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Las huellas del Huracán

Tiempo atrás...   

Ya llevaba cerca de siete meses en aquella abadía, y ahora más que nunca tenía grandes sospechas de que la tragedia de su hermano mayor no había sido producto de ningún ataque a su familia, sino más bien, el resultado de la tremenda imprudencia y falta de juicio de este.

Las últimas noticias que le trajo Namjoon lo habían dejado un poco más tranquilo. Por lo menos, Taehyung ya estaba fuera de peligro, y esa herida no le dejaría más consecuencia que una enorme cicatriz. Pero había algo más que merecía la pena evaluarse, y era el hecho de que su osado hermanito no intentara volver a repetir tamaña estupidez.

Sin embargo, aquel exilio no estaba siendo un castigo tan terrible como en primera instancia pensó que sería. Sí, era cierto que extrañaba a su familia, en especial a su dulce madre, pero también debía reconocer que se divertía mucho más allí afuera que en el palacio; se sentía mucho más feliz ahora que podía corretear mariposas y bañarse al aire libre en ese maravilloso lago que tenía a quinientos metros de la abadía en la que se encontraba.

Era muchísimo mejor ese ambiente que el estar todo el día teniendo que andar metido en la biblioteca de la mansión central, bajo la tutoría de ese anciano doncel que terminaba dormido a mitad de las lecciones. Ahora si podía ser él mismo y gracias a Namjoon, que prácticamente lo visitaba a diario, vivía en un verdadero paraíso terrenal, en total armonía con la naturaleza que tanto amaba y que le había enseñado muchísimas más cosas que esos polvorientos y aburridos libros.

Estiró su delgada figura sobre las colchas algodonadas, extrañándose de que su siempre puntual hermano no hubiera aparecido aún, trayéndole las deliciosas tortas de nueces que robaba de las cocinas del palacio. Tal vez pensaba que él aún no había terminado su menarquía, y seguía destilando por su brillante cabellera esos humores que adormecían a los varones durante esa etapa que marcaba el inicio de la vida fértil de los donceles. Habían sido días francamente dolorosos que por fortuna no se repetirían, pues ese proceso sólo sucedía una vez en la vida.

Pero aquel mecanismo fisiológico no le había servido solamente para sumergir en un profundo sueño a todos los varones que se le acercaron por aquellos días, sino para despertar sus más profundos deseos. Esos, que hasta ese momento, habían permanecido latentes como una tenue lucecita a punto de extinguirse, y que gracias a la marea de hormonas que lo sacudió tras su menarquía, se convirtieron en verdaderas flamas hirvientes.

De tal manera que las fantasías del pequeño príncipe se habían convertido en verdaderas y pasionales puestas en escena. Todos los días el muchacho tomaba una de sus almohadas rellenas de plumas, para improvisar con ellas a un personaje parecido a su amado, colocándole a los almohadones mallas y algo parecido a un escudo.

— Jimin, mi amado Jimin —decía fingiendo de forma exagerada, una gruesa y viril voz, —quiero decirte que desde el primer día que te vi me he quedado prendado de la belleza de tu mirada.

Entonces rotaba rápidamente de posición, interpretándose enseguida a sí mismo, con la almohada siempre observándole en su actuación.

—Yo... no puedo, no debo aceptarte. —Ahora su tono de voz era demasiado chillón para ser el de un doncel normal. —Eres el peor enemigo de mi hermano. Mi familia jamás lo aceptaría —remataba tirándose sobre las colchas de forma melodramática.

—Por ti mi amado, me enfrentare a quien sea, incluso al soberbio de tu padre. —Tomaba de nuevo el papel del noble caballero.
—Solo deseo saber si no eres ajeno a mis sentimientos.

—Claro que no —se contestaba con la voz chillona una vez más. —No me eres indiferente para nada. —Sus ojos se entornaban tras un sonrojo y un sensual batir de pestañas.

Entonces, tras el término de aquello, tomaba de nuevo la almohada y le estampaba un beso cadencioso y apasionado, luego se tiraba en su cama y después de una larga carcajada, suspiraba sonriendo.

Namjoon recordaba en la actualidad, la escena de la almohada. Recordaba que la primera vez que había visto a Jimin haciendo eso, llegó a pensar que el jovencito se estaba volviendo loco por el exilio. Pero luego de un tiempo, el mismo Jimin le confesó su amor por el heredero de Jaén, y las pocas esperanzas que aguardaba de algún día conseguir su amor.

"Lo peor de todo es que de veras le gustabas imbécil, pero lo arruinaste todo", pensó Namjoon mientras bajaba desde una de las torres de la mansión central para dirigirse hacia el templo. Llevaba en sus manos el reloj de cristal de Hyunjin como si fuese un talismán. Cada vez que veía aquel objeto, su corazón le decía que se volvería a encontrar con aquel chico, no sabía aún que tan cerca estaba de hacer ese sueño realidad.

Caminaba raro. Casi podía jurar que Taehyung lo observaba con satisfacción durante todo el trayecto al templo, y eso le molestaba bastante aunque no pudiera evitarlo. Le dolía un poco el trasero y mientras se cambiaba de ropa pudo percatarse también de que había sangrado un poco. Tal vez no debió haberse levantado tan bruscamente mientras Taehyung tenía aquel dedo dentro de su cuerpo, pero en honor a la verdad, se asustó tanto al pensar en que podía ser sorprendido en semejante situación, que su cuerpo reaccionó por puro instinto.

Ahora rogaba a las Diosas porque Taehyung se mantuviese lo más lejos posible de él y no lo obligara a terminar lo que él mismo empezó y para su consuelo estas parecían escucharlo, ya que el príncipe no se notaba con intención de hacer tal cosa, dejándole bajar tranquilamente las escaleras principales de la mansión central.

Cada peldaño le resultó particularmente incómodo a Jungkook, y a cada escalón sentía un molesto tirón que lo hacía parecer como un doncel que acababa de parir, hecho que lo avergonzaba bastante por la única razón de que el Koryano se encontraba caminando a sus espaldas.

