19
Iluminados por los primeros rayos de luz, Noah y Phil entraron violentamente a la estación de policías cargando el cuerpo inconsciente de Dave. Justo detrás de ellos llegó Kim, quien no había parado llorar desde que su hermano había sido atacado.
—¡Despeja el escritorio! —ordenó Phil, cargándose todo el peso del muchacho encima.
Noah sencillamente barrió con sus manos todos los elementos que se encontraban sobre el mueble. Un monitor produjo un horrible estallido al caer y romperse, pero no prestaron atención a ello, en su lugar se dedicaron a colocar a Dave sobre el escritorio.
—Kim, necesito que me escuches —dijo el Sheriff, pero al notar que la muchacha seguía en shock se apresuró a tomarla de los hombros para devolverla a la realidad— ¡Kim! En el almacén trasero hay kits de primeros auxilios, necesito que vayas a buscarlos, ¿está bien?
Kim dirigió una mirada a su moribundo hermano y luego otra al Sheriff, que no le había despegado la mirada de encima aún e hizo lo imposible por recomponerse un poco y asentir con la cabeza.
Phil siguió a la más joven de los Veder con la mirada hasta que la perdió de vista y luego procedió a tomar del brazo a Noah, acercándolo lo suficiente para poder hablar sin ser escuchados.
—Dime la verdad... ¿él va a convertirse en uno de ellos?
Noah tardó un poco un procesar la pregunta, realmente era lo último en lo que estaba pensando, pero le agradó tener una respuesta clara para el Sheriff.
—No, para contagiarse debe entrar en contacto con sangre o saliva infectada —respondió el licántropo de inmediato y Phil pareció aliviado—. Pero, Phil, él no va a lograrlo... y nosotros tampoco si no pensamos en algo de inmediato.
—Lo sé, lo sé... mierda, créeme que lo sé —dijo el Sheriff, apoyándose con cansancio contra la pared de la estación, como solía hacer antaño luego de un día particularmente agotador— ¿Cuántos de ellos crees que quedan?
—Conté cinco, bueno... cuatro, considerando lo que le hiciste a Mary.
—¿Esa es la que...?
—La compañera de Marko, han estado juntos por años —completó Noah—. Él no va a estar contento con esto, Phil, se va a encargar de que suframos por lo que le hicimos a ella. Esta noche volverán, y no tendrán piedad.
En ese mismo instante Kim volvió a la habitación con dos kits de emergencia en sus manos y una mochila en su espalda en la que había cargado todo tipo de insumos médicos que de inmediato dispuso sobre la mesa.
Noah y Phil compartieron una última mirada de complicidad antes de acercarse a la mesa donde Dave reposaba, sabiendo que el reloj corría, y que aquel era probablemente su último día en la tierra.
Mientras tanto, en algún lugar de los bosques que rodeaban Kingville, lo último de aquel grupo de Lupus tenebris se encontraba reunido en su campamento. La noche había causado muchas pérdidas, habían subestimado a sus oponentes, y habían pagado un precio caro. Sin embargo, a Marko solo le importaba una pérdida, y la estaba mirando con tristeza en silencio, ignorando las quejas de sus compañeros.
Mary aún dormía luego de haber recibido el disparo con la cura. Su cuerpo se veía más frágil que nunca, a Marko cada vez le costaba más reconocer a aquella mujer de la que se había enamorado en un primer momento. Poco a poco, iba perdiendo todo rastro de alguna vez haber sido una peligrosa mujer lobo, una depredadora de la noche, una cazadora despiadada. Allí solo quedaba debilidad, y él no toleraba verla así.
Un rayo de sol impactó justo en el rostro a la muchacha, y con un quejido ella abrió sus ojos por primera vez en horas, deteniendo en seco todo el murmullo a su alrededor. El cuerpo le dolía como nunca, y entonces recordó su última acción antes de caer desmayada.
Con desesperación, Mary se incorporó y sus manos recorrieron su cuerpo desnudo en búsqueda de una herida, el lugar en donde había impactado la bala, y sonrió al descubrir que no había nada allí.
