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20

Dave despertó de repente, agitado y con su rostro empapado de sudor. Su corazón latía con la fuerza de una locomotora en su pecho, y su cabeza se sentía tan liviana que hubiera jurado que en cualquier momento iba a comenzar a flotar. Llevó una de sus manos a su frente para limpiarse el dolor y un ligero dolor en el pecho despertó su último recuerdo de la noche anterior: aquellos terribles ojos amarillos cerniéndose sobre él y luego oscuridad.

De inmediato dirigió sus manos a su pecho y notó que su ropa estaba desgarrada (más de lo usual) y que tenía manchas de sangre por todos lados, y sin embargo ninguna herida, por lo que deducía que debían de haber disparado a la bestia que lo atacó, pero no lo suficientemente rápido para evitar que se desplomara sobre él. La caída debió provocar algún tipo de golpe en su cabeza, explicando su súbita pérdida del conocimiento.

"Es eso, o estoy muerto", pensó Dave, tratando de tranquilizarse, pero considerando la situación, aquel pensamiento le resultó aterrador.

Aún con la cabeza en las nubes, confundido tras su largo letargo, Dave bajó los pies de la cama y entonces cayó en la cuenta de que se encontraba en una celda de la comisaría. Le bastó una mirada para saber que era la misma en la que habían encerrado a Noah durante la luna llena, realización que no lo dejó particularmente tranquilo, sobre todo cuando al intentar salir de allí se encontró con que la puerta estaba cerrada, y ninguno de sus compañeros estaba a la vista.

—¡Kim! ¡Phil! —clamó Dave sujetándose de las rejas— ¡Peter! ¡Alguien!

Por una de las ventanas podía ver que la noche ya se cernía nuevamente sobre Kingville y sabía muy bien lo que aquello significaba. Encerrado allí no tendría oportunidad contra Marko y su manada, pero ¿quién le aseguraba que no había sido capturado por los licántropos? ¿Y si lo estaban usando como una ficha de cambio por Noah? La mera idea lo aterraba, y la desesperación inundó su cuerpo, no pudiendo hacer otra cosa que sacudir con toda la fuerza posible las inamovibles barras de acero de la celda.

Fue entonces que notó un sonido en la oscuridad y su primer instinto fue alejarse un poco de las rejas. La puerta de acceso al área de detención emitió un chirrido y, contra todas sus expectativas, Dave observó el rostro de su hermana surgir entre la oscuridad, lanzándose hacia el frente para suplicar por su ayuda. Detrás de Kim entraron Phil y Noah, el último cabizbajo; en su rostro se leían las preocupaciones que lo invadían cual libro abierto.

—¡Kim! —exclamó Dave con alivio, haciendo fuerza para no caer de rodillas en la celda.

Su hermana dio un paso al frente para acercarse, pero Phil se apresuró a tomarla del brazo, interrumpiendo su avance. Esto despertó más dudas en Dave, pero estaba demasiado confundido como para que su cerebro sugiriera teorías, tan solo quería salir de allí y abrazar a su hermana una vez más.

—Dave, estas... bien —comentó Kim desde su prudente distancia, sorprendida ante las notorias mejorías de su hermano, en tan solo algunas horas no quedaría rastro alguno del ataque que había recibido, ni siquiera aquella ligera cicatriz que surcaba su rostro.

—Eso es una forma de decirlo —replicó él—. ¿Qué diablos está pasando? ¿Dónde están los demás?

Kim instintivamente intentó acercarse de nuevo, pero su intento fue detenido otra vez, solo que esta vez fue Noah quien frenó su avance.

—¿Ya es hora? —preguntó Phil al Lupus Lux, quien alzó la mirada por primera vez desde que entró a la habitación—. Bien, Dave, necesito que me escuches con mucho cuidado...

—¿Qué carajos está pasando, Phil? Sácame de aquí en este mismo instante.

—Anoche fuiste herido, decir que era grave es ponerlo delicadamente, estabas al borde de la muerte, así que... tomamos una decisión —continuó el Sheriff.