—Le divierte todo esto, ¿verdad, alteza? —En el último escalón del recorrido, Jungkook volteó de repente tomando a Taehyung de un brazo para apartarse un poco de la corte que les seguía. Él no respondió, sino que se acercó un poco más hasta el doncel, obligándolo a escabullirse un poco, bajo las escaleras.

—No más de lo que te divertiste también allá arriba —le respondió en susurros cuando se aseguró de que nadie más escuchaba. Hizo un ademán de tocar el cabello de Jungkook, pero este le apartó la mano de un manotazo.

—¡Escúcheme, príncipe... Y escúcheme muy bien! —replicó iracundo. —Usted no me conoce, no sabe nada de mí... No pretenda hacerme creer otra cosa. —Taehyung guardó silencio, dedicándose solo a escuchar. —Ahora, eso que sucedió allá arriba, fue cosa del momento —continuó el doncel. Pero había bajado la voz al ver que Taehyung no le replicaba. —Los relámpagos me asustan... Y usted aprovechó eso para confundirme. Solo fue un momento de debilidad que nunca volverá a suceder ¿Me oye?... Si tanto me conoce como aparenta, entonces lo sabe de sobra. —Se puso en marcha de nuevo, retomando el camino al templo. Taehyung se quedó de pie junto a las escaleras viéndole partir, con una sonrisa desafiante en el rostro.

El templo del palacio de Koryo, que por su tamaño era mejor llamarlo capilla, se llenó rápidamente de nobles en espera de las bendiciones en honor a Johary, suplicando porque "Esmaida", nombre con el que los Jaenianos habían bautizado el huracán, fuese benevolente con la nación. Las galerías del recinto estaban repletas y en las bancas principales ya se encontraban el rey Jung Hyung y su consorte Woo Seok en espera del resto, pero estos parecían empeñados en demorarse.

La lluvia se sentía repiquetear en la piedra caliza del templo. Arriba, desde los grandes vitrales, se veían resbalar las gruesas gotas de agua y se notaba el brillo resplandeciente de los relámpagos; los cristales vibraban con los truenos, cada vez más cercanos.

La silueta oscura de Jungkook, nuevamente vestido de negro, apareció por la puerta del templo luego de diez minutos de espera. Tras de él venía una corte de donceles con cara de impávida seriedad y varias ofrendas para la Diosa. El príncipe Hyung Sik, que se hallaba justo en la banca contigua a los reyes Koryanos, lo vio entrar y sus ojos se extraviaron en la belleza sublime del doncel, de quien se preguntaba, cómo hará para ser cada día más bello. Su hermano Hyung Nil estaba a su lado, preguntándose a su vez por el motivo del retraso de Jimin. Pero ambos tuvieron que dejar a un lado sus especulaciones cuando los monjes aparecieron en el altar dando por empezada la ceremonia.

—¿Y mis hijos? —preguntó el rey consorte al rey de Joseon cuando este se colocó a su diestra.

—Taehyung venía tras de mí —respondió Jungkook no muy convencido y algo incómodo. 

—Seguramente no tardará en llegar. Pero de los demás no sé nada, majestad. Lo siento.

Woo Seok estuvo a punto de replicar, pero justo en ese instante, Namjoon apareció, haciendo su entrada triunfal al lado de su hermano. Ambos venían en una actitud de complicidad y cuchicheando algo en tono bajo. Cuando pasaron por delante de los presentes, saludando lo necesario, procedieron a tomar asiento uno al lado del otro, justo detrás de la banca donde se hallaban sus padres junto a Jungkook. A pesar del sitio donde se encontraban, Namjoon no podía evitar hablar y reír muy bajito, mientras Taehyung le escuchaba en silencio, asintiendo con atención.

—¿Y por qué no me habías contado nada hasta ahora? ¿Cómo se llama? —preguntó el heredero de Koryo luego de un rato. Sabía que hablar de aquello en plena ceremonia era irrespetuoso pero sinceramente le importaba más lo narrado por su hermano que el rito del incienso.

—Pues, veras... La verdad es que aun no lo sé —contestó Namjoon con una mueca de disgusto. —Pero pienso averiguarlo —aseguró.

Un trueno, el más fuerte de la noche, hizo vibrar los vitrales del templo. Taehyung miró a Jungkook estremecerse pero luego volvió la vista hacia su hermano.

—¿Cómo que aún no lo sabes? —le replicó en un tono más alto que el permitido en aquel lugar. Jung Hyung volteó desde su asiento mirándolos con reprobación y los chicos le sonrieron avergonzados.

—¿Ves lo que hiciste? —le riñó Namjoon y viendo que su hermano no había entendido bien la historia procedió a contársela de nuevo, esta vez con lujo de detalles.

—Entonces se desapareció por arte de magia y lo único que tienes para buscarle es ese reloj de cristal ¿Ahora quien está más obsesionado de los dos, Nam? —Taehyung se burló sin compasión una vez el otro muchacho terminó con su relato.

—Oye, no compares —se defendió este. —Además, yo no he dicho que este enamorado.

—¿Eso significa que aun no olvidas a Seokjin? —La pregunta hizo que Namjoon se estremeciera. Apartó la vista de Taehyung y se entretuvo con la visión de los monjes recibiendo las ofrendas.

—Jinnie es un asunto muerto —dijo luego de un rato y Taehyung no le creyó, aún se podían leer en su mirada las huellas imborrables de aquel, su primer amor. —Ahora solo quiero entretenerme en la búsqueda de ese chico... Y de alguien más.

—¿Alguien más?

—¿Cómo es físicamente el príncipe Hyunjin, hermano? —Ahora fue el turno de Taehyung para quedarse pasmado por un momento. No entendía a qué venía aquel cambio tan abrupto de tema.

—Hyunjin es un chico bello. —Se encogió de hombros. —Es un poco fastidioso e impertinente pero la belleza no se le puede negar, es realmente hermoso. Se dice que se parece mucho a su desaparecido madre, las Diosas guarden.

