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¿Verdad o te atreves?

Encerrados en el salón del concejo de la mansión central, Jin Goo y Taehyung esperaban la llegada de Jungkook, el cual, anonadado por la llegada intempestiva de su tutor, se había ido a colocar algo más apropiado.  

En el salón había un ambiente tenso. Taehyung reparaba muy bien a Jin Goo, estudiándolo a detalle, mientras éste le dirigía miradas de vez en vez sin atreverse a reprocharle nada después de la forma como había encontrado a su pupilo enredado entre sus brazos.

Quince minutos más tarde Jungkook bajó por fin. Mientras lo acicalaban había tenido el tiempo suficiente para asimilar lo sucedido. ¡Jin Goo por fin estaba allí! cerca de él, ¡Había venido por él! El momento que había deseado durante tres largos y solitarios años estaba sucediendo.

Pero entonces, ¿Qué pasaba? ¿Por qué la sensación de inmensa felicidad que se suponía debía estar sintiendo, no estaba allí haciendo latir su pecho? ¿Por qué en vez de sentir qué su corazón volvía a renacer estaba en cambio más preocupado por tener, muy posiblemente, que abandonar Koryo? ¿Taehyung tendría algo que ver? ¿Tendría que ver el hecho de pensar que los días más felices de su vida habían terminado?

“¡No!” Se reprochó internamente, sintiendo que le faltaban las fuerzas para llegar hasta aquel salón. Jin Goo era el único hombre que había amado y el hombre indicado para él. Lo había ayudado a gobernar durante muchos años y respetaba sus votos.

Jin Goo se había ido del palacio en silencio, sin aviso, sin palabras ni despedidas.

“Pero si le confieso mis sentimientos se quedará”, pensaba Jungkook. Si esta vez le decía lo que sentía por él y no se quedaba callado, Jin Goo se quedaría a su lado y ambos vivirían en un compromiso de castidad, gobernando Joseon con rectitud y paz.

En la nueva vida que Jungkook tenía planeada no había cabida para romances lascivos y mundanos, no había espacio para sueños tontos... No había espacio para Taehyung.

“¿Pero serás capaz de olvidarlo?” habló una voz en el interior de su cabeza.

La respuesta podía oírse alta y clara en el fondo de su corazón pero él aun era muy necio y sordo para escucharla.

Digno, majestuoso y con esa misteriosa sensualidad que lo rodeaba como un aura, entró al salón seguido del vaivén de terciopelo que dejaba su capa. Al entrar lo primero que sintió fue la tensión que flotaba en medio de los dos varones, sin embargo, aparentando calma, se adelantó hasta donde su tutor, y esta vez, respetuosamente, le ofreció su mano enguantada.

—Asperves cam vikasu min ves esplendo (Sigues tan bello como te recordaba) —dijo Jin Goo besando la mano de su pupilo. —Jal (No) — se corrigió. —Gemis fan vikasu kaoma (Estas más bello aun) —Sus ojos miraban a Jungkook con nostalgia. Del niño asustado que años atrás le había tocado terminar de criar no parecía quedar mucho a primera vista, sin embargo, tras el brillo intenso de sus ojos oscuros, pudo notar cierto atisbo de miedo. La hermosura del rey había crecido también con el paso de los años y su leyenda había llegado hasta los sitios más remotos, pero en el fondo, su muchacho seguía siendo un ser lleno de dudas y soledad.

Suspiró tras el término de su escrutinio. Se sentía orgulloso de haber sido participe en la formación de aquel increíble joven y era justo por eso que le había resultado asombroso que hubiese cedido tan fácilmente a la seducción de un extranjero. Durante todos esos años había creído conocer a la perfección a su pupilo, pero al parecer no estaba ni remotamente cerca de entender por completo el corazón de aquel doncel.

La guardia de Joseon le había dicho que Jungkook gustaba de salir solo para ir una vez al mes a ver a SiKje. Jin Goo sabía la razón de esto pero también pensaba que había algo más. Al parecer, en el fondo de su corazón, Jungkook amaba el reto, el desafío que le suponía enfrentarse a sus pretendientes, amaba la posibilidad de ser capturado alguna vez, tal como finalmente había sucedido.

“¿Acaso el riesgo te hacía sentirte libre, mi hermoso muchacho?” se preguntó internamente. “Parece que aun sigues siendo un niño en muchos sentidos y eso es hasta cierto punto comprensible, pero es hora de que comprendas finalmente que ya no lo eres. Ya no eres el niño que entrenaba y al que le decía que hacer, ahora eres un rey”

Jungkook se alejó varios pasos de su tutor y miró de reojo a Taehyung. El príncipe se hallaba parado de brazos cruzados, medio sentado en la mesa del concejo; sus ojos parecían sonreír y lucía tranquilo. Suponía que ello se debía a que no entendía nada de lo que Jin Goo había dicho, ni de lo que él diría a continuación. No tenía ni idea de lo equivocado que estaba.

—¿Tra zah? (¿Por qué?) —inquirió mirando de nuevo a Jin Goo. —¿Cam liere disc gemi bromo ves, zah ja dromes torko lia diesma qui xerima? (¿Tan poco importante fui para ti, que ni siquiera merecí un beso de despedida?).

