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Sobrevivir

Dos horas después de la muerte de Hyunjin, Namjoon llegó al palacio, sin saber que había sucedido pues la batalla lo había agotado tanto que el pobre ni siquiera podía usar su legeremancia.   

Nunca antes había subido tan a prisa las escaleras de la mansión central, ni atravesado con tanta angustia aquellos vastos corredores. Taehyung intentó detenerlo un par de veces antes de que entrara a la recamara donde yacía el cuerpo inerte de Hyunjin, pero su hermano logró hacerse paso con aspereza, loco de desesperación.

Cuando finalmente llegó a la recamara donde su esposo ya no lo esperaba, Woo Seok se cubrió el rostro al verle caer de rodillas a pocos pasos de la cama donde se hallaba Hyunjin. El varón estaba herido de dolor y fue desgarrador verlo arrastrarse hasta el lecho para tomar su mano entre las suyas y contemplarlo mientras lloraba aturdido de pena.

—Encanto... vuelve mi precioso encanto —dijo abrazando el cuerpo que ya se había empezado a poner rigido. —Siempre fuiste tan rebelde, ¿verdad, amor mio? —sollozó más fuerte mirando el rostro de su amado, nacarado por la palidez de la muerte. —Tan rebelde que hasta osaste irte antes de mí, dejándome este dolor —le reclamó.

—Namjoon —le llamó Woo Seok en ese momento, tratando de sacarlo de aquel horrible impacto, pero él sólo se acostó junto a los restos de su esposo mientras el sol se alzaba por completo en el cielo, iluminando de lleno la alcoba. El reloj, el mismo que había contado cada segundo de la agonía de Hyunjin, se había detenido a las cinco y cuarto, la hora de su muerte.

Entonces, de repente, Namjoon se levantó de la cama a toda prisa, como si súbitamente hubiese recordado algo. Corriendo como alma perseguida por algún espanto, atravesó los corredores de la mansión central seguido por Taehyung, quien al ver aquella reacción, lo persiguió despavorido pensando que su hermano iba a lanzarse desde alguna de las torres del castillo.

Pero Namjoon no subió a las torres, todo lo contrario. El muchacho bajó a los patios traseros del castillo, donde se encontraba aquel cuartucho en el que le gustaba dormir y entró en el. Taehyung lo vio remover algunas cosas, hasta sacar algo de uno de los gruesos cofres y luego, con la misma prisa, subió de nuevo a la habitación donde estaba el cuerpo de Hyunjin y se acercó. Se sentó nuevamente en la cama y tomando el lívido brazo del cuerpo inerte, colocó en aquella muñeca fría, el reloj de plata que se le había caído a Hyunjin la noche en que lo conoció.

—Iba a dártelo el día que naciera nuestro hijo —le dijo al cadáver de una forma que hacía pensar que para él, el bebé también estaba muerto. —Iba a decirte que ahora sí quedábamos a mano.

—Namjoon, el niño está vivo. Es un varón, está frágil y delicado, pero vivo.

—Ahora estamos a mano, mi encanto —Namjoon ignoró las palabras de su mamá y con cuidado ordenó los cabellos de Hyunjin que se desparramaban en la cama. Tiernamente delineó los labios violáceos y fríos que se resaltaban en aquel rostro pálido y controlando su llanto los besó.

—El niño vive Namjoon ¿Quieres conocerlo? —preguntó Woo Seok, pensando que no lo había escuchado antes.

Pero entonces, sucedió lo inesperado.

Namjoon alzó el rostro y miró a su mamá haciendo un gesto de desprecio. Acto seguido, se paró, caminó hacia la puerta y, una vez en el umbral, se giró y habló.

—No quiero conocer a ese maldito niño. Mi encanto está muerto por su culpa. Lo odio.

Namjoon estaba destruido.

Lo que no habían logrado las flechas, las espadas y todos aquellos enemigos que se lanzaban férreos en su contra, lo había conseguido el vacio de aquella ausencia. Estaba aniquilado, en ruinas; como un soldado batido que espera el momento del remate, el alivio de la muerte.

Pero no sería así. Por más que rogara, que se lamentara y hasta amenazara, las Diosas no parecían tener planeado llevarlo junto a Hyunjin. Por lo menos, no de momento.

Era por eso que estaba ebrio de nuevo, o mejor dicho, estaba más borracho que horas atrás, pues en esos
cuatro días, que habían pasado desde el fallecimiento de su esposo, no recordaba lo que era estar sobrio. Se la pasaba encerrado en la biblioteca; el lugar donde Hyunjin habia gastado tantos días sumergido en sus estudios.

Miraba la silla donde aquel solía sentarse; muy cerca de la ventana para aprovechar la luz y ver las colinas. Pensaba que aun se hallaba allí, silencioso, callado, guardándose siempre sus penas. Imaginó que peinaba sus cabellos mientras pasaba las hojas de un libro, imaginó que algo en aquel libro le hacía sonreír, que era de día y que los rayos de sol hacían brillar sus cabellos. Imaginó que volvía a sonreir.

Bebió otro sorbo de licor pensando, esta vez, en que Hyunjin le devolvía la mirada. Sus ojos tenían un brillo intenso que lo cegaba. Necesitó varios segundos para comprender que se trataba de la luz del corredor que le dio directo en la cara cuando alguien abrió la puerta de forma inesperada.

—¡Maldita sea! ¡He dicho que dejen de fastidiarme! ¡Quiero estar solo!

