6
—El chico nuevo, Dave Veder, ha huido —terminó de informar Stephen Johnson.
Phil había estado rememorando la fatídica semana que habían tenido, mientras que observaba el mapa del pueblo y bebía unos pocos tragos de Whisky, y su mente maquinaba posibles formas de huir. Hacía tiempo que ya había abandonado la idea de intentar descifrar qué era lo que estaba pasando. Había estado tan absolutamente absorto en sus tareas que ni siquiera había notado lo tarde que se había hecho, y tanto el portazo, como la noticia, se le antojaban como un baldazo de agua fría en invierno.
—¿De qué estás hablando? —preguntó, aún bastante aturdido por la situación, ya empezando a escuchar el tumulto de gente en la planta baja que empezaba a desesperarse, sin saber bien qué era lo que estaba ocurriendo.
—El bastardo me siguió y trató de pasar desapercibido, pero cuando lo descubrí me asestó un puñetazo y se echó a correr —explicó el dueño del bar, señalando el pequeño corte que tenía en su labio.
—Mierda —fue lo único que se le ocurrió decir a Phil antes de levantarse de su asiento y acercarse a Stephen.
Junto al dueño del bar, se dirigiendo a planta baja, y tuvieron que enfrentarse a la inquisidora mirada de todos los que allí estaban reunidos. La mayoría se encontraba terriblemente despeinados, con francas miradas de desesperación y confusión, temiendo que mientras dormían las osas se hubieran ido a la mierda.
—¿¡Qué diablos está pasando!? —preguntó alguien que Phil no pudo identificar desde el fondo del bar.
Semejante pregunta fue seguida por un bullicio indiferenciado por parte de la multitud, que ni siquiera dieron tiempo a Phil a responder.
—¡Silencio! —exclamó el sheriff cuando finalmente se cansó, poniendo un fin al ruido—. Voy a responder todas sus preguntas, pero tenemos que mantener la calma, o pueden descubrir dónde estamos.
Admitiendo que Phil tenía razón, todos hicieron su mejor esfuerzo por relajarse, pero las cosas estaban mal, y la tensión se sentía claramente en el ambiente. En ese momento, el bar era un barril de pólvora, y cualquier cosa que fuera mal interpretada en las palabras de Phil podría servir para detonarlo.
—Esta es la situación, Dave Veder golpeó a Stephen y huyó del bar —explicó Phil tras tomarse un segundo—. No sabemos por qué lo hizo, y no sabemos a dónde fue, pero...
—Con un demonio, le advertí que era uno de ellos —exclamó Jack desde la barra, y sus palabras fueron seguidas por un murmullo de aprobación—. Ahora está ahí fuera, y sabe dónde estamos, probablemente fue a avisarle a sus amiguitos.
Phil compartió una breve mirada con Alan Powell, su compañero, que se encontraba contra una de las paredes consolando a su prometida, y este le devolvió una mirada de preocupación. Realmente cabía la posibilidad de que se hubiera equivocado y que Dave fuera uno de ellos, y si la gente del bar lo creía, ni Dios mismo podría convencerlos de lo contrario, así que tenía que tomar medidas rápidas para hacer que ellos vuelvan a confiar en él, antes de que alguien más se sugiriera para hacerse cargo y tuviera un motín en sus manos.
—Jack, no voy a mentirte, es una posibilidad, razón por la cual voy a salir a buscarlo y ponerle un fin a este problema —anunció de repente, la gente volvió a estallar en bullicios, hasta que él, sencillamente llevándose una mano a la boca, les obligó a bajar la voz—. La situación es clara, si es uno de ellos no podemos dejarlo que delate nuestra posición, y si es uno de nosotros, debemos encontrarlo y asegurarnos de que está a salvo.
—Según yo lo veo, si es uno de nosotros se puede ir al diablo, nadie lo obligó a huir —agregó otra voz masculina.
—¿Si, Clark? ¿Y qué pasaría si fuera tu hijo, o tu esposa? —replicó Phil, y aquel hombre tomó instintivamente la cabeza del niño que estaba a su lado y la mano de su mujer—. Voy a encargarme de esto, no se preocupen.
