La caída de Jaén
Recostado sobre los suaves edredones de algodón, Seokjin se recuperaba a cuentagotas de la herida en su costado. Había perdido mucha sangre pues, aunque la estocada no había sido demasiado profunda, sí le había alcanzado a lacerar un vaso sanguíneo importante.
Estaba muy pálido todavía, sin embargo, gracias a los caldos de hígado y los cuidados milimétricamente eficientes de Hyunjin, el sonrojo volvía tímidamente a sus mejillas. Lo mantenían sin ropa de la cintura hacia arriba y sólo lo cubrían con las mantas para evitar la hipotermia. Era más fácil y menos incomodo para él permanecer con el torso descubierto; de esta forma no había que movilizarlo demasiado para cambiarle los vendajes.
Hyunjin, se había encargado personalmente de estas tareas. Su pócima reconstituyente a base de plantas ornamentales cargadas con la luz del sol resultó muy efectiva, tal como lo había intuido en sus análisis médicos sobre el balance bioenergetico luego de una fuga masiva de sangre. Le había servido mucho pasarse horas leyendo en la biblioteca y experimentando en compañía de los magos.
Con suavidad se acercó a la cama y se dedicó a cambiar las vendas teñidas de sangre. La herida estaba casi cerrada del todo y ahora sólo manchaba precariamente las tiras de gaza, la limpió suavemente con un desinfectante de un olor potente que, al producirle fuertes nauseas, lo obligaron a virar el rostro. Fue en ese momento que despertó.
Reaccionó por el ardor del líquido y abrió los ojos. Miró a Hyunjin y lo notó descompuesto por las nauseas. Intentó alzar su mano y tocarlo, pero el príncipe, sin percatarse del despertar de su paciente, se levantó a prisa en busca de un vaso con agua.
Seokjin se incorporó un poco, quedando medio sentado; miró a Hyunjin quien estaba de espaldas y cuyo cabello trenzado le afianzaba la ternura del rostro.
—Hyunjin —suspiró, pero su voz pareció quedar atrancada en su garganta. Un nudo parecía asfixiar su corazón.
Recién llegado a Jaén, había ocupado de inmediato, debido a su talento y a sus conocimientos en técnicas de medicina alternativas, un lugar relevante entre los médicos de palacio. Durante sus años de entrenamiento había aprendido mucho, y no sólo con su padre, sino también con la madre de Namjoon. Ambos hombres le legaron lo mejor de ambos mundos médicos, mundos muy distintos en apariencia, pero que en manos de un curador innato como él, sólo lograron complementarse de forma maravillosa.
El día en que conoció a Hyunjin, éste le resultó, como a casi todo el mundo, un chico francamente insoportable. El príncipe era exactamente como se lo habían descrito: un muchachito desdeñoso y huraño.
Lo habían llamado para atenderle unas heridas, y durante todo el tiempo que duró aquella revisión, el jovencito no lo miró ni una vez. Al sentirlo entrar, el niño sólo atinó a estirar su mano derecha, la cual lucía una importante quemadura en la palma, mientras con la zurda continuaba resolviendo operaciones aritméticas. Seokjin le realizó varias preguntas de las cuales no respondió ninguna y cuando trató de persuadirlo con consejos para evitar las cicatrices, se puso de pie y llamando a su doncel de compañía le pidió escoltar al médico hasta la puerta.
Al principio creyó que el muchacho se lesionaba adrede. No eran raras esas conductas desequilibradas entre los nobles, pensó el día que le curó un dedo roto; también lo creyó así cuando le cosió un corte largo en el brazo. Pero ya no siguió pensando igual el día en que encontró al niño con la nariz rota y un diente astillado.
Aquel día, por primera vez, se permitió llorar en frente del médico al verse la cara desfigurada por la hinchazón. Entonces, Seokjin ya no tuvo duda de que tenía frente a él un grave caso de maltrato. La sangre se le heló. Conocía a Yoongi desde hacía muchos años atrás y sabía que jamás lastimaría a su hermano, por tanto la única opción posible era In Guk. El rey era el único que podía dejar así al pequeño príncipe sin terminar en la horca.
De inmediato quiso poner al corriente a Yoongi, pues daba la casualidad de que los incidentes siempre ocurrían en su ausencia, pero Hyunjin, llenó de pánico y mostrando un carácter suplicante muy diferente a su temperamento habitual, lo convenció de no hacerlo.
No era tonto como para creer que Yoongi no sabía que los malos tratos habían seguido después de aquel terrible intento de violación, sin embargo, Hyunjin trataba a toda costa que su hermano no supiese qué tan extremadamente frecuentes eran, ni la gravedad de los mismos.
Las cosas en Jaén se habían calmado un poco, pero la tensión en palacio continuaba. Los miembros del gabinete seguían teniendo fuertes dudas de la lealtad de Yoongi con respecto al gobierno de su padre y los rumores de conspiración no se silenciaban del todo.
A Hyunjin el corazón dejaba de latirle por instantes cada vez que pensaba en la posibilidad de que su hermano terminara colgado de una viga en la plaza mayor, después de recibir la pena impuesta a los traidores a la corona.
Seokjin quedó conmovido por la angustia de aquel niño. Esa criatura estaba atrapada en una jaula de oro y la única solución que se veía cercana era un matrimonio. Aun así, faltaba para aquello porque solo tenía dieciséis años y no mostraba señales de desarrollo sexual.
El día que le contó su idea, Hyunjin quedó pálido de la impresión. Fingir que ya había tenido su menarquía podía resultar peligroso y ponerlo en aprietos con Yoongi, si éste lo descubría, así que se tomó un tiempo en meditarlo y dos semanas más tarde tomó la decisión.