Seokjin ignoró por completo su pedido y sin pausa siguió avanzando entre la penumbra. Tenía el cabello recogido, desarreglado; y en su rostro se reflejaban, la palidez y el cansancio de alguien recién salido de las mazmorras.

Caminó con paso firme haciendo oídos sordos a los improperios del otro varón y no se detuvo hasta ponerse frente a él, cruzándose de brazos al verle.

—¿Estas borracho otra vez? —La pregunta fue hecha en un tono afilado y frio, dejando de lado aquel tono compasivo con el que lo había estado tratado, los días anteriores cuando había acudido a consolarle. —Ya me fastidie de tu actitud y no permitiré que continúes portándote como un idiota —le soltó con tono de desdén. —Luces patético.

—¡Lárgate de aquí!

—No —replicó Seokjin avanzando. —No hasta que me expliques ¿Qué tontería es esa de que vas a mandar a Soobin a Jaén? —preguntó afilando peligrosamente la mirada. —¿Acaso has perdido el juicio? Ni Taehyung, ni tu mamá ni yo, vamos a permitir que por tu locura, espero momentánea, expongas a un recién nacido tan frágil, sometiéndolo a un viaje tan largo en plena nevada. ¿Escuchaste? ¡No lo permitiremos!

—¡Ya cállate! —Fulminando a Seokjin con la mirada, Namjoon hizo un esfuerzo y se puso en pie. Su respiración era jadeante y pesada, como la de un enfermo crónico. —Ese niño es mi hijo y yo decido qué hacer con él —dijo con rabia mientras se tambaleaba por la ebriedad. —No quiero cerca de mi, a ese malnacido. Se lo mandaré a Yoongi si es que él lo quiere, y me importa muy poco si se congela en medio de la llanura. Por mi ese niño se puede morir. ¡Auch!

El puñetazo de Seokjin no necesitó de demasiada fuerza para lograr su cometido. Namjoon cayó de
bruces sobre el suelo y con intensa ira se revolvió un poco antes de lograr ponerse de pie otra vez, abalanzándose sobre su acompañante con las pocas fuerzas que le quedaban.

—¡¿Qué te pasa, infeliz?! ¡¿Por qué has hecho eso, ah?! ¡Te mataré! Te mataré! —gritó como un loco.

—¡Yoongi aún no sabe lo que le pasó a Hyunjin! —le recordó Seokjin logrando que sintiera que un nudo se le formaba en la garganta y se quedara quieto, resoplando en silencio.
—Creo que lo más lógico es que cuando estés más repuesto, tú mismo vayas y le entregues el cuerpo —le propuso con calma.
—Hyunjin quería descansar en su tierra natal, frente al mar de Jaén. Por lo menos dale eso. Lo merece.

—¿Descansar en Jaén? —Al escuchar sobre la última voluntad de su esposo, Namjoon se recostó a la pared y comenzó a llorar en tono quedo. Nunca había hablado con él sobre cosas como esa, no conocía sus pensamientos al respecto. Ni había pensado en que las Diosas se lo quitarian tan pronto. Jamás pensó que no lo veria convertido en un gran señor. —¿Dónde está ahora? —preguntó entonces alzando un poco su vacía mirada. —¿Dónde lo han puesto?

—En uno de los laboratorios de los magos, —respondió Seokjin. —Ayer terminé de
embalsamarlo.

—¿Lo embalsamaste tú mismo? —Namjoon se sorprendió dejando salir un jadeo, mirandolo con sincero respeto.

—Si, lo hice —afirmó Seokjin sintiendo que el recuerdo de aquello lo dejaba sin voz. —Sal de aquí, —pidió luego de suspirar fuerte para recobrar el aplomo y avanzando un poco se acercó hasta Namjoon para rozarle un brazo con ternura. —Ven conmigo para que conozcas a tu hijo —le propuso dulcemente al instante. —Eres su padre, te necesita. Por favor, Namu. Ven a verlo.

Un pequeño silencio se extendió por el recinto.

Cuando Namjoon suspiró, Seokjin pensó que aceptaría su propuesta, pero lo que el varón hizo fue arrugar el ceño y volverse a echar sobre el suelo de la biblioteca.

—Namjoon.

—Ya te he dicho miles de veces que no quiero conocer a ese niño —dijo con tono irritado. —Nо me importa lo que piensen mamá, Taehyung o tú. El niño se va a Jaén y punto. Está decidido.

—¿Última palabra?

—Última palabra.

Después de esa tajante afirmación, hubo un momento de silencio en el cuál Namjoon volvió a aferrarse a la botella con Seokjin mirándolo fijamente desde lo alto. El tema parecía resuelto, sin embargo, estaba muy lejos de ser asi.

—Muy bien —dijo finalmente el médico chasqueando la lengua, —Si esa es tu decisión final, entonces prepárate para dos entierros porque a Soobin solo lo sacan de aquí sobre mi cadáver y no es advertencia.

—¿Me estás amenazando? —cuestionó Namjoon volviéndose a poner en pie y sin mucho cuidado apresó a Seokjin lanzándolo sobre una de las mesas. —¿Me estás amenazando?

—¡Tómalo como quieras! —se apartó Seokjin.

—¡No te atrevas a pasar por encima de mi autoridad! —le grito Namjoon, ciego de ira, aventando la botella de licor contra una de las paredes del recinto. —¡Ese niño es mío! ¿Entiendes? ¡Mío! ¡No tienes ninguna autoridad para decidir sobre su futuro! ¡Ninguna!