Sin más, Phil se dirigió nuevamente hacia la planta alta. Estaba determinado a salir, pero no iba a hacerlo a ciegas, así que decidió que debía subir a la azotea y visitar al vigía de turno, con suerte este habría visto algo de lo ocurrido y podría orientarlo en la dirección general de Dave.
Sabiendo que haría un frío capaz de cortarle la piel, Phil tomó su abrigo y comenzó a subir las escaleras, y tras empujar la puerta metálica, se encontró en la azotea junto a Bill Kiddman, viejo cazador y vigilante de turno, fumando un cigarrillo, con los binoculares a un lado y el rifle con mira telescópica apoyado contra la pared.
—Bill —dijo el sheriff, llamando su atención.
—Jefe —respondió secamente el vigía— ¿Vienes por el chico?
—Así es.
—Salió corriendo por la calle principal, a la derecha del callejón desde el que salió —informó Bill, sin dejar de fumar su cigarrillo—. Tuvo suerte, estuve a segundos de volarle la cabeza, pero parecía asustado y nervioso, ciertamente no parecía una amenaza, y si no era una amenaza no valía la pena gastar una bala en él.
—Definitivamente no —comentó Phil, con una leve sonrisa en su rostro—. Gracias por la información, recuerda que tu turno termina a las tres, necesitas descansar.
—Por supuesto.
Phil sabía que el viejo no se movería de su puesto hasta que saliera el sol y que, de hecho, ya había advertido al próximo vigía al respecto. Aún en sus mejores épocas Bill Kiddman siempre fue un tipo solitario y de pocas palabras, no necesariamente malo, tampoco odioso o misántropo. Simplemente era un hombre que valoraba su privacidad, sin preocuparse demasiado por lo que los demás opinaran al respecto. Sin embargo, era cierto que desde que su esposa había muerto hacía un par de años, esto pareció incrementarse, pero Phil no podía ser el líder del grupo y además su terapeuta, así que decidió que no hablarían al respecto a no ser que sus actitudes generaran un problema para el grupo. Además, a pesar de su edad, Kiddman seguía siendo el mejor tirador que tenían, así que lo mejor era no molestarlo demasiado.
Teniendo una leve noción de a dónde dirigirse, Phil procedió a meterse en su oficina para tomar su revólver, una linterna y observar algunos segundos más el mapa de Kingville, y sólo bastó una mirada para que supiera a dónde se dirigía el muchacho. Dave había estado preguntando por su hermana, y era de suponerse que iría a buscarla tarde o temprano, y qué mejor lugar para empezar que en el lugar donde ella se sentía más cómoda: la escuela.
Sin más información que esa, Phil bajó, ya preparado para salir, y esta vez se encontró con la mirada preocupada de todos los habitantes del bar, que Phil dedujo que se debían en parte a la situación, en parte a que era probable que esa noche perdieran a su líder, porque ninguno era lo suficientemente loco como para intentar detenerlo cuando ya tenía su mente fija en la idea. Sin embargo, notó que el pequeño grupo que habían armado para juntar provisiones se habían vestido y preparado su armamento.
—¿Se puede saber qué diablos hacen? —preguntó Phil, aún en la escalera.
—Vamos a ir contigo, tenemos más chances de encontrar a ese bastardo si somos varios —respondió uno de los cazadores, y luego procedió a chequear que su rifle tenía balas en la recámara.
—De ninguna manera, no voy a ponerlos en riesgo, todavía los necesitamos —protestó Phil, y bajando y acercándose al grupo—. Además, no sabemos qué es lo que vamos a hacer con Dave todavía, y los veo muy dispuestos a disparar primero y hacer preguntas luego.
En Las Siete Rosas, el aire se puso tenso. El cazador más experimentado se giró para ver a Phil Jones, quien aún mantenía su mirada terca y desafiante sobre ellos. Por su parte, el Sheriff sabía que acababa de acusarlos de ser violentos y brutos, y, aunque todos en el bar sabían que eso era verdad, no era una buena idea tener una pelea interna en esos momentos.
—¡Aún te niegas a hacer lo que hace falta! —exclamó Jack desde sus espaldas—. Los cazadores están en lo cierto, tienen más chances de encontrarlo si van juntos, y por lo tanto él tiene menos chances de escapar; de hecho... voy con ustedes.
