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Visita inesperada

Con la partida de la mayoría de los asistentes a los funerales del difunto rey In Guk, el palacio de Jaén había vuelto a recuperar un poco la rutina olvidada por tanto ajetreo.   

Los concejeros reales, y Yoongi mismo, habían vuelto a reunirse en la mañana con el fin de organizar las principales tareas de reconstrucción del reino tras el desastre dejado por el huracán. Desde lo alto de los muros se podían ver los grandes grupos de soldados que se preparaban para las labores de rescate y aprovisionamiento de las víctimas, al igual que las aguas que poco a poco regresaban a su cauce.

Sin embargo, aquel día no parecía haber empezado bien para Seonghwa. El chico se sentía fatal, razón por la que, mareado y asqueado, vaciaba su estomago en una pequeña bacinica de barro mientras un esclavo le ayudaba sosteniéndole el cabello y la cabeza.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó cuando terminó de vomitar. Este negó con la cabeza enjuagándose la boca con un poco de agua, y luego empezó a mascar unas hiervas amargas que le devolvieron un poco de control sobre su estomago. Despacio se sentó en una pequeña banca cerca a las cocinas y el olor de los guisos le hizo sentir que volvía a descomponerse. Entonces, con cuidado, se acomodó en su asiento aprovechando la nueva postura para palpar su vientre, el cual sabía, pronto empezaría a crecer.

Estaba embarazado; embarazado de Yoongi y lejos de sentir alegría por aquella noticia, su nuevo estado solo le traía preocupación. No sabía cómo era posible que a pesar de todas sus precauciones hubiera podido quedarse embarazado, y tenía miedo de la reacción que tendría Yoongi al enterarse. Era obvio que para este, aquello tampoco resultaría una grata sorpresa, y menos ahora que iba a casarse con el principito de Koryo.

—¡Diosas, Diosas! —exclamó sintiéndose desesperado. —¿Es que acaso juegan con nosotros con dados marcados? ¿Somos acaso fichas de alguna clase de juego que tejen desde allá arriba? —Señaló el cielo despejado con su dedo índice, enojado. El esclavo que le acompañaba se sentó a su lado y lo acunó despacio entre sus brazos.

—¿Estas embarazado, verdad? —le preguntó cauteloso. Pero Seonghwa asintió comenzando a llorar. —Tranquilo, ya pasará. Además, aun puedes pensar si quieres tenerlo. Conozco a alguien que podría ayudarte si deseas... ya sabes.

Alzando el rostro, Seonghwa miró al otro muchacho comprendiendo enseguida a que se estaba refiriendo. Sintió un escalofrío. A pesar de ser un prostituto, no estaba seguro de poder cargar con algo como un aborto en su conciencia. Sin embargo, solo asintió dejando la posibilidad en el aire. Su vida y sus planes acababan de dar un giro enorme y estaba aun demasiado confundido para decidir nada. Lo mejor sería esperar y pensar las cosas con cabeza fría.

—Lo pensaré —respondió poniéndose de pie para alejarse del olor de las cocinas. El embarazo de los donceles era un proceso que duraba siete meses, así que si decidía tener a la criatura, aun disponía de unos tres meses para pensar en lo qué haría después.

El huracán había dejado al reino padeciendo de algo que los meteorólogos llamaban "desajuste climatico". Jaén se encontraba oficialmente en otoño desde hacía algunos días, pero a pesar de eso, las temperaturas lograban ascender de una forma tan escandalosa que los niños pequeños partían huevos sobre pedazos de aluminio en medio de los patios de los armeros y los veían cocinarse frente a sus ojos. Hacía tanto calor que ni los propios habitantes del reino, personas que otrora habían aguantado fuertes jornadas de calor, soportaban el inclemente sol de los últimos días.

Esa mañana en particular el calor era excesivo. Los soldados sentían que el sol les cocinaba mientras Yoongi, frente a ellos, impartía las órdenes al respecto de las tareas de reconstrucción; estaba tan acalorado como sus hombres, y su rostro sonrojado por el bochorno, desprendía gotitas de sudor.

—Hoy nos repartiremos por la distintas aldeas del reino, evaluando los daños al paso —decía caminando de un extremo a otro del patio. El calor le había hecho quitarse la camisa y quedarse solo con una camisola delgada de hilo que se le pegaba al torso sudoroso. —Algunos serán asignados para realizar un censo —continuó diciendo mientras sus hombres asentían obedientes, —otros evaluaran las perdidas y el estado de los heridos. También necesito un grupo que se encargue de rescatar los cadáveres de las victimas... sus familiares por lo menos merecen tener un cuerpo que enterrar. Reúnan voluntarios entre la población, necesitaremos toda la ayuda posible. Koryo ya ofreció colaborarnos, así que tendremos muchas manos que nos colaboren. ¡A trabajar!

—¡Si, majestad! —Los uniformados rompieron filas y las cuadrillas se prepararon para partir cada una a su respectiva labor. Mientras tanto, Yoongi quitó de las manos de un sirviente una bota de agua, y sofocado, se echó el contenido encima sacudiéndose luego los cabellos húmedos.

Estaba haciendo demasiado calor y aquello no era normal. Posiblemente lo que estaba sucediendo tuviese que ver con esa magia poderosa de la cual le habían hablado los concejeros a Hyunjin y de la cual fue puesto al corriente él también apenas regresó de Koryo. Hyunjin le había dicho lo que los concejeros pensaban al respecto, y Yoongi se mostraba de acuerdo.

Jaén había pasado por huracanes anteriores pero ninguno le había golpeado antes con tal magnitud. Definitivamente detrás de todo aquello había algo mucho más misterioso implicado, y sin duda era mejor descubrirlo pronto... Antes de que algo más grave sucediera.

Pero de momento tenía otras tareas de las cuales ocuparse y una de ellas era despedir a su prometido y preparar los detalles de la boda y de su inminente coronación. Una punzada de miedo cruzó por su pecho, asumir la corona en un momento tan difícil para el reino no era algo para saltar de emoción, sin embargo lo que realmente le molestaba aquel día era la partida de Jimin, y el hecho de no saber con exactitud cuándo volverían a verse.