Jadeando de rabia, Seokjin se puso en pie apoyándose de una silla. Sus ojos brillaban de una forma terrible y furiosa; llenos de indignación y pesar. Desde hacía días veía venir aquel reclamo y finalmente lo escuchaba en el peor de los momentos. Quiso quedarse callado, hacerse el desentendido y dejar las cosas asi, pero no pudo. Por las Diosas que no pudo.

—No sé a qué viene ese comentario —repuso calmadamente intentando no alterarse demasiado.
—Tengo claro que el niño es tuyo y de Hyunjin, no mío.

—¿Eso te jode, no? —le provocó Namjoon con una sonrisa sarcástica y cruel mientras se apoyaba sobre
la mesa. —Te arde que no sea tuyo.

—¿Eso crees? —Seokjin lo miró con lastima. —Eres patético, —le dijo sin rencor tratando de marcharse de nuevo. —Realmente patético.

—Patético tú —contestó Namjoon arrastrando las palabras e interponiéndose en el camino del otro hombre, —tú que no puedes aceptar tu naturaleza y que no eres un doncel y jamás podrás parir y por eso tratas de apoderarte de un niño que no lleva tu sangre, ni nació de ti.

Algo parecido a una sonrisa sarcástica se dibujó en el rostro de Seokjin. Namjoon la notó y un jadeo salió de su boca al tiempo que su mano soltaba a su presa.
—Aunque pudiera, jamás pariría un hijo tuyo, eres un don nadie que jamás ha tenido nada propio, ni siquiera Hyunjin era tuyo, —habló el hombre con un peso terrible en la voz.
—Ambos sabemos que Yoongi siempre fue el primero en el corazón de Hyunjin y eso nadie pudo cambiarlo.

—¡Cállate! !Callate! —pidió Namjoon apartándose mientras se echaba sobre la mesa de la habitación.

—Nunca fue tuyo —continuó diciendo el médico sin compasión mientras sendas lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos —¿Qué se siente, saber que fuiste solo su refugio? ¿Qué se siente, saber que aquel por el que habrías dado la vida nunca te amo? ¿Qué se siente, Namjoon? ¿Qué se siente? Dimelo!

—¡Basta! —Namjoon se arrinconó contra uno de los estantes de aquella biblioteca llorando con desesperación. Seokjin por su lado temblaba rabioso. No había querido decir esas cosas pero no había podido contenerse. Sabía que sus palabras no eran ciertas y no las sentía de verdad, pero Namjoon se estaba comportando como un imbécil y era hora de que alguien lo hiciera reaccionar. Tenía que sacarlo de ese estado de estupor como fuese y tenía que hacerlo rápido.

—Pero hubo alguien a quien  Hyunjin amó más que a Yoongi, ¿sabes? —dijo entonces de repente, volviendo a bajar el tono de la voz, logrando que Namjoon apaciguase su llanto para oírle.

—¿Te refieres al bebé? —susurró éste último.

—Así es —contestó Seokjin, —Hyunjin no podia examinarse a sí mismo, no podía saber que su herida era mortal. Él decidió venir conmigo porque pensó que podría ayudar al bebe, quien sabía, no nacería en
buen estado por ser prematuro. En ese momento para él también estaba a la mano la posibilidad de ir al albergue, pero sabía que allí el niño moriría. Así que escogió arriesgar su vida para salvar a su hijo. Lo que hizo fue un verdadero
sacrificio, ya que en ese momento él no sabía que no tenía forma de sobrevivir a esa herida.

—¿Me estas tratando de decir que escogió la vida del bebé sobre la suya, pero que de no haberlo hecho de todas formas habría muerto? —Namjoon preguntó estupefacto.

—Exactamente. Lo que mató a Hyunjin fue la herida, no el parto, Soobin no es culpable de nada.

—¡Soobin! Yo escogí ese nombre.

Sintiéndose mareado y cansado, Namjoon se dejó caer sobre una silla. Era como si todas las horas de sueño perdido y de ebriedad hubiesen caído sobre él, haciéndole sentir exhausto. Con cuidado hundió la cabeza entre los brazos y se quedó así por un momento, en silencio y calma.

—Déjame solo, por favor —pidió un instante después suspirando profundamente.

—¿Olvidaras esa idea de mandar al bebé a Jaén? —inquirió Seokjin desde el umbral de la puerta, viendo como Namjoon asentía ligeramente. —Gracias, —dijo con una sonrisa y cerró la puerta tras él.

Namjoon volvió a quedar completamente a oscuras.

Taehyung y Woo Seok estaban en el corredor que rodeaba la biblioteca. Desde allí escucharon retazos de la discusión entre Seokjin y Namjoon, pero prefirieron no intervenir. Ya ambos sabían que la relación que habían mantenido los dos varones y Hyunjin en los últimos meses había sido intima en todo el sentido de la palabra, así que consideraron que era mejor no meterse.

Cuando Seokjin cerró la puerta de la biblioteca y se acercó al balcón que daba hacia las fuentes, Taehyung fue el primero en acercarse aunque sin saber muy bien cómo abordarlo. Woo Seok fue entonces quien rompió el silencio y mirando al medico a los ojos le preguntó de lleno sin resquemores.

—Seokjin, querido. ¿Lograste algo? ¿Namjoon se ha retractado del absurdo de hacer viajar a esa criatura. con este clima?

—Así es, Majestad —contestó apoyándose sobre el balcón, estaba agotadísimo. —Por lo pronto he conseguido que abandone la idea del viaje.