Yoongi quedó muy impresionado cuando le dijeron que su hermanito ya estaba en edad de merecer. A sus ojos, seguía luciendo aniñado y dulcemente inocente, sin embargo, pese a ello, decidió que sus sentimientos sobreprotectores no podían interponerse contra la naturaleza, y siguiendo el protocolo establecido permitió que empezara a asistir a los bailes y que pudiera ser cortejado.
Casi de inmediato, comenzó a recibir propuestas de muchos miembros de la corte, las cuales, sin embargo, tuvo que rechazar. No podía quedarse en Jaén. Para librarse del tentáculo siniestro de su padre tenía que poner mucha tierra de por medio. Fue por eso que los primeros meses que transcurrieron luego de su falsa menarquía, sus ánimos empezaron a decaer y su paciencia se empezó a desquebrajar. Todo se vislumbraba muy oscuro para él; todo parecía ir en su contra, como un bosque oscuro cuya maleza sólo parece crecer. Todo fue así hasta cierta noche, una noche en uno de los tantos bailes.
Su nombre era Taehyung. Hyunjin sintió que no podía encontrar nada mejor. El sujeto no sólo era apuesto, gallardo y un noble heredero, sino que además era el hijo del gran enemigo de su padre: Jung Hyung, el rey de Koryo.
Su esperanza volvió a renacer y sus ilusiones volvieron a llenarse de luz. Nada parecía poder empañar su felicidad, por lo menos no hasta el día en que descubrió que el príncipe Koryano, además de no dedicarle ni el más mínimo sentimiento amoroso, ya tenía el corazón ocupado en otro amor.
Sintió su orgullo herido y su única esperanza perdida. Se desesperó tanto que llego a recurrir a estrategias que le hicieron sentir humillado y vulgar. Deseo morir más que nunca por aquellos días, y se refugió por completo en Seokjin a través de una relación que tomó matices de ser un extraño romance.
Se veían más de lo necesario, más de lo adecuado. Fingiendo falsos malestares, Hyunjin lo recibía en sus habitaciones y le dejaba entrar en su lecho. Nunca, sin embargo, le permitió pasar más allá de los preliminares en cuanto a placer se debía. No iba a darle más razones a su padre para menospreciarlo, aunque él mismo no considerara aquello como algo realmente sexual.
El juego amoroso con Seokjin era exactamente eso, un juego. Desde el primer instante en que lo vio, Hyunjin lo consideró un doncel más. Cada movimiento, cada gesto del médico gritaba que era un doncel a kilómetros. Sus besos, sus caricias eran suaves, delicadas; era como recostarse en una nube algodonosa y dejarse arrullar. Le tomó mucho apreció. Fue su primer y único amigo de verdad, el que lo curaba y lo entendía.
A Seokjin le asombró descubrirse atraído por él puesto que siempre había pensado que lo suyo eran los varones, que le atraía la virilidad extrema y la rudeza no atenuada de éstos.
En medio de éstas cavilaciones lo sorprendió Hyunjin cuando, una vez recompuesto de las nauseas, se dirigió de nuevo a la cama. Seokjin, alzó su mirada y la hermosa sonrisa del príncipe le iluminó con brillante dulzura.
—Seokjin, querido mío. ¿Cómo te sientes?
—Hyunjin —contestó con un hilo de voz.
—Es maravilloso que ya estés tan aliviado —añadió el príncipe. —Todos estábamos tan preocupados, especialmente Namjoon.
—¿Namjoon? —A Seokjin le pareció extraño escuchar el nombre de su antiguo amante. ¿Namjoon había sido el más preocupado? ¿Por qué?
—Por supuesto que sí. No se perdona que hayas resultado herido por salvarle la vida. Fue muy noble de tu parte interponerte entre esa espada y él. Mi hijo y yo te lo agradecemos mucho.
—Hyunjin, yo… —Seokjin se sintió dulcemente conmovido cuando vio la forma cómo se acariciaba su ya evidente vientre. Una sonrisa se formó en su rostro aunque, de repente, se vio suspendida ante una sorpresiva pregunta de su interlocutor.
—Seokjin ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué arriesgaste tu vida por la de Namjoon? —preguntó mirando a su amigo y maestro a los ojos. —Sé que tienen una historia juntos. Dime, ¿aún sientes algo por él? ¿Aún lo quieres?
—¡Lo hice porque aún lo amo! —Los ojos de Seokjin se llenaron de lágrimas. La vergüenza recorrió todo su cuerpo y de repente se sintió como si estuviera completamente desnudo, como si no sólo su cuerpo sino también su alma estuviera expuesta sin contemplaciones; tan expuesta como un cuerpo abierto sobre una mesa de cirugía.
Hyunjin le sonrió y le acarició el rostro. Conocía muy bien a su amigo y se había dado cuenta de que el estar de nuevo cerca de Namjoon había revivido en él viejas pasiones. No lo culpaba por ello, no le reprochaba nada, sólo quería que no se sintiera culpable por confesárselo.
—Yo lo amo —declaró entonces.
—Eso lo sé. Te quiero mucho, pero sabes lo mucho que odio que me subestimen.
—Yo lo siento mucho.... Todos estos años intenté cambiar, —confesó sin reparos, —quería ser un varón normal para poder olvidar su amor. Todos estos años he tratado de ser como los demás varones y estar a la altura de todos esos hombres que disfrutan estar con donceles. Yo sólo quería…
—Sólo querías ser diferente a lo que eres.
—Así es.
