Magia oscura
El huracán había pasado, ya era historia al igual que su embriaguez y ahora, Hyunjin solo tenía una terrible jaqueca que se intensificaba a medida que la luz ingresaba por el espacio dejado por las tablas que iban siendo retiradas de las ventanas, una a una por sus sirvientes.
Despacio se paró del lecho y adormilado aun, llegó hasta un lavabo para enjuagarse un poco la cara y la boca. Cuando la luz del sol ingresó radiante a su habitación, y la terraza de esta quedó despejada del todo, el príncipe se asomó lentamente y sus ojos, acostumbrándose al resplandor de la mañana, se abrieron espantados ante lo que vieron.
—¡Por amor a Ditzha! —exclamó llevándose una mano al pecho. —¿Qué es lo que veo?
Desde el mirador de sus aposentos, el reino de Jaén, o por lo menos las partes más bajas y cercanas que veía, eran siempre como una pequeña maqueta llena de casitas apiñadas, chiquitas y bonitas. Pero aquella mañana, después del paso de "Esmaida", lo que se veía desde aquel lugar era un completo desastre.
Hyunjin se recostó en la baranda del balcón incrédulo aun. El mar había arrasado casi por completo el puerto, se veían restos de embarcaciones despedazadas flotando en las orillas y los diques habían cedido permitiendo inmensas inundaciones que se contemplaban perfectamente desde lo alto. Pudo ver un fuego ardiendo en las orillas del puerto, y no necesitó ser un oráculo para adivinar que se trataba del lugar en donde los muertos estaban siendo incinerados para evitar pestes.
—¿Mi padre ya vio esta tragedia? —Dio media vuelta y comenzó a desnudarse él mismo. Rápidamente sus sirvientes se le acercaron, ayudándole.
—Su majestad, el rey In Guk, aún no abandona sus aposentos, alteza —respondió uno de ellos.
—Recuerde que hoy es el aniversario de la muerte de su majestad, el rey consorte Hyo Seop, y por ende el aniversario del natalicio de su alteza —agregó otro. —Feliz cumpleaños, mi señor.
Hyunjin bajó la mirada. Era cierto. Su cumpleaños número 21, llegaba en medio de la tragedia. Pero... ¿De qué se quejaba? ¿Acaso tenía algo de diferente a los anteriores?
El haber nacido el mismo día de la muerte de su mamá, nunca le había permitido disfrutar de aquella fecha; siempre debía esperar varios días a que pasara el duelo de su padre y de su hermano para poder organizar una celebración acorde con su título y él no podía ni quería reclamar; después de todo fue su nacimiento la causa de la muerte de su mamá. Según le habían contado, la hemorragia posterior al alumbramiento desangró a Hyo Seop hasta la muerte y aunque Yoongi trató siempre de que su hermano no se sintiera culpable por eso, Hyunjin sabía que las miradas de odio que recibía de parte de su padre, eran por este motivo. Su padre lo odiaba por haber matado a su mamá, y si de él hubiese dependido, era obvio que hubiese preferido que Hyo Seop viviera en lugar de su hijo.
—Felicidad es lo que menos hay hoy —replicó dirigiéndose hacia la alberca ubicada al fondo de su habitación. —Llamen a los consejeros, me reuniré con ellos. Si mi padre no quiere comportarse como un rey, y mi hermano no está... Entonces por hoy, yo me sentaré en el trono.
Tembló al entrar al agua. Era la primera vez que regiría el reino. Le asustaba demasiado asumir esa responsabilidad, pero no tenía otra opción más que ponerse al frente de la situación; no sabía cuánto tiempo tardaría Yoongi en regresar, así que el único miembro de la realeza disponible era el, y Jaén no podía quedar solo bajo el amparo de las Diosas. Era obvio que estas estaban siendo, muy poco misericordiosas por aquellos días, así que era mejor no sentarse a esperar milagros.
Ditzha tenía que estar muy enojada como para permitir tal tragedia. Seguro, la Diosa estaba furiosa con él y aquello había sido un castigo divino. Por eso tenía ahora que asumir el poder y por segunda vez en menos de una semana, responsabilizarse de lo que sus acciones provocaron.