—Pero... —Taehyung seguía mostrándose muy preocupado. —¿Aun no piensa conocer a su hijo? —preguntó indignado. —Namjoon no es así. ¡Por las Diosas, es su bebé!

—Supongo que habrá que darle un poco más de tiempo —suspiró Seokjin mirando hacía la biblioteca. —Todo esto ha sido una verdadera tragedia y no es fácil de asimilar. Él es un gran hombre, pero está asustado. Quizás tiene miedo de perder al bebé también y por eso reacciona tratando de convencerse de que no le importa la suerte del pequeño. Estoy seguro de que se trata de eso, necesita encontrar un culpable para calmar su dolor.

Por un momento todos se quedaron meditando las palabras de Seokjin. Era cierto, Namjoon había sufrido grandes pérdidas y su corazón debía estar roto en mil pedazos. No sería fácil levantarlo de nuevo pero tenían que intentarlo. Era miembro de la familia real aunque no llevara su sangre y no pensaban abandonarlo en un momento tan terrible.

—A propósito de eso —señaló Taehyung retomando la conversación. —¿Cómo está el niño? Cuando lo vi se veía tan pequeño que creo que no había terminado de madurarse en el vientre. ¿Estoy en lo correcto?

—Estás en lo correcto. Nació prematuro y está peleando por vivir —afirmó Seokjin recordando cómo el pequeño Soobin seguía en peligro de no sobrevivir.
—Es dificil para él respirar y alimentarlo es complicado, pero sigue dando pelea. Justamente hoy le hice una prueba.

—¿Una prueba? —Taehyung y Woo Seok lo miraron alarmados.

—Era necesaria —aseguró el hombre. —Desde que nació, Soobin no ha aprendido a respirar bien y debe hacerlo pronto si quiere vivir. Aunque suene cruel, es la única opción. Es momento de que ese pequeño elija si vivirá o morirá.

Al escuchar el diagnostico de Seokjin, Woo Seok se llevó una mano al pecho. Todo ese asunto de hijos muertos lo estremecía. No quería que Namjoon perdiera también a su primogénito, quería que por lo menos las Diosas le concedieran la bendición de tener al niño y verlo crecer. Además, estaba también el sacrificio de Hyunjin. No parecía muy justo que después de que ese muchacho se sacrificara de esa forma, todo su esfuerzo fuera en vano.

—Yo creo que sobrevivirá —expuso Seokjin al ver que su comentario había mermado los ánimos. —A pesar de las malas condiciones de su nacimiento, es un pequeño fuerte.

Taehyung y Woo Seok escuchaban atentos cuando de repente, Namjoon abrió de golpe la puerta de la biblioteca y trastabillando llegó a la altura de todos ellos. Woo Seok se sorprendió al verle en ese estado: transpirando alcohol, con el aspecto de un reo y apestoso como un indigente. Su corazón se contrajo de dolor.

—Namjoon.

—He cambiado de opinión —dijo este, con la lengua embolada y los ojos enrojecidos por el licor.
—Definitivamente, el niño, se irá a Jaén. Se lo regalaré a Yoongi.

—¡¿Qué has dicho?! —bramó Woo Seok.

—¡Tú no harás semejante barbaridad! Tu hijo no es una cosa como para que pienses en regalarlo —exclamó Taehyung indignado.

—¡No te lo permitiremos! —secundó Seokjin.

—¡¿Y qué harán para evitarlo, eh?! —replicó Namjoon irritado, tratando de empujar a Taehyung, quién intentaba sostenerlo para que no se cayera.
—¡Suéltame! —se zafó furioso viendo las caras de los presentes que lo miraban con reprobación y horror. —Ya no me importa nada —bufó con desdén.
—Está claro que las Diosas  ¡Me odian!

—Las Diosas no te odian. ¡No digas tonterías! —replicó Woo Seok parándose frente a él, tomando su rostro con amor. —Si las Diosas te odiaran no estarías en este palacio, no habrías conocido el amor y no tendrías un hijo precioso que lucha por sobrevivir.

Namjoon tragó espeso.

—Hijo mio —continuó diciendo el rey consorte, sobando esa cabellera despeinada y enredada,
—no cometas un error del que más tarde te arrepentirás. Esa criatura te necesita y es tu obligación asistirle. Ya perdió a su mamá, no le quites también a su padre.

—Lo siento —respondió Namjoon sacudiendo la cabeza. —No puedo tenerle cerca —lloró ligeramente. —¡No lo quiero cerca!

—Pero, Namjoon.

—¡Está decidido! —Namjoon vociferó apretando fuerte los ojos. No quería pensar en amar de nuevo y volver a perder. No pasaría por algo así de nuevo. No quería. No podía. —Se lo cederé a Yoongi —decidió firmemente. —Que lo crie él.

—Entonces por lo menos espera a que esté más fuerte —intervino Seokjin pensando que ya no lograría convencerlo de dejar al niño en Koryo.
—Hace mucho frío afuera. No sobrevivirá al viaje, vas a matarlo.

—Que las Diosas decidan su suerte así como decidieron la mía.

Namjoon se encogió de hombros e hizo ademán de alejarse, seguramente de vuelta a la biblioteca. No había recorrido ni medio camino cuando de repente, otro de los facultativos del palacio llegó con rostro grave y luego de saludar respetuosamente, cruzo un par de palabras con Seokjin.