—¡Oh, Mi bello y dulce Seokjin! —Sin poder contenerse más y con cuidado de no lastimarle la herida, Hyunjin se inclinó sobre él y lo abrazó. Sus ojos también estaban llenos de lágrimas; su corazón era un mar de emociones turbulentas. —Haz sido un amigo fiel, amable y bueno. Mi maravilloso maestro y refugio. Pero no debes cambiar por nadie, mi querido Seokjin; no debes hacerlo por nadie y mucho menos por olvidar un amor; yo, un bastardo que sólo sigue vivo gracias a la retorcida misericordia de un rey burlado en su amor, se muy bien lo que es sentirse indigno de existir.
—¡No hables así de tu persona, vida mía!
—¡Pero es verdad! —replicó Hyunjin, nuevamente mirándolo a los ojos. —Sólo digo la verdad.
—Tú no eres culpable de nada de lo que pasó.
—Tampoco In Guk fue culpable por amar hasta la locura y tú tampoco eres culpable de ser lo que eres.
Seokjin se alojó en el pecho suave de Hyunjin y se dejó acunar como un bebé. A ratos, los suaves movimientos del bebé que llevaba en su vientre le recordaban que Namjoon le pertenecía a alguien más y dolía, dolía como el golpe de un látigo.
—Hyunjin ¿Ya te enteraste de todo lo que sucedió en Joseon? —preguntó de repente, recordando ese otro asunto terrible que también le sacudía el pecho—¿Ya sabes que…?
—¿…qué mi mamá está vivo? Sí, ya lo sé.
—¿Y qué piensas hacer?
—¿Qué pienso hacer sobre qué? —preguntó Hyunjin, dando fin al abrazo.
—¿Cómo que sobre qué? Hyunjin, es nuestro enemigo pero sigue siendo tu madre. ¿Yoongi se habrá enterado ya? Cuando sucedió todo aquello, él y Jimin ya habían partido de Joseon.
—No lo sé —Hyunjin se llevó las manos al pecho y suspiró hondo.
El día en que Namjoon y los demás regresaron de Joseon y le contaron todo lo ocurrido, creyó que iba a volverse loco. Desde ese día un horrible temor se apoderó de su corazón. Nunca sintió apreció por el hombre del que había nacido y siempre había pensado que ello se debía a que nunca lo había conocido. Sin embargo, ahora sabía que no era así. Su falta de afecto hacía su mamá se debía a que siempre había intuido que era un hombre malvado y ahora lo confirmaba.
—Tenemos que prevenir a Yoongi. Es muy posible que tu mamá intente buscarlo.
—¡No! ¡No podemos permitirlo! —Hyunjin se alteró y sus ojos se llenaron de pavor.
Creía que Yoongi estaba a salvo en Jaén, donde la noticia de lo ocurrido en Joseon tardaría todavía algunos días más en llegar. Sin embargo, ahora que Seokjin lo mencionaba, era posible que se estuvieran tardando demasiado en ir a informarle de lo ocurrido.
—Tranquilo, ya me he encargado de ello —dijo entonces una voz desde la puerta. Hyunjin y Seokjin voltearon, viendo sorprendidos la figura de Namjoon recostada sobre el marco de la puerta entreabierta.
—Namjoon —se sonrojó Seokjin, percatándose de que estaba casi desnudo.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó el varón, muy consciente del sonrojo que su mirada había despertado.
—Me siento mucho mejor —respondió Seokjin bajando la mirada. —Tu esposo es el mejor.
—Sí, es el mejor —convino antes de alejarse de allí.
Cuatro días pasaron antes de que Namjoon regresara de un corto viaje que tuvo que realizar cerca a las fronteras.
El reino de Joseon estaba oficialmente en guerra con Yurchen; vientos belicosos se movían entre las aldeas; pueblos enteros aprovecharon las circunstancias para buscar emancipación y separarse de Yurchen para no ser eliminados.
Se sabía que en Joseon habían estallado ya varias batallas en poblados cercanos a Kaesong. En las fronteras Koryanas se empezaba a presentar un éxodo masivo, sobre todo en aquellas zonas donde el caos era mayor. Gran parte de los emigrantes intentaban entrar ilegalmente a Koryo, tratando de escapar de la ruina y de la muerte.
Todo aquello le había dificultado a Namjoon comunicarse con Jung Hyung. Ya tenía meses sin noticias de su padre y empezaba a alarmarse. A ratos, se tranquilizaba con la idea de que los correos quedaban detenidos en medio de los conflictos armados y que les era muy difícil atravesar los caminos para llevar los mensajes, sin embargo, un presentimiento le decía que algo más estaba sucediendo, que tal vez algo malo le había ocurrido a su padre.
Finalizada su reunión con un cónsul Joseoneano, Namjoon escribió la última nota que pensaba mandarle a Jung Hyung. Enrolló el pergamino después de leerlo varias veces y lo amarró con una gruesa fibra de caña. El mensaje estaba escrito de su puño y letra por lo que su padre no dudaría de la autenticidad del mismo. Si no obtenía respuesta esta vez, ya no esperaría más e iría en persona a buscarlo.
—Entrégaselo en sus manos, ¿me has entendido? —ordenó al soldado encargado de llevar el recado. El uniformado hizo una venia, tomó el mensaje y se marchó.
Un rato más tarde, Namjoon se dirigió a su recamara. Hyunjin no estaba allí. Tal como esperaba, a esas horas lo más probable era encontrarlo metido entre sus libros o realizando algún tipo de práctica médica con Seokjin.
Se recostó en la cama, dejando las piernas colgar. Se sentía un poco pervertido por estar teniendo esos sentimientos desde el día en que vio a Hyunjin y Seokjin abrazados con tanta ternura.