Por primera vez desde que despertaba, Dave se detuvo a analizar la situación, y ciertamente no le gustaba como pintaba, sobre todo luego del ominoso tono que Phil había elegido para comunicarse con él.

—Kim, por favor, sácame de aquí, no entiendo qué está pasando —. Pero Dave lo entendía, lo entendía demasiado bien, tan solo no estaba preparado para aceptarlo todavía.

Su hermana respondió sencillamente rompiendo en llanto y enterrando su rostro en el pecho de Noah, quien la envolvió en un delicado abrazo, sin despegar su mirada de Dave, que a cada segundo parecía más confundido y enojado por la situación.

—No fue fácil, créeme muchacho, pero entre dejarte morir y esto, elegimos esto —dijo Phil, que aún trataba de encontrar las palabras justas para explicarse. Finalmente decidió por el mensaje más sencillo y concreto que se le ocurrió:— Ahora eres uno de ellos.

Al escuchar esas palabras las piernas de Dave finalmente temblaron y se rindieron, dejándolo arrodillado en el medio de la celda mirando sus manos como si fueran de un cuerpo nuevo y, en cierta medida, así era. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, la rabia se acumuló en su pecho, y finalmente se liberó en un alarido de bronca y dolor.

—¿Por qué? ¿Por qué? —murmuraba por lo bajo, apretando sus puños con fureza.

—Escúchame, la noche se acerca, y Marko prepara su último ataque. Tenemos que ir levantar nuestras defensas y... —empezó Phil, sabiendo que cada segundo contaba.

—¿Quién? —preguntó Dave y la sala entera quedó en silencio durante un sólido minuto— ¿Quién me hizo esto?

Los tres sobrevivientes compartieron miradas culpables y breves, Noah tragó saliva, Dave no estaba mirando pero lo notó, sus sentidos empezaba a aumentar y él se daba cuenta.

—Fuiste tú, ¿verdad? —inquirió Dave.

—Quiero que sepas que no quería esto para ti, la muerte hubiera sido una opción más digna, pero... —arrancó Noah, dando un paso al frente.

—¿¡FUISTE TU!?

Dave se levantó con una velocidad impresionante y se impactó contra las rejas haciendo que tiemblen. Extendía su mano, intentaba tomar del cuello a Noah, pero este estaba a la distancia justa para evitarlo.

—Mi sangre te infectó, pero fue no fui yo quién te maldijo —respondió el licántropo crípticamente.

—¡ALEJATE DE ELLA! ¡ALEJATE DE KIM, MALDITO FENÓMENO! —La ira de Dave había estallado finalmente y él ya no podía distinguir otra cosa dentro de si—. ¡NO ERES MÁS QUE UN MONSTRUO!

—Lo sé —respondió Noah cabizbajo—. Pero, ahora mismo, soy el único que puede ayudarte a controlar tu transformación y evitar que lastimes a aquellos que quieres.

—¡VOY A MATARTE! ¡VOY A SALIR DE AQUÍ Y ENTREGARÉ TU CABEZA DIRECTAMENTE A MARKO!

Phil llevó su mano a su pistolera y se preparó. Podía ver en los ojos de Dave que, de tener la oportunidad, mataría a Noah y a cualquiera que se interpusiera en su camino, tan solo le restaba esperar que, en caso de que llegara a eso, su revolver bastara para detenerlo antes de que más sangre fuera derramada.

De repente, un infernal dolor forzó a Dave a retroceder y caer de rodillas al suelo. Intentó negarlo, luchar contra ello, pero no le cabía ninguna duda: estaba comenzando.

—¡Fui yo! ¡Dave! ¡Yo fui quien te hizo esto! —confesó entre lágrima Kim, incapaz de aguantar la culpa que la carcomía.

Adolorido, Dave dirigió una mirada a su hermana, y en ella se expresaban toda la incredulidad, la desesperación y la confusión, pero, por sobre todas las cosas, Kim podía leer en sus ojos una sola palabra: traición. Incapaz de contenerse un segundo más, su hermano lanzó un estruendoso grito.