—Entiendo —dijo Seokjin con tono preocupado luego de escuchar a su colega.
—Disculpenme, Su Majestad, Su Alteza pero parece que el niño se ha puesto mal. Iré a ver qué pasa.

De esta forma ambos galenos corrieron con rumbo a la habitación que ocupaba el pequeño Soobin, Taehyung y Woo Seok se sobrecogieron de inmediato, pero fue Namjoon quien más se vio afectado por aquello. Las palabras: "El niño se ha puesto mal", detuvieron su marcha. De inmediato giró su rostro para ver cómo su mamá y su hermano corrían tras los médicos y se perdían por los inmensos corredores.

Namjoon se quedó por un momento allí, de pie, sin saber qué hacer. Miraba a la biblioteca y luego al pasillo opuesto, sin decidir qué rumbo tomar. Se sentía perdido, como en aquella ocasión cuando trataba de huir de las llamas que acabaron con su primera familia, abrumado por no poderles salvar.

Finalmente, cuando su mente pareció por fin rendirse ante el caos y la respiración pareció quedarse atascada en su garganta, sucedió lo increíble. Sin querer perder más tiempo, tomó una decisión, y sosteniéndose en la pared se dispuso a seguir a los demás.

El afligido hombre caminó por aquellos corredores largos y silenciosos aumentado cada vez más la ligereza de sus pies. Cuando llegó a la habitación donde estaba su hijo se encontró con una amarga escena: varios donceles se movían de un lado al otro obedeciendo a los pedidos de los galenos, mientras éstos, en torno al recién nacido, hablaban en voz baja negando de vez en vez con la cabeza como manifestando impotencia.

Namjoon sollozó en voz baja y miró hacía un lado. Taehyung consolaba a Woo Seok, quien no podía hacer otra cosa que llorar sobre el regazo de su hijo, parados ambos a un lado de la cama. El rey consorte se sentía terriblemente culpable de todo lo que estaba pasando y no sabía si algún día podría ver el rostro de las Diosas.

—Por favor, preparen estas pociones —ordenó Seokjin a sus colegas en una de tantas idas y venidas, dándoles una especie de receta. —Yo me encargaré del niño.

Ante el pedido de Seokjin, tres hombres asintieron y se retiraron. El médico por su parte, continuó un rato más asistiendo al bebé, sin decir ni una sola palabra a los que estaban esperando impacientes. Luego de un rato, agachó la cabeza colocando las manos una a cada lado del cuerpecito del niño, antes de jadear profundamente y apretar los ojos con fuerza.

—Lo siento —fue todo lo que dijo antes de expirar profundamente, —Ya no será necesario que lo mandes a Jaén —dijo entornando su mirada hacia Namjoon. —Las Diosas te han complacido hoy. El niño ha muerto.

A todos se les heló la sangre.  Namjoon estaba completamente impactado. La noticia se sintió como una brasa sobre su piel, un fuego ardiendo y quemando, haciendo mucho  daño.

—Salgamos todos —pidió entonces Seokjin cubriendo el cuerpecito del bebé para acostarlo en la cuna. —Aquí lo dejaré un rato por si te dignas conocerlo antes de que lo enterremos —dijo por ultimo antes de tomar a Taehyung y a Woo Seok de los brazos para abandonar todos la recamara seguidos por los sirvientes.

Namjoon se quedó quieto, agarrado del umbral de aquella puerta. Desde la distancia veía el bultico inmóvil acostado entre los encajes blancos con el toldillo dándole sombra.

Despacio se acercó, temblando visiblemente y no a causa del alcohol. Al principio no podía llorar, sentía las lágrimas atrancadas en la garganta pero no podía sacarlas. Fue sólo después, cuando estuvo cerca, a pocos pasos de la cuna, con la criatura amortajada de pies a cabeza frente a sus ojos, cuando por fin pudo romper en llanto. El corazón pareció habérsele terminado de destrozar y su dolor era tan intenso e infinito como la más terrible oscuridad.

Cayó al piso aferrándose a los bordes de la cuna, con su mano dudando en si tocar o no a la criatura. Era demasiado doloroso pensar que se trataba de su único hijo, el hijo de su encanto.

Despacio fue bajando sus manos hasta que lo alzó, sacándolo para cargarlo por primera vez. Se quedó impresionado porque era demasiado liviano, y aquello le estremeció un poco más el pecho. Seokjin tenía razón: su hijito era una criatura muy frágil, sin duda ese viaje que planeaba para él lo habría matado. Sollozó un poco más fuerte. Ese pensamiento lo hizo sentirse tan culpable que no pudo hacer otra cosa que estrechar el menudo. cuerpecito dulcemente contra su pecho.

Lo acunó pidiéndole perdón, arrullándolo con las canciones que le cantaba cuando aún estaba en el vientre de Hyunjin. No podía odiarlo por más que quisiera. Era su bebe, aquel niño que soñaba con ver crecer.

Había hecho tantos planes con él: enseñarlo a cabalgar, zambullirlo en el lago, convertirlo en un excelente espadachín. Soñaba con hacer todo eso junto a Hyunjin, y si aquel quería, hasta tener más hijos. Había soñado con todo eso y más.

Pero ahora no quedaba nada, ya no tenía nada. Ahora nuevamente, como hacía tantos años atrás estaba solo de nuevo, peleando contra sí mismo, contra sus propios temores.

En esas estaba, hipando, con el niño entre los brazos recostado contra su pecho, cuando se dio cuenta que no era él el único que lloraba. Un sonido agudo pero tenue lo acompañaba, un sonido bajito y tierno.

