La invasión a Kaesong
Las caras serias de los presentes en la estancia no daban buenos augurios. Reflexivos, tratando de controlar los nervios y sin poder evitar que venenosas sensaciones de sospecha comenzaran a perturbar sus corazones dubitativos y débiles, esperaban que alguien fuera el primero en hablar, rompiendo así con las molestas especulaciones mentales que todos llevaban.
¿Quién hubiera podido sospechar dos horas antes de que empezara todo aquello, que el extraño niño “ungido” sería portador de una carta con noticias tan catastróficas? ¿Quién podía pensar que el príncipe Hyung Nil sería el autor de dicha carta, y que en una afanosa agonía se hubiese visto obligado a enviar a ese niño a Koryo antes de ser prácticamente obligado por sus guardias personales a exiliarse en un lugar desconocido con el fin de salvaguardar su vida?
—Kaesong fue invadida —susurró Jungkook, como si decirlo en voz alta le hiciera más fácil asimilarlo y creerlo.
Después de que el muchacho Kaesongino se hubiera recuperado de su desmayo, producto de un fuerte estrés y un gran cansancio, según diagnosticó Seokjin; luego de darle algo de comida y unas bebidas relajantes, e inmediatamente después de bañado y cambiado con ropas nuevas, entonces sí le sobrevino el interrogatorio.
En el palacio de Koryo ni siquiera los nobles hablaban el idioma de aquel extranjero, y el chico por su parte, era evidente que no entendía nada de Hangul. Sin embargo, para fortuna de todos, Jungkook y Jin Goo solucionaron aquel contratiempo. Ambos hablaban a la perfección el idioma de Kaesong aunque no estuviesen obligados a conocerlo. Las relaciones comerciales de Joseon con Kaesong y los hábitos nómadas de Jin Goo les permitían a los dos conocer varios dialectos de aquel reino.
Cuando el niño escuchó su lengua madre por primera vez durante aquellas terribles horas, aquello pareció resultar francamente refrescante para él. Porque si bien el chico se había relajado y estaba un poco más tranquilo luego de que le asearan y le dieran de comer, también era cierto que aun temía que en cualquier instante las cosas dieran vuelta de hoja y su cabeza terminara adornando las puertas de acceso al palacio.
Con una franca sonrisa, Jungkook fue el primero en hablarle con confianza. Se sentía plenamente identificado con aquel jovencito. El sabía muy bien lo que era servir de por vida a una promesa no elegida, sabía lo que era tener el destino escrito y comprender lo que le deparaba éste: una absoluta soledad. Sabía lo que era aislarse del mundo para que no fuera tan doloroso ver como los demás avanzaban mientras tú te quedabas atrás, atado a tu agonía. Si, él lo sabía, lo sabía de sobra.
El chiquillo levantó su mano conmovido, cuando vio una lágrima descender por la mejilla de Jungkook. Sin miramientos se la limpió y la tomó entre sus dedos casi acariciándola. Era la primera vez en su vida que veía a alguien llorar. Jungkook se sintió sucio y cruel ¿Cómo se atrevía a quejarse de su situación cuando tenía frente a él a una persona que durante muchos años había mantenido solo el contacto humano estrictamente necesario? ¿O acaso su situación era peor? Después de todo ¿qué era más difícil, nacer ciego o perder la visión después de haber conocido la belleza de los colores?
La mano del chiquillo volvió a ascender muchas veces durante los minutos de meditación de Jungkook. De forma medio juguetona, el niño tocó la cinta dorada que el rey llevaba en la frente y leyó en voz alta la inscripción.
Jungkook se sorprendió visiblemente.
—¿Conoces el lenguaje de las Diosas? —le preguntó enseguida en un perfecto Seevetal, la lengua de Kaesong.
El muchacho asintió sonriente. Ahora sabía que se hallaba ante otro semejante a él, estaba ante otro “ungido”, el chico había sido dedicado a Lattifa, la Diosa de Kaesong.
Hablaron durante casi una hora. Jin Goo mientras tanto, permanecía con los brazos cruzados, recostado en una esquina, haciendo que los otros dos presentes se olvidaran de su presencia. El varón sabía que ese encuentro era necesario, de manera que considero mejor dejarlos hablando solos. Era menester que Jungkook se viera a sí mismo representado en alguien más.
Jin Goo escuchaba todo atentamente desde su rincón sin interrumpir en lo absoluto. El dialogó transcurría sin inconvenientes y hasta podía haber sido considerado ameno de no haber sido por el momento en el que el niño comenzó a relatar lo acontecido en su reino solo dos días atrás.
Ante la mirada estupefacta de Jungkook y Jin Goo, el muchacho narró la forma como su reino fue sometido en tan solo una noche por un ejército proveniente de Yurchen.
Un rio de sangre cubrió aquella noche desde las aldeas más sencillas hasta el lujoso castillo donde vivían los reyes. Según el chico, los alaridos horrorizados de los civiles llegaban hasta sus oídos, atenuados por las gruesas paredes rocosas del templo, y por algunas horas todo había sido confusión y caos. Se podían escuchar alaridos horrendos, mezclados con suplicas de ayuda que solo cesaban cuando el filo de una espada acababa con el tormento de algún desdichado. Sin embargo, luego de que alguno callara, dos más gritaban por él, y esos dos eran callados a su vez y así sucesivamente.
—Fue como si los demonios del desierto hubiesen emanado de las arenas —dijo el chico en su idioma natal, mientras sus ojos llenos de lágrimas miraban a Jungkook con angustia.
Aquella noche, Jong Bok, como se llamaba el chico, se encontraba en compañía del príncipe Hyung Nil realizando las ofrendas correspondientes al reciente cambio de estación en honor a la diosa Latiffa. En los templo Kaesonginos las imágenes estaban prohibidas pues eran consideradas blasfemas y sacrílegas, razón por la cual la deidad protectora de este reino era representada en la flama de una hoguera que se hallaba en toda la mitad del templo. Dicha llama nunca se había apagado a pesar de no ser mantenida con nada, y era justamente esa fuerte evidencia milagrosa la que le concedía al fuego de aquel santo recinto un carácter divino.