Jack se levantó y se infló el pecho, tal vez tratando de imponer respeto, cosa que no impresionó mucho a Phil, pero los cazadores, astutos como siempre, vieron la posibilidad y la aprovecharon.
—¿De verdad quieres tener una discusión ahora? —preguntó su "líder" por lo bajo.
Phil nuevamente se encontraba en una arriesgada disyuntiva. Esas personas eran peligrosas, no cabía duda, pero el tiempo era escaso y la decisión debía ser tomada lo antes posible: intentar convencerlos de que se queden, o aceptar su compañía. Finalmente, Phil optó por la última opción, con un suspiro de resignación.
—Bien, pero no van a dar un puto paso sin que yo se los diga, ¿está claro? —preguntó dirigiendo una breve mirada al líder de los cazadores, y luego una a Jack, quien simplemente puso los ojos en blanco en respuesta.
Mientras sus nuevos compañeros ajustaban los últimos detalles para su excursión nocturna, Phil se acercó con pasos rápidos a su ayudante, Alan Powell, quien aún abrazaba a su prometida, pero que al ver a su jefe acercarse, la besó en la frente y la soltó para mantener una charla privada.
—¿Sabes que estas cometiendo una estupidez, verdad? —preguntó Alan sin pelos en la lengua.
—Necesitaba tomar el control de la situación, esta es la mejor manera —se excusó Phil, pero sabía que su ayudante tenía razón—. Alan, si no regreso antes del amanecer, quiero que te hagas cargo de todo, ¿sí?
—Phil...
—Déjame terminar —lo detuvo antes de que pudiera decir otra palabra—. Eres un joven brillante, y si esta mierda no hubiera ocurrido, habrías llegado a ser el jefe de la policía en sólo un par de años, no me caben dudas; pero ahora estamos en esta situación, y sólo quiero pedirte una cosa: si no regreso esta noche, asegúrate de sacar a esta gente viva de aquí, ¿sí?
—Diablos, Phil, no puedes esperar que...
—Alan, necesito escucharte decirlo.
Alan Powell, a pesar del poco tiempo que había pasado en Kingville, había llegado a apreciar enormemente a su jefe. Se le antojaba con uno de esos viejos héroes de acción, siempre listos para la batalla, siempre con algún extraño plan que le permitía salvar el día, pero mientras más días pasaban encerrados en Las Siete Rosas, más se daba cuenta que Phil Jones era un tipo como cualquier otro, con miedos y preocupaciones, sencillamente era muy bueno para improvisar sobre la marcha, y eso le daba una ventaja importante en la cambiante situación en la que se encontraban. Pero no por estas razones Alan lo respetaba menos, así que, con un suspiro de aceptación, miró a su jefe a los ojos.
—Los sacaré de aquí, Phil, no te preocupes.
—Eso quería escuchar, muchacho —respondió el Sheriff con una sonrisa débil en el rostro.
Acaba esa pequeña charla, Phil se dio media vuelta, para descubrir que los cazadores, con Jack a su lado, ya estaban más que listos para salir a buscar a Dave, así que, sin más que un leve gesto con la cabeza, aquella media docena de hombres marchó hacia la puerta trasera del bar, bajo la mirada nerviosa de todos los habitantes.
Peter Cockers observaba toda la situación desde cerca de las escaleras, sólo y sin llamar la atención, como a él le gustaba, y tal vez fue su peculiar sentido de observación, o tal vez fue que ya tenía sus sospechas al respecto, pero durante un breve segundo, vio cómo los cazadores compartían una mirada cómplice a espaldas de Phil, que ya estaba a punto de salir a la oscuridad de la noche. Sólo le bastó eso para saber que aquellos sujetos se traían algo entre manos, y no era absolutamente nada bueno.
"Mierda, Dave, espero que estés corriendo como si el diablo te pisara los talones...", fue lo único que atinó a pensar, mientras veía cómo Stephen Johnson sellaba la puerta por la cual los caminantes nocturnos acababan de salir.
A poco más cinco cuadras del bar, Dave se encontraba apoyado contra un edificio recuperando su aliento después de una intensa carrera para la cual su cuerpo no estaba preparado. Le hubiera gustado hacer diez cuadras, veinte, llegar directamente a la farmacia que Peter le había comentado, pero lo cierto era que no estaba tan en forma como le gustaría, y debía aceptarlo.
