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El libro de las Diosas

En aquel campamento se sentía una horrible aura de muerte y maldad. Dentro de la tienda principal estaba, amarrado y vigilado, Hyo Seop, capturado días atrás mientras intentaba escapar con rumbo a las montañas. Estaba herido en el antebrazo derecho, con un corte profundo que ya no sangraba pero que sí lucía infectado.

Taehyung entró junto al lider de la guardia de aquel lugar. Los tres soldados que jugaban cartas mientras custodiaban al reo se pusieron de pie al ver al hombre encapuchado entrar, sin embargo, su lider, con un movimiento de mano, los tranquilizó a todos pidiéndoles que los dejaran a solas. Los hombres obedecieron marchándose y entonces Taehyung, más confiado, se bajó la capucha sorprendiendo a su acompañante.

—Príncipe Taehyung ¡Por las Diosas! —exclamó el soldado que casualmente era Koryano. De un movimiento se arrojó a los pies de su señor y se inclinó hasta el piso.  

—Por favor, párate, soldado —le pidió suavemente Taehyung haciéndolo incorporarse.
—Aun no es del conocimiento público que estoy vivo. Debo mantenerme oculto todavía, así que te pido que te portes con discreción ante esta noticia.

—Sí, mi señor. Como usted ordene.

A pesar del gran impacto, el lider de aquella guardia se puso de pie y acto seguido, lo hizo entrar hasta el otro lado de la carpa, donde, tras correr las gruesas cortinas que velaban al reo, hizo aparecer frente a su señor la imagen del doncel más buscado de los cinco reinos.

—Es él, mi señor.

—¿Es él? —Taehyung preguntó casi incrédulo, al ver a Hyo Seop con toda la apariencia de un pordiosero, amarrado con cáñamos a una viga de la carpa.

El guardia asintió.

—¿Duerme? —preguntó de nuevo.

—No Alteza —respondió el guardia. —Sólo está drogado con alguna especie de planta.

Taehyung se acercó entonces, para verle mejor. Casi no quería hacerlo porque sentía algo nefasto rodeando el aura de aquel hombre. Su minucioso escrutinio, le hizo ver las heridas de su enemigo mucho más de cerca y notar cosas que se le habían pasado por alto en la primera impresión.

—Tiene la ropa algo descocida —fue una de las cosas que notó en su inspección. —¿Es posible que haya sido ultrajado aquí o durante el camino? —preguntó con seriedad.

—Imposible, mi señor —respondió, el soldado que le escoltaba. —Ni mis hombres ni yo aprobamos ese tipo de acciones —aseguró. —Usted nos entrenó bien, nos enseñó el respeto por el enemigo.

Sonriendo a modo de disculpa, Taehyung se agachó para tomar entre sus manos el rostro del prisionero. Lo alzó lentamente como si no quisiera llegar a descubrirlo jamás, pero en ese mismo momento, pareció salir de su trance y alzó el rostro.

Taehyung palideció al verle. Tal como ya sabía, ese malnacido era demasiado parecido a Hyunjin. Tenían casi él mismo rostro con pequeñas y casi imperceptibles diferencias; la más notoria era la expresión de los ojos. Hyo Seop tenía una mirada siniestra y escabrosa, mientras que su hijo, siempre había tenido una mirada viva, poderosa y cargada de pasión. Eran tan similares y a la vez tan diferentes.

Hyo Seop también se puso rigido a pesar de su obnubilación. Sus ojos, agiles y crueles, se abrieron de par en par. Ahora sentía lo mismo que había hecho sentir a los demás con su "retorno" a la vida, al estar contemplando al supuestamente muerto.

En medio de su desconcierto trató de hablar, decir algo que le pusiera en evidencia que aquello no era un sueño. Sin embargo, no logró articular ninguna palabra y sólo le quedó como último recurso, jadear con pesadez.

Taehyung sonrió por ello. Había sorprendido de mala manera a ese malnacido y eso lo ponía de excelente humor. Tomó una silla y se sentó cerca de él, esperando a que éste finalmente dijera algo. Cuando pasaron cinco minutos y su prisionero aún no hablaba, decidió entonces que era su deber comenzar con aquello.

—¿Te sorprende verme? —preguntó con una sonrisa en sus labios y un destello fugaz de sus ojos. Por toda respuesta, Hyo Seop emitió un sonido que pareció una especie de gruñido y su respiración se hizo más densa. —¿Qué pasa? ¿Quieres decirme algo?

—Tú... tú estás muerto.

—Y tú también —le recordó Taehyung al otro hombre esbozando una ligera sonrisa. Ante esas palabras, Hyo Seop se sacudió un poco más, casi que intentando ponerse de pie, pero desistió de ello al darse cuenta de que estaba muy bien amarrado. No estaba seguro pero lo más probable era que Hyunjin, antes de morir, o alguien más, hubiese usado la amatista de plata para traer a Taehyung de nuevo a la vida. No podía ser de otra forma.