—Estoy... ¿bien? —preguntó aun sonriendo— ¿Qué diablos pasó anoche?
El resto de la manada no pudo hacer otra cosa que desviar la mirada hacia su líder, que por su parte observaba con ojos brillantes a quien había sido el amor de su vida.
—¿Por qué lo hiciste, Mary? —preguntó Marko finalmente, conteniendo las lágrimas.
—Eres el líder, tenemos la obligación de protegerte —respondió ella con naturalidad— ¿Alguien va a decirme qué mierda está pasando? ¿Matamos a Noah?
—Noah vive, pero no por mucho, eso es una promesa —respondió Marko y se inclinó para besar la frente de Mary antes de levantarse y darle la espalda—. Ya no eres una de nosotros.
Aquella sentencia golpeó a Mary como una bolsa de ladrillos. No entendía qué diablos estaba pasando, y no podía comprender a qué se debía todo eso, y entonces una terrible idea se le ocurrió, una que puso un nudo en su garganta.
—La bala... —comprendió finalmente Mary.
—El proyectil estaba cargado con el antídoto, Noah compartió su secreto con los humanos —concluyó Marko.
El rostro de Mary pasó de la sorpresa al terror de un segundo al otro. Con espanto comenzó a observar sus manos y el resto de su cuerpo como si no fuera el suyo. Hacía años que no era humana, no desde aquella noche en que Marko la había mordido, ya no recordaba lo que se sentía ser tan frágil, tan débil, y ante la mera idea no pudo evitar estallar en llanto.
—Por favor, no pueden dejarme así, alguno de ustedes tiene que morderme... tienen que convertirme de nuevo —dijo Mary mirando alrededor en búsqueda de ayuda de sus compañeros que eludían su mirada.
—Sabes tan bien como nosotros que el antídoto estará siempre en tu sangre, si te mordemos nosotros podríamos vernos afectados —respondió Sebastian, uno de los miembros más antiguos de la manada.
—¡Denme algo de su sangre entonces! ¡No hace falta que me muerdan! —suplicó ella, de rodillas en el bosque.
Mary jamás se había sentido tan humillada como allí desnuda frente a lo que ella consideraba una raza superior. Podía incluso ver fugaces miradas de asco en quienes durante tantos años habían sido sus compañeros, pero ninguna dolía tanto como la expresión en el rostro de Marko. En un principio le costaba distinguir si se trataba de decepción, tristeza o disgusto, pero después Mary pudo verlo tan claro como el día: era odio. Él la odiaba o, más bien, odiaba en lo que ella se había convertido.
—No funcionaría, ya lo hemos intentado antes —argumentó Chris—. Lo hemos intentado antes. El antídoto anula nuestra sangre antes de que pueda llegar a hacer cualquier tipo de cambio.
—¡Tiene que haber alguna manera, por favor!
—Yo... lo lamento —respondió Chris y se alejó un poco del campamento, le dolía verla así.
—¡Marko, por favor...! —Mary lloraba profusamente, y finalmente el líder de la manada se agachó frente a ella y acarició su sucio cabello como solía hacerlo.
Durante un segundo ella vio la misma ternura de siempre en sus ojos y se permitió tener esperanza, más no pudo evitar que las lágrimas siguieran rodando por sus mejillas.
—Pagaran por lo que te hicieron, Mary, lo prometo —dijo Marko, aun acariciando a su amada—. Pero es hora de ponerle fin a tu sufrimiento.
Mary abrió los ojos con sorpresa ante las palabras del líder de la manada, pero antes de que pudiera reaccionar este ya había rodeado su cuello con ambas manos, y con un violento y poderoso movimiento logró quebrarlo en un instante. El sonido logró sobresaltar a Joanna, que a pesar de sus heridas había sobrevivido la noche, y volvió la atención de Sebastian y Chris a la escena.