—Si es así, entonces debe parecerse mucho al muchacho que estoy buscando. Aquél también parecía un Yurchiano.

—Es porque hay muchos Yurchianos en Jaén —reflexiono Taehyung. —La mayoría son prostitutos... Imagino que por el parecido que tienen con Hyunjin. Ya sabes... más de un plebeyo debe enloquecer con la fantasía de estarse follando al príncipe.

Aquel comentario los hizo reír a ambos, aunque a Namjoon no le gustaba mucho la idea de que su añorado chico resultase siendo un prostituto. De todas formas, no dijo más nada. El plan que se estaba cocinando en su mente necesitaba aún más tiempo para convertirse en un hecho, y él por lo pronto necesitaba pensar en su venganza.

Terminada la ceremonia, los diferentes miembros de la corte comenzaron a retirarse a sus respectivos aposentos. Jung Hyung se retiró un momento con sus consejeros mientras los demás varones de la corte dirigian sus pasos hacia el salón principal de la mansión central. Hyung Sik había tratado de acercarse por un momento a Jungkook, pero este fue retenido de improviso por el amable brazo de Woo Seok, el rey consorte, el cual, con una sonrisa, lo llevó con él hacia el fondo de una galerías.

Aquel lugar era un poco oscuro. Parecía más una sala de oración que un salón ordinario. Las tenues luces, les hacían proyectar a ambos donceles, sombras largas y deformes tras ellos, y de las paredes colgaban cuadros pintados sobre lienzos. Había también un enorme estante lleno de libros viejos, y al fondo del recinto una mesa rectangular los aguardaba.

Woo Seok ofreció asiento a su acompañante. Mientras dos sirvientes les servían un dulce vino de uvas Jaenianas, entonces el rey consorte, fue por un libro gordo y pesado que abrió luego sobre la mesa.

—Es un libro de poemas —sonrió con nostalgia, enseñándole algunas a su invitado. —De épocas más dulces... Más inocentes.

—¿Los escribió usted? —preguntó Jungkook ojeándolos.

—Algunos... —contestó el otro doncel. Entonces volvió a pedir que le llenaran la copa que había vaciado de golpe. Cuando el sirviente iba a hacer lo mismo con la del otro rey, este negó con la cabeza.

—No beberé más. No me gustan los excesos.

—¿No le gustan los excesos? —Woo Seok le sonrió, pero su sonrisa parecía más un grito de dolor, una llamada de auxilio, que un gesto de felicidad. —¿Qué es para usted excederse, majestad? —preguntó. —Usted no bebe, no baila, no fornica... Yo no podría sobrevivir sin ciertos excesos... Me pregunto cómo lo hace usted.

Jungkook lo miró fijamente, sin responder. Luego, apartó la vista con una tímida sonrisa volviendo de nuevo a la lectura de aquellos poemas. No sabía por qué pero por un momento llegó a sentir que la mirada del rey consorte podía ver muy dentro de su corazón, como si ambos compartiesen un mismo e infinito dolor.

—¿Qué rayos pasa con Jimin? ¿Por qué no baja? —volvió a comentar el rey consorte esperando que el doncel que había mandado en busca de su hijo regresara con respuestas de su paradero. Cuando Jimin no se apareció para la ceremonia, Woo Seok había creído que se trataba de un berrinche, pero ahora con ese silbar del viento que parecía más un animal salvaje, se había preocupado en serio.

Entonces, en aquel momento, una algarabía que provenía del salón principal, donde se hallaban congregados los varones, se alzó más fuerte que el silbar del viento. Cuando Woo Seok y Jungkook llegaron hasta el lugar, Namjoon estaba luchando contra su hermano, Hyung Sik y algunos guardias e intentaba frenéticamente, abrir las puertas de la mansión y arrojarse a la tormenta.

—¡Tengo que ir por Jimin! ¡Tengo que ir por mi hermanito!

—¿Qué está sucediendo aquí? ¿Qué es este alboroto? —Woo Seok cruzó rápidamente el recinto evaluando la situación. Uno de los guardias se adelantó para explicarle.

—Le hemos dicho a Su Alteza, Namjoon, que el príncipe Jimin y el príncipe Yoongi de Jaén se han quedado atrapados en las caballerizas. Un sirviente Jaeniano no los dijo.

—¡¿Qué?! —bramó Woo Seok.

—Pero no se preocupe, Majestad —replicó el guardia de inmediato. —Ya le hemos explicado a su Alteza que las caballerizas fueron perfectamente acondicionadas y en este momento son incluso más seguras que la mansión central. Es peligroso que ustedes salgan de aquí. Les aseguro que el príncipe Jimin y el heredero de Jaén están a salvo donde están.

—¡No, mamá no! —Namjoon seguía gritando como loco. —¡Tengo que ir por él! ¡Por favor te lo suplico, déjame ir por él!

Jungkook avanzó varios pasos. Solo él entendía la urgencia de Namjoon por llegar de prisa junto a Jimin. A los demás les parecía una actitud algo exagerada por parte del príncipe y no podían comprender su angustia. Namjoon estaba totalmente fuera de control y su desesperación se hizo mayor al ver que nadie más lo apoyaba. Se había lastimado las manos tratando de mover él solo las vigas reforzadas que trancaban las puertas, pero estas no se movían ni medio centímetro debido a la impresionante fuerza del viento. Después de un rato y cuando por fin se dio cuenta de que todos sus esfuerzos eran inútiles, rodó hasta el piso dando puñetazos secos contra la madera.

Entonces Jungkook no se lo pensó más y llegó hasta su lado, tomándolo de los hombros para levantarlo. Todo el mundo se los quedó mirando con intriga pero el doncel llevó al príncipe aparte para hablarle a solas.