—Fuiste revivido con la amatista de plata, ¿verdad? —cuestionó entonces con una voz cavernosa, como si fuese un reproche. —Te revivieron con la amatista, lo sé. ¿Fue Hyunjin quien lo hizo?

Taehyung sonrió sin comprender nada. Esa droga tenía a ese infeliz diciendo tonterías. ¿Por qué Hyunjin iba a tener, la amatista de plata con él? ¿Y a quién se la había entregado antes de morir?

Era una locura.

—Por favor, —acechó acercándose un poco más al Yurchiano en pose amenazante. —Estas diciendo ridiculeces. ¡Tú tienes la amatista de plata! ¡¿Cómo rayos iba a usarla Hyunjin?!

—¡Yo no tengo la amatista de plata! —farfulló el otro hombre disgustado, casi enloquecido recordando aquello. —La puse en el abrigo con el que envolví a mi Hyunjin. Él se la llevó consigo —confesó con un hilo de voz antes de tirarse sobre la tierra, estallando en roncos sollozos.

Taehyung se puso de pie. ¿Qué era lo que estaba diciendo ese infeliz? Lo peor de todo ¿Sería verdad? Miró enseguida al guardia como pidiéndole una explicación, pero éste sólo se encogió de hombros sin saber nada.

—Es la razón por la que lo drogamos, mi señor —comentó el soldado mirando al reo revolviéndose de dolor sobre la tierra. —No hacía otra cosa que suplicar porque reviviéramos a su hijo con una piedra mágica. Gritaba como un loco.

—¡Es un loco! —exclamó Taehyung mirándolo también. —Una aberración mejor dicho. Has escuchado, miserable. Eso es lo que eres, una aberración.

Hyo Seop escuchó las palabras de Taehyung con atención, deteniendo su llanto. Los insultos del Koryano le recordaron a la forma en la que Jungkook lo había llamado también. Su sangre hirvió de furia.

Ese maldito rey era el culpable de todo. ¡De todo! Por culpa de su obstinada resistencia había tenido que llegar a esos extremos y ahora su hermoso Hyunjin estaba muerto. Su alma se retorcía pensando en su hijo, en su precioso y adorado Hyunjin.

Lleno de rabia se incorporó de nuevo, con el rostro sucio de polvo y lágrimas y entonces sucedió algo extraño. Taehyung y su guardia miraban todo atentamente, cuando de repente el hombre, antes envuelto en llanto, comenzó a reír de forma descontrolada. Sus ojos siempre agudos y letales se llenaron de un brillo feroz y todo su cuerpo se tensó cual cobra a punto de atacar. Era horrible.

—¿Asi que piensas que soy una aberración? —preguntó el doncel comenzando a permitir que una sonrisa escalofriante se posase sobre su rostro.

Taehyung no respondió nada. Solo se quedó mirándolo en silencio.

—Si yo soy una aberración... ¿Qué es entonces el rey Jungkook? —continuo diciendo el doncel con lo que parecía ser una malvada satisfacción en sus facciones, —Jungkook también es el resultado de un deseo concedido por esa piedra —soltó con desdén. —Es un fruto prohibido y envenenado.

—¡Cállate!

—¿Por qué crees que tu amado tesoro enloquece así a los hombres? ¿Por qué crees que los lleva a la muerte? ¿Ah? ¡Responde! Está maldito igual que esa amatista. Está maldito porque todo el que lo ama está condenado a morir. Mató a sus padres que condenaron sus almas para poder engendrarlo, mató a todos los hombres que lo han amado y también va a matarte a ti. Morirás, Taehyung. El amor que sientes por ese hombre te va a consumir y te va a matar. ¡Estas condenado!

—¡Jungkook no está maldito, miserable! ¡Cállate! ¡Cállate ya!

—¡Mi señor, por favor, contrólese! —El soldado de la guardia tuvo que intervenir deteniendolo, cuando éste, preso de rabia y descontrol, intentó agredir al prisionero. Hyo Seop rio satisfecho viendo el desequilibrio que había provocado en el varón, que temblaba entero.

—Jungkook va a llevarte a la muerte, —repitió con desdén. —Tu amor por él te consumirá hasta que expires, igual como lo hace esa piedra. Jungkook y la amatista de plata son lo mismo, una trampa mortal.

—¡Bastardo! ¡Perro! —Taehyung perdió del todo la paciencia y soltándose del amarre de su guardia, alcanzó el cuello de aquel malnacido con una furia casi anormal, aunque al momento fue de nuevo detenido por el soldado que lo acompañaba.

—¡Cálmese, mi señor! Este desgraciado sólo quiere provocarlo. ¡Por las Diosas, contrólese!

—¿Lo ves, Taehyung? ¿Ves cómo te enloquece ese hombre? —siseó Hyo Seop, ahora completamente lucido, como si el efecto de la droga hubiese pasado del todo. —Jungkook va a matarte como lo ha hecho con todos —rumió destilando su veneno, —te acordaras de mí.

