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El nuevo rey

 El rostro del rey Jung Hyung, se tornó muy pálido al escuchar aquello de labios de Yoongi. Sus manos aferraron con fuerza los brazos de su silla y su respiración se volvió agitada. Namjoon miró a Yoongi con el rostro contraído. También se encontraba muy anonadado por lo que acababa de oír.

—¿Qué es lo que has dicho? —preguntó el rey.
—¡Repítelo!

Yoongi se removió en su asiento.

—Ya me ha oído, Majestad. Sé que me ha oído.

—¡Maldito, mientes! —De repente, el cuerpo crispado de Jung Hyung dio un brinco de su asiento, y arremetiendo contra Yoongi, lo agarró de las solapas de su traje arrinconándolo contra una pared. Alarmado, Namjoon intentaba separarlos mientras los dos hombres tropezaban contra todos los objetos a su paso.

—¡Haga el favor de soltarme, Majestad! —exigió Yoongi cuando se estrellaron contra una mesa. —Le explicaré todo con lujo de detalles, pero debe soltarme inmediatamente. —El muchacho logró separar en ese momento de su cuello las manos de Jung Hyung. Ambos resoplaban mientras  Yoongi gozaba interiormente, por haber logrado perturbar tan arrolladoramente a ese miserable rey. Sin embargo, tenía que aceptar que la broma se le había ido un poco de las manos y que era mejor aclarar las cosas.

Cuando ambos se sentaron de nuevo, Jung Hyung aun resoplaba y Yoongi se componía su camisa. La guardia se había alarmado, pero Namjoon les había calmado obligándolos a permanecer al margen de la situación y esperar tras las puertas del salón.

—¡Habla! —espetó Jung Hyung una vez que todo volvió a la calma. —¡Aclara lo que has dicho!

—Con la afirmación de que Hyunjin es mi hijo, no me refiero a que sea mi hijo biológico, obviamente, puesto que solo tenía 9 años cuando nació. —corrigió Yoongi. —Me refiero a que es mi hijo en términos legales. Mi padre cayó en una profunda depresión al morir mi madre, así que no era emocionalmente estable para hacerse cargo de él y en cuanto cumplí la mayoría de edad, me cedió sus derechos tutelares, así que para términos legales es como si fuera mi hijo y como es un doncel, soy yo quien decido a quién otorgarle su mano en matrimonio.

Namjoon y Jung Hyung lo miraron estupefactos. El segundo suspiró profundo, sonrojándose de vergüenza por su anterior reacción. Había perdido completamente los estribos ante aquella revelación, y por primera vez se dio cuenta de que Yoongi lo sabía todo con respecto a esa historia que él y su mamá habían tenido y por ende sabía que él era el padre biologico de Hyunjin.

Siempre había sospechado que Yoongi sabía algo, pero nunca había tenido tanta seguridad sobre eso como en ese instante. Se preguntó qué debía hacer, si debía romper de una vez aquella guerra fría que habían mantenido por años ambas familias o si debía seguir fingiendo hasta saber más.

Optó por lo segundo.

—Así que tu padre te entregó la custodia de Hyunjin —volvió a hablar recompuesto del todo.
—¿Pero... Por qué? ¿Por qué haría algo así?

—Porque mi padre piensa que Hyunjin acataría mejor una orden dada por mí que una dada por él —explicó Yoongi. —Ya le expliqué lo de su depresión, ademas no es un secreto para nadie, que mi padre no es el mismo desde la muerte de mi mamá... y Hyunjin... es un muchacho algo difícil.

—¿No querrás decir más bien que no lo quiere porque le recuerda demasiado a Hyo Seop? —La pregunta de Jung Hyung fue un golpe duro para Yoongi, aunque este no la dijo con intención de molestar sino porque a él le ocurría lo mismo cada vez que veía a ese doncel. Siempre que se lo cruzaba en algún baile, su corazón parecía contraerse en su pecho y a veces debía retirarse antes de cometer una locura y confesarle todo.

—Mi padre...

—Bueno no importa. —Namjoon salvó a Yoongi de tener que contestar aquella pregunta. Para él, la tensión que se había formado entre ese hombre y su padre no tenía ni el más mínimo sentido, y solo estaba logrando desviar el tema que de veras le concernía. —Lo importante ahora, es que no me ha dicho, alteza, si piensa o no acceder a mi propuesta. —Se sentó de nuevo cruzándose de piernas. —¿Me dará o no me dará la mano de su hermano en matrimonio?

Yoongi volvió su atención a él. No podía seguir negándose con el argumento de su sangre plebeya, eso lo haría ver como un clasista, además no debía olvidar que Namjoon era el hermano favorito de Jimin y no podía arriesgarse a perder todo lo que había ganado con él  y los reyes Koryanos en esos dos días.