Kim intentó acercarse una vez más a la celda, pero Phil se lo impidió nuevamente y esta vez mantuvo el agarre del brazo. Noah por su parte, dio un paso al frente. La primera transformación siempre era la más difícil, y tan solo se le ocurrió que podía ser esa persona que a él le faltó el día que le ocurrió él; podía ser un guía, un faro en el medio del dolor.

Dave podía sentir su cuerpo ardiendo, el calor parecía quemarlo por dentro y lo obligaba a gritar y sacudirse en el suelo, tratando de contener a la bestia, tratando de mantenerse humano.

—No luches contra ello, Dave, la bestia y tú ahora son uno, mientras más te le opongas, más doloroso será.

En ese momento, Dave pudo escuchar cómo su ropa empezaba a rasgarse. Su musculatura había aumentado de forma casi imperceptible en medio de tanto dolor, pero ahora ya no podía negarse. Su ropa le ajustaba, le molestaba, pero pronto no quedarían más que jirones. Su remera fue lo primero en romperse, pero luego empezó a notar que las costuras de los costados del pantalón empezaban a abrirse.

En un desesperado intento por aliviar el calor que lo abrumaba, Dave se arrancó los pocos pedazos de tela que aún cubrían su pecho y entonces lo notó: sus manos ya no eran manos. Lentamente sus dedos parecieron estirarse y sus uñas se volvieron filosas y de un color negruzco.

¡NO! ¡NO! ¡POR FAVOR, DETENTE! —gritó al aire con desesperación y Kim notó con horror que aquella ya no era la voz de su hermano.

—Tú tienes el control, Dave, la bestia es solo eso, un animal sin mente, y te necesita, pero puedes dominarla, puedes convertirla en tu aliada, solo debes recordar quien eres. —Noah cada vez avanzaba más, ahora tan solo centímetros lo separaban de la celda.

Lo siguiente que Dave notó fue el pelaje. Unas capas de pelo marrón empezaron a aparecer en sus brazos, pecho y piernas, y antes de que él pudiera intentar detenerlo, se fueron extendiendo por todo su cuerpo, causando aún más roturas en su ya ajustado pantalón.

Una poderosa presión empezó a acumularse a espaldas del confundido muchacho, que rápidamente giró su cabeza para descubrir que una especie de apéndice empezaba a surgir del final de su espalda. Él intentó alcanzarla con sus garras, pero el dolor que le producía cada movimiento lo forzó a caer en cuatro patas al suelo, y desde allí todos pudieron observar como una cola de lobo terminaba de extenderse, terminando de destruir las prendas que cubrían el cuerpo de Dave.

—Ya casi termina, pero lo que sigue... va a doler —comentó Noah.

La presión ahora comenzó a sentirse en su rostro y Dave supo exactamente lo que venía. Su cara comenzó a estirarse, todos los huesos de su cuerpo tronaban, forzándolo a tomar una nueva postura, la postura de un animal. Un sabor familiar inundó su boca y no tardó en darse cuenta de su origen: era sangre. Sus dientes empezaban a transformarse en colmillos, reacomodando toda su boca y ajustándola a sus nuevos rasgos faciales.

La transformación casi estaba completa, podía sentirlo, por encima del dolor y el sonido de los huesos chasqueando con cada nueva forma que adquirían, sabía que todo estaba acabando y entonces una nueva sensación lo embriagó. No había palabras para describirla, jamás había sentido algo semejante, lo único que se le venía a la mente era poder, y no sólo poder físico, sino más bien la seguridad de que podía hacer lo que quería. La adrenalina inundaba su cuerpo, su corazón latía con fuerza, y algo empujaba por salir de su interior, era la bestia, hablando, rogando, arañando y luchando por llegar a la superficie, y lo logró. Un poderoso aullido escapó de la boca de Dave helando la sangre de Kim y Phil, quien ya estaba convencido de que el joven Veder ya no estaba en la sala.

Sin embargo, debajo de todo ese poder, algo nuevo alcanzó al recién nacido licántropo, y esto si podía decir de qué se trataba. Era hambre, un hambre que le recordó a sus primeros años fuera de casa, cuando podía llegar a pasar días sin probar comida, pero elevado a la décima potencia. Jamás hubiera podido imaginar que alguien era capaz de sentir tanta hambre, era algo inconcebible. Fue entonces cuando el aroma de la carne fresca le llegó y abrió los ojos, rebelando su iris ahora amarillo.