¿Por qué le molestaba tanto saberlo lejos? ¿Por qué empezaba a sentir como si fuera una necesidad el tenerlo cerca, el poder estrecharlo entre sus brazos, el hacerle el amor? No podía estarle pasando aquello, no a él, que siempre había presumido ser un hombre controlado y racional en cuanto a asuntos amorosos se refería. Ahora en cambio había perdido el sano juicio, el control de sus emociones y se estaba comportando como un adolescente calenturiento.

Se puso en marcha hacía las torres centrales con el fin de buscar a Jimin y a Woo Seok, los cuales muy seguramente ya estarían preparándolo todo para partir.

Sin embargo no alcanzó ni siquiera a terminar de cruzar el patio exterior. Antes de traspasar el gran arco que había entre este y los jardines, vio como Jimin venía hacia él, acompañado como era de esperarse por sus padres y un poco más atrás, por el tal Namjoon.

—Buenos días, Yoongi —saludó Woo Seok deteniéndose bajo el arco para cobijarse bajo la sombra que este proyectaba. Los esclavos que los venían tapando con unos doseles se hicieron a un lado al no ser necesarios de momento.

—Buenos días, majestad. Luce usted esplendido. —Yoongi tomó la mano de Woo Seok y la besó. Este le obsequió una modesta sonrisa apartándose para que ahora el rey se despidiera de Jimin. —Y tú... no tienes igual —le dijo a su prometido tomándolo de la mano. Pero en cambio del modesto beso en la mano que todos esperaban, lo tomó del talle y acercándolo suavemente a su boca lo besó tierna y comedidamente.

Woo Seok no dijo nada al ver aquel gesto, ni siquiera se inmutó, pero Jung Hyung y Namjoon, que se encontraban a pocos pasos de distancia, si parecieron disgustados, sobre todo este último.

—Bueno, creo que es mejor que se den prisa, mamá —dijó a fin de interrumpir el beso. —No quiero que les sorprenda la noche a mitad de camino.

—Mi hijo tiene razón —concordó Jung Hyung, evidentemente disgustado con aquella escena, en especial con Jimin que se había pasado de rebelde al cortar sus cabellos.

Asintiendo mientras rompía el beso, Yoongi se mostró de acuerdo con los otros dos varones y de esta manera todos se pusieron de nuevo en marcha hacia los establos. Cuando todos estuvieron frente a sus respectivas monturas, Namjoon ayudó a su mamá a subir a su caballo mientras Yoongi hacía lo propio tomando por la cintura a Jimin hasta depositarlo suavemente a lomos de su caballo.

—Quiero que te cuides mucho hasta que volvamos a vernos —pidió el rey besando la mano del doncel mientras los ojos de éste le devolvían la mirada con un brillo cargado de pasión.

—Lo haré... cuídate mucho tu también —le respondió el príncipe antes de que los dedos de Yoongi dejaran del todo libre su mano.

—Volveremos a vernos pronto, lo prometo.

"¿Sería verdad?" Pensó Jimin en el momento en que su montura empezaba a andar. Yoongi le había dicho que se cuidara y que se verían pronto, pero nada más. No hubo ningún te quiero, ni un te extrañaré, y menos un me harás falta y para él eso era muy diciente. En su corazón aun existía la duda de que Yoongi solo quisiera casarse con él para enmendar su falta y no porque sintiera algo realmente por él.

La noche que pasaron juntos en el establo le había dicho cosas lindas... y luego la noche anterior estando ebrio. Pero aquello no significaba nada; no con un hombre que la mayor parte del tiempo parecía un pedazo de hielo. Yoongi parecía un muro infranqueable, un castillo inexpugnable que solo con una poderosa estrategia podría conquistarse... La pregunta era... ¿Tendría él, la inteligencia para lograrlo?

Cuando la comitiva de Jimin y Woo Seok dejó atrás las caballerizas del palacio, Jung Hyung se volvió hacia las torres centrales mientras Yoongi se encaminaba hacia las torres de sus concejeros. Namjoon, que se sentía muy irritado a causa del calor y de la escenita que acababa de presenciar entre su hermano y el rey de Jaén, detuvo al susodicho antes de que éste saliera de los patios.

—Yoongi, espera... tenemos que hablar. —El calor hacía que la frente de Namjoon estuviese perlada de sudor, y su camisa también se pegaba a su torso. Yoongi lo miró con recelo, deteniéndose.

—¿Qué pasa? ¿Qué tendrías tú, que hablar conmigo? —preguntó con algo de altanería.

—De muchas cosas, por si no lo sabes —respondió Namjoon dando unos cortos pasos hacia él. —Pero por lo pronto solo quiero hacerlo sobre tu hermano, Hyunjin... Ya tuvo su menarquía así que... Ya puedes entregármelo en matrimonio.

—¡No! —El rostro de Yoongi palideció, pero aun así se obligó a mantener la compostura. —Quiero decir... Mi hermano está de luto, sería una grosería hablar de compromisos ahora.

—¡Claro que no! —El rostro de Namjoon, sonrojado por el calor, se puso más colorado aun. —Tú también estás de luto y eso no te impide seguir tu compromiso con Jimin... Por lo tanto no veo problema en que yo pretenda a Hyunjin.

—¿Es que no te das cuenta de que esto es una locura ? —replicó Yoongi, nervioso. —Yo voy a casarme con tu hermano... voy a reparar el daño causado —prometió bajando el tono de voz.
—No metas a Hyunjin en esto, por favor.

—Tu hermano se metió solo en esto. —Los ojos de Namjoon brillaban como dos resplandecientes esmeraldas. —Con sus mentiras desató todo este caos y si tú no has sido capaz de enseñarle modales, entonces como su marido, lo haré yo.

—Pero yo te aseguro que está muy arrepentido de lo que hizo.

—Pues su arrepentimiento no me sirve... ni el tuyo tampoco.

La resolución en aquellas últimas palabras hizo crispar a Yoongi. No sabía por qué ese hombre se empeñaba en tomarla contra Hyunjin, pero fuese la que fuese la razón, él no iba a permitirle que dañara a su hermano.

—¡Eres un infeliz! ¡No te acerques a mi hermano! —bramó colérico. El calor había alterado los ánimos de todos aquella mañana y Namjoon no pudo evitar lanzarse contra Yoongi al ver que este le alzaba la voz de aquella manera.

