Epílogo: En otra vida tal vez
Veinte años después de la muerte del rey Jungkook, Joseon se alzaba como el reino más esplendoroso del país.
Bajo el mando de Taehyung, quien había asumido el trono como rey regente, hasta la mayoría de edad de su hijo Yeonyun, el pueblo Joseoneano había vivido bajo justicia y prosperidad. El pueblo lo amaba, tanto como amó al rey Jungkook y tanto como amó a Yeo Jin Goo.
Ya para nadie era un secreto que el regente Koryano era el verdadero padre del príncipe heredero Yeonyun, pero eso no parecía importarles mucho a los Joseoneanos. Taehyung había conquistado a Joseon con su entrega desmedida y su nobleza innata; tanto la gente como el ejército lo recordaban como uno de los liberadores del reino durante la guerra contra Yurchen y su historia de amor con el fallecido monarca del reino, era casi un objeto de culto.
—¿Es cierto que el antiguo rey de Joseon, era un hombre de belleza descomunal que enloquecía a los varones? —preguntó en ese momento un joven campesino a su mamá. El muchacho vaciaba unos cubos de agua mientras dirigía su vista al palacio. La historia del rey Jungkook, "El tesoro de SiKje", siempre le había fascinado.
—Así es, hijo —le respondió su mamá recogiendo sus cabellos, ya grisáceos por los años y las canas de la vejez, yendo a sentarse junto al pozo. —Su Majestad, el rey Jungkook, era un hombre de belleza excepcional. Yo tuve la oportunidad de conocerlo en persona y te lo puedo asegurar.
—¿Tú lo conociste? —se asombró el jovencito.
El hombre mayor asintió.
—¿Es cierto que su hijo se parece a él?
—Se parece a su papá, Pero tiene ese encanto abrumador del rey Jungkook, —El hombre se puso de pie dando un rodeo al pozo, mirando hacia el pasillo. —El príncipe Yeonyun se parece mucho a su padres. Es un chico muy bello.
—¿Y él principe Soobin? ¿A quién se parece él?
—¿Soobin?
—Si. Soobin, el príncipe Koryano, el heredero de Jaén y Koryo que coronarán hoy. ¿A quién se parece él?
El doncel pareció pensárselo un poco. Algo en su mirada pareció llenarse de nostalgia y de la tristeza, que a pesar de los años, seguía sintiendo por la muerte de Hyunjin, sus ojos se aguaron por un momento pero rápidamente se recompuso.
—El principe Soobin se parece mucho a su mamá, el difunto rey Hyunjin.
—¿El príncipe al qué mataron durante la guerra y fue coronado rey postumo?
—Ese mismo. Al rey Hyunjin, también lo conocí y también conocí a su hermano, el rey Yoongi.
—Su majestad Yoongi. —El muchacho resopló cansado echándose al piso empolvado. Es una pena que él y su rey consorte no tuvieran hijos —apuntó y entonces aquel comentario pareció alertar a su mamá.
—Pues sí. Es una pena —respondió el bello hombre siendo salvado por la llegada de un varón fornido y curtido que traía a dos niños de la manos.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡La coronación del príncipe Soobin será aquí, en Joseon! —gritaban los pequeños niños emocionados rodeando al doncel. —Será al pie del cerro y dejarán pasar hasta ciertos límites del palacio para verla. Dicen que el príncipe Soobin vendrá desde Koryo a coronarse y a pedir la mano de su prometido, su alteza Yeonyun. ¡Ay, llévanos mamá! ¡Llévanos!
Seonghwa se puso de pie mirando a su marido. Hongjoon no decía nada y bien que no podía. No tenía lengua, literalmente. Sin embargo, ya sabían ambos que cuando ese par de mocosos se ponían pesados, dificil resultaba llevarles la contraria.
Sonriendo entonces los dos adultos llevaron a sus hijos dentro a fin de arreglarse todos para esperar la llegada de los nobles. Aquel seria un evento sin precedentes en Joseon pues el compromiso entre los príncipes Soobin y Yeonyun, significaba la unión definitiva de Koryo, Joseon y Jaén en un único reino, en el nuevo imperio de Corea. Tal y como lo había visto en sus visiones tantos años atrás, solo quedaría un reino de pie.