Entonces, resoplando mientras recuperaba el aplomo, Taehyung se alejó de él, caminando en círculos dentro de la tienda hasta sentirse más tranquilo de nuevo. Cuando sintió que recuperó la sensatez, con calma se acercó una vez más hasta el doncel y mirándolo con furia contenida le habló:

—Tú serás quien va a recordarnos a todos dentro de dos días cuando te subamos en la horca, asqueroso, malnacido.

Hyo Seop lo miró por algunos instantes, pero inmediatamente después volvió a sonreír.

—¿En serio?

—Totalmente en serio.

—¿En serio piensas que en dos días voy a estar colgado en la horca?

—Puedo apostarlo.

—Mejor no apuestes nada, cielo.

Taehyung no entendió bien que podía querer decir ese miserable y por qué rayos estaba tan calmado, pero luego, cuando el mismo Hyo Seop le dijo que  había capturado al rey Jung Hyung en Yurchen y estaba siendo torturado por sus hombres, no pudo hacer otra cosa que quedarse frio. Así que lo que venían presintiendo semanas atrás era verdad. ¡Su padre estaba en manos de los Yurchianos!

—No puede ser —jadeó como si hubiese perdido su último aliento. —¡Tú tienes a mi padre! ¡Eres un malnacido!

—Y tú eres tan imbécil como Jung Hyung —replicó mirándolo con deleite. —Tu padre y tú no sólo se parecen en que son guapos, ambos son igual de manipulables y estúpidos. Parece que después de todo algo tengo en común con ese perro de Jungkook. Ambos logramos poner a los varones a bailar como trompos en nuestras manos.

—¡Malnacido! —Temblando de rabia, Taehyung lo miró, sin poder replicarle ni una sola palabra. Aquello era verdad, era una cruel verdad.

Con aquel caballo que no lo reconocía y que durante el trayecto casi lo tumba varias veces, Jungkook logró llegar hasta las ruinas de Daei-ri seguido por sus hombres.

A pesar de las advertencias de su médico, las cuales le aconsejaban permanecer en cama unos días más, el rey no dudó en partir hacía aquel lugar, apenas le informaron que la ubicación exacta del libro de las Diosas, había sido descubierta.

Agazapado en su abrigo de búfalo, vio los arcos a medio levantar y el fondo sucio y casi desplomado, de lo que había sido, hacía unos quinientos años atrás, uno de los templos más hermosos de Koryo. Deambuló con su caballo varios minutos, antes de encontrar un sitio para amarrarlo, justo en medio de dos altos postes desplomados, para ir a confirmar aquello con sus propios ojos.

Descendió jubiloso, sintiendo su sueño a punto de realizarse. Una vez tuviera ese libro en sus manos, la posibilidad de traer de nuevo a la vida a Taehyung, obligando a Hyo Seop, a pedir aquel deseo con la amatista, era una realidad latente. Suspiró con todos sus alveolos la fría brisa de aquel atardecer.

Pronto su amado Taehyung respiraría de nuevo también. Podría verlo aunque fuese a lo lejos, deleitarse en sus ojos y en esa ronca pero dulce voz, que nunca había dejado de sonar en su cabeza. "Tesoro, tesoro" repetía siempre en su mente haciéndole olvidar sus penas y congojas. Luego ya vería cómo hacer para recuperar el libro tras dejárselo a Hyo Seop a cambio de revivir a Taehyung.

Ya encontraría la forma de evitar que ese horrible hombre se convirtiera en un Dios. Era por eso que tenía que leer muy bien aquel libro antes de canjearlo con él. Sabía el idioma de las Diosas, lengua en la que se encontraba codificado ese misterioso libro. Sabía leer como las Deidades y usaría eso para encontrar la forma de conjurar algo que evitase  que Hyo Seop llegara a su objetivo.

Entonces, recordó en ese momento, la extraña leyenda que se encontraba escrita en el reverso de la cinta que solía usar en su frente. Si su memoria no le fallaba, decía algo como: "Cuando lo divino y lo humano se mezclen, se reescribirá el destino".

¿Qué podía significar aquello?. Lo divino sin duda eran las Diosas y ellos, los humanos, pero ¿Cómo era que dos cosas tan distintas se iban a mezclar? ¿Sería posible que en aquel extraño códice de las Diosas, se estuviera revelando algún misterio? Un humano convirtiéndose en Dios podia ser la respuesta, o tal vez, una Diosa, una Diosa convertida en un humano.

Sacudió la cabeza. Ambos pensamientos eran demasiado blasfemos para su gusto. Se le antojaban prohibidos y exageradamente impíos. Sin embargo, no tuvo que seguir especulando porque en ese momento uno de los soldados que le acompañaba pegó un grito victorioso.

—¡Lo he encontrado! —dijo el sujeto lleno de júbilo y complacencia mientras salía de una profunda bóveda que estaba en toda una esquina. Jungkook no esperó más para correr hacia aquel lugar. El sol tímido que empezaba a ocultarse ya, iluminaba sus pasos entre los restos de piedra, hasta que llegó junto a su súbdito, que en ese momento era ayudado por un mecanismo de improvisadas poleas para salir de aquel profundo agujero.