Según el relato del muchacho, fue casi finalizado el ritual, es decir, en el momento en que Hyung Nil pronunciaba la oración del perdón y dejaba caer una gota de su sangre real en el fuego, cuando se oyeron los primeros gritos.
Hyung Nil agudizó su oído para lograr captar de qué iba aquel motín en las afueras del templo. Pero los sonidos, que cada vez se alzaban más, lejos de tranquilizarlo le hicieron saltar el pecho con dolor. En ese momento el príncipe había entendido el verdadero significado de los sueños que había estado teniendo a lo largo de aquellos días.
A diferencia de su hermano gemelo, Hyung Sik, a Hyung Nil se le daba mejor la tarea de oráculo y por eso era él el encargado de realizar los homenajes a Lattifa, quien lo bendecía con sabiduría para comprender sus premoniciones. Pese a ello, no le había encontrado ninguna explicación a las imágenes bélicas y sangrientas que había estado viendo en sus sueños, luego de su regreso de Koryo.
“Son tiempos de paz” se decía. “Estoy aturdido por el desprecio que sufrí en Koryo por parte de Jimin” De esta forma el príncipe se había convencido de que aquellas premoniciones tan absurdas solo eran el resultado de sus ánimos apesadumbrados y anhelos frustrados. Por lo tanto no fue hasta el momento en que todo aquel horror les cayó encima, que el príncipe se pudo dar cuenta de lo equivocado que había estado.
—Fue muy complicado convencer al príncipe de huir y dejar el templo —narró Jong Bok temblando y con la vista perdida.
Hyung Nil no había querido huir y portarse de forma cobarde, mucho menos abandonar a su familia.
—Fui yo quien lo convenció. De haberse quedado allí posiblemente ahora estaría muerto. Era muy poco lo que podía lograr y mucho lo que podía perder. Según los informes de su guardia, el palacio también había sido tomado por los enemigos y en aquel momento era prácticamente imposible entrar al castillo sin ser visto. Además, un infiltrado de su guardia nos comunicó que la familia real aun vivía y que el líder del ejército enemigo no parecía tener intenciones de acabar de momento con las vidas de mis señores. Aquello le dio tranquilidad a mi señor Hyung Nil y fue entonces cuando nos tomó el consejo y huyó.
Pero antes de huir, había escrito una apresurada carta dirigida hacia las únicas personas que sentía podían ayudarle y esas personas eran justamente ellos, los monarcas de Joseon y Koryo, los dos reinos más amistosos con Kaesong. Sin más demoras el príncipe había sellado la misiva y se la había entregado a Jong Bok antes de desaparecer por un pasadizo secreto que se hallaba en lo más profundo del templo.
Jong Bok les contó cómo había estrechado el papel contra su pecho mientras lloraba de forma convulsa. Les dijo también cómo unos guardias del príncipe lograron llevarlo, no sin muchos esfuerzos, hasta la frontera con Joseon donde lo despidieron a prisa y de esta forma el muchacho se había visto obligado a atravesar un duro desierto que en más de una ocasión le hizo sentir al borde de la muerte.
Ahora aquella carta reposaba en las manos de Jungkook, el cual, se apresuró a llevarla con los demás convidados que se hallaban en Koryo, poniéndolos a todos sobre aviso acerca de lo contado por el Kaesongino.
Pero parecía que una sola lectura no había sido suficiente para nadie.
—¿Quieren que vuelva a leerla? —cuestionó entonces rompiendo el silencio que se había apoderado de la sala del concejo. Los presentes asintieron levemente sin despegar los labios. Necesitaban escuchar esas palabras de nuevo para poder creerlas por fin.
Jungkook abrió la carta otra vez y comenzó a leer.
Sus Majestades Jungkook y Jung Hyung. Benditos sean.
Anhelaría tanto poder saludarles bajo condiciones más gratas, y no para ser mensajero de noticias tan nefastas. Pero así es la voluntad de las Diosas.
Dispongo de poco tiempo porque me encuentro en franca situación de peligro: en este momento mi amado reino, Kaesong, está siendo violentado y masacrado por un ejército supuestamente proveniente de Yurchen, y digo, “supuestamente”, porque no me encuentro en el palacio y dispongo de pocas noticias sobre los acontecimientos que acontencen en mi reino.
Les escribo desde el templo mayor del reino, desde donde puedo escuchar con horror e impotencia lo que ocurre a las afueras de las murallas que me celan, sin poder hacer nada para evitar ni frenar el ultraje hacía mi pueblo que perece en manos del enemigo.
No cuento con más datos que me permitan saber qué razones han movido a este ejercito a atentar contra mi gente y mi familia. En estos momentos no dispongo tampoco de ningún medio que me permita reunir tal información. De momento debo huir y refugiarme, investigar poco a poco sumergido en las sombras o de lo contrario correré igual suerte que mis padres y mi hermano Hyung Sik.
Les suplico, por amor a las Diosas, que tengan clemencia hacía Kaesong, y por favor ayuden a mi pueblo y a mi familia. Yo trataré de llegar hasta ustedes una vez tenga las medidas de seguridad necesarias. No les puedo comunicar el sitio donde me encontraré refugiado ya que si esta carta llega a parar en manos enemigas entonces estaré condenado al igual que mi reino.
No contando con más tiempo me despido suplicando por su respaldo, pues los considero líderes magnánimos incapaces de atacar por la espalda como lo ha hecho el responsable de este genocidio. Les agradezco de antemano su colaboración.
Su más grande servidor, Su Alteza real Hyung Nil, príncipe de Kaesong.