La amistad de los dos muchachos le pareció hermosa, sincera, pura. Pensó con agrado en que Seokjin, tan dulce como era, habría sido la cálida compañía que lograra mitigar un poco la soledad de Hyunjin. Se sintió doblemente agradecido con él por eso. No sólo le había salvado la vida en Joseon, sino que además, quien sabe cuántas veces había alegrado la vida de Hyunjin.
Pensó en ellos como amantes y como un relámpago vino a su mente la imagen de dos cuerpos delgados suspirando bajo las sabanas, húmedos por el calor, brillantes por el salitre del mar. Carne trémula, caricias suaves, jadeos sofocados. Se le erizó cada vello del cuerpo. La sola idea lo había puesto increíblemente caliente. Llevó una mano a su entrepierna y la sintió a tono, la acariciaba lentamente en todo su extensión a través del lino del pantalón cuando una voz en la puerta lo asustó de repente.
—Disculpa, estaba buscando a Hyunjin. —Seokjin estaba en el umbral de la puerta y no había podido evitar pillarlo en su momento de intimidad.
—Luego volveré.
—Espera —lo detuvo Namjoon antes de que partiera y ágilmente se acercó hasta él. Seokjin vio como se le acercaba, con esa mirada salvaje que en el pasado lo hacía temblar de placer.
Namjoon tomó un mechón de aquella cabellera y lo acarició entre sus dedos. Seokjin estaba completamente repuesto, con sus cabellos castaños perfectos afianzando el brillo magnifico de sus ojos; el cuello de la camisa cubriéndolo con magnifico recato. Namjoon aspiró su aroma cuando estuvo lo suficientemente cerca. Olía como una dulce flor, como un narciso para ser exactos.
—Esta noche, a las once, en esta habitación —dijo el príncipe susurrando sobre el oído del facultativo. Seokjin se sintió desfallecer cuando el aliento cálido del otro varón se alejó de su cuello.
La noche cayó rápido, más de lo que Seokjin hubiera deseado. No entendía por qué había sido citado a semejantes horas y en semejante lugar. ¿Namjoon pretendía acaso...? No, imposible. Hyunjin tenía que estar durmiendo junto a él. Lo más seguro es que quisiera tratar un tema delicado que necesitaba absoluta discreción.
Se colocó un abrigo grueso y abandonó su recamara. El pasillo estaba levemente iluminado por la claridad de la luna y los candiles. La habitación de los príncipes estaba en el ala oeste del castillo, así que debía recorrer cuatro pasillos y doblar a la derecha en el último, justo por encima de la alberca y las fuentes A medida que se desplazaba, sintió la suave brisa helada; olía un poco a lluvia y el cielo estaba nublado. Posiblemente lloveria en la madrugada y no pararía hasta muy entrada la mañana.
Por el camino se encontró con varios soldados que pasaban guardia. Los saludó con cortesía, a la vez que se distraía con las sombras de ramas bailoteando sobre el embaldosado. Justo cuando las campanas marcaban a lo lejos once repiques, llegó hasta el lugar de la cita. Le extrañó no ver guardias custodiando la puerta y aquello le hizo presentir aún más sobre los fines íntimos de aquel encuentro.
Tocó dos veces con moderada determinación. No hubo respuesta. Tocó de nuevo con un poco mas de impetu y nuevamente le respondió el completo silencio. Aquello lo inquietó y acercando una oreja a la rendija intentó atrapar algún sonido. Se escuchaba algo, nada claro, un golpeteo para ser precisos. Pensó entonces en abrir la puerta y entrar, pero estaba seguro de que estaría clausurada por dentro.
Probó suerte de todos modos aunque no esperaba ningún resultado. Para su incredulidad, la puerta se abrió un poco por el empuje; adentro todo estaba en penumbras. La empujó otro poco hasta poder entrar del todo, escurriendo su cuerpo por la pequeña rendija. Una vez adentro los sonidos fueron más claros y la luz de varias lámparas que iluminaban el lecho eran suficientes para enseñarle lo que sucedía.
Era fascinante.
Ocultos por un delgado toldo, Hyunjin y Namjoon hacían el amor entre sombras y luz. El más joven se sostenía del cabezal de la cama, mientras era azotado contra la pared a cada embestida. Allí estaba, entonces, el golpeteo que había escuchado desde antes de entrar. Los amantes estaban agitados, a punto de alcanzar el clímax.
Namjoon mordía el hombro blanquisimo de Hyunjin, aferraba sus caderas con ahínco y tenía que estar siendo muy preciso y certero en sus estocadas a juzgar por los gemidos de gozo que exhalaba el príncipe Jaeniano.
Seokjin no dejó de mirarlos ni por un instante. En ese momento trató de recordar cuantas veces él mismo había estado así con Namjoon, siendo sodomizado con idénticos bríos, con igual voracidad. Parecía que seguía siendo un animal salvaje en la cama, un macho en celo en el colchón; uno de esos amantes fogosos que le sacaban todo el jugo a sus acompañantes y que parecían nunca quedar saciados. Cuando pensaba en Hyunjin y Namjoon, siempre lo hacía lleno de celos y de rabia; mas ahora, viendo aquella escena, no podía impedir el deseo de estar recibiendo ese placer que a Hyunjin se le obsequiaba a borbotones
Los descarados esposos terminaron instantes después. Namjoon lo embistió un par de veces más, como si quisiera llenarlo por completo, y Hyunjin se lo permitió, sacándolo luego con cuidado mientras giraba para besarlo. En ese momento vio a Seokjin de pie frente a ellos y puso en aviso a su pareja, giró los ojos hacia el invitado y con una sonrisa lasciva y coqueta descorrió el toldo, llenando la estancia de un fascinante aroma a sexo.