Una hora más tarde estaba listo para entrevistarse con los consejeros. Sus donceles le habían ayudado a cubrir el golpe que le había dado su padre el día anterior, y el príncipe lucía impecable. Llegó a la sala del concejo y precedió la reunión bajo la mirada incrédula de los presentes. Los hombres de mirada sombría y actuar mucho más oscuro lo recibieron estupefactos, pero luego de un rato no les quedó más remedio que aceptar que por primera vez en toda la historia de Jaén, seria un príncipe doncel, el encargado de regirlos hasta nuevo aviso.
—Bien, quiero que me expliquen la situación —comenzó la junta sentado frente a los cinco varones que lo rodeaban. Hyunjin nunca había confiado del todo en ellos y menos en uno que siempre lo miraba como si quisiera comérselo.
—La verdad, alteza, es que se tomaron todas las medidas de seguridad, pero el huracán fue mucho más fuerte de lo imaginado —contestó uno de los sujetos. Era rechoncho y calvo, de tez amarillenta y voz ronca dejada por una tos que le había aquejado hacía varios años.
Hyunjin volvió a repasar los informes y frunció el ceño, dudoso.
—¿Pero acaso los meteorólogos no habían medido la intensidad de los vientos y determinaron con antelación con que fuerza llegaría a tierra? —preguntó mostrando el informe a los demás consejeros. —No puedo creer que con su experiencia hayan fallado de una forma tan estrepitosa.
—La verdad... —Otro de los hombres quiso decir algo pero se contuvo mirando primero a los demás presentes. Nervioso se tocaba la punta del bigote sin saber qué hacer. El hombre rechoncho asintió con la cabeza.
—Es que creemos que aquí hay algo más fuerte implicado —dijo el más joven de los consejeros, el que veía a Hyunjin con ojos libidinosos.
El príncipe los miró a todos confundido.
—¿Algo más?
—Sí, mi señor —habló de nuevo el hombre rechoncho. —Creemos que hay magia implicada en esto, alteza. Magia muy poderosa... y oscura.
Al oír aquello, Hyunjin se puso de pie y se acercó hasta la ventana donde el inmenso Mar Jaeniano recuperaba la calma que le había robado "Esmaida". Él también había tenido una extraña sensación desde que contempló toda esa hecatombe desde su terraza; se le hacía increíble la manera en que el huracán había incrementado su poder destructivo en cuestión de horas, y luego de causar tantos estragos, había desaparecido como si nada, como si su único objetivo hubiera sido solo destruir a Jaén.
—Estoy casi seguro de que el huracán se formó por causas naturales; es decir, llegaría de todas formas, pero con menos impacto. Sin embargo, coincido con ustedes —reflexiono luego de varios minutos volviendo a su asiento.
—Alguien usó una magia extremadamente fuerte para incrementar el poder de los vientos, y no sé con qué propósito ni con qué clase de poder... Pero definitivamente, fue un hechizo muy poderoso, la magia más oscura que he visto, su alteza.
—Nuestros magos tampoco han podido determinar con qué clase de conjuro se pudo realizar esto. —Uno de los consejeros que faltaba por hablar intervino. —Pero sin duda se trata de algo nunca antes visto... algo muy peligroso y quizás prohibido. Sin embargo, los magos pudieron encontrar algo. —Miró a Hyunjin con atención. —Dicen que la fuente de esta magia fue rastreada cerca de la frontera entre Koryo y Joseon.
—¿Entre Koryo y Joseon? —Los labios del príncipe se apretaron con nerviosismo. Su rostro se tensó ante la idea que estaba pasando por su mente... En esa frontera se hallaba un lugar muy importante. —El templo de la Diosa SiKje —dijo estupefacto mirando a sus consejeros.
Los cinco hombres asintieron al unísono.
Tras haberse quedado varias horas sumergido en la alberca de su recamara, la piel de Jimin lucía tan arrugada como la de un bebé recién nacido. Desde que había sido sorprendido por Namjoon en brazos de Yoongi, la conciencia le recriminaba desde lo más profundo de su cabeza y le reñía sin contemplaciones.
No había nada que lo hiciera sentir limpio de nuevo. Por más esencias o perfumes que bañaran su cuerpo, el muchacho se sentía tan sucio como cualquier ramero de burdel.
¡Se había acostado con el hombre que lo había violado hacía poco más de una semana! ¡Se había entregado a ese mismo hombre sin el menor escrúpulo!