—Es un obvio llamado de auxilio —Yoongi fue el primero en hablar, se puso de pie y el repiqueteo de sus botas al caminar dio muestras de su nerviosismo, hecho que solo fue reconocido por Hyunjin.
—Lo que no entiendo es por qué atacar a Kaesong. Jaén es un reino mucho más indefenso en estos momentos.
—Ditzha nos libre, hermano —replicó Hyunjin juntando sus manos en señal de oración.
—Esto no tiene ningún sentido. Los reinos solo tenemos conflictos internos pues desde “El gran pacto” no se presenta una guerra entre uno y otro, no entiendo por qué Yurchen quiere iniciar una ahora.
La reflexión de Jung Hyung era muy cierta. Años de paz cobijaban a los 5 reinos desde aquella alianza en donde todos juraron respetar los límites fronterizos y no intervenir de ninguna forma en los asuntos políticos de sus vecinos.
Fue a través de ese acuerdo que Joseon, Koryo, Jaén, Kaesong y Yurchen delimitaron su fronteras, establecieron sus leyes internas y firmaron acuerdos de no agresión. Si los Yurchianos habían osado romper aquel acuerdo que se había mantenido por siglos, entonces algo verdaderamente serio estaba ocurriendo y era mejor que los demás reinos declararan alerta roja.
—¿Creé usted que la invasión pretenda avanzar más allá de Kaesong Majestad? —preguntó Jin Goo luego de un momento de intensa reflexión.
—No se debe descartar ese supuesto —respondió Jung Hyung, sin un atisbo de duda.
Jungkook se turbó completamente. —¡En ese caso mi reino sería el próximo blanco —exclamó angustiado. —¡Joseon es el reino más próximo a Kaesong!
Pero Yoongi negó con la cabeza. —Yo de usted no estaría tan seguro, Majestad —repuso serio a pesar de la evidente tensión que reflejaba su voz. —A mí aun me parece extraño que los Yurchianos no hayan preferido atacar Jaén, que se encuentra tan devastado luego el paso del huracán. Así que saco dos conclusiones de esto. —Todas las miradas estaban sobre él.
—¿Qué conclusiones saca? —preguntó Jungkook sin poder evitar por más tiempo aquella zozobra.
Yoongi habló de nuevo. —Es muy fácil —afirmó casi con desdén. —O los Yurchianos tienen algún problema directo con Kaesong, cosa que dudo mucho pues los Kaesonginos son gente muy pacífica o… —Nadie le quitaba los ojos de encima. —O buscaban algo en aquel reino.
—¿Buscar algo? —preguntó Jungkook anonadado.
—Si —afirmó Yoongi. —Algo posiblemente muy valioso que seguramente los kaesonginos no iban a darles por las buenas.
Tenía sentido, pensaron todos aunque nadie dijo nada. Minutos de gran silencio sobrecogieron el ambiente dentro de aquel salón. Luego de un rato todos convinieron en que sería mejor mandar un grupo pequeño de soldados a investigar antes de hacer algun movimiento que les pudiese representar grandes bajas en sus ejércitos.
Jungkook, Yoongi y Jung Hyung estuvieron de acuerdo y aceptaron enviar a algunos de sus hombres más hábiles en espionaje y recaudo de información.
Ya había caído la tarde sobre Koryo. La mayoría de los concejeros se habían retirado cuando Yoongi, haciéndole una seña a su hermano, se dirigió a Jung Hyung con la mayor solemnidad.
—A pesar de lo recién ocurrido en Kaesong, Majestad, es ahora de ocuparnos de otro asunto, —dijo tomando de la mano a Hyunjin. —Vengo a traerle a mi hermano y a entregarlo en compromiso al príncipe Namjoon, aquí presente, quien lo ha solicitado en matrimonio.
Al escuchar aquello, el rostro de Jung Hyung se volvió casi un poema. No podía creer que hubiese aceptado la propuesta de Namjoon “¿Qué había ocurrido?”, se preguntó.
A Seokjin se le cortó la respiración. ¿Hyunjin y Namjoon estaban comprometidos? ¡Tenía que ser una broma!
De igual forma, Jimin, quien había salido de sus habitaciones luego del alboroto que se armó con la llegada del Kaesongino, y que se encontraba en aquel momento junto a su padre, se alarmó mucho al oír sobre aquel compromiso. ¡Por las Diosas! ¡¿En que estaba pensando Namjoon?!
—¡¿Qué es esto?! —preguntó entonces mirando fijamente a su hermano adoptivo. —¿Esto es acaso una broma?
—No, no lo es —respondió Yoongi, muy serio.
—Namjoon quiere la mano de mi hermano en matrimonio y Hyunjin vendrá a vivir aquí. De la misma forma en que tú vendrás conmigo a Jaén.
—¡¿Qué?! —Jimin se puso de pie sobresaltado pero sobre todo muy indignado. —¡¿Es esto alguna clase de trueque?! ¿Me vieron cara de moneda o qué cosa?—exclamó lleno de rabia. —¡Y tú! —le gritó enojadísimo a Namjoon. —¡No puedo creer que te hayas atrevido a hacer algo así! ¡Eres un estúpido! ¡¿Cómo pudiste?!
Diciendo esto, el príncipe corrió de nuevo con destino a sus aposentos. Jin Goo, Jungkook, Seokjin y los pocos concejeros y sirvientes que se hallaban en el salón se habían quedado en un silencio casi sepulcral, presos de la tensión.
—¿Qué es lo que acaba de suceder aquí? —preguntó finalmente Jung Hyung mirando a Namjoon con una tensa calma. —¡Habla!
Más de uno, se sobresaltó con aquel grito. A Namjoon le temblaba la mandíbula y estaba al borde del llanto. Durante el tiempo en que habían estado reunidos discutiendo la situación de Kaesong, él se había mantenido prácticamente ajeno a todo, sumergido en sus propias preocupaciones.