Por unos eternos segundos, la zona de celdas se inundó de silencio, tan solo interrumpido por los bajos gruñidos de la criatura que ahora se encontraba encerrada.

—¿Dave? ¿Estas...?

—Quédate ahí, Kim —la interrumpió Noah—. Dave ya no está aquí.

Justo en ese instante, la bestia saltó contra la reja de su celda y todo el edificio pareció temblar por la fuerza del impacto. El lobo extendió sus garras intentando tomar a Noah del cuello, quería devorarlo, tenía que devorarlo.

Su hermana observó con tristeza y horror lo que alguna vez había sido su hermano y le dolió no reconocer el mínimo rasgo de aquel joven tierno y atento que se ocultaba bajo el pelaje, pero más le dolió recordarse que ella le había hecho eso.

—Controla al animal, Dave, tu puedes hacerlo —continuó Noah.

—Vamos, Dave, maldita sea... —murmuró Phil, ya con su revolver en mano.

La criatura retrocedió en su jaula, sólo para tomar una corta carrera y volver a embestir las rejas, acción que repitió una y otra vez con pocos resultados.

Noah aún recordaba su primera transformación y sabía por qué Dave era tan peligroso en ese estado. Sus niveles de adrenalina aumentaban de forma exagerada su fuerza, algo que rara vez se lograba una vez que se aprendía a controlar a la bestia; el hambre también era más fuerte en la primera transformación y hasta la primera comida, y la desesperación que generaba podía llevar a los maldecidos a la locura. Era una fortuna que Dave estuviera encerrado y asegurado por la noche, o bueno, así lo creyeron ellos.

Los constantes golpes de la criatura contra la jaula fueron haciéndola ceder poco a poco, y para cuando Noah, Phil y Kim se dieron cuenta ya era demasiado tarde. Con un último y poderoso empujón, Dave se lanzó contra las rejas con una fuerza tal que la arrancó en seco de la pared, llenando la sala de polvillo y pedazos de pared que volaron para todos lados.

Phil reaccionó con lo justo para sacar a Kim del camino, pero Noah no fue tan afortunado, recibiendo todo el peso de las rejas sobre su pecho, sumado al de la bestia.

Sabiéndose libre, el monstruo miró a su alrededor gruñendo y luego clavó la mirada en Noah. Dave ya no estaba al mando, pero algo allí en el fondo despertó al ver la cara del licántropo que lo había infectado y entonces supo lo que quería: venganza. Podría alimentarse después, pero en ese instante solo quería hacerle sufrir todo lo que él estaba sufriendo, todo lo que él le había causado a Kingville.

Noah, por su parte, intentaba respirar. El golpe recibido había bastado para quebrarle algunas costillas, herida que sanaría en apenas minutos, pero bajo las circunstancias en las que se encontraba, dudaba de que contara con tanto tiempo. La bestia estaba sobre él, podía sentir su asqueroso aliento caliente, ver sus ojos brillantes como la luna y escuchar su corazón latiendo a toda máquina. Las fauces de la criatura se abrieron un poco más, y entonces Noah pudo observar los afilados colmillos que amenazaban con terminar con su vida.

Podría haberse transformado, podría haber intentado luchar, pero hubiera puesto a Phil y a Kim en riesgo, y ya demasiada gente había sufrido por su culpa. Además, después de todo, ¿no se lo merecía? ¿una muerte tan brutal y sangrienta como había sido su vida? No se atrevía a contestar esas preguntas, pero esperaba encontrar la respuesta en sus últimos momentos de vida, así que cerró los ojos y se dejó en manos del destino.

Sin embargo, en su lugar, la voz de Kim llegó a sus oídos.

—Dave, por favor, detente —dijo entre llantos, pero lo único que logró fue que los bestiales ojos de su hermano se posen sobre ella y el Sheriff.

—Kim, ¿qué mierda...? —intentó detenerla Phil, pero lo dejó atrás de un empujón y dio un paso hacia Dave.