—Bienvenido —sonrió de nuevo, estrechando a Hyunjin contra si. —Espero que no te importe que hayamos empezado primero.
—Ven —le dijo Hyunjin y estiró su mano invitándolo a la cama. Seokjin parpadeó confuso. Por unos segundos se quedó allí, pasmado, aturdido, sin mover un musculo. Pero luego, mirando cómo lo reclamaban expectantes los ocupantes de aquel lecho, decidió seguir sus instintos; se agarró del marco para trepar a la cama, y una vez en ésta, sólo se dejó llevar.
Dos pares de manos lo desnudaron rápidamente. Cuando volvió a reaccionar estaba desnudo entre los brazos de su primer amor.
Namjoon, el que le dio su primer beso y le arrancó la virginidad sobre los juncos de la rivera de un rio, el motivo por el que escapaba en las noches para fornicar bajo claros de luna cuando era todavía un niño inexperto. Lo besó con pasión, recordando que aquel campesino era uno de los pocos hombres que conocía, capaz de amar con el corazón con igual ímpetu que con la carne.
Namjoon lo beso más profundo, palpó sus pezones y le lamió el cuello; bajó una mano y acarició un glúteo respingado y abundante, carne magra, piel de seda.
—No sabes cuánto tiempo he deseado volvértela a meter —ronroneó lascivo el mayor de los príncipes, con la voz ronca de deseo.
—¿Me has extrañado?
Seokjin apenas asintió, ahogado de placer. Había pasado tres años, degustando hombres que parecían interesantes y que luego resultaban insípidos y egoistas para el placer. Hyunjin ni siquiera entraba en ese grupo porque con el príncipe de Jaén las cosas eran diferentes, lo suyo era algo idílico.
Namjoon suspendió el beso y lo soltó, acogiendo entonces a Hyunjin entre sus brazos. El jovencito lucía sonrojado y sus ojos brillaban con evidente efusividad. Era evidente que estaba experimentando el mayor placer de su corta vida.
—Este muñequito es delicioso en muchos lugares —dijo Namjoon, tomando entre sus manos el miembro húmedo de Hyunjin. Es exquisito.
—Lo sé —Seokjin sonrió mirando a Namjoon y luego a Hyunjin, quien también sonrió.
El médico se acercó al menor de los príncipes y lo arrojó sobre el lecho, tomando aquel miembro con deleite. Recibió el aroma a fluidos y humedad, y aquello le invitó a atenderlo. Comenzó por la base, mientras la piel cubría y descubría la cabeza enrojecida. Subió por todo el tronco erecto, como si le hiciese el amor a un cuerpo desnudo. Cuando la lengua tocó la punta y los labios la besaron, Hyunjin se arqueó dejando salir un lento jadeo, al tiempo que Seokjin sentía cómo el cuerpo de Namjoon, poderoso y macizo, lo acariciaba. Siguió chupando, absorbiendo, disfrutando el temblor del cuerpo complacido y entonces, a sus espaldas, en cuatro como se hallaba, una invasión apetecida durante tanto tiempo le golpeó en la retaguardia. Un dolor agudo pareció partirlo en dos y gimió, aún con el pene de Hyunjin en su boca.
—Respira, vamos. Ya sabes cómo es —le dijo Namjoon, quien permanencía quieto a la espera de la total relajación de su amante. Era tenaz aguantar tan estoicamente las ganas de dejársela ir de una sola vez. Era duro pero al mismo tiempo, muy excitante.
Hyunjin se incorporó sobre sus codos al verse desatendido. Miró como Namjoon, tan caballero como siempre se resistía a moverse para no lastimar a su amante de turno. Decidió ayudarlo un poco estirando el pie, tanteando hasta alcanzar un muslo sedoso y, enseguida, un poco más arriba, una virilidad erguida y dura. La acarició con movimientos lentos, sinuosos, mientras sonreía como niño desentendido viendo como Seokjin lo miraba sorprendido.
Al rato, le hizo un guiño a Namjoon y éste le arrojó un beso. Ahora, relajado con la masturbación, Seokjin permitía la deliciosa invasión sin sentir dolor. Entraban dentro de su cuerpo, oral y analmente. Se sentía deliciosamente sucio, abrazando por completo la perversión. Hyunjin alzaba las caderas y le tocaba la campanilla mientras que Namjoon se hundía a fondo, enloqueciéndolo de gozo.
—Seokjin, por las Diosas. Sigues tan apretado como cuando eras un adolescente —resoplo Namjoon montándoselo lentamente a fin de no lastimarle la herida.
—Lo sé —respondió coquetamente el duque respingando un poco más el trasero para mejorar el ángulo de la penetración. Experto como era, sabía cómo apretar el culo al compás de las embestidas. Namjoon le agradeció aquello frotándole el torso, pellizcándole un pezón endurecido. Con suavidad deslizó su mano por la espalda tersa, siguiendo la linea de la columna, despacio tiró más a fondo, hasta escuchar el sonido pegajoso de la cópula. Tan caliente, tan resbaloso allí adentro. Seokjin era suyo de nuevo.
Hyunjin lo miraba. Se sonrieron cómplices, No sentían ningún tipo de traición en aquel acto. Ambos amaban a Seokjin a su manera y él los amaba a ellos a la suya. El destino los había juntado, habían decidido que amistad, amor y deseo se juntaran y les parecía una mezcla preciosa.
Dentro del toldo todo se caldeó. Los gruñidos de Namjoon apagaban los jadeos suaves de Hyunjin. De repente, el más joven se agitó; un dedo delgado, suave, acariciaba su hendidura, la lubricaba, delimitaba los contornos para luego, despacio pero seguro, hundirse entre sus paredes.