Pensaba cada vez más alarmado que en pocas horas Yoongi se llevaría a Jimin para Jaén y su hermanito quedaría solo en un reino extranjero a merced de ese infeliz. Ni siquiera el tener a Hyunjin era garantía de que Jimin estuviera a salvo. Estaba muy disgustado, y le parecía que todo lo que había hecho hasta ese momento había sido una total y absoluta pérdida de tiempo. No se sentía satisfecho con nada y para acabar de completar ahora estaba atrapado en el laberinto de sus pasiones.
Deseaba a Hyunjin. Lo deseaba locamente, con desesperación, con furia, con hambre. Hacerle el amor lejos de calmarlo le había perdido definitivamente; lo había vuelto adicto a aquella piel, a esos labios, a ese cuerpo, a esos ojos de ángel y demonio que eran capaces de hacerlo pasar del cielo al infierno en cuestión de instantes.
No valía la pena negarlo. Durante todo el viaje de regreso a Koryo, había tenido a Hyunjin en frente suyo y se había dado cuenta de que el muchacho era presa de un terrible sufrimiento. Entonces había deseado consolarlo y arrullarle como si fuese un bebé.
“¿Qué clase de venganza era aquella?” Se preguntó entonces. Había ido por lana y había resultado trasquilado. Se había obsesionado locamente por aquel príncipe y no le iba a ser posible negarlo.
—¡Fuera! ¡Fuera todos! —gritó con energía, echando a los sirvientes y a los concejeros que aún seguían allí. Jungkook ya lo sabía todo, se podía quedar, lo mismo que Jin Goo y Seokjin que terminarían por enterarse de todas maneras.
De esta forma el resto de la gente se fue. Namjoon miró a Yoongi y poniéndose de pie se dispuso a dar por terminado todo aquello. Cuando Hyunjin se dio cuenta de lo que pretendía, se levantó de su asiento y se arrojó a sus brazos.
—¡No! ¡Por lo que más quieras! ¡Por las Diosas! ¡No lo hagas!
—Lo siento —respondió éste apartándolo con suavidad. —Ya no más mentiras.
Entonces Hyunjin se refugió en el abrazo acogedor de Seokjin, llorando amargamente. Namjoon rodó sus ojos concentrándose en la figura de Yoongi quien lucía terriblemente tranquilo.
—Padre —hablo con cautelosa lentitud. —Este hombre que tienes ante tus ojos —apuntó señalando a Yoongi, —no es lo que piensas.
—¿A qué te refieres? —preguntó Jung Hyung.
—Me refiero a que te hemos estado mintiendo todo este tiempo, padre, —continuó diciendo. —Incluso yo —admitió. —Jimin no se veía a escondidas con Yoongi desde hacía años ni nada de esas cosas. Él estuvo aquí el día del supuesto incidente con el caballo que tumbó a Jimin.
—Sí, yo sabía eso. Uno de los concejeros me lo dijo pero… ¿A dónde quieres llegar con todo esto?
—¡A que lo del caballo no es cierto, padre! ¡Yoongi violó a Jimin! ¡Aquí mismo! ¡Dentro de este palacio!
Más de uno quedó rígido como una estatua. Hyunjin se estremeció dentro de los brazos de Seokjin, sollozando sin control. Jung Hyung quedó tan tieso que parecía esculpido en piedra y Yoongi seguía imperturbable.
De repente, Jung Hyung se levantó velozmente y sacando su espada se lanzó sobre Yoongi. El resto de la audiencia contuvo la respiración. Jimin, quien venia de vuelta hacia el salón, quedó congelado en el umbral de la puerta. Todo sucedió demasiado rápido, y solo se supo que después de un sonido agudísimo, Jin Goo se hallaba delante de Yoongi, deteniendo la espada de Jung Hyung con la suya.
—Pero... ¿Qué es esto? —le reclamó el rey anonadado. —¿Cómo se atreve?
—Lo siento, Majestad, pero no puedo permitir que usted mate a su Majestad Yoongi —contestó Jin Goo empuñando con más fuerza su arma.
—¡Este hombre ultrajó a mi hijo! —exclamó Jung Hyung.
—Pero planeo reparar mi falta —habló por fin el protagonista de todo aquello poniéndose en pie, —Voy a casarme con Jimin y a enmendar su honor.
—¡Malnacido!
—¡Basta ya! —Jimin lloraba a lágrima viva. Se sentía muy humillado, sin embargo era más su rabia que su dolor. Namjoon no le había hecho caso cuando le pidió que dejara las cosas así e hizo exactamente lo contrario, metiendo también a Hyunjin en todo aquello.
—Hijo... ¿por qué no me habías contado nada? —susurró Jung Hyung aun con la espada en alto. Jimin intentó responder pero justo en ese momento Hyunjin se liberó del abrazo de Seokjin y corrió hasta echarse a los pies del rey.
—¡Todo es mi culpa, Majestad! —aseguró temblando por el fuerte llanto. —Mi hermano es inocente, solo actuó llevado por la ira. Yo le menti! Le dije que Taehyung me había deshonrado. Levante una terrible calumnia contra su hijo, Majestad, y con ello orillé a mi hermano a cometer esta bajeza. Por favor, perdónelo. Si alguien debe ser castigado soy yo y no él.
—Hyunjin. —Jung Hyung había bajado su espada del todo.
Yoongi empezó a llorar.
—Hyunjin, levántate —le pidió su hermano al verlo así. Pero él seguía llorando desconsolado a los pies del rey de Koryo.
Entonces Jung Hyung guardó su espada y levantando al chico lo abrazó con fuerza comenzando a llorar también. Amaba muchísimo a sus otros hijos, pero Hyunjin era algo especial para él. Era su hijo menor, su pequeño. El único hijo que había tenido producto del amor. Un amor que aunque fuese prohibido había sido amor verdadero.