Cuando sus donceles terminaron de secarlo y le ayudaron a vestirse otra vez, Jimin se acordó de algo importante. Yoongi había terminado dentro de él y su esencia lo había invadido de nuevo. ¡Si no había quedado embarazado la primera vez que este lo tomó, podía haberlo quedado ahora!
—¡Por las Diosas! —exclamó mientras corría a toda prisa hasta las habitaciones de los médicos. Encontró a su doctor de cabecera dentro de uno de los laboratorios de alquimia, hirviendo unas hierbas mientras pesaba en una pequeñísima báscula unas diminutas piedrecillas.
—Galeno ¿Podemos hablar? —preguntó entrando del todo al recinto. El anciano alzó la mirada al oír la voz del príncipe. Varios jovencitos que se encontraban mirando atentos cada movimiento del viejo doncel también alzaron la mirada, pero su maestro los despidió rápidamente a fin de atender a su señor.
Jimin le contó al hombre lo que había sucedido. Estaba muy avergonzado pero no le ocultó nada. Aquel sujeto le había cuidado en sus días más grises y merecía saber la verdad. Además, necesitaba que le ayudara otra vez, y por lo mismo.
—Alteza. —El anciano quedó confundido por lo que escuchó, aunque luego, atando cabos lo comprendió todo. —¿Entonces fue el príncipe Yoongi quien...?
Jimin asintió ligeramente.
—¿Entonces, fue por eso que...? —continuó el otro hombre mirándolo fijamente. —Usted ama a ese hombre —afirmó. —Fue por eso que lo protegió.
Los ojos de Jimin se nublaron y tomando asiento en una butaca comenzó a llorar.
—¡Senescal, por favor! ¡Ayúdeme! ¡Por favor!
—Escúchame, hijo... —El anciano suspiró. Ahora comprendía porque Jimin había ocultado el nombre de su agresor. Ahora sabía que no era solo para evitar confrontaciones con el otro reino sino porque en el fondo de su corazón, su pequeño señor amaba a ese miserable y quería protegerlo. —No es mi trabajo juzgarte — le dijo.
—Pero debes saber que la decisión que tomes podría ser decisiva para muchas personas. Debes pensar bien si quieres asumir tu compromiso con ese hombre o si quieres contarlo todo.
—No lo sé. —Jimin alzó la vista limpiándose las lágrimas. Su voz también se serenó. —No sé en qué va a terminar todo esto pero...Me siento muy confundido. Tantas veces le rogué a las Diosas por un día como el de ayer, —confesó con un jadeo. —Pero, ahora no se... No sé en que pueda acabar todo esto. —Escondió el rostro entre sus manos suspirando con fuerza. —Y tengo miedo.
Los pasos del anciano se alejaron de él. Jimin alzó la vista viendo a donde se dirigía y luego lo vio volver trayendo unas raíces entre sus manos. El viejo las colocó sobre la mesa donde hervían las hierbas, y haciéndose de un pequeño mortero que tenía a su lado, las machacó hasta convertirlas en una pasta amarillenta y de un grato olor. Después, tomó una hoja de albahaca y envolvió en ellas la pasta, poniéndola en manos de Jimin.
—Mezcla la pasta en vino y bébelo tres veces al día por dos noches.
—¿Es lo mismo que me dio la vez pasada? —preguntó Jimin intrigado. El médico negó con la cabeza.
—No tenía de estas raíces hace una semana. Son muy difíciles de conseguir y apenas hasta esta mañana uno de mis pupilos me las trajo.
Jimin olisqueó la medicina con cuidado.
—Si he llegado a concebir... ¿Le hará daño al bebe? —Era un temor que necesitaba despejar. Pero por primera vez su acompañante sonrió.
—No preparo pócimas para abortar, mi joven señor —le aseguró acariciándole dulcemente la mejilla.
—Juré servirle a la vida, no a la muerte.
—Que las Diosas lo bendigan. —Jimin también sonrió por primera vez y escondiendo muy bien su medicina entre su túnica, salió de los laboratorios.
Cuando partió, el viejo doncel, se quedó mirándolo con los ojos cargados de tristeza.
"Ojala existiesen pócimas para aclarar los designios del corazón", pensó.