Namjoon lo escuchó perder el aliento, arquearse con ferviente júbilo, hundir los dedos en los cabellos castaños de Hyunjin susurrando frases ininteligibles. Aquello le robó la razón, se agitó un poco más fuerte en medio de su cadencioso ritmo, se recostó un poco sobre la espalda inclinada, enterró su cabeza al lado del cuello del duque y sintió sus músculos tensos, la manzana de Adán sobresaliendo al pasar un trago que intuyó espeso. Era el néctar de Hyunjin pasando por la garganta de su amigo, lechoso, caliente y tan abundante que se le escurrió un poco por las comisuras de los labios.
Enloquecido y febril, Namjoon le volteó el rostro para lamer los restos de semen que resbalaban por su mentón. Hyunjin mientras tanto veía, aun entre espasmos de deleite, la forma como los dos varones se mecían con los últimos rezagos de sus fuerzas.
El mayor de los príncipes sacó su miembro casi del todo y un instante después, como quien lanza una última flecha, volvió a enterrarse en aquel canal de carne. Seokjin gritó sin dilación y se rindió a los brazos fuertes que lo alzaron y lo estrecharon, sintiendo entonces la marea cálida que le inundaba las entrañas y un aliento agónico deslizándose sobre su nuca. Se corrió y también se dejó caer en el lecho con Namjoon; agotados ambos, sudorosos, con la piel pegajosa y la carne trémula.
—Seokjin, no sabía que te gustara el sexo tan rudo. Entre nosotros era tan diferente —le recordó Hyunjin subiéndosele encima a horcajadas, pero sin llegar a rozar la cicatriz de la herida. Namjoon se incorporó un poco, resoplando todavía. Era cierto, aún faltaba esa parte; que sus dos amantes le mostraran cómo era el sexo entre ellos, como era el amor suave y delicado entre un doncel y un varón que no se sentía tal.
Hubo entonces una risilla por parte de los más jóvenes cuando Namjoon les pidió tocarse. Seokjin, agitado aún, alzó una mano y apartó sus cabellos mirando el rostro que a medias iluminaban las lámparas.
Los labios sonrosados y delgados formaron una sonrisa divertida; los delineó y éstos atraparon sus dedos, los succionaron y los mordieron suavemente. Otra mano subió por el abdomen de Hyunjin. Hubo un suspiro por parte de alguno de los dos y entonces, se inclinó hasta tocar los labios de Seokjin en un beso pausado y suave. La miel de sus alientos degustándose, sus cuerpos recordándose.
Hyunjin se estiró sobre Seokjin y éste le dejó acomodarse entre sus piernas. Las manos delgadas de Hyunjin jugaron con sus cabellos, desordenados por el sudor. Con lentitud descendió por el mentón hasta alcanzar su cuello, besando, mordiendo y dejando un chupón.
Seokjin se dejaba hacer mientras acariciaba la piel de porcelana, introduciendo su mano por debajo de la cascada de cabellos de Hyunjin. Descendió más
hasta encontrarse con la línea divisoria de los glúteos, metió un dedo entre los dos ejemplares y sintió ya seco y frio, el semen dejado por Namjoon.
Retiró la mano para ensalivarla y volver a llevarla hasta aquel trasero. Le masajeó toda la zona, encontrando el anillito de carne volviendo a introducir su dedo, esta vez más de prisa. Adentro, Hyunjin estaba mojado, inundado de la simiente de su marido.
Estaba suave y caliente.
Seokjin hundió el dedo un poco más, encontrando la montañita rugosa. Al parparla, Hyunjin resopló y le mordió el hombro mientras le invadía con dulzura.
—Mi hermoso y querido Seokjin —susurró el príncipe estirando también su mano a fin de tantear su entrada, que estaba tan mojada como la suya y seguía dilatada por la reciente penetración. Su dedo delgado quedó flojo entre las paredes estiradas por el miembro grueso de Namjoon. Rio bajito, encontrándole una particular gracia al asunto. Se sentia fascinantemente pervertido.
Namjoon se rio también. El príncipe mayor pensaba que si la mismísima muerte llegaba a buscarlo en ese momento, la mandaría de regreso a casa porque no pensaba perderse ese espectáculo. Ese par de cuerpos tibios balanceándose con graciosa sutileza, como dos pequeños lirios mecidos por la suave brisa era lo más bello que había visto jamás. Las caricias tenues, tan ligeras que parecían tímidas sin serlo, eran un espectáculo sin precedentes. Las respiraciones espesas, los gemidos apagados y débiles. El placer de ese par era como el sereno de la madrugada, bello y puro como el rocio.
Namjoon se alivió con calma, tratando de llevarles el ritmo; disfrutando maravillado de aquella pasión. Se tocó la virilidad imaginando que su mano cerrada sobre ella era alguna de aquellas dos bocas que se besaban sensuales.
Sintió que perdía el aliento cuando los dos jóvenes comenzaron a frotarse con
lascivia, arriba, abajo, lento; piel contra piel, sacándose fuego. Transpiraban, respirando apenas mientras el placer se iba acercando de nuevo. Se llamaban por sus nombres, sonrosados y jadeantes, restregándose
uno contra otro.
Cuando el éxtasis comenzó a impregnarlos se movieron más a prisa, apretaron los ojos con fuerza y respiraron a bocanadas, hundidos en su frenético roce. Cada vez más rápido, cada vez más calientes, cada vez mas agotados. Arriba, abajo; rápido, rápido. Gimieron juntos cuando alcanzaron el orgasmo al unisonó. Tantos años de práctica les había obsequiado la capacidad de sincronizar su climax.
Quedaron jadeantes y satisfechos.