—Hijo —dijo estrechándolo más entre sus brazos aunque nadie, excepto Yoongi y el mismo Hyunjin, comprendieron la razón de esto.
—Majestad, perdone a mi hermano —volvió a pedir hipando con fuerza.
Jung Hyung asintió y sus ojos buscaron a los de Yoongi. ¡Maldito fuera! Pero lo comprendía. Comprendía la locura que debía haberlo embargado al pensar en Taehyung y Hyunjin cayendo en un incesto tan repugnante. Él también lo había temido muchas veces cuando supo que él chico rondaba a Taehyung, pero su corazón se había tranquilizado al saber que su hijo solo tenía ojos para el rey Jungkook.
Con lágrimas en los ojos bajó su cabeza y dio un beso en los cabellos de Hyunjin. No dañaría a Yoongi, supo en ese momento. ¿Cómo podría hacerlo después de conocer los motivos que le habían hecho hacer lo que hizo? Allí solo había un culpable para toda aquella locura y ese culpable era él y solo él.
“¿Con que cara miraré a las Diosas el día de mi juicio si castigo a Yoongi por mis pecados?” pensó. “¿Con qué cara las miraré?”
Jung Hyung soltó a Hyunjin y tirándose sobre su asiento se echó a llorar. ¿Acaso existía alguien más culpable que él en todo aquello? ¡No! Se respondió a sí mismo. Él había colocado desde hacía muchos años la primera piedra en aquella muralla de mentiras. Su cobardía y solo su cobardía habían llevado las cosas a semejante punto.
—Yoongi, te casarás con Jimin y nunca más volverás a pisar mi reino, —dijo luego de un momento al recuperar la calma. —Lo tratarás como si fuese un Dios sobre la tierra, besaras el suelo por donde camine, lo haras inmensamente feliz cada segundo de su vida o de lo contrario iré a Jaén y te matare de la forma más dolorosa que se me ocurra. ¿Me has entendido?
Yoongi asintió. Su rostro estaba pálido y perlado de sudor.
Pero Jimin no parecía contento con nada de aquello. —¡No me casaré con él! —gimió con ira avanzando hasta la mesa del concejo —¡¿No se dan cuenta de que siguen pasando por encima de mí opinión?! —gritó dando un manotazo sobre la madera. —¡Me siguen pisoteando! ¡Los odio! ¿Qué derecho creen que tienen para tomar decisiones por mí?
—Jimin...
—¡Cállate, Namjoon! ¡A ti es a quien más odio!
—¡Pero...!
—¡Pero nada! —lloró más alto. —¡Te pedi que te mantuvieras al margen! ¡Confié en tí! ¡Te supliqué que no dijeras nada y no te metieras, pero no hiciste nada de eso! ¡Solo actuaste movido por tu maldito orgullo herido! ¡No pensaste en mi en lo absoluto! ¡Solo pensaste en ti! ¡Te portaste como un maldito macho que no piensa lo que hace! ¿Acaso creés que soy una de tus propiedades?
Namjoon se quedó pasmado. Nadie había visto a Jimin tan enojado antes. Era como si hubiesen colocado a otra persona en su lugar y el dulce y tierno doncel hubiese muerto de repente.
Así era en parte, porque Jimin estaba harto. La conversación con Jin Goo le había abierto los ojos en muchos sentidos y había llegado a su límite. Hyunjin fue el primero en comprenderlo y avanzando dos pasos le habló.
—Jimin, acepta la mano de mi hermano. Tú lo amas. Yo lo sé.
—¡No! Yo no lo amo y no lo aceptaré.
—¡No hables guiado por tu enojo! —replicó Hyunjin,
—Sé que lo que te ha hecho Yoongi es una humillación terrible, la peor cosa que pueden hacerle a un doncel, algo horrible, que no tiene perdón ni de las Diosas. Pero yo se que tu lo amas, que lo has amado siempre. Lo supe desde que te veía en los bailes, rondándolo tímidamente. Lo supe la noche que entré a Koryo de incognito y te busqué para hablarte de mi hermano; lo supe esa noche aunque tuve mis dudas, y lo sé ahora que te miro y puedo ver en tus ojos ese fuego del amor. Así que por eso te lo pido. Pon fin a esta agonía y se feliz con mi hermano.
—No. —Jimin lloraba a lagrima viva. El resto solo esperaba por su respuesta. —Yo no puedo —jadeó.
—¡Yo no puedo perdonar a quien me violó!
—¿Entonces es eso? —volvió a hablar Hyunjin sonriendo con dulzura.
—Muy bien. Entonces no lo perdones jamás, tienes razón, no lo merece, piensa entonces en tu matrimonio como un trueque, eso te ayudará a no sentirte tan humillado. Me han dicho que necesitan de mi ayuda para curar a tu mamá que está moribundo. Pues bien, si eso es cierto entonces será así. Yo curaré a su majestad, Woo Seok, si y solo si, tú te casas con mi hermano. Será tu decisión.
Todo el mundo calló. Los gimoteos de Jimin cesaron de repente. Ambos donceles se miraron a los ojos y de repente, Jimin avanzó hasta Hyunjin y en contra de todo pronóstico le dio un beso en la mejilla y luego se retiró dos pasos.
—Gracias por entenderme y respetar mi voluntad. —Le dijo mirándolo de forma inescrutable. —Me has abierto los ojos en muchos sentidos y te tomaré la palabra. Sin embargo te pediré algo más a cambio a parte de la curación de mi mamá.
—Pideme lo que quieras —aceptó Hyunjin con tono firme.
—Quiero que aceptes que Koryo sea tú nuevo reino. A partir de ahora, éste será tu nuevo hogar y mi familia será tu nueva familia. Vivirás aquí hasta que mueras y nunca más podrás salir del reino, ni regresaras a Jaén, así estaremos en igualdad de condiciones, ya que yo tampoco podré regresar a Koryo.