Cuatro años después de la guerra el príncipe Hyung Nil de Kaesong había fallecido producto de un ataque al corazón. El príncipe no había pedido olvidarse de su amor por Jimin, por lo tanto nunca había mostrado interés en casarse y había muerto sin un heredero, motivo por el cuál y como su última voluntad, Kaesong habia sido anexada a Joseon.
El príncipe Hyung Nil confiaba plenamente en Taehyung y le encomendó la tarea de cuidar de su pueblo. El ahora regente de Joseon honró la última voluntad del príncipe, ubicando a los Kaesonginos en la aldea más grande de Joseon, allí estarían libres de seguir viviendo bajo sus costumbres y religión.
Por otra parte, los pocos Yurchianos que sobrevivieron a la guerra, fueron vendidos como esclavos en diferentes subastas, al mejor postor. Fueron obligados también a adoptar el idioma y costumbres de sus nuevos dueños y se les prohibió el culto a su Diosa, lo que originó la muerte de la misma.
A diferencia de la creencia popular, los Dioses no son inmortales y es relativamente fácil matarlos. Solo basto con que no volviera a ser mencionada, que nadie elevará alguna pregaria en su nombre, ni que se le rindiera culto o se le brindaran ofrendas, y un día en el paraíso de las Diosas, Philania la Diosa de Yurchen, dejo de existir; dejando así una vacante en el paraíso, para que surgiera una nueva Deidad.
Años después de todos aquellos acontecimientos, la humilde familia campesina, observaba boquiabiertos, el paso de la comitiva real mientras ingresaba a palacio. Yoongi y Jimin no habían cambiado mucho, pensó Seonghwa al verlos montados en sus caballos, luciendo sus coronas. Se habían mantenido unidos pese al paso de los años y las presiones de la corte que le pedían al rey buscar otro esposo que si le diera hijos.
Yoongi no había aceptado aquellas amenazas y había cortado muchas cabezas con tal de seguir besando los labios de Jimin. Su esposo era la única persona que lo comprendía, el único con el que no sólo compartía el dolor y la soledad, sino la terrible complicidad de la culpa.
Al enterarse de que el rapto de Hyunjin fue planeado por Hyo Seop con la ayuda de Yoongi, Jimin le suplicó a este que no se inculpase frente a Namjoon y que no le contara nunca nada, pues él lo mataría sin dudarlo y no podría soportarlo. Yoongi cedió a pesar de lo deshonroso que aquello le parecía, y ahora ambos vivían unidos por la culpa y la responsabilidad de custodiar por el resto de sus vidas a ese ser que había sido sepultado en vida en la más profunda de las catacumbas de Jaén.
Hyo Seop se había convertido en un preso, sentenciado a la oscuridad eterna; aquel hombre que no podía morir, estaría para siempre condenado a vivir entre sombras, encadenado a una piedra, de la que nunca podría liberarse y soportando una larga y eterna agonía en la que solo podría desear la piedad de la muerte y cuyo castigo final era justamente ese, que nunca moriría y sufriría por toda la eternidad.
Luego de los reyes Jaenianos, desfilaron Namjoon y Seokjin. Ese par, a los ojos de Seonghwa, si habían cambiado muchísimo. Parecían dos soles que se alumbraban el uno al otro. Como en una simbiosis hermosa donde ninguno dejaba al otro apagarse por completo.
Seis años después de la muerte de Hyunjin, Namjoon y Seokjin se casaron en secreto. Nadie se enteró de su unión sino después de varios meses cuando regresaron a Koryo con los anillos en los dedos.
Fue el deseo de Seokjin no hacer público su matrimonio, pues no podía evitar sentir algo de culpa al estar, en cierta medida, ocupando el lugar que por derecho le pertenecia a Hyunjin.
Después de la guerra, el rey Jung Hyung había abdicado, Namjoon fue nombrado rey de Koryo y a su vez Hyunjin recibió el título póstumo de rey consorte de Koryo, razón por la cual si se hacía público el matrimonio, él título pasaría a Seokjin y él no queria que así fuera.
La relación entre Namjoon y Seokjin no había tenido grandes cambios, seguían disfrutando de las mieles del sexo en las noches, Pero en el día Namjoon seguía siendo frío y distante, hasta que un día Seokjin, cansado de sentirse ignorado y no correspondido en sus sentimientos, decidió que se iría de Koryo.