Una vez fuera, el hombre comenzó a toser, sacudiéndose la tierra y el polvo dejados durante su valiente cruzada subterránea. Su barba empolvada, sin embargo, no logró ocultar la magnífica sonrisa que apareció en sus labios, cuando levantó su abrigo y sacó un desvencijado y casi deshojado libro que le mostró a su señor.

—Es el libro de las Diosas, Mi señor.

—¿El libro de las Diosas? ¿Este es el libro de las Diosas?

Totalmente sorprendido y sin más palabras, tomó aquel libro entre sus manos y lo observó con cautela. Le parecía increíble que ese compendio de hojas amarillas, cosidas a un cuero de vaca, fuera el legado de las Diosas a los hombres. Él se esperaba un brillante tomo enchapado en oro, con diamantes y fina pedreria incrustada, pero nunca cruzó por su mente encontrarse con un manuscrito apolillado que amenazaba con volverse polvo en cualquier momento.

—Esto es una locura —susurró para sí mismo sosteniendo el libro con extrema precaución, y no precisamente porque fuera sagrado. Con tremendo cuidado lo abrió y pendiente de que el aire y el frío, no volaran ninguna hoja, constató que a pesar de las apariencias, aquel libro si era realmente lo que estaba buscando.

En la primera hoja estaba el retrato de las Diosas, el mismo que años después fuera reproducido por artisticas manos en la cúpula del templo de SiKje: Las Diosas llorando en una noche estrellada y sus lágrimas convirtiéndose en humanos. Era el mismo retrato, sin colores ni detalles, pero el mismo.

Jungkook pasó otra hoja, tratando de repasar rápidamente el contenido antes de partir y ya iba llegando casi a la última página cuando algo inquietante lo sobresaltó:

—"El tesoro de SiKje, que nadie ose tocar".

Casi quedó sin aliento al leer aquella frase, y tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano para no soltar el libro. Sus ojos visualizaban aquello casi con horror, y su mente pareció nublarse por breves momentos.

¿Por qué ese manuscrito de más de dos mil años de leyenda y antigüedad hablaba sobre él? ¿Por qué se le mencionaba en un libro tan antiguo que le precedía en milenios a su nacimiento?

Con todo el cuerpo temblándole sin control, miró hacia el cielo con un horrible desasosiego en el corazón. Ahora no tenía ninguna duda: Ellas, las Diosas, desde lo alto, lo habían planeado todo.

Durante aquellos días, Jungkook se dedicó por completo al estudio del libro de las Diosas. Lo estudió hoja por hoja, detalle a detalle, pasaje por pasaje. Sin duda estaba ante un libro prohibido, pensaba al repasar sus páginas, pues en sus milimétricas traducciones había dado con el apartado que trataba sobre el conjuro para convertirse en Dios y era horriblemente blasfemo.

—El rito de sangre —tradujo repasando minuciosamente, los requisitos de aquel extraño ritual, que justamente consistía en un sacrificio humano. Según lo que había leído y confirmado luego, para convertirse en un  Dios, el aspirante debía realizar un sacrificio a SiKje y derramar por completo la sangre de un ungido consagrado a ella, era la principal condición.

Jungkook sintió el mismo escalofrío que tuvo cuando leyó aquello por primera vez; él era el único ungido a SiKje que quedaba pues los demás ungidos que aún existían estaban consagrados a Lattifa.

Suspiró saliendo de la tienda, no sin antes guardarse bien el libro entres sus ropas. Por más escalofriante que sonara, aquello era perfecto. Si él era necesario para que ese miserable de Hyo Seop, obtuviese la divinidad, entonces estaba en una ventaja envidiable. Aquello significaba que de una u otra forma ese Yurchiano apestoso tendría que venir por él para obtener su sangre y entonces...

Sonrió sin poder evitarlo, eso sonaba temerariamente divertido.

—¡Oficial! —exclamó llamando a su guardia principal que de un solo movimiento se posó frente a él. —¿Has reunido a los hombres? —le preguntó mientras montaba en su caballo ajustando su espada. —No quiero perder más tiempo en reunirme con mi esposo.

—Sí, mi señor. —El guardia asintió llevando a su rey hasta el final del campamento, justo hacia el lugar en donde los demás hombres lo esperaban. Por las noticias recibidas días atrás, en mensajes enviados por Jin Goo, Joseon había sido recuperado parcialmente, pues eran ahora los Koryanos y Kaesonginos los que por órdenes de Jimin y Hyung Nil, respectivamente, se negaban a salir del reino.

A Jungkook casi le da un soponcio al enterarse de aquello; es decir, estaba agradecido por la ayuda prestaba por ambos ejércitos en la liberación de sus principales aldeas, pero eso no significaba que iba a permitir que le robaran sus tierras en sus propias narices. Joseon había defendido su soberanía por siglos y no sería durante su reinado que colapsaría como reino independiente. Sobre su cadáver su reino sería anexado y convertido en principado o en un miserable ducado. ¡Sobre su cadáver!