Hubo un gemido intenso de parte de todos. Si aceptaba aquello, Yoongi y él no se volverían a ver jamás teniendo en cuenta que Jung Hyung le acababa de negar la entrada a su reino para siempre. Los ojos de Hyunjin temblaron cuando su mirada buscó la de su hermano. El rostro de Yoongi era una máscara de horror y sufrimiento que destrozó el corazón del doncel.
Sin embargo, era claro lo que tenía que hacer.
Hyunjin avanzó los dos pasos que les separaban y estrechándolo con fuerza le devolvió el beso.
—Acepto —dijo y se desmayó.
Media hora después de aquellos sucesos, Namjoon entró a la recamara donde Hyunjin era atendido por Seokjin. El médico le colocaba unas compresas mentoladas en la cabeza y pasaba unas rocas bioenergéticas por sus muñecas.
—Con esto se te estabilizará la tensión —le decía en el momento en que Namjoon llegó.
—Déjanos a solas —pidió éste sin dirigirle la mirada a su antiguo amante.
Seokjin suspiró pero obedeció. No sin antes, darle un beso en la frente a Hyunjin y mirar con intenso reproche a Namjoon. Reproche que a éste no le pasó inadvertido.
Cuando todo el mundo se retiró, habló de nuevo.
—¿Me odias? —preguntó mirandolo fijamente.
Hyunjin negó con la cabeza. Una lágrima descendió por su mejilla. No lo odiaba en lo absoluto. Más bien sentia que en parte, ese hombre les había hecho un favor a todos, devolviéndoles un poco de la tranquilidad que hacía muchos días estaba perdida.
—Es él, ¿verdad? —preguntó entonces, cambiando abruptamente de tema. ¿Es Seokjin el amigo del cual me hablaste el día en que te entregaste a mí? Es él, ¿cierto?
Incorporándose en el lecho, Hyunjin lo miró a los ojos y lentamente asintió. La mirada colérica del varón lo aturdía y lo asustaba pero éste tenía razón. Ya era hora de dejar de mentir.
En ese caso ¿ya sabrás que él y yo también...? —preguntó Namjoon.
Hyunjin asintió más de prisa esta vez, sonrojándose hasta las orejas.
—Sí, lo sé y no me importa.
—¿No te importa? —Namjoon avanzó hasta la cama y se sentó junto a él tomándolo por la cintura.
—¿Tan descaradamente aceptas que no te importó nada? ¿Tan descaradamente como preguntas por mi hermano en mi presencia?
—¿Taehyung? ¿Qué tiene que ver con todo esto? —le preguntó de vuelta.
Namjoon resopló.
—¡¿Qué tiene que ver?! Si no más llegar aquí, lo primero que has hecho ha sido preguntar por él. ¿Aun lo amas? ¡Dimelo!
—¡No! ¡En lo absoluto! —Hyunjin no se podía creer aquello. Sinceramente, no había tenido ninguna doble
intención cuando había preguntado por Taehyung al llegar. La verdad era que solo le había extrañado no verlo. Luego de todo lo ocurrido en su vida, estaba seguro que lo que sentía por él no había sido más que un capricho infantil.
—¿Entonces? ¡Contéstame! —le volvió a insistir estrechándole más fuerte. —Dime algo o voy a morir de celos —admitió confundido besándolo con desesperación.
Hyunjin gimió pero aceptó por completo aquel beso. Namjoon estaba completamente desesperado. Ardía de celos, de dudas y se sentía muy atormentado por todo lo que acababa de pasar con Jimin.
Finalmente no habia podido evitar que Yoongi se lo llevara. Aunque lo que más le dolía era que Jimin hubiese terminado por aceptar aquello. Odiaba que su hermano a pesar de todo no hubiese dejado de amar a ese miserable.
“Debiste suponerlo desde que los encontraste en el establo” se reprochó mentalmente. Sin embargo, resolvió que ya no intervendría más. Si Jimin estaba resuelto a darse una oportunidad con Yoongi, entonces él también se daría la suya con Hyunjin.
Se separaron luego de varios minutos. Namjoon se metió por completo en el lecho. Sus manos buscaron bajo la larga túnica que cubría el cuerpo de Hyunjin, tirando de su ropa interior hasta sacársela del todo. Luego, se echo sobre el doncel y maniobrando sus propias ropas, le separó las piernas y lo penetró.
Hyunjin aceptó la invasión, respondiendo con calidez a los tibios besos que Namjoon le daba. Finalmente cuando el varón se corrió en su interior y Hyunjin hizo lo propio en medio de ambos, los dos príncipes se levantaron, se asearon un poco y se dispusieron a volver a la planta baja.
—Si vamos a seguir haciendo esto tendremos que empezar a cuidarnos. A no ser que quieras un hijo pronto —dijo Hyunjin colocándose la ropa interior de nuevo.
—No me disgustaría tener un hijo pronto, pero es tuya la decisión. ¿Te disgustaria a ti? —preguntó. Hyunjin negó con la cabeza,
—No —sonrió con timidez. —No me importaría y menos ahora que he perdido a mi hermano, en realidad siempre me ha gustado la idea de ser madre. —Namjoon vio la tristeza clavarse en el rostro de Hyunjin, pero supo que no habría nada que él dijera que pudiera consolarlo, quizás pensaba en tener un bebé para llenar el vacío de la eterna soledad que había sido su vida.
De esta forma ambos terminaron de arreglarse y bajaron juntos de vuelta al salón del concejo.
No duraron mucho allí.
Dos médicos que ayudaban a Seokjin en el cuidado de Woo Seok llegaron en su búsqueda, solicitándolo.
Casi todos corrieron a las habitaciones del rey consorte, quien titiritaba en la cama a causa de una terrible fiebre.