De manera que tenía que buscar una excusa que no hiriera a Namjoon y que fuese lo suficientemente efectiva para hacerle desistir de sus intenciones, o por lo menos, darle algo de tiempo para pensar en una solución a todo aquel embrollo. Su mente se retorció buscando todas las posibles disculpas que podía ofrecer y justo en el momento en que veía como Namjoon fruncía el ceño empezando a perder la paciencia, una idea fabulosa cruzó por su mente.

—Mi hermano aun no tiene su menarquía. —soltó.
—Aun no es fértil.

—¡¿Qué?! —Sus interlocutores lo miraron como si hubiese hablado en Yurchiano antiguo. —Eso no puede ser, es imposible —rugió Namjoon. —¡Tiene veintiun años!

—Los médicos dicen que tiene una condición llamada matriz infantil y que por eso se ha retrasado su menarquía  pero que no tendrá problemas para embarazarse. Posiblemente suceda este año o el próximo.

—¿Entonces por qué lo dejas asistir a los bailes? Los donceles que aun no son fértiles no deben codearse con varones en reuniones sociales —le increpó el otro príncipe.

—Lo hago porque no tengo más opción —bufó Yoongi. —Mi hermano puede ser un verdadero dolor en el trasero cuando quiere. Pasó meses insistiéndome en que ya era lo suficientemente mayor para entrar en la corte y me harté de tanta suplica. —Suspiró profundo rogando porque aquella mentira diera resultado. Según le habían informado los médicos de su reino, Hyunjin había tenido su menarquía hace tres años, durante la época en que él y su padre se encontraban de viaje en Yurchen. Pero decir aquella mentira había sido lo único que de momento se le había ocurrido, ¡Gracias a las Diosas, por las clases de medicina herbaria que le obligaron a tomar en dónde le enseñaron sobre los trastornos del sistema reproductor de los donceles!

—En ese caso no hay nada que hacer por ahora. —intervino Jung Hyung.
—Podríamos anunciar un compromiso pero no habría boda hasta que Hyunjin tenga su menarquía. ¿Estás dispuesto a esperar eso, Namjoon?

El aludido miró a Yoongi con odio. Estaba seguro de que ese miserable le estaba mintiendo pero no tenía forma de comprobar nada. Pedir pruebas al respecto sería arriesgarse a ofender el pudor de un doncel y él no era tan miserable como para hacer eso.

—Lo pensaré —respondió abandonado el recinto y enojado, bajó a los patios.

Encontró a Taehyung cerca de los patios de armas. Sostenía una sospechosa conversación con uno de los príncipes de Kaesong en el momento en que él llegó. Los vio despedirse respetuosamente antes de que el Kaesongino partiera con rumbo a la mansión central, y luego de eso vio a Taehyung diciéndole algo a su guardia para después llegar hasta en dónde estaba.

—¿Ese hombre era el príncipe Hyung Nil? —le preguntó una vez que lo tuvo frente a él.

Taehyung negó con la cabeza.

—Era el otro gemelo, Hyung Sik—informó. Namjoon arqueó una ceja.

—¿Y desde cuando te cae tan bien? —inquirió receloso. —¿Qué rayos planea tu obsesiva cabeza esta vez? La verdad ya me empiezas a asustar.

Como respuesta a aquella ultima aseveración, Taehyung no hizo otra cosa que soltar una carcajada.

—Mira quién habla —replicó luego de varios segundos. —¿Me lo dices justamente tú? ¿El que se quiere casar con un desconocido solo porque "Ya es hora de madurar"? —Se sentaron en unas bancas cercanas a la armería. Namjoon bufó contándole todo lo que había pasado en el estudio de su padre y como sus planes de boda estaban a punto de naufragar. En el fondo, pensaba en si las Diosas no estarían salvándolo de cometer una locura y al parecer Taehyung compartía aquella opinión. Sin embargo, el presentimiento de que Yoongi le estaba mintiendo no le dejaba de rondar por la mente.

—Hyunjin siempre me pareció un poco aniñado —comentaba Taehyung abriendo una bota de vino para darle un sorbo, —pero nunca hubiera imaginado que a su edad, siguiera siendo un niño literalmente. —Le pasó la bota a su hermano. Namjoon, que se acomodaba los vendajes de sus manos, dio un trago largo y un suspiro profundo abandonó su pecho.

—La verdad es que pienso que Yoongi está mintiendo para negármelo —apuntó frunciendo el ceño.

—De ser así es poco lo que puedes hacer —replicó Taehyung. —Sería una grosería pedir pruebas al respecto.

—¡Ya lo sé! —Namjoon se crispó tocándose el rostro.  —Ya lo sé. —Diciendo esto se puso de pie y se marchó, molesto. Taehyung ni siquiera intentó detenerlo, sabía que necesitaba estar a solas y lo mejor era dejarlo pensar bien.

Entonces, cuando él también se disponía a volver a la mansión central, vio como Jungkook bajaba de su torre y marchaba con rumbo a las habitaciones del ala oeste que servían de despensas.