Asombrado guardó silencio para escuchar mejor y entonces aquel otro llanto se acompañó de una ligera patadita. ¡No podía ser! ¡¿Podía ser posible?!

—¡¿Qué rayos?! —exclamó asustado, apartando un poco al bebé de su pecho. Instantáneamente se quedó mirando fijo aquel bultico, corroborando que de alli provenían los quebrados sollozos y con cuidado lo destapó, respirando entrecortadamente. Casi suelta un grito al ver que la criatura se removía incomoda, empapada de orines y completamente despierto. ¡Estaba vivo! ¡Su bebé vivía!

—Maldito Seokjin —susurró entonces, apenas comprendió lo que el médico había hecho. Sin embargo, estaba lejos de sentirse enojado. Tenía entre sus brazos a la criatura más bella que hubiese visto antes y le parecía terriblemente hermoso a pesar de que el bebé era, por su condición prematura, muy similar a una ratica arrugada y feúcha.

Tenía una barriga abultada con un ombligo prominente y el rostro fruncido como el de un viejito. También tenía una pelusa de pelo castaño, y orejitas pequeñas.

Namjoon sonrió y el bebe abrió los ojos. Los tenía de un fuerte color café, con esa misma expresión que solia tener Hyunjin en cuando se enfadaba. Tenía también una naricita pequeña y labios finos. Era todo un principito.

—¿Así que tú eres mi hijo? —le habló Namjoon al niño mirándolo a los ojos. El bebé le contestó con un
estornudo que lo fastidió más haciéndole llorar muy enfadado. Namjoon se apresuró a colocarlo sobre la cama para quitarle esos pañales mojados y fue entonces cuando una voz conocida lo sorprendió a sus espaldas.

—Vaya, con que ya cambias pañales y todo, —se burló Seokjin sin poder ocultar lo feliz que se sentía por haber logrado que su plan diera resultado.

—Eres un grandísimo hijo de puto —le riñó Namjoon mientras se dirigía hacía un gran estante en busca de pañales secos.

—¡Oye! —exclamó Seokjin levantando la mano. —Te recuerdo que conoces a mi mamá y es todo un señor respetable.

—Es cierto —concedió Namjoon. —Debo recordar que aquí el único desalmado eres tú.

—¿Desalmado yo? —Seokjin dio un rodeo acercándose hasta la cama donde estaba el bebé —¿Me lo dice quién estuvo a punto de mandar a esta cosita hermosa de viaje en plena nevada? —ironizó haciéndole cosquillas al bebé. Namjoon bufó y tomó al bebé, acomodándolo sobre su antebrazo para llevarlo hasta donde se hallaba una vasija. Seokjin se quedó asombrado por su habilidad hasta que recordó que él había tenido dos hermanitos menores a los cuales seguramente atendía en ausencia de sus padres. Siguió de cerca los movimientos del otro hombre, sonriendo al notar que el susto que le había pegado había sido tan fuerte que le había quitado hasta la borrachera.

—¿No hay problema en que lo moje? —preguntó Namjoon antes de meter su mano en el agua para comprobar que estuviera tibia, sacando al médico de sus cavilaciones.

—No hay problema —aseguró éste ojeando ligeramente al niño. —Por la forma como llora veo que de momento respira bien.

—¿Qué fue lo que le pasó hace un rato? —quiso saber mientras suavemente bañaba al bebé —¿Por qué vinieron tan a prisa a verlo diciendo que estaba mal?

—Porque de repente se puso azul y respiraba feo —respondió Seokjin, acercándole una mantica con la que secar al bebé.
—El otro facultativo no lo sabía, pero hoy había decidido sacar al niño de la incubadora —comentó con voz cantarina. —Mientras se acostumbra al aire de ambiente tendrá periodos de falta de aire.

—¿La incubadora?

—Si.

Señalándola con su mano, Seokjin le mostro una gran caja de cristal colocada en una de las esquinas de la habitación, era rectangular con una abertura en la parte superior y llena en el interior de muchas piedras energéticas.

—Esas piedras concentran el oxigeno puro, que es lo más importante que para nosotros tiene el aire —explicó Seokjin afablemente. —Metí al niño allí para que respirara mejor, pero ya es hora de que se acostumbre a respirar sin ayuda.

Namjoon arqueó una ceja.

—¿Eso en lenguaje castizo que significa?

—Que eres un aburrido, —le reclamó Seokjin con un puchero. —Años atrás por lo menos tenías la delicadeza de pretender que mis discursos médicos te interesaban.

—Hace años intentaba llevarte a la cama —sonrió a medias el Koryano envolviendo al niño en unas mantas secas. —Pero ahora sí, en serio. No pensé que te inventaras algo así.

—¡Oh! No, para nada —corrigió Seokjin. —Me encantaría poder darme crédito por esa belleza pero por desgracia, no es invento mio. Ese aparatito tan útil es producto de una brillante y seguramente ociosa, mente Joseoneana. Nada que ver con nuestros avances Koryanos.

—¡Vaya!

Namjoon se acercó hasta el extraño aparato y lo reparó a detalle. Era genial, el invento que había salvado la vida de su hijo y que seguramente había salvado y salvaría a muchos otros niños más.

—Pensé que los Joseoneanos sólo eran buenos para el arte y la guerra —dijo un segundo después meciendo al bebé que empezaba a lloriquear.

—Sí, yo también —comentó Seokjin acercándose también, —pero siempre hay por ahí alguna que otra oveja descarriada interesada en otras cosas.