Sus piernas le dolían, grandes gotas de sudor recorrían su rostro apresar del frío nocturno, y tenía sentía punzadas en su estómago debido a no haber respirado apropiadamente mientras estaba en carrera.
Dave sabía que no tardarían en organizarse para salir a buscarlo, o por lo menos eso es lo que creía que harían, así que cuando su pulso descendió a un nivel normal, empezó a moverse entre las sombras nuevamente, esta vez agachado para pasar más desapercibido.
Peter le había contado que el lugar estaba repleto de trampas, y agradeció no haberse topado con ninguna durante su arriesgada carrera, pero sabía que debía andar con muchísimo cuidado, y con los ojos bien abiertos si pretendía llegar a destino en una pieza. Lo que fuera que estaba asediando Kingville claramente no se andaba con juegos, y Dave no tenía deseos de averiguar qué es lo que ellos consideraban una trampa.
La farmacia de Robert Bradlee tenía un enorme cartel en la entrada jactándose de ser la más grande del pueblo, tarea que no le resultaba difícil considerando que también era la única del pueblo, pero era un lindo toque para llamar la atención de viajeros en búsqueda de provisiones que se encontraban pasando por Kingville. Dave había perdido la cuenta de cuántas veces debía ir en bicicleta desde su casa hasta la farmacia para comprar vendas para sus padres, porque se habían cortado con pedazos de botellas rotas, o comprarles un poco de bicarbonato de sodio para que los ayude con la resaca el día después de una borrachera. Por supuesto, Dave aprovechaba también estas escapadas para conseguir golosinas a un precio relativamente bajo, y compartirlas con su hermana en su pequeña habitación, mientras sus padres discutían, o se emborrachaban, lo que sea que estuvieran haciendo esa noche.
Lo cierto es que Dave se sabía el camino de memoria, y si no hubiera sido por todas las advertencias que había recibido desde que había llegado al pueblo, y comprender que no debía llamar la atención bajo ningún punto de vista, probablemente hubiera estado allí en poco más de diez minutos.
Sin embargo, él continuó avanzando. Un viento frío movía las hojas de los árboles que había dentro del pueblo, y producía un escalofriante silbido que probablemente se encontraba amplificado por el absoluto silencio en el que se encontraba el lugar. Tampoco había luces, ni una sola; Dave solo contaba con la luz de la luna para lograr ver algo, de forma que trataba de mantenerse fuera de las sombras... no tenía idea de lo que podía esperarle en ellas.
De inmediato se arrepintió de no haber pensado su escapada más a fondo. Había tenido tiempo, y podría haberlo hecho sin levantar muchas sospechas, o por lo menos eso creía. Para su desgracia, había salido a la helada noche usando nada más que un jean, una remera mangas cortas con la que se acostó, y las mismas zapatillas que tenía puestas desde hacía ya aproximadamente día y medio. Una linterna tampoco le habría venido mal, y había visto unas cuantas en el sótano cuando bajó a charlar con Peter. Ahora no le quedaba otra que aguantar el frío y tratar de agudizar su vista para tratar de distinguir a tiempo cualquier peligro que yaciera frente a él.
De repente, tuvo esa sensación de nuevo, esa horrible sensación de tener la mirada de alguien directamente sobre él, de estar siendo vigilado, no, acechado. Un sudor frío recurrió su espalda, sus pelos se erizaron, y su corazón comenzó a acelerarse, pero él se detuvo en seco y permaneció oculto tras un auto. Era como si su cuerpo estuviera procesando el peligro aún antes de que él pudiera percibirlo, como si fuera una alarma silenciosa que gritaba que había alguien, algo, cerca, y que no tenía buenas intenciones.
Permaneció allí, en las sombras, apenas respirando, y sin mover un solo músculo, y fue entonces cuando empezó a escuchar leves pisadas a su alrededor. No eran fuertes, no eran rápidas, eran suaves y cautelosas, pero aun así él podía percibirlas, lo que indicaba que lo que fuera que la estuviera produciendo estaba cerca, muy cerca.
Mil ideas cruzaron la mente de Dave: deslizarse debajo del auto, permanecer allí, salir corriendo en dirección al bar, salir corriendo en dirección a la farmacia, ponerse a gritar del terror; todas le parecían igualmente válidas.
