni pensarlo.
-Vamos Pete, allí te colocarán la medicación y mañana todo estará terminado.
-No! -gritó preso de la ira y del espanto- ¡todavía tengo un día!.
-No -sonó desencajado- no estas siguiendo las indicaciones médicas.
-No.
-No tienes opción -indicó.
-Si me llevas ahora, si me quitas este último día, nunca te lo perdonaré, ¡nunca!.
-No me lo perdones.
-Voy a odiarte el resto de mi vida.
-Ódiame -dejó caer el bolso y lo abrazó con fuerza- si eso significa que vas a vivir, puedes odiarme la vida entera.
-Nunca más querré verte -apoyó la frente en el hombro del más bajo- nunca más.
-Esta bien, aceptaré lo que decidas después de la intervención -acarició su pelo- si me odias, si me dejas, si nunca más quieres verme, voy a aceptar lo que quieras, pero estarás vivo.
-No Ae... no estaré vivo -se apretó a su cintura- solo voy a seguir respirando.

No fueron al hospital, se quedaron en la cama frente a frente, las oleadas de dolor pasando sobre ellos, rompiendo cada vez a nivel más profundo.
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-Déjame hacerlo - Pete se llevó la mano a la panza que no evidenciaba una gestación - solo ese recuerdo necesito, saber que alguna vez estuvo dentro de mi.
-Te harás más daño -le respondió y quiso gritar el dolor que se acumulaba en su garganta.
-Tal vez... pero se que es lo único que me va a quedar de mi bebé, no me lo arrebates.

Al final terminó por ceder porque era un cobarde, porque no podía negarle a Pete nada de lo que le pidiera aún cuando los destrozaría por igual.
Todavía no asimilaba lo que estaba pasando y tal vez era mejor de esa manera, un día más y todo se terminaría, luego se dedicaría a amar tanto al beta que volvería a ser felíz.

Sobre las cuatro de la tarde asistieron a la cita que Pete había programado.
Fueron llevados a una habitación donde el aparato para ecografías ocupaba el espacio central, la especialista dio las indicaciones para que Pete se acostara en la camilla y levantara su ropa. Comenzó con las preguntas de rigor y los miró con pena ante la información de que el gestante era un beta. 

-Tengo programada una intervención el día de mañana -la voz parecía diminuta- pero yo... solo quería verlo una vez.

La joven asintió con los labios en una mueca triste, colocó el gel sobre la piel translucida de Pete y cuando el pequeño artefacto hizo contacto con su piel, el espacio se llenó de un sonido rítmico que le hizo recordar al ruido del tren.

-Veamos - la escuchó decir mientras pulsaba algunos botones e introducía información a la máquina- bien...

Dirigió los ojos a su pareja absorto por su belleza, por la luminosidad que emanaba mientras sabía que su alma estaba lastimada, una pequeña sonrisa dibujada en sus labios. No se atrevía a mirar el monitor hasta que vio las lágrimas de Pete caer.
Nunca en su vida podría borrar la imagen de su retina, un perfil hermoso y perfecto mostrándose en blanco y negro.

-Quieren saber el tiempo de gestación -Pete fue quien respondió afirmativamente- un aproximado de 16 semanas por el tamaño, el sonido que escuchan es su corazón.
-¿Está bien, está creciendo bien?
-Un poco más pequeño de lo normal, pero ante la situación no está mal.
-¿Puedo tener una foto? -volvió a hablar el beta.
-Si, voy a imprimirla y luego a llenar el informe, pueden quedarse aquí unos minutos.
-Gracias -murmuró porque no salían más palabras de su boca.

La joven se retiró dejándolos en aquella habitación blanca, el abdomen de Pete todavía al descubierto mientras se lo acariciaba con ternura.

-Ae -rompió el silencio ensordecedor- no puedo hacerlo.
-¿Qué?
-No puedo -trabó las pupilas caramelo en las más oscuras- simplemente no puedo.
-No Pete -fue casi un ruego.
-Aunque me muera, aunque me mate... voy a llevarlo conmigo el tiempo que pueda.
-Pete -pronunció con la garganta cerrada- me dijiste...
-¿Escuchaste su corazón?¿Viste su pequeña nariz?

No pudo responder, su cabeza en un torbellino.

-No puedo dejarlo ir, no sin luchar por él.
-¡Escuchaste a los médicos! Somos el uno en un millón.
-Entonces seremos el uno en un millón que logra sobrevivir, o por lo menos lo intentaremos. 
-No.
-Entonces tendrás que dejarme, porque no voy a cambiar de idea.

Quería gritar, llorar de impotencia, tomar al castaño y obligarlo a ir al hospital. No hizo nada de eso. Miró a Pete acomodarse la ropa y pararse en el centro de la habitación, las mejillas rosadas en el ambiente sobrecargado. Se ubicó frente a él y llevó los dedos a la cara de piel suave y palida.

-Insistí tanto para que te enamoraras de mi, y contra toda probabilidad lo hiciste -dejó un beso en sus labios- te amé desde el principio y estoy aterrado de perderte, no podría seguir sin ti.

El beta no respondió y apoyó las manos en su cintura mientras sus ojos brillantes taladraban su alma.

-Esta bien... esta bien... somos tres -dijo al final porque sabia quel castaño no daría un paso atrás- lo intentaremos, seremos el uno en un millón, pero ten algo en claro Pete, siempre serás tu, lo primero en mi vida eres tu, y si algún día tengo que escoger, aunque me odies por el resto de tu vida, mil veces te escogeré a ti.

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Doble actualización para ustedes! Espero les parezca interesante esta propuesta bastante diferente a las demás. Les mando un beso inmenso, gracias por los comentarios y sus estrellitas.
Saludos