—Boricochana (Hijo) —Jin Goo trató de acercarse y abrazarlo pero éste lo rechazó de un manotazo que hizo sonar el talismán de su muñeca.

—¡Jal ki vrie boricochana! (¡No me llames hijo!) —espetó con rabia.
—¿Mulyeki zah wago frevi min bromo belef hilar de nutves? (¿Tenía que pasar algo como esto para poder volver a verte?)

— Yolaziji zah di jal ki lansemi... (Pensé que ya no me necesitabas...)

— ¡Ventes ased zah ku roemmos ma o jal xeires pil frevi ve vranos! (¡Pudiste dejar que yo decidiera eso y no irte como lo hiciste!).

Ambos suspiraron. Jungkook agachó la mirada y Jin Goo se acercó tomándolo de ambas manos, caricia que esta vez su pupilo no rechazó.

—Hilirf de Earth ve o ku o rolalus shivas. (Volvamos a Joseon y hablaremos bien) —pidió mirándolo con fervor. —Be ene SiKje borichan ves enarki filir dioki vente elvirene qui zah reril min lim gemo mers lia espa qui labra. (Si los sacerdotes de SiKje te ven llegar conmigo podremos convencerlos de que todo esto solo ha sido una visita de estado)

—Jal ve ansi (No lo sé) —respondió Jungkook dubitativo, y en ese momento sus ojos volvieron a buscar la figura de Taehyung, quien inclinado sobre la mesa continuaba mirándolo todo, imperturbable. —Jal ve ansi (No lo sé) Ene SiKje borichan gemene rie sung. (Los sacerdotes de SiKje son muy suspicaces)

—Kea jun qui ves mire formis li ve jum (La marca de tu frente permanece en su lugar) —replicó Jin Goo esbozando una media sonrisa que hizo sonrojar a Jungkook. —Jal mulveka marin bromo disbal qui ves. (No tendrán razones para dudar de ti)

La duda volvió a asomarse en los ojos de Jungkook.

“¿Pero qué me pasa?” se preguntaba. La oportunidad que necesitaba estaba frente a él, la única forma de volver a Joseon con su honor inmaculado, y que los sacerdotes de SiKje no dudaran de su castidad, era junto a su antiguo tutor, y estaba dudando. ¿Por qué? “Porque Joseon es tu verdadera prisión; SiKje y sus sacerdotes, tus verdaderos captores” dijo nuevamente la voz interior.

—Jin Goo... —Jungkook se acercó a su antiguo mentor, sus ojos temblaban tanto como el resto de su cuerpo.

Mientras tanto, afuera, detrás de las grandes puertas del salón, Woo Seok trataba de buscar la manera de poder escuchar aquella conversación. Le urgía saber que se decía dentro de aquellos muros y de momento, Jimin era su única alternativa para poder lograrlo.

—Sabes levitar... así que, vamos, sube hasta esa pared que está allí y miras lo que sucede adentro.

—¿Vamos a espiar la conversación de mi hermano con Jungkook y ese señor raro?

—No, vamos a contar los adoquines de la sala del concejo —respondió Woo Seok rodando los ojos.

—¡Espiar es algo muy vulgar! —se quejó Jimin.

—¡También lo es dejarte manosear a la vista de cualquiera!

—¡Mamá! —Los ojitos de Jimin se aguaron pero aquello sirvió para que cerrara la boca e hiciera lo que Woo Seok le pedía. Desde hacía muchos años los poderes bionergeticos del príncipe le habían ayudado a manejar la levitación, pero varios años atrás, luego de caerse desde una considerable altura, había decidido no practicar más y olvidar aquello.

Pero esta vez Woo Seok necesitaba de su poder y le parecía una buena oportunidad para que su hijo dejase el miedo. Pronto sería un doncel casado y se convertiría en todo un señor; debía dejar de evadir sus poderes.

—Te sostendré si resbalas, lo prometo —aseguró el rey consorte mientras Jimin se elevaba. Estaba tan nervioso que parecía que apenas estuviese aprendiendo a hacer aquello. Se elevaba con tanta lentitud que parecía que su cuerpecito menudo pesara toneladas. Cuando alcanzó los dos metros miró hacia abajo y dudó; su delicada figura trastabilló en el aire, pero Woo Seok, tal como había prometido, colocó sus brazos presto a recibirlo.

Pero a pesar de eso, Jimin no cayó; respiró profundo y terminó de ascender la distancia que le faltaba hasta poder sostenerse fuertemente de los ladrillos y posar sus pies sobre una ancha cornisa.

—Ya los veo —susurró desde arriba con una amplia sonrisa.

—¿Y puedes escuchar lo que dicen? —preguntó Woo Seok un tanto apurado.

Jimin se concentró todo lo que pudo y agudizó el oído todo lo que le daba. Cuando las voces de Jin Goo y Jungkook llegaron hasta sus oídos el pequeño príncipe arrugó el ceño, confundido.

—Hablan en un idioma muy extraño —informó mirando a Woo Seok. —No entiendo nada.

—Deben estar hablando en saguay —meditó este. —¿No entiendes nada de nada? ¿Ni un poquito si quiera?