Marko permaneció allí, abrazando el cuerpo inerte de su amada, sabiendo que había hecho lo correcto, pero sintiendo la furia empezar a llegar a un punto de ebullición en su interior. Una lágrima solitaria salió de su ojo izquierdo, y finalmente se permitió un estremecedor grito de bronca que logró hacer volar a todos los pájaros que descansaban en las cercanías.
Chris se acercó a su viejo amigo y apoyó una mano en su hombro con la esperanza de poder consolarlo, aunque sabía que era poco probable que lo consiguiera. Pero tenían que moverse. La situación se había complicado, los sobrevivientes habían escapado del perímetro que habían establecido y eso era inaceptable.
—Lamento que hayas tenido que hacer eso, pero fue para mejor, lo sabes —comenzó a decir Chris, tratando de encontrar las palabras justas para rescatar a su mejor amigo—. Ahora tenemos que seguir adelante, los demás ya deben haber llegado al otro lado del lago, si nos apuramos podemos interceptarlos antes de que lleguen a algún pueblo vecino.
—Nos quedaremos aquí... mataremos a Phil Jones —fue lo único que respondió Marko, sin dejar de abrazar el cadáver de Mary.
—Vamos, Mark, sabes que no podemos dejar a los otros escapar. Luego podemos volver por el Sheriff, rastrearlo y acabar con él, pero tenemos que...
Antes de que Chris pudiera continuar, Marko se dio vuelta, lo tomó del cuello y lo estrelló contra el árbol más cercano, haciendo que este se sacudiera con violencia.
—Parece que es has olvidado quien es el alfa en esta manada —dijo Marko a centímetros de su rostro—. No quiero oír tus ideas, ni tus opiniones sobre lo que deberíamos hacer.
Joanna dio un paso adelante, no estaba del todo seguro sobre qué decir, pero sabía que debía interrumpir, sin embargo fue detenida por Sebastian, quien negó con la cabeza haciéndole saber que no debía moverse.
—Lo... siento —murmuró Chris, luchando por tomar una bocanada de aire.
—Phil Jones morirá esta noche, ¿ESTÁ CLARO? —gritó Marko, escupiendo en el rostro de su amigo.
Bajo su mano podía sentir la sangre de Chris fluyendo, su rostro ya estaba bordó y sus ojos empezaban a inyectarse de sangre. El líder de los Lupus tenebris sentía que podía arrancarle la tráquea en ese instante si así lo deseaba, y ese mero pensamiento lo hizo sentir nuevamente en control. El Sheriff lo había hecho sentir vulnerable, débil, humano, y saberse aún poderoso le permitía centrarse en cumplir la promesa que le había hecho a Mary.
Por su parte, Chris asintió, y Marko inmediatamente lo soltó, dejándolo caer al piso, luchando por respirar y temiendo que su amigo había perdido totalmente la cabeza, pero no le quedaba otra que obedecer. Él era fuerte, pero sin lugar a dudas no era un alfa, no como Marko, quien se volteó a ver a Joanna y a Sebastian y estos desviaron la mirada con miedo.
Aquella sería su última noche en Kingville, de eso no cabía duda alguna.
Mientras tanto, en la comisaría Phil, Noah y Kim apenas y habían logrado detener el sangrado de Dave, quien aún no había despertado y en ese punto ya dudaban de que fuera a suceder. En el mejor de los casos él se iría en sus sueños, sin tener que soportar el terrible dolor que sin lugar a dudas lo inundaría si recobrara conciencia.
Sabiendo que no había mucho más que pudieran hacer, el Sheriff y Noah se alejaron, dejando a Kim arrodillada junto a la improvisada camilla, sosteniendo la mano de su hermano.
—Ya perdimos demasiado tiempo —señaló Phil mirando un reloj en la pared que milagrosamente aún funcionaba.
Aún faltaban muchas horas para que el sol se ocultara, pero sabían muy bien que ni bien eso ocurriera su vida estaría acabada si no reaccionaban pronto y ponían en marcha un plan para enfrentar a Marko y a los Lupus tenebris restantes.