Sonrió.

El juego había empezado a ponerse interesante.

Aquella habitación era grande y sombría, pensó Jungkook al entrar. Por el aspecto de la misma, seguramente era una especie de despensa para guardar las antigüedades o los recuerdos más viejos de la familia real.

Mientras caminaba por ella se entretuvo por instantes mirando las espadas, los yelmos y los escudos que colgaban de algunas armaduras. Las corazas, oxidadas en su mayoría, despedían mínimos destellos a la luz del sol que entraba por las ventanas del torreón.

Unas pequeñas escalerillas conducían hacia un desván donde se hallaba la armadura más grande de todas, sin yelmo pero con una enorme espada en su brazo derecho. ¿Por qué Hyung Sik lo habría citado en aquel lugar? se preguntó mientras avanzaba hasta llegar a ella y cuando finalmente la tuvo al alcance de su mano, alargó sus dedos para palpar con ellos su filo.

¿A cuál noble guerrero habría pertenecido? No tenía ninguna marca ni ningún grabado que aclarará quien había sido su dueño.

Jungkook miró el resto de la armadura: el cuello, los guanteletes, las mallas que rodeaba el cuello y parte del pecho. Sin poderlo evitar una imagen volvió a su mente, y como un torbellino de recuerdos volvieron a su memoria días lejanos de su adolescencia... y un nombre: Yeo Jin Goo. Casi que podía volver a sentir el aroma varonil que despedía aquél cuando sudaba durante los entrenamientos, y ese porte magnifico de hombre soberbio que le hacía parecerse tanto a... Taehyung.

¿Taehyung? No, pensó reprochándose esas ideas. No debía comparar a ese absurdo y loco príncipe con alguien como Yeo Jin Goo, absolutamente nadie era digno de compararse con su primer amor.

Se llevó la mano al pecho recordando aquel lejano sentimiento que a pesar de los años no había logrado enterrar del todo. Se preguntó en ese momento si Jin Goo volvería al saber de su secuestro. Quería pensar que sí, pero la verdad era que tenía dudas, y muchas.

Muchos años atrás también había creído que Jin Goo no lo abandonaría nunca y no fue así. De manera que no podía dar por sentado nada.

—Buenos días, Majestad. —Jungkook dio un respingo cuando una voz sonó a sus espaldas. De inmediato, volteó a mirar, y al hacerlo se encontró con la silueta de  Hyung Sik mirándolo embelesado.

—¿Como esta, Alteza? —Se obligó a responder. Bajó lentamente las escalerillas y sintiendo un extraño escalofrío se acercó hasta su acompañante. —Usted dirá para qué soy bueno.

“Para muchas cosas” ,pensó Hyung Sik, —Lo sé todo, —fue lo que salió de su boca.

Jungkook estrechó la mirada comprendiendo aquellas palabras. No necesitaba ser adivino para entender lo que sucedía.

—Ha leído la carta que le di para que entregara a mi consejero, Eun Woo... ¿Verdad?

—Así es. —Hyung Sik respondió a aquello sin intentar negarlo siquiera. Se acariciaba los nudillos mientras se acercaba peligrosamente hasta el doncel. Cuando detuvo su marcha, su cuerpo estaba tan cerca de él que este podía sentir su aliento sobre su rostro. —Sé que realmente no está de visita en este palacio —le dijo, mirándolo con lascivia,
—pero si quiere yo podría ayudarle.

Los ojos negros y molestos del tesoro de SiKje se clavaron sobre él. Estaba muy disgustado por la falta de respeto de aquel sujeto, y más, por lo que seguramente estaba pretendiendo.

—Usted es igual que Taehyung —le aseguró.
—¿Por qué debería aceptarlo a usted y no a él?... Deme una razón. —Hyung Sik sonrió lascivo. Se acercó un poco más hacía Jungkook y de un solo movimiento intentó tomarlo entre sus brazos.

Quiso sujetarlo con brusquedad pero el doncel haciendo gala de sus tremendos reflejos, lo tomó de un brazo antes de que los ojos de Hyung Sik pudiesen siquiera fijarse en el movimiento y girando su cuerpo mientras le daba una patada en la espinilla, lo tiró de espaldas contra el suelo. Acto seguido, se hizo con una de las espadas que blandían aquellas armaduras y llevando la punta de esta al cuello del abatido príncipe, le fulminó con la mirada.

—¿Sabe a cuantos hombres he degollado por intentar cosas menos osadas que la que usted acaba de realizar? —le amenazó desde lo alto. —No, no lo sabe y yo tampoco... Perdí la cuenta hace años.

Desde el suelo, Hyung Sik parpadeaba incrédulo y sudoroso. Aquella mañana había llegado a un acuerdo con Taehyung: Cuando le contó que sabía sobre el rapto de Jungkook y amenazó con delatarlo a los concejeros de Joseon, Taehyung había fingido temor y le había prometido que lo dejaría poseer a Jungkook si no contaba nada. Pero ahora sabía que todo había sido una trampa. Taehyung era consciente de las habilidades de ese hombre y sabía también que iba a defenderse y a humillarlo por completo.