—Mamá. —Fue el turno de Jimin de rodar los ojos, —yo solo hablo dos idiomas; Hangul y Hangul con groserías —se burló.

Woo Seok chasqueó la lengua.

—En ese caso sigue mirando... por lo menos dime que sucede.

Obedientemente Jimin volvió a su quehacer. Dentro de la sala del concejo Jungkook y Jin Goo seguían hablando bajo la atenta mirada de Taehyung. Jin Goo había vuelto a tomar a Jungkook, ahora de los hombros tratando de convencerlo de su idea de volver juntos a Joseon.

—Jungkook... Hilirf de Joseon (Jungkook... Volvamos a Joseon) —insistió. —Frevi laira wago ar Joseon (Algo grave pasó en Joseon) Frevi rie laira (Algo muy grave)

—¿Frei rie laira? (¿Algo muy grave?)

—Pil gemi (Así es) —Jin Goo  se acercó mucho más a Jungkook y sus labios rozaron la oreja derecha del doncel. —Kea lansa, kae porte SiKje... gemu escalart (La amatista, el tesoro de SiKje... fue robada) —le susurró.

Las rodillas de Jungkook temblaron, el rey sintió como si un gran ariete se hubiese estrellado contra su estomago dejándolo sin aire.

—Jal... (No...) —dijo casi sin aliento y cayó desmayado entre los brazos de Jin Goo. —Kea lansa jal (La amatista no)

Al ver a Jungkook caer casi desmayado en brazos de Jin Goo, Taehyung avanzó a prisa hasta ellos. Las últimas palabras de su tesoro habían llegado claras hasta sus oídos pues Jungkook, había alzado la voz más de la cuenta.

—¿Kea lansa? (La amatista) —preguntó asombrando a sus interlocutores con su exelente saguay— ¿Qui zah lansa rolef? (¿De qué amatista hablan?)

Jungkook y Jin Goo se miraron asombrados, según lo que tenían entendido solo la alta nobelza de Joseon comprendía el saguay, pero era obvio que se habían equivocado y que hasta en eso se había preparado bien Taehyung.

—¡Jungkook! —exclamaron ambos varones cuando el susodicho perdió del todo el conocimiento .

— Zah Shion lus azumi. (Que SiKje nos proteja) —alcanzó a decir el doncel antes de quedar inconsciente del todo.

El jardín privado de Hyunjin era cómo los oasis kaesonginos acerca de los cuales cantaban en  Koryo. Estaba lleno de una amplia, variada y espesa vegetación, y tenía una cadena de caminitos pedregosos que se comunicaban entre ellos de forma casi laberíntica, haciendo extraviar a más de un incauto.

Aquella mañana, Hyunjin estaba sumergido en la alberca de aquel lugar. Rodeado de sus donceles de compañía; el príncipe se refrescaba en las aguas de la pileta, sintiéndose mucho más aliviado en su tercer día de menarquía. El dolor se había ido por completo de su cuerpo, la tranquilidad volvía a tomar poco a poco su espíritu y se sentía mucho más relajado. Sin embargo, sus hormonas seguían haciendo de las suyas entre los varones, que en aquel último día, no podían acercarse a menos de cincuenta metros del doncel.

—Lava mi cabello bien, a ver si estas molestias se van de una buena vez. Necesito hablar con mi hermano—. El sirviente que se hallaba frente a él se introdujo con sus ropas dentro de la pileta y la bata que llevaba puesta se transparentó, haciendo visible su cuerpo.

—Su alteza parece de mejor humor —dijo.

—Me siento de mejor humor —aceptó el príncipe,  —por lo menos mi hermano no se ha vuelto a pelear con ese hombre. Yoongi no es así. Estoy seguro de que ese tal Namjoon lo provocó.

—Cierto. ¿Le disgusta mucho ese hombre alteza?

—¡Es un sujeto detestable! —gruñó, pero el suspiro que dejó escapar luego lo dejó en evidencia. El sirviente sonrió a sus espaldas.

—En ese caso será mejor que no mire a su derecha, mi señor... podría dañársele el día. —Hyunjin se volvió para mirar a donde le decía su sirviente. Cuando una figura erguida y segura salió de entre unas largas hojas de palma, se tensó y su rostro se congestiono por completo.

Namjoon vestía un pantalón holgado y una camisa de dril con los cordones delanteros desamarrados. Su cuello lucía perlado de gotitas de sudor y venía comiendo un fruto rojo y jugoso. Al verlo avanzar, el resto de los sirvientes trató de detenerlo mientras Hyunjin intentaba salir del agua. Sin embargo, cuando uno de los donceles de compañía se acercó hasta él, ofreciéndole una sábana con la que cubrirse antes de emerger del agua, la mano delicada pero decidida del sirviente que estaba lavándole el cabello lo detuvo.

—¡No, alteza! —le susurró al oído mirando de reojo a Namjoon. —Si sale ahora de la alberca, ese hombre habrá logrado su propósito. ¿Va a permitirle eso?

Los ojos de Hyunjin se clavaron en la mirada del otro chico. Ese sirviente era listó. Así que con un leve asentimiento le dio la razón y acomodándose para que el jovencito siguiera lavándole el cabello, dejó que Namjoon se acercara por completo.