Todo había sucedido por culpa de Soobin, se habían excusado ambos para evadir los reclamos de la corte por su matrimonio secreto. Sin embargo, la cuestión iba más allá. Namjoon y Seokjin se necesitaban mutuamente para sobrevivir al vacio y la soledad que les dejo Hyunjin y ambos se amaban, lo hacían con un amor diferente al del pasado, un amor más maduro y cómplice que los hacía el mejor de los complementos y así lo entendieron el dia en que Seokjin pensaba dejar el palacio.
El niño lo había tomado de la punta de su abrigo lloriqueando ante la partida del hombre que reconocía como su mamá, y fue entonces cuando Namjoon reaccionó e impidió su partida. "No te vayas, Jinnie. Soobin te necesita... y yo también" le había dicho aquel día en medio del llanto del niño. Seokjin había sonreído por única respuesta, después de eso no se separaron jamás y Namjoon comenzó a tratarlo como una verdadera pareja.
—¡Mira, mamá! ¡Es Soobin! —gritó en ese instante el jovencito campesino viendo llegar al joven principe.
La muchedumbre entró tras él, con rumbo a la colina donde se celebraría la coronación.
Soobin era el príncipe más amado que hubiese existido alguna vez en Jaén. Tenía un corazón de oro y un brazo de hierro. Lucia casi como un Yurchiano, con su cabello rubio cenizo muy brillante y sus ojos vivos y apasionados. Era una peligrosa y fabulosa mezcla entre el carácter violento e intempestivo de Hyunjin y la dulzura, valentía y nobleza de Namjoon. No había nadie más perfecto para convertirse en el dueño y señor de un imperio que él y sus padres estaban muy orgullosos de que así fuera.
Ahora estaba alli, sobre aquella colina siendo coronado por sus tíos y por su padre. Taehyung, Yoongi y Namjoon le entregaban el poder, consolidándolo desde ese momento, como el único emperador del nuevo imperio de Corea, mientras Woo Seok le entregaba la mano de su amado nieto Yeonyun para que fuera su rey consorte, advirtiéndole alli, enfrente de todo el pueblo, que si lo hacía sufrir le sacaría los ojos con una cuchara.
El comentario había distendido el ambiente produciendo las risas generales del pueblo. Sin embargo, al recibir la mano de Yeonyun en matrimonio, Soobin sabía que Woo Seok no jugaba. Aquel viejo doncel era la persona que más respetaba y admiraba y que, sumado a esto, había sido una madre para Yeonyun.
Tras la muerte de Jungkook, Woo Seok se fue a vivir a Joseon junto a su hijo Taehyung. Después de la guerra, de tantos errores, sufrimientos y desamor, sentía que ya no tenía nada más que hacer en Koryo.
Las lenguas más osadas decían que el emérito rey Jung Hyung, le había suplicado perdón de rodillas pero nada había sido suficiente. Woo Seok había obtenido su venganza a plenitud. Jung Hyung había comprendido su valor demasiado tarde y ahora debía vivir deseando obtener su perdón hasta la muerte.
¡Qué crueles eran las Diosas y que finas en su actuar!, pensaba Woo Seok algunas noches mientras miraba la amatista de plata que aún permanecía en su poder. Aquella joya habia cumplido su deseo a plenitud y él sonreía a pesar de la culpa. Se sentía culpable pero por no estar arrepentido y por estar feliz de haber podido vengarse. ¡Qué cruel era el alma humana; qué miserable, ruin y egoísta!, pensaba, pensaba y pensaba... y sonreía.
Al termino de la coronación y al caer la noche, Seonghwa volvió con sus hijos a su cabaña en el campo. Su hijo mayor le había dicho que envidiaba la vida de los nobles y él sólo había optado por acariciarle el cabello sin decir palabra alguna. Viendo la vida de todos aquellos hombres después de veinte años podía sonreír tranquilo sabiendo que no se había equivocado al tomar la decisión de alejar a su hijo de todo aquello.
Se dió cuenta de eso a plenitud con cada rostro que observó: Jimin, Yoongi, Namjoon, Seokjin, Woo Seok, Jung Hyung; incluso los más jóvenes: Yeonyun y Soobin. Reconoció en los rostros de todos ellos que había algo en común: la sombra de la desgracia estaba pintada en sus facciones, pero sin duda lo supo más al observar el rostro de Taehyung.