Después de recorrer varias aldeas afectadas parcialmente por el paso de "Esmaida", Taehyung, Namjoon y el rey Jung Hyung regresaron a Palacio. El rey se adelantó con su guardia mientras sus hijos dieron un rodeo por la ciudad antes de volver a la mansión central. Namjoon cabalgaba lento junto a Taehyung que le seguía el ritmo. Tenía las manos muy lastimadas por su insensatez de la noche anterior al tratar de abrir las puertas clausuradas de la mansión central, y aunque varios médicos se las habían curado ya, el dolor aun palpitaba bajo los vendajes con los que cubría las heridas.
En uno de los recodos del camino, ambos príncipes cruzaron un pequeño riachuelo donde sus caballos aprovecharon para tomar algo de agua. Taehyung ya se había enterado de que Namjoon le había solicitado a su padre, le consiguiese la mano de Hyunjin en matrimonio.
Al principio había pensado que había sido idea de su progenitor el casar a su hermano con el otro príncipe de Jaén, como un doble enlace entre las familias. Pero cuando supo que la idea del compromiso había salido completamente de la cabeza de Namjoon, realmente no lo pudo creer.
—He oído que le has pedido a nuestro padre que consiga para ti la mano de Hyunjin —dijo, azuzando a su caballo para que continuara el paso. —¡¿Te has vuelto loco?!
—¡¿Por qué debería estar loco?! —Namjoon siguió el paso sin mirarlo a los ojos. Si lo hacía, Taehyung descubriría que había otra razón detrás de todo aquello. —Tú mismo has dicho que es un chico hermoso —respondió cruzando del todo el riachuelo.
—La belleza no es suficiente para casarse con alguien, Namjoon y lo sabes.
—¿En serio? —Namjoon alzó una ceja. —¿Y lo dices tú? —preguntó con burla.
—¿Insinúas que me gusta Jungkook solo porque es hermoso? —le preguntó Taehyung. Aquella suposición le había disgustado. Sin embargo, su hermano solo se encogió de hombros.
—Imagino que debes tener otros intereses en ese hombre, pero no me niegues que la belleza fue lo primero por lo que te interesaste en él.
—¡Conozco a mi tesoro, Namjoon! Y amo todo lo que se de él, no solo su belleza física.
—Ya deja de engañarte, Taehyung. —Alterado, Namjoon detuvo un momento su caballo, cerrando el paso a su hermano. —Que hayas estado espiando por años a ese hombre no significa que lo conozcas del todo. He analizado muy bien al rey Jungkook durante estos días y he de decir que se me hace un sujeto más inteligente de lo que supuse. Por momentos me cuestiono si fue una buena idea alentarte a que lo capturaras.
—Pues lo habría hecho con o sin tus ánimos —le replicó Taehyung. Namjoon supo que no mentía.
Tomaron el camino de regreso apresurando un poco la marcha pero manteniéndose lo suficientemente cerca como para retomar la conversación en cualquier momento. Cuando finalmente atravesaron toda la ciudad y empezaban a entrar a los establos, Namjoon volvió a hablar.
—Creo que ha llegado la hora de sentar cabeza, hermano —le dijo, algo melancólico. —Ya no somos unos niños y necesitamos formar nuestras propias familias. Jimin se ha comprometido con... con el heredero de Jaén y tú... Bueno, esperemos que pronto lo hagas con el rey Jungkook... —Hizo una pausa mientras bajaba del corcel. —¿Y qué hay de mí? Yo también quiero un compañero para el resto de mis días.
Taehyung descabalgó junto a su hermano. Pusieron las monturas en manos de dos esclavos que llegaron apenas los vieron descabalgar y los jóvenes príncipes siguieron a pie con miras en la mansión central.
—¿Y qué hay del chico del que me hablaste anoche? —preguntó Taehyung mientras cruzaban los jardines principales.
Namjoon suspiró. EL sol de nuevo brillante, alumbraba sobre su cabeza arrancando de su cabello destellos castaños.
—Ese chico jamás podría ser mi esposo. Si lo llego a encontrar no creo que pueda ser más que mi amante.
—¿Y crees que Hyunjin aceptará algo así? Conozco a ese doncel, Namjoon. Es orgulloso como nadie. Si una vez desposado contigo se llega a enterar de que tienes una relación duradera y permanente con un plebeyo, que además parece un Yurchiano como él, lo mandará a matar antes de que tengas tiempo de evitarlo. O dime entonces... ¿Por qué no aceptaste la infidelidad de Seokjin cuando este te engañó con aquel soldado?