—Escuche... Estoy seguro de que Jimin está bien. No conozco mucho al príncipe Yoongi, pero sé que no es tan tonto como para dañar de nuevo a su ahora prometido, y menos sabiendo que usted lo sabe todo... ¿No le parece? —Namjoon, resoplando miraba a Jungkook con atención. —Además —continuó este, —él sabe que Jimin podría estar esperando un hijo suyo, y si vino hasta aquí es porque sabe que cometió un error y pretende repararlo, no empeorarlo más y usted no puede salir con esta tormenta. Hay demasiada distancia entre la mansión central y las caballerizas... Hay árboles cayendo a cada paso, ¡Escúchelos! Y le aseguro que las vigas de las puertas deben ser en este momento como lanzas bailando al son del viento.

Aquellas palabras tuvieron el efecto deseado. Namjoon pareció meditarlo mejor y recobrar su anterior postura. Si seguía mostrándose tan alarmado solo conseguiría despertar sospechas que a la larga comprometerían y podrían poner en evidencia la mancillada virtud de Jimin. Además, Jungkook tenía razón. Si de algo estaba seguro, era de que Yoongi era extremadamente sobreprotector con todo lo que llevaba su sangre. Recordó en ese instante aquella historia que circuló varios años atrás, una en donde se contaba que le había cortado el rostro a un sujeto que se atrevió a tocar los cabellos de su hermano Hyunjin durante una cabalgata de la familia real. Podía estar seguro de que protegería con su vida a su posible hijo, en el vientre de Jimin.

De esta forma Namjoon aceptó volver al salón principal mientras caía en cuenta de algo: La idea que rondaba por su cabeza desde hacía varios días y en la que había estado pensando durante la ceremonia de bendición, ya no necesitaba meditarla más. Ya tenía más que claro que no dejaría a ese mocoso llamado Hyunjin sin un castigo.

Pese a los ruegos de Jimin, quien le había suplicado no complicar más las cosas, él no podía tomárselo tan a la ligera. Ese malcriado era el arma perfecta para atacar a Yoongi. En pocas palabras, era matar a dos pájaros de un solo tiro. Si la debilidad de aquel infeliz era ese muchacho, entonces, era a través de él que debía dirigir su venganza. Tal vez pudiese parecer algo poco honorable, pero Yoongi tampoco se había comportado con honor al violar a Jimin, y a diferencia de su hermano, Hyunjin no era ningún inocente.

Superado aquel percance, los nobles volvieron a sus pláticas. Aquella sería una noche larga y muchos habían preferido mantenerse despiertos, con los sentidos alerta ante cualquier emergencia. Woo Seok volvió a llevarse a Jungkook a la galería, esta vez enseñándole un poema que había sido grabado en una gruesa placa de mármol:

Te mando, mi bien, dos lirios blancos.
El significado lo llevas ahí:
Que no me olvides mí bien porque te adoro,
Y yo no puedo sin tu amor vivir.

Desde que supe, que eras impedido,
No sé lo que sufre mi pobre corazón,
Sufre mucho al verte una lágrima.
Y esa lágrima es lágrima de amor.

Quisiera que le dediques un momento,
A mi lectura, con paciente calma;
Porque tengo por pluma el pensamiento,
Y por tinta las lágrimas de mi alma.

Existe entre los dos un mar muy leve,
Donde sus aguas, tristisimas se mueven;
No les temas, sus ondas son de nieve,
Y mis ansias de amarte son de fuego.

—Es hermoso —susurró Jungkook al término de la lectura. —¿Es uno de los que usted escribió, Majestad?

—No. —El rey consorte hizo un movimiento de cabeza como recordando algo. —En la época en que se escribió este poema, yo ya no creía en el amor —confesó, sin la tristeza que aquello debería ocasionarle. —Fue Taehyung quien escribió esto.

—¿Taehyung? ¿Su hijo? —Los ojos de Jungkook se abrieron cuan grandes eran. Volvió a enfocarlos sobre las letras cursivas talladas sobre aquella tabla y su corazón se agitó dentro de su pecho.

—Taehyung escribió esto una noche de Julio —volvió a hablar Woo Seok, mirando el también la tabla. —Ese día lo vi llorar como nunca. Pensé que mi niño moriría de tristeza. El pergamino original donde la escribió quedó manchado por sus lágrimas. Yo sabía que mi hijo lo había escrito en honor a un amor no correspondido... Por eso yo también lloré con él aquel día.

Jungkook quedó sorprendido por aquello. ¿Taehyung habría tenido un antiguo amor? ¿De quién podría tratarse?

—¿Y usted sabe a quién iba dirigido ese poema? —No pudo evitar preguntar aquello.

—Nunca lo supe —respondió Woo Seok. —Pero me dijo que su amado estaba gravemente enfermo... Creo recordar que se trataba de unas fiebres y al parecer no había muchas esperanzas para él... Aquello fue hace poco más de dos años.

La inocente confesión de Woo Seok hizo a Jungkook perder el aliento. Hacía exactamente dos años había enfermado gravemente de unas fiebres por culpa del tifo y había estado a las puertas de la muerte. No había lugar a dudas, se trataba de él; ese poema había sido escrito para él. Taehyung tenía entonces que llevar muchos años amándolo en silencio.

Cuando abandonaron la galería, y tanto él como el rey consorte se reunieron en el salón principal junto a los varones, Jungkook miró al príncipe Taehyung de reojo. Este se hallaba durmiendo al lado de Namjoon, quien no podía conciliar el sueño. Se veía tan apacible, tan sereno, tan... Hermoso, pensó y por primera vez desde que empezara aquello, sintió que ese irritable y atrevido príncipe era la verdadera víctima de aquel absurdo juego de las Diosas.

No podía quitarle la vista de encima. Su respiración acompasada, el rápido movimiento de los globos oculares debajo de sus párpados y el escaso movimiento de su cuerpo, le decían que se hallaba profundamente dormido. Sin embargo, no debía confiarse. Había aprendido de la peor de las formas que con ese hombre no se podía ser descuidado y jamás volvería darle la espalda.