De aquel príncipe risueño y lleno de vida no quedaba nada. Parecía otro hombre, adusto, serio, aletargado. No le quedó duda de que estaba muerto en vida y que solo respiraba porque cada suspiro lo acercaba más a la muerte. No le quedó duda de ello al verlo entregar la corona a su sobrino, comprometer con él a su hijo y casi de inmediato ponerse en marcha al templo de Joseon, donde los sacerdotes de SiKje lo estaban esperando para dar inicio a su clausura de por vida.
El día de la muerte de Jungkook, Taehyung había intentado quitarse la vida con la misma daga con que su amado se había suicidado. Pero gracias a la intervención oportuna de Jimin no lo había logrado. De esta forma fue puesto en manos de los médicos quienes lograron sosegarlo por meses bajo fuertes pociones tranquilizantes hasta que su alma pareció caer en un completo adormecimiento. Años después se consagró a SiKje, colocando sobre su frente la cinta que Jungkook solía lucir, como prueba de castidad y compromiso a la Diosa y fue de esta forma como pasó a ser "El ultimo ungido".
Vivió entonces bajo los lineamientos de su promesa, cumpliéndola al pie de la letra, con la misma disciplina y celo con que lo había hecho Jungkook la mayor parte de su vida. Se entregó por completo a Joseon y a su hijo como si con ellos rindiera homenaje póstumo al amor de su vida y ahora, finalmente, se recluiría en el templo para terminar sus días en la más absoluta clausura.
Pensando en el triste final que había marcado aquellas vidas, Seonghwa arropó a sus hijos. Tapó a Beomgyu con la sabana mientras miraba en su espalda la misma marca de nacimiento que había heredado de su padre y de su abuelo. Sonrió pensando en que su muchacho debía haber sido el que fuera coronado aquella tarde y en cambio de eso sólo dormia en una cama vieja y empolvada. Era magnifico como un simple acontecimiento lo cambiaba todo, como un suspiro de mas o uno de menos podia alterar el universo entero.
Apagó el candil meditando en ello, yendo a acostarse junto a su esposo.
¡Qué hermosa era la vida y qué extraños eran sus enigmas!
Por la planicie verde de Joseon, con la primavera en su esplendor, Taehyung cabalgaba por la explanada con rumbo definitivo al templo de SiKje. Más allá del firmamento y las estrellas, los ojos de una Diosa observaban cada uno de sus pasos en el paraíso.
Desde las aguas del tiempo, SiKje lo miraba feliz, sabiéndolo completamente suyo pues gracias a aquella consagración su alma le pertenecería a ella y no a Johary por toda la eternidad. Ahora sabía que había sido para lograr tener el alma de Taehyung en su poder, que había bajado a la tierra provocando tantos desastres.
No importaba... Todo había valido la pena pues ahora podrían pasar la eternidad juntos.
—Taehyung, mi querido Taehyung —sonrió entonces acariciando el agua que le mostraba la imagen de su amado surcando el campo inmenso de Joseon, pronto llegaría al templo y podría llevarlo consigo al paraiso de las Diosas.
Taehyung sería el nuevo Dios del reino de Corea y estarían juntos por toda la eternidad.
—Siempre... Siempre fuiste tú, amor mío... El verdadero tesoro de SiKje —le dijo cuando se le presento en el templo y ascendieron juntos al paraíso para estar juntos eternamente.
FIN.
Bueno, gente bonita. Se acabó está historia. Fue muy grato escribirla y poder compartirla con ustedes. A todos los que leyeron está historia, un abrazo inmenso y espero que haya sido de su agrado y hayan disfrutado de la lectura. Yo, por mi parte, la pasé genial.
A todos los que me dejaron comentarios y a los que no, pero que sé que estuvieron siempre allí, un beso enorme y mis afectos eternos.
De nuevo reitero mi agradecimiento por su compañia. La mejor recompensa de los autores es que no nos dejen solos con nuestras ideas. Esta historia es muy, pero muy importante para mi, la quiero mucho y tengo el alma puesta en ella, puesto que era mi primera vez escribiendo fantasía.
Hubo muchas personas que estuvieron siempre atent@s a ella, tienen mi agradecimiento eterno y un lugar especial en mi corazón.
Besitos gigantes, nos leemos en un próximo universo y una próxima historia.
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