—¡Eso era diferente! ¡Jin y yo nos amábamos, esperaba respeto de su parte! Lo mío con Hyunjin solo será una unión de conveniencia. A él solo tengo que hacerle algunos hijos y acompañarlo de vez en cuando en la corte. Además, casi todos los nobles tienen algún que otro amante y pocas veces los donceles se dan por enterados. —Taehyung no podía creer lo que escuchaba. Estaba seguro de que Namjoon no pensaba así. Él lo conocía y sabía cómo era su hermano. No sabía porqué estaba actuando así pero definitivamente ese no era el Namjoon con el que se había criado.
—Una cosa es un amante de una noche, un acostón casual, y otra muy distinta un amante permanente que sea causa de humillación para un doncel noble —le dijo ya como última reflexión, viendo las puertas de la mansión central ante sus ojos.
—Escúchame, Nam. Tú no conoces a Hyunjin. En las fiestas a las que él ha asistido nunca han coincidido; solo la fiesta de mi cumpleaños fue la excepción, pero no tuviste la oportunidad de cruzarte con él entre tanta gente. Por favor, conoce a ese niño antes de comprometerte con él... Yo sé porque te lo digo.
—Pues entonces iré a Jaén a conocerlo, pero no pienso dar mi brazo a torcer, me voy a casar con él. —Namjoon cortó camino por un arco de setos para terminar de una vez con aquella discusión. Le dio unas palmadas en el hombro a Taehyung y le señaló hacía el frente antes de retirarse.
Cuando Taehyung volteó la vista hacia el sitio donde su hermano le había señalado, vio como Jungkook aparecía por el jardín principal de la mansión central acompañado de Hyung Sik, el heredero de Kaesong. Se sintió celoso al instante, y en solo unas cuentas zancadas llegó hasta donde estaban sus invitados.
—Majestad, alteza —saludó improvisando una sonrisa algo altanera. Los aludidos respondieron con una cortés reverencia.
Entonces Taehyung se hizo rápidamente con un tulipán que tomó de la enredadera por la que cruzaban y se lo entregó a Jungkook con caballerosidad mientras miraba de reojo a Hyung Sik.
—Dígame una cosa, alteza —dijo, dirigiéndose al otro varón. —¿Ha contemplado usted en alguna otra nación o en la suya propia, en alguna pintura o en algún vitral, un ser más bello que este doncel que nos acompaña?
Al oír aquello, Jungkook lo miró con asombro, poniéndose más rojo que una cereza. Hyung Sik tomó la diestra del doncel y con un gesto galante besó la mano enguantada con la que este sostenía el tulipán.
—Debo decepcionarle, alteza —respondió mirando a Jungkook con los ojos entrecerrados. —Este hombre que tenemos el placer de contemplar, es sin duda lo más hermoso que han visto mis ojos.
—Entonces, estamos de acuerdo, no existe ninguna criatura mas bella que mi tesoro. —Taehyung detuvo el paso colocándose en frente de sus interlocutores. Miró a Jungkook de pies a cabeza y luego mirando a Hyung Sik añadió: —Es realmente magnifico que compartamos el gusto. Pero... Es una lástima que ciertas joyas solo hayan sido hechas para adornar un solo cuerpo.
El tulipán que Jungkook sostenía cayó al suelo y el rey de Joseon lo aplastó con su bota. Miraba a Taehyung con odio y rencor, comprendiendo el significado de aquellas palabras. Para él, el significado de aquello era muy obvio: Taehyung se creía su dueño.
Con furia abandonó a toda prisa el jardín echándose a correr con miras a la mansión central mientras un aturdido Hyung Sik se quedaba inmóvil en el jardín.
Taehyung se echó a correr tras su tesoro.
—Tesoro, tesoro. —Le dio alcance antes de que entrará a su recamara. Empujó la gruesa puerta y haciendo entrar a Jungkook la cerró tras de sí.
—¡¿Cómo se atreve a decir esas cosas sobre mí?! —gruñó este furioso una vez estuvieron dentro de la recamara. Iba a añadir algo más pero en ese momento Taehyung se aproximó hasta él tomándolo de la cintura.
—Vamos tesoro, acepta ya lo que sucedió ayer y deja de fingir... Acepta que juntos podemos ser muy felices.