Seokjin llevaba a Hyunjin de la mano. Era la primera vez que el príncipe vería al enfermo, por lo cual había una gran tensión en todos.
—Solo entraremos nosotros dos —ordenó Seokjin dejando al resto de los presentes parados en el inmenso corredor.
Hyunjin miró a Seokjin a los ojos. Aun no estaba seguro de qué era exactamente lo que tenía que hacer ni a qué clase de poder iba a enfrentarse. Sin embargo, momentos antes, le había dicho que confiara en las cosas que había aprendido junto a él en Jaén, pero sobre todo que confiara en su poder natural para la sanación.
“Cuando estés con su Majestad, Woo Seok, solo míralo. Eso es todo. De momento no tendrás que hacer nada más” le había dicho Seokjin.
Hyunjin asintió y entraron juntos a la recamara. El humo que levitaba por todo lo ancho de la habitación le impedía observar con claridad la figura Woo Seok quien parecía una sombra sobre aquella cama.
Hyunjin y Seokjin siguieron avanzando. Al principio no notó nada diferente a la típica habitación de un enfermo; con su aura a pesadumbre y los olores mentolados y espesos flotando por doquier. Sin embargo, cuando había atravesado más de la mitad del recinto y su cuerpo estaba lo suficientemente cerca al lecho como para poder tocarlo si estiraba su brazo, Hyunjin sintió una especie de brisa helada, la cual pareció golpearlo como un trozo de hielo, congelándole todos los sentidos, los pensamientos,
las sensaciones y hasta el alma.
Con un grito ahogado, el principe cayó al suelo. Se llevaba ambas manos al pecho como si estuviera siendo preso de un dolor insoportable, terrible y agudo. Seokjin se dió cuenta, de modo que tomándolo en brazos lo sacó rápidamente de aquella recamara, cerrando la puerta a sus espaldas.
Todos se acercaron a ellos al verlos salir de aquel modo. Hyunjin respiraba a bocanadas. Su rostro lucía más pálido que el de un muerto.
—¡Por amor a Ditzha! —exclamó el Jaeniano una vez que hubo recuperado el aliento. —¡¿Qué demonios fue eso?! ¡¿Qué sucede en esa habitación?! —preguntó exaltado.
Seokjin lo ayudó a sostenerse en pie. Namjoon, que se acercó a ellos de inmediato, tomó a Hyunjin entre sus brazos, arrebatándoselo para examinarlo más de cerca.
—¿Qué le ha sucedido a mi prometido? —preguntó asustado por la palidez que embargaba a su novio, Seokjin sintió una amarga punzada en su corazón ante la cercanía de ambos jóvenes.
La noticia de que Hyunjin y Namjoon estaban comprometidos le había hecho el corazón añicos, sin embargo había hecho acopio de toda su serenidad para no parecer perturbado por ello.
—No se preocupen, estará bien —aseguró entonces volviendo la vista a todos los demás presentes. —Lo que sucedió ya me lo presentía. Hyunjin es un Jaeniano de ascendencia Yurchiana, es descendiente del mejor linaje de sanadores de ese reino, su poder es inmenso y el extraño poder desconocido que está matando a su Majestad Woo Seok, lo reconoció y lo atacó. Ahora no tengo dudas de que hay una terrible magia involucrada en esto y solamente Hyunjin tiene el poder para salvar a su Majestad.
Un pequeño cuchicheo se alzó entre los presentes. Seokjin rebuscó entre sus ropas y después de un momento sacó del interior de uno de sus bolsillos un talisman en forma de triqueta...
—Deberás usarlo —anunció colgándolo del cuello de Hyunjin. —Los tres óvalos representan la naturaleza triple de las diosas: vírgenes, madres y creadoras. También simbolizan la muerte, la vida y el renacimiento. A su vez el círculo exterior protege la fertilidad y te servirá para que tu capacidad reproductiva no se vea afectada al luchar contra este poder desconocido. Con esto podrás equilibrar tus energías hasta que tu poder sanador haya despertado totalmente —explicó solemne.
Hyunjin tomó el amuleto entre sus manos contemplando el intenso brillo que brotaba de éste.
Mientras tanto, a pocos pasos de aquella escena, Jin Goo se acercó sigilosamente a Jungkook hablandole al oido. —La reacción que acaba de tener ese niño al entrar a esa habitación fue la misma que tuvo su mamá, la primera vez que fue a revisar a tus padres a Joseon —habló con voz grave.
—¿En serio? —susurró Jungkook muy asustado.
—Lo recuerdo perfectamente. No tengo la menor duda —asintió Jin Goo. —Tenías razón. No sé cómo ni por qué pero ya no tengo duda de que en efecto, tal cual sospechabas, su Majestad Woo Seok usó la amatista de plata.
Jungkook intento decir algo más pero en ese momento uno de los concejeros reales se acercó hasta el rey Jung Hyung trayendole un mensaje.
—Los soldados encargados del patrullaje dicen que han visto movimientos sospechosos en la frontera
con Joseon, Majestad —señaló aquel sujeto. —Mas exactamente en los alrededores del templo de SiKje —añadió.
Jung Hyung arrugó el entrecejo.
—¿Movimientos sospechosos en qué sentido? —preguntó alarmado.
—Una patrulla fue atacada de forma directa y solo uno de los soldados sobrevivió al ataque —contestó el concejero. —El sobreviviente no sabe si fueron atacados por malhechores ordinarios o si este incidente tiene directa relación con los sucesos recientemente ocurridos en Kaesong —concluyó.
Jung Hyung pareció meditar las cosas un momento. Nada de lo que estaba sucediendo últimamente tenía buena pinta y todo aquello comenzaba a preocuparlo en serio.
—Manda a dos patrullas más. Diles que vayan vestidos de civiles. Ordénales que investiguen qué pasá dentro de Joseon y en las cercanías del templo de SiKje.