No entendía porque lo había encerrado allí con él, si a la larga lo unico que le habia dicho era que alli estaria mas seguro que en la mansión central. Luego de eso, Yoongi había sido incapaz de articular palabra una vez que estuvo frente a él. Quizás pensaba que de su parte ya estaba todo dicho, y ahora solo esperaba una respuesta del doncel; respuesta que este no parecía dispuesto a darle.

Finalmente había dado varias vueltas para tratar de encontrar nuevamente el valor mientras Jimin trataba de mantener una distancia prudencial. Pero después de varios minutos siguió sin haber palabras entre los dos y Jimin sintió un gran alivio cuando vio al otro hombre dirigirse hacia la puerta para ver si el sirviente que los había encerrado seguía cerca y los sacaba.

Fue en vano. Con solo medio asomarse por la rendija se dio cuenta de que ninguna persona que se considerase mentalmente sana estaría allí afuera en esos momentos y ambos tuvieron que resignarse a pasar el huracán encerrados en aquel potrero.

Durante el tiempo que siguió, recordaba haber visto a Yoongi echado en un rincón sobre unas pajas, orando en la lengua natal de Jaén, de la cual, Jimin no comprendía ni la más mínima sílaba. De manera que no había comprendido aquella plegaria, aunque suponía que era una especie de bendición como la que seguramente rezaba su propia familia en el templo. Optó por copiar la piadosa actitud del Jaeniano y se puso a rezar en hangul, a pesar de que últimamente Johary parecía ignorar todas sus plegarias.

Después de un largo rato, cuando la tormenta aullaba afuera y los truenos martillaban sobre la madera reforzada, a ambos jóvenes los invadió el sueño. Yoongi se había tendido sobre las pajas donde había estado orando y allí se quedó completamente dormido. Jimin por su parte sentía el cansancio en los ojos pero no se había permitido dormir ni un segundo. Se quedó sentado en una butaca de madera frente al otro príncipe, y como si de un guardia se tratase le había estado velando el sueño durante todo lo que iba de la noche, bajo la luz de una pequeña antorcha que habían encendido después que terminó de orar.

De esta forma fue que Jimin pudo percatarse del sueño incomodo que Yoongi estaba teniendo. Se asustó cuando lo escuchó hablando entre sueños y revolviéndose con inquietud, le asombraba en demasía que a un hombre como aquél, tan fuerte y seguro, lo pudiese asustar algo, y menos si ese algo estaba solo en sus sueños.

Pero a Yoongi lo asustaban muchas cosas, y una de esas eran los recuerdos, recuerdos que aquel día llegaban de nuevo a él como fantasmas en busca de redención. Fantasmas que no encontraban la paz... Y que le quitaban la suya. Fantasmas que vivían en sus sueños...

Yoongi se veía a sí mismo dentro de su sueño. En esa época era solo un niño de nueve años, recién despertando a la pubertad. Correteaba por todo lo largo del palacio cuando vio a su mamá, aun vivo en aquella época, bajar a toda prisa por los peldaños de las escaleras de una inmensa torre. Se movía bastante rápido a pesar de que solo tenía una semana de haber dado a luz a Hyunjin, el pequeño doncel que dormía plácidamente en aquel momento.

De repente, Hyo Seop tomó uno de sus caballos y uno de sus donceles de compañía lo cubrió con una gruesa capa, ayudándolo a salir por una puerta secreta de la muralla más alta del castillo y Yoongi lo siguió. Conocía también ese pasaje secreto y estaba dispuesto a sortear cualquier peligro con tal de saber a dónde se dirigía con tanta prisa su mamá. Sabía que aquel día este había recibido una carta y que el mensaje de aquella enmienda le había descompuesto los ánimos. Por eso sabía que la fuga de su mamá era por un motivo grave... Lo presentía.

Yoongi dejó que el caballo de Hyo Seop tomara cierta ventaja, y de esta forma su mamá no lo descubriera espiándolo. Debía ir muy lento ya que este cabalgaba con pasmosa calma para evitar el terrible dolor que le producía andar a caballo a tan escasos días de haber salido de un parto.

Recorrieron un trayecto bastante amplio desde el castillo hasta casi llegar al inicio del bosque "De los Olmos", cerca de la frontera con Joseon y luego de atravesar un gran terreno llano y unos cuantos terrenos baldíos lo vio descender al fin junto a unos delgados y frondosos árboles de naranjo que la llegada del otoño empezaba a deshojar.

Hyo Seop bajó de prisa de su montura, y amarrándola en uno de los naranjos, avanzó en medio de la planicie hasta quedar de pie junto a un pequeño montículo de la llanura. En ese momento Yoongi también llegó a aquel lugar, y pudo ver claramente que en la punta de aquel montículo otro hombre esperaba a su mamá. Bajó de su montura, y llevándola de las riendas, se acercó un poco más quedando oculto entre unos matorrales. Podía ver desde su escondite todo lo que sucedía, pero no podía escuchar absolutamente nada. Pensó en acercarse un poco pero se dio cuenta a tiempo de que sería una imprudencia y un grave error, así que aguardó en su lugar y siguió observando.

El desconocido con el que hablaba su mamá portaba también una gruesa capa de hilo negro. No podía ver el largo de sus cabellos pero por su contextura era obvio que se trataba de un varón, y por los gestos de reclamo que hacía, parecía que llevaba un rato esperando a Hyo Seop y se había impacientado.

Hyo Seop trataba de calmar a aquel hombre, acercándose a él con demasiada confianza. Yoongi se extrañó del contacto tan íntimo que se daban los dos. Aun no entendía algunas cosas de la vida, pero tenía claro que esa clase de tratos solo debían reservarse para los esposos.

Sintió miedo.

Si alguien además de él veía a su mamá en una situación tan escandalosa, su progenitor corría el riesgo de ser colgado por adultero y tanto él como su hermano recién nacido podían ser exiliados del reino para siempre o colgados también.

Yoongi tembló.

La sola idea le produjo nauseas. Su mamá era un hombre decente, él estaba seguro; aquella escena que estaba presenciando debía tener alguna explicación, una muy buena... Y a esta idea se aferro el niño con todo su corazón hasta que finalmente no le quedó más opción que rendirse a las evidencias: Hyo Seop alzó los brazos y estos rodearon el cuello del varón que lo acompañaba, de un movimiento se inclinó y en pocos segundos ambos hombres se besaron sin reparos.