El Koryano llegó casi hasta el borde de la pileta y de un salto se acomodó en un muro bajito que gozaba de la sombra.

—Buenos días, alteza —saludó mientras seguía comiendo su fruto. —Es una buena idea tomar un baño con este calor.

—Es un atrevimiento que usted esté aquí —espetó sin mirarlo siquiera.

—Pues desde aquí no puedo ver nada que no haya visto antes —replicó Namjoon. Esta vez Hyunjin sí que volvió a mirarlo con dureza.

—Si quiere mirar, mire. —dijo luego de unos instantes dándole de nuevo la espalda. —No le impediré mirar lo que nunca podrá tocar.

La risita que brotó de labios de Namjoon lo hizo temblar, pero éste no le dio el gusto de girar de nuevo. Con un movimiento pausado se recostó sobre el borde de la pileta mientras su sirviente le enjuagaba la espalda.

—¿Cómo te llamas? —preguntó luego de un rato reparando bien en el suspicaz sirviente, —Nunca antes te había visto por aquí.

—Mi nombre es Seonghwa, alteza —respondió el muchacho tallando suavemente la espalda de su señor. —Llegué hace unos días con la comitiva de su majestad, Yoongi y desde entonces me he quedado en palacio.

—¿Vienes de Koryo? —Hyunjin se apartó confrontándolo con un gesto hosco. —¿Eres Koryano?

—¡No, mi señor! Soy de Jaén —corrigió Seonghwa con rapidez. —Servía a su majestad en el otro castillo, pero cuando mi señor viajó a Koryo me llevó con él y ahora a su regreso prefirió que me quedara en este lugar y me pusiera a sus órdenes.

—Bueno. —La expresión recelosa de Hyunjin se diluyó un poco, pero de repente aquel instinto del que le había hablado su médico, esa capacidad de los donceles con menarquía de darse cuenta cuándo otro doncel estaba embarazado, se activó. Hyunjin miró a Seonghwa justo en el vientre. —Supongo que mi hermano te ha dejado quedarte aquí por tu estado. ¿Estás embarazado, verdad?

El rostro de Seonghwa palideció por algunos instantes, pero su destreza para la actuación le permitió recuperar el aplomo de inmediato.

—Sí, estoy embarazado —admitió. —Será mi primer bebé.

—Pues al parecer, últimamente hay una peste de embarazos entre mis sirvientes —respondió Hyunjin. —Desde que estoy con la menarquía he contado al menos siete.

—Pues no se preocupe mi joven señor, entre más experiencia tengamos sus sirvientes mejor le podremos servir cuando vengan los suyos.

—Pues yo no creo que sea pronto. —Con un suspiró Hyunjin cerró los ojos y dejó que lo siguieran atendiendo. Seonghwa terminó de lavar la cabellera del príncipe y luego comenzó a frotarle unas esencias perfumadas. Al cabo de un rato, otro doncel entró al agua y abriendo una gruesa sabana cubrió la figura de Hyunjin mientras este salía de la alberca y cubría su cuerpo con una delgada túnica de seda. De manera que Namjoon no lo alcanzó a ver del todo desnudo.

Instantes después la figura de Hyunjin reposaba sobre una litera; se sentía adormilado pero sus ojos se negaban a cerrarse. Seonghwa se sentó a su lado y comenzó a secarle el cabello. Hyunjin buscó con sus ojos a Namjoon, y lo encontró allí donde lo había dejado antes.

“No te dejaré ponerme nervioso. No te daré ese gusto” pensó.

Pero al parecer no lo estaba logrando, pues la sonrisa de Namjoon, descarada y altanera, mostraba satisfacción.

“Eres tan hermoso que debes ser pecado”, pensaba el Koryano mientras sonreía. Que las Diosas lo perdonaran pero él quería ser el único en tener el privilegio de tocar a aquel doncel; de oler esos cabellos, de rozar esa dulce piel. La noche que se había metido a hurtadillas dentro de las habitaciones del príncipe, solo había tenido ocasión de presentarse, pues para su desgracia, unos sirvientes se habían despertado y él se había quedado sin la oportunidad de decirle la forma en que  quería reparar la deshonra de Jimin.

Pero ahora lo tenía allí de nuevo, a su merced, cerca, muy cerca y esta vez no desaprovecharía la oportunidad.

Con el paso de la mañana, Hyunjin finalmente se quedó dormido en su litera. Seonghwa, que se había alejado un poco de los demás sirvientes, aparentando estar entretenido con la preparación de la merienda, se acercó lentamente a Namjoon, y una vez lo tuvo a una distancia considerable abrió la conversación.

—Veo como mira a mi señor, alteza. ¿Le gusta, verdad?

—Me fascina —respondió Namjoon sin apartar sus ojos de la figura dormida de Hyunjin. —¿Cuánto quieres por ayudarme a tenerlo un rato a solas?

Una sonrisa ladina adornó los labios de Seonghwa. Al parecer las Diosas volvían a sonreírle.

—¿Qué me dirá si le digo que mi precio es un poco alto?

—Diré que pagaré lo que sea.

—¿Podré confiar en usted? ¿Cómo puedo estar seguro de que no quiere hacerle daño a mi joven señor?