—Me engañó —resopló, temblando como una campana. —Ese maldito me engañó.

—¿A quién se refiere?

—Se refiere a mí. —La figura de Taehyung entró al recinto, sorprendiendo a Jungkook. —Y usted no debería insultar estando en esa posición, príncipe Hyung Sik—le dijo, mirándolo con esa típica sonrisa de triunfo clavada en su rostro. —Pero no me miré así, que no es nada personal —aseveró. —Esto es solo para que aprenda a no chantajearme en mis propios predios. ¿De veras pensó que iba a entregarle en solo cuatro días aquello por lo que llevo luchando por más de cinco años?

En ese momento Jungkook retiró la espada del cuello de Hyung Sik y la llevó hasta la mejilla izquierda de Taehyung. La furia que destilaba su mirada parecía poder quemarle desde la distancia.

—¿Este es el juego del que me habló? ¿Es esto algún tipo de jugada? ¡¿Qué pretende?!

Hyung Sik aprovechó que se hallaba libre de amenaza para ponerse en pie.

—¡Están locos! ¡Están locos los dos! —exclamó aterrorizado antes de salir huyendo a toda prisa.

Entonces sucedió.

Jungkook bajó la guardia por unos minutos mientras veía salir a Hyung Sik en estampida y Taehyung aprovecho aquello para abalanzarse sobre él haciéndole soltar la espada. Jungkook trató de quitárselo de encima pero Taehyung hacía peso sobre él impidiéndole incorporarse.

—¡Suélteme! ¡Déjeme! —exigió mirando el talismán de su muñeca. —Si no fuera por esto que me ha puesto no me sentiría tan débil.

—¡Oh! ¿El talismán? —Taehyung volvió a sonreír.  —Pues te equivocas, tesoro. El talismán solo redujo un poco tu energía los tres primeros días en que lo llevaste puesto. Ahora solo sirve como un bonito adorno.  —acercó su boca a la oreja derecha de Jungkook. —Es como una marca personal para mostrarte que eres mío... Si no puedes zafarte de mi amarre, no es por el talismán, es porque en el fondo no lo deseas.

—¡Miserable, degenerado! —Jungkook se retorció sintiendo como su cuerpo se estremecía debajo de Taehyung. —Yo jamás, jamás seré suyo por voluntad propia.

—¿Entonces necesitas que te obligue? ¿Necesitas creer que ha sido a la fuerza?

—¡Será a la fuerza! ¡Es la única forma en que podría tenerme!

—No, no lo es, quiero tu consentimiento. —La voz de Taehyung sonaba segura.
—Pero si es la única forma como aceptarás esto entonces te complaceré ¡Guardias!

Cinco hombres armados entraron con espadas y grilletes. Taehyung y su guardia tomaron a Jungkook de ambos brazos y en un catre que se hallaba tirado en un rincón, lo esposaron de manos y pies.

—¿Qué es esto? ¿Qué es esto? —gritaba el rey mirando horrorizado las cadenas.

—Es lo que deseas —le respondió Taehyung antes de hacer salir a sus hombres y caminar con rumbo a la puerta. —Ahora eres realmente un prisionero.

A Yoongi y a sus hombres les tocó desviarse un trayecto bastante grande del camino habitual para poder entrar de nuevo en Jaén. A cada paso de sus caballos la panorámica que se dibujaba ante sus ojos era cada vez más espeluznante.

Seonghwa pasaba saliva pesadamente y temblaba como un bebé, a tal punto que Yoongi, temiendo que se cayera, lo pasó a su propia montura y lo llevó con él.

Cuando entraron a una de las primeras aldeas Jaenianas por las que encontraron paso, las corrientes de un rio desbordado sacaban cuerpos hinchados y verduscos hacia las riveras. Al alzar la vista se podían ver grandes aves en espera de bajar por su festín una vez que los zorros y los coyotes hubiesen terminado de devorar lo suyo. Sencillamente era aterrador, y conservar el estomago intacto ante el olor de la podredumbre y la muerte era casi una tarea imposible.

Yoongi estaba muy preocupado por su familia. No sabía en qué condiciones había quedado el palacio, aunque era poco probable que llegara al nivel de destrucción que tenían aquellas aldeas. Estaba seguro de que había poblados enteros desaparecidos o en ruinas. No se quería ni imaginar cuantos cultivos estaban perdidos y cuantos animales no serían carroñas también. Algunos aldeanos sobrevivientes le habían informado que mucha gente estaba migrando a Koryo o a Yurchen. Le decían que el puerto era un caos porque estaba medio destruido y que todos los días había más de un muerto en riñas de hombres que buscaban a toda costa una embarcación con la cual salir del reino.