—¡Y tu no me grites, malnacido! ¡Agradece que las suplicas de mi hermano han detenido mi mano! De lo contrario ya podrías darte por muerto.

—¿En serio? —Yoongi entornó la sonrisa, avanzando más hacía Namjoon. —¿Y crees que te sería tan fácil mandarme con las Diosas? —preguntó, de forma provocadora.

—¡Tu no irías al paraíso, desgraciado! —estalló Namjoon. —¡Los miserables como tú jamás conocen a las Diosas!

—¡Tampoco los bastardos recogidos que se creen los que no son!

—¡Maldito!

El puñetazo de Namjoon le dio en toda la ceja izquierda haciéndole una brecha sobre esta. La sangre que brotó casi de inmediato por la herida se mezcló con el sudor de su mentón manchando rápidamente su camisa blanca. Aturdido, Yoongi trastabilló un poco pero apenas pudo recobrar el equilibrio se aventó contra el otro varón, rugiendo de irá.

—¡Eres hombre muerto! —le dijo iracundo, lanzándose sobre él. Los sirvientes y los guardias que se hallaban cerca a los patios acudieron a prisa al escuchar la algarabía, y al llegar, encontraron a los dos hombres tirados en el suelo dando golpes e intentando a toda costa quedar uno sobre el otro. Namjoon sentía que sus manos punzaban del dolor al no tenerlas aun aliviadas del todo, sin embargo la rabia le daba las fuerzas para soportarlo y el orgullo le hacía soltar todos los improperios que conocía.

Yoongi logró quedar sobre su oponente. Resoplando como un poseído llevó sus manos al cuello de Namjoon mientras lo miraba con ojos asesinos. En ese momento habían llegado a su cabeza los recuerdos de su conversación con Woo Seok,  la que tuvo antes de eso  con Jung Hyung y todo el odio que sentía hacia aquel desgraciado hombre.

Namjoon ciñó sus manos sobre las manos de Yoongi tratando de liberarse del amarre, pero era inútil, este lo apretaba con la fuerza de una garra de león, de manera que el Koryano en un último intento por zafarse no tuvo más opción que descargar un rodillazo sobre el vientre de su adversario obligándolo a soltarlo en el acto.

—¡Infeliz! —gruñó cayendo ahora él sobre Yoongi. Una lluvia de puñetazos comenzó a caer sobre el rostro del Jaeniano, el cual, se cubría a medias con sus manos mientras despachaba también uno que otro golpe. En ese momento la guardia intentó intervenir pero su rey los detuvo con un grito.

—¡No se acerquen. Esto es entre él y yo! —ordenó acertando un derechazo sobre Namjoon, dejándolo de nuevo debajo. —¡Muerde el polvo desgraciado!— exclamó hundiéndole la cabeza sobre la tierra hirviendo. —¡Muérdelo para que no olvides lo que eres, sucio campesino!

—¡Muérdelo tú! —replicó Namjoon, jadeante. Había tomado un puñado de tierra y lanzándola directo a los ojos de Yoongi, logró que este se apartara enceguecido. Entonces, incorporándose un poco, tomó a su contrincante por los cabellos dándole un cabezazo certero y brutal, el cual le abrió más la herida de la frente.

La algarabía se había adueñado del patio, una multitud de sirvientes abrumados y sin saber qué hacer se agolparon en torno a la escena. Los miembros de la guardia seguían empuñando sus espadas en caso de que su señor reconsiderara el dejarlos intervenir o por si su oponente intentaba usar el cuchillo que se veía asomado por encima de una de sus botas.

Cuando el par de hombres comenzaron de nuevo a lanzarse puñetazos a diestra y siniestra una figura seguida de una pequeña corte de donceles dio la vuelta por el recodo del patio, y mirando la escena con ojos consternados se acercó a toda prisa hacía aquellos que la protagonizaban.

Varios varones, comenzaron a caer dormidos al paso de Hyunjin, pero el resto logró permanecer en pie, aunque medio adormilados, para contemplar como el príncipe se interponía entre Namjoon y Yoongi protegiendo como un gatito furioso a su hermano.

—¡Por las Diosas! —exclamó el doncel cubriendo a Yoongi con su cuerpo. El puño de Namjoon se detuvo al ver quién era ahora el que se hallaba en su trayectoria, y alucinado, se quedó mirandolo, impávido.

Definitivamente aquel chico era más osado de lo que había supuesto. Nunca había conocido a un doncel que se atreviera a meterse entre la disputa física de un par de varones. Pero al parecer, aquel niño siempre estaba dispuesto a sorprenderlo.

—¡No voy a permitir que irrespeten la memoria de mi padre cuyo cuerpo ni siquiera ha terminado de enfriarse! —riñó Hyunjin mirándolos a ambos. —Y usted... —apuntó dirigiéndose a Namjoon. —No le voy a permitir agredir a mi hermano por algo de lo que yo soy culpable. ¡No vuelva a ponerle un dedo encima ¿Me oyó?! ¡Nunca vuelva a tocarlo! —Y diciendo esto alzó su mano descargando una bofetada sobre la mejilla sonrojada del Koryano. Namjoon alcanzó a presentir el golpe pero se quedó aturdido recordando que esa era la actitud que tanto le había gustado de él cuando lo conoció aquella noche en Koryo. Su cuerpo pareció convertirse en un volcán y no precisamente por el calor radiante de aquella mañana.

De un solo movimiento tomó a Hyunjin entre sus brazos tumbándolo sobre el suelo caliente; el muchacho, aturdido, no se esperaba aquello y mucho menos Yoongi, quien incrédulo, vio obnubilado la forma como Namjoon reducía a su hermano y sin mayores permisos, ni escrúpulos le estampaba un fogoso beso en medio de todo aquel gentío.

—Si tú besas a Jimin como si ya fuera tu marido, yo besaré a Hyunjin todo lo que me plazca y todo lo que él se deje. Sus labios son como agua para el sediento —dijo el Koryano una vez terminado el beso.

Hyunjin se había quedado estático como si los labios de ese hombre aun siguieran robándole el aliento, mientras Yoongi, luchando contra el sopor que le producía la cercanía de su hermano, intento de nuevo agredir a su rival.