—Muy bien, —dijo en ese momento, poniéndose de nuevo frente a su ejército. —Partiremos en este mismo momento y no haremos pausas hasta llegar al palacio. ¡Somos un ejército fuerte y no nos dejaremos vencer! ¡Joseon nos pertenece!

—¡Joseon nos pertenece! —corearon sus hombres levantando sus espadas, haciéndole sonreír. Jimin podía ser el hermano de Taehyung y todo lo que quisiese, pero si tenía que manchar sus manos con su sangre por defender lo suyo, lo haría.

Namjoon no se lo podía creer. No había querido golpear a Taehyung de aquella manera pero no había podido contenerse. Ahora, un poco más calmado, comprendía que su hermano no había tenido más opción al momento de tomar aquella terrible decisión, sin embargo aún no dejaba de dolerle.

Por lo menos habían recuperado a Jung Hyung, pensó mientras afilaba su espada. Otra perdida más en su vida le habría significado la completa locura, así que estaba agradecido con las Diosas de que su padre hubiese sido recuperado a salvo.

—¿En cuántos días crees que se recupere? —le preguntó de repente a Taehyung, viendo la figura de Jung Hyung sobre el catre de su tienda. El rey Koryano estaba bastante enfermo y delgado, lleno de pequeñas heridas que lucían infectadas; lucía completamente diferente al elegante hombre de meses atrás.

—No lo sé —contestó Taehyung poniéndose de pie, chasqueando la lengua. Estaba muy fastidiado también por haber tenido que canjear a Hyo Seop por su padre.

¡Rayos! Lo había tenido tan cerca y no había tenido más opción que dejarle ir para que a cambio le entregase a su padre con vida. ¡Se sentía fatal!

—¡Vamos, Taehyung! No te pongas así —volvió a hablar  Namjoon dejando su silla. —Ya entendí que no tuviste más opción —le consoló colocándole un mano en el hombro. —Sé que te golpeé y te recriminé pero ahora te comprendo. Sólo comprende mi situación también, por culpa de ese infeliz perdí a mi encanto. ¡Quiero destrozarlo con mis propias manos!

—Si, lo sé. —Taehyung bufó con algo de desesperación. Namjoon no era el único que quería acabar con ese desgraciado, Todos, absolutamente todos en aquel campamento querían ver sufrir a ese maldito y por eso les frustraba tanto que el infeliz se hubiese vuelto a salir con la suya.

—Por el momento que goce de este pequeño triunfo —tomó de nuevo la palabra Namjoon, —que lo disfrute todo lo que pueda, porque yo no voy a descansar hasta encontrarlo y cuando lo haga, voy a cortarlo en muchos trocitos con los que luego alimentaré a los perros. ¡Y no hablo metafóricamente!

Taehyung asintió, él también quería deshacerse de esa rata de forma sádica y cruel.

—Estoy preocupado, —dijo entonces sentándose sobre una butaca de madera que había junto al catre. Namjoon lo miró inquisidoramente.

—¿Preocupado? —preguntó frunciendo el ceño.
—¿Preocupado por todo este desastre o por algo en especial?

—Estoy preocupado por Jungkook —respondió Taehyung. —Tengo un extraño mal presentimiento.

—¿Un presentimiento?

—Si, una sensación extraña. Puede que solo sea sentimiento de culpa, pero tengo la sensación de que haber dejado escapar a Hyo Seop tendrá consecuencias graves para la seguridad de Jungkook, para la de él y la de mi hijo.

—¿Tienes alguna idea en concreto sobe lo que podría pasar?

—No, no la tengo —admitió Hyo Seop. —Pero ahora que Hyo Seop ha perdido sus poderes temo que sus instintos criminales y de venganza se hayan incrementado.

—¿Ha perdido sus poderes?

Ante la pregunta de su hermano, Taehyung alzo la cabeza recordando que Namjoon no sabía aquello.

—Es cierto, tú no lo sabes. Hyo Seop perdió sus poderes el día del rapto de Hyunjin —le contó. —Con todo esto se me había olvidado contarte, pero es la verdad. Hyunjin logró bloquear sus poderes antes de morir. Lo dejo indefenso como una palomita.

—¡Qué! ¡¿En serio?!

Namjoon abrió mucho los ojos. Taehyung estaba en lo cierto ¡El no sabía eso!

—Si, —volvió a afirmar Taehyung. —El día que fue raptado, logró bloquear los poderes de su mamá con un poderoso conjuro. En pocas palabras, Hyo Seop ahora sólo depende de encontrar primero el libro de las Diosas para poder cumplir sus planes.

—¿El libro de las diosas has dicho? —Al escuchar sobre aquel libro, Namjoon dio un respingo. Taehyung asintió.

—Si, —respondió con un suspiro. —Estoy esperando que Jungkook lo encuentre para poder revelarme ante él. Según Hyung Nil, una vez tenga ese libro no habrá problema para que yo le diga toda verdad. Podré decirle que estoy vivo, y que quiero recuperarlo.

—¿Entonces qué estás esperando? ¡Por las Diosas! —Taehyung no esperaba que antes su comentario su hermano se pusiera de pie repentinamente y lo tomara fuertemente de las solapas de su camisa.