Era obvio que la muerte estaba sobrecargada de trabajo, eso era evidente. Sin embargo, Yoongi notó que el instinto de supervivencia se conservaba intacto en aquellos aldeanos. Se veían pálidos, ojerosos y algunos muy enfermos, pero con todo y eso seguían trabajando y luchando por reconstruir lo poco que les había dejado el paso del huracán.

De repente, un grito se escuchó bajo aquel cielo despejado. Yoongi y sus hombres reaccionaron alarmados y fue entonces cuando vieron lo que pasaba: Un niño, pequeño, que no superaba mas de los cinco años, se agarraba con ímpetu a una rama que estaba a punto de quebrarse. Se había acercado por curiosidad a una corriente del desbordado rio y ahora esta amenazaba con arrastrarlo. Su mamá, un doncel jovencito y flacucho, comenzó a gritar despavorido.

—¡Mi hijo! ¡Por las Diosas, mi bebe!

Yoongi descabalgó por instinto bajo la mirada estupefacta de Seonghwa y la guardia. Veloz, corrió hacia la ribera y para horror de sus hombres se lanzó hacia la corriente justo cuando la rama de la que se sostenía el pequeño se rompió.

—¡Te tengo! —le dijo apresándolo a tiempo. El niño se agarró a él como a una tabla, y Yoongi comenzó a nadar contra la corriente con todo lo que sus fuerzas le daban. El capitán de la guardia y el resto de sus hombres llegaron con unos cáñamos que lanzaron hacia él, logrando sacarlo antes de que la corriente los arrastrara.

Mientras tanto, Seonghwa, que se había quedado pálido junto a la rivera, los vio salir sanos y salvos. Dio un suspiro al ver a Yoongi empapado subiendo de nuevo al camino con las gotas de agua escurriendo sobre su piel, brillantes bajo el inclemente sol de aquel día. Llevaba al niño en sus brazos y cuando la mamá del pequeño se abalanzó a los pies del príncipe, sollozante de agradecimiento, Yoongi le devolvió a su hijo con una sonrisa.

—No te preocupes, está a salvo. Pero no lo dejes jugar más con la corriente.

—Sí, mi señor. —El doncel alzó la cabeza y en ese momento se fijo en quien había sido el salvador de su hijo. Años atrás, antes de poder comprar su libertad, había sido esclavo del palacio y había conocido a la familia real.

Sonrojado de vergüenza cayó de rodillas al pie de su señor. La otra gente que se hallaba cerca se inquietó al ver aquello. Al ver a Yoongi y su corte, los aldeanos habían creído que se trataba de algún vasallo real pero cuando se acercaron más y repararon mejor en los estandartes, comprobaron que eran los escudos reales y que ese hombre era el propio príncipe Yoongi en persona.

—¡El príncipe Yoongi está aquí! ¡Es el príncipe Yoongi! —comenzaron a gritar atrayendo a una tremenda multitud. En solo unos minutos Yoongi y su comitiva se vieron rodeados por una marea humana que clamaba ayuda.

—¡Tranquilos! ¡Tranquilos! —Intentando que las cosas no se salieran de control, tomó la palabra. —Les aseguro que me apersonaré de la situación en cuanto llegue al palacio y me reúna con los concejeros. ¡Solo deben tener un poco de paciencia!

—¡¿Cuánta paciencia?! —La voz de un hombre se alzó entre los murmullos del gentío.  —¡Nos estamos muriendo aquí!

—¡Lo sé! ¡Se que la situación es precaria, pero...!

—¡Pero nada!

De repente los ánimos empezaron a calentarse. El populacho enfurecido gritaba consignas de protesta contra la familia real y la guardia tuvo que desenvainar las espadas para demandar orden. Yoongi, montado sobre su caballo otra vez, trató de calmar la situación intentando que lo escuchasen de nuevo, pero esta vez, la gente solo se contagiaba cada vez más y más de la rabia de unos pocos creando una pequeña turba que estaba dispuesta a lo que fuera.

—¡Tenemos hambre! ¡Tenemos hambre! —Se escuchaba por todas partes. Los aldeanos se empujaban unos a otros y varias veces estuvieron a punto de tumbar a Yoongi de su montura. Seonghwa, que se había pasado otra vez a su corcel, también había estado a punto de caer en más de una ocasión.

Cuando los gritos de la plebe empezaron a convertirse en verdaderos alaridos ensordecedores, el chico vio con horror como algunos aldeanos comenzaba a tomar las piedras del camino. Uno de ellos, un hombre robusto y curtido, lanzó una con todas sus fuerzas, y la piedra, veloz cual flecha, viajó por el aire con una trayectoria que la llevaba justo a la cabeza de Yoongi.

—¡Por las Diosas! —Seonghwa pegó un grito imaginando lo peor. Apretó los ojos con fuerzas para no ver lo que sucedería pero justo en ese mismo momento, un rayo de bioenergía, al parecer, salido de la nada, rompió en mil pedazos aquella roca y los enfurecidos aldeanos se silenciaron en el acto, aturdidos.