—A tu joven señor no le haré nada que él no quiera. Tienes mi palabra.

—Usted es de los hombres que respeta la palabra ¿No es así? —Seonghwa volvió a sonreír con esa coquetería típica de él. Namjoon se dio cuenta de inmediato que aquel sirviente era alguien que parecía saber más de la cuenta y aquello lo turbó.

—¿Quién eres ? —le preguntó tomándolo de un brazo. Seonghwa se quejó un poco pero luego su sonrisa se amplió.

—¿Quién soy? pregunta mi joven señor —susurró con sensualidad. —¿Estaría mi señor satisfecho si le digo que soy el único camino que tiene para conseguir lo que quiere?

—¿Y sabes acaso lo que quiero?

—¿Acaso lo sabe usted?

—Quiero al príncipe  Hyunjin, eso es lo que quiero —respondió Namjoon.

—Quiere también algo que le asegure que su Majestad Yoongi, no volverá a lastimar a su hermano, el principito de Koryo ¿Verdad?

Namjoon apretó con brusquedad el brazo de Seonghwa. ¿Cómo sabía ese sirviente algo así?

—¿Quién eres? —volvió a preguntar esta vez haciendo más presión en el brazo que apresaba.

—Soy un hombre libre, solía ser amante de su Majestad, Yoongi. —La mano que Seonghwa tenía libre toco su vientre. —Y seré la madre de su primogénito, —le confesó.

—¡¿Qué?!

—Su majestad ya sabe que le daré un hijo, y su hermano, el principe Jimin, no debe temer. No pienso hacer nada para arrebatar el trono que sé, le corresponde al primer hijo que él le dé al rey Yoongi, no a mi hijo.

—¿Cómo podre confiar en eso? —Los ojos de Namjoon resplandecieron con un brillo helado.

—Le doy mi palabra —sonrió Seonghwa. —Si usted me promete hacer lo que le pido.

—¿Y qué me pides? —cuestionó Namjoon. Acababa de darse cuenta de que estaba ante alguien que dependiendo de sus respuestas podía ser un gran aliado o un importante enemigo. Seonghwa miró bien a ambos lados antes de responder. El resto de los sirvientes seguían entretenidos en los preparativos de la merienda y en Hyunjin que ya se removía a punto de  despertar.

—Quiero que aleje al príncipe  Hyunjin de Jaén —respondió Seonghwa cuando se sintió seguro de que nadie más, excepto él, lo oía. —Ese niño tiene un gran poder sobre su hermano y temo que las acciones futuras de su Majestad Yoongi, se puedan ver entorpecidas por los pedidos de ese niño. No me malinterprete —añadió muy serio esta vez. —No tengo nada en contra del pequeño príncipe; se que en el fondo es un buen chico, pero está lleno de resentimiento y dolor y temo que ahora que ha perdido a su padre y sienta que pierde a su hermano pueda estropear inconscientemente el matrimonio de su Majestad. Temo también, que si se entera de que el niño que llevo en mi vientre es de su hermano intente algo en contra de nosotros.

—Veo... —Namjoon sabía que lo que le proponía aquel doncel era una oportunidad única. Podría conseguir llevarse a Hyunjin consigo y solo tendría que prometer mantenerlo alejado de Jaén, —¿Qué tengo que hacer para poder llevármelo sin que Yoongi pueda impedirlo?

—Eso es fácil. —Seonghwa miró de reojo a Hyunjin que ya empezaba a incorporarse, medio adormilado aun. —Sígame la corriente a partir de ahora —le dijo a Namjoon antes de alejarse para volver al lado de su señor.

Merendaron unos pastelillos rellenos de carne de cordero, con una deliciosa salsa agridulce. Hyunjin mandó a varios sirvientes para que le llevaran a Namjoon unas degustaciones, pues a pesar de toda circunstancia adversa entre ellos, él sabía ser un buen anfitrión.

Más tarde cuando ya despuntaba el medio día en todo su esplendor, Hyunjin pidió una botella de un suave vino y comenzó a beber. Cuando iba por el quinto trago los estragos de la bebida empezaron a hacer mella en él y haciendo un mohín de fastidio llamó a Seonghwa, quien atento llegó a los pies de su señor de inmediato.

—Estoy aburrido,  —dijo echándose sobre su litera mientras entregaba su copa vacía. Seonghwa se sentó a su espalda y comenzó a peinarle el cabello.

—Hay un juego muy común entre los chicos del puerto, mi señor —comentó mientras continuaba su labor. —Es el juego de la verdad o te atreves.

—Pues suena un poco aburrido —refunfuñó Hyunjin. —¿En qué consiste?

—Consiste en hacer preguntas y contestarlas solo con la verdad. Si la persona no quiere contestarla entonces tiene que cumplir un reto.

—¿Reto, dices?

—Sí, mi señor.

—Pues... —Hyujin sonrió maliciosamente mirando a Namjoon. —Ahora suena un poco más interesante tu juego —murmuró entornando peligrosamente la mirada. —¡Vamos a jugarlo! Pero para hacerlo más interesante le pediremos a nuestro invitado que juegue también.