—¿Qué pasa? ¿Qué sucede? —se estremeció ante la sorpresa.

—¿Cómo que qué pasa? ¿¡Y lo preguntas!? —replicó Namjoon con una gran sonrisa. —¡Pasa que él ya encontró el libro de las Diosas! Los espías que tengo en el campamento donde él está, lo descubrieron y me pusieron en sobre aviso. No te había dicho nada porque lo olvidé con todo el ajetreo de Hyo Seop y el intercambio de nuestro padre, pero es seguro. Jungkook ya tiene el libro en su poder.

Taehyung se puso lívido con la noticia, tomó una bocanada de aire y antes de que el otro príncipe pudiera evitarlo descargó un golpe tremendo sobre el rostro de su hermano. ¡¿Cómo era posible que no se lo hubieran dicho antes?! ¡¿Acaso no sabía todo lo que había esperado por aquel momento?! ¡¿Desde cuándo lo sabía?!

—¡Oye! —Namjoom se sobó el golpe. —¡Estamos en medio de una guerra, ¿sabes?! ¡Nuestras vidas ya no giran en torno a ti y tu adorado "Tesoro"!

Taehyung suspiro.

—Tienes razón. ¡Pero, vamos! ¡Es una tremenda noticia!

—Si... ya sé que es algo importante que debi comentar antes. Pero estoy ante una gran carga. Estamos en guerra, tengo a mi recién nacido que aún está luchando por sobrevivir y para rematar, acabo de perder a mi esposo. Tenga la cabeza en muchos sitios.

—Si, lo sé. Perdóname, no quise ser tan egoísta pero, Diosas, esto es tremendo.

—¿Entonces, qué esperas? —volvió a sonreir Namjoon. —Ve pronto a su encuentro, ve a decirle que estas con vida y que lucharás por él. Busca tu segunda oportunidad. Hazlo tú, que aún puedes.

—Sí, sí. ¡Por las Diosas, sí que lo haré! —Feliz por aquel consejo, Taehyung asintió. Iba a hacer justamente eso, iba a ir junto a su tesoro y le diría que no pensaba apartarse más de su lado; que no le interesaba que fuera un hombre casado, que no le interesaba su promesa a SiKje, que no le interesaba nada, excepto pasar el resto de su vida junto a él y a su hijo. —Si voy a hacer eso. Voy a buscarlo —aseguró entonces tomando su espada dispuesto a marcharse. Ya estaba corriendo a la entrada de la carpa, cuando la voz de Jung Hyung, que acababa de despertar, impidó su marcha.

—Woo Seok... Woo Seok... —llamaba entre gritos desesperados, el rey Koryano, haciendo que sus hijos llegaran a su lado.
—Woo Seok, perdóname.

—Padre, ¿te encuentras bien?! —Namjoon fue el primero en llegar a su lado tirándose junto al catre, seguido de Taehyung.

Ambos príncipes miraron al rey esperando respuesta. Jung Hyung asintió. Le dolía mucho la cabeza y todavía tenía calentura, pero por lo menos estaba despierto por primera vez en muchas horas.

—Hijos mios, —dijo en ese momento, mirando a sus hijos con infinita ternura.
—Taehyung, hijo de mi corazón —sollozó abrazando con dulzura a su primogénito.

Desde la noche de su entrega lo sabía con vida, pero tan sólo hasta ese momento tenía la oportunidad de tenerlo entre sus brazos de nuevo. ¡No podía creerlo!. —Hijos de mi corazón —repitió un momento después, completamente abrumado por el llanto.
—¡Perdóneme por haber sido tan tonto!

Taehyung y Namjoon miraron a su padre con compasión y comprendieron muy bien a qué se refería. Ya no había ningún secreto que ocultar, ni ningún misterio que tapar.

—No te preocupes, padre,
—lo consoló entonces Taehyung, sonriéndole al apesadumbrado hombre.
—Las cosas del pasado, será mejor enterrarlas. Ahora hay nuevas cosas en qué pensar. No pienses más en ello.

—No es así, —replicó Jung Hyung. —Ya lo he entendido todo. Woo Seok usó esa piedra, la tal amatista de plata, para vengarse de mí. Esa piedra maldita lo complació de la manera más retorcida posible. Hyo Seop, el hombre que tanto amé, vive. Vive y es un monstruo, aunque siempre lo fue. Ahora puedo verlo.

Namjoon y Taehyung miraron a su padre con mucha lástima. Jung Hyung sonrió tristemente otra vez. La barba de muchos días, le hacía ver tan viejo y cansado como su alma. Le hacía verse miserable.

—Tu mamá pidió un simple deseo, —continuó explicándole a sus hijos. —"Quiero que Jung Hyung sufra", fue lo que pidió.

—Lo que significa que nunca pidió expresamente revivir a Hyo Seop, —comprendió Taehyung con un suspiro.

—Así es —añadió Namjoon. —Parece que esa piedra extraña cumple los deseos de formas muy tergiversadas y crueles.