—¡Arrodíllense delante de su Alteza, partida de insensatos! —Una gruesa voz tronó entre el gentío y un sujeto desconocido que sostenía una bola de incandescente bioenergía en su diestra se aproximó veloz hacia el lugar donde se encontraba la turba.
—¡Detengan este vulgar disturbio si no quieren que los haga arder aquí mismo junto a lo poco que les quedó! —les amenazó con ojos furiosos.

Los iracundos alborotadores parecieron pensárselo mejor. La gente comenzó a dispersarse y aquel hombre apagando la esfera luminosa de su mano, llegó del todo hasta la altura de Yoongi y su guardia. Los soldados lo miraban con desconfianza, pero cuando el mismo príncipe les ordenó guardar sus armas, a los guardias no les quedó de otra que obedecer y dejar acercarse por completo a aquel desconocido.

—Muchas gracias, mi señor— dijo Yoongi reparando en el extraño sujeto. Era alto, fornido y tenía una barba de varios días. Vestía una túnica gris debajo de una capa negra y sus cabellos enmarañados como el ébano contrastaban con sus brillantes y seguros ojos.
—Me ha salvado la vida.

—Sí que me la debe. —El sujeto esbozó una enigmática sonrisa. —Y ustedes insensatos. —Volteo en su caballo dirigiéndose al pueblo. —Dejen que su alteza por lo menos se reúna con sus concejeros. ¡No solucionará nada si no le dejan por lo menos tomar el mando! ¡Los reyes no trajeron el huracán a ustedes! ¡Deben trabajar liderados por su príncipe, no tratar de matarlo!

Hubo otro silencio entre la muchedumbre y poco a poco los ánimos se calmaron por completo. El líder de la aldea apareció después de varios minutos y excusándose por el comportamiento de su gente, invitó al príncipe a departir con ellos algunos pocos pescados que habían logrado pescar durante la madrugada. No iban a ser suficientes pero Yoongi ordenó repartir unas provisiones que le habían regalado en Koryo y con ellas pudieron improvisar un almuerzo suficiente para todos.

Junto a las riveras del rio, alejados de la corriente, la comitiva real tomó una breve pausa. Se le dio de beber a los caballos y Seonghwa, junto a un par de donceles más, prendieron una pequeña fogata para cocinar el pescado.

Yoongi se sentó junto al hombre que le había salvado. Empezaban a comer cuando Seonghwa llegó junto a ellos y otro muchacho se acercó también.

—Debo agradecerle de nuevo por su ayuda —dijo Yoongi escupiendo una espina. —¿Puedo saber quién es y hacía donde se dirige?

—Mi nombre es Yeo Jin Goo y estoy buscando a su Majestad, el rey Jungkook de Joseon, Alteza —respondió el susodicho. Yoongi sintió que le sobrevenía una pequeña tos y rápidamente apuró un poco de vino que se había servido en un vaso.

—¡¿Yeo Jin Goo?! ¡¿Usted es Yeo Jin Goo , el antiguo regente de Joseon?! —Jin Goo sonrió y asintió con la cabeza. —Pero... —continuó Yoongi, —¿Por qué está buscando al rey Jungkook de incognito?

—¿Pero es que ustedes aun no lo saben? —El ceño de Jin Goo se frunció un poco. Estaba seguro de que si el príncipe Yoongi venía de Koryo ya debía estar al tanto del secuestro de Jungkook. Si la noticia ya se había regado por todo Yurchen, con más razón debía haber llegado a Koryo. —¿Aun no se sabe nada de lo recientemente ocurrido en Joseon? —preguntó tanteando el terreno. Yoongi supo de inmediato que se refería a la captura de Jungkook, pero prefirió no adelantarse.

—No sé qué ha sucedido en Joseon —respondió, a secas, —pero no ha de ser nada grave cuando Su majestad Jungkook se encuentra en Koryo de visita.

—¡¿Qué Jungkook está en Koryo?! —Jin Goo se puso de pie alarmando a sus acompañantes. —¡¿Usted lo vio?!

Yoongi asintió pasando otro trago de vino con pasmosa calma. Había estado en lo cierto. Jungkook había sido capturado por Taehyung y sus ministros seguramente habían dado aviso a Yeo Jin Goo para que lo buscara por los 5 reinos. Que las Diosas lo perdonaran pero se moría de ganas por saber que iba a pasar cuando ese hombre llegara a Koryo preguntando por su antiguo pupilo. El chisme iba a estar para alquilar balcón.

—¡Hongjoon, ven aquí! ¡De prisa! —El esclavo obedeció a Jin Goo llegando a toda velocidad. —Te quedaras con su Alteza y su guardia e irás a Jaén con ellos —le ordenó. —Yo me iré por Jungkook a Koryo.