—Sé que puedes escucharme, sé que aún estas ahí dentro...

La criatura se acercó a ella gruñendo, dejando al adolorido Noah en el suelo y rogando que Dave volviera a tomar el control.

Mostrándole todos sus afilados dientes, el licántropo dio otro paso hacia Kim, pero el pulso de ella jamás tembló, si aquel era su final, que así fuera. Dave comenzó a rodearla mientras la olfateaba, Noah se percató de que algo había cambiado, pero Phil solo veía a un animal rodeando a su presa, de forma que se preparó para disparar de una buena vez.

—Kim, apártate con cuidado de él, tengo que acabarlo —sentenció el sheriff, pero ella no se movió.

—Phil, detente... —rogó desde el suelo Noah.

—No, es momento de...

Antes de que el oficial pudiera terminar la oración, Dave giró violentamente y le asestó un poderoso revés que terminó por lanzarlo contra la pared. Erguido nuevamente sobre sus patas traseras, lanzó un nuevo aullido, más poderoso que el anterior y volvió a clavar la mirada en su hermana, pero ella permanecía imperturbable.

—Dave, recuerda... no eres un monstruo —susurró ella, conteniendo las lágrimas.

Con cuidado, levantó su mano y la apoyó sobre el pecho de quien alguna vez había sido su hermano. La criatura dudó por un segundo, gruñó y volvió a mostrar sus dientes a la muchacha, pero la mano de ella permaneció allí.

—Tu puedes, Kim... —la alentó Noah.

No eres un monstruo —repitió ella.

Dave gruñó de nuevo y dio un paso atrás, miró en dirección a la luna y luego a aquel peculiar grupo que tenía ante sí. De repente, todos los recuerdos de Dave inundaron la mente de la criatura, que cayó de rodillas sujetándose la cabeza con sus garras. Todo volvió a él: los años de miseria junto a sus padres, su huida de Kingville, sus años en la ciudad, sus amigos, sus novias, sus trabajos y finalmente todo el horror que había implicado su retorno al pueblo, pero, por sobre todas las cosas, recordó todos sus años cuidando a la pequeña Kim, siendo su protector, y supo que jamás podría lastimarla.

Ante la asombrada mirada del grupo, los cambios fueron se fueron revirtiendo hasta dejar a Dave tirado en el suelo, temblando por el frío y el impacto de su primera transformación.

Noah, a pesar del dolor, se levantó y lo cubrió con una manta que habían dejado cerca justamente para aquella ocasión. Aún recordaba el terrible frío que había experimentado luego de su primer cambio, toda la grasa animal y el pelaje eran increíblemente en las noches heladas, pero una vez que volvías a ser un simple humano te llevaba un tiempo reajustar el termostato.

Kim por su parte se lanzó sobre su hermano y lo abrazó con emoción, finalmente permitiéndose romper en llanto.

—Lo siento, lo siento tanto... —se lamentaba sin dejar de abrazar a Dave, que apenas y lograba entender lo que estaba ocurriendo a su alrededor, pero finalmente le devolvió el abrazo a su hermana.

—Está bien, estoy... bien —dijo, sin creérselo del todo.

Sin embargo, un aullido lejano los devolvió a la terrible realidad en la que estaban viviendo. Allí afuera, Marko y su manada se preparaban para un último enfrentamiento, y solo esperaban tener la fuerza necesaria para sobrevivir una noche más.

Con sus piernas temblando, Dave se levantó y se encontró con el Sheriff que ya se había recuperado de su golpe.

—Phil, perdón, yo no quería... —intentó justificarse pero Phil no se lo permitió.

—Tienes un revés diabólico, muchacho, es bueno tenerte de vuelva... estas de vuelta, ¿verdad?

—Eso creo...

—Con eso me basta, pero lamento informarte que vamos a necesitar a la criatura.

—Lo sé. —No le gustaba la idea, pero sabía que iba a tener que cambiar de nuevo, solo esperaba poder controlarse cuando el momento llegara.

—Bien, prepárense. Es nuestra última noche en Kingville. 

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