—Hyo Seop necesitaba volver a la vida para que yo sufriera tanto como sufrió Woo Seok —Jung Hyung tomó de nuevo la palabra. —Necesitaba volver a la vida para mostrarme lo idiota que fuí al desperdiciar el amor sincero que Woo Seok sentía por mi, por dedicarme a soñar con estar  al lado de un monstruo repúgnate como Hyo Seop.

Taehyung abrazó a su padre sintiendo verdadera pena por él. Durante un rato le obsequió palabras de consuelo diciéndole que aún estaba a tiempo de resolver las cosas con su mamá, que luchara por reconquistarlo.

Pero Jung Hyung negó con la cabeza. Había cosas imposibles de enmendar, irreparables. El amor roto, era una de ellas.

—No, es imposible, —dijo finalmente con una seguridad espeluznante.
—No será así, —sonrió para sí mismo, burlándose de su propia persona. —Woo Seok es mi esposo, la madre de mis hijos y yo le falle, le fui infiel y no solo con Hyo Seop, lo engañe muchas veces, nunca va a perdonarme y ese será mi castigo. La amatista ha cumplido su deseo y no se podrá deshacer. Esa piedra es poderosa y cruel, tanto que parece humana.

Ante aquella última reflexión del rey, todos guardaron silencio. ¿Cómo era posible que un simple y aparentemente insignificante deseo, hubiera acarreado todo ese desastre? ¿Sería verdad que esa joya había sido capaz de crear toda esa serie de desgraciados eventos con él único fin de cumplir el deseo que se le había pedido?

Los tres varones se llenaron de inmenso terror. Esa amatista era algo oscuro y peligroso, algo con lo que sin duda no se debía jugar. Debían tener mucho cuidado, posiblemente aún faltara lo peor por suceder.

Jungkook y Jimin se miraban con tanta intensidad que parecía que pudiesen cortar el aire entre ellos. No tenían nada que decirse excepto que se despreciaban. Aquel otro sentimiento de simpatía que había nacido entre ellos meses atrás, cuando se conocieron, había quedado ahogado por tanta intriga y sucesos desfavorables.

Jungkook sabía que Jimin no le perdonaría jamás por la muerte de su hermano y él no le perdonaría tampoco al ahora rey consorte Jaeniano, el haber intentado, traidoramente, robarle su reino.

—Jimin —habló finalmente mientras daba un rodeo por la recamara donde se hallaban. Había pedido quedarse a solas con el otro rey y éste no había tenido inconveniente en complacerlo, a pesar del temor de Hyung Nil.

—Te escucho —respondió cruzándose de brazos. No sabía que tenía para proponerle ese perro, pero fuera lo que fuera no pensaba dar su brazo a torcer.

—Jimin —Jungkook repitió acercándosele, —se que me odias —le dijo usando un tono que hacía ver que aquello no le importaba en lo absoluto. —Se que me odias y eso me tiene sin cuidado —continuó, —pero lo que sí me importa, y mucho, es tu osadía de creer que me vas a quitar mi reino.

—¿Con qué su reino? —Ante aquel comentario Jimin sonrió socarrón. No pensaba quitarle su reino. ¡Ya lo había hecho! Jungkook pareció leer su mente y sonrió. Todavía había mucho por decir.

—Por tu forma tan fanfarrona de comportarte frente a mí he de suponer que te sentirás un vencedor, —dijo entonces con mucha más osadía. —Pero te equivocas. Puede que me hayas dejado sorprendido con tu astucia y con tus nuevos bríos ante la adversidad, pero conmigo te equivocaste. No soy un novato, en cuanto a astucia y temeridad te dejo en pañales.

—¿En serio? —replicó Jimin —¿Y qué piensa hacer para convencerme de entregarle el reino? ¿No me diga que usara a su hijo? —apuntó mirándo el vientre de Jungkook con fastidio. —Le advierto que eso no funcionará, estoy seguro que ese niño no es de Taehyung. Puedo apostarlo.

—Por supuesto que no es de él —Jungkook mintió con una frialdad magistral. —El niño que espero es de Jin Goo, de mi marido, y no lo necesito para hacerte ceder, para lograr que me dejes en paz sólo necesito hablarte de tu querido hermano, de tu preciado Taehyung.

—¿Qué dice? —La forma tan despectiva como mencionó a Taehyung le heló la sangre. ¡Ese miserable era peor de lo que se había imaginado!, pensó en ese momento sin poder evitar un arrojo de ira. —¡Mi hermano lo amaba! —exclamó al instante lleno de rabia, tocando la empuñadura de su espada. Si no fuera por el niño que ese desgraciado llevaba en el vientre, no hubiera aguantado las ganas de desenvainarla.

Pero a pesar de esto, Jungkook no se crispó en lo más mínimo. ¿Acaso Jimin pensaba que él no sabía defenderse? ¿Acaso no conocía de sobra su leyenda? Sus labios se curvaron en una sonrisa y todo su cuerpo pareció tentado a sacudirse de risa. Jimin lo miraba con ira. Jungkook se aproximó un par de pasos y miró la espada de Jimin, aún en su vaina. Sus ojos, destellaron divertidos.