Yoongi dejó de respirar.

Le era imposible seguir negando lo obvio: un amante, su mamá tenía un amante. Por un instante agachó la vista confundido y alterado. Se dio cuenta que había empezado a llorar pues unas lagrimas cayeron sobre sus manos, pero no se permitió ser débil.

No en ese momento... No podía. Así que enjuagó sus ojos y al volver la vista al frente vio como ahora el hombre desconocido apartaba a Hyo Seop de su lado, y este, tembloroso y alterado, le abrazaba por la espalda.

¿Discutían?, se preguntó Yoongi, y la respuesta llegó a él más clara que el agua de un estanque: El sujeto desconocido se deshizo por completo del abrazo del doncel y alejándose a grandes zancadas lo dejó sobre el pasto, sollozante y desconsolado.

Yoongi vio como aquel hombre partía en su corcel negro mientras Hyo Seop se arrastraba por el suelo de aquel montículo, histérico y bañado en lágrimas. Aquella imagen fue como un puñal atravesándole el corazón. Era horrible ver como su mayor ejemplo de decoro, altivez, orgullo y dignidad se retorcía de dolor en medio de la hierba, con el orgullo afrentado y pisoteado, por otro hombre diferente a su esposo.

Era cruel, era demasiado terrible ver a su mayor amor en esas circunstancias, y más cruel aún era no saber que esa imagen en la que se había convertido su mamá, y que el destino le había obligado a observar con dolor, sería la última que vería de él con vida.

Después de ese día, su mamá se había suicidado y su padre, el rey de Jaén había hecho pasar su muerte como una complicación del parto de Hyunjin, motivó por el cual su hermano nunca supo su verdadera fecha de nacimiento.

El trueno más terrible que hubiese caído hasta ese momento hizo vibrar por completo el establo, y con el, Yoongi se despertó. Era justo la media noche, y aquel día que empezaba, se cumplía un nuevo aniversario de la muerte de su madre.

Jimin vio a su acompañante despertar. Sudaba y jadeaba, mirando a todos lados como un animal enjaulado.

—¿Qué sucede? —preguntó alarmado, temeroso por la actitud de Yoongi. Empezó a temblar de pánico, creyendo que posiblemente estaba ante un loco o un poseído, porque no era normal que una persona cambiase tanto su manera de ser tan abruptamente. Se paró de la butaca donde estaba sentando buscando también una salida. Sentía que iba a ser agredido de nuevo y que esta vez aquel demente lo mataría.

Pero no sucedió nada de eso.

Después de varios segundos,  Jimin se dio cuenta de que Yoongi no iba a lastimarlo, más bien parecía que iba a colapsar. Respiraba a bocanadas, como si no tuviese suficiente aire para hacerlo, o como si sus pulmones estuviesen tan colapsados que no los podía expandir lo suficiente. Se llevaba las manos al pecho, y finalmente, aturdido, comenzó a avanzar hasta las puertas reforzadas del establo para intentar abrirlas a toda costa.

—Aire... Me ahogo... Aire. —Buscaba alguna rendija por donde entrara un poco de brisa. —Me ahogo.

Jimin lo miraba con los ojos bien abiertos, entrando en pánico también. No sabía que pensar de todo aquello ¿Sería algún truco? ¿Otra trampa? ¡¿Qué debía hacer?!

—¿Qué es lo que te sucede? —le volvió a preguntar finalmente. —¿Qué tienes?

—Me... voy... a ahogar —resopló Yoongi.
—Debo... salir de aquí.

—¡¿Qué?! —Jimin gritó desconcertado. ¿Acaso estaba loco? —¡No puedes hacer eso! ¡No puedes salir de aquí! ¡Hay un huracán inmenso afuera! —le replicó.

—¡Tu no lo entiendes! —Pero Yoongi estaba demasiado histérico para comprender. —¡Me ahogaré si sigo aquí! ¡Me ahogaré! —gritó, y enseguida se prendió de una de las tablas reforzadas intentando arrancarla.

En ese momento Jimin no se lo pensó más y llegó hasta él.

—¡Por favor, detente! —le suplicó, agarrándole las manos. —¿Por qué te has puesto así? ¿Es por ese sueño que estabas teniendo? ¡Fue solo un sueño! Me trajiste hasta acá para protegerme y me estás asustando.

Yoongi se zafó de su amarre y acto seguido lo tomó ahora a él de las manos.

—¡No! —gruñó, estremeciendo a Jimin.
—¡No fue solo un sueño!

Entonces el Koryano lo miró, y vio que por los ojos del otro príncipe resbalaban algunas lágrimas. Sin darse cuenta cómo ni por qué, se deshizo del amarre de Yoongi y levantando su diestra las limpió.

Yoongi lo miró a los ojos y un estremecimiento lo recorrió. Aquella pesadilla recurrente era un recuerdo que renacía con cada aniversario de la muerte de su mamá. Un recuerdo vivido cada año... Para que no olvidara la verdadera causa de la muerte de su madre.

Pero la mirada de Jimin le había devuelto un poco de paz. Su mano cálida limpiándole las lágrimas le habían llenado el espíritu de una extraña calidez, una reconfortante tranquilidad que nunca había sentido antes, y poco a poco su respiración se fue acompasando.

—¿Lo ves? —preguntó Jimin al verlo volver a la calma.
—Solo tienes que calmarte... Los sueños son solo sueños... No pueden hacernos daño.

Pero Yoongi sabía que aquel recuerdo había sucedido realmente veintiun años atrás, y hasta que el culpable del sufrimiento que había embargado las últimas horas de vida de su mamá no pagara, él no dejaría de soñar aquello. Sin embargo, no dijo nada sobre quién era ese hombre.