—¿Lo dices por ti? —preguntó Namjoon volviéndose a mirar al otro hombre con suspicacia.

—No lo digo por alguien en particular. Aunque sí, podría decirlo por mí también.

El niño estornudo, Namjoon se sentó en la cama y con cuidado lo arrulló mirándolo con mucha ternura.

—Gracias, Seokjin —dijo un instante después, sin apartar los ojos de su hijo quien gracias al baño empezaba a dormirse de nuevo. —Gracias por obligarme a hacer esto —sonrió con dulzura.
—Gracias por atender a Hyunjin y por salvar a Soobin. Perdóname por las cosas que dije hace un rato.

—No hay de qué —le respondió Seokjin sentándose también en la cama. Dulzura infinita corría por sus ojos. —Sabes que esto para mí no es un asunto médico. Tengo el alma metida aquí y mi corazón tan destruido como el tuyo. Ambos tenemos el corazón destrozado.

Un momento después ambos estaban abrazados, con el pequeño Soobin en medio de los dos. Seokjin se permitió romper en llanto por primera vez en días y su llanto estremeció al bebé que empezó a llorar también.

—Este niño también es hijo tuyo. Aunque no lo pariste, de una u otra forma, eres tú quien le ha dado vida, —dijo Namjoon consolando al pequeño mientras depositaba un dulce beso en los labios de Seokjin. Este sonrió haciendo un gesto como de "no hay de qué" y entonces decidió decirle a Namjoon lo que verdaderamente pensaba.

—Hyunjin si te amaba, Namu. Conocía a ese doncel como a la palma de mi mano, lo conocí como jamás conocí a ningún otro ser humano y sé que llegó a amarte. Podía ser un mentiroso cuando le convenía, un caprichoso y un malcriado la mayor parte del tiempo, pero no era un falso. Cuando entregaba su corazón lo hacía sinceramente y por completo. Contigo quedó enamorado hasta los huesos, lo sé.

—¿Él te lo dijo? —cuestionó Namjoon con los ojos nuevamente envueltos en lágrimas.

—¡Jamás! —exclamó Seokjin y su mirada se envolvió en una aguda tristeza. —Hyunjin no era idiota, él sabía que yo te amaba y no iba a lastimarme con una confesión así —explicó entonces. —Me guardaba un gran aprecio y jamás me hubiera lastimado de esa forma. Fuimos grandes amigos, la realidad es que siempre deseé ser incondicional con él en todo momento. Recuerdo que la primera vez que le conté que había tenido una relación con otro varón, logré mantenerlo con la boca abierta por más de quince minutos. Quedó fascinado y yo no lo podía creer. Tú contaste con buena suerte porque ocurrieron sucesos que te favorecieron, pero sabes que Yoongi es un hombre milimétrico en todo lo que se refería a su hermano.

—Si, él tenía su tutoría. La verdad es que temo por su cordura cuando reciba la noticia. —Namjoon se quedó meditabundo. No tenía ni idea cómo iba a darle semejante noticia y la verdad no quería pensar en ello. Por lo menos, no en ese momento.

—Sobre la reacción de Hyunjin al enterarse de lo nuestro puedo decirte que me sorprendió gratamente —dijo un momento después. —El hecho de que nunca censurara ese tipo de cosas fue lo que me hizo pensar que no le molestaría la idea de que tú, él y yo... bueno... ya sabes.

—Sí, lo sé. —Seokjin sonrió con nostalgia. —Las Diosas castigaron mi vanidad y mi orgullo. Hace años conocí el amor contigo y por mi falta de juicio lo perdí y fui condenado a no poder olvidarte nunca.

—¿En ese caso que estoy pagando yo? —bufó Namjoon, sin querer saber de momento nada de las Diosas. —No creo haber hecho algo tan malo para perder a tanta gente amada.

—Pues no lo sé. Tal vez no es cosa de lo que hagamos o no. Sino simplemente de quien resulta ser el cebo más fácil de atrapar y fastidiar —reflexionó Seokjin acariciando dulcemente al bebé que terminó por quedarse dormido en los brazos de su padre.

—¿Cómo vamos a vivir sin él? —le preguntó entonces Namjoon sin poder evitar que se le quebrara la voz
—¿Cómo vamos a superar esto?

Tomando la manito del bebe para depositar un beso en ella, Seokjin suspiró.

—No lo superaremos, —dijo con resignación. —A partir de hoy sólo nos dedicaremos a sobrevivir.

Palpando la ligera hinchazón de sus piernas, Jungkook se sentó en la cama completamente lúcido después de tantos días de calenturas. No sentía dolor, no sentía frio y mucho menos incomodidad. Lo que tenía clavado en el pecho era un terrible sentimiento de furia y la necesidad apremiante de venganza. Retaliación que quería ver traducida en el menor tiempo posible en mucha sangre Yurchiana.

Lo habían humillado de la peor forma posible, haciéndole salir de sus propios predios. Esos malnacidos estaban ahora a sus anchas, muy acomodados en su palacio. Seguramente estaban saqueando sus tesoros, colocando sobre prostitutos cualquiera sus finos ropajes; y sabría SiKje si usando sus habitaciones para actos licenciosos con sus esclavos.

Temblaba de ira con tan solo imaginar su cama matrimonial siendo escenario de orgías y actos paganos de los que tanto gustaban esas ratas blasfemas. Incluso, sentía compasión pensando en que posiblemente hasta los mismísimos sacerdotes de SiKje pudieran estar en ese momento siendo ultrajados dentro de sus templos.