—Como quiera mi señor. —Seonghwa se dio media vuelta y con su mano llamó la atención de Namjoon.

—¡Alteza! —exclamó desde la litera. —¿Quiere venir con nosotros? Haremos un pequeño juego y mi señor quiere que usted también participe.

—¿La realeza quiere juntarse con la plebe? —siseó Namjoon desde su puesto. —¿Eso a que se debe?

—A nada en especial —contestó Hyunjin con tono inocente. —Solo que el día está aburrido y no me gusta ser un mal anfitrión. Quiero que al llegar a Koryo tenga usted el placer de contar algo interesante a los cortesanos.

—¿Y qué tan interesante será esto?

—Que nos lo diga Seonghwa.

Hyunjin dio su autorización para el juego; todos se pusieron en círculo alrededor de la alberca sobre mullidos almohadones. Solo  Hyunjin se mantuvo recostado de medio lado sobre su litera mientras Seonghwa explicaba las reglas de juego.

—Se llama la verdad o te atreves. —La sonrisa del sirviente era la más maliciosa que Namjoon hubiese visto jamás. Seonghwa se desprendió de un pequeño talismán que siempre llevaba colgado del cuello y lo colocó en medio del círculo. —Este es el talismán de la verdad, si mienten el talismán lo sabrá... y el precio por la mentira será caro. —Dejó el pequeño objeto con forma de cristal translucido en frente de todos y volvió al lado de Hyunjin; luego miró la daga que Namjoon llevaba colgada en la cintura y se la pidió prestada.

—¿Para que la quieres? —preguntó éste.

—También hará parte del juego —respondió Seonghwa y sus ojos relampaguearon con un brillo que Namjoon reconoció como una señal. Suspiró con fuerza y finalmente entregó su puñal de acero con montura de marfil.

Seonghwa puso el objeto a girar sobre el suelo de piedra del jardín, la hoja brillaba bajo el incandescente sol hasta que finalmente la punta señaló a un doncel menudo que tenía casi la misma edad de Hyunjin mientras la punta de la empuñadura hacia lo propio con otro chico. Las preguntas comenzaron a ir y venir pero eran tan aburridas y desabridas que Hyunjin comenzó a sentir sueño otra vez. Sin embargo, para su fortuna, luego de quince minutos de juego por fin la daga apuntó a Namjoon mientras el otro extremo señalaba al atrevido Seonghwa.

—Vaya, vaya... —siseó el doncel riendo bajito. Hyunjin se emocionó tanto que se incorporó sobre su litera. —¿Dirá la verdad, alteza o prefiere un reto? —preguntó el jovencito con un tono tan lascivo que los demás presentes se turbaron. Namjoon miró al muchacho unos instantes antes de responder.

—Diré la verdad—. La sonrisa de Seonghwa fue amplia y descarada; su mano diestra masajeaba los pies de su señor mientras su boca se relamía anticipadamente. Finalmente soltó su pregunta, y al oírla, Hyunjin se sintió tan abrumado que un suspiro escapó de sus labios.

—¿Cuándo fue la primera vez que su majestad deseó a alguien con todo su ser y cómo resultó? —preguntó relamiendo su labio superior con sensualidad.

—No creo que ese tipo de preguntas sean adecuadas para los oídos de su alteza —advirtió un doncel, uno de los mayores que se hallaban allí.

—¿Y por qué no? Nuestro señor ya no es un niño y estoy seguro que quiere oír cosas más interesantes que simples travesuras. ¿O me equivoco, mi señor? —Sus ojos buscaron a los de Hyunjin; el príncipe estaba sonrojado pero le gustaba que aquel criado no lo tratara como un niño. Se obligó a sonreír y mirando también a Namjoon le ordenó contestar la pregunta. —Queremos oír la respuesta.

Namjoon se estiró sobre sus almohadones, su silueta quedó recostada de medio lado mientras su cabeza reposaba sobre su mano izquierda.

—Tenía quince años —comenzó a relatar mientras sus ojos miraban sin discreción las piernas a medio cubrir de Hyunjin,
—el tenía la misma edad; se llamaba Jackson y era una belleza trigueña; sus cabellos largos hasta la cintura, su nariz recta y sus labios carnosos. —La voz de Namjoon sonaba tan suave y profunda que Hyunjin no podía dejar de mirar sus labios. —Nos conocimos gracias a que ambos éramos pupilos de un mismo tutor de bioenergética —continuó hablando el Koryano.
—Aquel hombre nos dejaba a solas en su laboratorio privado para que ensayaramos lo aprendido en las lecciones. Así que un día simplemente ocurrió... Lo tiré sobre la mesa de las esencias —anotó relamiéndose el labio superior —;era tan virgen como yo, y su interior era tan cálido y apretado que creí que moriría entre sus brazos. Lo hicimos dos veces más aquella mañana; una contra la pared y otra sobre el piso.

—¿Cómo los animales? —preguntó Hyunjin intentando parecer áspero, pero aquello solo le sirvió para darse cuenta de lo seca que se le había puesto la garganta.

—Si, como los animales —respondió Namjoon, malicioso. —Como potros en los establos o conejos en el campo.