El chico asintió gustoso. Desde que él y su señor Jin Goo se habían topado con los Jaenianos, sus ojos no habían podido desprenderse de Seonghwa. Aquel doncel le había robado por completo el aliento y estaba muy contento de poder seguir el camino a su lado.

De esta manera todos retomaron la marcha.

Yoongi cabalgó con su guardia mientras Hongjoon ayudaba a Seonghwa a subir a su caballo. Al hacerlo, sus manos tocaron con firmeza aquellas caderas y sus ojos miraron con intensidad la figura esbelta del doncel, el cual, le sonrió con coquetería. Media hora más tarde estaban fuera de la aldea, y Yeo Jin Goo cabalgaba a toda prisa con rumbo a Koryo.

Los concejeros de Jaén tenían que admitir que el joven príncipe los había dejado boquiabiertos. Las medidas de contingencia implantadas por Hyunjin fueron lo suficientemente efectivas como para evitar motines y expansión de pestes durante los primeros días subsiguientes al desastre. Sin embargo, con el paso de las horas la situación se ponía cada vez más pesada y aun habían muchas zonas donde era imposible el ingreso de los soldados.

Por ello, Hyunjin sintió un alivio enorme cuando vio la montura de su hermano atravesando las grandes puertas del palacio; tanto así, que no pudo esperar que ingresara sino que él mismo corrió hacia los establos y se abalanzó a sus brazos en cuanto lo tuvo a su lado.

—¡Bienvenido, bienvenido! —lloraba emocionado.
—¿Es cierto esto que veo hermano mío? ¿Las Diosas te han devuelto a mi?

Sonriendo, Yoongi lo alzó y lo giró en el aire como cuando era un niño pequeño. Hyunjin le devolvió la sonrisa dándole un corto beso en la mejilla; aquel era el saludo obligado de los hijos cuando sus padres llegaban luego de varios días de ausencia, y de esta forma el príncipe demostraba quien era para él su verdadera figura paterna.

—Feliz cumpleaños, vida mía. Aunque un poco atrasado —apuntó Yoongi dejándolo en el suelo otra vez. En ese momento notó que la mejilla de su hermano estaba un poco inflamada y su labio inferior tenía una pequeña magulladura. —¿Qué rayos te pasó? —gruñó irritado. A sabiendas de quien había sido el responsable. —¿Te golpeó, verdad? ¿Volvió a golpearte, no es cierto?... ¡Me va a oír!

—¡No, por favor! —Hyunjin retuvo a Yoongi colgándosele del brazo.
—Por favor vamos a olvidarlo no fue tan grave —le suplicó. —Por favor.

Yoongi suspiró pero complació a su hermano. Alzó su mano y curó aquel golpe de la misma forma como había curado a Jimin. Luego, entraron juntos a los salones principales del castillo y se encerraron en la sala del concejo. Hyunjin le mostró los informes que él y los concejeros habían elaborado al respecto del huracán, y Yoongi espabilaba incrédulo por las tremendamente sabias decisiones que había tomado Hyunjin en su ausencia. Al parecer su hermano podía, ante la adversidad, dejar de ser el malcriado que era y asumir responsabilidades con altura.

—¿Y por qué padre no tomo cartas en el asunto? Su nombre no aparece en ningún informe —quiso saber Yoongi. Hyunjin negó con la cabeza.

—Papá no ha abandonado su habitación desde el aniversario de la muerte de mamá. Su médico de cabecera dice que lo ve peor que en años anteriores.

Eso sí que no le agradó a Yoongi. Quería hablarle a su padre sobre su compromiso con el príncipe Jimin pero en ese estado sería mejor que no. Fue entonces cuando Hyunjin le preguntó al respecto, y Yoongi, sin poder ocultar su felicidad, se lo contó todo. Incluso el hecho de que a él también le habían solicitado en matrimonio.

—¡Hermano, todo es tan maravilloso! —El rostro de Hyunjin se iluminó. Las luces de las lámparas le daban más brillo a sus ojos.  —¿Dices que te casaras con Jimin y que Taehyung ha pedido mi mano?

—No. —Yoongi se apresuró en negar el malentendido. —Sí me he comprometido con Jimin pero no es Taehyung quien ha pedido tu mano... Ha sido el otro... Namjoon.

—¡¿Qué?! —Las facciones del doncel se ensombrecieron tan rápido como se habían iluminado antes. —¿Namjoon? ¿El campesino ese que recogieron los reyes y que se cree un príncipe? ¡No me casaré con ese recogido! —se negó rotundamente.
—¡No seré humillado de esa forma!

—Por supuesto que no, tranquilo. No te exaltes.

—¡Dime que le has dicho que no, hermano! ¡Dimelo!

Yoongi esbozó una sonrisa de triunfo, asintiendo feliz.

—Les he contado una pequeña mentirita —se inclinó hacia delante en su asiento en actitud cómplice. Hyunjin sentado frente a él entornó la mirada. —Les he dicho que aun no has tenido tu menarquía y que por consiguiente aun no te puedes casar. Ha funcionado de maravilla.