—¡Suélteme! ¡Déjeme en paz! ¡No me toque! ––Jungkook se retorció entre sus brazos, zafándose al instante. —¡¿Hasta cuándo entenderá que no siento lo mismo por usted?! ¡¿Cuándo piensa comprender que esto es una locura?! —Caminó varios pasos y llegó hasta el ventanal donde empezaba la terraza. La brisa suave y ligeramente fría movió los encajes de su túnica. Taehyung se acercó hasta él.
—Pero lo que pasó ayer... Eso no puedes negarlo. También participaste y respondiese a mis besos y a mis caricias. ¡No lo niegues!
—Eso fue un error. —El cuerpo de Jungkook dio un giro perfecto confrontando a Taehyung cara a cara.
—Estaba asustado —dijó mirándolo directo a los ojos, —y usted se aprovechó de eso.
—¿Es en serio? Tú fuiste hasta mi oficina buscándome. —El rostro de Taehyung se contrajo en una mueca de indignación. Miraba a Jungkook como nunca lo había visto antes. Su mirada estaba cargada de dolor y decepción.
De repente estiró su mano y con ella le apresó fuertemente la cabellera, asegurándose de no lastimarlo. Jungkook dio un respingo y todo su cuerpo se estremeció. Sospechaba que Taehyung comenzaba a perder la paciencia y eso no le gustaba para nada. No imaginaba que podía perder si la paciencia de ese hombre se desbocaba.
Pero Taehyung no hizo más que obligarlo a mirarle a los ojos. Sus ojos parecían hervir y su respiración era agitada e inconstante. Era obvio que estaba muy alterado y más al darse cuenta de que Jungkook le sostenía la mirada controlando sus nervios.
—¿Eres un cobarde, lo sabes? —espetó el príncipe luego de varios segundos de miradas silenciosas. —Es muy doloroso saber que en el fondo no eres tan valiente como te ves desde tu caballo... ¿Pero sabes que es peor? —Acercó su rostro a pocos centímetros de la otra boca. —Seguir amándote como un loco a pesar de eso.
Los ojos de Jungkook se aguaron ante aquella recriminación y cuando Taehyung tiró un poco más de sus cabellos, el rey alzó sus manos sujetando el fuerte brazo. Sin embargo, casi al instante, Taehyung lo soltó tirándolo sobre la cama.
—Es una suerte que tu cuerpo sea más valiente que tú. —Le volvió a recriminar mirándolo desde lo alto. Jungkook temblaba y hacía lo posible por no llorar. Sin embargo se sentía tan indefenso como un pajarito enjaulado.
—El cuerpo es débil... pero la voluntad no —respondió luego, apartando sus ojos de Taehyung. —Es mi cuerpo el que duda antes usted, no mis principios.
—Ya veo. —Taehyung continuaba examinándolo mientras entendía un poco de que iba el tremendo acondicionamiento mental con que criaron a su tesoro. Tendría que llevarlo al límite o no habría forma de hacerle ceder. Jungkook tenía que sentir que no estaba pecando, sino más bien estaba siendo obligado, para de esta forma dejar la culpa a un lado y ceder a los impulsos de su corazón.
Era terrible, pero tendría que presionarlo mucho más.
—Muy bien —añadió el príncipe luego de un largo suspiro. —Veo que te gusta jugar a un juego donde solo tú puedes ganar. —Jungkook lo miró extrañado, sin comprender sus palabras. —No importa —continuó Taehyung. —Ya lo entenderás. Solo quiero dejarte claro que a partir de ahora no serás el único en poner las reglas de este juego y si no te incomoda, me gustaría ser el próximo en hacer mi jugada.
Diciendo esto, el príncipe abandonó la recamará dejando a Jungkook sumido en la inquietud. No tenía idea a qué clase de juego se refería ese hombre, pero de seguro era uno donde cualquiera mala jugada podría costarle demasiado.
Al segundo día después del paso de "Esmaida" por Koryo, el reino lucía nuevamente impecable.
El agua sobrante se había drenado totalmente y los caminos se hallaban secos. Un sol algo tímido, pero más fortalecido que el día de la tempestad, se levantaba en un azulísimo y despejado cielo, mientras Seonghwa, despejándose también de la pereza se levantaba presuroso recordando que aquel día regresarían a Jaén.
Se vistió a toda prisa, dándose un corto baño junto a los esclavos de la mansión central y tomó algunos panes de la cocina para desayunar. Cuando llegó a las caballerizas vio que Yoongi ya había abandonado su recamara y daba órdenes a sus hombres mientras tomaba las riendas de su caballo.