—No seas patético, Jimin —se burlo el rey Joseonano.
—Llevo toda mi vida peleando con hombres más versados que tú en el arte de la espada. Peleaba incluso cuando Joseon estaba en paz. ¿Crees que me voy a amedrentar con un crio como tú? Desenfunda esa espada si quieres  —le retó. —Hazlo a sabiendas de que yo también desempuñaré la mia.

—Yo no le tengo miedo —Jimin habló apretando los dientes.

—¡Pues deberías! —le amenazó Jungkook.
—Deberías tenerme miedo si es que quieres ver a tu hermano vivo de nuevo.

—¡¿Qué es lo que quieres decir?! ¿A qué te refieres, miserable?

—Me refiero a que esta noche me veré con Hyo Seop. Esta noche ese hombre vendrá aquí, a este palacio. He mantenido comunicación clandestina con él y nos encontraremos aquí esta noche. Haremos, ¿cómo debo llamarle? ¿Un trato? Sí, se le puede llamar así.

—¿Un trato?

—Así es, Hyo Seop fue puesto en libertad a cambio de la vida de tu padre a quien tenía cautivo. Eso es algo que a pesar de todo resultará conveniente para nosotros, Hyo Seop revivirá a tu hermano con la amatista de plata. Si me ayudas, esta noche tendrás de vuelta a tu hermano y yo tendré de vuelta mi reino. ¿Qué te parece mi trato?

¡Perfecto! Ahora sí que Jimin necesitaba un asiento. Girando un poco, llegó hasta una pared y desde allí se desplazó hasta dar con un pequeño sillón apostado en un rincón donde terminó por echarse, sintiéndose completamente sin fuerzas. ¡No era posible! ¡No era posible nada de lo que ese miserable le estaba contando! ¡Jungkook lo estaba engañando! ¡No era posbile! ¡Ese hombre le mentía!

—¡Intenta confundirme! ¡No le creo ni una sola palabra! —gritó entonces tomando grandes bocanadas de aire. Jungkook se le acercó y sonrió.

—Espera hasta esta noche entonces y veras. Si no quieres estar allí por lo menos ayúdame a distraer a  Jin Goo y a los soldados por un rato. Necesito que los jardines estén completamente solos un poco antes de la media noche. Allí será el encuentro.

—¿En serio? ¿Está hablando en serio? —Jimin alzó su rostro mirándo al otro doncel. Pese a estar muy precavido con Jungkook, él sabía muy bien que éste no le estaba mintiendo, algo en el fondo de su corazón le decía que ese hombre le estaba contando la verdad. Lentamente se puso de nuevo en pie y extendió su mano. No le agradaba la idea de hacer nuevamente algo junto a Jungkook, pero aún así quería ver a dónde iría a parar aquello.

—¿De qué forma hará que Hyo Seop reviva a Taehyung? —preguntó en ese instante, justo antes de que Jungkook sostuviera su mano. —Cuénteme con lujo de detalles su plan y le ayudaré.

Jungkook asintió, y le contó todo. Jimin escuchó con atención y luego de repasar el plan volvió a hablar.

—Aunque consiga que mi hermano vuelva a la vida, quiero que sepa que le sigo considerando su perdición. Usted es una trampa para los varones. Es un veneno cruel y mortal.

Jungkook lo miró a los ojos y asintió. No tenía nada que replicar ante aquello, esas palabras eran verdad.

Al llegar al campamento donde se suponía que continuaba instalado Jungkook, Taehyung bajó de su caballo con el trasero dormido. Había cabalgado por casi seis horas seguidas con tal de llegar antes del medio día a aquel lugar, pero para su desgracia, a su llegada se encontró con la terrible noticia de que su tesoro había partido temprano con rumbo a Joseon,

—¡Rayos! —blasfemó irritadísimo. No se lo podía creer. ¿Hasta cuando el destino iba a seguir jugando con él? ¿Se pasaría toda la vida tratando de obtener algo que la vida parecía empeñada en negarle? ¡No! Pensó volviendo a su caballo. Lo había decidido y no había marcha atrás. Si no había encontrado a Jungkook en el campamento, lo encontraría en Joseon. Allí se encontraría con el obstáculo adicional de tener que enfrentarse también a Jin Goo, pero eso ya no importaba.

Jungkook era suyo, suyo y de nadie más. Decidido, espoleó su caballo y partió a toda prisa. Una vez por el camino recordó un detalle que había olvidado desde días atrás: El día de la boda de Jungkook había sembrado rosas negras en el jardín del palacio y según sus cálculos ya debían haber retoñado ¡Eso era perfecto! Solo necesitaba que Jungkook fuera a los jardines, las viera y listo. Estaba seguro que con sólo mirarlas nacidas en su tierra, entendería el mensaje y sabría que él seguía vivo.

Feliz por esa sensación, cabalgó más de prisa. En pocas horas aquello sería un hecho, pronto volvería a tener a su tesoro con él otra vez, esta vez para siempre.

Continuará...




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