—Ya veo... —Los ojos de Hyunjin se extraviaron en los lacrados de su túnica y sus mejillas se tiñeron de carmín.

—¿Qué pasa? ¿Es que no te alegra? —preguntó Yoongi.

—No es eso —respondió Hyunjin. —Es solo que...
—Por un momento el muchacho pareció dudarlo, pero luego suspirando hondo, alzó la mirada y confrontó a su hermano.
—Lo que dijiste no es una mentira —confesó. —Yo aun no he tenido mi menarquía.

Aquello sí que Yoongi no se lo esperaba, y el gemido que salió por su boca dio cuenta de ello.

—¡Quería ir a los bailes, quería entrar en la corte! —comenzó a explicar Hyunjin, para excusarse por su mentira. —Por favor, perdóname hermano. Por favor.

—¡He recibido propuestas de matrimonio para ti! ¡Y estaba considerado algunas! —El rostro de Yoongi era ahora como una flama hirviente. La imagen madura y responsable que su hermano le había mostrado al llegar se había extinguido como la luz de un farolillo sin aceite.
—Hay que llamar a los médicos —dijo poniéndose de pie. —Tienes veintiun años, esto no debe ser normal.

Al oír aquello, Hyunjin se tensó. Se puso pálido y trató echar a correr a sus aposentos, pero Yoongi fue más veloz y lo retuvo llevándole el mismo a rastras por las escaleras mientras ordenaba a unos sirvientes que buscaran al médico del príncipe de inmediato. Media hora más tarde el galeno abandonaba la habitación de Hyunjin tras un exhaustivo examen. En sus manos tenía la razón del retraso en la fertilidad del chico.

—No sé por cuánto tiempo ha estado ingiriendo esto —informó mostrando a Yoongi la vasija de licor que Hyunjin escondía tan recelosamente, —pero es definitivo que le ha afectado el desarrollo. De todas formas no se preocupe, le he dado algo que le hará tener su menarquía dentro de algunas horas.

Yoongi abrió la botella examinándola con la nariz. Apretó fuerte los ojos al percibir el fuerte olor del licor y su corazón pareció encogerse de dolor.

¿Cuánto tiempo podía llevar  Hyunjin embriagándose como un tabernero y él sin darse cuenta? ¿Cuánto dolor escondía su hermano detrás de su fachada de insolencia? ¿Qué más cosas le ocultaba aquel muchacho de los infiernos? No lo sabía y en aquel momento le dio miedo preguntárselo.

Devolvió la botella al médico y entró a la habitación de su hermano. Hyunjin lloraba sobre las colchas y se apartó furioso cuando Yoongi intentó levantarlo. Entonces, a lo lejos, se empezó a oír el repiqueteo de muchas campanas; aquél era un sonido taladrante y ensordecedor, que en medio de la noche resultó crispante y aterrador.

Hyunjin se levantó sobre el lecho mientras Yoongi escuchaba aquel sonido con el corazón bombeándole en el pecho. Entonces dos concejeros pidieron permiso para entrar a la habitación de Hyunjin y entrando en ella se arrodillaron a los pies del heredero.

—Su Majestad... —dijeron con los rostros más serios que Yoongi hubiese visto jamás.

Hyunjin, pálido, se levantó a toda prisa de su cama, e imitando la postura de los consejeros se arrodilló a los pies de su hermano besándole la mano diestra.

—¡Que las Diosas lo bendigan Mi rey! —rompió en llanto, temblando notoriamente. Yoongi miró a todos los hombres arrodillados a sus pies y entendió por fin el significado del repiqueteo de las campanas: Su padre, el rey In Guk había muerto... y él era el nuevo rey de Jaén.

—¡Larga vida a Su Majestad Yoongi, el rey de Jaén —corearon todos en la habitación.

Continuará...


Hola gente bonita, dejo está pequeña nota para agradecerles su apoyo, muchas gracias por sus lecturas y bonitos comentarios, espero este llenando sus expectativas con esta historia. Es la primera vez que escribo fantasía y en serio no tenía idea de todas las cosas que hay que tener en cuenta para crear una historia con su propio universo, así que espero estar haciéndolo bien.

Por otro lado aprovecho para aclarar algo que había olvidado y es las edades de los príncipes.

Reino de Joseon

Rey Jungkook: 27 años.

Reino de Koryo:

Príncipe Taehyung: 28 años
Príncipe Jimin: 25 años
Príncipe Namjoon: 29 años. Si bien es el mayor de los hermanos, no puede ser el heredero al no ser un hijo biológico de los reyes.

Reino de Jaén:

Príncipe Hyunjin: 21 años
Rey Yoongi: 30 años

Reino de Kaesong:

Hyung Sik y Hyung Nil: 28 años, ambos.

Reino de Yurchen:

No tiene príncipes.

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