—Como ordene, Majestad —dijo el concejero haciendo una reverencia. Pero no había avanzado ni tres pasos cuando una voz lo detuvo.
—¡Alto! —exclamó Namjoon mirando a Jung Hyung
—¡Déjame ir con ellos! — pidió a su padre. —En ausencia de Taehyung soy el más apto para dirigirlos —aseguró, pero Jung Hyung negó con la cabeza.
—¡No! No quiero arriesgar a nadie hasta no tener claro que rayos es lo que sucede aquí, menos a mis hijos.
—Yo iré con ellos —La voz de Yoongi los sorprendió a todos. El rey Jung Hyung no podía darle órdenes al respecto así que el Jaeniano no necesitaba su autorización para partir.
Era obvio que hacía aquello para demostrar que seguía siendo un hombre de valor. Hubo un largo silencio. Hyunjin se puso tan pálido como había estado antes. Si salía aquel mismo día del palacio eso significaba que ya no podría entrar jamás, por lo que tendría que despedirse de su hermano en pocas horas. Creyó que se desmayaría de nuevo de solo pensarlo pero sus nervios pudieron resistir la terrible desazón que le invadió.
Yoongi parecía imperturbable pero por dentro se sentía destruido. Nunca había pensado en tener que separarse de su hermano en tales circunstancias, pero de momento eran así cómo debían ser las cosas. Había fallado a su hermano por completo y quizás hasta era mucho mejor que ya no siguiera a su lado, ni tampoco en Jaén donde tanto había sufrido.
Una hora después, Yoongi se preparaba para marcharse. Hyunjin se hallaba en un rincón mirándolo sin atreverse a dirigirle la palabra en ningún momento. En ese instante, Jimin entró al recinto donde se hallaban todos reunidos y poniéndose delante de Yoongi le hizo una propuesta a todas luces imposible.
—¡Llévame contigo! —pidió el doncel. Sus ojos centellaban resolución.
—¡De ninguna manera! ¿Acaso has perdido el juicio? —exclamó Namjoon soltando la copa de vino que bebia.
Jimin lo miró de soslayo pero de nuevo se volvió para ver a Yoongi.
—¡No te atrevas ni siquiera a considerarlo! —se ofuscó Jung Hyung soltando los mapas que revisaba.
—¿Qué me dices? —preguntó de nuevo el príncipe.
¿Namjoon y su padre lo habían intercambiado como una asquerosa mercancía y ahora se atrevían a darle órdenes? ¡Que las Diosas les patearan el culo a ambos por machistas idiotas!
—Seré tu futuro esposo —dijo acercándose a Yoongi. —Empieza por tomarme en cuenta y respetar mis opiniones, no cometas el mismo error que este par —masculló mirando a su padre y a su hermano con enojo. —Por favor, aprecia mi valor y dame el respeto que merezco.
Yoongi lo miró a los ojos. Namjoon y Jung Hyung guardaron silencio. De un momento a otro el Jaeniano se puso de pie y con su habitual frialdad asintió dando su autorización.
Namjoon y Jung Hyung se opusieron rotundamente.
—No llevarás a Jimin a Joseon —amenazó Namjoon casi resoplando de ira.
—¡Yo iré a donde me plazca! —señaló el príncipe.
—Padre, me has entregado a este hombre —dijo mirando a Yoongi. —Ahora, déjame estar a su lado.
Jung Hyung se levantó de su asiento y lo miró. Había tanta rabia en la mirada de su niño, que se le arrugó el corazón. La verdad era que siempre había menospreciado a Jimin, relegándolo a un segundo lugar, y solo fue hasta ese momento, cuando estaba a punto de dejar Koryo, que el rey por fin se dio cuenta del verdadero carácter de su hijo y de cuanto lo quería.
—Está bien. Puedes ir —dijo para sorpresa de todos.
—Pero eso sí. El sacerdote los bendecirá y los casará en una ceremonia rápida y sencilla antes de que se marchen. En Jaén se realiza luego la boda real por el rito de los Jaenianos.
Jimin y Yoongi estuvieron de acuerdo. Por su parte, Namjoon no asistió al ritual y se encerró por largo tiempo en el cuarto que tenía junto a los establos.
Jin Goo se ofreció a acompañar a la joven pareja durante el viaje, pues él y Jungkook debían volver a Joseon pronto.
Fue justamente en ese momento cuando Jin Goo se dio cuenta que desde hacía un rato no veía a Jungkook. Un mal presentimiento lo invadió, y luego de buscarlo sin éxito en la mansión central y en la torre donde dormía, terminó por llegar hasta los establos donde reinaba en esos momentos una pequeña confusión.
—...Y entonces ese hombre preguntó cuál era el caballo más rápido. Yo le señalé uno y él lo tomó —decía en ese momento uno de los sirvientes.
Jin Goo no necesitó ser adivino para saber que esos hombres hablaban de Jungkook. Ya no le cabía la menor duda de que su pupilo había huido con rumbo al templo de SiKje en busca del príncipe Taehyung.
En efecto así era. La mayoría se habían olvidado de lo dicho por Seokjin acerca de la visita que Taehyung había hecho al templo de SiKje. Sin embargo, Jungkook no lo olvidó en absoluto.
Todo lo contrario.
Cuando aquel concejero había llegado informando acerca de las revueltas que habían sucedido cerca al templo, un pavor horrible había retorcido las entrañas de Jungkook haciéndole ir a toda prisa en busca de Taehyung.
Razón por la cual, en ese momento, Jungkook galopaba a toda prisa por la planicie de Koryo con un solo pensamiento en su cabeza.
“Resiste Taehyung, por favor. Resiste mi amor. Te lo ruego SiKje, que no le haya pasado nada, que los Yurchianos no lo hayan asesinado.”
Continuará...
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