—¿Y qué fue de él? —intervino Seonghwa tratando de ponerle más picante al asunto. —¿Se siguieron viendo?

—Por un par de meses seguí tomándolo después de las lecciones, en el laboratorio o en el campo, pero su padre descubrió lo nuestro y lo mandó lejos de mí. El era un señorito de buena cuna y yo solo un campesino. Supe luego que se había casado con un rico comerciante... Nunca más volví a verlo.

—Parece que nunca gana usted —sonrió Hyunjin burlón. —Debe ser porque siempre aspira a cosas muy altas.

—Es porque las merezco —replicó el príncipe con altivez. —En el caso de Jackson gané en todo sentido. Nunca estuve enamorado de él y nunca pretendí desposarlo; solo quería hacerlo mío, poseerlo... y lo hice.

Hyunjin apartó los ojos sintiéndose tremendamente avergonzado. Seonghwa rompió la tensión haciendo girar el puñal de nuevo. Esta vez la daga lo escogió a él, para formular la pregunta y su víctima resultó ser Hyunjin.

—¡Qué emoción! —exclamó, mirando a su señor con un mohín travieso. —Le advierto que no seré compasivo con usted —advirtió con un guiño. —Así que escoja muy bien, alteza. ¿Dirá la verdad o prefiere un reto?

El silencio se hizo momentáneamente en el jardín; el leve susurro del viento haciendo mover un poco las hojas de palma era lo único que se oía en aquel lugar. Hyunjin parecía un tanto nervioso, pero cuando un gesto de triunfo pareció asomarse en los labios de Namjoon, el pequeño príncipe se incorporó sobre su litera y se decidió.

—Aceptaré un reto, el que sea.

—¿Es acaso porque le resulta más fácil actuar que no mentir? —siseó Namjoon. Un cuchicheó se alzó entre los sirvientes pero Hyunjin los hizo callar con una mirada de advertencia.

—No tengo nada que ocultar. Pero me resulta más divertido aceptar un reto.

—Y a mí me resultará más divertido escogerlo —se relamió Seonghwa. —He visto que las manos de su alteza, Namjoon, se encuentran lastimadas y sé que usted...

—¡De ninguna manera! —protestó Hyunjin a sabiendas de lo que le pedirían.

—Y se que usted tiene el poder de curar —continuó Seonghwa como si no hubiese oído el reclamo.
—Quiero que se las cure, alteza.

—No lo haré, mejor contestaré una pregunta.

—¡Ah, no! —Seonghwa se quejó con un puchero.
—Una vez se escoge la prueba no es posible retractarse; son las reglas,  mi señor y todos las hemos cumplido. ¿No será el único en ponerse en vergüenza, verdad?

Hyunjin miró a Seonghwa con recelo; una parte de su instinto le decía que el sirviente estaba burlándose de él y otra que quería ayudarlo a humillar a ese Koryano insolente. De mala gana se puso de pie y se colocó al lado de Namjoon sobre los almohadones. El otro príncipe se incorporó lentamente.

—Déjeme ver —dijo Hyunjin tomándole las manos. Namjoon tenía colocados unos vendajes que le cubrían unas gruesas ampollas, las cuales ya empezaban a cicatrizar. Su piel era áspera y sus manos grandes y fuertes; manos de campesino, quien a pesar de llevar mucho tiempo en la realeza parecía gustar aun de las actividades de los plebeyos.

“Deja de temblar, deja de temblar”, se decía Hyunjin a sí mismo mientras sus manos quedaban sobre las de Namjoon y la bioenergía curativa empezaba a pasar de su piel hacia la del otro príncipe con un calor reparador. Su poder era más fuerte que el de Yoongi, y su tutor solía decirle que sería incluso más poderoso de lo que había sido su mamá, quien había sido considerado uno de los sanadores más grandes de los cinco reinos.

Mientras lo curaba, los ojos de Hyunjin se encontraron por un momento con los de Namjoon. Ambos se miraron por unos instantes que parecieron eternos; una mirada tan cercana e intensa que pareció dejarlos a ambos sin aliento.

—Ya está —dijo Hyunjin al terminar.

Las manos de Namjoon lucían como si hubiesen sido esculpidas en mármol de lo suaves y tersas que habían quedado.

—¿Nos dirá cómo se las lastimó, alteza? —preguntó Seonghwa, mientras Hyunjin volvía a su litera.

—Pensé que no tenía que responder nada mientras la daga no me señalara —contestó el Koryano, Seonghwa sonrió.

—Muy astuto, alte...

—Sin embargo contestaré —le interrumpió mirando de nuevo a Hyunjin. —Me hice estas heridas durante el paso del huracán por Koryo. Intentaba ayudar a alguien, a alguien muy querido para mí. Intentaba que otra persona que lo había lastimado antes, no lo hiciera de nuevo.

“Perfecto, esto se está yendo justo por donde quiero”, pensó Seonghwa al ver la cara nerviosa que ponía Hyunjin.

“Quiere hacerme ver que sabe lo de Jimin”, pensaba el príncipe. Yoongi ya le había contado que Namjoon sabía lo del ultraje, pero ahora comprendía que quería dejarselo claro.