Sin embargo, sus ansias de retaliación no quedaron más que en eso. A pesar de que Hyunjin llevaba el cabello completamente sujetado en un moño alto, el cual le ayudara a controlar sus hormonas, estas terminaron por adormecer a todos los varones con excepción de Namjoon y Yoongi cayendo sobre el pasto con un golpe seco, dio por terminada la pelea.

—Espero que esto no vuelva a repetirse —exigió Hyunjin poniéndose de pie para limpiar sus ropas negras completamente sucias.

—¿Te refieres a la pelea con tu hermano o al beso que te di? —le preguntó Namjoon aun en el suelo, pero mirandolo con unos ojos que parecían querer devorarlo.

—¡Me refiero a ambas cosas! —se sonrojó el doncel, alzando altivamente el mentón. —¡Por supuesto que me refiero a ambas cosas! —remató dándole la espalda al único varón despierto para volver junto a su corte. En ese momento, Namjoon, poniéndose de pie, lo retuvo de un brazo obligando a volver.

—¡Te tomo la palabra! —le advirtió, mirándolo con intensión.

—¿A qué se refiere? —inquirió Hyunjin poniéndose un poco nervioso.

—Me refiero a lo que me pediste... Eso de no agredir a  Yoongi por algo de lo que tú eres culpable, encanto. A partir de ahora este asunto será algo entre ambos. ¿Qué te parece?

—Me parece que no logrará amedrentarme —respondió el príncipe deshaciéndose del amarre del varón.

—¿Quieres apostar? —replicó, sobándose la mejilla adolorida por la bofetada que acababan de propinarle.

—¡Pobre infeliz! Sigue soñando, —fue todo lo que le dijo Hyunjin antes de volver a darle la espalda y retomar su camino. Sin embargo, al hacerlo, su corazón volvió a latir con la velocidad de un caballo desbocado. Presentía que aquel hombre se estaba comenzando a convertir en un enemigo, y a él no le gustaba subestimar a ningún enemigo. Por primera vez en su corazón, Hyunjin sintió, aunque fuese por breves instantes, algo de respeto hacia Namjoon.

Con la partida del príncipe menor, Namjoon decidió ir a lavarse y despejar un poco la cabeza, Yoongi y los demás varones despertarían pronto y por el momento era mejor no seguir echando más leña al fuego.

Bastante lastimado por los golpes se dispuso a volver a la torre que ocupaba junto a Jung Hyung, pero justo en ese instante, su padre, atraído por la algarabía que había oído desde la torre, se dirigía a los patios, preocupado.

—¿Qué ha pasado? —exclamó consternado al ver a Namjoon en aquel estado. —¡Por las Diosas! ¿Me quieres explicar que ha sucedido?

—Me pelee con Yoongi —respondió sin intenciones de mentir. Los ojos de su padre se abrieron como dos lunas llenas.

—¡¿Y se puede saber por qué?! ¡Por Johary. Somos invitados en este reino, no puedes pelearte con el rey! ¿Por qué ha sido? ¡Dímelo!

—Nos peleamos por Hyunjin —contestó su hijo. Sigue insistiendo en que no me lo entregará en matrimonio. ¡Y no es justo! ¡El chico ya tuvo su menarquía! ¡No hay razones para que no me lo entregue!

—¡El reino está de luto, hijo! Anunciar compromisos ahora sería una grosería —intentó mediar Jung Hyung. —Mira —le dijo colocándole una mano sobre el hombre, —cuando haya pasado el tiempo prudente en el protocolo te aseguro que volveré a hablar con él, pero por lo pronto dejemos las cosas así.

—¡En lo absoluto! ¡Y me cago en los protocolos!

—¡No seas insolente, mocoso! —Una nueva bofetada marcó la mejilla resentida del Koryano. Jung Hyung lo miró molesto retirando la mano de su hombro para señalarle ahora con el dedo índice.
—Escúchame, Namjoon. No quiero problemas con los Jaenianos y no quiero que intentes nada que vaya contra las determinaciones que tome Yoongi con respecto a su hermano ¿Me has oído? Fin del asunto.

"Ni una mierda" pensó Namjoon viendo a su padre alejarse. Lo siguió mientras trataba de controlar su rabia. Si su padre supiera lo que ese par habían hecho, seguramente no los defendería tanto. Pero no importaba; él no iba a dejar pasar el tema tan fácilmente y menos ahora. No podía... No podía dejar a Hyunjin fuera del juego, no después de ese beso que habían compartido minutos antes. El beso que le hizo sentir que ese mocoso era una flama entre sus brazos.

Los sirvientes comenzaron a retirarse cuando acabó el espectáculo; se encontraban completamente boquiabiertos por lo que acababan de presenciar. Seonghwa que había llegado casi de último estaba algo anonadado también; había llegado a creer que conocía muy bien el carácter de Yoongi, pero lo que había presenciado estaba lejos de llamarse combate a secas; esa había sido una pelea totalmente pasional que tenía nombre propio: Jimin. No había lugar a dudas... Su rey estaba loco por ese niño y estaba muriéndose de celos al pensar que Namjoon no quería al chico solo como hermano.

Le lanzó una mirada fugaz al verlo despertar e incorporarse. Yoongi parecía de pésimo humor, tanto que no le importó quitarse la camisa ensangrentada delante de sus sirvientes. Seonghwa le miró por unos segundos más pero luego regresó a sus quehaceres.

Por el contrario, Hongjoon, el esclavo de Joseon, que había encontrado a Jin Goo, sí que se quedó en el patio observando muy detenidamente al rey Jaeniano. Sus ojos miraban la espalda de Yoongi reparando en la marca de nacimiento que este llevaba en la baja espalda. El lunar era una mancha negra en forma de pez, y Hongjoon la reconoció en el acto porque se la había visto a alguien más y en aquella otra ocasión, lo singular de la marca, también le había llamado la atención.

Impávido comenzó a atar cabos. Era imposible que dos personas tuvieran una marca de nacimiento igual si no estaban relacionadas directamente por la sangre. Era claro que había descubierto algo increíble, pero por lo pronto no diría nada de lo que había visto. De momento solo seguiría averiguando más por su cuenta, al parecer había descubierto que el rey de Jaén llevaba sangre Joseoneana en las venas.