Se alegró de verlo otra vez despejado, pues el día anterior su señor no había abandonado los aposentos que habían dispuesto para él los Koryanos, muy posiblemente por tratarse del aniversario de la muerte de su mamá. Seonghwa había investigado los rumores del pueblo y de algunos sirvientes del palacio de Jaén y sabía que aquella fecha siempre resultaba amarga para la familia real. Por eso había dejado a su señor tranquilo y había esperado que con el nuevo día las cosas volvieran a la normalidad y así había sido.
—¡Vaya, vaya! —–Yoongi miró de forma recriminatoria al muchacho una vez que este se halló a su altura. —Hasta que por fin se digna a despertar, su majestad. —le regañó con sarcasmo. —¡Son casi las nueve de la mañana, Seonghwa!
—Buenos días para usted también, alteza —respondió el chico haciendo una burlesca reverencia, con esa reciente impertinencia que desplegaba cada vez más.
—Usted sabe que en mi trabajo en la cantina- burdel, a esta hora apenas me estaría acostando. Levantarme temprano no es mi costumbre.
—Tampoco ser cortes por lo que veo —replicó el príncipe. Pero estaba tan apurado que decidió no discutir más.
También se sentía confundido. Su destino parecía más nublado que el cielo, el día que llegó "Esmaida". No sabía exactamente como habían quedado las cosas con Jimin, y aunque de momento el muchacho era su prometido, para él no estaba tan claro que aquello continuase así. Rápidamente puso a Seonghwa al corriente sobre lo sucedido en los establos. Necesitaba orientación urgente.
— Perdone que le pregunte esto, pero... ¿Es usted tonto, mi señor? Se lo llevó al establo para que estuviera seguro, no para follarselo. —Seonghwa había escuchado todo el relato y al término de este no pudo hacer otra cosa que suspirar con fuerza. No cabía duda de que Yoongi era bastante inexperto en asuntos del corazón, aunque el príncipe, sin embargo, no parecía muy de acuerdo con eso, y ante su pregunta, solo había optado por estrechar la mirada, indignado.
—¿Por qué? —preguntó con un ligero puchero. De veras estaba tratando de hacer las cosas bien.
Seonghwa volvió a suspirar.
— ¿Pues. Por qué va a ser?... ¡Porque ha sido muy pronto! Tenía que conquistarlo poco a poco, ganarse su perdón con buenos hechos. Ahora ese chico se debe estar sintiendo como yo, o sea tan sucio como un prostituto.
—¿En serio? —Yoongi frunció el ceño. Eso no sonaba nada bien. —Bueno ¿Pero ahora, qué hago ? —preguntó terminando de guardar sus pertenencias.
Seonghwa se disponía a responderle pero en ese mismo momento una pequeña corte que salía de la mansión central llegó hasta ellos. Yoongi pensó que se trataba del rey Jung Hyung que veía a despedirle, pero cuando vio que quien lideraba aquella corte era nada más y nada menos que Namjoon, todo su cuerpo se tensó.
—Mi padre quiere verlo, alteza. —Namjoon le hablaba con una seriedad escalofriante. —Quiere hacerle una propuesta.
Los ojos desconfiados de Yoongi miraron al otro príncipe de pies a cabeza. No tenía que ser adivino para saber que ese hombre lo odiaba mucho y tenía algo entre manos. De repente volvieron a su mente esos rumores del pueblo sobre una relación entre él y Jimin, y Yoongi no pudo evitar que un latigazo de celos lo sacudiera. Después de lo ocurrido en los establos estaba seguro de los sentimientos del chico hacía él, pero no podía decir lo mismo sobre ese príncipe advenedizo.
—¿Una propuesta? —Sus ojos volvieron a encontrarse y fue entonces cuando Namjoon asintió. Yoongi puso las riendas de su caballo en manos de Seonghwa y sin más preguntas se fue con sus acompañantes hacía las torres de la mansión central.
Jung Hyung terminaba de cerrar y sellar unos sobres cuando ellos entraron. Un sirviente se llevó los mensajes y los dejó a solas. Namjoon y Yoongi tomaron asiento frente al rey, y Jung Hyung se acomodó en su asiento tratando de calmar los ánimos con una sonrisa. Estaban solo ellos tres en aquella sala para darle mayor privacidad al asunto. Sin embargo, Jung Hyung sabía que no sería un tema fácil.