—Diosas, esto es el paraíso —resopló Namjoon. Por un momento, Hyunjin alzó el rostro y lo encontró a punto de acabar. Con cuidado, el doncel se soltó del abrazo de Seokjin para ir a su encuentro y ayudarle con su boca. Recibió la lechosa esencia de su esposo, relamiéndose esos labios hinchados de tanto besar para después, volviéndose hacia su otro amante y darle un beso final con sabor a Namjoon.
A lo lejos las campanas anunciaron la media noche. Los amantes, exhaustos, se tumbaron sobre el lecho. Afuera se escuchaba el tronar de la tempestad que, tal como Seokjin intuyó, terminó cayendo. La lluvia
cada vez más fuerte repicaba en el techo mientras ellos fumaban una hierba medicinal y alucinógena, inocua para el embarazado y su criatura. A pesar de eso, Hyunjin prefirió no fumar; sólo de vez en cuando se acercaba a Namjoon o a Seokjin y éstos le pasaban un poco del humo salido de sus bocas.
—¿Recuerdas esa vez cuando robamos un poco del hachís que Yoongi trajo de Kaesong? —preguntó de repente Hyunjin recordándole una vieja anécdota de sus tiempos en Jaén. Seokjin asintió y se echo a reír. —Mi hermano inventó una visita de estado sólo para comprar más. Es tan quisquilloso que si no la compra él mismo, no se la fuma.
—Vaya, así que hasta Yoongi se droga de vez en cuando —se sorprendió Namjoon. —Me alegra que dé muestras de no ser un completo amargado.
—¡Oyeme! —Hyunjin quiso poner cara de enfadado pero terminó por echarse a reír. Sabía que en el fondo tenía razón. Yoongi tenía que relajarse puesto que toda su vida siempre había pecado de ser demasiado severo para su edad.
Entonces, Hyunjin recordó ese temor que todavía rondaba en su corazón y sin mayores preámbulos aprovecho que el tema de su hermano había salido a colación para hacer una pregunta.
—Namjoon contéstame, por favor ¿Aun odias a Yoongi? ¿Aun quieres vengarte de él?
—Yoongi deshonró a mi hermano —contestó Namjoon dejando salir una bocanada de humo. Hyunjin lo miraba con ojos vibrantes. —Pero Jimin siempre lo ha amado, desde que era un mocoso. Además, aunque yo no hubiera hecho lo mismo de haber estado en su lugar, sé que Yoongi actuó por defender el honor de su hermano. Tú mentira le hizo llegar a esos limites.
—Veo... —Hyunjin bajó la mirada. ¿Entonces es a mi a quien aún no logras perdonar por completo, verdad?
—Así es. —Namjoon respondió de una forma tan tajante que Hyunjin se asustó. Intentó alejarse un poco pero el Koryano tomándolo fuerte entre sus brazos, lo acercó para tenerlo a un palmo de sus narices —pero no te apures, has madurado y eres un gran esposo, además curaste a mi mamá y...
—¿Y? —tanteó Hyunjin.
—mientras me sigas hechizando con esos ojos como lo has hecho hasta ahora, todavía tendrás tiempo para buscar la forma de que finalmente estemos a mano.
—Namjoon. —Hyunjin levantó sus ojos de nuevo y vio la sonrisa de su esposo. Le correspondió el gesto besándolo con fervor y al lado de ambos, Seokjin también sonrió.
—La encontrare, —aseguró el príncipe al término del beso. —Haré lo que sea para encontrar la forma de que me perdones totalmente. Lo juro.
—Muy bien. —Namjoon asentía en el momento en que se escuchó una fuerte algarabía en el patio de armas. Tomando rápido un abrigó, abrió las puertas del balcón y salió afuera. La fuerte brisa cargada de agua lo empapó casi al instante.
Llovía a cantaros, el cielo centellaba y el viento traía un silbido agudo y un relinche de caballos. Asomándose un poco vio a un grupo de guardias correr hacia la mansión central. Volvió a toda prisa a la habitación y comenzó a vestirse apresuradamente. Hyunjin y Seokjin lo imitaron aunque él no consideraba apropiado que bajasen.
—¿Qué ha pasado? —preguntó agitado Hyunjin, tomando sus ropas.
—Alguien llegó —explicó Namjoon mientras se calzaba las botas y tomaba su espada. —Todavía no estoy seguro de quien sea pero a estas horas no debe ser nada bueno.
—¡Diosas! —masculló Seokjin y salió junto a ellos. Al salir casi chocaron con Woo Seok. El rey consorte estaba pálido y ojeroso, se notaba que llevaba días sin dormir. Todos juntos bajaron a prisa las escaleras principales y no acababan de llegar al salón principal cuando una figura, goteando de pies a cabeza, cubierta. por un grueso capuchón de lana y titiritando del frio, atravesó el umbral de la puerta acompañado de varios soldados Jaenianos.
Era Jimin.
—¡Jimin! —gritaron todos cuando el susodicho se bajó la capucha.
—¡Por las Diosas! —exclamó alarmado Woo Seok dirigiéndose a él para tomarlo entre sus brazos.
—¿Qué estás haciendo aquí cariño? —le pregunto mientras pedía un abrigo seco con el que cubrirlo.
—¡¿Por qué vienes a estas horas?! ¡En este estado!
—Es Yoongi —sollozo el príncipe con un hilo de voz. —¡Se llevaron a Yoongi!
—¿Yoongi? —Hyunjin se puso pálido al escuchar el nombre de su hermano. Lentamente se adelantó varios pasos y sus ojos se posaron temblorosos sobre Jimin — Explícate ¡¿Qué le ha sucedido a Yoongi?! ¡¿Quién se ha llevado a mi hermano?! ¡Por Ditzha, responde!