El mediodía en Koryo era tan refrescante como un buen baño de alberca en un día de verano. Jimin y Woo Seok estaban felices de haber salido de aquel infierno que era el reino vecino, aunque si se hubiesen quedado un poco más dentro de palacio, habrían descubierto que a Jaén le quedaba a la perfección ese calificativo.

Sin embargo, a pesar del buen clima, el viaje estaba resultando un poco aburrido, pues durante todo el trayecto el paisaje otoñal solo ofrecía decorados sombríos, junto al inmenso tapizado de hojas secas, las cuales se desprendían de los arboles al más ligero golpe de la brisa.

La guardia real también parecía taciturna y Jimin, que cabalgaba a buen ritmo al lado de su mamá, no terminaba aun de recuperar los ánimos. Se veía pensativo y a lo largo del viaje no había abierto la boca para absolutamente nada.

—¿Se puede saber qué es lo que te pasa? —Woo Seok  espoleó su caballo para llegar hasta el lado de su hijo. Por el tono de su voz era obvio que seguía molesto por lo que había presenciado en la madrugada.

—Mamá, el estomago me duele y quiero vomitar —se quejó tocándose la panza. Una idea inquietante pasó por la mente de Woo Seok, y atemorizado frenó ambas monturas para examinar bien a su hijo menor.

—Déjame ver —dijo mientras revisaba los ojos de Jimin. Por lo pronto, estos no habían cambiado de color, así que en caso de que estuviese embarazado debía tener menos de quince días.

Avergonzado, Jimin rompió en llanto; conmovido, Woo Seok lo hizo pasarse a su montura junto a él. Una vez estuvo entre los brazos de su mamá, Jimin se acunó sobre su pecho, hipando.

—No quiero tener un hijo, mamá. No ahora, no estoy preparado —sollozó un poco más alto.

—Lo sé, cariño —le habló tiernamente Woo Seok acariciandole los cabellos cortos. —Es por eso es que estoy haciendo esto. Entiendo que estés enamorado pero debemos ser precavidos. No sé cómo te las arreglaste cuando estabas fuera de palacio, en la abadía a la que te envió Jung Hyung, en contra de mi voluntad, aunque supongo que alguien te habrá ayudado para que no te quedaras en cinta... ¿Cuánto tiempo llevas siendo amante de Yoongi, hijo? ¿Y por qué no me contaste nada cuando volviste a palacio? Yo te habría apoyado. —Los ojos del doncel mayor se habían humedecido; sentía que todos los años que había vivido separado de Jimin habían formado una brecha entre ambos, otra de las miles de cosas que jamás le perdonaría a su marido. Sentía que la confianza que antaño se habían promulgado había perdido solidez y quizás aquella era la oportunidad perfecta para recuperarla.

Por su parte, Jimin no sabía si sería mejor contarle todo a su mamá y salir de aquella zozobra de una buena vez. Por un momento se sintió tentado a hacerlo pero el miedo no se lo permitió. En cambio, siguió con su mentira, diciéndole que Yoongi y él llevaban varios años juntos y que cuando vivía en la abadía, un doncel de compañía era el encargado de buscarle las hierbas que le ayudaban a no concebir.

Después de eso, se abrazaron con ternura, emocionados de haber recuperado en parte la confianza extraviada por tantos años de lejanía. La angustia de Jimin mejoró cuando Woo Seok le prometió que apenas llegaran a palacio pondrían en práctica un truco que conocía de antaño y que podía predecir con mucha exactitud si un doncel estaba o no embarazado, antes de que sus ojos cambiaran de color. Jimin lo había mirado desconfiado, pero no le quedó más remedio que esperar a ver qué cosa planeaba su siempre misterioso mamá.

Faltaba exactamente kilómetro y medio para llegar hasta una de las principales aldeas de Koryo. El haber salido tan temprano de Jaén les permitió llegar justo un poco después del medio día, de forma que podrían hacer una pequeña pausa para comer algo antes de seguir la marcha. Pero las cosas no llegaron a ser tan así; al parecer las Diosas tenían preparada una sorpresa para la comitiva real y esta no tardó en presentarse sorprendiendo a la guardia.

—¡Un extraño se aproxima, todos a sus posiciones! — ordenó el capitán al resto de sus hombres. De inmediato los uniformados formaron un cerco alrededor del cual quedaron el rey consorte, el príncipe y una pequeña corte de nobles que los acompañaban.

El jinete se acercaba a toda velocidad, cortando el viento como si de un filoso cuchillo se tratase; los soldados se pusieron en guardia ante el potencial ataque pero el hombre no intentó hacer nada raro una vez estuvo frente a ellos.

—¡Identifíquese! —exclamó el capitán de la guardia empuñando su espada.
—No de un paso más.

El hombre estaba totalmente encapuchado y no se podía ver su rostro, no hablaba ni se movía, de manera que los soldados de la guardia terminaron por desenvainar sus espadas acercándose hasta él.

El capitán al mando fue el primero en acercarse del todo, eso sí, siempre con la espada en alto, apuntando, rodeando y escudriñando sin reparos la figura misteriosa de aquel desconocido. Con total lentitud, temblando un poco, pues a pesar de su rango era aún un muchacho joven; introdujo su arma entre el rostro de aquel sujeto y el pliegue de su capucha, dispuesto a bajarla y revelar su identidad. Sin embargo, no pudo prevenir que aquel hombre haciendo gala de una velocidad apabullante, lo desarmara en el acto clavándole su propia espada en el hombro derecho.

El alarido del guardia estremeció a los donceles del grupo. Jimin, que se había quedado adormilado entre los brazos de Woo Seok, se despertó asustado acurrucándose contra su mamá, el cual, a su vez, estrechaba fuertemente a su hijo, viendo como aquel sujeto desenvainaba una brillante y larga espada abalanzándose contra el resto de los soldados.

—¡Basta! —ordenó Woo Seok poniendo su diestra en alto. Evitaría un enfrentamiento a toda costa. Si ese hombre había sido capaz de desarmar con un solo movimiento al líder de su grupo, resultaba obvio que no se trataba de alguien ordinario y corriente. Era mejor ser precavidos.
—Identifíquese —le volvió a pedir, esta vez en tono menos autoritario.