—¿Cómo está de munición? —preguntó Noah desesperanzado, y le bastó ver la expresión del Sheriff para saber que aquella no sería la solución—. Bien... piensa... —dijo para sí mismo y tomó asiento.
La única manera que podrían sobrevivir la noche era derrotando de una vez por todas a Marko y disolviendo la manada, pero, como habían comprobado la noche anterior, era una tarea más difícil de lo que aparentaba. Él era un alfa inteligente, pero la pérdida de Mary podía desequilibrarlo lo suficiente... tal vez... tal vez.
—Él necesita tu ayuda —La voz de Kim atrajo la atención de Phil y Noah hacia la puerta, donde ella estaba parada, cubierta en la sangre de su hermano—. Por favor, salva a Dave.
Ambos se la quedaron viendo confundidos, hasta que finalmente Noah entendió a lo que se refería. La mera idea hizo que un escalofrío recorriera su espalda y todo su cuerpo se tensara.
—No —respondió él de forma tajante, ante la aún desconcertada mirada del Sheriff.
—¿Tienes una manera de salvarlo y no lo dijiste? —preguntó Phil.
—Ella no quiere salvarlo, quiere condenarlo —profirió el licántropo y se levantó furioso del asiento, alejándose del grupo.
—Kim, ¿te importaría explicar?
—Phil, piensa, les hemos estado disparando con todo lo que tenemos a esos bastardos y sin embargo todas las noches vuelven como si nada hubiera pasado —continuó la joven Veder—. No son invulnerables, pero sanan más rápido y...
—¿Quieres convertir a tu hermano en una de esas cosas? —la interrumpió Phil una vez que entendió el retorcido plan de Kim, y esta le dedicó una mirada de odio.
—Quiero salvarlo —replicó ella, ofendida—. Por favor, Phil, él no puede morir. No en Kingville.
—¿Te has detenido a pensar en lo que me estas pidiendo? —preguntó Noah acercándose de nuevo a ellos—. Me estas pidiendo que pase esta maldición, contra la que he estado luchando toda mi vida, a otra persona... a una buena persona.
—¿Tu nunca...? —empezó a preguntar Phil y Noah negó con la cabeza antes de que pudiera terminar.
Le había bastado comprender la naturaleza de la maldición que había recaído sobre él para decidir que jamás la compartiría con nadie más. Como Lupus lux su tarea era evitar la propagación de ese virus que tantas vidas había arruinado, contagiar alguien hubiera sido una traición del más alto nivel, y sin embargo, como creía que todos los licántropos lo habían hecho en algún momento, no pudo evitar preguntarse qué se sentiría compartir esa conexión tan especial con alguien. No sólo estaría pasando una maldición al transformar a alguien, estaría volviéndolo parte de una familia, de su familia, y aunque le odiaran por ello, no podrían negar lo que eran.
—Y jamás voy a hacerlo, ya les expliqué lo que me haría probar carne humana, me volvería como ellos —se negó nuevamente Noah.
—No hace falta que lo muerdas, puedes darle un poco de tu sangre, lo suficiente para contagiarlo y luego...
—¿Y luego qué, Kim? ¿Confiamos en que podrá soportar la sed de sangre? ¿Esperamos que no nos mate a todos aquí mismo? —la volvió a interrumpir el licántropo.
Mientras tanto, una idea había empezado a introducirse en la mente del Sheriff y, como una infección, fue esparciéndose hasta dominar absolutamente todos sus pensamientos. Era horrible, era brutal y era inhumana, pero podía funcionar y en ese momento era lo único que le importaba.
—¿Podría funcionar? —preguntó Phil de repente, interrumpiendo la constante discusión entre Kim y Noah.
—¿No estas considerando esto de verdad, cierto? Phil, es una locura.
—No pregunté si era una locura o no, quiero saber si puedes traer a Dave de vuelta.
Un silencio se instaló brevemente en la sala, hasta que finalmente Noah suspiró resignado.
—Sí, podría "salvar" a Dave, pero, Phil...
—Entonces hay que hacerlo —lo interrumpió de repente el Sheriff.