Los ojos de Jimin mirándolo con alivio eran como la más efectiva de las medicinas. Afuera el viento resoplaba con furia, como un espíritu airado que viniese del más allá en busca de venganza. Pero Yoongi podía pensar en ello más tarde... cuando pasara el huracán.

Entonces pasó lo inesperado.

Yoongi tomó a Jimin en sus brazos. El Koryano quedó inmóvil en el abrazo del otro príncipe pero no se resistió. Nuevamente el magnetismo de aquel hombre le quebraba por completo todas sus defensas.

Cuando volvió a reaccionar, ya estaba respondiendo al beso que le ofrecían. El aliento de Yoongi era tibio, como el agua de un riachuelo bajo el sol de medio día. Jimin estiró sus brazos y le rodeó el cuello. Sus cuerpos chocaron y se deslizaron sobre la paja, sus lenguas danzaban como bailarines en un carnaval; los labios se rozaban con dulzura, húmedos y trémulos.

Duraron varios minutos así, solo degustando sus bocas; disfrutando de sus alientos sobre sus labios. Entonces, Yoongi acarició la espalda de Jimin. Sus manos se deslizaron sobre la suave tela de su túnica y la levantaron hasta la altura de los muslos del doncel. Con su otra mano trepó hacia su sedosa cabellera y sus dedos deshicieron la coleta que la sostenía, dejándola libre a sus espaldas.

—Eres precioso... Te deseo demasiado —le dijo cuando una de sus manos abarcó uno de sus redondos glúteos. Jimin respiraba agitado, apretando fuerte los ojos mientras una marea de sensaciones lo recorrían desde la cabeza a los pies.

¿Qué estaba haciendo? ¿Qué estaba dejando que le hicieran?

Con un gemido se separó un poco de Yoongi, pero este, ardiendo de deseo como nunca antes, lo sostuvo con ternura pero con firmeza.

—Amame hoy... Solo por hoy —le suplicó al oído con una voz tan ronca que estremeció a Jimin.
—Aunque el resto de tu vida te dediques a odiarme... Hoy no, por favor... Hoy no podría soportarlo.

Jimin se dejó desnudar dócilmente. Los tiernos besos que Yoongi depositaba en sus mejillas lo tenían tan hechizado que no se dio cuenta cuando su cuerpecito fue completamente despojado de la túnica y las zapatillas, y recostado sobre la paja. El pequeño príncipe no podía creer que el mismo hombre que lo golpeó y lo ultrajó, le estuviera propiciando esas caricias tan tiernas y dulces. Esa si era merecedora de ser llamada su primera vez, con ese agraciado cuerpo, fuerte y viril, llegando cada vez más lejos, robándole su intimidad de nuevo; esta vez con un poder mucho más amenazante que el miedo y la violencia... El amor.

Lo sintió recostarse sobre él sin recargarle mucho el peso, y se tensó un poco. Yoongi le tomó las manos y se las besó, liberándolas enseguida para acomodándose totalmente sobre su delgada figura.

—Puedes detenerme cuando quieras, te juro por Ditzha, que si en algún momento quieres parar, me detendré.

No terminaba de decir estas palabras cuando sus manos comenzaron a pasearse por esos muslos tersos y algo llenitos. Yoongi pensó que contrastaban un poco con el resto de la estilizada figura de Jimin, pero luego se dio cuenta de que era comprensible teniendo en cuenta el tremendo trasero que tenían que sostener. Se situó entre ellos, separándolos con delicadeza, luego de quitarle por completo la ropa interior; subiendo luego hasta esos glúteos perfectos, la curva perfecta de su espalda. Ahora lo tenía nuevamente para él, para sus manos, y no desperdiciaría ocasión en disfrutarlo.

Le dio unos cuantos besos más antes de tomar de nuevo su boca mientras abandonaba un momento sus piernas para acariciarle las mejillas coloradas y rozar ligeramente sus crispados pezones. Yoongi besó el cuello de Jimin, desde el lóbulo de la oreja hasta el hueco de la clavícula. Besó su pecho y los botones rosados que se respingaban al contacto con su boca, besó su abdomen terso y plano y bajó de nuevo su mano para tantear con ella otra vez entre los mullidos muslos. Cuando uno de los dedos de Yoongi ingresó por la hendidura entre sus glúteos, Jimin se tensó y dejó escapar un ligero gemido. Yoongi se detuvo un momento y lo miró a los ojos.

—¿Quieres parar? —le preguntó, retirando la mano de entre sus piernas. Jimin le respondió con un jadeo. El interior de su cuerpo ya no dolía, pero no estaba seguro de poder resistir una nueva penetración. Yoongi lo comprendió sin necesidad de palabras.

Entonces, introdujo de nuevo su mano y tanteó el terreno. Si hacia las cosas con suavidad posiblemente pudiese entrar de nuevo en él, y eso era lo que más deseaba: estar de nuevo dentro de aquel muchacho, mostrándole cuan placentero podía ser aquello.

Jimin simplemente ladeó el rostro, pegando su mejilla contra la paja; respirando a bocanadas. Era evidente que estaba muy excitado y que no estaba dentro de sus planes parar. Yoongi volvió a deleitarse con su oreja, introduciendo su lengua, lamiendo la mejilla que estaba frente a él, introduciéndose del todo con su dedo dentro del otro cuerpo.

Entonces Jimin comenzó a excitarse aún mas. Sus manos subieron hasta Yoongi y tiraron de su camisa tratando de quitarla. Le quedaba difícil desde su posición así que fue el mismo Yoongi quien se detuvo un momento en sus caricias para desnudarse.

Jimin vio como el torso, dorado bajo la luz de la antorcha, se tensaba al sacarse las prendas y luego las piernas tersas y firmes separaban las suyas para ubicarse de nuevo sobre él.

Ahora sus pieles desnudas se frotaban por completo. Yoongi volvió a besar a Jimin y este le abrazó acariciando su espalda. No supo cuantas veces había soñado con ese momento pero se dio cuenta de que era muy diferente a como su mente inocente lo había imaginado. Hacer el amor con tal pasión superaba todo lo que hubiese pensado y cuando Yoongi se deslizó en su interior con el cuidado y la suavidad de un tierno amante, pensó que estaba volviendo a nacer.