Sus hombres, incluido el herido capitán, detuvieron sus ataques pero continuaron con sus espadas en alto apuntando a discreción la figura del desconocido. Cuando el sujeto avanzó varios pasos en su montura, Woo Seok se apresuró a formar una barrera bioenergética entre ellos. El hombre misterioso sonrió tras su capucha.

—No se preocupe, Majestad  —dijo con una voz ronca y sensual, al tiempo que descubría su rostro. —Mi nombre es Yeo Jin Goo, y jamás me atrevería a tocar semejantes bellezas... A no ser, claro está, que dichas bellezas quieran ser tocadas. —Sus ojos miraron con picardía a Woo Seok. El rey consorte se sonrojó levemente pero de inmediato recobró la compostura. Cuando su mente procesó la información dicha por aquel sujeto, sus ojos se abrieron de par en par y sintió que la boca se le secaba.

—¿Yeo Jin Goo? —preguntó anonadado. —¿El antiguo regente de Joseon?

—El mismo —respondió el susodicho. —En las épocas de mi regencia no tuve ocasión de conocerle bien, mi señor. Pero si conocí bien a su señor esposo y al hijo mayor de ambos. Su alteza, el príncipe Taehyung.

Mientras Jin Goo hablaba, Jimin se pegaba cada vez más al regazo de su mamá, sintiéndose temeroso por la mirada de ese hombre. No sabía por qué, pero su presencia aguerrida, fuerte y un tanto tosca le recordaban mucho a Yoongi. Woo Seok le calmaba acariciandole los cabellos y luego, dándole un voto de confianza al recién llegado deshizo la barrera energética que había interpuesto entre ellos dejándolo acercarse un poco más.

—Pues usted dirá qué necesita, señor Jin Goo. No creo que se haya acercado hasta nosotros solo para darnos los buenos días... Y herir a mi guardia de paso.

Jin Goo explayó una sonrisa ladina. Había atrasado su llegada a Koryo al decidir qué mejor iría primero hasta el castillo de Joseon a reunirse con los concejeros de palacio.

Los hombres del concejo se habían aliviado mucho al verle y habían aceptado acatar sus órdenes hasta que Jungkook y él regresaran a palacio. Fue por esto que el camino de Jin Goo se retrasó y por capricho de las Diosas había terminado topándose de frente con la comitiva de los Koryanos. Aquello lo hacía sentirse muy afortunado, pues entrar al palacio de Koryo sería muy fácil en compañía de sus propios habitantes.

—Necesito entrar en el palacio y entrevistarme con el príncipe Taehyung —dijo. —Me han dicho que mi antiguo pupilo, Su Majestad, el rey Jungkook, se encuentra de visita en vuestro palacio... Pero, yo no sé qué tan invitado sea realmente.

—¿Qué quiere decir? —Los ojos de Woo Seok brillaron asustados. Sabía muy bien a lo que se estaba refiriendo aquel hombre pero él no iba a ponérsela sencilla.
—El rey Jungkook si está en mis predios —aceptó sin titubeos, —y se le está tratando con toda la cortesía que amerita su cargo.

—¿Entonces no le importará que yo vaya a comprobarlo?  —siseó Jin Goo. —Los malos entendidos es mejor aclararlos. ¿No le parece, Majestad?

—Sí que me lo parece —contestó este, altivo.
—¡Atención, guardias! —exclamó llamando la atención de sus hombres.
—A partir de ahora el señor Yeo Jin Goo nos acompañará en nuestro viaje, así que guarden las espadas y trátenlo con cortesía... Vamos a mostrarle que los Koryanos somos personas pacíficas.

De esta forma la comitiva retomó la marcha con un nuevo integrante más. Woo Seok se puso al lado de Jin Goo dándole charla mientras rezaba a todas las Diosas. Ahora no le quedaba duda de que Taehyung había capturado a Jungkook y lo había llevado a Koryo en contra de su voluntad. Sin embargo estaba seguro de que su hijo amaba a ese hombre con todo su corazón y que esa había sido la única forma que había encontrado para acercársele.

Un hombre consagrado a una Diosa por una promesa de castidad no era un candidato fácil... Pero tampoco lo sería un antiguo tutor preocupado por el que había sido casi como un hijo. Aquello no sería algo sencillo, y Woo Seok tuvo mucho miedo de que su hijo no fuese a salir bien librado.

Una pasta amarillenta, pegajosa y hedionda, era lo que preparaba Seonghwa con esmero para sanar las heridas de su rey. "Parece mierda de pollo", le había dicho éste mientras la revolvía, pero solo fue hasta que la acercó a él que Yoongi se lo preguntó con seriedad. A cambio, Seonghwa le había obsequiado una tierna sonrisa y negado con la cabeza, mientras le explicaba que se trataba de un alga marina curativa que al mezclarse con algunas esencias más producía aquel hedor.

Yoongi no parecía muy convencido del todo pero había aceptado que se la aplicase; prefería eso a los emplastos curativos de los médicos que quemaban y picaban. Aunque lo que realmente hubiese preferido era que Hyunjin lo curase, pero su hermano estaba tan molesto por el espectáculo que había contemplado en la mañana que no había aceptado verle durante todo el día.

A pesar de esto, se encontraba más tranquilo. Pasada la rabia por lo de Namjoon, había vuelto a sus anteriores preocupaciones. Recordó su última conversación con Woo Seok, el cuál le había explicado la forma como se había enterado de que Hyunjin era hijo de su marido. Al parecer, años atrás mientras buscaba unas cosas en su cuarto nupcial, el doncel se había encontrado con una carta donde Hyo Seop, con su sello real como respaldo de la enmienda, en la que le confesaba a Jung Hyung que Hyunjin llevaba su sangre. También le decía que ya no podía más con esa situación y que prefería estar muerto a seguir viviendo sin él. La carta, posiblemente había llegado a Koryo luego de la muerte de Hyo Seop, porque Woo Seok decía haberla encontrado casi una semana después de los funerales de aquel.

Sin embargo, aquella carta también revelaba algo más; un secreto más turbio y oscuro, algo que muy pronto Yoongi tendría la oportunidad de comprobar.