Maldito fuera Hyo Seop y todo su pueblo de cobardes asesinos. Qué disfrutaran de momento el fugaz triunfo porque no sería permanente. ¡Por SiKje que no lo sería! La sangre de Taehyung que alimentaba la tierra de Joseon era su principal motivo para no permitirles a esos miserables salirse con la suya. No lo permitiría.

Miró su vientre, dándose cuenta de que su embarazo había avanzado más de lo conveniente para sus planes inmediatos. Perdía agilidad con ese vientre y eso le había quedado claro cuando no pudo huir de aquella flecha envenenada que habían lanzado desde una de las torres de su propio castillo. De haber estado con su cuerpo en completa condición, ese ataqué jamás lo habría rozado. Se sentía mal por estar pensando así pero ese niño se estaba gestando en muy mal momento. En el peor de todos.

Jungkook quería luchar, matar, estar en la batalla. No quería permanecer ni un minuto más acostado en esa litera esperando los avances de los otros y noticias de Jin Goo.

Se puso en pie al ver a un esclavo entrar a su carpa. Era un doncel de Jimin que le había vendido su lealtad a cambio de mucho oro. Desde que había despertado días atras, había notado que tanto el hermano menor de Taehyung como el príncipe Hyung Nil se traían algo entre manos; y él estaba dispuesto a averiguar qué era, fuera como fuera.

Gracias a las Diosas había logrado sacar algo de sus riquezas antes de huir de Joseon y con ello podía pagarle a su espía.

—¡Habla! —exigió cuando el muchacho estuvo frente a él, poniendo una pieza dorada ante esos ojos codiciosos —¿Qué has descubierto?

Sonriendo ligeramente, el doncel rebuscó recelosamente entre sus ropas y sacó de debajo de su manto unos pergaminos algo ajados. Jungkook los tomó con premura y los extendió sobre su mesa antes de darle la paga. ¡No podía ser posible!

—¡Malditos! —exclamó al ver de qué se trataba aquello. ¿Por qué Jimin tenía guardados, tan celosamente, los planos de su palacio? ¿Acaso estaba jugando tanto del bando de los Yurchianos como de los Koryanos? ¿O acaso pretendía aprovechar la oportunidad y la ayuda de Hyung Nil para tomarse Joseon y anexarlo a Koryo?

Lleno de ira desgarró los pergaminos haciéndolos añicos. Sin duda, él no los necesitaba; conocía perfectamente cada rincón de su palacio y se lo tenía grabado palmo a palmo en su cabeza.

—Necesito que me hagas otro favor —dijo entonces al esclavo, esta vez poniendo entre aquellas manos ansiosas un saquito entero lleno de oro. El chico asintió emocionado, sintiendo el peso de las monedas y también el de esos ojos que parecían tener un poder sobrehumano.

—Necesito que sigas a Su Majestad Jimin a donde quiera que este vaya. Incluso, aunque te pida que no lo acompañes, tú lo seguirás. Me contarás todo lo que haga, todo lo que diga. Especialmente si se trata de alguna conversación entre él y el príncipe de Kaesong. ¿Me has comprendido?

—Sí, mi señor. —El esclavo afirmó sintiéndose un poco aturdido ante la presencia de aquel rey. Era cierto lo que se decía de él, que incluso algunos donceles caían bajo el hechizo de su abrumadora belleza. —Yo haré lo que usted me pida mi señor —aceptó fascinado.

—Bien. —sonrió Jungkook avanzando hasta tomar al chico del mentón. Conocía la ambición, la forma como tentaba a los humanos hasta llevarlos al límite y podía verla claramente en los ojos de ese muchacho. Supo por ello como lograr que la lealtad poco confiable de aquel chico permaneciera de su lado y sonrió por ello.
—Permanece de mi lado —le pidió con una tenue caricia en su rostro —y te haré un Marqués de mi reino.

Yoongi no podía comer ni dormir. Estaba completamente angustiado pues, según sus cálculos, hacía más de un día que su mamá y su hermano debían haber llegado a Jaén y sin embargo aún no tenía noticia de ninguna embarcación que estuviese siquiera arribando al muelle. Temía que sus planes hubiesen sido descubiertos por los Koryanos y éstos los hubiesen capturado al intentar escapar, temía que los suyos estuvieran en peligro.

Para completar su drama, tampoco tenía noticias de Seonghwa, de quien ya sabía, había dado a luz un varón varias semanas atrás, mientras él se hallaba fuera.

Eso en particular lo tenía más enfadado que nervioso. ¿Cómo osaba aquel infeliz largarse llevándose consigo a su primogénito? Ya vería cuando lo tuviera de nuevo frente a él, lo haría pagar caro.

No comprendía la vida... se le hacía tan irónica. ¿De qué le servía tener tanto poder y riquezas si en ese momento estaba tan solo? Su padre estaba muerto después de tantos rencores y odios que nunca pudieron superar, su hermano quizás estaba odiándolo sin remedio, su único hijo extraviado en medio de la guerra y su mamá, había vuelto a la vida pero convertido en algo que no era capaz de reconocer y que le producía más recelo que felicidad.

—Majestad —Un sirviente entró de repente al gran salón sacándo a Yoongi de sus cavilaciones. —Traigo un mensaje urgente de Koryo —anunció sin más.
—Su hermano, el príncipe Hyunjin ha muerto.

Continuará...

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