—Entonces sigamos jugando —pidió haciendo que Seonghwa pusiera a girar la daga otra vez. El puñal se movió eligiendo entre los sirvientes y olvidándose de los príncipes durante casi veinte minutos. Hyunjin estaba aburriéndose de nuevo cuando la daga volvió a señalarlo, esta vez con la base... La punta señalaba a Namjoon.

Después de la conversación entre Jungkook y Jin Goo, el rey de Joseon tuvo que ser llevado a una de las habitaciones del castillo donde los médicos lo pusieron a descansar con unas fuertes pociones tranquilizantes.

Taehyung no sabía porque la perdida de una simple amatista podía poner a su tesoro en semejante estado, pero sin duda iba a averiguarlo. Por lo pronto lo dejaría reposar tranquilo hasta que sus nervios volvieran a la calma.

Mientras tanto Woo Seok se había encerrado con Jimin en la habitación real dispuesto a ayudarlo con su problema. Horas antes el rey consorte había ido a las torres de los magos y había traído unas cuantas cosas consigo, las cuales había colocado sobre la mesa del salón contiguo a la recamara. Jimin observaba todo con mucho recelo; conocía bien a su mamá y de él podía esperarse cualquier cosa.

—¿Esto de veras funciona, mamá? —preguntó curioso mirando los recipientes y una caja sellada que había sobre la mesa.

—Muchacho de poca fe —le riñó Woo Seok acercándose a la mesa. —Ya tenemos casi todo lo que necesitamos, solo nos falta algo tuyo.

—¿Algo mío? —La sonrisa que Woo Seok había puesto al decir aquello hizo estremecer a Jimin. Sin embargo él era el más interesado en todo aquello así que sin más replicas aceptó que su mamá desnudara su mano y le pinchara el dedo con una aguja. Las gotas de sangre que salieron de éste fueron a parar a un frasquito que tenía un liquido transparente en su interior. Cuando la sangre de Jimin se mezcló con aquel liquido el color de aquel cambió tornándose en un azul intenso.

—Ahora abre esa caja.

Jimin avanzó con precaución y miró varias veces a su mamá antes de atreverse a abrir aquella caja. A simple vista era una caja de madera ordinaria sin nada de asombroso, sin embargo, Jimin presentía que en su interior contenía algo que no iba a resultar tan simple. Con las manos temblorosas fue destapándola lentamente, manteniéndose por instinto lo suficientemente separado de la mesa en caso de cualquier cosa.

Woo Seok miraba a su hijo haciendo lo posible por no estallar en carcajadas. Cuando Jimin destapó por completo la caja y un grito de horror brotó de su garganta, el rey consorte no lo soportó más y casi se dobló de la risa.

—Ay, ¿Qué es eso, mamá? ¡Es asqueroso!

—No seas exagerado, niño. —Woo Seok se secó las lágrimas que le produjeron las carcajadas y acercándose a la mesa sacó de la caja el enorme sapo que había dentro de esta.
—Agárralo —ordenó acercándoselo a Jimin.

El pequeño príncipe dio un brinco de terror.

—Ni muerto voy a tocar eso mamá. ¡Es horrible!

—Entonces dejaremos esto así porque yo no puedo hacerlo por ti. ¡Y por las Diosas deja el drama!

Compungido Jimin terminó por ceder y venciendo la repulsión tomó con fuerza al animal dándole de beber la poción que minutos antes habían preparado con su sangre. Cuando el sapo termino de beber aquello lo volvió a dejar dentro de la caja y ambos donceles esperaron por cinco minutos a ver lo que sucedía.

—Si el sapo eyacula estás embarazado si no, pues no, —le había dicho Woo Seok cuando se sentaron junto a la mesa a esperar. Jimin no sabía que tan confiable era aquel truco pero al parecer a Woo Seok siempre le había funcionado. Pasado el tiempo de espera Jimin se puso de pie y recibiendo la dulce sonrisa de su mamá destapó de nuevo la caja.

El sapo se había dormido y el interior de la caja estaba seco... seco como lo estaba su vientre.

—¿Eso significa que no estoy embarazado? —preguntó sin poder ocultar la alegría.

Woo Seok asintió compartiendo el júbilo de su hijo. Sin embargo, al ponerse de pie un mareo tan fuerte como un torbellino pareció sacudirlo entero. Jimin se puso pálido al ver como su mamá se desplomaba sobre los tapizados de la habitación. A toda prisa llegó hasta a su lado sosteniéndole la cabeza. Woo Seok estaba más pálido que la nieve Yurchiana.

—¡Mamá, mamá! ¡Háblame! ¿Qué te sucede?

—Un mareo —resopló Woo Seok apretando fuerte los ojos. —Un mareo horrible. Ve por tu hermano... ve por Taehyung —pidió sintiendo que le faltaba el aliento.

—Pero...

—¡Ahora Jimin, corre! —El grito de Woo Seok hizo reaccionar al príncipe, quien como un poseso salió de la habitación llamando a la guardia.

Una vez hubo salido de la recamara, el rey consorte se dejó desplomar del todo sobre el piso y llevándose una mano al pecho sintió que todo aliento lo abandonaba.

—Oh Diosas —rezo. —Que no sea lo que estoy pensando, todavía no, por favor...

Continuará...

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