—¿Majestad, ha oído algo de lo que le he dicho? —Seonghwa terminaba de colocar el emplasto sobre la brecha de la frente del rey. Era claro que éste no le había prestado atención en lo más mínimo y que algo importante ocupaba sus pensamientos.

—¿Seonghwa... cómo sabes cuando alguien te está mintiendo? —preguntó taciturno. El muchacho se encogió de hombros, y en ese momento el olor de aquel emplasto volvió a agitarle el estomago llevando las nauseas de vuelta a él. Yoongi lo vio descomponerse frente a sus ojos, y poniéndose de pie lo sostuvo antes de que éste cayera al suelo. Pero no pudo evitar que la vasija que sostenía el emplasto, y que el muchacho había soltado, se estrellara contra el suelo de la habitación.

—¡Por las Diosas! —se quejó el doncel, tambaleante. Su rey lo miró consternado.

—¿Estás bien? ¿Qué rayos fue eso?

—Un mareo... nada importante —respondió llevándose las manos a la cara. —Solo un mareo.

—Ven aquí. —Con un movimiento algo brusco, Yoongi tomó a su antiguo amante en brazos y lo recostó sobre su lecho. Seonghwa tembló al verse acostado en la mismísima cama real, pero cuando vio que el varón se le acercaba reparando en sus ojos, toda la sangre pareció írsele a los pies. Yoongi también parecía estar a punto de desmayarse.

—Tus ojos... tus ojos han cambiado de color.

—Mi señor... —Seonghwa rompió en llanto. Estaba realmente asustado.

—¿Cuánto tiempo tienes? —preguntó el rey. —¿Desde cuándo lo sabes?

—Mis ojos cambiaron de color ayer, Majestad. Eso significa que solo tengo quince días.

—¡Eso significa que es mío! —habló Yoongi, y sus ojos parecieron atravesar al chico frente a él. —¿Cuándo pensabas decírmelo? ¿Después de parirlo?

—¿Me dejaras parirlo, mi señor? —La voz baja de Seonghwa temblaba. Su pregunta hizo estremecer a Yoongi. ¿De veras parecía un hombre tan malo como para que le preguntaran algo así?

—¿Por qué supones que no te lo permitiré? —inquirió suavizando el tono. Se había sentado en el lecho junto al doncel y ahora alzaba su diestra para acariciarle los cabellos.

—Porque es el hijo bastardo de un rey, supongo —respondió Seonghwa encogiéndose de hombros.

—Pues no será el primer ni el último bastardo de Jaén —replicó Yoongi pensando en Hyunjin. —Así que no te preocupes. Tendrás a tu hijo y se le permitirá vivir con la  dignidad de un príncipe, te lo prometo.

—Yoongi. —Seonghwa se atrevió a llamarlo por su nombre por primera vez y estrechándose contra él, recibió el abrazo más cálido que este le hubiera dedicado jamás.

Una corriente de aire helado recorría los campos Koryanos. La meseta real rodeada de montañas esplendorosas se decoraba de colores otoñales, antesala al invierno que si bien, estaba lejos de compararse al de Joseon o al de Yurchen, tampoco era para tomarse a la ligera.

Los aldeanos trabajaban mas a prisa por esas épocas posibilitando de esta forma que las bajas temperaturas los sorprendieran con los cultivos recogidos y bien aprovisionados para soportar hasta la llegada de la primavera, la cual, resplandeciente y primorosa, volvería a sonreírles al año siguiente masacrando sin remordimientos los vientos gélidos.

Era justo esa misma corriente la que erizaba la piel de Jungkook quien, sumergido entre las diáfanas aguas de la alberca del palacio Koryano, nadaba con la gracia y la agilidad de un hermoso pez.

Aquellas albercas Koryanas eran consideradas una joya arquitectónica entre los cinco reinos. Eran artificiales pero desde las torres más altas parecían una cadena de pequeños lagos conectados por delgados canales. Toda una obra de arte que databa de los años siguientes al "Gran pacto". Cada "lago" medía casi cincuenta metros de largo y tres de profundidad en las partes más hondas, justo en el sitio donde desembocaba la fuente: una cabeza de león cuyas fauces despedían inmensos chorros de agua caliente, con agua que brotaba desde el mismo fondo de la tierra.

—¿Sucede algo, tesoro mío? —preguntó Taehyung avanzando hasta la pileta donde se encontraba Jungkook. Un esclavo se le acercó y le quitó la bata de seda con la que se cubría.

—Tengo un poco de frio —contestó Jungkook nadando hasta el borde de la piscina. Taehyung, desnudo y magnifico, comenzó a descender por las escaleras de la alberca hasta llegar a él.

—No te preocupes. De inmediato te haré entrar en calor —le susurró despacio dándole cortos besos en el cuello mientras lo sostenía por la cintura. Los dos cuerpos se entrelazaron bajo el agua mientras las ramas de algunos árboles soltaban hojas que caían sobre ellos.

Jungkook no sabía que estaba haciendo. Pensaba y se decía a si mismo que todo aquello era una farsa, la única forma de lograr su libertad. Pero cada vez le parecía más certera la sensación de que aquello era solo una excusa. La verdad era que se sentía libre como nunca había soñado estarlo jamás.

Taehyung, su entrega desmedida, y el apasionado y feroz amor que le profesaba a cada instante, le habían conmovido por completo. El haberlo poseído aquella noche, y luego de eso, en dos ocasiones más, estaban haciendo que fuese él quien se sintiera ahora perdiendo la cabeza. No sabía que pasaría luego, no sabía cómo terminaría ese extraño juego que habían trazado los dos, pero sin duda era algo en lo que de momento no quería pensar. En ese instante solo quería sentir el cuerpo de Taehyung cerca al suyo, sentir su aroma, su aliento cálido sobre su cuello; el calor de sus besos, de su piel.

"Realmente he enloquecido" se dijo a sí mismo. "Es por esto que SiKje me prohibió el deseo carnal... Porque la tentación es grande, muy grande. ¿Y tú lo sabías, verdad? ¿Sabías que una vez degustara el sabor de lo prohibido solo desearía más y más de esta miel?"