—Majestad. —Yoongi comenzó a hablar para alivio de los otros dos.
—Quiero antes que nada agradecer infinitamente por su hospitalidad. Las Diosas lo bendigan —dijó con una media sonrisa. Jung Hyung le correspondió el gestó, animado. Luego, dirigiendo una significativa mirada a Namjoon empezó con aquello.
—Yoongi —habló, mirando al susodicho a los ojos.
—Ya que te has comprometido con mi hijo Jimin. ¿Qué te parecería extender ese compromiso a dos miembros más de nuestras familias?
La sangre de Yoongi comenzó a correr más de prisa. Sentía el peligro acechar, como una presa seguida por un cazador. Aun así no dijo nada de momento. Prefirió indagar más sobre el asunto.
—¿Extender el compromiso? No comprendo, su Majestad.
—Así es. —Un molesto carraspeo del rey intentó aliviar la tensión, no lográndolo en absoluto. Jung Hyung amaba a Namjoon tanto como a sus hijos biológicos, pero sabía que este no tenía sangre noble, eso era un problema si quería unirlo a un doncel de la realeza y no sabía cómo iba a tomar aquello Yoongi.
El Jaeniano guardaba silencio en espera de una explicación más extensa, pero en ese instante el otro príncipe tomó la palabra y confrontandolo hizo la propuesta.
—Príncipe Yoongi... Quiero casarme con su hermano... El príncipe Hyunjin y quiero que nos casemos el mismo día en que usted se case con Jimin.
"Por las chanclas sucias de Ditzha", pensó Yoongi. Pero en ese momento no pudo decir nada. Sus ojos brillaron con furia volcándose sobre Namjoon. Lo que había estado presintiendo era verdad y sin duda ese maldito recogido había sabido muy bien por donde dirigir su ataque.
Mientras tanto Jung Hyung esperaba atento una respuesta. Cuando Yoongi volvió su vista a él y sus ojos relampaguearon en advertencia, supo también que aquello no sería nada fácil.
—Se que Namjoon no tiene sangre noble —comenzó a decir. —Pero...
—¡Pero nada...! —La voz de Yoongi parecía casi el rugido de un león. —Lo siento, Majestad, pero no puede pretender que mi hermano sea desposado por un hombre que dañe su linaje real.
—¡Namjoon es un príncipe! —replicó Jung Hyung.
—¡Tiene todos los títulos y es un buen muchacho! Lo he criado como a otro más de mis hijos.
—¡No me importa! Puede que usted lo haya llenado de títulos, pero su sangre sigue siendo la de un plebeyo venido a más. —Se puso de pie mirando a Namjoon con el rostro crispado. —¡No casaré a mi hermano con ese hombre! ¡Jamás!
—¿En serio? —Los ojos de Namjoon también centellaron furiosos. Imitando a Yoongi se puso de pie quedando ambos cara a cara. —Yo creo que tengo una forma de persuadirlo mucho más convincente que mis títulos, alteza —le dijo. —Así que mejor piénselo bien.
Las facciones de Yoongi se contrajeron furiosas. Ese desgraciado lo tenía agarrado de los cojones y lo sabía bien. Suspiró fuerte buscando calma, y dándose unos minutos para pensar tomó asiento. No sabía que decir para quedar bien parado ante los Koryanos, por más que pensaba y pensaba no encontraba ninguna excusa lo suficientemente buena para esgrimirla ante ese par. Sin embargo, antes de tener tiempo de seguir pensando en algo más, Namjoon se le adelantó.
—No importa lo que usted piense, de todas formas aunque su alteza se niegue, es el rey In Guk quien tendrá la última palabra ¿No es así, padre? —dijo el Koryano dirigiéndose a Jung Hyung.
Fue entonces cuando Yoongi subió la cabeza, sintiéndose cada vez mas irritado. No supo nunca si aquello lo dijo para provocarlo, y ya fastidiado por la forma como Namjoon quiso pasar por encima de su autoridad, no pudo evitar soltar aquella revelación como un puñal.
—Te equivocas, Namjoon —lo tuteó mirándolo con rencor. —Mi padre no tiene voz ni voto porque Hyunjin... es hijo mío.
Continuará...
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