Con cada segundo, las pisadas parecían más cercanas, y su miedo así aumentaba. Estaba tratando de no respirar, estaba tratando de no moverse, si de él hubiera dependido, hubiera parado su corazón en ese mismo instante por miedo a que eso escuchara sus poderosas y apresuradas pulsaciones. Pero entonces, las pisadas se detuvieron.
"No dejes que termine así", fue el único pensamiento claro que vino a su mente.
Dave, que estaba con los ojos cerrados, y su mano sobre su boca para evitar cualquier grito involuntario, se mantuvo así hasta que estuvo seguro de que las pisadas se habían detenido realmente. Pero entonces escuchó algo más: movimiento, unos cuantos metros más atrás, en dirección al bar.
Como si de un terremoto se tratara, el auto sobre el que estaba escondido Dave se sacudió con violencia, y supo que lo que fuera que lo estuviera acechando, se había marchado para buscar a otras presas.
A pesar de saber que estaba fuera de peligro, Dave Veder no se movió de ese lugar durante varios segundos. Su corazón aún se encontraba exacerbado, tratando de escapar de su pecho, y sus piernas aún no le respondían. Dave entendió que había estado extremadamente cerca de la muerte, esa cosa, fuera lo que fuera, podría haberlo aniquilado en ese mismo instante, y él no podría haber hecho absolutamente nada, lo que solo significaba una cosa: eso estaba jugando con él, con todos ellos.
Con esa idea, Dave se levantó como pudo del piso, con las piernas temblando, y se echó a correr calle arriba, con la esperanza de alcanzar cuando antes la farmacia, y reunirse con su hermana.
Unas pocas cuadras detrás de él, la "tropa" de Phil Jones, avanzaba con armas en mano, y pasos cautelosos, los cuales se detuvieron al escuchar el crujido del metal de un auto más adelante.
Tanto Phil, como los cazadores, como Jack, alzaron sus armas, este último con pulso tembloroso que denotaba su absoluto terror ante la situación, pero hacía lo mejor que podía para disimularlo.
—¿Ven algo? —murmuró uno de los cazadores, pero nadie respondió.
Los ojos de la patrulla escrudiñaron la oscuridad, distinguiendo las formas de los autos, tratando de detectar cualquier movimiento sospechoso, y entonces... una luz.
Sorprendentemente, eso logró sobresaltarlos más que el sonido que había escuchado, sobre todo porque ninguno esperaba ver de repente un haz de luz en el medio de la calle, y, al tratar de determinar su origen, se encontraron con que Jack había llevado una pequeña linterna escondida, que ahora apuntaba nerviosamente en todas las direcciones posibles, mientras sostenía peligrosamente su arma con una sola mano.
Sin esperar más, Phil se adelantó y se la arrancó de sus regordetes dedos, a lo que Jack reaccionó como si lo hubieran despertado de un sueño, con cara de tonto y de confusión.
—¿Qué mierda crees que haces? —preguntó el jefe de la policía, a centímetros de su rostro, en ese momento le podría haber arrancado la cabeza con sus propias manos— ¿Un puto espectáculo de luces?
—Sólo quería... so- yo —balbuceó el camionero.
Otro ruido, esta vez más cerca.
Nuevamente el grupo quedó congelado. Había algo ahí con ellos, y estaba esperando el momento justo para atacar.
Un movimiento a su izquierda, el grupo giró, pero sólo lograron ver una sombra.
Un movimiento a sus, un tacho de basura se estrelló contra el suelo, irrumpiendo el silencio de la noche. Lo que sea que estuviera ahí, les bloqueaba el camino de regreso al bar.
Ya no había otra opción. Solo había una posibilidad.
—¡Corran! —gritó Phil, y soltó a Jack inmediatamente para salir disparado en dirección a la farmacia.
El grupo, reconociendo la sensatez del plan, obedeció inmediatamente, y entre jadeos y sudor, se lanzó a la carrera tras el sheriff, quien, a pesar de su edad, ya casi había recorrido cien metros de distancia.
Phil sabía que la única manera de mantenerse a salvo, era evitar las trampas que había en el camino, de forma que encendió la linterna para iluminar el camino, olvidando el sermón que acababa de darle a Jack.