Taehyung lo acercó más hacia la fuente de la que manaba el agua caliente. El vapor que empezó a correr por su rostro hizo que se sintiera entre brumas y niebla; la silueta de Taehyung frente a él era todo lo que veía, y cuando éste lo puso de espaldas para lavarle los cabellos, el tesoro de SiKje pensó que podía pasarse la vida entre aquellos brazos, que podía dejarse caer totalmente en el pecado.

"¿Pero, qué cosas estoy pensando?" se reprochó a sí mismo. "Pronto me iré de aquí, pronto volveré a mi reino y esto no habrá sido más que un bonito sueño" "Ahora, en este momento solo soy Jungkook, el hombre que desea ser amado, pero cuando este en Joseon tendré que ser otra vez "El tesoro de SiKje", el ungido de la Diosa"

Se volvió de nuevo hacia Taehyung y sin dilación lo besó. Le encantaba la entrega y la pasión que sentía siempre en aquellos labios, como si ese príncipe hubiese nacido solo para amarlo a él... para ser suyo.

—¿Eres mío Taehyung?

—Soy tuyo —respondió el aludido con su boca sobre la otra. —Y lo seré hasta que me muera. Ni el temor a SiKje pudo detenerme.

—Eres un loco, un apasionado demente. Nunca me cansaré de repetirlo.

—Y tú eres la fruta prohibida que las Diosas lanzaron al mundo para tentar a los hombres. ¡Son tan crueles!

—No más que los hombres —replicó Jungkook. —Tú me has llevado a la perdición.

Con una sonrisa Taehyung volvió a besarlo con ardor. Jungkook le entrelazó las piernas por las caderas y sus sexos se rozaron sin pudor. Ninguno de los dos podía creer lo que estaba sucediendo; que estuviesen allí unidos como viejos amantes, que sus cuerpos se sintieran tan bien acoplados que no quisieran separarse jamás. En medio del frenesí, Taehyung lo atrapó en una esquina de la alberca y lo puso de espaldas contra él, tallando su espalda con sus manos, en un sinfín de movimientos sinuosos y delicados.

Jungkook sintió las manos de Taehyung toqueteando sus muslos, rozando sus glúteos y ciñendo sus caderas. Los labios del príncipe recorrieron su espalda y descendieron bajo el agua buscando el sexo mojado y pulsátil del rey. Cuando llegaron a este, Jungkook apoyó la cabeza sobre el bordillo de la piscina y se entregó por completo a las sensaciones. Se preguntó cuánto tiempo podría resistir Taehyung bajo el agua haciéndole aquello, pero realmente no pudo contabilizar por más de medio minuto; el deseo que comenzó a arder en su vientre se lo impidió, y cuando quiso abrir de nuevo los ojos, ya estaba junto a él limpiándose la boca.

Al rato salieron del agua y se tiraron sobre la orilla de la piscina. Jungkook temblaba y Taehyung se echó sobre él tapándolos a ambos con una gruesa piel de bisonte. Las caricias se prolongaron casi durante toda la mañana y Taehyung se había dejado poseer de nuevo, esta vez incluso, a la vista de varios de sus sirvientes.

—¿Desde cuándo estás enamorado de mi? —preguntó Jungkook de repente, observando al varón que debajo suyo volvía a compasar su respiración luego del orgasmo.

—Fue el día que sembré las rosas negras que viste en el jardín —respondió el príncipe, jadeante.

—¿Las sembraste tu mismo? —se sorprendió Jungkook, y el corazón pareció hervirle dentro del pecho.

—Así es —asintió Taehyung. —Cuando terminé de plantarlas me paré de la tierra removida y me vi todo sucio, con la ropa mugrosa y sudada, entonces me dije: ¡Rayos, mírate! Estás cultivando rosas. Tú, un experto en combate y armas. Fue en ese momento que lo supe —aseguró mirando a Jungkook con dulzura. —Te amaba.

Con el rostro sonrojado, Jungkook acabó con la distancia que los separaba y su boca volvió a tomar la de Taehyung. Tal vez estaba cayendo como un tonto pero en ese momento no le importaba. La única persona que había amado nunca lo había conocido tan bien como para hacer algo así. En cambio Taehyung parecía saber hasta sus pensamientos.

Jin Goo se había ido sin ni siquiera despedirse, le había abandonado sin razones, sin una palabra de consuelo, sin un por qué.

El beso se rompió cuando una algarabía rompió la paz de los jardines donde se encontraban las albercas. Al parecer el rey consorte había llegado y exigía ver de inmediato a su hijo. Detrás le seguía Jimin, algunos guardias y un sujeto alto y corpulento que parecía más bien un bandolero.

—¿Dónde está mi hijo? —preguntó Woo Seok pasando por en medio de los esclavos. Taehyung y Jungkook se apresuraron en ponerse de pie, cubriéndose a medias con la piel de bisonte. Entonces la figura de Jin Goo salió de detrás de los guardias encontrándose con su pupilo, medio desnudo, mojado y abrazado sin ningún pudor a la figura del príncipe Taehyung.

—¡Vaya, vaya! —ironizó Woo Seok mirando a la pareja. —¿Ve que no le mentía cuando le dije que su Majestad  Jungkook, era un invitado de honor?

Pero la broma de Woo Seok no pareció contener los ánimos del antiguo regente de Joseon. Su rostro se había congestionado de rabia y no podía creer lo que sus ojos veían.

—Jin Goo... —habló Jungkook con un temblor creciente en sus piernas. Sin embargo, lo que hizo a continuación lo sorprendería hasta a él mismo.

Con movimientos lentos se deshizo del amarre de Taehyung y salió del abrigo de piel. Su desnudez, sublime como la de un ser celestial, se paseó por todo el corredor de la piscina llegando a la altura de su antiguo mentor, el cual, aturdido, lo miraba como si lo estuviese viéndolo por primera vez.

—Jungkook... —susurró como hipnotizado. Pero en ese momento la fuerte bofetada que el muchacho descargó sobre su mejilla le impidió decir algo más.

—Jin Goo... grati zah tra cla ves sachin. (Jin Goo... hasta que por fin te apareces) —dijo Jungkook en perfecto Saguay, la lengua natal de Joseon. —Ves es gemis tractana (Te he estado esperando para que me saques de aquí).

Continuará...

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