—¡Se lo llevaron los soldados Yurchianos a Kaesong! —La voz de Jimin se apagó. Con un temblor inaudito se llevó las manos al cuello, como buscando encontrar de nuevo aliento para hablar.
—Los Yurchianos invadieron Jaén, mataron a todos a su paso —continuó diciendo cuando sintió de nuevo el aire. —Yurchianos enviados por tu mamá llegaron ayer, invadieron el palacio, Yoongi se puso como loco, apenas si logro sacarme con vida de allí. No pude detenerlo y se lo llevaron con Hyo Seop.
Jimin cayó a tierra llorando como un poseído. Hyunjin sintió que todas sus fuerzas lo abandonaban y de no haber sido por Seokjin, quién lo sostuvo a tiempo, se habría desmayado allí mismo.
—¡Por las Diosas! —exclamó el médico, sosteniendo a Hyunjin mientras unos sirvientes buscaban el frasco de las sales. Una vez recuperado, todos los demás se reunieron en el salón central y meditaron con mas calma sobre la situación.
—Veo entonces que mi mensajero no llegó a tiempo —se lamentó Namjoon.
—Envié a un hombre hace algunos días, para advertirles sobre la situación, pero veo que los Yurchianos se nos adelantaron.
—En estos momentos es más fácil llegar a Jaén por mar que por tierra —explicó Jimin, seco de nuevo y bebiendo un confortante té caliente. —Los conflictos en las fronteras retrasan los tránsitos terrestres. Yo tomé "El camino de las agujas" para venir hasta acá.
—¿El camino de las agujas? —preguntó Hyunjin, recordando aquella peligrosa ruta que meses atrás él mismo había recorrido con la única compañía de un esclavo. Jimin asintió y puso la tasa de te sobre una mesa.
Woo Seok suspiró.
—¿Yoongi entiende que su mamá es un vil criminal? —cuestionó entonces con increíble calma.
—¿Entiende que esto es una guerra y que si se pone del lado de los Yurchianos será también nuestro enemigo?
—¡Mamá, se lo llevaron en contra de su voluntad! —Jimin se alteró.
—¡Majestad Woo Seok! —exclamó también Hyunjin. Pero Woo Seok, poniéndose de pie, les dio la espalda y se posó frente a la ventana.
—Sólo digo lo que pasará. Si se lo llevó y además invadió Jaén, fue para ponerlo de parte de Yurchen y convertirlo oficialmente en enemigo de Joseon y Koryo. Es claro que Hyo Seop quiere apoderarse del ejército Jaeniano.
—¡Eso no pasará! ¡Mi hermano no se dejará manipular! No cuando esos bastardos destruyeron a nuestro amado Jaén.
—¿Estás seguro? —Woo Seok dio media vuelta y miró al príncipe a los ojos. Hyunjin tragó espeso y oculto el rostro en sus manos empezando a llorar. No podía estar seguro de lo que Yoongi haría de ahora en adelante.
No podía estar seguro de nada.
—Si se convierte en aliado de Yurchen, tú tendrás que volver a Koryo definitivamente, Jimin
—continuó Woo Seok con el mismo tono frio que había usado con Hyunjin. —No permitiré que vivas en un reino dominado por nuestros enemigos.
—¡Yo no abandonaré a Yoongi!
—¡En ese caso deberás tratar de rescatarlo! —le dijo su mamá. —Kaesong y Jaén cayeron. Si Yoongi le da acceso a su madre a sus barcos y a su ejército naval. No habrá retorno para esta pesadilla.
Hubo un largo silencio en la estancia. Hyunjin, en brazos de Namjoon, volvió a recomponer sus quebrados nervios mientras Jimin, ahora acunado por el regazo de Woo Seok, recuperó también la sangre fría.
—Está bien. Juro que si se pone de lado de los Yurchianos, regresaré a Koryo y disolveré nuestro matrimonio. Yo tampoco quiero vivir con los asesinos de mi hermano.
—Bien —contestó Woo Seok.
—Pero por lo pronto tienen que darme tiempo. ¡Por lo que más quieran, ayúdenme a recuperar a Yoongi y traerlo de vuelta con nosotros! ¡Se los suplico! Tengo que rescatar a mi esposo.
—¿Qué quieres que hagamos? —preguntó Namjoon.
—De momento no tengo nada claro, lo único que sé es que de ahora en adelante debemos ser más cuidadosos. Miren esto.
Jimin sacó de debajo de sus ropas un sobre lacrado y con cuidado lo extendió sobre la mesa que se hallaba frente a todos.
—Esta es una de las cartas que el soldado Yurchiano que se llevó a Yoongi le entregó. Eran dos, está es para ti Hyunjin. El remitente es Hyo Seop, parece que no está enterado de tu boda y de que ya no vives en Jaén.
Hyunjin tomó el sobre entre sus manos y con cuidado lo estudió. Tenía lacrado un sello nobiliario, pero no era
el escudo de la noble casa a la que pertenecía su mamá. El sello era el del linaje real de Yurchen. ¡Era el sello del
rey!
—¡Este es el sello real! ¡La enmienda está lacrada con el sello real! —dijo entonces, presintiendo lo peor.
—Así es —concordó Jimin, mirándolos a todos. —El rey Jin Young murió sin dejar herederos directos al trono. No sabemos de qué artimañas se habrá valido Hyo Seop, pero el asunto es que a pesar de no ser descendiente directo del rey ha ascendido al trono. Sí, así como lo oyen. Hyo Seop es el nuevo rey de Yurchen y ahora que Kaesong y Jaén han caído, solo quedan Joseon y Koryo para luchar en su contra.
Continuará...
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