Las piernas del grupo empezaban a doler, el sudor comenzaba a acumularse, y la vista ya se estaba poniendo nublosa. Los jóvenes del grupo rápidamente tomaron la delantera, dejando a los de mediana edad a sus espaldas, sin demasiadas preocupaciones en su mente, pero finalmente todos lograron identificar la fachada de la farmacia a unos cuantos metros, y al joven Dave Veder golpeando la puerta con desesperación.
—¡Abran! ¡Por favor! —exclamaba Dave— ¡No soy uno de ellos! ¡Ayuda!
Sin embargo, Phil estaba más preocupado por las violentas pisadas que escuchaba a sus espaldas, y que cada vez se sentían más y más cerca.
De pura casualidad, el sheriff logró percibir un leve destello más delante de donde estaba, y supo exactamente de lo que se trataba.
—¡Cable! —gritó para advertir tanto a los muchachos que se habían adelantado como a los cazadores que lo seguían de cerca.
Con un salto atlético, los jóvenes esquivaron la trampa, y continuaron su carrera sin mayores dificultades. Phil y los cazadores lo imitaron, aunque les provocó una leve queja en las rodillas.
El segundo cazador que saltó, logró pasar en limpio el cable, pero trastabilló al aterrizar y se fue de fauces al suelo, forzando a Phil y al otro cazador a detenerse para ayudarlo, y, al mismo tiempo ver que Jack se acercaba a toda marcha al lugar.
—¡Por favor! ¡Abran! —continuaba exclamando y golpeando sus manos Dave contra la puerta sellada de la farmacia. Había escuchado que más gente se acercaba a sus espaldas, pero eso no le importaba en lo más mínimo.
Jack se sentía al borde del paro cardiaco, pero no estaba listo para dejarse ir, y podía ver a sus compañeros algunos metros delante.
"Solo un poco más" se repetía una y otra vez en su mente, mientras sus piernas empezaban a rendirse.
La oscuridad ya no permitía saber dónde estaba el cable exactamente, así que tuvo que arriesgarse y saltar. Por un segundo, el tiempo pareció congelarse, y pensó que lo había logrado pero, cuando su pierna derecha tocó el piso, la punta de su pie izquierda cortó el cable tensionado, cortándolo al instante.
Phil, que ya se había adelantado un poco junto a los otros cazadores, llegó a darse vuelta justo a tiempo para ver una pequeña bomba de clavos estallar y clavarse en diversas partes del cuerpo de Jack: sus piernas, su torso, algunos incluso en su rostro.
Sin embargo, el camionero, tirado en el suelo seguía vivo, y arrastrándose en dirección a la farmacia.
—¡Ayuda! —suplicó, sintiendo la sangre empezar a empapar su rostro.
Phil empezó a correr en dirección a Jack, solo para ser detenido por los musculosos brazos de los cazadores.
—¡Es demasiado tarde! —exclamaban.
—¡No!
De repente, la oscuridad pareció absorber el cuerpo agonizante de Jack, el camionero, que fue arrastrado entre gritos de agonía hasta desaparecer de la vista de todos los presentes, por alguna fuerza que no llegaban a comprender.
Pero lo que sea que fuera, seguía ahí, ellos podían sentirlo, arrastrándose a su alrededor, esperando para separar a su próxima presa.
—Tenemos que irnos de aquí... —murmuró Phil, aún con la mirada clavada en el lugar donde antes había estado Jack— ¡Tenemos que irnos de aquí!
Incapaz de seguir gritando y golpeando la puerta, Dave Veder dejó escapar un sonido asqueroso de su boca, en una última súplica a la gente dentro de la farmacia, si es que realmente había alguien allí dentro, un sonido que apenas y sonaba humano, pero que era claro como el agua al mismo tiempo.
—¡Kim!
En ese instante sintió unas fuertes manos que lo rodeaban y lo alejaban de la puerta al grito de "tenemos que irnos de aquí", pero él se sacudió y cayó de rodillas en el suelo, arrastrándose nuevamente hacia la puerta de la farmacia.
Dave estiró la mano y, justo en ese instante, sintió el suave contacto de piel contra ella.
Al alzar la mirada, se encontró con la demacrada, pero aún reconocible, cara de su hermana, que lo miraba con lágrimas en sus ojos, y que apenas y llegó a pronunciar una palabra:
—Entren.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro