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Visiones del futuro

—Bueno, esta vez se han intercambiado los papeles —siseó Seonghwa. —Esta vez será mi señor quien pregunte y su alteza Namjoon deberá responder.  

—¿Dirá la verdad o prefiere un reto? —continuó Hyunjin. El sol del medio día estaba en todo lo alto haciendo que su piel volviera a transpirar levemente y la idea de tener a Namjoon en sus manos lo hacía sudar más.

Namjoon lo miró con seguridad.

—La verdad, siempre la verdad.

—¿Y eso por qué? —siseó el príncipe. —¿Acaso le da miedo aceptar alguno de mis retos? No pensé que fuera un hombre cobarde, alteza.

—La cobardía solo está en la mentira y en el engaño —replicó Namjoon. —Se necesita ser muy valiente para hablar siempre con la verdad.

La cara de Hyunjin se puso roja como una amapola. Ese hombre parecía siempre tener una respuesta preparada para todo y eso lo irritaba.

—En ese caso cuéntenos cómo fue que terminó convertido en príncipe. ¿Es verdad que sus padres murieron en un incendio? —Apenas terminada de formular la pregunta, Hyunjin se dio cuenta de que se había excedido. El rostro de Namjoon había perdido cualquier leve atisbo de amabilidad y en sus facciones solo quedaba una expresión contrariada.

—No expondré mi tragedia solo para tu diversión, —anotó con voz ronca y carente de suavidad. —Si algún día quieres saber mi historia de verdad, con gusto te la contare a solas.

Apenado Hyunjin bajó el rostro y se disculpó. Pensándolo mejor a él tampoco le habría agradado que le preguntaran sobre la muerte de su mamá o sobre su tensa relación con su padre. Sin duda había sido muy poco considerado con aquella pregunta, así que la cambio por otra que le interesaba más.

—Siendo así, responda entonces cómo hizo para evadir mis hormonas. Ningún varón puede acercarse a mí, así que no entiendo como lo hace usted.

La expresión de Namjoon se serenó por completo. Ahora una sonrisa burlona asomaba por sus labios.

—La respuesta está en los jardines principales —se burló ampliando la sonrisa. —Es un fruto que tiene la capacidad de neutralizar las hormonas de los donceles en menarquía. Pocos saben eso... realmente solo lo saben los sanadores.

—¿Y su mamá, el verdadero, el que lo tuvo en su vientre fue un sanador, verdad? —Seonghwa preguntó aquello con intención. —Oh, disculpe. No es mi turno de hacer preguntas. —Guardó silencio pero para ese momento Namjoon ya se había dado cuenta de lo que él sirviente había hecho. No cabía duda ahora de que el antiguo amante de Yoongi estaba al corriente de muchas cosas, cosas que estaban incluso a muchas leguas de distancia de los muros de Jaén, cosas como que la madre de Namjoon era un Yurchiano.

Hyunjin también miró a Seonghwa con suspicacia, pero tuvo que dejar de meditar en ello cuando el juego continuó y la daga volvía a señalarlo como la víctima. A Seonghwa le tocó el turno de preguntar de nuevo.

—Hoy es mi día de suerte; el señor ha vuelto a caer en mis manos... ¿Dirá la verd...?

—Diré la verdad —contestó Hyunjin sin esperar que terminaran de hacer la pregunta. Se empezaba a hartar de aquel juego y más al ver que no estaba logrando fastidiar a Namjoon. —Pero te advierto que será la última pregunta que se haga... Ya me harté de este juego.

—Muy bien —respondió Seonghwa cambiando la sonrisa por una mirada penetrante y mordaz. —En ese caso conteste su alteza... ¿Por qué no ha dejado de temblar usted durante toda la mañana? ¿Quién le hace temblar así? ¿Acaso se trata de nuestro invitado?

Al oír aquello los ojos de Hyunjin se abrieron con total incredulidad. No podía creer que aquel sirviente lo estuviera dejando en tal evidencia cuando supuestamente iba a ayudarlo a molestar a aquel extranjero.

—Seonghwa... —trató de reprochar, pero los ojos del otro doncel parecían carecer de respeto, de miedo o de la antigua complicidad que minutos antes le profesaban.

—Conteste, alteza... y recuerde que el precio de la mentira es caro.

Entonces Hyunjin miró a Namjoon con rabia. Su cuerpo temblaba sin control y a pesar de ser la máxima autoridad allí, se sentía acorralado como un cervatillo en medio de una manada de leones. Los demás sirvientes guardaban un sepulcral silencio, esperando ansiosamente.

—No... —susurró finalmente, inseguro. —No, no es por él. ¡Jamás! —exclamó muy fastidiado. Su mirada vibrante buscó la de Seonghwa, preso de un temor extraño, pero su sirviente se hallaba concentrado en el talismán que luego de la respuesta del príncipe había empezado a brillar de una forma casi irreal.

Seonghwa miró a Hyunjin con mucha seriedad.

—Le advertí que el talismán reconocía la mentira, alteza. —Su voz sonaba peligrosa
—Y que el precio era caro.

Los ojos de todos se concentraron en el talismán, el extraño amuleto despedía una luz blanca muy resplandeciente. De repente, se elevó y algunos de los presentes se pusieron de pie aturdidos de pánico. Namjoon se puso de pie también, pero su actitud era más de curiosidad que de temor; sus ojos brillaban contra la luz del talismán y vio asombrado como el objeto se desplazaba hasta ellos.

Hyunjin dio un brinco sobre su litera y el talismán quedó justo frente a él. La luz que emanaba este lo cegaba y sus piernas no le respondían; todo su cuerpo parecía haber quedado paralizado ante el poder de ese amuleto. Entonces sucedió.

Algo parecido a una esfera de luz salió de la boca de Hyunjin y fue absorbida por el talismán que luego de esto mermó su brillo hasta apagarse por completo. Seonghwa lo recogió cuando cayó sobre la piedra del jardín, colocándoselo nuevamente en el cuello.

Hyunjin trató de gritarle algo al traidor de su sirviente... pero no pudo.

—Ha perdido la voz, alteza. —Seonghwa señaló al talismán. —Durante un día no podrá hablar; es el precio de la mentira. Le advertí que era un juego para tomarse en serio, pero usted no me hizo caso.

“¿Qué? ¡No puede ser!,” pensó el príncipe. “¿Por qué me ha hecho esto? Se suponía que estaba de mi parte, o... ¿Acaso fue todo planeado desde el principio?” Miró a todos lados intentando comprender la situación, pero el resto de sus sirvientes parecían más asustados que él. Finalmente avanzó hasta la altura de Seonghwa y con ira le soltó una bofetada.

Seonghwa lo miró cabizbajo.

—Solo quería divertir a mi señor. Pero veo que mi truco no le ha parecido divertido. —Una segunda cachetada escoció su mejilla y esta vez Hyunjin lo escupió antes de echarse a correr. La mayor parte de los sirvientes salieron detrás de él mientras otros miraban a Seonghwa con una combinación de miedo y reproche.

—No debiste haber hecho eso —le dijo uno, con voz bajita. —Te acabas de ganar un enemigo poderoso y mi señor no es alguien que perdone fácilmente.

—Es verdad —apuntó otro. —¿Por qué hiciste eso? ¿Estás loco?

—Quizás. —Seonghwa se encogió de hombros mirando a Namjoon. Cuando la mayoría de los sirvientes se alejaron del jardín ambos volvieron a quedar a solas, y Seonghwa le entregó el talismán que había atrapado la voz de Hyunjin.

—Los demás sirvientes tienen razón —afirmó el Koryano mirando fijamente al doncel. —Te acabas de echar un enemigo muy fuerte.

—Un enemigo que no será tan fuerte si usted lo contiene en Koryo. El talismán que le acabo de entregar es la clave. —Los ojos de Namjoon se clavaron en el acristalado amuleto. —En él quedará guardada para siempre cada palabra que Hyunjin haya pronunciado a lo largo de su vida, desde su primer balbuceo hasta ese "¡Jamás!" que exclamó antes de perderla. Con esto podrá chantajearlo; allí estará la conversación que tuvo con Jimin cuando entró a escondidas a Koryo, y estarán también todas las conversaciones que habrá tenido con Yoongi al respecto de lo ocurrido con el principito de Koryo.

—Seonghwa...

—Como se da cuenta acabo de probar mi valía y mi palabra... ahora le toca a usted probar la suya. Si usted no aleja a Hyunjin de aquí en unos días, todos estaremos perdidos. Estoy poniendo mi vida y la de mi hijo en sus manos, también la de mi señor, Yoongi y la del propio Hyunjin, al cual se que no dañará sin necesidad.

—¿Y cómo estás seguro de ello?

—Porque usted es un buen hombre, puedo sentirlo, mi talismán puede sentirlo. A partir de ahora es suyo, le pertenece, pero dele un buen uso. El príncipe Hyunjin no es un mal muchacho pero ha sufrido mucho en este lugar. Aunque usted no lo crea y aunque él nunca pueda verlo así, estoy haciéndole un favor a ambos.

—¿Qué sabes tú de las cosas que pasan en este lugar? —Namjoon guardó el talismán en un bolsillo de su pantalón y miró a Seonghwa fijamente a los ojos. —¿Qué tantos secretos guarda Jaén? —preguntó inquieto.

—Se más de lo que usted se puede imaginar, mi poder es tener visiones sobre el futuro, —respondió el sirviente. —Pero no me corresponde hablar de ello por ahora. Solo puedo decirle que se avecinan tiempos muy difíciles para el reino y que vendrá un gran guerra en la que solo uno de los reinos quedará en pie, por lo que será mejor que el rey Yoongi tenga un problema menos del que ocuparse. Nada será seguro aquí en estos primeros años de sucesión y si por algún motivo algo llegara a pasarle a Yoongi, y el príncipe Hyunjin se enterara de que hay un bastardo que pueda reclamar el trono, prefiero que se entere estando lejos de mí y de mi hijo. La muerte de su majestad In Guk, es algo que tomó por sorpresa a muchos a pesar de que la locura de aquel pobre hombre era un secreto a voces. En la corte se escuchan rumores, se conspira en contra del rey Yoongi; la alianza con los Koryanos será algo bueno pero no se dejará de conspirar hasta que muchas verdades salgan a la luz.

—¿Qué tipo de verdades?

—Cosas que su Majestad Yoongi me confió y que no son importantes ahora. En este momento lo único importante para usted debe ser tomar lo que quiere, porque de otra forma jamás le será entregado. Hasta el día de hoy el príncipe estará sin guardia, mañana sus hormonas desaparecerán y los varones podrán acercársele de nuevo, por lo tanto la guardia volverá a vigilarlo de cerca.

—¿Y qué hay de los sirvientes donceles? —preguntó Namjoon. —Esos tampoco lo dejan solo nunca.

—Ellos estarán alejados mientras pasa el enfado del príncipe. A él le gusta estar solo cuando se enoja, y lo que acaba de suceder lo ha puesto furioso. Así que tendrá el espacio que necesita para verlo a solas, yo le daré la señal.

Arreglaron todo para encontrarse dentro de la siguiente hora en uno de los pasillos de la torre del príncipe. Mientras Namjoon caminaba por éste, la brisa marina entraba furiosa jugando con sus cabellos.
“¿Estaré cayendo en una trampa?”, se preguntaba mientras avanzaba.

No era de admirarse que ese tal Seonghwa realmente le estuviera engañando y todo lo ocurrido en el jardín hubiese sido una farsa para hacerlo sentir seguro y luego darle la puñalada a traición. Sin embargo, en ese momento no le quedaba otra que confiar; el tiempo jugaba en su contra y jamás tendría una oportunidad como aquella de nuevo.

Hyunjin estaba tan borracho que no podía casi ni sostenerse en pie; sus sirvientes le habían dejado solo luego de que el príncipe golpeara a dos de ellos hasta obligarlos a salir de sus aposentos. Nunca le habían humillado tanto pero el licor había logrado ponerlo en un estado muy parecido a la calma, algo así como un mar agitado pero no lo suficientemente airado como para resultar amenazante.

Su vida se estaba precipitando a un abismo de una forma tan abrupta que era imposible detener la caída. Su padre había muerto, su hermano le había mentido por años, y el hombre que había deseado como esposo y como única vía de escape resultaba ser su medio hermano.

“Taehyung, mi hermano”. La idea era tan asquerosa que le revolvía el estomago. “No importa, ya no me importa nada” pensó. En ese momento la puerta de su habitación se abrió con un sonido agudo de las bisagras. Hyunjin giró su rostro y vio la silueta de Namjoon acercándose hasta el lecho; se incorporó mirándolo con odio pero de su boca no pudo salir ni una sola palabra.

Frustrado se echó de nuevo sobre la cama. Namjoon cerró las puertas tras de sí y cortó por completo la distancia hasta quedar de pie frente al lecho. Soberbio miraba a Hyunjin desde arriba.

—Seonghwa tiene razón —dijo serio. —No eres más que un niño, un niño que necesita una lección.

“¿Y tú me darás esa lección?”, parecían preguntar los ojos del príncipe.

—Mi poder es la legeremancia —continuó diciendo Namjoon, —es decir puedo navegar en tu mente y con tu consentimiento, leer tus pensamientos. Si me permites ingresar a tu mente podré saber lo que estás pensando y así podremos comunicarnos ¿Qué me dices?

Hyunjin bufó tirándose nuevamente sobre la cama; ni loco dejaría que ese hombre escudriñara en su mente. Sin embargo al ver su reticencia a colaborar, Namjoon se echó junto a él con brusquedad.

—¡Ya basta! —exclamó con verdadero fastidio. —Ya es hora de ponerle alto a esta situación. —Su mirada resultaba tan amenazante que Hyunjin se encogió sobre las sabanas. —He pasado por muchas cosas en la vida para permitir que un mocoso malcriado y egoísta se burle de mí. ¿Ves esto? —Se sacó el talismán del bolsillo y se lo enseñó. —En este talismán ha quedado grabada tu voz; todo lo que has dicho a lo largo de tu vida está aquí, cualquier conversación que hayas tenido, balbuceos en sueños, todo, absolutamente todo. Así que estoy seguro de que habrá algo interesante sobre lo que ocurrió con Jimin... Y será más interesante enseñárselo a mi padre y ver como lo toma.

La boca de Hyunjin se abrió consternada; sus ojos decían todo lo que su lengua no podía. De un solo golpe se incorporó más sobre el lecho y dio la autorización que Namjoon necesitaba para entrar en su mente.

“¿Qué es lo que quieres de mi? Por favor, no dañes a mi hermano”.

Namjoon sonrió. Por fin estaba obteniendo lo que quería.

—Así está mejor... —dijo leyendo a la perfección los pensamientos de Hyunjin. —Lo que quiero contigo es fácil, encanto. Le dirás a tu hermano que has considerado mejor mi propuesta y que deseas ir conmigo a Koryo para ser mi esposo.

“Eso nunca.”

—No tienes opción.

“Si que la tengo”. La embriaguez de Hyunjin se había disipado un poco debido a la gran tensión, sin embargo aun se sentía como si flotara en una gran nube. No estaba muy seguro de lo que estaba haciendo, de hecho no estaba seguro de nada en lo absoluto, pero en ese momento lo mejor era actuar... Después, quizás, tendría tiempo para arrepentirse. “Se que me deseas” dijo dentro de su mente mientras volvía a tirarse sobre la cama. Abrió su bata con impúdico descaro y su cuerpecito menudo quedó expuesto a los ojos de Namjoon, sin ningún recato. Tenía un pantaloncillo hasta medio muslo decorado con encajes de seda; sus piernas eran largas y delgadas, y también se intuían suaves como un pétalo de rosa.

Alzó una de sus piernas y posó su pie sobre el pecho de Namjoon; con cuidado lo recorrió lentamente hasta llegar un poco más arriba de la pelvis e introducirlo por debajo de su camisa. La piel de Namjoon también era suave en esa zona, comprobó instantes después, y también que estaba perlada de una incipiente capa de sudor que hizo resbalosa la caricia.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Namjoon cuando la planta de aquel pie comenzó a rozar su pezón derecho. —No juegues con fuego, te vas a quemar.

“¿No es esto lo que deseas? ¿No es acaso esto lo que quieres de mi? ¿Cobrar oro con oro, plata con plata, honor con honor?”

—¿Crees que tomándote aquí y ahora lo que sucedió con Jimin estará saldado? ¿Es eso lo que piensas? —Namjoon sabía que entre la corte podía haber donceles descarados y lascivos pero nunca pensó que Hyunjin fuera uno de ellos. Lo había engañado con su supuesta inocencia, incluso el día en que lo había confundido con un esclavo la primera vez que se vieron en Koryo. Lo que veía ahora era un doncel lleno de embriagante y abrumadora sensualidad; una criatura hermosa, lasciva y hechizante.

La sonrisa del muchacho no hizo más que corroborar su impresión. Hyunjin deslizo su pie por todo el tórax del varón; con el dedo pulgar jugueteó con su ombligo y después, con pausada intención, bajó hasta la pelvis, soltó con los dedos del pie los cordones del pantalón de Namjoon y sin poder evitar un pequeño sonrojo adicional al que le creaba la embriaguez, acarició el miembro duro que pulsaba entre los pantalones del otro príncipe.

—Es suficiente. —Namjoon lo levantó, tomándolo de los hombros. Si no paraba eso enseguida no iba a poder pararlo jamás. Deseaba tanto hacerle el amor allí mismo que le dolía el miembro y estaba perdiendo el control de la situación. El espejo de cuerpo entero que Hyunjin tenía dentro de su recamara los reflejaba a ambos: sus torsos rozándose, sudorosos y agitados.

Hyunjin se miró al espejo y los ojos de Namjoon lo siguieron; de un solo movimiento se quitó por completó la bata de seda y ésta resbaló con suavidad por su anatomía dejándolo solo en ropa interior. Sus manos buscaron los cordones de la camisa de Namjoon y la abrieron hasta dejar la mitad de su pecho al descubierto; sus manos temblaban pero no cesaban en su intento de desnudar al varón.

—¡Muy bien, tu lo quisiste! —La voz de Namjoon estaba tan ronca de deseo que parecía gruñir. No valía la pena luchar contra sus deseos, iba a ser inútil; desde que había puesto los pies en esa habitación la batalla había estado perdida. Sus brazos fuertes apresaron el menudo cuerpecito de Hyunjin y fácilmente lo levantaron del suelo para besarlo con fiereza. Hyunjin enroscó sus piernas alrededor de las filosas caderas y sus brazos rodearon el cuello del varón.

Cayeron al lecho entre besos y caricias. Namjoon se incorporó sacándose la camisa; su torso subía y bajaba sin compas. Bajo él, Hyunjin resoplaba sintiéndose mareado; sus manos tocaban el pecho sudoroso de Namjoon, ese plebeyo era una delicia de hombre, no podía negarlo, como tampoco podía evitar sentir que se derretía entre sus brazos.

Sus labios volvieron a juntarse. La agresiva y casi brutal sensualidad de Namjoon se desprendía por cada uno de sus poros; le gustaba el sexo salvaje y brusco, tal como era su naturaleza, indómita y decidida. Hyunjin se perdía bajo su cuerpo torneado y macizo estremeciéndose ante cada caricia. La menarquía hacía que su piel estuviera muy sensible y que cada uno de sus nervios tuviera vida propia. Cuando los labios de Namjoon abandonaron su boca y llegaron a su cuello, el príncipe dejó salir un largo jadeo que era el mayor sonido que su garganta podía producir.

Las manos de Namjoon recorrían aquel cuerpo como si quisieran moldearlo con su tacto. Ya había degustado los hombros tersos, el cuello suave y los labios jugosos, y ahora sus manos buscaban los cordones de los pantaloncillos para bajarlos. Cuando la prenda cedió, el Koryano introdujo su mano bajo la tela y capturó con su diestra uno de sus glúteos. Hyunjin dio un respingo frotándose contra las caderas del varón en un acto erótico muy bien aprendido. Namjoon paró toda caricia para observarle con atención: desde las primeras caricias se había dado cuenta de que ese chico parecía demasiado experimentado en su forma de amar. Al principio había creído que solo besaba bien, cosa que podía ser aceptable, pero ahora era distinto. Resultaba obvio que no era la primera vez que ese muchacho intimaba con alguien y aquello le resultaba tan irritante que le dolía el estomago.

—¿Quién fue? —preguntó. Hyunjin resoplando de espaldas sobre el lecho lo miraba confundido.

“¿De qué hablas?”, preguntó con gesto vago.

—Hablo de esto —Como respuesta Namjoon tanteó entre sus glúteos. Hyunjin jadeó y se restregó contra la mano invasora con sensualidad. —¿Lo ves? —preguntó el Koryano.
—Ningún doncel casto responde así a las caricias la primera vez que es tomado.

“Es porque yo no soy igual a ningún otro doncel que tú hayas tomado antes.”

—¡Mentira! —se crispó Namjoon. —Es porque no eres virgen y lo sabes.

“¿Y eso te molesta?”. Hyunjin no podía creer que después de tanto buscar la forma de fastidiar a ese hombre, algo así era lo que terminaría por irritarle. No pudo evitar que una sonrisa de triunfo asomara por sus labios, e incorporándose de nuevo acarició con su mano delicada el pecho desnudo de Namjoon hasta llegar al rosado pezón que comenzó a frotar con intención.

—¿Quién fue? —volvió a preguntar Namjoon irritado. —No puedo creer que hayas entregado tu virginidad sin haber tenido ni siquiera tu menarquía... ¿Quién fue el depravado? ¿Acaso fue a la fuerza? ¡Dímelo!

“¡No!” —Hyunjin detuvo la caricia fastidiado. “No fue a la fuerza; él jamás me dañaría... El me ama.” —Los ojos de Hyunjin parecieron llenarse de una extraña ternura que Namjoon no le había visto nunca. “Y no te preocupes. Aun podrás cobrar honor con honor porque sigo siendo virgen. Nunca llegué con él más lejos de lo que llegué contigo en Koryo.”

—Mientes... ¿Qué clase de varón podría tenerte entre sus brazos sin llegar hasta el final? ¿Qué clase de hombre puede contenerse de tal manera?

“Un varón que conoce el sentir de los donceles porque se siente como uno. Un incomprendido, alguien encerrado en un cuerpo que no le corresponde.”

Namjoon sabía exactamente qué clase de varones eran esos. Seokjin de Hirtz, su antiguo amante era exactamente así. Eran seres que no actuaban de acuerdo al genero que tuvieron al nacer, unos varones a medias, unos donceles atrapados en cuerpos de varón.

—En ese caso, yo te enseñaré lo que es un varón de verdad —le dijo tirándolo de nuevo sobre la cama. Odiaba los celos que se habían despertado en su interior; el solo pensar en él entre los brazos de otro lo enfermaba. Había llegado a pensar que el chico era tan puro como Jimin antes de ser tomado a la fuerza por Yoongi. Ahora sabía que no. Hyunjin no era ni de cerca como ningún otro doncel que hubiese conocido antes y que quizás no conocería jamás. No sabía cuantos secretos más, podría guardar aquel doncel pero era obvio que eran muchos... Y él no podría descansar hasta conocerlos todos.

Los pantaloncillos de Hyunjin quedaron completamente descartados cuando Namjoon se colocó por completo sobre él. Volvió a tomar sus labios con un beso exigente al cual supo responder a la altura.

Namjoon, su pasión, sus deseos de marcarlo, de hacerlo suyo, lo envolvían como un manto y cuando alzó uno de sus muslos le dio un mordisco suave, Hyunjin se retorció entre sus mantas jadeando libremente. Entonces sucedió lo esperado.

Fue volteado boca abajo sobre su cama. Los rayos de sol que traspasaban los ventanales resaltaban su piel nacarada dándole el aspecto de una figura de mármol. Namjoon se puso de rodillas escupiendo sobre su mano y solo necesitó tocarse un poco para estar completamente listo; con su brazo derecho alzó la pelvis de Hyunjin, dejando el respingado trasero enfrente de su miembro y arrimando la punta hasta la entrada apretada, dio un empujón fuerte y decidido.

Hyunjin apretó fuerte los ojos y de su boca salió un grito que no se escuchó. Namjoon comprobó que era cierto; el chico era virgen.

—Si te hago un hijo hoy, lo parirás, le darás de mamar de tu pecho y lo criaremos juntos, pero serás mío por completo y me vendré dentro de ti. Vas a saber lo que es ser tomado de verdad.

Cayeron sobre el lecho, quedando ambos de medio lado. Namjoon abrazaba el cuerpecito menudo que temblaba entre sus brazos mientras lo embestía con un ritmo sedoso y candente. Estaba tan apretado que parecía a punto de partirse en dos, y su interior era tan caliente que parecía preso de una intensa fiebre. Con un movimiento rápido abandonó el interior del doncel colocándolo de espaldas para colocarse él encima. Hyunjin resopló cuando sus piernas fueron alzadas y Namjoon de una sola estocada volvió a invadir sus entrañas.

—¿Ves la diferencia? ¿Sabes ahora lo que se siente al ser tomado de verdad?

El roce de aquel miembro caliente y pulsátil en medio de su cuerpo no dejaba pensar a Hyunjin. Sus manos palpaban la espalda torneada del varón hasta encontrar las nalgas fuertes que se contraían a cada embestida. Si, ahora lo sabía y era verdad. Aquello no se comparaba en nada a lo que había tenido con su antiguo amante.

Hyunjin se había acostado por años con su tutor de bioenergética curativa, llevando a otro nivel una relación que había empezado como una genuina amistad. La corte había empezado a especular al respecto desde el principio pero a él nunca le importó. En el fondo lo que hacía con su amigo le parecía tan puro y tierno que no lo consideraba verdadera intimidad, además, el varón nunca se había propasado más lejos de lo que le permitía, y el príncipe nunca le dejó ir muy lejos.

Ahora en cambio, entre los brazos de ese campesino, se sentía ardiendo de verdad. No era un simple juego de caricias; era una entrega real, completa y fatal. Todo lo que le hacía ese hombre se sentía perfecto, como si toda su vida se redujera a estar dentro de aquellos brazos.

Los labios de Namjoon volvieron a tomarlo y Hyunjin se dejó besar con docilidad, rendido y feliz. Namjoon se sentía portador de la más preciosa de las flores, una que acababa de abrirse solo para él, y cuyo perfume lo podían hacer adicto muy fácilmente. Hyunjin poseía una miel que él sería el único en probar. Iba a hacerlo suyo, para siempre, y nadie podría arrebatárselo.

—Encanto... encanto. —La brisa del mar entró a la recamara, justo en el momento en que ambos cuerpos quedaron exhaustos y laxos sobre la cama. Namjoon agarró a Hyunjin por el mentón y le dio un beso húmedo en los labios. Permanecía dentro del cuerpo del doncel sintiendo como su miembro volvía a la flacidez. Finalmente cuando se dio media vuelta el otro príncipe se retiró de su cuerpo besándole un hombro sudoroso.

Pero entonces la realidad volvió a caer sobre ambos como un manto oscuro. Hyunjin se encogio entre sus sabanas dándole la espalda. Después del alivio del placer, la embriaguez le había dejado por completo y ahora era completamente consciente de lo que había hecho. Namjoon trató de decirle algo pero el chico apartándose con algo de brusquedad se negó a darle la cara.

“Por favor, déjame solo”, pidió con amabilidad dejando escapar el primer sollozo. Namjoon salió de la cama vistiéndose de prisa. Dio una última mirada a la figura del doncel antes de abandonar la recamara, por alguna razón la imagen del amable rostro de Seokjin cruzó por su mente y su corazón también sintió una tristeza enorme.

La tarde de aquel largo día por fin cayó sobre Koryo. Jungkook, que dormia en la habitación de su torre despertó aturdido. Su cabeza daba vueltas y no podía recordar exactamente que estaba sucediendo.

De repente, el brillo de un candil en su alcoba le recordó todo y el rey se impulsó sobre sus brazos con brusquedad quedando totalmente sentado sobre la cama.

—¿Kea lamsa escalarte? (¿La amatista robada?) —susurró con espanto. Ahora entendía porque estaba tan aturdido.

Después de que Jin Goo le hubiese hecho aquella revelación, había quedado tan abrumado que cayó en una locura tan demencial que fue preciso sedarlo. Había sido un espectáculo horrible pero no había podido evitarlo. La situación lo ameritaba. ¡La amatista de plata había sido robada! ¡¿Y por quién?!

¡lmposible saberlo! siempre había pensado que solo él y Jin Goo sabían de la existencia de esa maldita piedra, pero ahora... ahora sabía que no era así.

“SiKje, bendita ¿Qué es lo que haré ahora?” pensó mientras salía del lecho y se acomodaba las ropas. Al llegar a la puerta de su torre se dio cuenta que los pasillos estaban casi desiertos, solo algunos guardias quedaban apostados en sus puestos mientras desde la ventana podia observar una gran turba junto a las puertas de la mansión central.

—¿Qué es lo que sucede? —preguntó a uno de los sirvientes que de casualidad pasaba por el pasillo.

El jovencito hizo una reverencia antes de responder.

—Se trata de Su majestad, el rey consorte Woo Seok, mi señor. Algo horrible le ha sucedido.

—¿A su majestad, Woo Seok? ¿Pero qué ha sucedido?

—Aun no se sabe con certeza —contestó el muchachito encogiéndose de hombros, —pero la cosa no pinta nada bien. Los médicos tienen cara de preocupación y su Alteza, Taehyung está como loco.

—¡Taehyung! —Al escuchar aquel nombre, pareció perder toda clase de resquemores y hábitos protocolarios. Como un loco salió corriendo de su torre y en menos de cinco minutos estaba ante las puertas de la mansión central.

El gentío era tan apabullante que avanzar hasta dentro era casi una hazaña. A cada paso le tocaba ir pidiendo permiso para lograr deslizarse hasta el pie de la escalera que conducía hasta las habitaciones del rey.

Cuando lo logró, vio que el pasillo hacia la recamara real estaba tan o más lleno que la puerta de la mansión. Sin embargo, paso a paso se deslizó entre la aglomeración de personas que poco a poco al darse cuenta de su presencia se fueron abriendo en dos filas entre las cuales la figura de Jungkook quedó expuesta, hermosa y lívida frente a los ojos de Taehyung.

—Taehyung. ¿Qué es lo que ha sucedido?

—¡Tesoro! —Taehyung que se hallaba como una estatua frente a las habitaciones clausuradas de Woo Seok esperando por una respuesta de los doctores, se arrojó a sus brazos apenas lo vio.

Jungkook lo recibió como quien acoge a un niño pequeño que llora extraviado. El corazón le saltaba en el pecho. No sabía por qué pero verlo tan acongojado le producía una pena terrible. Quizás solo se debía a que él sabia bien lo que era el dolor de ver a un padre postrado y moribundo. Aunque muy en el fondo reconocía que tras aquella empatía que empezaba a sentir por ese hombre había algo más que
compasión.

—¿Qué es lo que ha pasado? ¿Qué ha sucedido con su Majestad?

—No se sabe, no se sabe nada. Los facultativos están perplejos. No comprenden qué le sucede.

Los ojos de Taehyung estaban rojos a causa del llanto y eso rompió el corazón de Jungkook.

—Pero... ¿Pero qué sucedió? ¿Qué pasó?

—Colapsó de repente —contestó Taehyung zafándose del abrazo, aturdido. —Jimin dice que estaban hablando y de repente colapso... y desde entonces no ha vuelto a despertar. Nadie sabe que está pasando.

—Pero eso no tiene ningún sentido.

—Lo sé, lo sé.

Taehyung rompió de nuevo en llanto, recostado sobre una de las paredes cercanas a la recamara de su madre. Al verlo así, Jungkook se le acercó y sin importarle lo más mínimo las miradas de los cortesanos que aguardaban también en aquel lugar, lo atrajo hacia su cuerpo y lo abrazó con fuerza.

—¡Tesoro, tesoro!

—No llores. Las Diosas no abandonaran a Su majestad, estoy seguro. Esto va a pasar pronto.

— Amor mio. —El beso no se hizo esperar más. Alzando el mentón de Jungkook, acercó su boca y sus labios apresaron la húmeda cavidad de su tesoro. Al ver aquello las miradas de los cortesanos que contemplaban la escena se convirtieron en un murmullo consternado.
—No los escuches —pidió Taehyung rompiendo el beso pero abrazando aun a Jungkook.

—No los escucho —respondió con una sonrisa. Se sentía más vivo y libre que nunca y la sensación era tan mágica que no quería que le fuera arrebatada nunca.

—Quédate a mi lado, tesoro —volvió a hablar Taehyung con su típico tono de ansiosa pasión. —No soportaria perderte en estos momentos. Te prometo que yo te ayudaré a buscar esa piedra que se te perdió... la tal amatista de plata, pero por favor... No te vayas.

Jungkook suspiró entre los brazos de su príncipe pero en ese momento, la mención de la amatista junto con lo que sucedía con el rey consorte hicieron llegar una idea terrible a su mente.

Abrumado se separó del abrazo de Taehyung sintiendo su cuerpo desfallecer de miedo. ¡La amatista de plata había sido robada! ¡Woo Seok desfallecía de una forma muy parecida a la de sus padres años atrás! ¿Entonces... seria posible? ¿El rey Woo Seok... Robó la amatista de plata?

—¿Tesoro, pasa algo? —Taehyung iba a acercarsele de nuevo, en busca de una explicación a su repentina turbación cuando de repente Jimin, que venía abriéndose paso a empujones, llegó hasta ellos entre gritos de angustia.

—¡Quiero ver a mi mamá! ¡¿Por qué me mandaste a encerrar?! ¡Quiero verlo!

El príncipe resoplaba de rabia. Taehyung había mandado a encerrarlo apenas se enteró de lo ocurrido con su mamá y Jimin se había mantenido todo ese tiempo en la más terrible de las angustias.

Taehyung resopló. Estaba cansadísimo.

—Ahora no, Jimin. Por favor, vuelve con tu doncel a tu recamará. Cuando sepamos algo te avisaremos.

—¡Por supuesto que no! ¡Es mi madre también, por si se te olvida, tengo derecho a saber qué le pasa! ¡Tengo derecho a verlo!

—¡Pero no podemos verlo! ¿No lo entiendes? ¡No sabemos ni siquiera si lo que tiene es contagioso! ¡Es
peligroso!

—¡No me importa!

Jimin intentó acercarse a las puertas cerradas tirando de la aldaba. Taehyung no tuvo más remedio que apartarlo y obligarlo a desistir de su locura. Jimin se revolvió entre los brazos de su hermano rompiendo de nuevo en llanto. Finalmente, cuando se dio cuenta de que no ganaría aquella disputa y que de momento no lograría ver a su mamá, el príncipe se abrazó fuerte a Taehyung.

—No quiero que le pase nada. No quiero que mamá muera.

Taehyung lo abrazó fuerte y luego le alzó la carita para limpiarle las lagrimas.

—No pasará nada, lo prometo —dijo entre lágrimas también y en ese momento un mensajero de palacio avanzó hasta ellos con una noticia que a juzgar por el rostro de Taehyung al recibirla, era muy buena.

—El duque de Hirtz ha llegado, alteza. Ya viene hacia acá —dijo el guardia trayendo consigo a uno de los ayudantes del sujeto mencionado.

Así que mientras Taehyung ordenaba que llevaran a Jimin de regreso a sus habitaciones y su hermano aceptaba la orden a regañadientes, Seokjin de Hitrz, heredero de uno de los más grandes e importantes ducados de Koryo y el mejor médico del reino arribaba a la mansión central con su ya muy conocida actitud de arrogante sensualidad.

Era un hombre alto, hermoso, y de facciones delicadas. Sus cabellos castaños llegaban justo hasta el límite entre donceles y varones, exactamente varios centímetros por debajo de los hombros.

Ese era el único detalle que permitía vislumbrar su naturaleza de varón ya que su cuerpo y su rostro de doncel por muchos años había supuesto dentro del reino y dentro de su propia familia un enigma al respecto de su verdadera naturaleza.

Los primeros años de su vida Seokjin, había sido criado como un doncel y había sido considerado como tal. Sus padres siempre habían tenido la duda pues a pesar de parecer un doncel los cabellos del muchacho nunca crecieron más allá del largo de un varón. Sin embargo decidieron criarlo como un doncel por si las dudas y por temor a su castidad.

Pero al llegar la adolescencia la duda por fin se disipó. Un médico Yurchiano que pasaba por Koryo tuvo la oportunidad de ver al chico y después de estudiarlo a detalle confirmó que se trataba de un varón. En tierras Yurchianas el hombre había documentado varios casos como el de Seokjin: varones con belleza de donceles y donceles con rudeza y virilidades más aumentadas de lo normal, personas que no se identificaban con su sexo biológico.

De esta manera y sin más dudas al respecto a Seokjin se le retiraron los tratos delicados y se le instruyó como un varón. Sin embargo, tarde había llegado la certidumbre de su verdadero ser y el chico nunca pudo dejar de sentirse como el doncel al que le habían acostumbrado a sentirse y como el que le gustaba ser, no importaba lo que le dijeran, él siempre sería un doncel, ese era el género con el que se identificaba.

Así había seguido su vida, sin ocultar su delicada forma de ser, a pesar de las burlas de la gente que no podía comprender que él simplemente era un doncel encerrado en el cuerpo de un varón.

Tampoco solía importarle el muy poco cordial trato que le había otorgado la familia real después de su rompimiento con Namjoon. Aún así, no había dudado ni un solo momento, en acudir al lecho de Su Majestad Woo Seok cuando aquella carta suplicante de Taehyung se lo había solicitado. Quizás las cosas entre él y Namjoon nunca pudieran solucionarse pero en lo que respectaba al rey consorte él no podía hacerse de la vista gorda.

—Seokjin... gracias, muchas gracias por venir. —Taehyung dio un paso adelante ofreciéndole al duque su mano enguantada. Seokjin lo miró por algunos instantes antes de estrecharla y luego sus ojos brillaron con algo de pícara diversión.

—¿No me digas que en algún momento llegaste a pensar que no vendría? De veras me lastimas.

—Seokjin —carraspeando un poco, Taehyung no pudo evitar un sonrojo.
—Comprenderás que después de lo ocurrido entre tú y Namjoon, después de la forma como terminaron las cosas entre ustedes yo no sabía que pensar.

—Pues te recuerdo que fueron ustedes los que rompieron relaciones conmigo y con mi familia, alteza. Yo no tengo nada en contra de ustedes pero al parecer Namjoon no quiere olvidar algo que pasó hace más de cuatro años.

—Le rompiste el corazón.

—Y rompí el mío de paso —Seokjin sonrió con tristeza, —pero bueno eso no es lo importante ahora. ¿Qué ha pasado con tu mamá? ¿Dónde está?

Taehyung suspiró. —Eso es lo que todos queremos saber.

Taehyung dio la órden de abrir la puerta de la recamara real y Seokjin se introdujo en ella acompañado solo por su ayudante. Cuando salió de allí, su rostro en principio sarcástico y socarrón se había convertido en una mueca de preocupación y con algo muy parecido al temor.

—Es necesario que hablemos a solas, Taehyung —expresó. Taehyung asintió dispuesto a llevarlo al salón del concejo, pero en ese instante Jungkook intervino solicitando el favor de acompañarlos.

Por primera vez los ojos de Seokjin se encontraron con "El tesoro de SiKje" y por primera vez su mirada volvió a impregnarse por algunos instantes de algo muy parecido a la picardía.

—Es verdad. —Taehyung se disculpó tomando a Jungkook de la cintura.
—Los presento: Seokjin, éste es Jungkook, el rey de Joseon. Jungkook, éste es Seokjin, heredero del ducado de Hirtz.

—Es un gusto, Majestad. Aunque ya lo conocía. Jungkook se quedó mirando la forma como tomaba su mano depositando un suave beso en el dorso.

—¿En serio? ¿Ya me conocía usted?

—No en persona —Los labios de Seokjin curvaron una sonrisa coqueta. —Pero he atendido como pacientes a varios de sus "pretendientes". Su talento con la espada es increible, mi señor y ya sabe como dicen: "Si conoces a un hombre con su espada, lo conoces a él".

Sin poder evitar una sonrisa, Jungkook se dejó guiar por Taehyung y en pocos minutos los tres hombres se hallaban en uno de los salones del concejo, el que consideraba más privado.

—Bueno, Seokjin. Ya puedes hablar —dijo el príncipe dejándose caer en el sillón frente al cual se hallaban situados sus otros dos invitados.

Seokjin se vio un poco dubitativo antes de empezar a hablar, pero finalmente decidió soltarlo todo de golpe. —Seré claro. Tu madre no está enfermo de nada. Lo que sucede con él es algo que va mucho más allá de una enfermedad física. No sé si me comprendas pero hay algo muy malo involucrado aqui... Hay magia detrás de esto... magia horrible

—¿De qué estás hablando? —Taehyung se estremeció. Jungkook que había respingado en su asiento al oír aquello también miraba al médico aterrorizado.

—Le hice varias pruebas a Su Majestad —explicó serio. —No encontré absolutamente nada grave en su organismo, sin embargo... Su Majestad Woo Seok se está muriendo.

—¡¿Qué?! —El grito de Taehyung rebotó en el recinto. Su cuerpo había quedado exánime sobre el asiento mientras sus ojos miraban a Seokjin con horror. —¡No! ¡Dime que mientes! ¡Dime que mientes, por favor!

—Lo siento Taehyung, pero es la verdad. Sin embargo...

—¿Sin embargo qué? —preguntó Jungkook tan horrorizado como sus acompañantes.

—Sin embargo aún queda una solución para evitar que el rey Woo Seok muera. Los médicos ordinarios, los que hemos aprendido el arte de sanar a través de los libros o de la tradición oral no podemos hacer mucho por él, sin embargo los sanadores que poseen el poder por gracia de las Diosas pueden frenar esto.

—¿Es decir...? —preguntó Taehyung reteniendo el aliento.

—Qué solo alguien con sangre Yurchiana podría curarlo —susurró Jungkook, como aturdido.

Seokjin asintió.

—Los Yurchianos son la única raza de los cinco reinos, capaz de curar cualquier enfermedad. Necesitamos traer a un poderoso sanador junto a su Majestad y posiblemente él podrá detener esto.

—¿Conoces a alguno? —preguntó Taehyung con ojos esperanzados.

—Sí, conozco uno —respondió Seokjin recuperando un poco la sonrisa. —Aun es joven pero es el sanador más poderoso que he visto, más de lo que él mismo sabe o se imagina. Con mi consejo y mi guía estoy seguro de que hará un buen trabajo.

—¿Y de quién se trata? —quiso saber Taehyung.

Seokjin amplió del todo la sonrisa.

—Se trata del príncipe Hyunjin... Él es el sanador más poderoso de los cinco reinos.

Continuará...

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