Noah lo miró entre enojado y confundido. Hacía apenas unos minutos Phil Jones estaba hablando de su clase como si fueran cosas y ahora parecía estar resuelto a entregar la vida de Dave como si no valiera nada, no tenía sentido... hasta que lo tuvo.
—Quieres equilibrar la balanza, ¿verdad? —preguntó Noah con resignación—. Quieres que Dave se transforme y vaya a pelear contra los Lupus tenebris para que tengamos más oportunidades esta noche. —Phil no respondió y esa fue toda la confirmación que Noah necesitó—. Increíble, hace años que venimos pensando que los humanos buscarían la manera de convertirnos en armas si se enteraran de nuestra existencia, pero jamás pensé que encontraría un ejemplo tan directo.
—No hay tiempo que perder, Dave te necesita —continuó la más joven de los Veder.
—Kim, ¿no entiendes lo que él quiere? Phil está dispuesto a sacrificar a tu hermano para ganar esta batalla.
—Phil Jones y sus intenciones para mi hermano me interesan muy poco —replicó ella—. Solo quiero que viva.
—Será por la buena o por las malas, Noah —agregó el Sheriff llevando su mano hacia su revólver.
El licántropo miró a Phil y a Kim, esperando encontrar una pizca de piedad en sus miradas, algo que les permitiera entender por qué no quería hacerlo, por qué no podía, pero no había nada allí. Cada uno había tomado una decisión y estaban dispuestos a llevarlas hasta sus últimas consecuencias. Kim motivada por el amor, Phil motivado por su odio, su sed de venganza. Noah se preguntó cómo habrían sido esas personas antes de la llegada de los Lupus tenebris, pero desechó esa línea de pensamiento rápidamente. Lo único que importaba era ese momento, y allí sólo quedaban personas rotas, meras máscaras de lo que alguna vez habían sido.
Sin decir una sola palabra más, Noah partió hacia donde reposaba Dave, y Phil supo de inmediato que no haría falta recurrir a la fuerza, de forma que sencillamente se dedicó a seguirlo y Kim hizo lo propio.
Al llegar a la habitación, Noah no tuvo que buscar demasiado para encontrar una vieja taza con el logo del departamento de policía de Kingville en uno de los escritorios aledaños. Kim por su parte volvió a fijarse en el terrible estado de su hermano, viendo como su pecho subía y bajaba con cada dificultosa respiración, no pudiendo evitar preguntarse si no sería mejor acabar con su sufrimiento de una manera más "humana".
Noah tomó la taza, estaba muy sucia, pero cumpliría su propósito. Se volteó solo para encontrar a Phil tendiéndole un cuchillo de cacería, el cuál tomó con desgano antes de hacerse un tajo en el brazo, lo suficientemente profundo para que la sangre fluyera hasta la taza, pero no tan grave que no estaría sanado en unas pocas horas.
Los tres vieron el líquido derramarse poco a poco dentro del recipiente. La oscuridad en la sala hacía que la sangre se viera de un color oscuro brillante, absolutamente grotesco, pero luego de todo lo que habían tenido que soportar, ¿qué era un poco de sangre más?
Cuando la taza estuvo a la mitad, Noah la dejó sobre el escritorio, y aún sin decir nada se alejó. No sería parte eso, no vería cómo condenaban a Dave con su propia sangre, y sin embargo, no podía evitar sentir un poco de curiosidad al respecto.
Decidida, Kim tomó la taza entre sus manos. La sangre vertida en ella la había puesto algo tibia, lo que no sentó bien a la joven Veder, pero aun así avanzó hacia su hermano y Phil Jones hizo lo propio, sosteniendo la cabeza de Dave para asegurarse de que no se iba a ahogar con el líquido.
Phil y Kim compartieron una última mirada, y finalmente la última apoyó la taza contra los labios de su hermano y comenzó a inclinarla.
Un poco de sangre se derramó por la comisura de sus labios, pero la mayor parte descendió con suavidad por su garganta, sellando su destino para siempre.
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