Yoongi se sintió en la gloria al sentirse cobijado por la calidez de aquel cuerpo. Jimin se quejó un poco ante la primera estocada y comenzó a sudar. La paja se pegaba a su piel desnuda y sus cuerpos se sentían resbaladizos y calientes. Yoongi empujó despacio, aun mas de lo que su deseo y ansias le permitían, hasta que luego de inquietantes momentos estuvo totalmente en su interior. Casi ni parecía que ya hubiera tomado su virginidad, seguía tan estrecho como la primera vez a pesar de que ahora se encontraba relajado y dispuesto.

Mientras comenzaba a embestirlo, tomó su mentón obligándole a mirarle. Era casi un requisito imprescindible mirar ese rostro sonrojado y esos ojitos nublados por el placer al tiempo que se lo cogía.

Jimin lo tomaba por las caderas confundido por sus sentimientos. No entendía como un mismo acto podía ser, de acuerdo a las circunstancias, tan radicalmente opuesto. La dolorosa sensación, casi mortal, que sintió la primera vez, era en esos momentos solo un espejismo obsoleto que se perdía entre la corriente de placer que ahora sentía en medio del cuerpo.

Los jadeos de ambos comenzaron a expandirse por todo el establo asustando a los caballos. Se besaban con desesperación y sus cuerpos se fundieron bajo el sonido de la tormenta y el crepitar de la madera que luchaba contra el viento. Las llamas de la antorcha cada vez más tenue, iluminaba sus figuras perladas de sudor; retozando como bestias en celo sobre un rincón del potrero. Cuando la lluvia empezó a ponerse más intensa y los truenos hicieron estremecer el recinto, ambos jóvenes encontraron el orgasmo sobre la paja y así, sudorosos y jadeantes, se quedaron dormidos, con las huellas del huracán cubriendo sus pieles.

A Namjoon le importaba muy poco evaluar como habían quedado los alrededores luego del paso del huracán. De eso se encargaría más tarde junto con su padre y Taehyung. En ese momento su única prioridad era buscar a Jimin en las caballerizas y constatar con sus propios ojos que ese malnacido de Yoongi no le había tocado ni un solo cabello. De manera que lo primero que hizo cuando los esclavos por fin pudieron despejar la entrada de la mansión central, fue correr como loco hacia los establos, llevándose una tremenda sorpresa ante lo que encontró.

Cuando sus guardias le ayudaron a quitar las vigas que clausuraban la puerta de los establos, ingresó junto a estos. La penumbra del lugar le hacía difícil ver bien donde se hallaba su hermano, pero luego, caminando un poco más hacia los cubículos traseros, vio la llamita de la antorcha ya casi extinta iluminando en una esquina.

Su respiración se cortó de improviso y su boca dejó salir una leve exhalación. En ese mismo momento los cuerpos desnudos se removieron y Jimin abrió los ojos lentamente. Su corazón pareció detenerse al ver a su hermano de pie frente a él y los brazos de Yoongi estrechando su cintura.

—Nam... Namu... —quiso hablar pero de la vergüenza no le salieron las palabras. A toda prisa se incorporó y temblando de vergüenza se vistió lo más rápido que pudo. Sus bruscos movimientos despertaron a Yoongi, y este aturdido, miró también a Namjoon despertándose por completo.

—¡Mierda! —exclamó como impulsado por una catapulta. Intentó tomar del brazo a Jimin, pero este, asustado se soltó de un manotazo terminando de vestirse, se echó a correr. Namjoon intentó detenerlo pero él tampoco lo logró. El príncipe Koryano se fue tan rápido como los vientos de "Esmaida" y nadie más lo pudo detener.

Entonces, de pie donde estaba, Namjoon miró atentamente a Yoongi mientras este se terminaba de vestir. Era obvio lo que había pasado entre Jimin y él, aunque también era obvio que esta vez había habido consentimiento por ambas partes. Namjoon llevó la diestra hasta su espada, pero no pudo desenvainarla ni siquiera. Estaba claro que ese maldito hombre había vuelto a hechizar a su hermano y este, inocente y puro, había caído en sus redes por completo.

—Hyunjin —susurró antes de dar media vuelta y salir de allí. Yoongi lo vio partir sin entender que había dicho ni que pretendía con su hermano, pero algo en la mirada del otro hombre no le había gustado para nada.

Cuando cayó la tarde y las tareas de inspección del reino tras el paso de "Esmaida" se habían puesto en marcha, Namjoon aprovechó un momento de descanso y entró al estudio del rey Jung Hyung. Este revisaba unos papeles junto a uno de sus concejeros reales, pero ante la solicitud de su hijo de hablarle de algo importante, despidió al hombre haciendo sentar al muchacho frente a él.

—Bueno hijo, tú dirás —abrió la conversación tomando asiento frente a Namjoon.

Este soltó su pedido de golpe.

—He pensado que ha llegado la hora de que tome un esposo padre. Creo que sería bueno para mí.

Jung Hyung abrió los ojos de golpe. Eso sí que no se lo esperaba. Pensaba que era más probable que Taehyung se casara primero con el rey de Joseon a que Namjoon algún día se casara.

—Hijo, debo confesar que me has sorprendido, creía que no te gustaban los donceles —le respondió cuando salió de su asombro.  —Pero me alegra tu decisión. Ahora solo quiero saber algo —dijo alzando una ceja. —¿Tienes un candidato ya, o quieres escoger alguien entre la corte?

Namjoon se puso de pie. Su rostro se puso tan serio que más que anunciar un compromiso parecía estar anunciando una tragedia. Su padre le miró aún más asombrado hasta que finalmente Namjoon habló.

—Mi candidato es el príncipe Hyunjin de Jaén, padre —soltó con determinación. —Quiero casarme con el hermano de Yoongi  y te ruego que lo consigas para mí.

Continuará...

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